En busca de la Libertad.

Este fic corresponde a la #Kiriasuweek2017

Tema: Época Victoriana/Japón antiguo


1—

El sonido de las voces y de la música se convertía en una mancha insonora que lentamente iba quedando atrás. Bien atrás.

Asuna Yuuki no ocultó el placer que la recorría por haber huido de la fiesta de disfraces, y se precipitó con esa loca felicidad hacia el exterior. Delante de ella los jardines estaban iluminados con antorchas que apenas provocaban una ligera lumbre en la oscuridad. Más allá de los jardines un gigantesco laberinto de setos perfectamente recortados surgía entre las sombras ofreciendo un lugar de privilegio para esconderse y hacia allí se dirigió ella.

Presionando la falda de su disfraz de hada contra su cuerpo se precipitó entre el gentío dirigiendo sus pasos tan rápido como podía entre caballeros con armadura, bufones de corte, bandoleros y una gran variedad de reyes y reinas de ensueño, así como una profusión de personajes extraños y fantásticos.

Un camino se abrió entre la gente y se encaminó hacia allí, evadiendo como podía a las parejas ocasionales que bailaban. Disculpándose esquivó a un hombre alto disfrazado de gato negro que estaba susurrando algo en la rosada oreja de un pequeño ratón rosa. El hombre dejó de susurrar para echar una mirada apreciativa al aventado escote del vestido blanco de Asuna, después la miró con descaro a los ojos y le hizo un guiño lujurioso antes de volver su atención de nuevo al adorable ratoncito de bigotes largos.

Anonadada por la poca educación de la que estaba siendo testigo esa noche, especialmente ahí afuera en los jardines, Asuna echó un vistazo por encima de su hombro y vio que su madre había salido del salón de baile, para detenerse en las escaleras de la terraza aferrada al brazo de un desconocido, y despacio escudriñaba todo el panorama. Estaba buscando a su hija con el instinto de un sabueso. La mujer se giró y dirigió su mirada directamente hacia la dirección donde ella se encontraba.

Esa mirada tan familiar fue suficiente para que Asuna empezara a correr hasta que se chocó con un último obstáculo en su camino hacia el laberinto: un gran grupo particularmente bullicioso de hombres que estaban situados bajo un toldo de árboles riéndose de un bufón que intentaba infructuosamente hacer malabarismos con unas manzanas.

—Si me disculpan caballeros— murmuró tratando de pasar inadvertidamente.

Pero en lugar de moverse con rápidez para apartarse de su camino como era lo correcto, dos de ellos la miraron de reojo y se volvieron sin dejarle un solo espacio para que pasara.

—Bueno, bueno, bueno ¿qué tenemos aquí?— dijo uno de ellos con voz de borracho mientras se apoyaba en un árbol. Intercambió una mirada con un sirviente que le estaba sujetando una copa de licor.

—¿Un refrigerio señorita?

En ese momento Asuna estaba mas preocupada por escapar de la atención de su madre que por ser acosada por un caballero borracho que apenas podía mantenerse en pie y cuyos compañeros seguramente impedirían que tuviese un comportamiento más abominable que el que estaba teniendo en ese momento. Aceptó el vaso en vez de hacer una escena, pasó por debajo de su brazo, y caminó rápidamente por delante de los otros apresurándose por llegar a su destino y olvidando que todavía tenia la bebida en la mano.

—Olvídese de ella, Kuradeel-san— escuchó que le decía uno de sus amigos —Observe las bailarinas de la ópera y las cortesanas que hay aquí esta noche; puede tener cualquier fémina que divisen sus ojos. Pero esa hada no.

Una vez en el laberinto y con el corazón latiéndole a contramarcha, Asuna ni siquiera lo pensó, escogió el camino de la derecha y llegó hasta la primera esquina que volvía a girar a la derecha, entonces se detuvo sin aliento apoyándose contra las espinosas ramas del arbusto. Con su mano libre trató de alisar las voluminosas capas de encaje blanco que adornaban su falda y subir el escotado corpiño del vestido, pero ni uno ni lo otro hicieron acopio de su acción.

Con el aliento cortado por la adrenalina, se mantuvo perfectamente inmóvil y escuchó atentamente cualquier sonido involuntario que se erigiera en torno a ella; se apegó al seto alto que la mantenía oculta, fuera del alcance de la vista desde la entrada. Se quedó mirando el vaso que tenía en la mano y se cuestionó su poca habilidad para evitar que su madre la humillara y le arruinara la vida.

Intentando distraerse, levantó el vaso a la altura de su nariz y lo olió estremeciéndose un poco ante el horrible aroma. Olía como la bebida que su padre tomaba, aquel liquido dorado que bebía después de las comidas, por razones medicinales para calmar sus nervios, según decía él. Bajó el vaso con evidente desazón, sintiéndose cada vez más y más aturdida.

El extraño silencio seguía gestándose a su alrededor y estaba a un paso de llevarla al borde del colapso. Después de un rato, este fue roto cuando oyó la voz chillona de Kyouko-san que le llegaba desde el lado opuesto de la frondosa barrera. Su corazón saltó asustado en su pecho creyendo que la había encontrado.

—Asuna ¿Estás por aquí cariño? —llamó encrispando sus nervios porque jamás la llamaba cariño — Eiji-sama está aquí conmigo y está muy ilusionado por conocerte…

Kyouko no la había visto. Era simple casualidad que se encontrara del otro lado del seto.

