En algún lugar oculto…

-¿Ya está lo que pedí?. –ladró el jefe a cargo del proyecto. Un hombre grande, rudo con una voz grotesca, áspera y sin emociones.

-Sí señor. –respondió uno de los subordinados encargado de la logística. -La pieza final estará lista de tres a cinco días, traté de agilizarlos pero…

-No importa puede tardar lo que sea. –lo cortó el jefe. – Una semana, un mes, dos, tres que más da… De igual forma la tendremos en nuestra posesión. –Una sonrisa retorcida surcó su rostro. -¿Cómo va la segunda parte de muestro equipo?

-Por buen camino, la señora y sus hombres en cualquier momento estarán en nuestras instalaciones, ya tenemos todo preparado para recibirlos.

-Perfecto.

-Señor, estaba pensando. –dijo con un hilo de voz nerviosa. – Sus padres…

-¿Qué con ellos?. –su rostro se volvió más serio como si fuese posible.

-Deberíamos sacarles más información, aplicar más extorción, quizá hacerle lo mismo que le hicimos a…

-No te atrevas a mencionar su nombre. –dijo el jefe exasperado. –No en mi presencia esa mujer nos traicionó.

-Lo que le hicimos a la mujer que la engendró. Deberíamos aplicárselo alguno de los dos.

El hombre lo pensó, suspiró y negó.

-A ellos no los voy a tocar, todavía no. Los quiero vivos, porque quiero que ella presencie su muerte. –sonrió de forma malvada. –Les tengo preparada una sorpresita para cuando se reúnan. Y por favor recuerda ellos no son sus padres.

Antes de poder responder el otro hombre en la sala, escucharon la puerta abrirse de repente, ambos giraron en el momento que una mujer mayor con el mismo uniforme estilo militar negro que los demás entró.

-Disculpe señor. –se dirigió al jefe en tono neutro, ignorando la presencia del tipo de logística.

-¿A qué debo la interrupción?

-Debe venir en seguida a la sala de operaciones. –hizo una pausa. –Al fin lo encontramos y está vez no se nos va a volver a escapar.

El alivio se instaló en las entrañas del hombre a cargo. Tenía tantas ganas de reír, sí reír a costa de los demás. Nadie absolutamente nadie jugaba con ellos, eran mejores que los demás, que todas las organizaciones tontas del mundo, ellos tenían un propósito mayor, un propósito con todos esos seres extraños que habitaban en la tierra como intrusos. Ellos debían hacerse cargo, eran los mejores, metódicos, perfeccionistas y no se equivocan, sus objetivos se lograban sí o sí. No importaba cómo y si eso incluía eliminar a toda una raza.

Su meta era una sola: Cazar, utilizar y desechar lo que no sirve.

-Andando. –gruñó. Sintiéndose eufórico de que todo estuviera saliendo según lo planeado.

Se detuvo dos puertas antes de la sala de operaciones un murmulló débil vino de una de las celdas. Se asomó por las pequeñas rejas que habían en la puerta. Y sonrió maliciosamente al escuchar las palabras consoladores que salían del joven Ozera.

"Ignorante" pensó "Nada de lo que le decía a esa tonta se cumpliría"

Entre los barrotes de la cabina, el chico extendió un brazo tratando de llegar a la chiquilla que no dejaba de llorar.

Suspiró cansinamente y decidió interrumpir toda esa escena patética.

-Deja de llorar, princesa. –dijo con evidente sarcasmo. –Pronto todo terminará.

La chica al escucharlo se tensó y se alejó hasta pegar su espalda en la pared más alejada.

-Déjala en paz. –saltó la voz entrecortada del muchacho. Parecía estar drogado y bueno… prácticamente así era como lo mantenían, ya que era un peligro andante.

El jefe decidió que no valía la pena gastar la saliva con él, le pondría un poco más del coctelito para que lo mantuviera dormido y calladito.

-Pronto tendrás nueva compañía. –le comentó a la chica. –Y al fin podrás demostrar que sí eres útil. Tendrás tú oportunidad.

Ella se puso blanca como papel y se notaba claramente nerviosa. Abrió sus enormes ojos asustados, apretó los labios y luego soltó el aire.

-De…deberías matarme ya. –farfulló tragando el nudo que sentía en la garganta. –No voy a prestarme a tus juegos.

El jefe rió como si de verdad aquello le hiciera gracia.

-Con gusto lo haría princesa, pero aún no es el momento. Sin embargo, pronto, muy pronto las cosas cambiaran. –Y con eso se retiró, le encantaba la sensación de temor que dejaba en la gente, principalmente en aquellos jóvenes desdichados.

