XII "Milenarias Revelaciones"

El tintineo de gotas cayendo en una gran masa de agua, significaba sólo una cosa para las hadas: El gran Dios Sol venía a llenar de calor las praderas, los bosques y también las llanuras. Su llegada auguraba el inicio de un ciclo sempiterno que traía consigo la bulla de la vida. El croar de los sapos en los pantanos, el canto agudo y dulce de las aves, los gruñidos de otros animales; conformaban la sinfonía de la creación, el florecimiento de un nuevo comienzo, el apogeo de la coexistencia.

Las hadas se volvían una con la madre planetaria que albergaba a todos. Estos seres eran los regentes, los cuidadores y los mediadores de cada forma de vida. Su misión objetiva era tan simple como compleja: mantener el equilibrio de los diversos seres vivientes para que mantuvieran una relativa compenetración con su entorno.

Por milenios esa tarea fue llevada a cabo sin imprevistos. Cada generación de hadas veía con oculto orgullo la forma en que avanzaba la creación. Los vientos de la aleatoriedad guiaban el proceso, dejando que la adaptación fuese el juez que permitía continuar a algunas especies y que extinguía a otras.

Lo que aquellas pequeñas hadas no podían comprender era que el camino de la vida es incierto y los cambios que se extienden a través de la evolución son impredecibles. A nadie le pareció de cuidado que cierta raza de primates comenzara a poseer intricadas relaciones sociales con sus semejantes, que el trabajo en tropeles para conseguir la comida fuera con estrategias cada vez más refinadas, que comenzaran a realizar ritos que no tenían ninguna justificación natural ni biológica. El efecto mariposa daba inicio y como regentes no les estaba permitido intervenir sin una justificación poderosa. Las diversas especies iban a encontrar su propio equilibrio, aunque el ambiente fuera ligeramente cambiado. Eso había funcionado desde siempre, ¿por qué debían creer que esta vez fuera diferente?

Todo siempre tiende al número de oro. La media divina era infalible.

Las hadas no tenían los métodos para saber que varias centenas de milenios después la guerra estallaría, y no, no era un combate entre la misma especie de estos primates, aquellas empresas se habían desarrollado con mayor o menor sangre durante los tiempos precedentes: Estas batallas iniciaron con el único objetivo de menguar las fuerzas de aquellas especies hermanas que estaban consiguiendo igual notoriedad que ellos. Se deshicieron de sus primos sin contemplaciones, sin culpa y también sin consecuencias. El primer genocidio que duró una considerable cantidad de años, sólo les proveyó la exclusividad en la cúspide de la cadena alimenticia.

Las hadas de nuevo observaron, concluyendo que no era algo en lo que debieran inmiscuirse.

El problema fue que aquella creación se autoproclamó como la más inteligente, como los dueños de todo. Ahora el juego de la vida ya no era como antes en las que todas las especies tenían el mismo estatus. Por primera vez en la existencia hubo una especie que comenzó a dominar a las demás a su antojo. La complejidad en su sociedad, en su cooperación masiva fue decisiva para imponerse ante sus adversarios. Miles de sujetos cooperaban de forma colectiva, sus motivaciones eran incomprensibles para las hadas, porque ellos llegaban el extremo de ofrecer sus vidas por seguir ideales cada vez más complicados, la intersubjetividad se afinaba haciéndose mucho más compleja.

Los administradores del equilibrio se mantuvieron al margen de aquellos genocidios, era la orden celestial que se dejara que los acontecimientos tuvieran lugar como tuvieran que ser. Mientras no transgredieran los límites impuestos por Dios, ellos no podían intervenir.

Los humanos, como se les conoció a esta especie dominante; prosperaron y dejaron de ser cazadores-recolectores, con el transcurrir de los milenios se volvieron principiantes sembradores. Con ello, se permitió que cierta casta de personas no tuviese que trabajar en el campo para vivir, sino que seguir empleos que lograban mantener la unión de las comunidades: relatores de historia, chamanes, curanderos, entre mucho otros; obtenían los tributos que les permitían vivir sin tener que pasar un solo día acuclillados trabajando la tierra. Luego, vino el nacimiento de la filosofía y la cultura, en el apogeo de aquellos tiempos iniciales, se llegó a la alquimia. Un antiguo conocimiento que pretendía, entre otras cosas, convertir cualquier metal en oro.

Las hadas no terminaban de comprender la razón de aquella fascinación por aquel metal de dorado color, ni el deslumbramiento que solían mostrar ante las diversas gemas que la naturaleza proveía.

Todavía cuando las alarmas sonaban cada vez con mayor intensidad, las hadas mantuvieron su promesa y observaron, sin intervenir más que en contadas ocasiones.

Algunos eruditos lograron encontrar vestigios de cómo la alquimia era la técnica de algo más grande: la magia. Desde ese punto esa casta de la humanidad no se detuvo, el objetivo era satisfacer esa infinita curiosidad, así como la profunda sed de poder que se engendraba cada vez con mayor arraigo en el fondo de sus deseos.

La ley era clara: no estaba permitido el uso de magia con fines egoístas, siempre debía tratarse de altruismo puro. Debía utilizarse con el objeto de que el equilibrio se mantuviera. Y estos primitivos magos no lo comprendían, no estaba en su naturaleza el bien mayor. Lo único que mellaba en ellos era vivir lo suficiente para dejar más descendencia y adquirir más entendimiento de todo cuanto les rodeaba. Y si el precio era imponerse sobre las otras especies, pues así sería.

Este fue el puntapié inicial que los vigilantes no pudieron pasar por alto. La magia no debía ser permitida en los humanos, las hadas tuvieron esto muy claro. Los secretos que ellos conocían no debían bajo circunstancia alguna llegar a ser compartida con los humanos.

El secretismo se mantuvo por siglos largos, hubo algunos humanos que estuvieron cerca de hacer descubrimientos sobre estos poderes, pero cada vez las hadas lograron refrenar su propagación.

Hasta que eventualmente el plan falló. De algún lado el conocimiento escapó y los humanos no tardaron en cometer una atrocidad que dejó la existencia pendiendo de un hilo.

La guerra entre hadas y alquimistas fue casi el camino lógico para poner freno a los humanos que comenzaban a dominar doctrinas que eran únicamente de los regentes.

Las hadas eran más poderosas, pero los magos tenían como ventaja la superioridad numérica.

Una transgresión más fue el detonante, la pira se encendió y ya no hubo vuelta atrás.

∞π∞

Tras las palabras que Adele pronunció, el mago observó estupefacto como su ama de llaves salía con celeridad de la sala. La situación se tornó especialmente irreal desde su perspectiva, Eriol se hundió sobre su propio interior y distinguió cómo se perdía en un abismo sin fin y sin luz; cómo era rodeado por una brea negra y pegajosa.

Se sentía perdido, con la razón completamente nublada.

No había una palabra que pudiera graficar el desconsuelo que le roía por dentro. Tampoco existía un sentimiento que fuese capaz de conceptualizar la angustiosa sensación de pérdida, que era ahogada en un miedo crudo, frío y cruel. Sentía que se le desollaba el corazón, el mar de segundos que seguían transcurriendo eran una brutal dosis de realidad que Eriol no quería enfrentar.

Los instantes que le siguieron parecieron interminables, eternos; sólo allí se entregó a la más pura incredulidad.

La negación tomó parte importante de su entendimiento y simplemente dejó que se apoderara de todo su intelecto. No tenía fuerzas para detenerse y ser racional, no podía lograr una lógica aceptable cuando se incluía a Tomoyo en el surco de sus pensamientos.

«Esto no está pasando», se dijo con aflicción, especulando que quizás simplemente se había quedado dormido en el asiento de su despacho y estaba siendo víctima de una pesadilla. De otra pesadilla más. Miró en todas direcciones conectando levemente su mirada de desazón con RubyMoon, la guardiana se había quedado rezagada, viendo a Eriol como si esperara instrucciones para moverse.

Eriol cerró sus ojos, arrugando ligeramente el papel que todavía sostenía entre sus manos. Aquella carta explicaba sencillamente aquello que se negaba a comprender. Fingir demencia era un camino totalmente seductor.

La sonrisa somnolienta de Tomoyo vino hasta su mente con una chispa de anhelo, que incendió todo a su paso, haciendo que por minúsculos momentos su espíritu abandonara ese desalmado frío que se había propagado por su ser, trayéndole a cambio una calidez que tenía el sello femenino de ella. Éste al ser tan efímero, dejó la sensación de hambre pura. Necesitaba verla y resguardarla. La necesitaba con él.

Estaba a punto de sucumbir a la locura. Al filo de entregarse a una enajenación mental, en la cual podría simular que era feliz con Tomoyo. El castigo más grande era ser testigo de la realidad que lo aplastaba. Notar que aquella sustancia similar al alquitrán aparecía dondequiera que tratara de huir.

Aún sosteniendo el papel que su guardián había dejado, se derrumbó en el sofá más cercano y volvió a leerlo sin aceptar todavía que la persona más importante para él se hubiese ido de su lado y que ni siquiera hubiese sido capaz de notarlo.

—¡Amo! —gritó RubyMoon con preocupación.

Eriol no le prestó atención a la muchacha que se quedó de pie viéndole. Sólo podía pensar en que Tomoyo se había ido.

«¿Y qué esperabas?», esa pregunta hecha por un fantasma con la misma apariencia que él, lo abordó con una locuaz crueldad, sin molestarse en ocultar el rencor de sus palabras, donde cada una lo lastimaba como si de un cuchillo se tratase.

Él le había roto el corazón, ¿realmente creyó que ella aguardaría en esa casa sin saber la verdad?, ¿sin ninguna explicación?

Estaba claro que no había pensado en la mejor solución a todo el dilema que le había planteado Lisztberth. Toda esta situación era culpa suya por no saber hacer las cosas bien y por no tener el poder suficiente para vencer a ese enemigo tan poderoso.

Había sido egoísta al creer que sería capaz de resolver las cosas solo. Sí, era cierto que en algún punto tuvo la confianza suficiente para creer que Tomoyo le haría caso y se quedaría en la mansión. No había otro sitio en el cual ella pudiese estar más protegida que en ese lugar.

¿Cómo los sucesos habían tomado la vertiente que él tanto se había empeñado en eludir?

Lo único que había deseado era que Tomoyo estuviese a salvo, realmente ese había era su máximo deseo.

—¿Qué pasa? —preguntó Adele al regresar a la estancia—. ¿Por qué se quedan aquí parados? Hay que hacer algo de inmediato.

La voz de la anciana sí que logró atravesar las nebulosas cavilaciones de Eriol, quien recién en ese momento se dio cuenta de que RubyMoon lo observaba con una profunda preocupación.

—Lo sé, pero dónde vamos a buscarlos —Eriol seguía sumido en sus negros pensamientos.

—Spinel, amo —a la guardiana se le iluminó el rostro—. Usted mismo lo dijo antes, Spinel es quién nos puede llevar hacia la ubicación de Tomoyo.

Al recordar que SpinelSun se había ido con ella, dio nacimiento a una pequeña ilusión y Eriol se aferró a ella con uñas y dientes. No había tiempo para dejarse invadir por la desesperación y la culpa rebelde. Tenía que actuar y ponerse en marcha. Tal vez si se daba prisa, conseguiría hallar a Tomoyo ilesa.

La cuestión sería contactar con su pantera guadiana y sabría el paradero de Tomoyo.

—Es cierto. Si Spinel está con Tomoyo…

Sus esperanzas se renovaron, su guardián sería el medio para llegar a Tomoyo y guarecerla de lo que quiera que se estaba gestando en las sombras de su desconocimiento.

Lo que no esperó fue que en el primer intento de contactar con SpinelSun fuera un rotundo fracaso. Lo intentó un par de veces más sin lograr comunicarse con su creación mágica, cosa que lo dejó más inquieto cada vez.

—No puedo sentir a Spinel —admitió cuando por quinta vez obtuvo el mismo infructuoso resultado.

—¡¿Qué?! —preguntaron al mismo tiempo las dos mujeres que lo acompañaban, como si fueran parte íntegra de un funesto coro.

—¿Por qué no puedo encontrar la presencia de Spinel? —preguntó mirando a RubyMoon que, repentinamente, lucía igual de perdida que él. Luego la atención de Eriol recayó en Adele—. ¿Por qué?

—Lo que sea que afectaba a la señorita Tomoyo podría haber alterado a Spinel también… —intentó explicar la ama de llaves, ganándose un sobresalto por parte de Nakuru.

—¡Eso es absurdo! SpinelSun y RubyMoon son mis creaciones, puedo establecer contacto con ellos cada vez que lo necesito, es imposible que el nexo que nos une se haya roto sin que yo sintiera algo. Spinel ha acudido a mí cuando he pasado por sucesos menos desesperantes que este. ¿Por qué ahora es diferente? ¿Qué rayos está pasando?

El joven mago centró su atención en RubyMoon quien de pronto pareció hundirse en sus propias aflicciones. La muchacha conectó su mirada con Eriol, haciendo que éste experimentara un estremecimiento que comenzó desde su cuello y bajó por toda su columna, haciéndole sacudir, expandiendo las reminiscencias de malestar hasta el resto de su cuerpo.

—Amo, ¿y si le ocurrió una desgracia a Spinel? ¿Quizás…? —la voz temblorosa de RubyMoon sonó algo profana, tanto que ni siquiera terminó su frase.

Sintió su cuerpo tan pesado que por breves instantes buscó el asiento más cercano a él y se derrumbó como un pesado saco de cemento. Atrapó su cabeza en sus manos, susurrando; a la vez que ignoraba los tumultuosos latidos que se propagaban en sus sienes.

—Eso es imposible, yo lo sabría —volvió a incorporarse, asustando a la guardiana que no perdía movimiento de Eriol, quien seguía aferrándose a la idea de que él tenía un lazo tan fuerte con sus creaciones, que de haber ocurrido algo que afectara a Spinel tendría al menos un presentimiento o alguna sensación al respecto—. ¿Qué está sucediendo, Adele? —interrogó a la anciana, como si ella fuese portadora de la sabiduría necesaria para comprender toda esa rara situación.

—No tengo las respuestas que buscas, joven Eriol —Adele no desvió su mirada de los ojos azules y asustados del mago, al contrario, le regaló una sonrisa dulce que logró calmar un tanto la exasperación que brotaba a raudales de su ser—. Lo más probable es que en este instante haya una magia poderosa o alguna clase de estratagema que está impidiendo que usted tome contacto con Spinel. ¿Qué podemos hacer ahora?

Eriol estrujó su cerebro en búsqueda de un plan. De una buena revista había leído que en momentos de mayor estrés es cuando las ideas más enrevesadas salen a la luz; y él, honestamente, sentía que estaba inmerso en una fuente gigante de angustia, entonces, ¿dónde estaba aquella maravillosa iluminación cuando más la necesitaba?

Evaporada. Extinguida. Al parecer su cerebro se había convertido en un árido terreno de ideas.

Su cabeza seguía en blanco. Y los segundos seguían y seguían. El reloj avanzaba, le pesara a quien le pesara.

—Tengo que encontrarla —dijo Eriol en un susurro ahogado de frustración y pena.

Estuvo tentado de sobrevolar la ciudad con la fe de tomar el camino adecuado, ¿dónde debería buscar primero? ¿Y si al irse en una dirección ella tomaba otra? ¡Dios! No tenía idea de qué hacer. Volvió a mirar el papel escrito por Spinel, como si en éste pudiese encontrar alguna respuesta o pista.

—A ver, amo. Deme la nota, quizás hay un mensaje oculto —propuso Nakuru.

Eriol dejó que la jovencita le arrebatara el trozo de papel, sin creer ni por un segundo que aquella idea fuera a dar algún fruto.

Se estaba quedando sin esperanzas, no entendía por qué ese negro alquitrán que lo rodeaba desde que supo que Tomoyo no estaba, de pronto se había hecho tan enorme y ya le subía por los pies. Estaba cansado y por un instante las ganas de rendirse tomaron el control. Botó todo el aire que había en sus pulmones y las lágrimas se reunieron en sus ojos que ahora le ardían. Su garganta se apretó y ya no le fue posible tragar de nuevo.

Dolía.

«Lo lamento, Tomoyo»

Cuando sentía la locura y la desesperanza unirse, y convertirse en un monstruo invencible. Cuando el deseo de darse por vencido tomó el mando; sintió dos ligeros brazos familiares rodearlo en una caricia casi celestial; era un abrazo etéreo que no estaba tocándole el cuerpo, sino que estaba llenando de calma su ser interior, aquella parte de él que se encontraba tan atormentada y abatida. Ese contacto tan leve, estaba haciéndole vibrar cada célula de su cuerpo, la acuosa densidad negra se extinguió ante esa luminiscencia, retrocediendo, ocultándose; incapaz de sobrevivir, permitiendo que Eriol pudiese inhalar nuevamente.

El aroma que vino en aquella muestra de afecto era de Tomoyo, su perfume brotó desde alguna misteriosa dirección, sin darse cuenta inhaló tan profundo, codiciando más de aquella fragancia. Estaba seguro de que de alguna manera Tomoyo era quien estaba cobijándolo en aquel momento de negras confusiones, era ella quien llenaba su alma de valentía y convicción.

Eriol se entregó a ese momento y deseó que de alguna forma pudiese traspasar la distancia que los separaba, y pudiese regresarle ese abrazo y aferrarse a ella para no soltarla en horas. Deseó que esa unión se perpetuara para siempre, que tuviese la dicha de sentirla tan cerca como en ese instante que fue eterno en significado, efímero en duración.

«Tomoyo», susurró para sí mismo, imaginándola en su cabeza. Su espíritu se inquietó y luego se dejó envolver por esa bruma renovadora.

Y así como de forma inesperada esa caricia le fue provista, de esa misma manera le fue arrebatada.

Un momento estuvo seguro que sus almas se mezclaron, y al siguiente ni siquiera podía recordar el aroma que tanto le fascinaba.

—Amo Eriol, ¿está bien?

Eriol observó su entorno y se situó de nuevo en el momento que estaba viviendo. Al parecer nadie más que él había notado esa sutil forma en que se contactó con su amada Tomoyo.

Las preguntas que se apiñaban tratando de comprender el suceso que acababa de vivir, lo ahogaban en búsqueda de ser respondidas.

Movió la cabeza repetidamente con el afán único de restablecer su atención y centrar su espíritu en una línea más productiva.

—Sí, RubyMoon —respondió finalmente—. Por ahora es necesario que desarrollemos una estrategia que nos permita encontrar a Tomoyo y a Spinel antes de que sea demasiado tarde —de alguna forma, aquella leve presencia de la chica que amaba le había reportado esa valentía y buen juicio que se requería tanto en tiempos de crisis, adormeciendo gran parte de la angustia que el mal presentimiento, que tenía apostado en el centro de sí mismo, le provocaba—. Tengo que encontrarlos.

—Tenemos, amo —susurró Nakuru—. No está solo.

Esas palabras provocaron un inesperado sentimiento que mezclaba vulnerabilidad y agradecimiento. Se esforzó por contener sus sentimientos y no debilitarse más.

—Por mucho que quieras actuar por tu cuenta, tendrás que aguantarnos —sentenció Adele, Eriol pudo identificar que en su tono desalmado se escondía una firme lealtad y un cariño profundo.

—Gracias —musitó sintiéndose afortunado.

Los tres se dirigieron hasta el despacho de Eriol. Nakuru salió brevemente, dispensándose en pro de ir a preparar té, dejando solos al mago y a Adele. Ambos se sentaron frente a frente y se contemplaron en silencio, casi como si estuvieran teniendo una conversación telepática; fue Eriol quien rompió la afonía reinante.

—Dilo de una vez. ¿Cuál crees que es la razón de no poder sentir la presencia de Tomoyo? Te noté muy alarmada cuando te enteraste que no era yo quien hizo algo con la presencia de ella.

