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Construyamos unas alas


Prólogo

Miserable


Cantando su miserable canto,
Un monstruo atrapado en su pesadilla ...

Steve puede decir que lleva tiempo con esta tonadita en la cabeza, aunque la letra es cien por ciento seguro que sonaba bastante escalofriante para la balada tan infantil. Pero no recuerda dónde la escuchó, y ni siquiera por qué está recordando justo ahora.

La oscuridad que ofrecía la selva en las tierras olvidadas de Bangkok sin dudas era envidiable y muy llamativa para cualquier persona que se llamará un artista en busca de inspiración, o alguien bastante estresado que necesite paz.

Por otro lado, siempre hubo verde por todos lados, Steve incluso se ha puesto a pensar en postular un nuevo color en el siglo presente, porque estaba seguro de que entre tanto verde y sus tonos había encontrado uno nuevo. Eso, o estaba lo suficientemente cansado de observar el mismo paisaje que se estaba convirtiendo en una versión bizarra de científico loco creando un monstruoso desorden en la gama de colores habidos.

Condenada a cantar,
Pobre monstruo ...

Definitivamente esa canción es toda falta de raciocinio, y muy rara. Una semana entre la naturaleza y la lluvia de balas entre dos grupos de mercenarios en un campamento donde solo contaban con agua potable, una radio ahora sin baterías entre seis hombres, no es como si fueran sus mejores vacaciones y le estaba cobrando factura con su cordura .

En realidad, no ha tenido vacaciones nunca en su vida, podría decirse que su nombramiento temprano como capitán de fuerzas especiales de los marinos no se logró sin esfuerzo, resumiendo en el hecho de que por más de cinco años no ha tenido nada parecido a un paisaje paradisíaco relajante Mentira, sí ha tenido varios como el que se le presentaba ahora las extrañas tierras húmedas olvidadas por Dios en esa zona de Asia, pero no creía que contaran exactamente como relajantes.

Capitán Steven Rogers a los veintidós años de un grupo de élite en el tan conflictivo ejército de los Estados Unidos de América, tuvo su precio pero no existen muchas quejas al respecto. Excepto tal vez esa, donde estar con Bucky abandonados una semana entera cuando a su queridísimo y único amigo se le ocurrió no dejar de insistir con el tema de su vida fiestera inexistente.

- ¿ Qué tal, sabías que el antro más popular en Bangkok es de puro cristal? Imagina solo las probabilidades de encontrar una linda asiática detrás de un cristal. - la voz de Bucky, literalmente se escuchaba dentro de su cabeza.

Separados por varios metros de distancia, solo había un canal abierto y seguro para evitar ser interceptados. Esa noche podría ser la última que estaría allí si conseguían lo que buscaban, entonces él, su mejor amigo y otros seis hombres que completaron el equipo pudieron llegar a Navidad a tiempo.

Según su mente y su costumbre de contar los días cada día, esa madrugada era el 16 de diciembre del 2010, y tal vez podría estar en casa con su madre para Navidad, y por qué no, invitar a la agente Carter a una cena simple como primera cita después del día veinticinco o para año nuevo. O simple y simplemente, alejarse del bendito color verde.

- Seguro, posiblemente también sea mayor de edad, bailando por gusto y no por estar sometida a esclavitud. Ah, también suponiendo que sea mujer, ¿por qué no? - le respondió en susurros por fin a su amigo, mientras que sus ojos se encontraban alertas y una arma en su mano permanecía tensa.

- ¿Pues no, que le íbamos a todo lo que tenía un redondo trasero?

- Glúteos naturales, no es algo en lo que confié mucho de ser real en Bangok.

- Todo lo que tienes que ver negativo, ese es tu problema .

- El tuyo es seguir hablando, ¿sabes la definición de canal abierto? - Y no quiso agregar que Morita, el novato Rumlow, Dum-Dum, y el resto también estaban escuchando.

- Yo solo digo, que te nombraron Capitán y nunca lo celebramos. Tú me obligaste a festejar cuando me volví sargento.