Abrió la puerta de la sala de operaciones de golpe.

El hombre frente a él estaba casi irreconocible, atado de manos y pies, jeringas salían de su cuerpo, conectado a un monitor y una asistente extraía varias botellitas de su preciada sangre.

-Bienvenido a casa. –se mofó el jefe en sus narices, el sujeto en la camilla, levantó sus ojos y los clavó en él. –Eres como el hijo prodigo, la única diferencia es que el volvió por cuenta propia y su padre lo recibió con los brazos abiertos. –suspiró como si de verdad sintiera algún remordimiento. – Para ti es un poco tarde cambiar de bando, por eso lo siento no puedo realizar una fiesta exclusiva para ti, pero creo que eso ya lo sabes, ¿cierto?.

Le mantuvo la mirada y no encontró en ella nada, parecía resignado a su destino, al parecer no iba a luchar, no se iba a enojar. ¿Acaso ya no iba a mostrar ninguna emoción?

-Te vez cansado y viejo. –siguió provocándolo. –Si no hubieras huido tal vez estuvieras mejor. –Hizo una pausa preparando las palabras venenosas que tenía en la punta de la lengua. –Quizá ella estuviera aún con vida. – el sujeto en la camilla, apretó la mandíbula, vio rojo, pero no dijo nada. Al fin una emoción, aunque una pequeña.

-¿Dónde lo encontraron?. –preguntó el jefe sin apartar la vista del sujeto.

-Señor en Texas. –respondió la mujer vestida de militar. El jefe alzó la cejas sorprendido de la noticia. –Estaba mal herido, lo encontramos en las afueras de una enorme propiedad alejada del centro. –Interesante. –Lo sedamos y lo trajimos en uno de los aviones privados.

-¿Qué hacías ahí?. –se dirigió al pobre hombre en la camilla, pero este solo levantó la barbilla y no emitió palabra. -¿Qué hacías? –gritó el jefe, agarrándolo por el cuello. El hombre emitió un quejido,

-No diré nada. –dijo con dificultad.

-No hace falta que hable señor, tenemos el informe detallado. –explicó la mujer repugnante. Le hizo señas a la joven asistente, para que entregara el folio con la investigación.

La chica no levantó la mirada. El jefe arrebató de las manos de la nerviosa joven los documentos y ella retrocedió instintivamente como si quisiera alejarse de algún arrebato del hombre. ¿Qué le pasaban a esos empleados jóvenes y débiles? ¿Acaso se arrepentían de lo que hacían? Tomó nota mental para revisar quienes estaban conformando sus filas, y luego despediría en el mejor de los casos a los que el corazón se les estaba ablandando.

Decidió en vez de leerlo él mismo, pedirle a la joven asistente que le explicara ella misma el caso. La pondría a prueba.

-Hable, señorita por favor. No tengo todo el día.

Ella tragó saliva, se recompuso y explicó lo mejor que pudo.

-Nuestras fuentes indicaron que la propiedad estaba a nombre de Randall Ivashkov. –Hizo una pausa, esperando la reacción del jefe, quien solo sonrió de esa forma temerosa. –El heredero de la propiedad es su hijo el joven Dimitri Belikov, sus datos personales son más difíciles de rastrear, pero no fueron imposibles tiene una empresa la Moroi Security Services junto con su primo, el padre de Adrián, Nathan Ivashkov también falleció la misma noche que Randall. – el jefe asintió consumido en sus pensamientos. –Su empresa pasa casi como la nuestra oculta y desapercibida.

-Algo más interesante.

Ella suspiró.

-Sí. –hizo una pausa, viendo por un instante al hombre tendido en la camilla, parecía como si quisiera disculparse por lo que iba a informar. –Nuestros hombres lo encontraron en su propiedad, activó las alarmas tanto las de ellos, como las nuestras y por su sistema de seguridad, fue imposible que traspasara la barrera, la conclusión es que buscaba refugió con ellos, pero lo detectamos antes. –Bajó los ojos al piso. –Además al parecer Dimitri Belikov es el mismo hombre con el que vieron a la chica la última vez en la persecución, tenemos fotos que lo prueban.

El jefe esbozó una enorme sonrisa, estaba a punto de saborear una pequeña parte de la victoria.

-Continua. –pidió. Quería terminar de escuchar lo que ya sabía que le dirían.

-Él… él la tiene, la ha estado protegiendo.

Sus ojos brillaron con malicia. Y se volvieron a enfocar en el pobre hombre de la camilla. Se acercó lo suficiente para que pudiera verlo.