Incapaz de soportar la embarazosa situación de otra presentación ante un desafortunado e indudablemente poco dispuesto potencial pretendiente a quien su madre había requisado, Asuna dio marcha atrás hacia una ramas que pinchaban y que se enredaron en los avellanos rizos del elaborado peinado que le había llevado tanto tiempo crear. Sin importarle eso, se movió ignorando el punzante dolor en su cuero cabelludo.

—¡Asuna…! ¡No tengas pena, cariño!

Tú me das pena… Siguió retrocediendo rogando internamente que su madre desistiera y la dejara en paz.

En el cielo, la luna se ocultó amablemente detrás de unas finas nubes negras sumiendo el laberinto en una profunda oscuridad. Asuna deseó convertirse en sombras y tinieblas en ese instante.

—Asuna es una chica muy aventurera —comenzó Yuuki-sama con evidente falso orgullo, narrando las peripecias de su hija a quien la acompañaba —Tiene la costumbre de dar un paseo por los jardines para explorar.

¿Por qué no le dice la verdad? ¿Que huyo de toda esta falsedad porque me ahoga?

—Ha sido muy popular esta temporada, no puedo imaginarme como no se la ha encontrado en algún acto o acontecimiento. De hecho actualmente tengo que insistirle para que reduzca sus compromisos sociales a no más de diez por semana para que tenga tiempo de descansar.

¿En serio madre? ¡Cuándo sabes que me escondo entre mis libros porque no quiero salir a ese mundo que tanto amas!

Eiji-san por otro lado, no era tan crédulo —¿De verdad?—murmuró con cierta ironía que Asuna sintió propia —Parece raro...er...que a una mujer no le gusten los compromisos sociales.

—¡Nunca quise decir tal cosa! —se apresuró a decir la dama —A Asuna le encantan los bailes y las veladas. Verdaderamente creo que ustedesse llevarían muy bien…

La pelirroja rió amargamente en su mente… Amo esos bailes con la misma locura con la que tú amas la literatura… ¡Quiero ser libre! ¡Quiero mi libertad!

—No es el tipo de mujer presionada tan habitual en estos tiempos. Por otro lado tiene unos indudables atributos que ningún hombre podría pasar por alto.

La chica revisó su apariencia sintiéndose usada. Había sido idea de su madre usar ese traje revelador… El que era más adecuado para un flirteo que para una joven debutante de diecinueve años. Y se sentía expuesta, las miradas libidinosas que atrajo apenas entró al salón daban evidente cuenta de eso. Su madre no lo notaba, o bien era parte de su bien compuesto plan.

—Debería volver ya al salón de baile Yuuki-sama. Cre...Creo que le prometí el próximo baile a Yuuna-ojou… —sonó la voz huidiza del pobre caballero que aún se encontraba a su lado.

—Oh...

Comprendiendo quizás que sus esperanzas estaban a punto de escaparse por culpa de la debutante más popular de la temporada, la madre de Asuna respondió con la mayor mentira de su vida de casamentera. Se inventó descaradamente una inexistente relación entre Asuna y el soltero más codiciado de toda la ciudad.

—¡Es verdad, volvamos al baile! Creo que Kirigaya-sama le ha pedido a Asuna el próximo vals.

Kyouko Yuuki debió darse prisa tras la retirada del joven heredero porque sus voces se hicieron más distantes.

—El señor Kirigaya ha prestado a nuestra querida Asuna una particular atención, de hecho tengo razones para creer que la única explicación de que haya venido aquí esta noche ha sido la posibilidad de estar un rato con ella. No, en serio mi señor, de hecho no me gustaría que lo supiera nadie aparte de usted…

—Como no estás aún comprometido con la señorita Yuuki—bromeó la infartante morena de ojos azules dirigiéndose a su acompañante, no muy lejos de donde la incauta pelirroja se escondía. Como par de amantes, ella y su pareja se habían refugiado en ese mismo laberinto para dar rienda a sus pasiones. Sachi curvó los dedos alrededor de la nuca de él y prosiguió coqueta —No hay nada que nos impida salir de este laberinto e ir a un lugar más cómodo.

—Ni siquiera sé quien esa señorita… —le respondió evasivo a su primera acotación.

—No quieres conocerla.. su madre ha intentado venderla al mejor postor viendo que su familia se encamina a una ruina segura…

—Lo mejor será alejarnos de una debutante cazafortunas… ¿verdad?

—Tengo una idea mejor… una que te convendría más...

Kazuto suspiró con cierto deje de aburrimiento. Desde que esa noche la saludó en la entrada de la casa, él supo que esa invitación iba a llegar en cualquier momento y consideró su respuesta en silencio. No había nada que le impidiera pasar una jornada con esa apetitosa morena, nada excepto una inexplicable falta de interés hacia la perspectiva del encuentro. Con toda seguridad se trataría de una hora y media de desinhibidas relaciones sexuales con una experimentada y deseosa compañera.

Mas tarde él pretendería estar decepcionado cuando ella se sintiera obligada a regresar a su propia cama, con su marido. Todo muy civilizado, muy considerado y muy previsible por supuesto.