De hecho no lo habían celebrado porque apenas su nombramiento fue una semana atrás, cinco minutos de recibir una nueva misión. Claro que debió ser su culpa, según la lógica de su hermano sin sangre.

- Hace tres años, y el que me obligo a acompañarlo a celebrar fuiste tú. Ya cállate y mejor dime que ves.

- Golpe bajo mi hermano, se supone que debemos estar juntos en las buenas y en las malas, ¿no?

- Objetivo, sargento Barnes.

- Entonces cuando volvamos a París, ahí sí que son legales y claros que son mujeres naturales. ¿O quieres volver a las viejas andadas con los chicos? Nos divertimos tanto en la escuela . - el tono lujurioso de Bucky puso un sonrojo a su rostro, recordando también, que definitivamente se divirtieron tanto en la universidad; pero que definitivamente no era algo que su escuadrón debería de estar enterándose ahora.

Steve recibió la mirada de Dum Dum, esa que decía que el mismo hombre irlandés le metería una bala a Bucky por el trasero si no paraban tanta palabrería. Entonces Steve tenía que darle a su amigo lo que quería, como el niño mimado que era en esos casos.

- Bucky, si me dices el momento en que el guardia se va y podremos terminar esta misión, entonces podrás ir a festejar por mí y te acompañaré.

- ¡ Haberlo dicho antes! Etrada despejada, por cierto.

- Idiota - "es tu hermano, es tu hermano", debía repetirse, o sería él quien matara a James Buchanan Barnes.

- ¿Con esa boca me besas?

Lo mataría antes de lo planeado.

Su misión dada por el general Philips, era ir hasta ese infierno en la tierra donde más de un crimen organizado se manejaba, para enfocarse solo en un intercambio que habría entre rumanos y tailandeses, liderados por un posible desertor estadounidense aún desconocido, pero con suficiente información para volverlo peligroso

La misión, era interceptar la entrega y mantener el paquete protegido, conseguir el desertor y largarse de allí sin que nadie pudiera conectarlos con seguridad estadounidense.

Claramente, nadie debía saber que las fuerzas especiales de los Estados Unidos podían ir y venir en un lugar tan problemático como Bangkok, menos haber regresado con un elemento importante y desconocido.

La misión era un nivel medio de complejidad, ni las más fáciles ni las contrarias de todas las que llevaron cabo. Alzó los dedos para comenzar a mover al equipo, Bucky ya vigilaba el perímetro, los demás debían llegar directamente para rodear la guarida.
Para cuando Dum-Dum se movía frente a él, escuchó de nuevo la voz de su hermano por el canal

- No llevamos prisa, igual no vamos a volver a casa.

A Bucky le encantaban las bromas, pero no era ni el momento ni la cofradía adecuada, ni el tono lúgubre y simplista que usó.

- Sargento Barnes, repita lo que dijo. - Ya lo haría sufrir con un entrenamiento riguroso por tan mal comentario, pero una risita maliciosa fue su respuesta.

- Lo sabes Steve, no saldremos bien parados de esta . - su amigo insistía en sonar resignado ante el tema y quitándole importancia. James podía ser todo lo simpático y bruto que quisiera medio mundo, pero esa vez sus bromitas y juegos sonaban diferentes.

Dum-Dum seguía caminando delante de él como si no estuvieran escuchando la misma tontería, el sujeto irlandés solo seguía un camino que comenzaba a darle escalofríos.

Antes no hacía frío, ahora el viento lo arrastraba por su fuerza a seguir adelante; antes se escuchaban los animales moverse entre las hojas, ahora solo sus pasos resonaban contra el lodo; en el cielo hubo estrellas hace cinco minutos, ahora no había ni un brillo en el firmamento.
Bucky comenzó a canturrear que todos morirían con un tonito perverso y infantil, justo con el de la canción que perturbaba su mente momentos atrás. James había perdido la cabeza por completo.

Para cuando se dio cuenta, el soldado de raíces irlandesas estaba frente a la guarida, solo ellos dos. ¿Y los otros hombres? ¿Morita, Johnson, el novato de Rumlow?

