Como siempre les recuerdo que nada me pertenece, los personajes son de Stephanie Meyer y la hermosa historia es de ericastwilight, yo solo traduzco.
No podia fallar mi fiel compañera y Beta, Erica Castelo que siempre me ayuda para dejar mis traducciones más lindas :D ¡Gracias por los jalones de orejas!
The Red Coats Future Take
Diciembre 30, 2013
La víspera de Año Nuevo era la noche siguiente, pero Edward estaba deseando una tarde tranquila con Bella en unas cuantas horas. Con la Navidad detrás de ellos y su último caso resuelto, sería agradable solo descansar y no hacer nada.
El mes había sido lo bastante estresante.
"Será mejor que te vea mañana por la noche," lo amenazó Garrett.
"Voy a ir con Bella."
"Sí, pero conociéndolos llegarán tarde."
El ceño fruncido de Edward se volvió lentamente en una sonrisa. "No llegaremos muy tarde."
Alguien encendió la televisión mientras él terminaba algo de papeleo en su escritorio. Sin prestarle atención a las noticias, terminó tan rápido como fue posible. Revisando dos veces que todo estuviera en orden antes de irse por el día.
"¡No llegues tarde, Edward!"
Edward le dio a Garrett el saludo con un solo dedo y se marchó. De camino a casa, se detuvo a comprar algo que Bella necesitaba para la cena y un paquete de seis cervezas para él. Después de una ducha rápida, entró al departamento de ella y la encontró sirviendo algo de pollo a la parmesana, vestida con solo su delantal y nada más.
"Demonios sí," dijo él, frotando sus manos juntas. "Voy a comer primero el postre."
La risita de ella fue dulce e inocente, hasta que plantó su dulce trasero sobre la mesa. El gemido de él fue profundo mientras se quitaba su camiseta, listo para lo que sea que ella le lanzara.
"Puedo acostumbrarme a esto," murmuró, parándose entre sus muslos abiertos.
"Espero que no," susurró ella al bañar de besos lo largo de su mandíbula. "No me gustaría que te aburrieras."
"Nunca."
Horas más tarde, estaban sentados en el sofá. La pantalla plana estaba encendida mientras Bella le cambiaba de canal.
"Solo quiero ver esta historia," susurró ella, mientras los dedos de él jugaban con su cabello. Estaba sentada con su espalda contra su pecho, con una manta cubriéndolos a ambos.
"¿Cuándo vas a poner un anuncio en el periódico sobre el departamento?" El inquilino ya había entregado su llave y Bella indicó que necesitaba pocos arreglos.
Se encogió de hombros. "No hasta después de las fiestas," respondió ella. "No quiero preocuparme hasta entonces de mostrarlo y eso."
"Buena idea."
Él tenía una sugerencia, pero no estaba seguro si era demasiado pronto para eso. "Tal vez no deberías hacerlo."
Eso provocó que ella se quedara inmóvil, con su mano en el aire con el control remoto todavía apuntando al televisor. "¿Por qué?" Preguntó despacio.
"A los dos nos gusta aquí."
"Sí." Ella se volvió para mirarlo con las preguntas escritas en todo su rostro.
"Entre el estudio y nuestro piso, podría hacerse una linda casa con algo de planeación y construcción."
La comisura de la boca de ella se curveó antes de arrojar sus brazos alrededor de él. "Eres increíble."
Él exhaló bruscamente, los nervios que tenía antes desaparecieron. "¿Por qué?"
"Porque pensé en lo mismo," le susurró ella, besando su mejilla y echándose para atrás para mirarlo a los ojos. "De verdad estamos en la misma página."
Los dedos de él se curvearon en su cabello, atrayéndola para otro beso. Se detuvo justo antes de que su boca tocara la de ella. "La misma página, el mismo libro. Estoy dónde sea que tú estés, ángel."
Ella rebotó alegremente, su felicidad vibrando por su cuerpo. Su beso fue menos que gentil, pero algo llamó la atención de ella en la televisión.
"Oh, lo siento, había estado esperando escuchar de esto todo el día."