Sin embargo, lo predecible de esa vida y todo el mundo, incluidos él y ella, comenzaban a sacarle de quicio. No importaba si estaba en la cama con una mujer o jugando a las cartas con sus amigos, automáticamente decía las cosas apropiadas o en el momento oportuno. Se relacionaba con hombres y mujeres de su misma clase que eran tan predecibles, insulsos y socialmente adaptados como él.

Comenzaba a sentirse como si fuera una marioneta, actuando al lado de otras marionetas en el mismo escenario, todas ellas bailando la misma melodía, escrita por el mismo compositor.

Incluso cuando caía en relaciones ilícitas como la queSachi-sama le estaba ofreciendo, había un ritual preescrito que debía ser seguido y que solo variaba si la mujer en cuestión estaba casada o no y según estuviera jugando el papel de seductor o de seducido. Desde que Sachi era casada y había asumido esa noche el papel de seductora, Kazuto ya sabía como iba a actuar si él declinaba su proposición. Primero haría un puchero, uno muy bonito ensayado en casa, y entonces comenzaría a engatusarle y empezaría a intentar seducirle.

Él; siendo el objetivo titubearía, la eludiría y después esperaría a que ella desistiera, pero nunca le daría un rechazo directo. Para realizar tal maniobra debía ser imperdonablemente rudo y torpe en el complejo melodrama social que ellos interpretaban a la perfección.

A pesar de todo Kazuto esperó antes de contestar, medio deseando responder afirmativamente a la oferta a pesar de que su mente le decía que no lo hiciera. Al ver que no ocurría nada se decidió a dar el primer paso, es decir titubear.

—Debería dormir primero querida. He tenido una semana difícil y llevo dos días en los que no he podido descansar apropiadamente.

—¿Seguro que no me estás rechazando querido?— preguntó ella haciendo el bonito puchero.

Kazuto eludió hábilmente la pregunta —¿Qué pasa con la fiesta?

—Prefiero estar contigo, no te he visto en meses y además la fiesta continuará sin mi. Los sirvientes están perfectamente entrenados.

—Pero no tus invitados —señaló Kazuto todavía eludiendo sus intentos de seducción.

—Nunca sabrán que nos hemos ido.

—¿Y tu marido?

—Keita está demasiado entretenido jugando a los naipes y derrochando el vino… no me echará de menos...

Kazuto frunció el ceño, esa mujer manejaba a ese hombre a su antojo. Estaba a punto de dar el siguiente paso pero Sachi le sorprendió acelerando el protocolo antes de que él pudiera continuar con su papel en el guión de la aburrida y pequeña función que había llegado a ser su propia vida. Poniéndose de puntillas ella le besó, sus manos comenzaron a acariciar su cuello y sus labios invitaron a su lengua.

Automáticamente puso las manos alrededor de la cintura de ella y obedeció pero fue un gesto vacío nacido de la cortesía no de la reciprocidad. Cuando las manos de ella descendieron hasta el broche de su pantalón en una acción demasiado obvia, él dejó caer el brazo y se echó hacia atrás tan asqueado como aburrido de toda esa farsa.

—Esta noche no —dijo con firmeza.

Los ojos de la dama le acusaron en silencio por haber roto imperdonablemente las reglas. Suavizando la voz, Kazuto la tomó de los hombros, la giró y le dio un golpecito afectuoso en la espalda para mostrarle el camino.

—Mejor vuelve con tu marido querida.

Mientras buscaba en los bolsillos un cigarrillo añadió con educación: —Te seguiré cuando haya pasado un tiempo prudencial.

Asuna se encogió dentro de aquel cavernoso laberinto y esperó en un tenso silencio hasta estar segura de que su madre no iba a regresar. Al cabo de un rato echó una ojeada y salió de su escondite. Como el laberinto parecía ser el mejor lugar para ocultarse durante unas horas, giró a la izquierda y se alejó por un camino que conducía a un cuadrado de hierba que tenía una escultura en el centro.

El camino se le antojó tan sinuoso y patético como era su vida. Sabía que no había ninguna salida para escapar de la ciega obsesión de su madre de verla casada con alguien realmente importante mientras tuviese la oportunidad. Hasta ese momento el mayor impedimento que su madre había encontrado para lograr su propósito, había sido el hecho de que ningún posible pretendiente había pedido la mano de Asuna durante las pocas semanas de estancia en la ciudad.

Desafortunadamente, justo antes de abandonar el pueblo para venir aquí, su madre logró recibir una oferta de matrimonio de Noboyuki-sama; un caballero repulsivo que atravesaba la treintena. Era un hombre pomposo, de piel pálida y ojos saltones de color aceituna que parecían clavarse en el cuerpo de Asuna, junto a finos y pálidos labios que le recordaban a un pez muerto. La idea de ser obligada a pasar toda una vida encadenada a ese hombre era insoportable. Obscena. Aterradora.

De todas formas no tenía ninguna opción, y esconderse de los potenciales pretendientes que su madre eligiera, era la última cosa que debería estar haciendo. Lo sabía, pero era incapaz de salir de allí y regresar a baile. Asuna no quería un marido, solo tenía diecinueve años y tenía otros planes, otros sueños para su vida... pero estos no coincidían con los de su madre y por lo tanto nunca se iban a realizar. Nunca. Lo que hacía todo esto mas frustrante era que Kyouko creía que estaba actuando por el bien de su hija y que sabía lo que era mejor para ella.