- "... mo-ri-re-mos"

- ¡Bucky, ya cállate! - Steve chistó entre dientes cansado de esa estúpida tonada, pero fue interrumpido cuando Dum-Dum le hizo la señal para prepararse porque abriría la puerta.

De pronto sintió pánico, sintió que el aire se le iba y que podía ser capaz de mojar el pantalón allí mismo ante el temor que abarcó su cuerpo. Lo recorrió un escalofrío de un mal presentimiento, quiso detener a Dum-Dum quien estaba abriendo la puerta de la guarida.

- ¡No, no la abras!

¡No la abras!

Porque en cuanto Dum-Dum abriera esa puerta, morirían. No supo el por qué ni estaba lógico a todo lo que estaba pasando, en ese momento solo estaba enfocado en intentar taclear a su soldado, pero ya era demasiado tarde, su soldado no aceptó la orden y empujó la puerta.

- ¡No!

Su intento no fue suficiente, en cuanto a la apertura quedo a sus anchas un fuego siniestro salió de ella, con un ruido aparatoso parecido a un rugido bestial y las llamas carbonizando el cuerpo de su compañero y amigo.

Entonces el calor también llegó a él y la canción de Bucky resonó en su cabeza mientras sus ojos lo último que veían era el fuego.

Steve abrió los ojos tan rápido como pudo, de no ser suficiente, su cuerpo se fue hacia adelante y su pecho sudó subía y bajaba ante su exaltación. No respiraba frenético, sino que silenció el aire con sus pulmones en un intento de relajarse entre la oscuridad que brindaba su pequeño cuarto alquilado.

Una pesadilla, otra de tantas que lo acompañaban cada vez que caía en su miserable colchón viejo.

Poco es lo que iba a dejar a borrosa su mente, pero esa maldita tonadita de cuya canción nunca ha escuchado en ningún otro lado, era lo último que despedía de su terror a mitad de la madrugada. Ya había pasado tanto tiempo desde que comenzó, que ahora era más rápido controlarse después de cada momento en el que despertaba tras los fragmentos tristes que se empeñaban en seguir perturbándolo.

Otras ocasiones eran pesadillas sobre el frío infernal que lo rodeaba en una creencia de que sería un eterno cubo de hielo. Otras donde su quisquilloso cerebro prefería ponerlo rostizándose bajo las llamas de una trampa explosiva. Su cerebro era bastante imaginativo, en verdad.

El reloj de su muñeca indica la falta de diez minutos para las cinco de la mañana, ha sido una noche grandiosa, tomando en cuenta que pudo dormir más de lo que ha hecho en semanas. Pero sin absolutas ganas de volver a dormir, ni intentar recostarse buscando consolación que no existía para él, se puso de pie con movimientos flojos.

Pasó su mano por sus ojos y frotó su cara con la barba, un corte de inmediato, o estaba seguro de que en unas semanas más comenzaría a ser brazas de ella. Su cabello no le preocupa, no le gusta la raíz a las puntas por sus pobres intentos de ahorrar algunos billetes con el peluquero, no han hecho buenos méritos.

Había cicatrices por todo su torso desnudo y lampiño, dañando su piel blanca en cada punto que paraba sus ojos. Por eso motivo no tenía mirrors en ninguna pared de su "hogar dulce hogar", no necesitaba recordar lo que decoraba desgraciadamente su piel, porque podía recordar cada cicatriz desde el nacimiento de ellas.

Llegó al cuarto de baño que pudo haber visto mejores días, aunque lo conservaba todo lo que podía, más que nada porque estaba asqueado de que cucarachas y cochinillas se pasearan por su cepillo dental. Orinó en el retrete, ni loco tomaría una ducha a falta del agua caliente que nunca había y mojado su cara con lo poco que salió de su descompuesto grifo.

El espejo sobre el lavamanos estaba roto, desafortunada víctima ante uno de sus arranques propios de furia. Nadie lo usaba y nadie iba a extrañarlo en un futuro, de todas formas, no creía que alguien que fuera rentado por esa vecindad tuviera el interés de ver algo interesante en lo que podría ser un reflejo horrible. Le había hecho un favor al mundo ya la pobre alma que terminará en esos barrios, como él.