-¿Sabes? Al final has sido de gran utilidad, sujeto 507, ya tenemos lo que necesitamos y todo eso gracias a ti.

-Nunca la vas a tener.

El jefe rió. Juntó sus talones y caminó fuera de la habitación, se paró a la par de un chico rubio, alto y delgado, le susurró varias directrices, que debía cumplir.

Antes de irse volvió a ver al hombre en aquella cama.

-Ya lo veremos. Pero igual te felicito, la encontraste tú por nosotros. Ojalá recuerdes eso. Que gran padre resultaste ser.


Rose se despertó de primero, a pesar de lo extraño de la noche, increíblemente había logrado dormir como no lo hacia en meses y bueno creía saber el motivo de que pudiera descansar tan bien.

Se giró despacio frunciendo la frente y luego suavizó la expresión al ver quién estaba a la par de ella. Dimitri al parecer se había quedado dormido en una posición muy incomoda y extraña. Encima tenía todavía la tableta, el móvil y el foco.

Sonrió al verlo y al rememorar la cena y el beso de la noche anterior. Con cuidado le puso la mano en la frente. Con el pulgar empezó a acariciarlo poquito a poco para relajarlo. Se veía como si estuviera librando una batalla en sueños.

A tientas, y aún con los ojos cerrados Dimitri le buscó la mano a modo de apoyo. Él se la estrechó y ella sintió cómo su calor le subía por el brazo y el pecho. Entonces, Rose se llevó su mano a la boca y la besó.

Lentamente abrió los ojos, al principio se sorprendió de haberse quedado dormido, pero al verla poco a poco se fue relajando.

-Buenos días. –le susurró ella, quería burlarse por haber caído rendido, pero como podía culparlo era comprensible que sucumbiera al cansancio. Él parecía leerle el pensamiento.

-Logré relajarme hasta que supe que todos estaban aquí. No creas que no estuve vigilando.

Ella rió.

-Yo no he dicho nada. –se defendió. –Me alegra que sigas aquí.

Él le sonrió.

-¿Cómo te sientes?. –preguntó acercándola a su pecho.

-Bastante descansada y…

A Dimitri se le ensombreció el rostro.

-¿Ahora? ¿Nos tienen que interrumpir precisamente ahora? Espero que sea porque la casa se ha incendiado.

Rose esbozó una sonrisa e intentó sentir el mismo enfado que él, pero estaba muy gracioso con esa cara enfurruñada típica de un niño al que le han negado su juguete favorito. Como no dejaban de llamar, Dimitri puso los pies en el suelo, se levantó y abrió la puerta.

-¿Qué sucede?. –preguntó en tono serio.

Rose se dio la vuelta, curiosa por ver quién los había interrumpido por la mañana tan temprano.

Frunció el ceño. O eso creía, que aún era la mañana. ¿Cuánto había dormido?. Se estremeció por ese frío que siempre la asaltaba después de un arrebato psíquico como el que tuvo ayer durante todo el día en la práctica y mientras se besaban. Los pelitos de la piel se le erizaron y recordó que se había sentido vigilada durante toda la noche. ¿Estarían hablando de qué activo las alarmas? De repente la cama se le antojaba fría y menos sin el calor corporal de Dimitri junto a ella.

Metió los pies un poco más adentro de la cama, en busca de un poquito del calor residual que habrían dejado sus piernas. Al principio no pudo ver quién había llamado a la puerta porque Dimitri ocupaba todo el umbral y hablaba en voz baja.

¿Lo harían para que ella no los escuchara? ¿Qué estaban diciendo?

Rose arrugó la frente, se sentó en la cama y alargó el cuello para ver mejor y tratar de escuchar. Fue entonces cuando logró identificar al intruso: Iván, solo que no estaba solo. Le acompañaba Adrián y Eddie.

Se mordió el labio ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaban los tres allí y con esas caras tan serias? Salvo Dimitri, cuyos ojos y rostro parecían impenetrables. Ni fruncía el ceño ni sonreía. Era indescifrable, salvo por su expresión visiblemente seria.

Inconscientemente se recostó entre las almohadas al sentir como le empezaba a dolor la sien, esto no era bueno y necesitaba calmarse y mostrarse normal para que Dimitri no le dejara todo el día allí en aquella habitación, buscó a tiendas las pastillas y las tragó sin ningún liquido. Arrugó la cara al sentir lo amargo bajar por la garganta, como no soportaba el sabor, se apresuró a entrar al baño se lavó los dientes, tomó un sorbito de agua y se aseo un poco.