La luna se deslizó fuera de las nubes y Asuna se fijó en el líquido que había olvidado en la copa que a pesar de todo sostenía ceremoniosamente en su mano. Su padre decía que un poco de brandy no hacía daño a nadie, que facilitaba la digestión de cualquier alimento y que curaba la moral baja.

Asuna vaciló y, en un arranque de rebeldía y desesperación, decidió poner a prueba esa teoría. Echó la cabeza hacia atrás y dio tres grandes tragos. Bajó el vaso con un estremecimiento soltando un chillido de desahogo. Y esperó. Esperó una explosión de dicha. Pasaron los segundos, después un minuto y no sucedió nada, lo único que sintió fue una ligera debilidad en las rodillas y una tonta incapacidad para retener las lágrimas que aparecían en sus ojos.

En consideración a sus temblorosos miembros se acercó al banco de piedra y se sentó. Pasado un rato dio otro pequeño sorbo al brandy y miró la copa moviendo el líquido dorado de tal forma que destellaba a la luz de la luna, mientras consideraba su situación, y repasaba los últimos acontecimientos.

Su madre la quería casada y establecida con un buen partido… Asuna en cambio quería ser libre, disponer de su vida… viajar… Trabajar.

Lo que se consideraba una aberración para una joven de diecinueve años de vida.

Es totalmente inconcebible querida, las señoritas respetables no viven solas y menos en una ciudad tan grande como esta. Tu reputación podría verse arruinada, completamente arruinada.

Estaba aún menos encantada con la idea de que la joven se valiera por si misma. Opinaba que la fascinación de Asuna por los libros y la filosofía y su deseo de llegar a ser autónoma era casi tan espantosa como su deseo de vivir sola en la ciudad.

Los hombres no quieren mujeres inteligentes querida. Estas demasiado metida en la lectura. Si no aprendes a olvidarte de tu obsesión por la literatura, tus oportunidades de recibir una jugosa oferta de matrimonio se verán arruinadas.

Hasta un mes antes del baile de máscaras jamás se había considerado que Asuna pasara allí una temporada.

A pesar de que su padre fuera un barón, sus antepasados se habían gastado hacia tiempo la fortuna y tierras que acompañaban al titulo. El único legado palpable fue ese amable y apacible carácter del que su padre disponía. Era un buen hombre; blando, dócil, sin embargo carecía de razones para enfrentarse a la determinación de su mujer y la ambición de ésta respecto a su hija.

Y en el fondo tampoco las tenía Asuna.

Tres semanas después de que ella decidiera hacer algo para cambiar su futuro, su madre muy excitada convocó un consejo de familia sin precedentes.

Asuna —dijo —Tu padre y yo tenemos algo emocionante que decirte —hizo una pausa para sonreír a su marido que seguía leyendo el periódico —¿Verdad Shouzou?

Sí querida —murmuró este sin levantar la mirada.

¡Ya está todo arreglado! —exclamó —He recibido hace poco la carta del propietario de una pequeña casa en la ciudad. Está de acuerdo en dejárnosla el resto de la temporada por la ínfima cantidad que podía pagarle. También he contratado a la señorita Alice Schuberg que será tu doncella y ocasional chaperona. Es europea, pero es lo único que se puede conseguir cuando no se puede pagar un salario decente — apenas prestó atención a la expresión devastada de su hija —Aunque la moda actual es muy rebuscada, tu doncella parece muy competente para arreglar tus vestidos aunque no sea capaz de hacer los complicados diseños que se ven en las revistas. Por otro lado debería decir que pocas jóvenes tienen tu belleza, Asuna. Algún día no muy lejano tendrás tus propios vestidos para ir a la moda y serás la envidia de todos. Tendrás joyas y pieles, carruajes y sirvientes siempre a tu disposición…

Asuna tuvo un momentáneo estremecimiento de emoción ante la idea de que hubiera un alojamiento barato en la ciudad que representaba su libertad entera, pero lo de los vestidos nuevos y la dama de compañía nunca habían entrado en el presupuesto familiar y menos para ella.

No lo entiendo madre ¿qué esta pasando?— indagó preguntándose si algún familiar hasta entonces desconocido habría muerto dejándoles una fortuna.

Lo que sucede es que he decidido utilizar la pequeña suma de dinero que hemos ahorrado para tu dote dándole un buen uso de forma que traerá excelentes beneficios, estoy segura.

La boca de Asuna se abrió en un grito silencioso de protesta ante su idea de desbaratar lo que le pertenecía, pero era incapaz de articular palabra en ese momento por lo que Yuuki-sama pensó erróneamente que su hija estaba extasiada.

¡Si, es real! Te vas a la metrópoli esta temporada y encontraremos la manera de que conozcas a la gente adecuada. Mientras estemos allá estoy segura de que encontraras a un caballero que te haga una espléndida oferta de matrimonio. A lo mejor incluso el señor Eugeo cuyas tierras se dice que son incomparables. O Kirigaya-sama que es uno de los hombres mas ricos del sur y que esta a punto de heredar un título de un familiar de su madre. Tengo entendido que tanto sir Eugeo como el conde Kazuto están considerados como los solteros mas codiciados de toda esta parte del continente. ¡Imagínate lo envidiosos que se pondrán todos cuando Asuna Yuuki consiga a uno de ellos como marido!

¿Cómo sabía tanto de ellos? Pues no tenía idea, pero Asuna podía oír como crujían sus sueños al romperse y estrellarse contra el suelo.