Salió a la habitación y tomó su mochila de viaje una camiseta gris con mejores días, se acercó a su minibar sacando una botella de leche y una manzana a medias, pero lo suficiente comestible por el momento. No le gustaba comer, de todas maneras, porque ya no podía encontrarle sabor a los alimentos como antes; si lo hacía era cuando lo acordaba o su estómago lo hacía por él, y si guardaba un poco en el refrán era porque le dolía tirar los alimentos, aún conservaba los viejos valores y las memorias de su madre rompiéndose la espalda para conseguir comida.

El resto de la manzana desapareció tras sus dientes y el frasco de leche vacío, luego se volvió a colchón que quedaba a dos metros de donde estaba su refrigerador, agachándose para acomodar las colchas regadas y la almohada de la que salía el relleno, todo en su lugar y pulcritud. Tomó su mochila bien resguardada, antes se puso una sudadera negra con el gorro sobre una chaqueta de los mismos tonos, entonces la mochila a los hombros y guardando las llaves en el bolsillo de su pantalón deportivo.

Salir de su cuartito humilde era una costumbre cada mañana, ni intentaba cerrarlo porque la llave no servía pero fingía que sí, bajando una tapa deslizable que cubría la chapa. No hay nada que se pueda robar de ninguna manera.

Caminó por el pasillo largo cubierto de puertas cada tres metros distanciadas, porque era lo que medía de ancho cada cuarto alquilado. El nombre correcto debería ser "apartamento", pero ante esas proporciones de "tres por nueve", había que ser sinceros.

Bajó por último las escaleras cuyas paredes estaban garrapateadas y el barandal roto, en lugar de su material de acero, saliendo por una rendija cuya cadena solo estaba sobrepuesta, ya que el candado que la unía no había visto nunca desde que se quedó a vivir allí.

Hacía un mes que ha vuelto a los Estados Unidos, a Bushwick, Brooklyn para ser precisos. No era el barrio donde había crecido, pero quedaba cerca y aún podía ver por fuera lo que era algún día la casa donde su madre le hizo crecer y a veces llegaba a ver la silueta femenina por las ventanas, cada mañana que escapaba de sus demonios camino al trabajo

Fue una buena casa, una buena vida y ella una excelente mamá.

Con la mochila en su espalda bien ajustada por las correas en su tórax, comenzó con un ligero trote y surgió de inmediato un ritmo en su carrera de cada mañana, o cada noche, o cada uno que debía dejar salir adrenalina y pensamientos del cuerpo y mente .

Hacía un mes que había vuelto a los Estados Unidos, desde que despertó del coma de cinco años en el que su cuerpo cayó tras las torturas que recibió al ser secuestrado en Bangkok, siete años cumplidos apenas para la navidad de ese año.

Fueron meses bajo tortura, diez como recordaba bien, hasta que por pura suerte alguien atacó la base donde lo tenían y aprovechó para salir de ahí. No sabe cómo carajos terminó en un templo apartado de la sociedad, entre sus delirios y temores por volver a ser encontrado junto al paquete que protegían sus brazos, pero fue a las puertas del salón de meditación donde terminó cayendo y perdiéndose del mundo por mucho tiempo.

Al despertar, conocería al sacerdote alcalde Ho-Min quien se había encargado de sanarlo y preservarlo por todo ese lapso perdido en sus sueños, entre sus remedios naturales y máquinas increíblemente funcionales de alta calidad para un comatoso. Mantenerlo vivo durante ese período, fue la parte simple.

Lo peor vino para recuperar la conciencia y enterarse de que su memoria fotográfica seguía intacta, para bien o para mal, no había olvidado nada, simplemente le demoró volver a unir las piezas entre sus estados de lucidez y los estados de paranoia que lo encerraban en una crisis de ansiedad de llantos, autolesiones involuntarias y gritos.