La mujer se removió incómoda en su sitio.

—Vaya, creí que no había sido tan notoria mi preocupación por ese detalle.

—¿Qué temes de ese hecho?

La anciana soltó un suspiro y se encogió de hombros.

—Sé que conociste a Tomoyo cuando decidiste que debías 'ayudar' a la nueva dueña de las cartas que tuviste en tu encarnación pasada. Tomoyo es amiga de Sakura —recordó Adele—. ¿Alguna vez pudiste sentir su presencia?

Eriol hizo memoria.

—Realmente nunca reparé en Tomoyo más que como la niña que siempre acompañaba a la nueva dueña de las cartas, por lo que no lo recuerdo. En ese entonces mi objetivo era divertirme mientras Sakura transformaba las cartas —terminó de responder, tratando de convocar algún recuerdo en particular sobre la presencia de Tomoyo, sin conseguir nada.

Adele rellenó su rostro de incredulidad.

—¡Vaya! De forma que no recuerdas si podías sentirla o no. Eso es problemático —la cara de póquer tan utilizada en Adele, fue resquebrajada por una preocupación un tanto visceral.

—Ya deja de dar vueltas y suelta lo que crees.

—Si me hubieses respondido que antes podías sentirla y ahora no, sabríamos que se trata de alguna clase de hechizo muy sofisticado, sea de protección o de cualquier otro tipo, pero no podemos asegurarlo sino lo recuerdas —la anciana se llevó una mano a la frente—. Por otro lado, si jamás sentiste su presencia, eso enreda mucho más las cosas…

—¿Por qué?

Adele lo atravesó con una mirada afilada.

—¿Acaso todavía no lo comprendes? —Eriol movió la cabeza negativamente, parecía que su percepción estaba a un nivel más bajo de lo habitual, era claro que Adele esperaba que él entendiera más cosas con ese mensaje tan fragmentado. La ama de llaves soltó un silbido inaudible—. Un mago con el nivel como el que tienes, sobre todo con el que solías tener en el tiempo que viviste en Tomoeda, debería ser capaz de notar la presencia de cualquiera.

Y eso era cierto.

Las personas y otros seres que carecían de una gran presencia eran más difíciles de detectar, y para Eriol solía ser un reto, y una diversión, el saber quién le rodeaba en todo momento, era una acción que, con los años, solía ejecutar de forma autómata. Entonces, ¿por qué no recordaba nada respecto a la presencia de Tomoyo? Es más, no tenía registros de que siquiera le hubiese importado esa costumbre en Tomoeda. No había ningún recuerdo tratando de sentir a la chica, pese a que recordaba con claridad todos los hechizos que confeccionaba con el fin de mantener a los lugareños del pueblo fuera del alcance de los escenarios que fabricaba con el objeto de que la pequeña Sakura cambiara las cartas; no tenía memorias de él escaneando su alrededor, tratando de saber la posición de cada ser en cada segundo.

Y no recordaba una razón clara para no hacerlo.

—No recuerdo haber intentado detectar la presencia de las personas que me rodeaban.

—¡Vaya mierda! Justo cuando creí que esa inútil obsesión que tienes iba a servir de algo, me sales con esto.

Eriol se tomó la cabeza en un gesto cansado.

—Y si nunca hubiese sentido a Tomoyo, no es raro —mencionó restándole importancia—. Muchas personas no tienen una fuerte presencia, además ella carece de magia —sabía que estaba tratando superfluamente una cuestión profunda.

—¿Y qué si es lo opuesto? —le preguntó ella con algo de desafío.

—¿Lo opuesto en qué sentido? —contrario él, sin comprender todavía para dónde quería ir Adele con el diálogo.

—Si ella fuese alguien que los magos o hechiceros no podemos percibir.

—Son muy pocos los que consiguen ese tipo de hazañas. Más si se trata de mí. Yo desconozco que en la actualidad existan en nuestro mundo seres que puedan evadir los hechizos de localización o tengan un entrenamiento tan erudito que sean capaces de esconder por completo su existencia. Eso no es posible.

—Sí y no —sostuvo Adele, inclinándose levemente—. Es cierto que es muy difícil que un ser humano, por mucho que se dedique a fortalecerse y estudiar logre evitar por completo la emisión de su presencia, puedes borrar tu presencia para perder tu rastro, es un hechizo que bien sabes lo complejo que es, pero de ahí a tener alguna estratagema que permita no emitir energía vital en todo momento, eso es otra cosa. Al menos no se ha sabido de ningún mago que haya cumplido una hazaña de esa magnitud. Sin embargo, de que existen entes capaces de evadirnos, existen. Eso puedo asegurártelo.

—¿Qué tipo de seres?

La mirada que ya era prudente en la anciana se volvió mucho más reservada.

—Los magos nunca han podido sentir la presencia de los dioses, de los viajeros de dimensiones cuando tuercen el espacio-tiempo, ni de las hadas cuando ellas cuidaban este mundo —enunció cerrando sus ojos cansados—. Es algo que todos saben.

—Pero Tomoyo no encaja en ninguno de esos tipos de existencia. Ella es una humana común y corriente —Eriol no comprendió la razón de que su pecho se apretara al decir aquella frase.

—Pongámonos en el caso de que eso no es así —inicio Adele—. Tomoyo se ha mantenido sin una presencia definida desde hace más de un año, por lo menos desde que ustedes se reencontraron. Y ya has aclarado que tú no tuviste que ver en ese asunto —la anciana se puso de pie, tal parecía que no podía seguir sentada—. Es evidente que no es una viajera de dimensiones, tú la conoces desde antes. Tampoco es una diosa, si así fuera nosotros lo sabríamos.

—¿Nosotros? —la interrumpió al notar que aquel pronombre no lo incluía a él, sino que poseía un significado más enigmático.

Adele lo observó como indicándole que continuara escuchando.

—Sólo nos queda una posibilidad: ¿qué haríamos en el caso de que Tomoyo estuviese de alguna manera relacionada con las hadas?

—Adele, ¿te estás oyendo? —el mago soltó una risita nerviosa—. ¿Cómo podría Tomoyo, mi Tomoyo, tener algo que ver con esos seres que son tan antiguos que a veces he creído que son sólo parte de la mitología? Y aunque hubiesen sido reales, las hadas se extinguieron hace milenios —respondió rápidamente, ignorando la molestia que se instaló ahora en su estómago, al pensar que Tomoyo fuese una criatura como la que describía Adele. Eso no podía ser.

—¿Estás seguro de ello? Nadie sabe con certeza qué ocurrió con esos seres. Ni siquiera lo sé yo —terminó de decir con cierta inflexión en su voz, que daba la intención de que la última frase escondía más de lo que aparentaba.

—¿Y qué es lo que sabes tú? —Eriol se interesó de inmediato en cuanto notó que el lenguaje corporal de su ama de llaves cambió por completo—. ¿Y de qué 'nosotros' hablabas hace un momento?

—Sé mucho más de lo que aparento, joven Eriol. No tengo mucho tiempo para entrar en detalles, por lo que se lo diré sencillo: pertenezco a la estirpe que desde el comienzo de la magia se ha encargado de guardar la historia, amo. Nos hacemos llamar: sentinels of knowledge—cruzó una mirada indescifrable con Eriol quien la seguía con atención—. Normalmente nos mantenemos de bajo perfil y servimos a magos poderosos. Nuestro ideal es ser espectadores y guardadores de nuestra cultura, sin que nadie fuera del círculo conozca demasiado de nuestro pasado. Usted sabe que el poder en manos equivocadas es devastador y ha provocado grandes tragedias a través de los siglos. Incluso nosotros no conocemos demasiado y dividimos el conocimiento para no caer en la tentación.

Sinceramente, Eriol había oído hablar de esa hermandad, pero realmente nunca le interesó saber más sobre ellos, por lo que le sorprendía con demasía que Adele, el ama de llaves, que lo acompañaba desde su más tierna juventud perteneciera a ellos.

—Es decir que formas partes de aquella congregación de vigías. ¿Por qué me lo develas ahora? ¿No se supone que es un secreto que debes llevar contigo por toda tu vida?

—Lo es. Sin embargo, hay ciertas situaciones que me permiten compartir con mi señor este secreto. Y creo que esta situación lo amerita.

Eriol sondeó los ojos que ahora parecían dos rubíes enormes.

—Realmente estoy sorprendido —admitió.

—La aparición de aquel ser Lisztberth me tiene con mucha inquietud. Siempre se nos ha advertido que su aparición trae nefastas consecuencias. Y con el mal presentimiento que tengo instalado en el pecho por la niña Tomoyo es que haré todo lo que esté de mi parte por ser de ayuda, aunque debas conocer mi secreto.

—Entiendo, Adele. Te lo agradezco de verdad.

—¡Ahg! —la anciana puso una cara de malas pulgas, aunque sus mejillas estaban levemente sonrosadas—. No nos detengamos a decir cosas inútiles —advirtió, cercenando las ganas de Eriol de seguir agradeciéndole—. Enfoquémonos en lo importante. Escúchame bien…

—De acuerdo.

—Los primeros registros del uso de magia son como los de nuestra historia como humanidad, se perdieron para siempre, ¿o es que crees que el incendio a la biblioteca de Alejandría no afectó a la humanidad en más de una forma? No obstante, se sabe que la capacidad de realizar hechizos y conjuros se adaptaron de las hadas.

—¿Nuestra magia se adaptó de esos seres ancestrales?

—Bueno, adaptar es un eufemismo de robar —aclaró Adele, Eriol la sondeó esperando que continuara, por lo que la anciana continuó con sus revelaciones—. Suponemos que estalló un conflicto y con ello vino la rebelión de los humanos, originando una guerra que nunca se supo cómo comenzó, ni cómo acabó. Sólo se conoce que los magos fueron los vencedores y con ello se inició el pacto de mi estirpe. Desde ese punto las hadas sobrevivientes fueron muy pocas.

—¿Te refieres al gran desplome del viejo orden? —Adele asintió.

Eriol creía que eso sólo era mitología.

—Sí, la desaparición de aquellos seres en el poder para equilibrar el mundo dejó una gran lista de atrocidades que fueron sucediéndose una tras otra. Nunca se pudo averiguar qué ocurrió con los seres que lograron aguantar los ataques. Lo único que conseguimos averiguar fue que cierto clan de magos fueron los últimos en tener contacto con las hadas. Se cree que les ayudaron por largo tiempo, que las ocultaron, pero tuvieron fuertes repercusiones por esconder a las pocas hadas que sobrevivieron a la barbarie.

—¿Ese clan existe todavía…? —Eriol hizo la pregunta temiendo la respuesta.

—Sobrevive, pero en los últimos siglos ha ido perdiendo su progenie con poderes mágicos: El clan de los Amamiya, es un clan que goza de un código donde el hermetismo juega un rol protagónico. Nunca se relacionaron con ningún grupo de magos. Es más, desde varios siglos anunciaron públicamente que entre sus integrantes no habría magos —a Eriol se le trabó la respiración y se le vino a la mente las ocasiones en que Lisztberth mencionó que Tomoyo pertenecía a esa familia—. Si esa chiquilla fuese un hada o tuviese alguna conexión con esos seres, eso explicaría muchas cosas.

—Tomoyo es hija de Sonomi Amamiya —susurró con cuidado.

—¿Es … es una descendiente Amamiya? —las arrugas que aparecieron en la frente de Adele se multiplicaron—. ¡Diablos! Entonces la posibilidad de que la niña Tomoyo tenga cierto lazo con las hadas es, no sólo factible, sino que muy probable.

—No podemos concluir algo de esta envergadura, así como así. No es razón suficiente que por no sentir su presencia y pertenecer a esa familia, Tomoyo resulte ser un hada—explicó Eriol—. Además, ella no me hubiese ocultado algo como eso.

—Claro que no, no es eso lo que estoy diciendo.

Adele se acercó a Eriol, y se posicionó frente a él tomando sus manos con ligereza, se inclinó hasta sentarse de nuevo.

—Sabes que existen personas con un enorme poder que viven sin jamás saber de ello —el muchacho asintió—. Quizás Tomoyo sea una de esas personas.

—Tomoyo no…

—Ese ser que tuviste que enfrentar te obligó a acabar la relación que tenías con la niña Tomoyo, ¿verdad? —Adele siguió manteniendo sujeta las manos de Eriol, quien trato de eludir su mirada interrogante.

—Respecto a ese punto no puedo decir nada —respondió, esperando que su ama de llaves fuese lo suficientemente lista para notar que no podía ir más allá.

—Así que también fue parte del precio —Adele se sacudió un poco, poniéndose de pie finalmente y acercándose al ventanal que ofrecía una amplía vista del jardín de la mansión—. Esto es preocupante —enunció con gesto pensativo—. ¿Piensas lo mismo que yo?

Eriol asintió.

—Si tus sospechas fuesen ciertas y Tomoyo fuera alguien con un poder oculto; estaría claro que el objetivo de Lisztberth no era yo, ni tampoco Kaho.

Eriol se quedó un momento estático, analizando sus propias palabras. Y quizás por el tiempo que llevaban juntos, fue Adele quien verbalizó aquel escenario que se le hacía el más adverso y, desgraciadamente, el más lógico:

—Tal vez su fin sea hacerse con Tomoyo.

Ese ser le había mencionado a Eriol que no tenía nada en su contra, que simplemente era otro peón de aquel juego macabro.

—Si eso fuese cierto, ¿por qué Lisztberth hizo un pacto tanto tiempo antes de que yo siquiera pensara en que Tomoyo tomaría esta relevancia en mi vida? ¿No crees que todo esto es una serie de sucesos demasiado acomodados para los planes de ese ser? ¿Por qué no simplemente ir a Tomoeda por Tomoyo en el pasado? Son demasiadas molestias para llegar a un mismo fin.

—Lo que dices es innegable, pero debes tener en cuenta que no conocemos todos los detalles. Por supuesto que a primeras luces parece algo inverosímil, pero si Lisztberth es el hechicero que siempre ha eludido a magos muy poderosos en el pasado, ¿cómo estar seguros de algo? Lo que sí puedo aseverar es que, si es algo que ha deseado por mucho tiempo, bien pudo manejar los hechos para conseguir su objetivo. Si conoces el futuro y eres un manipulador de buen nivel, es posible modificar la realidad para que se ajusten según tus propósitos.

Eriol fue sacudido con un recuerdo en específico de su enfrentamiento con Lisztberth y las palabras que le dijo cuando él lo llamó cobarde:

"No es una palabra que me defina correctamente, eso podrás verlo muy pronto. Más bien diría que "manipulador" sí que lo hace. Mientras tú pierdes el tiempo aquí, los eventos encajan para quedar justo donde los necesito."

¿Acaso no era exactamente lo que estaba describiendo Adele?

¡Claro que era de esa forma! ¡Ese mismo ser malvado se lo había gritado en toda la cara!

¿Cómo pudo tardar tanto en darse cuenta?

Siempre existía la posibilidad que Adele se equivocara, pero, ¿qué sucedía si no?

—¡Maldita sea! —renegó—. Adele, Tomoyo no estará preparada para enfrentarlo. Ni siquiera sé si conozco a alguien que lo esté. Temo tanto por ella, porque ese hechicero la lastime, que me duele —se rodeó con sus brazos el estómago para calmar en algo el dolor acucioso que se pegaba a él —No me perdono haberla expuesto a este peligro.

—Lo sé —la viejecilla se acercó más a Eriol y lo abrazó de la misma forma en que lo hacía su madre cuando él era un niño. Algo más que su vulnerabilidad latía bajo su piel, era el tedio, la negatividad y la impotencia; el abrazo de Adele adobaba calma en su espíritu. Nunca había sido tan consciente de cuánto dependía de esa mujer, como una guía, como una madre, hasta ese instante en que su cercanía lo hacía sentir un poco más seguro.

—¿Qué tengo que hacer? Estoy tan perdido —confesó a la anciana, quien se separó ligeramente de él y le devolvió una sonrisa comprensiva.

—Algo se nos ocurrirá.

En ese instante RubyMoon ingresó a la sala, dando un traspiés por venir tan acelerada.

—Amo, su teléfono móvil se le quedó en el salón—extendió el aparato hacia el joven, que sacudió levemente su cabeza en dirección a RubyMoon—. La señorita Sakura lo está llamando.

—¿Sakura?

Con todo lo acaecido había borrado por completo su anterior interacción con Sakura. Y quizás por tratarse de ella, de esa pequeña joven que siempre irradiaba inacabable alegría, es que sintió que su corazón se aligeraba un poco de aquel peso que ya parecía adosado a él para siempre.

—Sakura, hola —se permitió contestar.

—¿Eriol? Por fin puedo comunicarme contigo. He estado intentándolo hace horas.

—Lo lamento, Sakura. La verdad es que…

La chica se escuchaba nerviosa, así que Eriol quedó con esa respuesta a medias.

—Te llamo porque en la madrugada salgo hacia Inglaterra, pero…

—¿Sucede algo? —el pecho del joven se apretó repentinamente—. Haré las gestiones de inmediato para que aborden un vuelo directo —le dijo apresurado, encendiendo el ordenador que yacía en el escritorio, con claras ansias de reservar los boletos.

La ayuda que pudiese brindarle Sakura y Shaoran era un movimiento primordial para lograr su cometido de vencer a Lisztberth.

—No, no te llamaba por esa razón. Shaoran ya tiene todo listo. De hecho, en este instante me encuentro empacando —contó la chica sin dejar de lado ese nerviosismo, que ya tenía a Eriol intranquilo—. En realidad, el motivo de esta llamada es porque tengo que ocuparme de un asunto antes de poder ayudarte. De verdad lo siento mucho por no poder acudir de inmediato, comprendo que es de suma relevancia sino no me hubieses contactado, pero tengo que hacer algo muy importante.

—¿Algo muy importante? —repitió el mago como en un trance—. ¿De qué se trata? ¿Puedo ayudarte de alguna manera?

—No creo que puedas, verás, hace unas horas me llamó Tomoyo, no sé si la recuerdes, ella es mi amiga, la mejor amiga que tengo… —Eriol sintió que se le secaba la boca, la joven al desconocer todo el desconcierto de su interlocutor, prosiguió—: La cuestión es que ella no se escuchaba bien. Siento… quiero decir que algo malo le pasó… y me necesita, por eso…

—¡¿Hablaste con ella?! —la interrumpió con nula delicadeza, casi gritando. El exabrupto fue tan violento que Sakura soltó un ligero gritillo de sorpresa desde el otro lado de la línea. Eriol entendió que la había asustado y lejos de aplacarse continuo su verborrea—. ¿Cuándo?, ¿te dijo dónde estaba?, ¿hacia dónde se iría?, ¿ella está bien? Por favor, dímelo, Sakura.

La respiración se agitó en el mago, quien de pronto fue abordado por una ansiedad que pocas veces había experimentado.

Por otra parte, el silencio que le siguió a la logorrea que soltó, fue como un profundo agujero en el que sentía que se hundía sin poder hacer otra cosa que seguir esperando que Sakura respondiera esas preguntas. Esperaría todo el tiempo que fuese necesario si con ello lograba saber sobre el paradero de la mujer dueña de los ojos amatistas más preciosos, y también propietaria por completo de su amor.

—Tú… tú —el susurro titubeante de Sakura le provocó algo de pánico—, ¿por qué…?, ¿por qué quieres saber de Tomoyo? —la pregunta que fue hecha con algo de timidez, recelo y confusión por parte de Sakura, fue una bofetada para Eriol.

—¡Porque la amo! —vociferó sin dejar de sentir esa desesperación, sin detenerse a pensar en que quizás esa no era la mejor forma de abordar el tema; al diablo con los protocolos, concluyó al instante siguiente, se podían ir al infierno los buenos modales. Quería respuestas y no estaba en condiciones de ceñirse a su amable cordialidad en ese instante—. Ella es la persona más importante para mí.