¡Yo no quiero un marido! —gritó sin poder contenerse —Quiero viajar, aprender y valerme por mi misma, madre. Eso es lo que quiero. Creo que podría escribir una novela algún día. La abuela decía que tenía talento escribiendo. No, no te rías por favor. Tienes que guardar ese dinero, tienes que hacerlo.

Mi querida e inocente niña, no lo haría aunque pudiera, y no puedo. El matrimonio es el único futuro para una mujer, una vez que veas como vive la alta sociedad olvidarás todas esas tonterías que mi propia madre te metió en la cabeza. Ahora — continuó alegremente —Cuando estemos en la capital te ayudaré a ponerte en el camino del soltero perfecto, puedes estar segura de ello. Después de todo tu padre es barón, no un comerciante. Cuando se den cuenta de que estamos allí, nos invitaran a todas las grandes reuniones y fiestas. Los caballeros te verán y te admiraran y pronto tendremos una fila de pretendientes haciendo cola en la puerta, ya lo verás.

Había muy pocas posibilidades de negarse a ir y no había forma de evitarlo de modo que Asuna se resignó.

Una vez en la ciudad, su madre insistió en que todos fueran a los lugares y tiendas donde compraba la alta sociedad y todas las tardes paseaban por los parques donde todo el que merecía la pena se dejaba ver.

Pero nada salió como Kyouko Yuuki había planeado. Contrariamente a sus deseos y expectativas, la aristocracia no les acogió con los brazos abiertos por el hecho de que su marido fuera barón. No respondieron muy bien a sus entusiastas esfuerzos por entablar conversación en las calles más aristocráticas. En vez de mandarles invitaciones para desayunar, las elegantes damas con quienes intentaba conversar le daban un corte nada elegante.

A pesar de que su madre no parecía notar que estaba siendo tratada con un desdén glacial, Asuna sí sentía cada insulto y cada desplante con una intensidad suficiente para las dos. Y a pesar de que se dio cuenta de que su madre soportaba los desprecios que le hacían, toda aquella situación la hacia sentirse miserable y consciente de que difícilmente podía mirar a la cara a nadie desde que salían de la pequeña casa hasta que volvían a ella.

A pesar de todo Asuna no consideró su viaje como una pérdida total de tiempo. Alice Schuberg, la rubia acompañante que su madre había contratado para la temporada demostró ser una persona cariñosa y vivaz con quien Asuna podía hablar, reír e intercambiar confidencias. Por primera vez en sus diecinueve años de vida, tenia una amiga de su edad, alguien que compartía su sentido del humor y muchos de sus intereses.

Sir Eugeo, a quien Kyouko codiciaba para su hija, supuso un obstáculo extraño en los planes de la codiciosa dama al casarse al final de la temporada en una repentina boda que conmocionó a toda la ciudad; ya que el apuesto joven se casó con la señorita Alice en una serie de acontecimientos extraños que nunca le resultaron claros.

Cuando la madre de Asuna se enteró de la noticia se metió en la cama y no salió de allí en todo el día. Pero por la tarde sin embargo se levantó al darse cuenta de la tremenda ventaja que suponía socialmente conocer a la nueva duquesa que había emparentado con una de las más influyentes familias.

Con renovada confianza y energía, enfocó todas sus esperanzas en Kazuto Kirigaya. El otro soltero por el que todas las jóvenes aristócratas soñaban atrapar.

Mucho tiempo después, Asuna no podía imaginar el desastroso encuentro con él esa primavera sin sonrojarse, pero cuando se sentó al lado del arbusto mirando el vaso que todavía tenia en la mano, todo aquello de pronto le pareció más emocionante que humillante.

Obviamente, decidió, el asqueroso sabor de aquella cosa que había bebido estaba haciendo que viera las cosas mas claras. Y si tres tragos podían lograr eso, era evidente que un poco mas de ese mágico elixir seria mas efectivo. Ese era el espíritu de la investigación científica, por lo tanto levantó el vaso y dio tres sorbos más. Después de lo que le parecieron solo unos segundos se sintió incluso mejor que antes. Ahora entendía porque su padre bebía de esa maravilla a diario...

—Mucho mejor —informó en voz alta a la luna riéndose a carcajadas al recordar el breve pero divertido encuentro con el legendario Kirigaya-sama.

Su madre le había estado espiando en el parque, justo cuando él estaba a punto de pasar muy despacio cerca del camino donde estaban ellas, Kyouko, desesperada por provocar un encuentro con el soltero número uno de Japón, empujó a Asuna poniéndola directamente en el camino de su caballo. Como reflejo la pobre muchacha se cubrió la cara como pudo, haciendo que el indignado jinete se detuviera.

Zarandeada y asustada por el corcoveo nervioso del animal, Asuna abrió los ojos y notando al corcel tan cerca de ella, se le acercó intentando serenarlo y al mismo tiempo componiendo una disculpa al conductor. Miró hacia arriba y vio a Kazuto Kirigaya. A pesar de la fría mirada que se veía en sus empequeñecidos y asesinos ojos, ella sintió que sus huesos se derretían y sus piernas se convertían en gelatina.