El recobrar la funcionalidad de su cuerpo se comparó con la dificultad al buscar la funcionalidad de su mente, porque de ambas formas terminó amolado. Le costó al menos otro año y un poco más recuperar la capacidad de poder volver a controlar su cuerpo, y bastantes sesiones de ejercicios estrictos y dolorosos para recuperar algo de la condición antepasada.

No dormir y no comer no ayudaron en nada, pero la parte oscura de su mente, esa que seguía gritando por dolor ante las paredes sordas de un sótano podrido, controlaba gran parte de sus deseos y motivaciones.
Ho-Min le dijo que estaba listo para volver al mundo de los vivos, recuperar los lazos perdidos y volver a encontrar la paz para su alma. Ho-Min le caía bien y le guardaba un profundo respeto y agradecimiento, pero mandarlo de regreso al país de la bandera americana no fue la mejor decisión.

Porque estaba furioso en todo momento, porque se sentía tan miserable que no alzaba la cabeza en la calle, su cuerpo tenía efectos post trauma ante las sombras de un dolor que ya no sentía pero sí recordaba, y si no lo pasaba llorando, es porque El primer año de recuperación ya tiró todas las lágrimas posibles.

Estaba agotado, de todo y de nada al mismo tiempo.

- ¡Ten cuidado, imbécil! - alguien gritó por sobre sus pensamientos, regresando al mundo real donde casi deja tirado a un hombre ante su velocidad.

- ¡Perdón! - seguía corriendo de espaldas, pero una mueca apenada fue suficiente para que el hombre no dijera nada más y le ignore.

Bueno, sí, algo no ha cambiado, fueron sus modalidades y si otra cosa tampoco había cambiado, era la escasez de modales en la mayoría de la gente. Algo es algo.

Entre su no-tacleada y el tiempo perdido, ya había terminado su recorrido habitual hasta llegar al otro extremo de la ciudad en su carrera y estaba frente a la fábrica que sustentaba su cartera. Hacía de todo un poco allí, el salario era un asco y el trabajo era demasiado exigente y pesado, pero allí nadie se quejaba por eso sino por sus deudas personales, por la falta de oportunidades, por el estrés de no llevar suficiente comida a la mesa de sus hogares Cosas reales que quitaban el dolor del cuerpo al terminar la jornada. Steve no hablaba mucho y generalmente con nadie más que con Arnie¹, el sujeto que le informaba dónde podía tener un lugar modesto para vivir.

La vida era más fácil en silencio, por ahora.

Entra por la única puerta de la fábrica, al inicio solo hay un mostrador como recepción, a la espalda del mueble, la oficina del jefe y todo lo demás de tan grande era la zona de ensamblaje compartido con la zona de empaques y carga. Steve sabía que el tener dos divisiones diferentes en un mismo lugar estaba contra las reglas industriales, pero en un lugar como Bushwick no había reglas, y él estaba en bancarrota como para ponerse honorable. Mientras nadie muriese aplastado o aventado contra las máquinas de ensamblaje, su moral podía resistir.

- ¡Rogers! Llegas temprano - la voz gruesa del fondo era de su jefe, quien estaba por debajo en cargo por al menos otros tres superiores. Hony Sanders, el nombre le quedaba como anillo al dedo.

- Buenos días. - saludo acercándose al gordo, gigante y malhumorado hombre que a las pasadas seis de la mañana no ha recibido y necesitaba con urgencia una atesorada taza de café.

- ¡De buenos nada! Pancho, el indocumentado que lo cargó ayer y hoy tenemos una entrega grande.

- Yo me encargó, señor. - que más quisiera haberle pedido un poco de respeto ante la contrariedad que enfrentaba quien era su empleado, no simplemente sustituirlo tan fácil sin regalarle ningún pensamiento compasivo a su persona. Pero sí no he peleado por la regulación de las normas industriales, no lo haría por el pobre de Pancho, quien apenas escuchaba de él.

- ¡Eso espero! - una mirada supuestamente atemorizante y luego su jefe dio media vuelta para gritarle a alguien más.

Con la nueva tarea, paso por la segunda puerta de la habitación encontrándose con un gran pasillo lleno de casilleros sujetados a la pared con tornillos oxidados. Uno de los motivos por los cuales se beneficiaría al llegar temprano, es que podía tomar un cajón con candado que funcionaría de verdad para proteger la mochila. Tenía cosas valiosas en ella, de verdad, muy valiosas.