Él solo se rio entre dientes cuando ella subió el volumen y le dio a él su cerveza sin siquiera tener que preguntar. Realmente estaban en la misma página.
"¿Ángeles en rojo?" El presentador de noticias dijo, con una amplia sonrisa. "El espíritu navideño se ha extendido por todo el estado debido a inesperados actos de bondad de ángeles en rojo. Aquí está Michael Newton con la historia."
¿Ángeles en rojo? Edward pensó. ¿Qué demonios?
"Lo que comenzó como un simple acto de bondad de un extraño hace unos días, ha iniciado un movimiento que se ha propagado por el estado y ya ha llegado hasta Washington," dijo el reportero. "Yo mismo presencié un acto como ese, cuando un soldado, con una boina y una bufanda roja pagó por los comestibles de una joven madre con problemas para pagar la cuenta. Él no dijo nada más que un ángel en rojo también lo había ayudado a él."
Él caminó un poco, mostrando que estaba de pie frente a la cafetería que estaba a unas cuadras bajando por su calle. "Intrigado por el origen de esos actos de bondad de estos ángeles en rojo, lo rastreé hasta este negocio y esta extraordinaria joven."
"Oh Dios mío," susurró Bella cuando Bree sonrió con timidez bajo el fuerte resplandor de la luz de la cámara. A su lado estaba una mujer que se parecía a ella, abrazándola. Bree explicó cómo una pareja conocida como el señor y la señorita Navidad le ayudaron a comprarse un abrigo para mantenerse caliente. Sostenía la nota que Edward le había escrito.
Edward estaba atónito mientras seguía viendo.
Un mapa de la ciudad mostraba cómo el movimiento se extendió de Bree a muchos otros y se desplazó a un mapa más grande del estado.
"Soy Michael Newton," el reportero con brillantes ojos azules declaró mientras se ajustaba su recién adquirida bufanda roja. "Mientras las identidades del señor y la señorita Navidad locales sigue siendo un misterio gracias a los reservados vecinos, más ángeles están surgiendo en toda la nación. Reportando para las noticias de K-SEE 24—"
Bella apagó la televisión y retiró la cerveza que estaba prácticamente colgando de los dedos de Edward. Lentamente, se volvió para mirarlo solo para encontrar una enorme sonrisa en su rostro.
"¿Estás bien?" Le preguntó.
"No lo hice por recibir crédito."
Ella frotó su áspera mandíbula con su mano, rascando un poco. Algo que a él parecía gustarle. "Sé que no lo hiciste por eso."
"Hace un mes, nunca hubiera creído que algo así podía suceder." Él tomó su rostro entre sus manos. "Ahora, no parece tan difícil de creer."
Ella sonrió y besó sus labios. Por el resto de la noche, hablaron de amores pasados, del amor del presente y el tipo de amor que esperaban tener en el futuro. Edward no tenía duda que les duraría para toda la vida.
Hicieron el amor durante la noche, pasaron todo el día en la cama el siguiente día, solo para llegar muy tarde a la fiesta.
La única excusa de Edward para su compañero fue, "Bella luce muy bien en rojo para resistirme."
Día de San Valentín 2014
La construcción estaba en marcha, la mayoría de sus pertenencias estaban en el estudio mientras el equipo levantaba muros en la parte de abajo. La renovación duraría al menos seis meses, con una suite principal, dos recámaras más, una escalera al piso superior y una cocina de última generación.
Edward está parado frente al vendedor listo para matar al bastardo. "¿Qué quieres decir con que el anillo no está listo?"
Garrett se aclaró la garganta al sujetar el hombro de su compañero. "Lo que mi amigo está tratando de decir es, ¿cuándo estará listo?"
"Lo siento, pero no estará terminado esta noche."
"Oh, va a estarlo," Edward siseó y avanzó. Puso sus manos sobre el cristal del exhibidor, lanzándole al hombrecito una mirada fulminante. "No va a arruinar mis planes para esta noche por su incompetencia. Me dijeron que le anillo estaría listo ayer."
Desafortunadamente, Edward estaba ocupado persiguiendo a un sujeto armado, dos calles más allá y pasó el resto del día fichando al pendejo.