—¿Tu persona más importante…?, ¿de qué hablas? —era tan obvia la sorpresa en Sakura, que Eriol respiró profundo antes de admitir una verdad que hubiese preferido decirle frente a frente y de manera mucho más civilizada.

—Estoy enamorado de Tomoyo, Sakura. Siento no habértelo dicho antes. Pensé que cuando llegara el momento sería ella quien te lo diría.

Pasaron varios segundos en que sólo se oía la respiración irregular de la nueva dueña de las cartas.

—No lo puedo creer —admitió finalmente la joven japonesa—, ¿tú y Tomoyo?, ¿cómo pasó?

— Ella y yo nos encontramos aquí hace un tiempo, nos hicimos amigos —trató de explicar tropezándose con las palabras—. Casi sin que lo notara nos fuimos haciendo más cercanos cada vez, hasta que sin poder detenernos comenzamos a amarnos —terminó de decir en un tono suave, albergando todos los recuerdos que pasaron por su cabeza al construir ese resumen de su relación.

—Ustedes entonces… ¿están juntos? Porque dices que ambos se aman. ¡Dios! ¿Cómo no me lo dijiste antes?

—Nosotros tenemos o teníamos una relación. Si pedí tu ayuda es porque quiero estar con ella… y no podré mientras no derrote a ese sujeto.

—Eriol, no estoy entendiendo nada.

—Lo siento, seguro estoy explicándolo todo mal y te estoy dejando más confundida cada vez —sonrió con pesar, su mano fue directo a su frente con el objetivo de refregarla rudamente en un gesto cansado.

—¿Cómo está eso de que debes derrotar a ese enemigo para poder estar con Tomoyo? ¿Acaso ella está siendo amenazada por ese sujeto también?

—¿Dijiste también? —repitió perplejo—. ¿De qué hablas?

Sakura enmudeció.

—Contéstame primero, ¿ella está en peligro?

—Me temo que sí.

Sakura soltó un sonoro suspiró.

—Es una tonta. ¿Por qué no me lo dijo? Cree que podrá sola contra su padrastro, ese tipo es un monstruo, ¿y ni siquiera me dijo que estaba saliendo contigo? —la voz de Sakura se hizo más oscura—. No confía en mí.

—No creo que se trate de eso, Sakura. Tomoyo te…

—¡Lo sé! ¡Sé que es casi seguro que no pretendía hacerme sentir así, pero no puedo evitarlo!

La línea volvió a mantenerse en silencio.

—Dime qué te dijo Tomoyo —trató de decirlo de la manera más suave—. Estoy desesperado, Sakura. Tengo miedo de que algo malo le ocurra.

—Me dijo…

De pronto la chica enmudeció y lo único que se escuchó fue su respiración volviéndose un poco más apresurada.

—¿Sakura? —esperó unos segundos—. ¿Hola?

—Tomoyo —la escuchó decir amortiguadamente, como si lo hiciera lejos del teléfono.

Eriol se quedó estático, esperando poder oír cualquier cosa.

—¡Dios! ¿Qué está pasando? —oyó como preguntaba la joven maestra de las cartas—. ¿Por qué ella vino y desapareció?

—¿Sakura, puedes oírme?

—¿La viste, Kero? —seguía mencionando Sakura, ignorando que la línea seguía abierta.

—Yo no vi nada —la voz chillona, que reconoció como la de Kerberos en su forma falsa, se escuchó todavía más lejana.

—¡Sakura! —gritó esta vez, aferrándose al teléfono móvil.

—¡Eriol, la vi! —habló exaltada—. En mi ventana, estoy segura de que era Tomoyo, pero ella se fue.

Eriol sintió que la pesadez apostada en su pecho, se mudaba hacia su estómago y daba una vuelta completa.

—¿De qué estás hablando?

—Era ella, estoy segura —aseguró—, ¿cómo puede Tomoyo hacer algo así?

«Quizás Tomoyo sea una de esas personas que poseen poderes sin saberlo», la conclusión de Adele se convocó en ese instante.

—Hace unos momentos también pude sentir su presencia, fue algo ligero; pero no pude verla.

—Ella apareció desde fuera de mi ventana, parecía como si quisiese decirme algo. Luego de eso la vi desaparecer justo delante de mis ojos —repentinamente la voz de la joven maestra de las cartas se extinguió—. Eriol, ¿no se tratará del espíritu de mi Tommy? —esa pregunta estaba plagada de un pánico nada propio de la joven hechicera.

Eriol no tardó nada en comprender el enfoque del cuestionamiento de la japonesa, obteniendo con ello un espanto equivalente o superior al que enunciaba Sakura.

El joven se sentó en el sillón más cercano y se tomó la cabeza como si en ella cargara el peso del mundo entero.

—¡Ella no, Eriol! —la escuchó decir inmediatamente después, con su voz colmada de lágrimas.

—¡Por supuesto que ella no! ¡Tomoyo, está viva! Eso puedo asegurártelo —vociferó con completa seguridad. Estaba al tanto del poder de las palabras y él jamás daría cabida a una posibilidad tan horrible como la que temía Sakura.

—Espero que no estés equivocado, porque de lo contrario no sabría qué hacer —ni él tampoco sabría—. Tomoyo es una de mis personas más preciadas. Y no he sabido cómo estar con ella cuando me ha necesitado —el pesar de Sakura lo llevó a conectarse con la cruda culpa que trataba de eludir.

Él soltó una risotada amarga.

—Yo tampoco sabría qué hacer, Sakura —reconoció, sus palabras se ahogaron en la emoción negra que lo rodeaba al recordar que fue su gran plan de mantenerla al margen, el que dio estos frutos tan nefastos—. Por eso es que cualquier cosa que te haya dicho, debes decírmela.

—Claro.

Eriol prestó atención a todo el relato de la conversación que Tomoyo había tenido con su prima. Cada palabra se registró en el cerebro de Eriol. Sakura en un principio se mostró un tanto renuente a compartir los detalles. Sólo las peticiones de Eriol terminaron convenciéndola para revelar hasta lo más mínimo. Tuvo que forzarse a no sentirse más podrido todavía, al oír que Tomoyo estaba llorando en un inicio de la plática; la preocupación de Sakura era como la suya.

—¿Cómo es posible que ella estuviese pasando por tanto y yo me haya mantenido al margen todo este tiempo? —completó Sakura con un dejo de impotencia, poco común en ella.

Eriol no pudo responder esa pregunta, pues el mismo estaba demasiado impactado con todo lo relativo a la participación de Tomoyo en la muerte de su mamá. La visión de la versión infantil de Tomoyo, que vio en aquella experiencia, en el génesis de la relación que construyeron, tomó un ribete que jamás consideró. Ella le había confesado a él, de una manera muy poco convencional, que ella había cometido un terrible pecado y era recién en ese momento que comprendía la dimensión de esa admisión: Tomoyo había matado a su madre, y tan siquiera recién allí se percataba que desde un principio Tomoyo confió en él. Tanto de forma consciente como en su forma astral. Ella se lo dijo y él no lo entendió hasta ahora.

—Voy a encontrarla, Sakura —prometió poniendo todo su ser en aquel juramento—. Y no dejaré que nada, nunca más, vuelva a lastimarla.

—Sé que así será —se hizo una ligera pausa—. Todavía no termino de comprender la forma en que ustedes dos terminaron juntos. No creas que no te interrogaré en cuanto sea prudente —la joven de Japón se oía más animada. Eriol admiraba la capacidad de la chica para limpiarse el pesimismo y sonar despreocupada tan sólo a un segundo de casi oírla llorar—. Eriol, debo dejarte por ahora. Te estaré llamando continuamente, por favor mantenme informada de cualquier cosa que sepas de Tomoyo.

—Lo haré. Lo mismo pido si es que ella llega a llamarte.

Se escuchó con claridad la forma en que Sakura suspiró.

—Sabes que no lo hará. Tomoyo es una persona que si se le mete algo en la cabeza lo cumplirá hasta el final —comentó la joven ama de las cartas.

Eriol cerró los ojos un instante y pensó en que realmente Sakura tenía razón. Tomoyo podía convertirse en la obstinación máxima, llevaba las cosas al once cuando creía en ellas.

—No es que no me guste eso de ella. Yo la amo —continúo explicando Sakura, ante el silencio de Eriol, quien nuevamente se había quedado perdido en sus pensamientos que involucraban a la joven Tomoyo—. Tan sólo que me hace sentir impotente.

—Te comprendo —era lo mismo para él.

—Estoy enfadada con ella, ¿sabes? Tengo que decirle cuatro cosas respecto a nuestra amistad y así lo haré después de que podamos vernos… cuando todo esto pase —le contó confiadamente.

—Yo en cambió tengo tanto que quiero decirle, que verdaderamente no sé por dónde comenzaría.

—Ya la tendremos en nuestras manos —Sakura soltó una risa corta y sincera—. Espero verte cuanto antes.

—Coordinaré que alguien pueda recogerlos.

En cuanto la llamada se acabó, el muchacho se permitió respirar profundamente, tres veces en total. Intentó sacar de sí mismo todo sentimiento que pudiese ser un menoscabo para sus planes de encontrar a Tomoyo, ateniéndose a su muy trabajada capacidad de ser objetivo.

—Adele, voy a intentar algunos hechizos para dar con el paradero de Spinel o de Tomoyo.

—Claro, amo. Tan sólo le pido que sea responsable, usted mejor que nadie sabe que no se ha recuperado totalmente —advirtió Adele—. Yo haré lo propio tratando de averiguar cuanto me sea posible sobre Lisztberth, cualquier cosa podría darnos una ligera ventaja.

Eriol le sonrió sintiéndose cansado, miró el reloj y no se sorprendió al ver que las horas se habían diluido a un ritmo avasallador. La disociación entre él y su percepción del tiempo era contradictoria, a veces un segundo era una eternidad y luego las horas se le iban sin siquiera notarlas.

La anciana se retiró del despacho, dejando al joven sólo con Nakuru.

—RubyMoon, ve con Adele.

La guardiana escudriñó el rostro del joven, antes de sonreír y seguir los pasos del ama de llaves.

—Más vale que no haga nada estúpido —vociferó juguetonamente mientras corría pasillo abajo.

Eriol arrugó el entrecejo, era como si su hermosa guardiana supiera cuál era su plan B en caso de que ninguno de sus hechizos de rastreo fuera efectivo.

Miró sus manos que todavía sostenían el teléfono móvil. Se encogió de hombros y se dijo a sí mismo por qué no intentarlo. Marcó el número de Tomoyo, quizás ella le respondería. Al escuchar enseguida el buzón de voz, ni siquiera sintió una pizca de decepción.

—Ojalá fuera tan fácil —dijo a la nada.

Algunas horas después, hundido en una cantidad importante de antiquísimos libros, suspiraba cansado.

Era todo.

Lo había intentado de todas las formas que él conocía y simplemente no podía identificar algún atisbo que lo llevara hacia la presencia de Tomoyo o de Spinel.

Se aferró a la última opción cuerda que le quedaba.

Cerró sus ojos concentrándose, su báculo creció en consecuencia y las vestiduras mágicas vinieron a él como si fuesen su armadura protectora.

Se permitió nadar en un mar de presencias hasta que finalmente identificó la que estaba buscando, se dirigió hacia esa figura y por medio de un hechizo se introdujo en ella.

Al abrir los ojos se encontró en un paraje lleno de árboles de cerezo, de colinas verdes de pendientes armoniosas y amigables. Ese lugar era un majestuoso ejemplo de belleza. El interior de aquella persona daba señales muy profundas sobre las motivaciones que tenía en su existencia.

Frente a él y sosteniendo la espada que Eriol le había visto infinidad de veces, estaba el descendiente del otrora mago más poderoso de todos los tiempos: Shaoran Li, en una postura de ataque inminente.

El joven inglés no pudo evitar sonreír un poco al notar que los años habían hecho su trabajo en el cuerpo de Shaoran, quien ya no era el chiquillo que conoció en el pasado, ahora lucía como todo un guerrero.

—Hola, querido descendiente.

—¿Hiragizawa? —el ceño fruncido en Shaoran no dejaba espacios para pensar que esto no había sido una sorpresa para él. El joven de origen chino movió la cabeza y relajó notoriamente su expresión, bajando su espada, de inmediato ejecutó una serie de movimientos meticulosos y ensayados, una luz azul eléctrica rodeó al arma y la hizo desaparecer introduciéndola en la palma de su mano izquierda. Shaoran exhaló acomodando uno de los mechones de su cabello de forma desenfadada y se acercó a Eriol para detenerse a una decena de centímetros de distancia.

En otras circunstancias le hubiese molestado que su descendiente resultara ser ligeramente más alto que él. Ahora no había tiempo para tomar en cuenta esa clase de detalles, tampoco estaban en una situación que le permitiera bromear o hacer enojar a Shaoran como antaño.

—Siento tener que interrumpir tus actividades. Tan sólo necesito hablar contigo —le explicó con seriedad.

—Existe la tecnología, ¿sabes? —bufó Shaoran algo contrariado—. ¿Por qué molestarse en recurrir a estos métodos tan invasivos para poder comunicarnos?

El joven inglés no evitó la carcajada que subió por su garganta, hablar con Shaoran siempre había tenido un efecto refrescante en él. El ceño fruncido en Shaoran seguía siendo el mismo, al igual que la mirada de reprobación tan transparente que le daba.

—Lo sé, y créeme que lo pensé —explicó. Eriol se quitó el sombrero ceremonial que vestía y se inclinó hacia el joven chino que no dejaba de verle con cierta aprensión—. Sólo que no me gustaría tener que pedirte esto de manera tan impersonal.

—¿De qué se trata? —preguntó al callo.

—Tú siempre eres tan directo —Eriol le sonrió, cuestión que provocó que Shaoran lo observara con más desconfianza que antes—. Sabes que Tomoyo y yo…

—Sakura me informó sobre ustedes —interrumpió Shaoran y lo miró con algo de resentimiento—. Después charlaremos sobre eso.

Eriol decidió pasar por alto ese brillo de amenaza en los ojos de Li.

—Necesito que intentes rastrear a Tomoyo. Sé que los Li tienen una alta habilidad para encontrar a cualquiera. Es por esto que yo…

—Ya lo intenté —Shaoran cambió su semblante por completo.

Lo que antes era una pugna algo territorial, se volvió una lúgubre confesión.

—¿Y?

El chino movió la cabeza negativamente.

—No he conseguido nada. Parece como si se la hubiese tragado la tierra.

El chico inglés cerró los ojos intentando contener el desencanto.

—Así que un Li tampoco puede encontrarla —sostuvo su cabeza para tratar de calmar el dolor de cabeza que nacía en sus sienes.

—Lo lamento en verdad, Hiragizawa —la disculpa por parte del chino era genuina.

—Yo también. Te veré en unas horas —Eriol se despidió de Shaoran quien se limitó a asentir con la cabeza.

—Estaremos allí, ten paciencia.

—Se los agradezco.

Eriol volvió a cerrar sus ojos, y al abrirlos nuevamente se encontraba de regreso en su despacho. La frente estaba ligeramente empapada por sudor, su cuerpo se estremecía sin un patrón observable, haciendo muy notorio su agotamiento.

Pero, todavía podía dar más.

—Es hora de los caminos insensatos —le dijo a la nada, perdiendo su mirada por el ventanal que develaba una fría e hipnotizante oscuridad.

Volvió a respirar muy profundo en repetidas ocasiones, sus ojos se cerraron nuevamente; bajo sus pies apareció el círculo mágico que heredó de su otra vida, su diámetro era notablemente más amplio que en otras ocasiones, rellenando la estancia por completo. El escenario se volvió más oscuro todavía, fusionándose con el exterior; convirtiéndose en uno solo, las paredes fueron engullidas por aquel manto lóbrego, haciéndolas desaparecer. El negro, se abrió un tanto, dejando entrever el gris y el morado, que se entremezclaban en todo el espacio, dando un aspecto tétrico y letárgico al escenario que ahora lo rodeaba y que parecía querer tragárselo.

Eriol movió una ceja en el momento que el sujeto que buscaba respondió a su llamado. Sintió las vibraciones que sólo puede provocar alguien en verdad poderoso, como un enorme golpe, haciendo que él se sintiera más débil a cada momento. Sostener a esa aura en una dimensión confinada era un trabajo muy duro. Esperaba contar con la suficiente energía para soportar el tiempo suficiente.

—¡Oh, no creí que algún día podríamos vernos! —murmuró su interlocutor en cuanto se materializó frente a sus ojos—. Es un sentimiento raro. Raro y curioso —admitió.

—Sin duda es extraño vernos siendo el mismo esencialmente —Eriol sonrió, cuidando de no evidenciar lo cerca que estaba por colapsar.

—¿Cuántos espacios temporales tuviste que doblar para lograr esto? —preguntó el individuo interesado y divertido—. Eres la reencarnación de mi alma, que sólo tiene la mitad de mi poder y con todo eso has logrado una hazaña admirable. ¿Qué fuerte deseo te motiva?

—No tengo mucho tiempo para responder ese tipo de cosas —aclaró Eriol, con la vista nublada, le costaba trabajo enfocar la imagen de la persona frente a él. Sus pulmones se mostraban cada vez más renuentes a volverse a expandir y Eriol sabía que con estas acciones estaba jugándose mucho más que la energía que escapaba de él a trompicones.—. Si recurro a ti, es para preguntar por aquellos recuerdos a los que no me dejaste acceder, Clow Reed.

—¿Lo descubriste? —bufó el poderoso mago sin evidenciar culpa alguna. La diversión seguía allí, al final de su media sonrisa.

—Sí, hace mucho tiempo sé que dentro de tus planes no estaba el que yo, como tu futura encarnación que heredaría tu poder y tus memorias, tuviese acceso a todos tus recuerdos. Fuiste muy meticuloso para esconderlo de forma natural, pero cuando era un adolescente pude darme cuenta. Y por mucho tiempo respeté y entendí que quisieras conservar un poco de privacidad.

Clow quitó la sonrisa que colgaba en su rostro y sus ojos se abrieron, dejando atrás esa amabilidad que caracterizaba a su semblante, todavía cuando se encontraba con los ojos cerrados.

—¿Y qué te hizo cambiar de opinión ahora? Según mis predicciones tú, al cumplir con la misión que te encomendé respecto a mis guardianes y a las cartas, serías muy feliz al lado de una mujer cuyo cabello luce como el fuego. En mis pronósticos se apreciaba que tu vida sería pacífica y reconfortante. Todo lo que yo no pude tener —Finalmente, Clow abrió sus ojos y atravesó a Eriol con una mirada cruda. Eriol se mordió el labio en un gesto preocupado, la mirada de Clow se volvió anhelante y finalmente pudo ver cuanta soledad reflejaba su semblante sombrío. Ya no había diversión emulada, estaba mostrándose como el ser solitario que sabía que era o que fue—. No es necesario que tengas acceso a esas memorias. El conocimiento casi siempre te pierde en laberintos que la mente no es capaz de sortear —le dijo a modo de advertencia—. Te aconsejo que no intentes saber más.

—No lo entiendes. Es importante que pueda saber toda la verdad respecto a mi vida pasada.

—Explícamelo.

—Tengo la corazonada que en esos recuerdos vetados, habrá respuestas que me permitan comprender de mejor forma la situación en la que me encuentro.

—¿Cuál es esa situación?

—Tus adivinaciones no fueron acertadas —le dijo Eriol a Clow, haciendo que este último arrugara la frente con escepticismo—. Pasaron ciertas cosas que interrumpieron de forma violenta lo que tú viste en tus clarividencias.