Ahí mismo y sin pudor se puso el uniforme que consistía en un jersey de mezclilla oscuro, debajo de los boxeadores y la camiseta gris, nada más. Terminó de caminar por el pasillo y se adentró a la jornada, mientras volvía a perder en su mente.

El olor de las máquinas, el sudor de los empleados y el vapor de los materiales que llegó a encerrar allí, le dio la bienvenida a un día más de pura miseria. Sí, miseria.

Llevaba un miserable mes allí, y lo único que había hecho era encontrar un refugio mediocre en un barrio de lo más pobre por el mero sentimentalismo de estar detrás del edificio donde paso su infancia.

Mentira, también hizo algo totalmente estúpido antes de terminar en su adorable pocilga. Un conocido de un hermano monje fue quien pudo meterlo al país, ya que no tenía forma de tener papeles que resguardaran su nacionalidad y llegar a la embajada no parecía buena idea siendo que de su misión nadie debería enterarse nunca. La cosa estúpida que hizo apenas llegó a Brooklyn, fue a buscar a su vieja mujer que lo conocía desde que era un bebé para que le permitiera entrar a su casa por si su madre seguía con el mismo horario laboral a mitad de la noche; La casera, la señora Cecil, se echó a llorar en cuanto a lo que vio y lo apretó muy fuerte a pesar de su avanzada edad, fue cuando se calmó la noble mujer que le informó que hombres extraños vestidos de traje intimidantes vaciaron su apartamento y el de Bucky que estaba un piso abajo, ante las ordenes de este último. Sarah Rogers se había vuelto una adicta al trabajo y pocas veces se veía en el edificio.

Pasaron dos cosas, la primera fue que perdió prácticamente la media alma al enterarse que su mejor amigo pudo salir con vida de esa maldita selva, que le dieron por muerto sí, pero su amigo logró escapar con vida y no pudo estar más agradecido al cielo; la segunda cosa fue que al rehacer bien la información reciente, le pidió casi de rodillas a la señora Cecil que no le dijera a nadie que estaba vivo y de regreso. Mucho menos a su madre.

Esa noche en Bangkok nunca se perdonaría todos los errores que llevaron a que sus hombres fueran asesinados y su mejor amigo en una situación luchando por su vida desangrándose en el camino mientras lo arrastraba para escapar. Que Bucky había logrado sobrevivir ante tremendas heridas con las que vio la última vez, era un alivio egoísta. Sus soldados, Dum-Dum, Morita, sabrán los cielos si Rumlow también logró escapar cuando le dejo un moribundo James en brazos ... Pero todos habían muerto, por su culpa.

No tenía el valor para ver a su mejor amigo, su casi hermano que siempre cuido de él ante los bravucones, al que casi hace que asesinar. Ni a su madre, quien siempre dijo estar orgullosa de él por verlo llegar tan lejos, ahora no tenia nasa para ofrecerle.

No tenía ni fuerza ni voluntad, ni nada para poder enfrentarlos a ambos, así que prácticamente salió corriendo como el cobarde que ha demostrado ser desde esa estúpida misión.

Siendo que la primera cosa estúpida que hizo al regresar fue un fracaso total, al tercer día que vagaba por el viejo barrio mal oliente es como un trabajo en una fábrica de carrocería le cayó del cielo, un compañero el primer día le dijo que un edificio Al sur pasando el baldío se rentaban cuartitos económicos, y es como su vida seguirá hasta ahora por treinta días y contando.

Aun trabaja en su cuerpo, hasta hace meditación, volvió a tomar la costumbre de dibujar aunque ahora la mano le tiembla antes de aferrarse al charco y a los rasgos de la cara que disfrutaron de verlo sangrar o lugares donde los pedazos de su piel terminaron en el piso; es como si todo su mundo se haya quedado perdido después de la época del coma, sin poder moverse por miedo ni querer regresar por frustración.