"Sí, señor," dijo el pequeño pedazo de mierda, pasando saliva con nerviosismo. "Hubo un problema cuando lo regresaron de repararlo. Le faltaba un diamante."
"Mande a alguien de regreso ahí para arreglarlo. No me importa si le cuesta más. Necesito ese anillo en dos horas. ¿Entendido?"
"Sí, señor."
Edward estrelló sus manos sobre el cristal, asustando lo suficiente al joyero como para que diera un salto hacia atrás. "Dos horas," siseó todavía mirándolo furioso. Garrett tuvo que sacarlo por la puerta. "Pendejo."
"Vamos, ya que todavía no puedes ir a casa," dijo Garrett, conduciendo a Edward hacia el deli. "Podemos almorzar algo."
"¿Qué estoy pensando?" Edward gimió, sus manos en seguida tirando de su cabello. "Esta es una puta señal."
"Es la señal que decidas ver," refunfuñó Garrett, rodando los ojos. "Después de todo lo que ha pasado desde que la conociste, ¿crees que esa es la señal? Decidiste que un problema con el anillo significa que no están destinados a estar juntos."
"Vete a la mierda, solo estoy nervioso."
"No tienes razón para estarlo," dijo Garrett, sacudiendo su cabeza. Ordenaron y lograron encontrar una mesa.
"Sé que no, pero últimamente hemos tenido una suerte de mierda," dijo Edward, encogiéndose de hombros. "La estúpida plomería no estaba funcionando esta mañana."
"Ay."
"Tampoco el calentador de agua." Edward limpió su boca con una servilleta y le echó un vistazo al teléfono para ver la hora. Tenía intenciones de estar en la joyería exactamente a la hora límite. "Conseguí que funcionara el agua, pero el calentador no."
"Doble ay."
Edward asintió. "Tuve que ver a Bella calentar agua en la estufa y darse un baño de esponja."
Garrett maldijo. "¿Cómo va a ser esa mierda mala suerte, hombre?"
Edward sonrió. "No dije que el asunto con la plomería fuera el problema," dijo, pero frunció el ceño. "Tú te presentaste dos minutos después para darme un aventón."
"Eso explica la mirada que me diste y tu acostumbrando mal humor de esta mañana."
Edward no dijo nada por un rato, comiendo distraídamente y pensando. Él no acostumbraba los gestos románticos. No los había necesitado desde su primera novia. Una propuesta de matrimonio debería ser especial, y una propuesta de matrimonio para Bella debería ser jodidamente inolvidable. No podía pensar en una forma de hacerlo.
"Edward," le dijo Garrett. "Solo sé tú mismo."
Edward asintió, exhalando despacio al darse cuenta que era lo que a Bella le gustaría de todos modos.
Bella tarareó mientras retocaba su lápiz labial. Edward llegaría en cualquier minuto. Su costumbre habitual de tomar una ducha antes de unirse a ella en el estudio, la única parte de la reconstrucción que tenía electricidad, le daría unos minutos extra para prepararse.
Había estado haciendo mandados todo el día. Otro proyecto a comisión tenía su mente dando vueltas con ideas. Al momento que llegó a casa, se puso a trabajar en la sorpresa de Edward para San Valentín. Ella no acostumbrara mucho celebrar el día, no había estado antes con alguien durante la celebración.
Su relación se movía a la velocidad del rayo de acuerdo a muchos, pero para ella y Edward era perfecto. Cuando discutieron la idea de vivir juntos, al siguiente día Edward llamó a un amigo arquitecto para elaborar los planos. Los tres departamentos de su piso combinados con su estudio casi cuadriplicaba los pies cuadrados. Él contrató a un equipo a menos de una semana de finalizadas las heliografías.
Él era un hombre de acción. Cuando decía que quería algo, hacía todo lo que podía para conseguirlo. Ella amaba eso de él. Se sonrojó cuando recordó cómo Edward dijo que llenarían con niños su nuevo hogar. Algo en la imagen de Edward sosteniendo a un pequeño bebé en sus brazos la volvía loca.
"¡Gah!" Gimió y se abanicó con la mano.