Pelo negro, hombros anchos, penetrantes ojos gris metálico y cincelados labios finos, él tenía el cínico aspecto de un hombre que ha experimentado todos los placeres que el mundo puede ofrecer y ha salido indemne. Con su cara de ángel y sus ojos de plata Kazuto Kirigaya era extremadamente atractivo y prohibido como el mismo pecado. Ella sintió por un momento el loco impulso de hacer algo para impresionarle.

Si quiere un encuentro adecuado señorita —dijo él con seca impaciencia. Su voz lenta como una caricia —Le sugiero que intente conseguirla de una manera mas convencional.

Asuna sabia que necesitaba reaccionar inmediatamente antes de que su madre, que estaba desesperada por lograr una presentación, violara todas las reglas conocidas de la buena educación o del sentido común.

¡Que placer y que privilegio mas inesperado Kirigaya-sama! —exclamó Kyouko sin darse cuenta de la siniestra mirada del joven y de la ávida curiosidad de los ocupantes de los demás carruajes que tenían que detenerse debido a que el camino estaba bloqueado — Estaba deseando presentarle a mi hija.

He de suponer— interrumpió —Que ese es el motivo por el que su niña ha tropezado conmigo.

Asuna llegó a la conclusión de que ese hombre era un maleducado y un arrogante.

Eso no tiene nada que ver —estalló mortificada por la precisión con que el había dado en el clavo y dio un paso hacia atrás y recurrió al descaro para salvar su orgullo—Estaba practicando— le informó.

Su respuesta le sorprendió tanto, que el joven mantuvo su mano en el aire donde estuvo a punto de tomar las riendas.

¿Practicando?—repitió mirándola atentamente con divertido interés como retándole a componer una excusa que fuera creíble —¿Practicando para qué?

Asuna levantó la barbilla y elevando las cejas dijo con desdén lo que esperaba que sonara inteligente en vez de estúpido:

Estoy practicando para llegar a ser salteador de caminos, obviamente. Para conseguirlo salto delante de los inocentes caballeros del parque y finjo no conocerlos. Algunos son tan crédulos que caen en la trampa.

Diciendo esto le dio la espalda y agarró firmemente a su madre del brazo conduciéndola hacia el sendero que habían dejado atrás. Mirando por encima de su hombro dijo despectiva e incorrectamente:

Buenas tardes señor…er… gomen desconozco su nombre…

Su madre, ante tan escandaloso comentario profirió una exclamación horrorizada provocando algo que sonó como una carcajada en el dueño del caballo.

La señora Yuuki siguió furiosa con su hija toda la noche:

¿Cómo pudiste ser tan impertinente? —gritó —Kazuto Kirigaya tiene mucha influencia en la sociedad y si pronuncia una sola palabra despectiva sobre ti nadie importante querrá relacionarse contigo. Estarás acabada. Acabada ¿me oyes?

A pesar de que Asuna se había disculpado repetidamente, aunque de forma poco sincera, su madre estaba muy preocupada. Se paseaba de un lado a otro con su frasco de sales en una mano y un pañuelo en la otra. Le daría una úlcera si no se calmaba.

¡Por lo menos Kazuto Kirigaya se ha fijado en ti por unos segundos hoy en el parque, y todos pudieron verlos, de modo que has tenido tu momento de éxito! Desde esta noche empezaran a llegarnos invitaciones a todos los actos importantes de la temporada y a partir de mañana, los pretendientes harán fila en nuestra puerta. Pero tu has tenido que mostrarte impertinente con un hombre que podría poner fin a mis esperanzas y sueños con una sola palabra— se limpió las lágrimas de los ojos —¿Por qué eres tan temeraria? ¡De donde has sacado ese carácter!

Rodeó a Asuna sin dejar de respirar agitada.

Madre cálmate...

Pues yo conozco más del mundo real que tú y te voy a decir una cosa, una verdad que vale mas que todos tus desvaríos —apretó los puños y afectando a propósito la voz murmuró terminante — Un hombre no quiere relacionarse con una mujer mas inteligente que él. Si la alta sociedad supiera de tus ideas de libertad estarías arruinada, ningún caballero importante te querría, estarías acabada.

Un gorjeo de risas femeninas sacó a Asuna de sus pensamientos y volvió a oír los sonidos que hacían los adultos que parecían reclamos de niños traviesos. Se preguntaba cuantas reputaciones femeninas quedarían arruinadas esa noche. Basándose en lo que había sacado de las lecturas de su madre, le pareció que había incontables formas de ser arruinada. Errores cometidos por las propias mujeres. Parecer muy inteligentes, muy listas, muy sabias o muy elocuentes podía acabar con sus oportunidades de conseguir un buen partido. Pero cualquier error que afectara al honor de una dama resultaba totalmente catastrófico puesto que eliminaba totalmente las posibilidades de casarse.

Eso era ridículo, decidió alegremente Asuna mientras meditaba en las diferentes maneras de cometer un error y provocarse a si misma una ruina total. Una mujer podía arruinarse totalmente si permitía a cualquier hombre estar a solas con ella en una habitación, o si le mostraba demasiada atención o incluso concediéndole un tercer baile.

Mientras mas pensaba en ello más cuenta se daba que habría estado mucho, muchísimo mejor, si hubiera cometido alguna de esas cosas que acabarían totalmente con las posibilidades de una mujer para encontrar un buen partido. En ese caso no tendría que estar ahora enfrentándose a un matrimonio con el repulsivo Sugou Nobuyuki. Solo con pensar en él su alegría se evaporó e hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas.