Intenta mantenerse activo, tiene un trabajo que le permite trabajar hasta que su cuerpo ya no puede ni regresar a casa más que por mera actividad automática; intenta mantener una casa con un colchón viejo y frazadas suficientes, un minibar y alejar a los insectos de su cepillo dental. Tampoco podía pensar si quiera en el suicidio, pero aún no deducía si era demasiado cobrarse o estúpidamente orgulloso. Últimamente prefiere la segunda respuesta.

La mañana pasa rápido, la fábrica se despide de sus empleados nocturnos y llegan los siguientes, Steve para ese entonces ya tiene la mitad del trabajo hecho pero no para, aunque algunos se ofrecen amablemente para reemplazarlo y tomar un descanso. No quiere descansar, quiere agotarse cada gramo de energía intentando que al llegar a su hogar pueda tirarse en el colchón y volver a cerrar los ojos, a pesar de que sabe que una nueva pesadilla llegará al momento para arrastrarlo al dolor, terror y sufrimiento.

Era una ruleta rusa, todo giraba y giraba, se repetiría y repetiría, sin poder detenerlo ni tener las fuerzas para intentarlo.

En el pasado tuvo una gran vida, admirable y orgullosa. Llegó a ser capitán de un equipo táctico de las fuerzas especiales de los marines a los veintidós años, quiso invitar a una mujer valiosa a salir formally en una relación real por primera vez, y es que en teoría quiso muchas cosas y su futuro brillaba porque las obtendría en su momento Entonces vino la misión un año de diciembre, pasó en el infierno diez meses antes de escapar, perdiendo cinco años de su vida estando en coma y otro más tratando de volver a aprender a respirar.

No sabía que hacer ahora, estaba perdido ya la deriva, pero tampoco quería buscar más. No, ya no. Estaba tan cansado.

- ¡Rogers! - grita Hony en algún momento del medio día - Hoy conduce, lleva esta carga a Nueva York antes de las tres, ¡pero del día de ayer!

- Sí, señor. - responde con el monosílabo de soldado, pero su jefe no le toma importancia. O tal vez sí, Steve ha pensado que posiblemente los mangonea de esa forma porque el sujeto quería sentirse de un rango importante. Él pudo entender eso.

- Hoy esta de buenas. - se burla uno de sus compañeros

- Me voy, antes de enterarme como es sí está de malas. - su compañero se ríe a sus espaldas, Steve por más que lo intenta, no ha sonreído en mucho tiempo.

El camión ya está cargado, sí, el camino a la gran manzana sería una hora y media con tráfico estable. Manejar no era de su agrado, pero obedecer era lo que se le daba ... bueno, tampoco era tan de su agrado, pero ya pasó eso y lo superó.

La ruta sigue y solo un compañero lo acompaña, del cual penosamente no sabe su nombre pero el sujeto es igual de callado, el silencio no es tenso y llegan a su destino. No era tan solo llegar a Nueva York, sino que el pedido de lo que sea que se haya cargado el camión estaba frente al sur de Central Park, en la zona media, no la rica, lo que era bueno porque no habría tanto tráfico que pasar Por la 99 de Water Street.

La tienda a la que entregaban un paquete envuelto y pesado dejó que otros tres de sus empleados ayudaran a desmontar el pedido, con el ruido de los hombres vociferando si debían ladearlo más o ladearlo menos, el de los carros solitarios pasando rápido y con una de Las entradas al gran y verdoso parque a su costado izquierdo. Era un día común, nada agradable, pero común.

Cuando llegué a bajar el paquete y montarlo sobre un diablito con ruedas, el rechinar de unas llantas en una esquina atrás llamó a la atención de todos, incluso a los transeúntes civiles, pero Steve fue el único en fijarse que había un niño cruzando la calle para cuando el auto amenazaba con arrollarlo a la velocidad con la que patinaba.