Cuando el hombre se dedicaba a un proyecto, hacía todo lo que podía para realizarlo. Ella no podía estar más feliz. Se miró al espejo, sus mejillas naturalmente sonrojadas por la excitación.
Las cosas habían estado marchando bien con ellos, aunque habían tenido algunos obstáculos. A él no le gustaba mucho todo eso del apodo del "señor Navidad" con el que su familia le gustaba tomarle el pelo, pero se estaba relajando un poco más cuando todos se reunían.
Tomaría tiempo para que se acostumbrara a su loca familia.
Se acomodó los senos debajo de su abrigo rojo, girándose de un lado y luego del otro para asegurarse que todo estuviera en orden. Los pendientes que brillaban con la luz la hicieron sonreír, como lo hizo el recuerdo de ello.
Desde que hizo la sugerencia desde la fiesta de Año Nuevo, él parecía oponerse enérgicamente. Ella quería esculpirlo pero necesitaba una foto de él desnudo o al menos un dibujo al carbón. Ella hubiese preferido un molde de yeso, pero él dijo que no. Ella hizo un puchero y suplicó, pero nada pareció funcionar. Después de un día o dos, dejó el tema por completo, pero el deseo de hacerlo permaneció con ella.
Él la sorprendió dos semanas antes con unos hermosos pendientes de rubí que alguna vez pertenecieron a su madre. Eran bellísimos, pero después que se los puso, él la llevó a su estudio y se desnudó. Ella estaba más que dispuesta para ese tipo de acción y empezó a hacer lo mismo.
Sin embargo, la detuvo y se aclaró la garganta, sus ojos en sus senos desnudos. "Por mucho que me gustaría observarte trabajar mientras estás desnuda, no voy a ser capaz de quedarme quieto si lo estás."
"¿Vas dejar que lo haga?" Le preguntó en voz baja, con mucho miedo de asustarlo.
Dio un paso hacia atrás gloriosamente desnudo, con los brazos extendidos. "Haz conmigo lo que desees."
Ella gimió ante el recuerdo todavía tan vívido en su mente. Posicionarlo mientras lo fotografiaba era bastante difícil, y ella hizo todo lo que pudo para conseguir que se relajara. No era precisamente fácil para él y se lo explicó detenidamente. Estaba dispuesto a que lo dibujara, y permaneció inmóvil durante la hora que le había tomado.
Fue cuando embarró yeso en sus abdominales que sus respiraciones se empezaron a acelerar. "Necesitas quedarte muy quieto si queremos que el molde quede bien." Él solo asintió, tragando al mismo tiempo que sus ojos deambulaban por cada centímetro de su cuerpo.
"¿Por cuánto tiempo?" Preguntó él. Su voz era baja y ronca.
"Veinte minutos." Afortunadamente, usó la costosa marca de secado rápido.
Él se lamió los labios. "Baila para mí, ángel."
Lo hizo. Fue una experiencia reveladora, ella nunca antes se sintió más sensual, y él amó cada segundo de ello. Para cuando lo tenía fuera del molde, ellos eran un manojo de nervios e hicieron el amor en el suelo.
Quería otra experiencia como esa muy pronto.
Con el anillo en su bolsillo, Edward le echó un vistazo a su apariencia en el espejo. Maldijo a su cabello, tratando sin éxito de aplanarlo un poco. La linterna LED era la única luz que tenía, pero lo suficientemente brillante para hacer el trabajo. La corbata que llevaba picaba y pensó que era demasiado por cuarta vez desde que se vistió, con otra maldición hizo desaparecer la corbata, abriendo dos botones. Enrollando sus mangas, agarró el ramo de flores que había comprado temprano.
Se sintió un poco estúpido, pero haría lo que fuera por recibir otra sonrisa de su ángel. Quería una vida llena de ellas. Era el momento de poner un anillo en su dedo, y decirle que lo quería todo con ella.
El equipo de construcción se fue más temprano de lo acostumbrado y estaba agradecido por ello. Tuvo que vestirse torpemente detrás de pantallas, y tampoco quería que arruinaran su tiempo con Bella.