Buscó su pañuelo y al darse cuenta de que no tenía ninguno sorbió con la nariz. Bebió un poco mas de la bebida intentando sin éxito dejar de lado la tristeza.

Un buen rato después de acabar el cigarro, Kazuto recordó su perorata con Sachi, dudando si dirigirse hacia la derecha regresando así al jardín, o girar a la izquierda introduciéndose más en el laberinto hasta llegar a un camino que, como sabía, llevaba hasta un lateral de la casa y finalmente a su habitación.

Estaba cansado y su dormitorio tenía una enorme y muy confortable cama. Si su madre no le hubiera pedido específicamente que, fuera hasta allí en su viaje de camino a la capital para darle recuerdos a la madre de Sachi, él no estaría allí. De acuerdo con la carta de su hermana, la salud de su madre había empeorado repentinamente y Kazuto no quería hacer nada, por insignificante que fuera, que la disgustara.

Dio media vuelta y se encamino por el enrevesado camino que llevaba al exterior del laberinto hasta el jardín, preparado para cumplir con su obligación social y filial.

Asuna estaba convencida de que una reputación totalmente arruinada haría que Noboyuki-san retirara su oferta pero no tenia ni idea de cómo iba a sobrevivir si sus padres la repudiaban por ello. Sorbiendo de nuevo sus lágrimas, inclinó la cabeza, cerró los ojos con fuerza y decidió recurrir a la meditación. ¿Cómo podía hacer para arruinar su reputación y ser libre?

Librarse de un matrimonio que solo le producía asco…

La desesperación, sumado a que esa bebida había hecho que su futuro tomara proporciones monstruosas, hizo que el caudal del llanto se quebrara y se encontrara a si misma llorando a lágrima viva, rogándole a Dios, a los astros que tuvieran compasión de su problema. Intentaba aplacar las lágrimas de alguna forma, cuando una voz profunda y masculina, llena de autoridad, se oyó rompiendo el silencio.

—¿Puedo ayudarla?

Asustada, Asuna se levantó de un salto, y el corazón le subió a la garganta latiendo con fuerza, entonces sus ojos divisaron una silueta que se recortaba en la oscuridad y que se materializó ante ella cuando empezó a moverse.

¿Acaso alguien allá arriba se había conmovido ante su llanto y le enviaba un ángel para ayudarle?

La aparición se detuvo justo debajo de los pálidos rayos de la luna, el rostro le quedó entre las sombras sin que pudiera ver sus rasgos. Levantó el brazo despacio y algo blanco pareció flotar y ondear desde los dedos de la aparición aunque no había viento.

Sus sentidos estaban aturdidos con el susto y el brandy tan conveniente que había bebido pero vio que algo blanco ondeaba hacia ella. Avanzó vacilante y buscó el brazo extendido, el objeto que se posó en su mano se convirtió en algo real aunque muy suave y fino. Era un pañuelo.

—Gracias—susurró sonriéndole mientras se secaba los ojos y se limpiaba la nariz. Después, en vez de conservar el pañuelo se lo devolvió.

—Debería quedárselo.

—Gracias.

—Su pena es muy grande al parecer.

—Sí lo es...

—¿Hay algo que pueda hacer por usted antes de irme?

—¡No nada!… Bueno si hay algo, pero tendría que explicarle…

¿Cómo se le explica a un ángel que deseo que mi reputación sea arruinada…?

—Soy todo oídos.

Luchando contra los efectos del brandy, Asuna examinó al ángel con cautela —Por favor no piense que estoy cuestionando su…su autenticidad… o sus capacidades —comenzó con el mayor respeto que pudo reunir —Pero ¿un ente como usted no debería ir vestido de blanco en vez de ir de negro?

Los ojos de el visitante, perceptibles solo a través de las rendijas de la máscara que le cubría la mitad de la cara, se empequeñecieron en una mirada de insolencia y Asuna se preparó para ser golpeada por un rayo. Sin embargo el tono con el que respondió a su pregunta fue suave y algo divertido.

—En un hombre es costumbre vestir de negro, señorita. Si apareciera aquí vestido de blanco atraería demasiado la atención. La gente intentaría saber mi identidad. Primero observarían mi estatura, y luego mis otros rasgos e intentarían saber quien soy. Y si me reconocieran perdería el anonimato y con él la libertad de hacer el tipo de cosas que uno espera hacer en una velada como esta.

—Si, ya veo —replicó Asuna sin estar del todo convencida —Supongo que esto no es algo tan extraordinario como yo pensaba.

Kazuto pensó que este encuentro era de lo mas extraordinario. Cuando la vio al principio ella estaba llorando. De algún modo su expresiva cara había mostrado asombro, miedo, terror, sospecha y ahora reflejaba incertidumbre e incluso aprensión.

Esperó a que ella le explicara lo que fuera que quería de él y se dio cuenta de que no había en ella nada de corriente. Su pálido pelo anaranjado parecía brillar como la llama de una vela a la luz plateada de la luna cada vez que movía la cabeza y sus grandes ojos parecían oro, dominando su delicado rostro de suave y pálida piel, en conjunto a una encantadora boca roja.

La suya era una belleza delicada. Provenía de la pureza de sus rasgos y de la sinceridad de sus ojos más que de sus vibrantes colores o su exótica apariencia. No pudo calcular su edad pero parecía bastante joven.