Eriol se permitió contarle todo a Clow, a un modo tan sintetizado que hasta el mismo Eriol se sorprendió de lo escueto y contundente que era su relato. Su historia comenzó desde el accidente de Kaho, hasta la forma en que Tomoyo llegó a relacionarse con él y también de lo apresurada manera en que salió de su vida.

—¿Tomoyo es amiga de la nueva dueña de las cartas? —consultó Clow sonriendo.

—Sí, ellas han sido inseparables desde que eran pequeñas.

Eriol observó la forma en que Clow cerró sus ojos.

—Cuando trato de visualizarla sólo la veo como una hermosa mariposa —sonrió, y de súbito esa sonrisa decayó en una mueca impersonal—. Es una Amamiya —afirmó con prevención.

—De hecho, ella y Sakura son primas. Sus madres también lo eran.

—¡Vaya! Después de todo, lo que debe pasar, pasará de una forma u otra —comentó solemnemente—. No hay escapatoria posible —sentenció con tono igual de serio—. Creí que si al menos una parte de mí podía encontrar a su persona destinada…

Eriol experimentó como los temblores de su cuerpo le avisaban que no tenía mucho más tiempo.

—No logro comprender a lo que te refieres —el quejido que abandonó desde su garganta no pasó inadvertido para Clow, quien lo miró con cierto cuidado.

—Pronto lo harás. Si me equivoqué en mis predicciones y dadas tus actuales circunstancias, no tiene sentido alguno seguir manteniéndote al margen —Clow extendió su mano y en ese instante su báculo mágico hizo acto de presencia y brilló al punto de la ignición; lo que resultaba insultantemente poderoso comparado con las alicaídas energías de Eriol—. Te concederé acceso a lo que me pides —dijo un instante antes de apuntar el artilugio en dirección a Eriol, pero en el último instante se detuvo—. Es de mi consideración advertir que la necesidad que traerá estos recuerdos, estarán adosados de peligro. Todo lo que lleva el deseo de estar con alguien prohibido flagelará un poco tu cordura y tu corazón. ¿Quieres continuar pese a esto?

—Amo a Tomoyo, sé que ella también me ama, ¿por qué no podríamos estar juntos? —la confusión se apoderó de Eriol sin misericordia.

—Tabúes.

—No entiendo… —quería pedirle a Clow que le explicará con mayores detalles, pero en ese instante, las fuerzas lo abandonaron de golpe, provocando que cayera de rodillas y escupiera sangre mientras se ahogaba.

Clow arrugó el entrecejo.

—Debes tomar una decisión ahora.

—La decisión estuvo tomada desde un principio —tosió con mayor dolor—. Por favor, permíteme saber la verdad.

—Muy bien —su báculo se tornó completamente violeta, acumuló en la cúspide una luz más suave, formándose una pequeña esfera de energía, la cual se adentró en la frente de Clow, un instante después salió, dirigiéndose a Eriol e ingresando de la misma forma esta vez en el inglés—. Sinceramente espero que tú puedas encontrar la solución que yo creí hallar. Traté de seguir el camino del mal menor, al parecer, no basta con eludir una situación de esta envergadura. Tendrás que enfrentarla —Eriol ya perdía el conocimiento, el hechizo que Clow estaba ejecutando sobre él lo estaba debilitando todavía más que su propio conjuro—. Ojalá ustedes sean los que sí logren doblegar ese destino que a mí siempre me pareció tan cruel…

Eriol cerró los ojos que ya no resistían un segundo más abiertos, luego dejó que su cuerpo cayera sin cuidado, donde quiera que fuera.

Escuchó una última frase de Clow, aunque esta vez su voz resonó fuertemente en su cabeza.

«Que tus guardianes tengan alas de mariposa dice mucho del reflejo de aquel sueño que no ha muerto encarnación tras encarnación», la risa melancólica de Clow se coló incluso en esa frase tan extraña, «Te deseo suerte con tu hermosa mariposa».

Después de eso perdió la conciencia por completo.

Al despertar lo hizo en el sofá del despacho, estaba tapado con una manta. De cerca era estudiado por dos pares de ojos. Nakuru y Adele lo miraban con cierto alivio.

—Es una alegría que reaccione nuevamente, amo —lo saludó RubyMoon.

—Después de que todo esto termine, exigiré un aumento de sueldo. Ya no soy tan joven para esta clase de sustos —advirtió Adele, a la vez que le tomaba la temperatura de su frente.

Eriol continuaba un poco perdido.

—¿Me dormí?

—No, te desmayaste —le reprochó Adele—. Te advertí que fueras cuidadoso. Pero no, el niño volvió a ocupar toda su energía, sin una pizca de prudencia.

Fue en ese instante que se sitúo en la realidad.

Comprendió muchas cosas en cuanto se apoderó por completo de aquella parte que Clow le censuró por tanto tiempo.

Era complicado describir una descarga de recuerdos como a los que él podía acceder. Era como pasar del desconocimiento a la total consciencia de todo.

Si tuviera que explicárselo a alguien normal, le diría que es como ver una película de realidad aumentada, no sólo eran imágenes a las que podía acceder. Eran aromas, sonidos, sensaciones, dolores, cariños, dudas. De forma instantánea era dueño de toda clase de memorias. Toda la experiencia de alguien que no eres tú, pero que lo revives como si lo fueras. Una sensación que no era nueva en él, pero no por eso dejaba de ser fascinante.

Eriol vislumbró en tan sólo un segundo todo el significado de las palabras de Clow. También todos sus temores y lo reales que fueron sus buenas intenciones. Lo doloroso que fue aceptar que no sería él quien disfrutara de todo cuanto hizo en su vida.

Clow fue un humano muy poderoso. Ostentosamente fuerte. Sigilosamente prudente. Sabio por saber más que cualquier persona. Una fortuna y una maldición. Eriol de joven entendió el temor de su ancestro por conocer el futuro, más cuando el futuro no augura ese final feliz que todos de una manera u otra tratan de alcanzar.

Lo que jamás se dijo de Clow fue la causa de su poder.

¿Por qué él fue el mago más poderoso?

No estaba escrito en ningún libro que contara su vida pasada, tampoco había vestigios en los recuerdos que todavía conservaba sobre ésta, hasta antes de que Clow quitara el sello de sus memorias prohibidas. Eriol recordaba que siendo Clow, desde un comienzo fue dueño de un poderío sin igual, como si aquella atronadora magia estuviese a su disposición desde el momento mismo de su concepción.

En su niñez se atribuyó tan fastuosa capacidad mágica a la cruza entre clanes: el inglés y el chino, se creyó que esa fue la receta para engendrar a un niño excepcional.

No obstante, esa no era la verdadera razón. Ahora, que sabía todo lo relativo a la vida de Clow, aquello tenía finalmente una explicación:

Clow fue resultado de una encarnación que llevaba milenios perpetuándose una y otra vez, en búsqueda de sellar un deseo que se tornó tan demandante. Lo diferente en él, es que fue consciente de ese hecho. Tuvo la suficiente tenacidad como para entrenar duro y conocer su pasado. Cada una de sus vidas anteriores tenían el mismo deseo inconcluso: Encontrar al hada que le fue arrebatada en la guerra ancestral que tuvieron con estos seres.

Ya fuera de forma consciente o no, Clow en todas sus existencias pasadas buscaba encontrarse con aquel ser que llegó a amar en medio de un bosque. Un amor prohibido. Impensado. Un tabú.

Echó mano a aquellos recuerdos hasta llegar a la raíz de sus repetidas encarnaciones.

Trell fue un reconocido alquimista, su comprensión sobre el intercambio equivalente con la naturaleza eran profundos. Por algo tenía el respetado título de consejero especial del conclave de magos de todo Eurasia. Trell sabía que más allá de sus conocimientos, lo que solía encantar a los otros era su erudición en las artes de las relaciones humanas. Sabía qué decir y cuándo intervenir para calmar los ánimos. Desde que era joven aprendió a leer a las personas y supo utilizar ese talento con fines meramente diplomáticos.

Esta capacidad tuvo un efecto negativo: las personas que eran fáciles de comprender le aburrían y con el correr de los años esa aptitud se fue refinando a tal nivel que la gente dejó de parecerle interesante.

La vida que llevaba llegó a ser banal. Una futilidad en medio de los tiempos que corrían.

Cierta noche, caminaba en medio de los frondosos árboles que colindaban con una pequeña morada que usaba como su residencia desde hacía muchos años. Miraba la Luna llena, que siempre le había parecido una perla gigante del cielo que se mostraba para todos, que era anhelada por tantos y que nadie podía conseguir.

Por un momento se detuvo y se quedó observándola, preso del embrujo que siempre lo poseía cuando la vislumbraba. La luna que se le antojaba orgullosa y majestuosa, para Trell era un recordatorio de que hay cosas que por más que desees simplemente no puedes alcanzarlas.

Y todavía teniendo esta certeza su luz plateada le otorgaba algo de calor melancólico en el centro de su ser. A veces creía que la luna era su única amiga.

Retomó su camino, sumergiéndose en la espesura del bosque, recorriendo aquel camino solitario, mientras el satélite iluminaba y su luz se colaba pese a protección que ofrecían el millar de ramas. Algunos merodeadores grillos se avisaban unos a otros sobre la intrusión que forjaba el humano en los parajes que de noche eran terreno inhóspito.

Decidió descansar frente a un claro que estaba acompañado en su centro por una pequeña charca de agua. Se sentó apoyándose en un árbol y utilizando sus poderes se fusionó con la naturaleza. Solía hacer eso esperando ver algo asombroso. La misma esencia de la vida lograba reconfortarlo. Y se quedó horas sumido en la observación, fue testigo de un par de animales que se acercaron a beber agua, mirando en todas direcciones antes de saciar su sed, conociendo instintivamente que durante ese instante en que finalmente podían calmar su sed, se encontraban completamente vulnerables ante el ataque de sus depredadores. Trell se emocionaba tibiamente ante esos sucesos.

Cuando creyó que era tiempo de regresar, hubo un acontecimiento que llamo su atención: Cierta luz merodeaba juguetonamente alrededor de la poza de agua, cuestión que lo dejó completamente paralizado, esperó pacientemente hasta que la luz se apagó por entero, para un segundo después develar la silueta de una figura femenina. El corazón de Trell se inquietó y comenzó a bombear fuertemente.

Nunca había sido testigo de nada tan sublime como el de aquella bella criatura sumergiendo sus manos en el agua que ahora parecía cristalina y limpia de toda impureza. Y esto se elevó a la enésima potencia en el instante en que ella comenzó a susurrar una melodía hipnotizante, un canto que era lo más hermoso que hubiese tenido la dicha de escuchar, las palabras sonaban ancestrales y regeneradoras. Las flores que yacían en las orillas brillaron, adquiriendo una tonalidad que el jamás vio en ninguna otra cosa.

Ella hacía florecer todo a su alrededor con su preciosa voz.

El paisaje acentuaba su preciosidad alrededor de ese ser. Aquella mujer continuó cantando en un lenguaje que parecía un ensueño mágico, hasta que terminó en un sostenido que le erizó la piel.

Trell soltó un sonoro suspiro, lo que consiguió inquietar a la muchacha que miró en su dirección.

El mago creyó que aquella hermosa creación huiría, mas ella se acercó hacia él. Acercó su mano hasta que Trell supo que su hechizo de camuflaje fue roto, ella le sonrió y lo miró con dulzura.

—¿Eres un humano? —consultó haciendo su cabeza hacia un lado.

Trell enmudeció al notar que sus grandes ojos, enmarcados por largas pestañas, lo atravesaban con inocencia y curiosidad.

Tan sólo se limitó a asentir. Mudo por la necesidad de ver más allá de la transparente mirada que lo envolvía. Él nunca sintió algo como lo que experimentó en ese momento.

—Mi nombre es Trell, ¿cuál es el de usted?

— Yīngsù.

Trell experimentó un burbujeo en su pecho.

Quería saber qué tipo de ser era ella, quería que volviera a cantar.

—¿Qué clase de existencia es usted?

Ella sonrió con todo su rostro.

—Soy un hada.

Eriol fue un testigo directo de cómo ese amor se gestó: Noche tras noche, Trell acudía en búsqueda de aquella hada, para pasar hasta el alba siendo maravillado por su vista tan armónica del mundo. También fue consciente de la manera en que ese sentimiento le dio un significado diferente a toda la existencia de Trell. Y de cómo acabó de forma tan amarga.

Una gran maldición impidió que aquellos sentimientos pudiesen mantenerlos juntos.

Por eso Clow trató de evitarlo.

Eriol pestañeó repetidamente, en cuanto notó que RubyMoon lo llamaba.

—¡Joven Eriol! ¡Joven Eriol!, ¿se encuentra bien? —seguía insistiendo Nakuru.

—Sí —Eriol se incorporó descubriendo a través del ventanal que el alba se aproximaba.

—Parecía perdido en sus pensamientos.

—De cierta forma lo estaba —admitió en un murmullo.

Adele le ofreció un pocillo que contenía un caldo cuyo aroma le revolvió las entrañas.

—Come esto, Eriol —le ordenó—. Hay que estar en buena forma para lo que se aproxima.

—Claro que sí —afirmó Eriol.

En cuanto terminó de comer la vibración de su celular lo distrajo del caos que se armaba y desarmaba en su cabeza.

Al ver quién llamaba su pecho se apretó con brusquedad. Sus manos se tambalearon al intentar responder la llamada:

—¡Tomoyo! —recitó aquel nombre como si fuera la poesía más hermosa que hubiese escuchado alguna vez. Eriol oyó como ella sollozaba y su respiración se aceleró en consecuencia; dando origen a un miedo tremebundo y hostil.

Después escuchó su voz colarse y sintió que la vida cobraba sentido nuevamente. El apetito por estar con ella lo sofocó.

—… Spinel está malherido y es mi culpa. No sé cómo puedo ayudarle, por favor, haz algo para que no muera, por favor.

Tomoyo se oía tan preocupada que se conectó de forma inmediata con ella. Sintió su desesperación como si la estuviese padeciendo en su propia carne. Deseó fervientemente atravesar los kilómetros que los separaban y estrecharla en sus brazos. Era tanta la necesidad que tenía por contrarrestar aquel temor que ella experimentaba que sentía que enloquecería.

Y repentinamente un sollozo de ella se propagó por el teléfono, dándole un remezón. Ese no era momento para que él se dejara seducir por esa montaña de sensaciones y aquel sentimiento de extrañarla tanto, no en ese instante en que Tomoyo lo precisaba con tanta vehemencia.

—Tranquilízate, querida —susurró Eriol, inyectándole toda la calma que pudo—. ¿Dónde están? —esa pregunta era la que más quería que ella le respondiera.

—En Londres.

¿En Londres? Eriol reprimió el impulso de blasfemar.

Tomoyo estaba sola y Spinel estaba herido. Sus preocupaciones parecían ir en alzas drásticas con cada segundo que se sumaba.

Como un autómata le dijo que no podía utilizar el método de la teletransportación para llegar hasta ella. Intentó sonar seguro, lo último que quería era que Tomoyo siguiera el caos que tenía él en su interior. Con el corazón hecho un puño, le pidió que lo esperara. Haría todo lo que fuese necesario para estar cuanto antes allá. No debería ser demasiado tiempo.

Eriol se puso de pie con un precario equilibrio e indicó mediante gestos para que RubyMoon le entregara una libreta de notas que reposaba en el escritorio.

Dividió la concentración en dos partes y sin dejar de mantenerse atento a la conversación que mantenía con Tomoyo, garabateó en una de las hojas que reservara un vuelo privado lo antes posible. Nakuru le susurró algo a Adele y las dos mujeres abandonaron la estancia.

Tomoyo nuevamente le habló con su voz entrecortada. Estaba preocupada porque el guardián no reaccionaba y ella no sabía si podría resistir hasta que Eriol fuese capaz de llegar a ellos.

—Él está en su verdadera forma —la alarma que sonaba bajito en su cabeza, se volvió una chicharra ensordecedora—, ¿no puedes regresarlo a su otra apariencia para llevarlo andando hasta un lugar donde pueda atenderlo mejor?

¿Por qué Spinel estaba en su forma real? Con todas sus revueltas emociones, recién caía en la cuenta de que Tomoyo ni siquiera le había mencionado la razón para que Spinel estuviese herido. ¿Acaso los dos estaban en peligro? ¿Por qué ahora?

«Lisztberth», llegó a temer Eriol.

En el instante que Eriol le confesó que no tenía la forma de regresarlo a su identidad falsa, la chica se derrumbó. Eriol sintió en sí mismo esa desazón y aquel dolor profundo que le causaba la situación a Tomoyo.

Él hubiese dado cualquier cosa por hacerla sentir mejor.

—Tomoyo —la llamó con serenidad, imaginando que con su voz podría recorrerla por completo, rodearla y protegerla. Se sentó un instante en el sofá que lo había cobijado hasta minutos atrás y cerró sus ojos. Su concentración estaba puesta en dotar de toda la magia que le quedaba a su voz. Sabía que podía llegar a ser un manipulador de primer nivel y si tenía que usar todas sus herramientas para lograr cobijar la desesperación de Tomoyo, no tenía problemas en utilizar aquellos recursos que lindaban con lo amoral —sé que es duro, pero debes mantener la calma —terminó de decir añadiendo estoicismo y claridad en su mensaje.

Eriol la oyó respirar profundamente, en esos pocos segundos supo que de alguna manera había logrado tranquilizarla, al menos de forma momentánea.

RubyMoon ingresó a la estancia respirando con agitación y levantó su dedo pulgar en señal positiva.

—Amo, tenemos que irnos dentro de poco —Nakuru habló en voz baja, esperó ver el asentimiento del joven mago, para volver a salir nuevamente de la habitación.

El joven le comunicó a Tomoyo que ya estaba de camino hacia el aeropuerto. La chica momento a momento restablecía la calma y su respiración se relajaba, cosa que también generaba en Eriol algo de sosiego.

Cuando supo que era prudente, le pidió que mantuviera activada la ubicación de su teléfono móvil. Ante los hechos, cualquier cuidado era necesario.

—Dime cómo sucedieron las cosas —su voz seguía siendo aquietada y pacífica.

Pese a que sentía ganas casi incontrolables de dar rienda suelta a toda la preocupación y miedo que lo corroía.

La línea estuvo muerta más segundos de los que la sanidad mental de Eriol era capaz de resistir.

—¡Tomoyo! —casi gritó al aparato, desesperado por haberla perdido de nuevo.

—Están por aquí —ella balbuceó esas palabras con una tranquilidad incomprensible. Y con el mismo tono expuso el temor que le confería el siquiera pensar que podían llegar a lastimar a Spinel.

Eriol se puso de pie y deambuló por la estancia con el corazón bombeándole aceleradamente, tironeó su cabello pretendiendo que aquella acción se llevara algo de toda la mezcla de emociones perversas que lo acribillaban.

—¿Quiénes? —soltó la pregunta reprimiendo todo el odio profundo que sentía por saberse en esa situación, por haber orillado a que ella se viera expuesta a ese escenario, por reconocer que bajo esas circunstancias era un completo inútil. ¿De qué le servía ostentar tanto poder mágico sino era capaz de protegerla? La joven siguió callada, provocando que Eriol no pudiera seguir resguardando el viejo control que le quedaba—. ¡Tomoyo, háblame!

Desde ese punto la conversación se volvió vertiginosa desde el punto de vista de Eriol.

Tomoyo respondió que era su padrastro junto a sus secuaces, quienes la estaban persiguiendo.

Las palabras de Sakura hicieron eco en una parte de su cabeza; ese maldito tipo que había lastimando tan profundamente a Tomoyo estaba por lograr poner sus manos en ella. Eriol tenía algún tipo de rencor contra Lisztberth, por haberle orillado a terminar con Tomoyo, pero este sentimiento no tenía comparación ni en tamaño, ni en intensidad con el crudo encono que sentía por Takahiro Kurosawa.