"¿Bella?" La llamó, subiendo la escalera que había sido terminada esa mañana. Fue lo más costoso de la renovación. La puerta cerrada con llave en la cima de las escaleras lo sorprendió.
Ella sabía que estaba en casa. ¿Por qué la cerraría? Tocó la puerta, sin tener la llave de ese cerrojo en particular.
Tocó.
Ella entreabrió la puerta, una delgada ceja arqueada en interrogación. Como si no lo conociera. Sus ojos lo recorrieron, muy parecido a como él lo hizo cuando se conocieron. La expresión en su rostro era justo como la de él cuando vio su atuendo navideño y el abrigo rojo unos meses antes.
Él contuvo la sonrisa formándose en su rostro, deseando seguirle la corriente. Ella había dicho que le haría pagar por estrellarle la puerta en la cara.
"Feliz Día de San Valentín, señorita Swan," dijo él, levantando las flores que sostenía. Ella bufó irritada y cerró la puerta con fuerza.
Él esperó, recargado en el pasamanos. La espera no duró mucho tiempo. La puerta se abrió ligeramente, uno de sus ojos en él. Ella soltó una risita.
"¿Terminaste?" Preguntó. Él se abalanzó y la escuchó salir corriendo. Su risa parecía llenar la habitación, rebotando desde los altos techos abovedados. Dejó caer las flores sobre la mesa para correr tras ella. Permitió que la persiguiera, enriqueciendo su sangre y acelerando su paso. La atrapó junto al sofá, sus brazos envolviendo su cintura. Jadeando por la corrida corta pero veloz, se echaron a reír y se dejaron caer sobre el sofá.
"Hola, ángel," susurró él, pasando su boca a lo largo de su cuello. "Mm, hueles bien."
Ella gimió bajito y agarró sus hombros. "La cena estará lista pronto," murmuró, lloriqueando cuando sus dientes rasparon delicadamente su hombro.
"¿Qué tan pronto?" Preguntó él.
"Como en unos cuarenta y cinco minutos." Su respuesta pareció animarlo, sus manos se desplazaron a su trasero y la maniobró para que quedara a horcajadas en su regazo. Ella estaba tan distraída por su boca y sus manos que deambulaban, que sus planes para esta noche desaparecieron en una bruma de deseo mutuo.
El mordisco en su oreja hizo que recobrara el juicio, hasta que su talentosa lengua mitigó el ardor. "Echo de menos verte en tus abrigos rojos."
Era cierto, después de diciembre, ella los usaba solo unas cuantas veces. Quería que lo del "abrigo rojo" fuera especial para la temporada de fiestas.
"Joder, me encanta que lleves puesto el que te compré," murmuró, tirando de sus caderas con rudeza sobre su regazo.
Eso la hizo recordar, y con un asustado "Oh," se bajó de él tambaleándose. La expresión de completa sorpresa y un poco de horror la hizo soltar una risita.
"¿Qué demonios, Bella?"
Solo la llamaba por su nombre cuando estaba molesto, pero el suave puchero en sus labios indicaba que estaba más divertido.
"Me hiciste perder la concentración," lo acusó, poniéndose de pie y sacudiendo su bonito abrigo rojo. Se quedó frente a él, sosteniendo una mano en su pecho cuando trató de agarrarla de nuevo. "Detente."
Él hizo un puchero, lo que en Edward Cullen era irresistible. Sus manos cayeron a su regazo, y sus dedos se tensaron sobre sus muslos.
Ella no esperaba que su tarde iniciara de esta forma, pero debía haberlo sabido. El hombre no podía quitarle las manos encima siempre que usaba el color rojo. El instinto le dijo que siguiera con el plan.
Respiró profundamente y cuadró sus hombros, dándose la vuelta para darse un momento para controlar sus hormonas. Esa fue una tarea inútil, considerando que tenía el aroma de Edward en todo su cuerpo y todavía sentía el suave ardor de su ligera barba sobre su piel.