Un profundo suspiro de la fémina le devolvió a la realidad. Empezó a mirarla inquisitivamente en silencio.

—Podría—pidió ella de modo muy, muy educado —Quitarse la máscara y dejarme verle la cara.

—¿Ese era el favor que quería pedirme?

—No, pero no podré preguntárselo hasta que no vea su cara — al ver que él no hacia ningún movimiento para quitársela, le imploró con voz temblorosa y desesperada —¡Es terriblemente importante!

Kazuto dudó y entonces, por pura curiosidad, decidió acceder a su petición. Se quitó el antifaz y salió de entre las sombras para ofrecerle una buena visión de su cara y esperó a ver su reacción.

Y la vio.

La muchacha se tapó la boca con la mano y sus ojos se abrieron como platos. Kazuto avanzó hacia ella pensando que se iba a desmayar de la impresión o algo semejante, pero la repentina risa histérica que soltó hizo que se quedara a medio camino. Después la pelirroja empezó a reírse a carcajadas mientras se dejaba caer en el banco de piedra y se tapaba la cara con las manos con el cuerpo estremecido. Le miró dos veces por entre los dedos para cerciorarse de que había visto bien y las dos veces acabó riendo con más fuerza.

Finalmente, con un gran esfuerzo, Asuna consiguió dominarse. Levantó su cara hacia él con los ojos todavía brillando de risa y observó con incredulidad el rostro del único hombre, en todo Japón, que había hecho que su corazón vibrara. Y ahora, mientras ella continuaba en estado de shock, el rostro de Kazuto estaba empezando a tener en ella el mismo efecto que la primera vez que le vio. Pero en esta ocasión había una diferencia, tenía una pequeña sonrisa en sus labios y no había frialdad y dureza en sus ojos, sino solo especulación. Después de todo la expresión del joven era definitivamente de interés.

Eso era lo suficientemente halagador y alentador para levantarle el ánimo y devolverle la confianza, al tiempo que la convencía de que había tomado la decisión acertada unos minutos antes. Había rogado por la oportunidad de arruinar su reputación y ahora lo iba a conseguir en las manos del soltero mas codiciado de todo la ciudad, Kazuto Kirigaya en persona. Esto lo hacia aun mejor, le daba elegancia y estilo. Como recompensa por haber sacrificado su reputación para eludir a Sugou Noboyuki, iba a obtener unos dulces recuerdos para conservar.

—No estoy loca aunque pueda parecerlo —empezó a decir intentando aplacar su voz —Y de verdad necesito pedirle algo...

Kazuto sabía que tenía que marchare de allí pero estaba extrañamente cautivado por la contagiosa risa de ella, su encantadora cara y sus asombrosas reacciones, que le repelía la sola idea de volver al baile.

—¿De qué se trata?

—Es un poco complicado de explicar… —murmuró y luego contempló el vaso que seguía en su mano el cual estaba bastante vacío.

Kazuto la miró intentando saber que es lo que había estado bebiendo, ella dio un sorbo como si lo necesitase para coger fuerzas y elevó sus grandes y sinceros ojos dorados hacia él.

—La verdad es que es bastante difícil— corrigió arrugando su nariz.

—Como puede ver— respondió Kazuto esbozando una sonrisa y haciendo una pequeña reverencia —Estoy completamente a su servicio, señorita.

—Espero que siga diciendo lo mismo después de que haya oído lo que tengo que pedirle —murmuró ella inquieta.

—Por favor dígame

—Desearía que arruinase mi reputación.

Hasta ese momento Kazuto hubiera apostado toda su fortuna a que nada de lo que pudiera decir una mujer podría sorprenderle, pero esa joven mujer había conseguido dejarle francamente estupefacto.

Asuna observó como intentaba esconder su sorpresa y esbozó otra de sus inaceptables risitas. No era que tuviera ganas de reír por los nervios, sino que era culpa de esa pócima diabólica que los hombres beben para sentirse mucho más optimistas.

—Le he preguntado si estaría dispuesto a arruinar mi reputación.

El tiempo se detuvo mientras Kazuto la estudiaba con el rabillo del ojo y buscaba en el bolsillo el último de los dos cigarros que había traído consigo.

—¿A que se refiere…—preguntó con cautela mientras agachaba la cabeza para encender la pieza —…exactamente con eso?

—Me refiero a que me gustaría que me arruinase — repitió Asuna convencida, intentando ver mejor su expresión —Quiero decir que quisiera llegar a ser inaceptable para cualquier hombre— especificó —Para no verme obligada a casarme. Es decir quiero quedarme soltera y ser libre para vivir mi vida como me plazca… ¿Me ayudará?


Nota:

Y Hola a todos! He vuelto luego de un fin de semana de inactividad xD

Hoy les traigo mi contribución del segundo día con esta novela histórica que mezclará la 'epoca antigua, matrimonios arreglados y… mucho kiriasu' No sé cuantos capitulos tendrá, quizá depende de como desarrollo toda la idea (ya llevo bastante escrito así que el segundo cap lo subiré antes de que termine la semana)

No he podido leer todas sus contribuciones, pero sepan que lo iré haciendo a medida que me organizo porque es bastante.

¡Estoy muy agradecida por su participación! ¡Muchas gracias!

En mi caso los veo martes/miércoles con mi tercer aporte que está a medio camino.

Gracias por leer!

Sumi Chan~