A ese sujeto se la tenía prometida. Y no descansaría hasta hacerlo pagar cada dolor y cada miseria que le hizo pasar a Tomoyo.

La joven continuó hablándole a Eriol, desconociendo la lucha que se gestaba en el interior del mago por no desenfocarse. El mago hizo esfuerzos por prestar atención a Tomoyo, por no dejarla ir.

Tomoyo se culpaba a sí misma por haber expuesto a Spinel a tal peligro. Ni siquiera mencionaba el propio riesgo en el que ella estaba inmersa. No. Lo único que ella temía, era por la seguridad de los demás.

Eriol estaba deseoso de encontrarse con ella y decirle que ella también era muy preciada para otras personas, que no tenía razón para enfrentarse a ese sujeto sola.

Iba a decirle tal cosa, pero antes Tomoyo expuso su gran plan de huir en otra dirección para evitar que Spinel fuera descubierto. Ella iba a dejar al guardián y le pedía que fuera él quien lo rescatara.

Eriol intentó dar a conocer sus reparos, sin embargo, ella parecía convencida de que ese era el único camino viable.

¡¿Por qué era tan obstinada?!

¿Cómo podía convencerla de que no hiciera semejante estupidez? ¿Qué otra salida podía ofrecerle para hacerle recular?

—Tomoyo, quédate junto con Spinel —le rogó al borde del colapso.

Él iba a llegar tan pronto como le fuera posible, estuvo muy tentado de intentar teletransportarse hasta el lugar que ella estaba. En contra estaba su falta de energías y su incapacidad de sentir a cualquiera de ellos dos. Sin saber dónde dirigirse exactamente, podría tener energías y poder ilimitado, pero sin esa información aquella empresa resultaría infructífera.

Eriol continuó pidiendo exactamente lo mismo, una y otra vez, le decía que pasara lo que pasara no se separara de Spinel, no sabía la forma en que iba a ponerla a salvo si llegaba a perder todo contacto con ella.

Repentinamente Tomoyo se oyó un poco más preocupada:

—Escucha —susurró, desencadenado que Eriol se le fuera la voz por arte de magia—. Debemos ser sensatos, no hay otra opción —¿Sensatos? ¿Ella le estaba pidiendo a él sensatez cuando se estaba muriendo por no poder hacer nada?

Luego dijo que dejaría el teléfono cerca de la criatura. Eriol no podía creer el hilo de sucesos y su voz parecía perdida al fondo de su razonamiento.

—¡No debes exponerte así! ¡Maldita sea! —le gritó fuerte al aparato.

—Voy a estar bien, Eriol.

Ella sonaba segura de esa confesión. Eriol supo que lo único que intentaba era calmarlo, la conocía lo suficiente para saber que tenía miedo. Y también que su sentido del deber le obligaba a proteger a Spinel, aunque eso significara exponerse al maldito hijo de puta de su padrastro.

Y tanto como la conocía, sabía que ella no iba a cambiar su plan.

Eriol se derrumbó.

—Tomoyo, no voy a soportar si algo te ocurre, por favor no te vayas del lado de Spinel.

En este punto de la conversación entró Adele indicando que era hora de marcharse hacia el aeropuerto.

Eriol caminó sin apartar su atención de la forma en que Tomoyo suspiró, quedándose de pie en medio del corredor que conectaba el despacho con la sala.

No sabía la razón cierta de ese sentimiento, pero ella seguía tratando de calmarlo. De proveerle una esperanza falsa de que iba a conseguir escapar, que se pondría en contacto con él. Sabía que Tomoyo quería que él no se preocupara.

Era la que estaba en un peligro inminente, no él. Y todavía con todo eso a cuestas la chica le explicaba tranquilamente que iba a hacer lo que estuviese de su parte para resguardar a Spinel, que no quería más sangre de sus seres queridos en sus manos.

Eriol estranguló el dolor que se oía en sus palabras, que terminó por fragmentar su corazón. Ahora que sabía de la historia que tenía con su madre, no pudo más que comprenderla.

En ese instante supo que la amó un poco más.

—Debe haber otra forma…

Se sentía sumamente desesperanzado, que disfrutó con culpa que ella continuara hablándole y que le susurrara. Eriol sabía que ella trataba de sosegarlo, sabía que seguramente estaba nerviosa. No le prestaba especial atención a sus palabras tanto como a su tono de voz suave. Al deleite que le provocaba seguir oyéndola.

Eriol sin rendirse volvió a decir más o menos lo mismo que desde el comienzo: Que se quedara en ese lugar, que él iba a estar pronto con ella.

Entonces notó el exacto momento en que su respiración de volvió un poco más acelerada. Algo había pasado y antes de que pudiese preguntarle ella habló rápido y claro:

—Me las arreglaré para mantenerlos lejos, el resto lo dejaré en tus manos, ¿de acuerdo? Adiós, Eriol.

Luego de eso escuchó cómo se cortó la comunicación.

El mago cerró los ojos con pesar. Realmente experimentó como si una parte de él muriera en cuanto Tomoyo colgó.

—Amo Eriol, es hora. El taxi aguarda afuera.

Después de un vuelo que a Eriol le pareció la más larga de las travesías, al fin pisaba suelo londinense.

A cuesta llevaba un cansancio insondable. Tuvo la oportunidad de dormitar un momento en el vuelo, el problema radicaba en que no podía descansar con esa sensación de perdida que lo embestía con crueldad.

Miraba su teléfono móvil, como si no pudiese fijar su atención en otra cosa que no fuera el punto rojo que fijaba la ubicación de Spinel, así había sido durante todo el vuelo, sostenía el celular como si fuese un moribundo que se aferra a la última oportunidad de vivir.

Extraño le parecía el cobijo que le reportaba la desesperanzada situación. El punto rojo le daba una misión, un plan que seguir.

Tanto Adele como RubyMoon se habían mantenido calladas todo el trayecto, incluso en ese momento en que otro taxi los acercaba a la posición que marcaba el GPS, mantenían la compostura ante el aparente ensimismamiento del joven.

Eriol no permitió que sus pensamientos negativos se adosaran por mucho tiempo a él. Tenía la clara misión de socorrer a Spinel, y una vez que concluyera con ello. Si era necesario daría vuelta cada piedra de la ciudad con tal de hallar a Tomoyo.

Se bajaron del taxi y echaron camino hacia la espesura del bosque, la caminata fue dura. Y al pasar unos diez minutos, Eriol vio en la distancia el cuerpo aparentemente inerte de Spinel.

Corrió los últimos metros, dejando atrás a las dos mujeres. Al llegar acarició la cabeza de la pantera.

—¿Cómo se encuentra SpinelSun? —le consultó la otra guardiana que flotaba en el aire a su lado, ya transformada a su verdadera forma.

El mago continuó acariciando el pelaje de su guardián, con cuidado retiró el abrigo que cubría escasamente la piel de la bestia, sostuvo la prenda de vestir entre sus manos y la estrechó, sin poder reprimir sus acciones aspiró profundamente toda la esencia que aún se conservaba en la tela. El aroma de Tomoyo estaba débil, y de todas maneras esa leve conexión lo hizo sentirse más fuerte.

—¿Amo? —lo llamó RubyMoon.

—Lo siento.

Volvió a centrar su atención en el guardián, con delicadeza quitó las tiras de ropa que cubrían parte de su lomo, esperaba encontrar heridas y sangre, pero sólo estaba una cicatriz de lo que parecía una herida muy antigua. Una que, por supuesto, Spinel no tenía antes.

Nakuru lo observó inspeccionar el resto del cuerpo del guardián llegando a concluir que no tenía ningún rasguño.

—No parece estar herido —le dijo a Eriol.

—¡Spinel! Debes despertar —lo llamó el joven mago sin lograr que la pantera abriera los ojos.

Eriol se puso en la tarea de hacer una evaluación, tocó a Spinel y se concentró en utilizar su energía vital para revisar el cuerpo de su guardián. Sin embargo, esto fue imposible. Era como si a la criatura mágica le rodeara una poderosa e invisible barrera que impedía cualquier acercamiento de su parte para contactar con la conciencia de Spinel.

—Alguien dejó una protección —dijo con total seguridad—. No puedo establecer contacto con su ser.

—Soy incapaz de detectar ninguna clase de barrera conocida, pero sin duda hay algo que lo está protegiendo —aseguró la ama de llaves, quien recién se unía al grupo respirando agitadamente. Su atención se volvió hacia la cicatriz que coronaba el lomo de Spinel—. A simple vista parece estar dormido, pero tampoco puedo llegar a él —Adele trató de alcanzar dicha herida y antes de conseguir tocarla, un luminoso destello le impidió lograr su objetivo, lanzándola ligeramente hacia atrás.

—¡Miss Adele! —exclamaron tanto Eriol como Nakuru.

—¿Viste eso, amo? Ni siquiera pude tocarlo, ¿por qué? —Adele pretendió calmar el dolor de su mano, sobándola—. Inténtalo tú, RubyMoon.

La chica asintió e hizo lo que se le solicitó, provocando exactamente el mismo efecto.

—Al parecer sólo el amo puede tocar a Spinel.

—Nunca había visto una magia como esta —soltó Eriol.

—Es una protección mucho más eficiente que cualquier otra que haya tenido que observar. Al parecer sólo se te permite a ti establecer contacto físico con Spinel —apuntó Adele—. Es algo muy interesante —susurró con la mirada perdida.

Eriol arrugó el entrecejo.

—Tomoyo aseguró que estaba lastimado.

—Es obvio que lo estuvo —RubyMoon observaba a su compañero con aprensión, centrando su atención en la cicatriz extensa—. Algo o alguien lo curó y lo dejó protegido. Él no tenía antes esa marca. ¿Cómo es que pudo lastimarse y curarse tan rápido?

Eriol mantuvo el silencio por unos momentos, hasta que pareció salir de la ensoñación.

—Llevaremos a Spinel al hotel. Espero que despierte pronto.

Todavía había cuestiones por coordinar, como el vuelo de Sakura y Shaoran que arribaría en unas horas, por lo que tenía que moverse y actuar.

Las horas se diluyeron a cuentagotas.

Eriol se mantuvo todo el tiempo al lado de su guardián quien parecía ser víctima del más profundo sueño.

—Spinel sólo estoy esperando que despiertes. Tú eres quién me llevará con Tomoyo, lo sé.

Concienzudamente el mago había descansado todo lo que pudo durante esas horas, estaba sentado al lado del lecho que cobijaba a la pantera voladora. Su cuerpo no había hecho ningún esfuerzo tratando de recuperarse y reunir la energía suficiente para ir por Tomoyo. Sabía que Spinel era lo suficientemente listo como para haber puesto un hechizo de localización a Tomoyo o a Takahiro, al menos contaba con eso.

En las horas precedentes RubyMoon había salido a recorrer la ciudad. Según dijo no soportaba la idea de quedarse en el Hotel sin hacer nada, la joven se notaba nerviosa, su enojo por la condición comatosa de su compañero era muy clara y su expresión que solía ser juguetona y cariñosa, era ahora dotada de una letalidad peligrosa. Eriol la dejó ser. Sinceramente para él era tan difícil permanecer esperando, como para la misma Nakuru; el joven quería creer que Tomoyo iba a estar bien y se aferraba a ese buen pensamiento con una convicción que minuto a minuto se volvía más enclenque.

Los toques suaves en la puerta lo hicieron sobresaltarse, al ver ingresar a Adele se puso de pie.

—¿Sucede algo?

La anciana negó, Eriol volvió a descansar en el sofá.

—La hora del arribo de sus amigos de Japón está muy próxima —le informó con solemnidad—. Yo iré por ellos al aeropuerto, usted debe permanecer aquí con Spinel, ¿de acuerdo?

—Muy bien.

—RubyMoon me ayudó a crear una pancarta con sus nombres y ya tengo el número de su vuelo. Dudo que haya inconvenientes para lograr dar con ellos —la ama de llaves se acercó hasta donde permanecía Eriol y extendió su mano, acercándole un extraño artilugio.

—¿Y esto? —Eriol miró el objeto con precaución.

—Es un poderoso caleidoscopio —le dijo la anciana—. Escúchame bien, Eriol. No es recomendable usarlo a no ser que la situación sea en verdad grave.

—Pero, ¿qué hace este caleidoscopio?

El nerviosismo de Adele consiguió asustarlo a él también. Ella le explicó con detalles lo que haría aquel objeto y remató diciendo:

—Este pequeño artefacto ha sido custodiado por mi familia por siglos. Es una reliquia que significa mucho para mí, de forma que si no lo usas sería mejor —Adele sonrió un poco.

—No puedo tomarlo si es tan importante para ti.

—Chiquillo, es obvio que no comprendes que tú y tus guardianes son más importantes que cualquier tesoro —le explicó ella como si le hartara tener que hacerlo, sin embargo, no alcanzó a ocultar el agua que se juntó en sus ojos.

—Adele, yo… —la voz se le quedó colapsada en su garganta por la emoción.

—¡Basta! Ni lo menciones —solicitó de forma hosca, al momento que se volteó para escapar del escrutinio de Eriol—. Únicamente debes prometerme que tendrás cuidado. Sólo si la situación es extremadamente peligrosa, tú agarrarás a Tomoyo y lo usarás. Confío que podrás deshacer el conjuro y regresar a salvo —dijo a modo de despedida antes de abandonar la habitación.

Adele llevaba más de treinta minutos afuera.

Eriol veía por la ventana como la noche reclamaba su lugar, el silencio era profanado por algunos ruiditos que a veces llegaban a sus oídos desde el corredor. Estaba muy concentrado en sentir todo cuanto ocurría a su alrededor que el movimiento alterado de su guardián lo asustó, la forma aparatosa en que reaccionó Spinel logró sobresaltarlo, Eriol observó como la bestia se levantó con evidentes signos de encontrarse desorientado.

—Spinel, Spinel —repitió Eriol tratando de calmar a la bestia que no parecía recobrar la conciencia por completo.

—Señorita Tomoyo —la llamó el guardián con voz áspera y preocupada.

—Spinel, soy yo, Eriol —trató de hacerlo reaccionar, la pantera seguía como si estuviese en un trance— ¡Spinel, despierta!

La criatura alada fijó su atención en él y por fin germinó el reconocimiento en sus ojos.

—¿Amo? —preguntó con cierto escepticismo, como si dudara de que verdaderamente Eriol fuese el que estuviera allí.

—Sí, Spinel —Eriol se mantuvo frente a él—. Soy yo.

El mago supo que algo era diferente en Spinel, de forma automática trato de hablarle por telepatía, pero nuevamente estuvo ese bloqueo.

La bestia lo observó unos cuantos segundos más, hasta que pareció recordar algo importante.

—La señorita. Tenemos que ir por ella. Siento su miedo —jadeó con esfuerzo.

—¿Te refieres a Tomoyo?

Spinel afirmó con la cabeza.

—Está en peligro.

Eriol cerró la boca sin ocultar su sorpresa. Obligándose con una disciplina de hierro a no desesperarse por saber lo que vivía su Tomoyo.

—¿Tú… cómo puedes estar tan seguro de eso? ¿Acaso puedes sentirla?

La bestia afirmó repetidamente, pareciendo extrañado por ser consciente de ese hecho.

—No sé cómo ocurrió, amo, pero siento que ella me necesita, que nos necesita. Tenemos que irnos ya. Sé exactamente dónde está.

Eriol no se iba a detener a cuestionar o a intentar explicar las razones de que Spinel pudiese repentinamente tener ese nivel de contacto con Tomoyo, ni menos le iba a decir que tuvo múltiples intentos fallidos para contactar con él, incluso hace pocos segundos; su preocupación ahora era otra.

Tampoco pasó por su cabeza que su guardián estuviera exagerando. Podía observar los profundos ojos celestes de su creación ser infundados de un miedo que él pocas veces presenció en su semblante. Sabía que decía la verdad.

—¿Qué tan lejos está? —preguntó mientras abría la ventana en movimientos fluidos para permitir que su bestia saliera de la habitación.

—No me tomará mucho tiempo llegar hasta allá —gritó antes de lanzarse por la ventana y hacer aparecer sus alas de mariposa.

«Que tus guardianes tengan alas de mariposa dice mucho del reflejo de aquel sueño que no ha muerto encarnación tras encarnación», esa frase que le soltó Clow vino de nuevo hasta él y tuvo que admitir que tenía razón.

«Dios, Tomoyo, aguanta un poco más», pidió en su corazón.

Al mismo tiempo se arrojó por la ventana, pensando en el hechizo que le permitiera volar a la par de su guardián. Inmediatamente, también, activó una técnica de ocultamiento que solía utilizar para encubrir los vuelos y que fueran invisibles a cualquier ojo humano.

Emprendieron el vuelo en unos segundos. Spinel estaba volando al máximo de su capacidad, Eriol era bastante consciente de aquello, pues tuvo que ponerle mucho esfuerzo para poder llevar su ritmo.

—¡Spinel! —gritó el mago—, ¿cuánto falta?

—Estamos cerca.

Estaban a mitad de la nada, los árboles eran los gobernantes absolutos de aquel paraje, lo único que parecía desentonar era el camino de tierra que serpenteaba por entre ellos.

Unos pocos kilómetros más adelante, Eriol notó como la pantera voladora ejecutó un movimiento de descenso en un ángulo muy pronunciado, una maniobra demencial desde cualquier punto de vista.

Entonces fue que el joven vio la residencia.

No era una casa en extremo grande, ni tampoco pequeña. Pero tenía una privacidad de primer nivel. Nadie podría llegar hasta ella sin invertir un buen par de horas, si lo hacía en automóvil.

Se detuvieron abruptamente quedando un centenar de metros sobre la casa.

Los dos observaron el cordón de seguridad. Había unos cuantos guardias vigilando por todas las entradas de la casa.

—¿Cómo procederemos, amo? La señorita está dentro de la casa y la están lastimando —masculló con ferocidad.

—Dormiré a todos los que están en el exterior, creo que puedo mantenerlos fuera por el tiempo necesario —Spinel lo observó con aversión, ante lo que Eriol lo miró con extrañeza—. ¿Sucede algo?

—¿Está seguro que podrá con ese encantamiento? Es uno que requiere mucha magia.

—Descuida, querido Spinel, confía en mí.

—Muy bien, amo.

El hombre inspiró profundo y llamó con su mente a su poder, haciendo que el báculo se materializara frente a él.

Luego, permaneciendo con sus ojos por completo cerrados, detectó a cada persona que pululaba por fuera del inmobiliario. Rodeó sus presencias, las envolvió con un poco de la de él; y en el instante en que este proceso de completó, supo que todo estaba en su sitio para el siguiente paso. Con una lentitud calculada fue abriendo sus ojos y recitó el conjuro que necesitaba. Una vez que sus ojos estuvieron por completo abiertos, una onda se difuminó desde él hasta el lugar donde estaban los guardias.

Los hombres cayeron como marionetas sin energía.

—No podía esperar menos de usted, joven maestro —susurró Spinel sin ocultar el deleite de ver a esos hombres en el suelo—. Entremos de una vez.

—Necesito que tú cubras mi espalda.

—No, yo iré a la cabeza —contrarió Spinel—. La señorita está en la segunda planta, y hay que ir muy rápido; por lo que no se puede entretener en cosas sin importancia, déjeme a los otros que puedan estar dentro de la casa, yo me ocuparé de ellos.

Eriol sonrió.

Seguro que su fiel guardián sabía sobre sus apremios por ir a por Tomoyo lo antes posible.

—Bien. ¡Vamos!

A la vez que cruzaron el umbral, Spinel no se anduvo con rodeos. Inmediatamente atacó a los sorprendidos hombres que no tuvieron suficiente tiempo para reaccionar. Una llamarada azul abandonó su hocico, provocando una caótica reacción.