Ella deslizó su mano en su bolsillo donde estaba el control remoto y la música llenó la habitación. Desabotonó lentamente su abrigo, sus hombros bajaron lo suficiente para que la tela cayera. El calor subió a sus mejillas, un poco avergonzada por el show. Ella era el tipo de mujer que usaba camisetas en casa, pero quería algo especial para su hombre.
Edward se puso cómodo, observando con ávido interés el constante balaceo de sus caderas. La cadencia seguía el ritmo que vibraba por varios altavoces, y el del acelerado latido de su corazón.
Una parte de él quería poner fin a lo que sea que intentara hacer. La parte de él que quería ponerse sobre una rodilla y pedirle que se casara con él, pero otra parte quería ponerle un bozal por ahora. Sus manos picaban por arrancarle el abrigo que llevaba puesto y cualquier cosa que entorpecería su habilidad de probar cada centímetro de ella. Él no estaba acostumbrado a que ella iniciara el sexo salvo por esa vez que Garrett estaba en la puerta. Por lo general ella comprendía lo que él necesita en el momento que lo miraba.
Él siempre la deseaba, pero ella interpretaba su humor fácilmente. Sabía cuándo necesitaba que fuera suave y lento, y cuando él solo necesitaba estar dentro de ella desesperadamente. Si se diera la vuelta y viera su expresión ahora, vería una potente necesidad de ambas.
Los ojos de él la recorrieron, notando los zapatos de tacón de color negro y rojo en sus pequeños pies. Diminutos moños subían por medias negras cocidas… salvo que no eran costuras, sino palabras.
"Oh mierda," siseó, su cabeza inclinándose lo suficiente hacia un lado para leer. "El diablo disfrazado." La elegante letra subía por la parte de atrás de sus muslos, haciéndolo tragar, su boca terriblemente seca. Era algo de lo que a menudo la acusaba, y que ella siempre trataba de probar. Su risita lo tenía gimiendo, mientras sus ojos continuaban admirando su hermosa figura.
La cubierta de su abrigo realzaba sus hombros desnudos y delicados. "Cristo, mujer," gruñó e intentó agarrarla. Ella chilló sorprendida, alejando sus manos a manotazos. Él se rio entre dientes y lo intentó de nuevo, pero ella se alejó danzando de su alcance. Se giró, dejando caer el abrigo mientras se movía.
Él se atragantó con su siguiente aliento, el que le siguió fue una maldición en un murmullo. Vestida con un corsé rojo, adornado con delicado encaje negro, sus senos casi se derramaban, y él nuevamente intentó alcanzarla. Ella retrocedió.
"Te amo, ángel, pero si no vienes aquí ahora, voy a poner rojo ese trasero tuyo."
Ella gimió al mismo tiempo que su hermosa boca se frunció ligeramente en un besable puchero. Con una mano en su cadera, ella se giró otra vez, mostrándole su trasero y sacudiéndolo. "Te refieres a este trasero."
Eso fue todo.
Sin decir otra palabra, se abalanzó. El segundo siguiente, la tenía pegada a él, sus manos en su trasero, y su boca en su oído.
"Tenía planes para ti esta noche," le susurró, su voz baja y ronca.
"Yo también," ella jadeó cuando él mordió su hombro. Sus manos subieron al cabello de él, pero él fue rápido en alejarse. "¿A dónde vas?"
Él se dejó caer de rodillas, susurrando algo contra sus senos que ella no pudo escuchar. Necesitaba hacer algo antes de perder todos sus sentidos. Sus gemidos no estaban ayudando, pero él no pudo contenerse de probar su piel. Había una parte expuesta donde la orilla de su corsé se encontraba con la parte superior de su diminuta ropa interior. Sabía al cielo y el infierno, todo envuelto en una mujer hermosa.
"Mía," susurró, mojando con su lengua a lo largo de su piel expuesta. Los dedos de ella se curvearon en su cabello y él perdió el control. Todo pensamiento coherente desapareció de su mente, mientras otros los remplazaban. Necesitaba que ella probara sus labios, su lengua. Sus dedos encontraron las pincitas de su liguero, soltándolas rápidamente y quitándole su ropa interior. Su boca dejó humedad al probar todas sus partes rosadas.