No lo pensó, ciertamente, solo se aventó. Años en la milicia y entrenamientos rigurosos, sumándole a sus sentidos se fortalecieron con las enseñanzas de los monjes, fueron los causantes de que reaccionara de forma temeraria y se interpusiera entre el niño y el auto.
Gracias a los reflejos y su velocidad, tomó el niño en brazos y al mismo tiempo se dejó caer del otro lado de la banqueta. Enrolló al pequeño entre sus extremidades para protegerlo de la caída y su cuerpo como colchón del resto de ambas anatomías. Su espalda quedó contra el pavimento, el niño sobre él pero el carro siguió su curso veloz para desaparecer dando vuelta en la siguiente esquina.

Por eso odia manejar, peor aún, odia a los lunáticos con licencia para manejar.

- Oye, ¿cómo estás? - acomodó al niño con cuidado en el suelo, estaba seguro de que con su cuerpo protegió bien al que era mucho más diminuto, pero las lesiones en cuerpos tan frágiles no eran para tomarse un juego.

- Yo, eh ... - No lucia asustado, solo confundido ante todo por pasar tan rápido y Steve podía entenderlo muy bien.

- Pequeño dime algo, lo que sea. - Se acomodó mejor sobre sus rodillas, el individuo sentado frente a él.

- ¿Tienes brazos muy grandes? - Steve notó por primera vez, cuando esa voz confundida salió de sus labios rosados y delgaditos, que él menor tenía unos bonitos ojos castaños que combinaban con sus rizos sobre la cabecita redonda.

Bien pudo sonreír ante la ocurrencia desvariada del infante, pero se concentró en buscar heridas notables, aunque sí le dedico una mirada más dulce.

- Sí, eso es algo. - puso su mano sobre los rizos, notando lo suave que eran y que poco a poco el chiquillo entraba en confianza como para sonreírle apenado.

- ¡Rogers! Todo bien - fue el grito de su compañero del otro lado de la acera, varias personas observando y incluso de su propio lado, al menos otras tres señoras que no les quitaban la vista de encima.

La gente y su naturaleza chismosa.

- ¡Sí, no pasa nada! - gritó de vuelta, pero su atención era completamente del niño ahora, quién portaba uniforme que denotaba su precio alto y un escudo bordado en su jersey marino. Si bien a lo mucho, el niño no pasaría de los ocho años.

- ¿Qué haces solo cruzando la calle? ¿Como te llamas?

- Me perdí buscando a un amigo, también es quien me cuida hoy. - su tierna voz y sus pecas que exaltaban a la vista cuando sonreía abiertamente, dejó en claro que no pasaba de los ocho años.
Entonces vino la exaltación, como si no hubiera estado a punto de morir segundos antes

- Soy Peter, ¡Peter Parker! Y tu

Cuando me despertó por las pesadillas, no espero que llegue a ocurrir ni en un millón de años ni volverá a nacer en un mundo paralelo. Pero allí estaba, con un niño que parecía sonreír tanto sin que le doliera la cara por tan carismática mueca, dándole ganas de sonreir de vuelta por mero gusto.

No lo hice, claro, pero al menos las ganas estaban allí.

- Mucho gusto, Peter Parker, soy Steve Rogers.

Y resultó que el niño sí podía sonreír más.


¹) Arnie fue el mejor amigo del Capitán América durante la infancia, no Bucky, obviamente en los cómics.

La cancioncita del principio es de Vocaloid "circus of moster", portada española. Por el momento no la verán relevante, pero ya verán que tiene mucho que ver (ewe)

El OoC actual en el capitán estilo Darks-Emo no es permanente, pero debido a que expongo su trauma desde ahora, comprenderán que no anda bien de la cabeza ni del alma. Aún así, prometo que no durará mucho.

HOLAAAAA ... ya sé, no tengo perdón. El padre de Todo debería ejecutarme ahora mismo. Ya tengo dos ficciones en proceso, muchas cosas por hacer y sin ganas de completar ninguna, pero aquí me tienen, publicar una nueva historia que ya tiene un argumento establecido, pero una autora bastante disfuncional.
Lastima margarito: v
Va a ser mi primer fic Stony con varios episodios, hasta la fecha me temo que arruinará los diez episodios. Sí salen más o salen menos, no prometo nada. Siempre digo que será un One-shot y ya ven como terminó xD