Bajaba todos los días a esa base subterránea sólo para verla. Deleitaba su vista observando el cuerpo de su preciosa hermana cubierto por agua tan nítida y clara que podía notarse con detalle el interior. Contemplaba con detenimiento el físico de Alexia, le daba rabia ver que una cápsula la aprisionaba, quería tocarle, sentirla de cerca.

Alfred le prometió amor eterno, fidelidad que nada ni nadie quitaría. Dijo que daría su vida por ella, daría cualquier cosa con tal de ver su resplandeciente rostro enmarcando una sonrisa.

Ashford pasaba largas noches en el laboratorio, traía consigo esa canción de cuna que le hacía recordar su niñez, de cómo mataban libélulas y las daban como alimento a las hormigas. Ah, las hormigas siendo soldados feroces, pequeños esclavos que harían lo imposible por su reina.

Alfred manipulaba los hilos para que todo marchara a lo acordado, que ese amor prohibido se mantuviera firme, que el reino donde los Ashford residían no se esfumara.

El rubio hombre tomaba las prendas de su hermana y se vestía como ella, tanta su obsesión, tanto su amor al punto de creer que ella estaba dentro de él, que ambos residían en un mismo cuerpo, que su alma se dividía en dos mitades que no podían esperar a juntarse nuevamente en un acto carnal.

Después de que Claire Redfield llegara a la isla a hacer sus desastres, poner su entrometido ser junto al imbécil que se le ocurrió escapar de prisión, el mundo de Alfred se hizo trizas.

Sacó todas las B.O.W.s a su disposición, puso todas las trampas necesarias y aún así ella las evadía con total facilidad, como si estuviera acostumbrada a poner su vida en riesgo. El objetivo de Ashford era prevalecer el cuerpo de su amada hasta el día de su "renacimiento", una nueva Alexia llegaría a reinar todo lo que alguna vez conocieron.

El fiel soldado esperaría a la llegada de su hormiga reina.

No fue así.

Claire lo mató, lo obligó a caer desde una gran altura, ella y su amigo... Cuando Alfred se dio cuenta ya estaba en el suelo, mirando un gran charco de sangre por parte de una abertura en su cuerpo. Las hormigas se acercaban y bebían de ese líquido escarlata.

Si Alfred acabaría su ciclo terrenal lo haría viendo el precioso rostro de su melliza. Se arrastró hasta el laboratorio, no importaba que perdiera fuerzas y su vista se nublara, debía determinarse a verla una vez más.

Las máquinas se encendieron, Alexia despertó y vio a su querido hermano en el suelo dando un último aliento. Alfred durmió, él sentía un peso menos de encima, el dolor desapareció, sólo esperaba volver a abrir los ojos encontrándose con un otra mitad en alguna otra ocasión.

Alexia sonreía, no se inmutó al ver a ese hombre tendido en el suelo, de alguna manera tuvo la sensación de saber quiénes eran los causantes de su muerte, haría sufrir a los malnacidos. A través de unos monitores vio cómo unos tentáculos verdes atacaban una camioneta, los quería vivos pues les esperaba lo peor.