Besó el interior de sus muslos, chupando y mordisqueando. Deleitándose mientras su nariz se introducía entre ellos. Ella gimió con fuerza, sus dedos ciñéndose a su cabello. Su boca estaba sobre ella el segundo siguiente, ganándose otro sonido prolongado. Ella se dejó llevar por el placer, sobreponiéndose del orgasmo en cuestión de minutos.
Ella pidió su boca, besándolo con su sabor todavía en su lengua. Gritó por más mientras forcejeaban para eliminar las barreras entre ellos. Ella murmuró su amor y su aliento cuando él se deslizó muy, pero muy dentro de ella.
"Te amo," susurró él en respuesta, gimiendo al sentirla todo a su alrededor. Estaba por todas partes, en lo más profundo de su maldita alma. "Joder, demasiado."
La cabeza de ella cayó hacia atrás contra la alfombra, sus ojos amplios al pronunciar su nombre entre su aliento. Él quería ver más de ella. Envolvió su cintura con sus manos y se movió, provocando que otro gemido saliera de entre sus dulces labios.
"Quiero verte montar," gimió al verla. Con su espalda contra el sofá, agarró sus caderas, ayudándola a moverse. Su mano libre bajo cada una de las copas de su corsé, la imagen lo guiaría a través de noches solitarias.
"No va a haber ninguna," murmuró ella, su cabello cayendo alrededor de sus rostros.
"No," él concordó con gusto. "Nunca más." Vio las lágrimas en los ojos de ella y las limpió. "Te amo, ángel." Ella susurró lo mismo una vez más al bajar, tomándolo más profundo. Él la sintió otra vez, tocando una parte de él que creyó muerta hace mucho tiempo.
Las palabras susurradas se convirtieron en fuertes respiraciones y gemidos. Sus caderas se movieron con más ímpetu, las manos de él la ayudaron a acabar. "Eso es," susurró el contra su suave boca enrojecida. Sus dedos se movieron entre sus muslos, resbaloso y húmedo, caliente y desesperado por sentir que se dejaba llevar. "Te sientes muy bien."
Ella gimió, "Edward." Sus caderas giraron justo cuando él cambió de ángulo con un empujón de las suyas. La siguiente respiración de ella fue un grito con su nombre. Gimiendo, él articuló su nombre contra su cuello, dejándose llevar abrazándola con fuerza.
Sus dedos bajaron a lo largo de su espalda por unos minutos mientras recuperaban el aliento. Un pitido del horno sirvió de recordatorio de cuánto se habían desviado del propósito de la noche. A ninguno de ellos pareció importarles, mientras ella servía la cena. Se alimentaron el uno al otro, ella sentada en su regazo, una de las manos de él en su espalda, curveándose de vez en cuando sobre su trasero.
"¿Crees que siempre será así?" Preguntó ella, lamiendo un poco de salsa de la comisura de la boca de él.
Él hizo lo mismo, sonriendo cuando se echó hacia atrás. "Siempre."
Ella sonrió, agarrando otro bocado de su plato, pero la mano de él lo detuvo. Él levantó la de ella hacia su boca, besando todas las puntas de sus dedos.
"¿Te casarías conmigo, hermosa?" Preguntó en voz baja. Como si él lo hubiese hecho aparecer de la nada, ella notó su dedo adornado con un bellísimo anillo. Su mente en blanco.
Él esperó pacientemente mientras una gama de emociones cruzó por su dulce rostro. Desde shock, hasta felicidad.
"Sí," dijo, asintiendo. Un rubor rosado inundó su rostro, cuello y su pecho.
"¿Qué pasa?" Preguntó él, preocupado.
"No vamos a poder entrar en detalles sobre la propuesta." Dijo con una risita y él se le unió, abrazándola a él. "Me encanta." Dijo ella tendiendo su mano para mirar su anillo. El rubí rojo rodeando por diamantes brillaba bajo la luz. Ella le sonrió con falsa modestia. "Admítelo. Te gusta verme en rojo."
No había forma de negarlo. Ella fue su punto brillante en su mundo negro, blanco y gris ese trascendental día cuando la vio por primera vez. Trató de resistirse, pero ella lo llamaba como ninguna otra.