Eriol no esperó ver el desenlace de aquel enfrentamiento. Sólo por un segundo, sin dejar de avanzar por los corredores, llamó con su mente a RubyMoon en un corto mensaje.

«Te necesito. Ve hasta donde Adele y vengan cuanto antes donde me encuentro.»

«¡A la orden, amo!»

Cualquier pequeño chute de ventaja podría ser definitorio.

Al subir la escalera de caracol, se encontró con un puñado de sujetos, pero tan sólo al tocarlos, con movimientos meticulosos, consiguió que perdieran la conciencia.

Detectó la maldad nauseabunda provenir de una de las habitaciones y la visión que lo había abordado en el hospital psiquiátrico se hizo realidad.

Reconoció la misma puerta y el mismo sentimiento de temor profundo y negro, que se mezclaba con la esperanza inmortal que latía bajo esas toneladas de horror. Intentó abrir la puerta, pero estaba el seguro puesto.

No tuvo la suficiente paciencia, simplemente usando una gran cantidad de energía hizo que esa puerta se destruyera en una centena de trozos, dejando únicamente el marco indemne.

Ingresó a la luminosidad tenue que le ofrecía la estancia con el corazón pegándole con fuerza en el pecho.

«¡Tomoyo!», quiso gritar, pero este grito de triunfo o de declaración de guerra, quedó cercenada cuando procesó la imagen que sus ojos le remitieron.

Allí estaba ese sujeto, que asumió como Takahiro Kurosawa, con casi todo su cuerpo detestable sobre Tomoyo, afirmándola con rudeza para que ella no pudiese defenderse. Su irá se disparó más cuando notó que la joven tenía un poco abierto el pijama, dejando expuesto el nacimiento de su escote. Y casi enloquece al notar el miedo en los ojos de Tomoyo.

Eriol pudo hacerse una buena idea de lo que estaba a punto de pasar con sólo esa imagen, todos esos pensamientos de odio, se alimentaron más y más, pese a que todo esto pasó muy rápido.

—¡Maldito malnacido! ¡Aleja tus manos de ella! —gritó finalmente, desesperándose porque los segundos parecieran pasar tan lentos y porque Tomoyo seguía siendo apresada por ese tipejo.

Tenía que hacer que el muy maldito soltara a Tomoyo.

Vio como la boca de Tomoyo se movió recreando su nombre, pero no pudo escucharla. Sus ojos observaban con cautela cómo el rufián se ponía de pie, resguardándose tras Tomoyo. ¡El muy cobarde! Eriol apretó los puños y mordió su labio inferior, tratando de no perder el foco.

La sonrisa oscura que le dio ese imbécil fue horrorosa. Tan perturbada que no había un ápice de racionalidad ni de arrepentimiento allí.

—Mira, Tomoyo —se burló—. Tu noviecito ha venido a verte.

Eriol deseaba moverse, hacer que ese tipo se arrepintiera de haber nacido, que de principio dejara de hablar. Quería dañarlo de tantas maneras, que la oscuridad que lo había rodeado todo el día, esa masa acuosa que quería tragárselo desde hace horas se potenció. El joven estuvo a punto de sucumbir a esos deseos oscuros de quitarle la nefasta vida al tipo que amenazaba a su mujer. Él era un mago poderoso todavía, en cambio Takahiro era un enclenque tipo, un humano débil, no había opciones de que él perdiera, ¿qué tanto podría hacerlo sufrir antes de que expirara? Las formas en que podría torturarlo antes de dejarlo morir, se convocaron en su cabeza. Ese deseo de dañarlo se potenciaba y no podía, ni quería, hacer algo para contrarrestarlo.

—Tú… estás aquí —la frase titubeante de Tomoyo, le hizo mirarla.

La luz que ella le consignaba, en medio de todo el temor que la rodeaba, logró hacer que la locura que lo reclamaba retrocediera. Fue un gran esfuerzo salirse de la espiral de la venganza que exigía su alma ahí y ahora; para dejarse deslumbrar por la presencia tan preciada de ella.

Se sintió tan afortunado cuando por fin fue consciente de que ella estaba bien. Aunque hubiese llegado un poco tarde, aunque ese tipejo la hubiese lastimado y humillado de nuevo, la manera en que sonaba su voz, en que su frente se arrugaba cuando se preocupaba por él, aquel mohín que hacía con su nariz que tanto le fascinaba, la forma en que ella lo miraba siempre, no había cambiado.

No esperó más.

Fue por ella.

Ni siquiera tuvo que invocar su hechizo para detener el tiempo, simplemente este se ralentizó cuando él quiso tocar a Tomoyo. Corrió lo metros que le separaban de ella y la quitó de los brazos de ese sujeto. Alejándose de ahí la misma cantidad de metros.

La sostuvo con sumo cuidado, casi con el temor de que pudiera lastimarla, pero negándose a dejar de abrazarla. En el instante que el tiempo transcurrió con normalidad, la abrazó con mayor impulso.

—Por supuesto que estoy aquí, Tomoyo.

¿Cómo no iba a estarlo? Estuvo buscándola desde que se fue.

Ella lució sorprendida los tres segundos del comienzo, y antes de que pudiera explicarle cualquier cosa o de que ella pudiese decirle algo; su cuerpo actúo por cuenta propia.

La besó.

La besó de la forma más irracional y pasional. Necesitaba saber que esto sí estaba pasando, que no era otra jugarreta de sus sueños. Ella no respondió de inmediato, le tomó unos momentos hacerle saber que esa unión era bienvenida y esperada.

La amaba tanto que esa caricia significaba todo para él.

Y hubiese querido seguir besándola hasta quedar agotado. Estar unido a ella por horas, hasta creer que de verdad había conseguido volver a verla.

Sin embargo, se obligó a detenerse, tenía que sacarla de ese horrible lugar.

—No vuelvas a dejarme solo nunca más —le exigió a poca distancia, en un susurro de amantes. Se sentía tan feliz—. Te juro que la próxima vez que hagas algo como esto, voy a tener que castigarte — se entretuvo pensando en la clase de castigos que le impondría si ella se atrevía siquiera a pensar que debía enfrentar sus problemas sola otra vez. Eso no volvería a pasar.

Le sonrió, la felicidad escapaba de él. Más cuando notó la forma en que ella lo observó de vuelta.

Luego, algo de dolor vino a protagonizar el semblante de Tomoyo, Eriol experimentó el suave estremecimiento que le contrajo los hombros. Tomoyo rehuyó su mirada y tocó sus labios.

—Yo… no entiendo —susurró con temor.

Iba a preguntar qué no comprendía, pero ese hilo de pensamiento se vio interrumpido cuando notó que había sido agredida: La piel pálida de su mejilla estaba atravesada por una línea rojiza. Su labio estaba hinchado por un golpe.

No había notado nada de eso antes.

Para terminar de despertar sus demonios, se fijó en el horrible parche de su frente. La irá se conjuró y la dejó nacer en todo su esplendor.

—¡Lo mataré!

Verbalizó ese pensamiento indómito, que ya cobraba vida propia. Obvio que no pretendía asustar a Tomoyo con ese comportamiento, por lo que al notar que las pupilas de sus ojos se dilataron frente a esa afirmación; sólo atinó a abrazarla para protegerla, aunque fuese de su propio salvajismo.

Los aplausos y las risotadas sardónicas de Takahiro fueron un valde de agua fría.

El encuentro con Tomoyo lo tenía más distraído de lo que esperaba, pues por varios segundos había olvidado la existencia, y tan cercana además, del padrastro de Tomoyo.

La joven se mostró más preocupada y Eriol la ocultó detrás de su cuerpo. Ya suficiente había tenido que enfrentar como para obligarla a seguir viéndolo. El joven no permitiría que ese sucio gusano volviese a acercarse a la muchacha.

Lo que Eriol no se esperó fue que el individuo comenzara a atacar a Tomoyo con comentarios inapropiados que trataban de menoscabarla.

Decía que Tomoyo era capaz de cosas siniestras, ¿acaso se refería a la maravillosa mujer que no había hecho otra cosa que querer su bien desde el momento uno de conocerse? Seguro que estaba diciendo un montón de disparates.

No soportó tanta falta de escrúpulos y lo mandó a callar.

—Hoy voy a arreglar cuentas contigo —le dijo con rabia, bien sabía él cuánto deseaba saldar esos pendientes.

El tipo lo observó con la misma sonrisa demencial colgando de su rostro pálido.

—¿Cuentas? —preguntó como si no comprendiera qué podía deberle, Eriol lo vio encogerse de hombros y fingir inocencia—. Cuentas es precisamente lo que quiero ajustar con Tomoyo. ¿Te ha contado todo lo que me debe? ¿Todo lo que me arrebató?

Eriol sintió como Tomoyo apuñó la tela de la capa, y la manera en que sus manos comenzaron a tiritar. La chica pegó todo su cuerpo hacia la espalda de Eriol como si buscara un refugio contra todas las acusaciones que no dejaba de lanzar Takahiro, temblando más violentamente cada vez.

De esta forma el joven aumentó su preocupación.

—Tranquila, cariño. No dejaré que él vuelva a acercarse a ti.

Takahiro enanchó la burla que yacía en su rostro e intentó mirar a Tomoyo, que estaba cubierta todavía tras Eriol.

—¿Se lo dijiste, Tomoyo? Él no va a querer tenerte a su lado cuando lo sepa…

¿Qué acababa de decir? ¿Que él no iba a quererla luego de que lo supiera? Fue evidente que Tomoyo tenía ese temor, pues la escuchó sollozar muy bajito, como si esas palabras lograran lastimarla como ninguna otra cosa. No podía tolerar que ese tipo siguiera aterrorizando a Tomoyo de esa forma.

—¡Cállate de una maldita vez! —el tipo se sobresaltó ante ese tono mandón— Quiero a Tomoyo a mi lado para toda la vida, no me interesa lo que tengas que decir. Eso no cambiará lo que siento por ella.

Eriol sabía que las palabras se Takahiro no eran posibles.

—¿Ni aunque sea una asesina? —lo desafió con esa pregunta. Eriol se quedó paralizado sin comprender ipso facto—. Cuéntale, Tomoyo —siguió burlándose del dolor que provocaba en la chica—. Dile a este tipo que mataste a mi esposa, a tu propia madre.

Con que de eso se trataba.

Los tormentosos temblores que rodeaban el cuerpo de Tomoyo ya no podían ser ignorados, ella seguía empujándose contra él, como si buscara fusionarse o simplemente desaparecer en él.

—Yo… —Eriol la escuchó tratando de hablar, pero al parecer era incapaz de proseguir.

—Tomoyo es una de las personas más dulces y sacrificadas que conozco. Lo que ella haya hecho en el pasado obedece a razones que una escoria como tú jamás podrá comprender.

—Eriol.

El joven la escuchó sollozar profundamente está vez. Nunca la había escuchado llorar de esa manera. Por lo que le importó tres pepinos seguir enfrentando a la basura de ser humano que seguía burlándose del dolor profundo que seccionaba el alma de Tomoyo y volteó para contenerla, para mostrarle que él estaba allí, que no iba a permitir que sufriera sola nunca más. Tomoyo se escondió en el refugio que siempre había encontrado en su pecho y se hizo pequeña allí, intentando esconderse de esa verdad cruda. El mago la abrazó con fuerza, no le gustaba como ella se estremecía, no le agradaba sentirla tan compungida, y al mismo tiempo, comprendía que era el único camino para purgar esa culpa que seguro se había adosado a su ser por demasiado tiempo. Ella tenía que llorar y con ese llanto regar los retoños de un resurgimiento. Nunca podría cambiar el pasado, ni olvidar lo que había hecho. Tomoyo sólo tenía que recordar que aquel sacrificio estuvo fundamentado por el gran amor que sentía por su madre. Sabía que ella estaba al tanto de eso, y también sabía que nunca había dejado de sentirse responsable por adelantar un final que ofrecía menos dolor para Sonomi, pero que seguía siendo un atentado al orden natural de las cosas.

El joven suspiró, mientras trataba de crear una oración que pudiese reconfortarla. Sin lograr armar nada, sólo la apretó contra sí mismo más.

La muchacha sollozaba que no había tenido alternativa, que había tenido que hacerlo.

Eriol sabía que era así, sabía los costos que esas acciones le habían acarreado a su vida, ¿por qué si ese sujeto aseguraba amarla la torturaba de esa forma?

Eriol acarició su cabeza y repartió cariños por todos los lugares que pudo besar. Y le aseguró repetidamente que él sabía la verdad. Que él la comprendía.

En ese proceso escuchó la forma en que Takahiro se quejaba porque ellos habían dejado de prestarle atención. Eriol no iba a permitir que ese sujeto siguiera repartiendo su veneno. Ese momento era especial para Tomoyo, por lo que con un simple movimiento de mano lo dejó paralizado.

—Ya me ocuparé de ti, imbécil —le dijo sin poder reprimirlo.

Ella volvió a llorar silenciosamente por algún tiempo más, muy pronto se alejó un poco del pecho de Eriol, y levantó su rostro hacia el joven. Eriol observó a Tomoyo que todavía seguía con vestigios del llanto entre sus adorados ojos. Pero había menos pesar, ella no temblaba, ella estaba mirándolo en silencio, esperando algo de él.

—Tomoyo, hay muchas cosas que tengo que decirte —le tocaba desenmarañar todo el enredo que sus malas decisiones provocaron—, y lo único que deseo en seguir estrechándote entre mis brazos —terminó de confesarle, porque eso era lo que más necesitaba su ser. Seguir con ella, cerca de ella, abrazado a su cuerpo.

La joven se estremeció nuevamente en aquel abrazo.

—¿Qué cosas?

Eran tantas que no sabía por dónde tenía que comenzar.

Las horas precedentes tuvo la suficiente tenacidad para repasar una y otra vez la plática que convergió en el trato que tuvo que hacer con Lisztberth y según recordaba en ninguna parte ese tipo le había exigido que le dijera a Tomoyo que no la amaba.

Su reclamación era que terminara con ella y que le rompiera el corazón. Eriol, muy a su pesar, había cumplido con ambas cuestiones.

Por lo que ahora, en el instante en que volvía a tenerla entre sus brazos, la primera de todas las verdades que compartiría con ella, era la más importante de todas también:

—Cariño, te amo. Te amo más que a nadie en este mundo y en cualquier otro —le confesó, rogando a cualquier Dios que quisiera oírlo, que ella le creyera. La observó detenidamente, y se perdió un poco en su semblante tan transparente.

Tomoyo lucía un poco incrédula, tal como si temiera que aquellas palabras fueran falsas. La vio ponerse nerviosa y, en consecuencia, él también sintió ese descontrol.

No se resistió al deseo de tenerla cada vez más cerca. Sin previo aviso volvió a apoderarse de sus labios en una jugada audaz. No tenía prisas, ni la apremiante necesidad de hace un rato; por lo que aquel beso fue mucho más calmado, pero igual de intenso.

Recorrió cada lugar de su boca que conocía de memoria, sabiendo que era afortunado, muy afortunado porque ella le respondiera con el mismo fervor e idéntica dedicación. Aún cuando la sentía asustada o nerviosa por algo, ella lo besaba expresando todo lo que sentía por él.

En un momento la detuvo, porque había algo que ella tenía que saber:

—No importa lo que ocurra de ahora en adelante —que Eriol sabía que los tiempos venideros no serían fáciles de sobrellevar. Sin embargo, estaba seguro que si estaba junto a Tomoyo podrían sortear cualquier barrera—, nada hará que vuelva a mentirte otra vez. Ha sido un calvario estar sin ti, el peor de ellos.

Aquella confesión pareció sacarla de un trance.

—¿Me amas? —le preguntó con la misma expresión limpia de antes.

—Sí, lo hago. Y tú sabes que es cierto.

Ella lo inspeccionó sin disimulo, tratando de medir que tan real era esa aseveración.

Brevemente vio la felicidad propagarse por todo su semblante, era obvio que le creía; luego su expresión se anegó de tristeza.

—¿Entonces por qué hiciste todo esto? ¿Cómo pudiste mentirme de esa manera?

Existía recriminación en aquellas preguntas, desde luego que ésta no se comparaba al dolor y a la incertidumbre que también las conformaban. El joven suspiró con cansancio, ni se molestó en ocultar la gran torre de culpa que sentía por haberle ocultado la verdad.

Tenía que ser cuidadoso para no romper su contrato con Lisztberth, de forma que eligió con cuidado sus palabras.

—Te lo explicaré luego, cariño. Te diré toda la verdad —al menos la que sí podía decirle, ella le permitió depositar un ligero beso, incluso cerró sus ojos cuando le acarició la barbilla, se quedó prendado por ella, hasta que recordó que había algo que debía terminar. No podía simplemente irse y perdonar a Takahiro—. Por ahora, quédate en este sitio, voy a darle su merecido a este malnacido.

No iba a dejar que ella estuviera en la madera fría del piso, además la chica lucía débil cosa que lo tenía muy preocupado. La tomó con sutileza y la llevó hasta la cama. No le agradó la idea de dejarla allí mucho tiempo, por lo que se dijo que tenía que darse prisa con el único asunto que lo detenía en ese lugar horrible.

—Volveré enseguida —le dijo, viéndola fijamente.

Takahiro seguía paralizado a mitad de la estancia. Eriol ya estaba a su altura, entonces con un movimiento de mano dejó que el sujeto volviera a moverse.

—¿Cómo diablos hiciste eso? —el hombre parecía aturdido.

La única respuesta a esa cuestión por parte de Eriol fue una sonrisa de suficiencia.

—Hay cosas que deberían preocuparte mucho más. ¿Y sabes por qué? —se río con burla fingida, ante el tono de indiferencia que rebosaba en aquella retórica pregunta—. Has cometido una lista de atrevimientos que no voy a perdonar: No sólo te atreviste a abusar de mi mujer, sino que también recurriste a la violencia y la golpeaste. La has aterrorizado y bien sabes que ella no se lo merece —enunció murmurando con los labios apretados, sin prestar atención a la palidez que adquiría el rostro de Takahiro—. Eres un ser que no merece el aire que respira y he decidido que no vivirás otro día más.

Takahiro le apuntó con un arma que temblaba en su mano. Eriol se sorprendió en un inicio y antes de decir cualquier cosa el sujeto apretó el gatillo.

El mago detuvo la bala con la mano a escasa distancia de su cuerpo, haciendo que ésta cayese al piso un momento después.

—¿Qué eres? —cuestionó el padrastro de Tomoyo con la voz plagada de verdadero pánico y escepticismo—. ¿Có… Có… Cómo hiciste eso? —titubeó.

—¿Que quién soy? —Eriol expandió la sonrisa fría—. Soy alguien que está muy cabreado porque tú, maldito infeliz, te atreviste a lastimar a la persona más importante para mí —la oscuridad seguía susurrando aquella amenaza—. Puedes pensar que soy tu verdugo o quien se encargará de acabar contigo. Verdaderamente, me da igual.

Takahiro retrocedió algunos pasos, mientras Eriol avanzaba acortando la distancia.

El hombre lucía despavorido y disparó todas las balas que le quedaban apuntando hacia Eriol, obteniendo el mismo resultado.

—¡Aléjate de mí! —gritó con ofuscación. Viendo en todas direcciones, percatándose que no tenía ninguna posibilidad de huir.

—Desearía que pudieses padecer el mismo miedo que provocaste en ella, pero es difícil de conseguir teniendo en cuenta todo lo que le has hecho —comentó Eriol, sin molestarse en ocultar su odio—. Si vas a pelear, prometo no usar mis poderes… por ahora.

Esa última frase pareció sacar al hombre de su trance. Takahiro arremetió contra Eriol con un puñetazo que no conectó porque el joven lo esquivó con agilidad, cuestión que aprovechó el mago para dar un golpe en el estómago de su oponente que había quedado sin defensa.