Al ver la mirada en sus ojos, ella lo besó. Ese día ella estaba irresistible en su abrigo rojo, ahora, estaba en su anillo de compromiso de rubí. Cuando él le respondió el beso con la misma reverencia que ella, él se dio cuenta que estaba ansioso por verla flotar hacia el altar en blanco.
"Esta Navidad," murmuró él. "Quiero que nos casemos esta Navidad." Ella susurró que estaba de acuerdo mientras él se deslizaba de nuevo en su interior.
Navidad 2014
En su regazo, él abrazaba a Bella. Familia y amigos convivían y bailaban bajo la seguridad de la cálida carpa en su jardín. La ceremonia pasó sin ningún problema y solo unas cuantas lágrimas, la recepción todavía duraría horas.
La mano de él frotaba su estómago, la cálida tela suave bajo su palma. "¿Cuándo?" Preguntó él. Tuvo cuidado de mantener la conversación entre ellos. Ella lo había sorprendido con las noticias hace solo unos momentos.
Ella le dio una sonrisa brillante. "El Cuatro de Julio."
"¿Estás segura?" Dijo él, riendo entre dientes contra su hombro.
"Sip," dijo ella y tiró de su boca contra la suya.
"Las fiestas seguro van a ser memorables," dijo él, sonriendo bajo sus labios. Ella hizo un puchero, mordiendo el labio inferior de él.
"Siempre," bromeó. Él parecía tener un fuerte control de su deseo. Ella tenía que encontrar una forma de que lo perdiera. Una idea vino a su mente. Le susurró al oído, "No solo estoy usando algo viejo, algo prestado y algo azul," la mano de él sujetó su muslo sobre su vestido de novia con fuerza, "Sino que también estoy usando rojo."
"Joder," siseó él y se levantó con ella todavía en sus brazos. Tomados de la mano, él se apresuró entre familia y amigos, despidiéndose por la noche. La mamá de Bella lloró mientras les decía que se divirtieran en su luna de miel. Edward se estaba poniendo impaciente y un poco desesperado.
"¿A dónde van ustedes dos?" Preguntó Garrett, bloqueando su paso al interior del edificio. Edward estaba listo para atropellarlo.
"Trae rojo puesto," gruñó como si fuera una respuesta bastante significativa. Garrett retrocedió lentamente mientras Bella reía, no ayudando a la situación. "Ella es irresistible en rojo." Él la puso entre sus brazos, procediendo a subir las escaleras con intenciones de mostrarle exactamente cuánto.
El rojo es la kriptonita de nuestro Grinch jaajajajajajaja. Ahora sí, terminamos con esta historia. Muchas gracias por habernos acompañado y sobre todo, muchas gracias por hacernos sentir que el tiempo dedicado a esto vale la pena, y eso lo hacen cada vez que se toman unos segundos de su tiempo para agradecer por los capítulos o hablar entusiasmadas de la historia. No saben lo que sus palabras me hacen sentir, me alegro de poder alegrar un poco su vida con estas historia, y estoy segura que Erica siente lo mismo por su parte en ello. Ahora, no me enojo si me dejan un último review para contarle que les pareció el futurtake y por supuesto, para desearnos lo que nosotros les deseamos a ustedes, unas ¡FELICES FIESTAS! Que la pasen bien en compañía de familia y amigos, y sobre todo que reciban todo el amor y buenos deseos de parte de ellos y de nosotros desde la distancia. Sean felices y hagan felices a los suyos :)
Como siempre, les pido un gran favor, agradezcan a la maravillosa autora de esta historia por dar permiso para la traducción, por favor, no olviden hacerlo, incluso las lectoras silenciosas, si hasta ahora no se han animado a escribir nada, les pido que hagan una excepción y dejen un review para Erica, la autora, no mi beta jajaja. Afortunadamente ella habla español, así que expláyense todo lo que quieran. El link de la historia original está en mi perfil y estará en mi grupo como publicación marcada. Gracias de nuevo por acompañarme y nos leemos en mis otras traducciones ;)