—Maldito hijo de perra, eres un puto monstruo —dijo, quejándose mientras recuperaba el aire y se arrastraba por el suelo, con el objetivo de poner distancia con Eriol.

El mago extendió una mueca espeluznante por su cara y caminó hasta su oponente, quedándose parado frente a él.

—Tal vez eso es precisamente lo que soy —concedió con calma—. ¿No vas a golpearme? —le preguntó inclinando la cabeza hacia un lado—. ¡Vamos!

Ese reto le dio la energía suficiente a Takahiro quien logró ponerse de pie, con más agilidad de la que se esperaría de alguien que estaba siendo claramente derrotado.

—No te burles, niño —exigió, observando la estancia y fijando la vista en la chica que espectaba toda esa gresca inmóvil.

Eriol también miró a Tomoyo, fueron pocos momentos para que el joven notara que algo pasaba con ella, era como si estuviese abstraída de lo que pasaba. Observaba lo que ocurría, pero no pestañaba, ni parecía realmente verlos pelear.

Iba a ir con Tomoyo para ver qué sucedía con ella, no obstante, los rápidos movimientos de su oponente lo distrajeron, comprendió antes que nadie los planes de ese maldito.

Takahiro se movió apresuradamente en dirección a la joven, estaba por alcanzarla cuando fue sacudido y cayó estrepitosamente en el suelo. Eriol había predicho los movimientos de su contrincante y se desplazó aceleradamente para conseguir golpearlo antes de que lograra llegar a Tomoyo.

—¡Nunca más intentes algo tan estúpido! —gritó Eriol, a la misma vez tomó al sujeto de la ropa y volvió a golpearlo—. No voy a permitir que lastimes a Tomoyo jamás. Así que concéntrate en pelear conmigo y déjala fuera de esto, imbécil.

—Te vas a arrepentir de esto, niño —aseguró con desprecio, escupiendo algo de sangre antes de ponerse en posición de ataque—. Un jovenzuelo como tú no podrá hacer feliz a Tomoyo, ella merece más.

—¿Más? ¿Y eso se supone que eres tú? ¿Más? Por favor —se burló Eriol—. No sé qué clase de moral te mueve para asegurar que tú, siendo el que más daño le ha hecho, serás quien le haga sentir esa felicidad. Tú no amas a Tomoyo, simplemente quieres poseerla.

—Tú nunca entenderías el amor que siento por Tomoyo.

Takahiro embistió contra Eriol, los forcejeos los llevaron a caer, quedando Eriol encima del desmadejado cuerpo de aquel individuo, consiguió inmovilizarlo y quedarse a horcajadas sobre el hombre, entonces le dio un puñetazo, y otro, y otro más. El mago continuaba golpeando con los puños el rostro cada vez más hinchado de Takahiro. La nariz del rufián comenzaba a sangrar, esto lejos de detener las acciones de Eriol parecía condimentar su ira, pues continuó pegando contra su cara sin descanso.

—Eriol, no vayas —escuchó como Tomoyo lo llamaba débilmente.

Fue toda una proeza oírla en medio de todo el frenesí de cólera que lo llenaba. Por fin podía tener en sus manos a ese tipejo. Y que lo perdonaran, pero estaba disfrutándolo, si tan sólo esos golpes pudiesen contrarrestar todo el mal que ese tipo había ejecutado.

—No vayas —susurró de nuevo más débil que antes.

El mago dejó de golpear a Takahiro que ya estaba desfallecido y con pocas dotes de conciencia.

Vio como ella intentó ir en su dirección poniéndose de pie, logrando un equilibrio endeble. La joven parecía estar asustada, verdaderamente alarmada. Y la vio avanzar erradamente en su dirección, sin coordinar sus movimientos bien. De pronto, la fuerza pareció abandonarla por completo y se desvaneció lentamente hasta caer.

Antes de que pudiera hacer algo por evitarlo, el transcurso del tiempo se volvió lento. Y no lo había convocado él. Su objetivo era ir a por Tomoyo, sin embargo, le fue imposible moverse.

Vio como muy cerca de Tomoyo se abrió una zanja que distorsionaba el espacio.

Un hombre joven apareció de ese lugar.

¿Quién era ese tipo?

El fulano ignoró por completo a Eriol y se agachó para tomar a Tomoyo entre sus brazos.

Eriol quería gritar, quería moverse sin lograr ninguna de las dos cosas.

Sentía que sus ojos se saldrían de sus cuencas al forzar tanto a su cuerpo para que pudiera romper el hechizo que lo tenía viviendo a otra escala temporal en su cuerpo, pues su mente comprendía perfectamente los sucesos.

Escuchaba un pitido en los oídos, y su cuerpo permanecía agarrotado tratando de deshacerse de esa magia, y lo único que estaba haciendo realmente era presenciar la manera en que ese tipo lograba levantar a Tomoyo y con cuidado despejaba el cabello que le cubría la cara.

Sólo cuando el hombre acarició el rostro de ella, fue que Eriol pudo quebrar esa magia poderosa. Corrió en esa dirección, sintiendo que con cada contracción muscular millones de agujas se clavaban en su carne. El dolor era espantoso.

—¡Déjala! —amenazó.

Dando un paso tras otro.

—Tendré que llevarme a esta señorita —le respondió sonriendo.

—¡Déjala! —volvió a decir, deteniéndose a pocos metros de ese tipo—. ¿Por qué quieres llevarte a Tomoyo? —el hombre le ofreció una sonrisa displicente y asió a Tomoyo más cerca de él, estableciendo lo poco que le importaban las demandas de Eriol—. ¡Qué la dejes, maldita sea! ¿Quién demonios eres?

—Nos volvemos a ver, mago descendiente.

Esa forma de hablar, ese apodo. No había ninguna duda para Eriol. Quien estaba frente a él no era otro que aquel ser oscuro que lo había derrotado antes.

—Lisztberth —rugió con rabia—. Exijo que bajes a Tomoyo…

El misterioso personaje soltó una punzante carcajada.

—Tú no estás en posición de exigirme nada, ¿hasta cuándo vas a comprender ese hecho?

—¡Prometiste que no le harías daño, ¿recuerdas?! —gritó Eriol desesperado—. Yo cumplí con mi parte del precio.

—No tengo quejas al respecto. Y tranquilo, tampoco voy a lastimarla —le dijo con calma—. Hiciste todo lo que quería y es por eso que hoy puedo llevarme a Yīngsù finalmente. La he estado esperando por siglos. Te lo agradezco.

Eriol sintió mucho frío al escuchar ese nombre de boca de aquel esquivo hechicero.

—Tú…, ¿conociste a Yīngsù?

La sonrisa que vivía en el rostro de Lisztberth, se apagó repentinamente.

—Mucho más que eso, maldito mago humano.

Eriol infructuosamente buscó en todos los nuevos recuerdos algo que conectara con Lisztberth, pero no pudo. No había nada en las vivencias de Clow que le diera a entender que sabía sobre este mago.

—¿Por qué dices que Tomoyo es aquella hada? —Eriol ya conjeturaba la respuesta, pero necesitaba una confirmación.

—Porque lo es —hizo un levantamiento con sus cejas—. Bueno, no estrictamente, pero esta chiquilla tiene la misma existencia que Yīngsù. Así que me la llevaré y me aseguraré de que todo salga bien esta vez.

—¿De qué demonios hablas?

Lisztberth lo ignoró y comenzó a elevarse. Un nuevo portal se abrió en el techo.

—No tengo tiempo para explicarte nada más, mago descendiente —respondió evadiendo sin dejarle de mirar—. Tenemos que marcharnos.

—¡No! —Eriol saltó mientras gritaba esa negación, qué ingenuidad de su parte creer que aquella solicitud sería escuchada y admitida.

El joven estaba tan cerca de poder alcanzarlos que estiró sus brazos, sin embargo, una brutal fuerza de gravedad afectó todo su cuerpo, provocando que se azotara contra la madera, que rechinó ante la caída violenta y aparatosa. Ni siquiera podía levantar su cabeza para observar como de nuevo perdía a Tomoyo, las lágrimas de rabia cayeron por sus mejillas. Le dolía todo el cuerpo, pero lo que más ardía en su interior era saberse impotente de nuevo, ¿por qué ese ser era tan maquiavélicamente fuerte?

«No te la lleves», gritaba en su mente y realizando un esfuerzo sobrehumano logró por fin levantar su cabeza y ver la silueta de Lisztberth que cargaba a Tomoyo, que ya llegaban al portal dimensional. Lisztberth soltó una risotada de triunfo.

—¡Shield!

—¡Raitei Shōrai!

Todo lo que pasó frente a los ojos de Eriol tardó en ser procesado y comprendido. Primero una gran barrera envolvió el cuerpo de Tomoyo conformando una esfera de color rosa y despojándola de Lisztberth, quien trató de tomarla una y otra vez, sin poder romper la protección que envolvía a la joven. El mago oscuro lució sorprendido y en el instante siguiente fue alcanzado por un rayo enorme que lo llevó a caer al suelo. Y en última instancia la fuerza exorbitante que tiraba el cuerpo de Eriol hacia abajo dejó de tener efecto, devolviéndole la capacidad de respirar sin ahogarse. Y de arrodillarse con esfuerzo hasta quedar sentado sobre sus piernas.

—¡Ve por Tomoyo, Eriol! ¡Nosotros vamos a detener a este sujeto! —gritó la conocida voz de Sakura.

Eriol dirigió su mirada pasmada hacia la chica, y ahí mismo vio como Li volvía a sacar otro de sus pergaminos amarillos que usaba años atrás en Tomoeda.

—¡Raitei Shōrai! —invocó de nuevo, dándole otra descarga al cuerpo de Lisztberth que continuaba en el suelo— Date prisa, Hiragizawa.

Un rápido vistazo le permitió observar que los dos jóvenes que fueron en su ayuda, eran escoltados por Kerberos y por Yue, más atrás, aún en el corredor, estaban RubyMoon y Adele, esta última sostenía a Spinel que ahora estaba en su forma falsa y, parecía estar dormido.

No tuvo mucho tiempo para pensar en Spinel. Ni en nada en especial.

—Mis ataques no harán efecto mucho tiempo más —informó Shaoran, viéndose cada vez más fatigado.

El joven no tuvo que ser presionado de nuevo, se puso de pie con pesadez ignorando que el cuerpo parecía querer desarmársele por las presiones y los daños ejercidos anteriormente. Corrió tan veloz como se lo permitieron sus lesiones.

La burbuja que mantenía a Tomoyo confinada, bajó hasta que la dejó en el suelo suavemente. Eriol ni siquiera lo pensó y se introdujo en ella, para acuclillarse a su lado y cargar la mitad del cuerpo de la chica que se mantenía en un estado inconsciente. Toco su cara y cuando notó que la respiración de la muchacha podía ser considerada como normal, experimentó como un peso enorme lo abandonaba, presión que obviamente no había notado debido a toda la preocupación que lo aquejaba.

—Tomoyo, cariño —la llamó con ligereza, intentando despertarla, la joven seguía sin reaccionar. La atrajo hacia sí, y susurró—: Tomoyo, despierta, por favor.

Intempestivamente un grito de furia hizo temblar toda la estructura de la casa, llevándose con esa onda expansiva las paredes de la habitación. Antes de que aquel poder pudiese alcanzar a Sakura o a Shaoran, ambos fueron protegidos por Kerberos y Yue, respectivamente, quienes expandieron sus alas para formar una barrera física contra esa fuerza; Aterrado, Eriol miró como RubyMoon se encargó de proteger a Adele, pero esta defensa no sirvió tanto como para impedir que ese poder descomunal no los afectara, provocando que todos fueran arrastrados unos cuantos metros. Menos Eriol, quien seguía siendo protegido por la carta del Escudo.

—¡Maldición! —rugió Lisztberth, poniéndose de pie con lentitud, exponiendo un aura que se agigantaba de furia y sed asesina— Estaba tan cerca —murmuró a media voz.

Un millar de cristales aparecieron sobre las cabezas de quienes aún se sostenían en la estructura semi destruida de la casa. Lisztberth ejecutó un movimiento en su mano y todas aquellas filosas piedras vidriosas adquirieron una velocidad impresionante.

De milagro, los aliados de Eriol las esquivaron: Shaoran invocó al Dios del viento para generar una barrera que sirvió para redirigir las estacas cristalinas en otras direcciones, preservando a Sakura y a sus guardianes. Por otro lado, RubyMoon voló a toda velocidad con Adele entre sus brazos, sin embargo, una de sus alas fue alcanzada por algunos cristales.

—¡RubyMoon! —Eriol se preocupó, al notar que la guardiana ponía una de sus rodillas en el suelo. Este sentimiento no pudo durar mucho más, pues fue la misma Nakuru quien rápidamente se incorporó, dando como respuesta un pulgar hacia arriba. La respiración de tranquilidad en Eriol fue intensa.

Cuando la mirada teñida de odio de Lisztberth conectó con Eriol, este presionó más contra sí mismo el cuerpo de la joven.

—No te vas a llevar a Tomoyo —le advirtió.

—Eres tan estúpido para comprenderlo —gritó—. Seré yo o serán otros, pero ella será arrancada de tu lado.

Eriol iba a preguntarle qué tanto estaba diciendo, entonces el joven notó un poco más atrás de Lisztberth, su vista quedó secuestrada en ese lugar, allí estaba Takahiro con decenas de cristales atravesándole el cuerpo. La mancha de sangre que se expandía por el suelo adquiría un mayor diámetro segundo a segundo.

Eriol pensó que disfrutaría viendo morir a ese tipo. Y no fue esa la sensación que lo inundó. No era tan buen mentiroso como para decirse a sí mismo que lamentaba su muerte, es más, en determinado momento creyó que tendría que deshacerse de él con sus propias manos, con todo el karma que eso sumara a su existencia. Y sin pretenderlo, era Lisztberth quien lo había hecho por él. Extrañamente le había quitado de sus manos la condena de cargar con un muerto en sus espaldas. Observó el cadáver de Kurosawa con ojos fríos, había tenido una muerte horrible, eso era indiscutible. Y todavía así, el joven inglés sentía que no había conocido el suficiente dolor como para sentirse satisfecho, como para que pagara mínimamente todo el daño que había ocasionado.

Se enfocó en la silueta de su contrincante, este era extremadamente más poderoso de todo lo que pudo haber sido Takahiro, entendía que su deber ahora era proteger a Tomoyo de este ser extraño, por eso tal vez esa tranquilidad que creyó que experimentaría cuando ese tal Takahiro falleciera no era lo que sentía.

«Púdrete en el noveno infierno, malnacido», le dirigió ese último pensamiento al inerte cuerpo. Dando por cerrado ese horrible capítulo en la vida de los dos.

De hecho, sintió que podría ponerse de pie con Tomoyo. Su cuerpo seguía maltrecho, y todavía así consiguió reunir la suficiente energía para lograrlo.

En ese momento Sakura y Shaoran se plantaron delante de Lisztberth, dando su espalda a Eriol. Sakura ataviada con su báculo rosa y Shaoran manteniendo su espada en posición de ataque.

—Kero, Yue, protejan a Eriol —ordenó Sakura, luego mirando a RubyMoon dijo—: Nakuru encárgate de la señorita Adele y de Spinel, ¿de acuerdo?

—Claro —respondió la guardiana.

Lisztberth bajó su mirada y comenzó a reír sarcásticamente. Como si la escena desencadenara un sentimiento oscuro e impulsivo y tratara de reprimirse para no estallar tal como lo hizo hace unos segundos.

—Lleva tus enredaderas de justicia —Sakura ejecutó su hechizo— ¡Wood! Apresa a ese sujeto—finalizó.

La carta tomó forma con la misión expresada, se dirigió contra Lisztberth que seguía riendo y mirando al suelo, temblando, conteniéndose. En unos cuantos momentos, las ramas tomaron forma, envolviéndose alrededor de todo el cuerpo del hechicero. Las ligas hechas de troncos y de hojas lo tenían por completo recluido.

—¡Kashin Shōrai! —atacó Shaoran esta vez, formando esferas de fuegos que luego dirigía a Lisztberth que seguía engrillado y recibía los ataques sin resistirse, sin defenderse. Es más, continuaba riendo como si hubiese perdido la cordura.

—Muy astuto, mago descendiente —admitió Lisztberth, cesando su risa repentinamente—. De forma que llamaste a la caballería —sonrió burlonamente en cuanto miró a Shaoran y a Sakura, el primero seguía atacando y la segunda lo retenía con evidente esfuerzo—. Créeme que esa sí que ha sido una jugada que no esperaba.

Lisztberth parecía ser inmune a los ataques del pequeño lobo, ya que su voz era clara y calmada, sin ápices de mostrar debilidad.

—Eriol, lleva a Tomoyo a un lugar seguro —demandó Shaoran, su ceño fruncido denotaba un temor muy bien escondido.

Luego el joven Li intercambió un preocupado mohín con Sakura, quien asintió en una conversación secreta que Eriol no comprendió.

Y antes de que Eriol pudiese expresar sus reparos ante la petición de su amigo, la joven japonesa lo interrumpió.

—Nosotros podemos encargarnos de retenerlo —aseguró Sakura, sonriéndole dulcemente en medio de la lucha—. No creo que podamos vencerlo ahora, pero lograremos huir, así que vete ahora sin mirar atrás.

La risotada cáustica y estridente de Lisztberth subió en decibeles y se difuminó por las ruinas en las que se había convertido la habitación.

—¿Y dónde supones que puedes llevarla para huir de mí? Podré encontrarla dónde sea.

—¡Úsalo de una buena vez! —gritó Adele que seguía siendo resguardada por RubyMoon—. Tienes mi permiso y mi bendición.

La mirada que alcanzó a cruzar con la anciana mujer fue el chute de convicción que requería.

Eriol extrajo del fondo del bolsillo secreto de su túnica mágica el mismo objeto que Adele le había entregado antes.

Se trataba de un cilindro dorado, en una de los extremos había un medallón que contenía una flor de amapola de color carmesí, formada por un sinfín de pequeñas piedras preciosas en una teselación perfecta, rodeada de varios símbolos que Eriol no sabía qué significaban, ni mucho menos de dónde procedían. Este medallón podía girarse de manera independiente del resto de la estructura, brillando en diferentes tonalidades.

Sin soltar a Tomoyo, se las ingenió para ejecutar los pasos que la anciana le había explicado: giró el medallón trescientos sesenta grados a la izquierda, luego medio giro más en la misma dirección, para finalizar con tres giros y medio hacia la derecha.

Escuchó un pequeño clic, antes de que el objeto comenzara a brillar y vibrar. El medallón se desprendió quedando en manos del mago, El resto del tubo dorado seguía aumentando su resplandor, levitó frente a él; luego, sintió que el piso temblaba tenuemente. El brillo se extendió como una supernova, Eriol fue incapaz de seguir observando, aquel destello fue tan intenso que lo dejó ciego por unos cuantos segundos.

—¡¿Qué jodidos cojones estás haciendo?! —el hombre alcanzó a oír esa pregunta algo desvirtuada que exhibió Lisztberth con rabia—. No puedes…

La segunda frase quedó cercenada por un silencio pesado.

Al abrir los ojos la atmósfera era diferente. Sólo estaba él, con Tomoyo a cuestas. Por delante se abría un portal que simulaba un fractal de Mandelbrot, se veía el movimiento infinito en su interior, dudoso dio un paso para ingresar allí.

«Esto te dará un escape si enfrentarlo no trae buenos resultados», le había dicho Adele.

«¿Dónde te lleva?», preguntó Eriol con el ceño fruncido, mientras observaba la pieza con detenimiento.

«Según la profecía te llevara a la frontera donde el principio se une con el fin», dijo ella levantando los hombros como si se explicara todo.

«¿Qué?», el joven interrogó a la anciana, no comprendiendo la frase que ya era especulativa.

«Deberás descubrir por ti mismo aquel significado y regresar. Más te vale regresar, Eriol».

El consejo de la anciana volvió a él como si fuese una advertencia.

—Sé que volveré —miró el cuerpo durmiente de Tomoyo—. Vamos a volver —aseguró antes de introducirse en el portal que se comprimió sobre sí mismo una vez que fue flanqueado.


N/A: Hago mi aparición desvergonzadamente tarde. Si esto fuese un teatro aceptaría de buena ganas los tomates y verduras. Han pasado muchas cosas en mi vida que me han impedido terminar este capítulo hasta anteayer, de hecho al concluirlo se lo comenté a la única persona que sabe que escribo, me dijo que si tuviese un editor seguro que tendría una hipertensión grave de tanta espera.

Hubo una revuelta social en mi país (Chile), donde el miedo de una dictadura, la violación a los derechos humanos sistematizados protagonizaron la mente de muchos. Las protestas, los gases lacrimógenos y mas de medio millar de ojos mutilados, llevaron a que mi última prioridad fuera escribir. Luego, a fines del año pasado, sufrí un atropello. No fue demasiado grave, pero me sentí vulnerable por algunas semanas, descontando la recuperación; una ya no es tan joven y volver a estar completamente bien costó mucho. Y para finalizar esto de la pandemia.

Ha sido una suerte de montaña rusa que cada vez se siente más peligrosa. Es trabajoso para mí, mantener los pensamientos negativos a raya. No caer en la desesperación y en la psicosis. Sí, a veces ando un poco paranoica.

Ahora que he descargado los principales motivos de tanto retraso, espero que comprendan que el compromiso de continuar siempre está en mi mente. Escribo porque me gusta y porque tengo una promesa implícita con uds. de terminar esta historia, no voy a dejarla a medias y espero ya recuperar un ritmo más acelerado de actualización.

Muchas gracias a todos los que me han escrito un review, un mensaje, eso siempre es un golpe de energía que me insta a continuar mejorando. Espero que este capítulo les haya agradado, es dedicado para cada uno de ustedes. Tengo recuerdos anclados de leer sus mensajes de ánimo, de solicitud de actualización, o de un simple "dar señales de vida" y el sentimiento que desencadenó siempre fue de calidez pura. Así que gracias, de nuevo.

Les dejo una gran intención de que se encuentren bien, que puedan tener la solvencia para quedarse en casa, hagan deporte en casa y cuiden su alimentación. Debemos cuidarnos, ahora más que nunca. Veremos si todos podremos contar esta historia.

Au revoir.


Respuesta a sus reviews del capítulo anterior:

Zarathustrax: Y sí, tenías razón, Tomoyo es un ser especial. Uno que no debía saber que lo era, por lo que el que lo sepa abre muchas aristas y también muchos problemas. Eriol y Tomoyo tendrán que rearmar un rompecabezas de los que conocen muy pocas piezas, espero que te sorprenda el papel que jugará Lisztberth en el momento adecuado. Amo a Spinel y dejé varias pistas sobre qué paso con el vínculo de él y Tomoyo, ¿se te ocurre qué pasó allí?. Gracias por escribir y leer mi historia.

Guest: Espero que ahora ya no haya dudas sobre quién era el que se quería llevar a Tomoyo.

Schammasch: Si la vez pasada tardé, ¿cómo podríamos catalogarlo ahora? O_o. Siento la tardanza, de verdad. Ahora comento el cuerpo de tu review: Estoy un poco flechada sobre la relación Tom-Spi, tengo una sorpresa preparada sobre ellos, porque encajaron perfectamente, supongo que tendrás algunas teorías al respecto de qué me traigo entre ellos. Lo de Sonomi es algo que pensé desde el comienzo, el argumento de la historia estaba pensado para que fuera Tomoyo la que acabara con la vida de Sonomi y a pesar de que los motivos para realizar tales acciones fueron inducidas por el amor y el respeto, Tomoyo nunca dejó de culparse, de ahí el sufrimiento que siempre la atacaba. Y también el miedo que tenía de que Eriol lo supiera, de que cualquiera se enterara. Si se lo contó a Sakura fue porque en ese momento tocó fondo. Respecto a Takahiro, me di el gusto de que Eriol lo enfrentara, siento que antes de morir tenía que sufrir un poco, quizás como una instancia de justicia bruta, cosa que la vida no ofrece en general, ¿cuántos villanos viven y mueren sin jamás pagar un gramo de todo el daño que provocaron? Por eso quise que sufriera, que tuviese miedo, no lo sé. Y sí, tuviste razón, Tomoyo posee la misma existencia de alguien que fue muy poderoso, mayores detalles en el próximo capítulo. ¿Ella está embarazada? Ehhh, no quiero responder eso xD. Gracias por escribir, por la paciencia, por tus palabras tan lindas, siempre espero con ansias tus revisiones. De nuevo me disculpo y espero que ahora, que me encuentro en un estatus mental más estable, pueda traer pronto la actualización.

Absurd Minds: Sorpréndete ahora también, por favor. También amo la relación que se formó entre Tomoyo y Spinel y te aseguro que volverán a verse, el vínculo entre ellos será especial, te lo aseguro. Los dos protagonistas necesitan replegarse, descansar y superar los problemas y nutrirse de su relación para salir adelante. Espero que te hayas sentido servid con lo que pasó con Takahiro, también lo odio. ¿Tomoyo embarazada? Me reservaré esa información. Gracias por comentar, lamento demorar tanto.

Have A Nice Life: Espero que el sentimientos de felicidad se haya repetido esta vez con la actualización de este capítulo. Tenías razón, Tomoyo fue alguien muy poderoso, hace demasiado tiempo. Conoció a quien fue Eriol. La relación con Lisztberth es más compleja de lo que dejé entrever. Espero que te sorprenda cuando lo leas. Voy a insistir mi genuino amor por la relación Tom-Spi, fue muy importante en los momentos más oscuros de la jovencita. Y me gustaría haber profundizado más sobre ellos dos, veremos qué pasa allí. Varios lectores tienen la sospecha de que Tomoyo esté embarazada, pues no sé la respuesta xD. Gracias por tus palabras, por valorar mi trabajo y por seguir mis irregulares intervalos de actualización.

Pepsipez: Ahora que he vuelto a leer tu comentario para responderlo, no pude evitar sentir esa punzada de culpabilidad por estar escribiendo esto diez meses después. ¿Me creerías si te digo que castigarlos no fue jamás la intención de esta prolongada pausa? Ojalá que sí. De lleno a tu comentario, sabes lo mucho que me gusta tu forma de escribir y en los reviews siguen manteniendo ese sello un poco poético que me encanta. La forma en que describes lo vivido por Tomoyo es justo como lo imaginé cuando lo escribí. Llega un punto en que tanto dolor te paraliza y te hace un tanto resistente a cualquier otra sensación, lindando con la apatía de seguir viviendo y respirando sólo porque sí, porque hay que seguir, aunque no sepas la razón. Cuando Tomoyo deambulaba por las calles no sabía que Spinel iba con ella, por lo tanto, creía que estaba sola; por eso llama a Sakura, por eso le cuenta finalmente el peor de sus secretos. La culpa nunca se fue totalmente de ella, la mantenía dormida, pero nunca pudo eliminarla y tampoco creo que pueda, como bien lo expuse Eriol en alguna parte del presente capítulo. Hay cosas que los hijos no deberían vivir, como bien me expusiste en tu experiencia personal (gracias por eso), creo que el dolor le impidió a Sonomi pronosticar cuánto iba a resentir en Tomoyo haberle dado esa cruz. La simbiosis entre la culpa y el amor hacia su madre mantuvieron a la protagonista en pie durante demasiado tiempo y ese monstruo se iba fortaleciendo en las sombras, unido al miedo de que alguien supiera esa verdad. Desde luego que la relación forjada con Eriol le dio nuevos soportes, los que la mantuvieron mucho tiempo más, pero al notarlos arrancados, quedó sola. La conversación y los silencios que mantiene con Sakura fueron duros de escribir y re-escribir, nunca quedé conforme con cómo quedó; menos me pareció lo cabezota que resultó ser Tomoyo al irse así, dejando a la castaña más preocupada que nunca, es egoísta, no lo voy a negar. Esa suerte de querer enfrentar todos sus problemas sola, hace que me cabree bastante. Y a pesar de que la joven sabe que lo que hace está mal, no puedo pensar en que cualquiera de sus seres queridos vaya a ser lastimado a causa suya, de ahí creo que proviene esa actitud. Pasando a la relación de la chica con Spinel, es que no existe una palabra que pueda ser tan rica como para expresar lo mucho que he amado esa unión que surgió entre ellos. Escribir de ellos embriagándose fue conectarme mucho más con ese sentimiento. Spinel alejó las sombras que reclamaban a Tomoyo, fue lo suficientemente visionario para saber que ella no iba a lograrlo sola. Y sí, el encuentro con Lisztberth no era fortuito, de hecho, no le fue en lo absoluto. Las repercusiones de ese encuentro son más profundas de lo que se deja ver. Casi acertaste a la visión de Sakura, en realidad hablaba con Eriol, como ya pudiste leer. ¿Quién es Lisztberth? ¿Quién es Tomoyo? De la segunda ya se sabe más, del primero todavía no, ¿tú qué crees? Lamento tanta tardanza, espero seguir con el ritmo que llevo ahora y no hacerte esperar tanto más. Gracias por tu lectura, tus comentarios y tu preocupación, gracias de verdad.

Guest: La belleza a veces es triste. Gracias por comentar.

Nozomi: Amar de por sí es un sentimiento extraño y supongo que las personas responden distinto, sin embargo, en el caso de los protagonistas podremos ver que sí, que ellos van a arriesgar mucho con tal de poder vivir ese amor. No veo a Eriol o a Tomoyo resignándose a dejar ese sentimiento atrás. Tomoyo es producto de una reencarnación muchísimo más antigua, y poderosa también, como podrás ver en el próximo capítulo. Espero no tardar tanto esta vez, te aseguro que no será tanto como esta vez. Gracias por no dejar de escribir, de veras, Nozomi, tus mensajes, cada uno de ellos era un recordatorio de que debía seguir escribiendo.

Maru-chan04: Me agrada saber que la actualización anterior te sacó de todo el estrés que te provoca el cómo conduce tu hermano, he sufrido de cosas similares, no con mi hermano, sino que con un amigo que es un demente para conducir, por lo que te comprendo. Dicho esto, paso a tu comentario: Créeme que amo tanto el vínculo que se genero entre Tomoyo y Spinel que dejé varias pistas en el capítulo de cómo de importante es ese lazo entre ellos ahora. El embarazo de Tomoyo es algo que varios han presentido, lamento decir que aún no hay noticias sobre eso, por lo que seguirá siendo un misterio. Por un momento me detuve a pensar en la cara que pondría Eriol si resultara ser así jejeje creo que estaría muy impactado, emocionado, asustado, feliz. Ya sabes, esa clase de noticias generan un batiburrillo de emociones. ¿Te gustan las guerreras mágicas? A mí también, creo que es una serie infravalorada de CLAMP. Gracias por los ánimos, espero que la espera no hay matado tus ganas de continuar leyéndola.

Altair777: Sí, esta historia tiene ese efecto, la historia no es un desfile por un sendero rodeado de flores. Me ha alegrado tanto leer que tanto a uds como a mí nos encante la relación forjada entre Tomoyo y Spinel, sí esa conversación hubiese podido tomar un ribete muy importante y quizás les hubiese ahorrado muchos sufrimientos. El supuesto embarazo de Tomoyo ha causado muchas dudas, no adelantaré nada, así que llegado el momento lo leerás por ti mism . Hubo una pequeña, pero importante, aparición de Sakura y Shaoran, sí fue poco y quede con demasiadas ganas de que Sakura y Tomoyo pudiesen encontrarse nuevamente, ya veremos qué pasará en el siguiente. Y si no fue tan evidente, Eriol está dispuesto a todo por Tomoyo, por protegerla, porque permanezca a su lado.

Lin_Lu_Lo_Li: La primera parte del capítulo anterior fue muy difícil de escribir, estaba muy depresivo y temía que se volviera demasiado oscuro. Tomoyo se sentía muy sola, no sabía que Spinel iba con ella por lo que verdaderamente se sentía así de deprimida, y sentía que en cierta forma se lo merecía. Si llama a Sakura es por aferrarse a alguien que siempre la ha querido, todavía cuando le confiesa aquel pecado que ha venido cavando un hondo agujero en su ser, ese amor fraternal sortea la prueba y Sakura la apoya. Qué lindo que notaras lo del paraguas rosa, gracias. La aparición de Spinel es el cable a tierra para la chica, creo que si él no se hubiese ido en su equipaje, Tomoyo se hubiese perdido en su propia soledad. La fiesta entre ellos fue un momento de relajo que me hizo reír muchísimo, quizás porque he vivido estupideces similares. Ya más o menos se delata cuál es el tablero de todo este juego medio macabro. Mas detalles pronto. Mientras agradecer tu apoyo y paciencia para esta historia. Gracias por leerla.

Heyool: No fuiste la única que tuvo esa clase de pensamientos hacia el actuar de Tomoyo. El llamar a Sakura, confesarle finalmente aquel horrible pecado que la ha torturado por tanto tiempo y luego cortarle a la mitad de la llamada, sí, provoca ingresar a la historia y por lo menos zarandearla. Bueno, en este capítulo vimos todo el proceso de la pérdida desde las perspectiva de Eriol, todas las renuncias y luchas que tuvo que sufrir para llegar hasta ella. ¿Moonlight Sonata? No la he leído, sólo he escuchado las obras tanto la de Beethoven como Clair de Lune de Debussy, son de mis piezas favoritas. Así que verdaderamente no he tenido la oportunidad de la historia que me mencionas, la buscaré para mirar qué tal.

Kara: ¿Nueva lectora? Y me tardé tanto que quizás no vuelvas por aquí, espero sinceramente equivocarme. Gracias por tu comentario y no dejes de compartirme tu opinión de este capítulo.

Michelle: Hola, si te contara ahora dónde he estado metida… bueno no es una respuesta difícil si nos remitimos a los últimos dos meses, pues he estado en casa haciendo trabajo online. Esta vez me tarde como nunca, así que espero que sí sigas leyéndola y me des tu opinión de todo. ¡Uy! Respecto a los consejos que me das, los tomo muy en consideración, los comenté con un amigo escritor y me dijo que esa era una forma de proceder, tener todo muy bien planificado, así no se tarde tanto la obra. También me dijo que para él el escritor 'brújula' era su estilo preferido, él no sabe que yo escribo así que en realidad se dio como una conversación más bien casual, mientras pedaleábamos por un camino rural hace varios meses ya. Conmigo ocurre que nunca me termina de gustar por completo lo que escribo y sé que nunca es suficiente O_o. Sus sospechas, señorita, fueron ciertas. Tomoyo es una reencarnación y el papel de Lisztberth en toda la trama es… te lo diré pronto. Gracias por tus buenos deseos, sé que son de corazón, lo mismo deseo para ti y tu familia.

Mikhaela: Adoro que te guste la historia, eso me llena de calidez. Gracias. Tienes razón, Eriol llega con Tomoyo, pero aún no han aclarado las cosas como para asumir que ya se reconciliaron, eso queda a medio camino porque Eriol quiere ir a darle la tunda a Takahiro (Uy, lo odio). Es efectivo, todavía hay mucha tela qué cortar para que esto comience a desenredarse. Yo estoy contigo, muchos han gritado EMBARAZO, pero ella se había tomado una botella completa de vino, (qué horror, dicho con mucho cinismo) y había tenido un día muy cargado emocionalmente. Peeeero quién sabe. Un embarazo ahora sería más complicado que nunca, en medio de una batalla, huyendo de un ser que parece querer algo de la chica por su vida pasada. Gracias por escribir un comentario y leer esta historia.

Heyool: Tarde mucho, lo sé T.T

Nozomi: Llego más de ocho meses tarde, lo siento. Ya viste quién se llevó a Tommy

Camille B: Espero que también hayas disfrutado este paseo tormentoso más actual. En un inicio la relación entre Takahiro Y Tomoyo fue normal, creo que ella si lo quiso muchísimo, tal vez hasta lo amó, ese sentimiento quedó vetado cuando él se compromete con su madre. Desde ahí era más o menos lo esperable, la cosa se vuelve retorcida cuando él la abusa, cuando confiesa que siempre ha estado pendiente de ella, cuando la viola y después la amenaza para que ella supla a su madre, eso sí es ruin y sucio. Takahiro tiene una forma muy tóxica de amar, no sé si sabe discernir entre ese sentimiento y la obsesión. Ya leíste quién es Tomoyo, de quién es reencarnación; lo que no se sabe todavía es la conexión con Lisztberth. Lo siento por el exceso de drama, es difícil de manejar muchas veces. Agradezco tu lectura y comentarios.

Kara: Ya volví. Espero no tardar tanto esta vez.

Kosmos: Espero que me hayas leído ahora. Gracias por los ánimos.

Nozomi: No tengo perdón, no fue antes del 2020.

Guest: ¡Ahora hay novedad!

Lunaticat 'D: Me acuerdo muy bien que cuando recibí tu comentario y me llegó el correo de notificación. Estaba leyendo recostada en una toalla frente al mar. No me gusta la arena del mar, así que estaba allí a regañadientes, por lo que me dispuse a leer de inmediato este comentario y al ver que era tan largo sonreí como una tonta. Gracias por tomarte el tiempo de escribir algo tan completo. Pudiste leer la lenta construcción de la relación de lo protagonistas. Las renuncias y también los duelos que ha debido sobrellevar. Aunque sean de diferentes naturales, ellos dos perdieron a un ser que amaban con todo lo que eran. De ahí el factor común, de ahí ese lazo que se engruesa y los lleva a caer el uno por el otro. Concuerdo contigo sobre Eriol, con todo lo que me gusta este personaje, lo entregado que puede llegar a ser me encanta. A mí tampoco me gusta que en la versión oficial sea pareja de Kaho, pero es porque me gusta con Tomoyo, no sé, en mi mente terminan juntos. Fin. Lisztberth tiene mucho que aportar a la trama de la historia, y también a los próximos conflictos, ¿cómo reaccionará Tomoyo cuando se apodere de esos recuerdos de su anterior existencia? ¿Cuáles son los poderes que le traerá? ¿Cuáles desgracias? Hay mucho que se sigue entretejiendo sin que se puede hacer nada para frenar el aparente clímax de la historia. Adele es fantástica, me la imagino como una Helga anciana. Ruda y arisca casi todo el tiempo, pero con un corazón de oro. Puse algo de eso en el capítulo, espero que notaras lo importante que resultó ser la muy pilla. Amo a esa mujer, además sabe que Tomoyo es la felicidad de Eriol y no tuvo problemas en gritárselo en su propia cara. Me sentí muy honrada con tus palabras hacia el trabajo, incluyendo la estructura. Te confieso que a veces resulta un tedio escribir desde la perspectiva de determinado personaje, porque a veces las musas, justo ahí quieren escribir desde la otra vereda. Son peleas constantes conmigo misma. Así que gracias por decir que te gusta. Espero que en esta nueva actualización no te hayas decepcionada y esté a la altura de lo que esperabas, luego de tanta espera, ojalá mereciera la pena. Un abrazo.

Camille B: Gracias por todos tus buenos deseos. Pido que también regresen a ti y que la salud siga muy presente en ti y los tuyos. Gracias por el apoyo, aunque no lo creas sí es muy importante tu apoyo.

Nozomi: No la voy a abandonar. Lo prometo.

Guest: Sí, sí tarde, lo siento. Ojalá lo hayas disfrutado.