Al salir lo primero que vio fue el rostro de Adrián frió y sin emoción. ¿Cómo podía ser? Solo cambiaba cuando estaba con su esposa o esta aparecía donde fuera que él estuviese. Entonces se ablandaba y se le iluminaban los ojos, un fulgor que parecía salirle de dentro. Rose sabía por ese cambio inmediato que adoraba a esta mujer y que sería capaz de todo por eliminar cualquier amenaza. Estaba claro que un hombre que se volviera indefenso en cuanto entraba su mujer, no podía ser tan malo. A su padre también le consideraban bastante despiadado, hasta frío y amenazador, pero, al igual que este, se transformaba con una simple sonrisa de su esposa.

Sabía que su padre era un buen hombre, a pesar de las apariencias, así que tal vez no estuviera siendo muy justa con Adrián.

Decidió meterse en la cama y esperar. Deseaba acercarse para escuchar, pero era hacer eso o calmar el dolor de cabeza. Se decidió por el segundo.

Dimitri estuvo hablando con los hombres un rato más. Al poco cerró la puerta y volvió a su lado con una expresión que a todas luces intentaba controlar. En lugar de meterse en la cama, que era lo que ella esperaba, se sentó al borde y le tendió la mano como si necesitara tocarla. O tal vez pensara que era ella quien necesitaría que la tocara después de contarle lo que había motivado esa visita de su primo y los demás a esas horas. Sacó la mano de debajo de las sábanas y cogió la de Dimitri. Él se la estrechó de inmediato y le dio un apretón tranquilizador.

-Quiero que me escuches y prestes atención. -dijo él con un tono comedido.

El corazón le dio un vuelco y esa breve irregularidad le cortó la respiración un instante.

Dimitri parecía estar en perfecta armonía con sus respuestas, con su lenguaje corporal y sus reacciones. Estaba en plena armonía con ella.

-Roza, esto podría ser algo bueno, pero no saques conclusiones antes de tiempo. Quiero que estés tranquila.

Bueno, entonces no era nada horrible. Podría soportarlo. Hizo un esfuerzo por calmarse y no apresurar a que le contara.

Al cabo de un rato, se acercó un poco más y le apretó la mano.

-Sydney ha accedido a ayudarnos hoy. Intentará establecer una conexión con tu padre o con tu madre, o con los dos si fuera posible.

Se le aceleró el pulso de la emoción y no del miedo. ¿Ya, tan rápido? ¿Hoy?

Tuvo que controlarse para no empezar a saltar en la cama como una niña pequeña.

-¿En serio?. -susurró, incapaz de mantener a raya la incredulidad. –Adrián aún está reacio, ¿cierto? Por eso tenía esa expresión?

Sonrió antes de responder su pregunta.

-Sydney puede hacer lo que quiera, piense lo que piense Adrián o los demás. Claro que le gustaría controlar todos los aspectos de su vida, y no porque sea dominante, que puede serlo, sino porque la quiere con locura y solo intenta protegerla. No puedo culparlo por eso. Ya sabes el por qué. -le dijo, serio.

»Y como Sydney no permite que Adrián la trate como un trapo y ejerza el control que quiere, le ha dicho que no va a esperar más, dice que lo mejor es hacerlo cuanto antes. Le rompe el corazón saber que has perdido a tu única familia. Sydney creció sin familia; nunca tuvo ninguna hasta que llegó a la nuestra. Ahora somos la suya así que se identifica con lo que sientes y quiere hacer todo lo que esté en sus manos para ayudar a localizar a tus padres.

-¿Ya está aquí?

Dimitri le apretó la mano.

-Sí, pero antes, necesitamos que hagas algo.

-Lo que sea. -prometió ella al momento.

-Sydney suele establecer una relación con la víctima al tocar un objeto del lugar del secuestro, aunque sea algo pequeño. A veces puede que sea algo insignificante o raro, incluso. Pero si el secuestrador ha tocado algo de la víctima o si se ha acercado lo suficiente, si ha dejado su huella, Sydney puede usarlo como vía.

Rose frunció el ceño.

-Y ahora viene el pero.

Él asintió.

-Nos encontramos en una disyuntiva. El problema es que no sabemos dónde desaparecieron tus padres. No tenemos punto de partida, pero Sydney cree que si se te ocurre algún objeto que fuera su favorito, algo que tocaran con frecuencia y que les dejara huella tanto mental como física, tal vez pueda abrir esa vía. Sin embargo, quiere que sepas que aunque lo intentará todo y agotará todas las posibilidades, no quiere que te hagas ilusiones por si luego no funciona y te llevas un buen chasco.

Rose ya le había dado rienda suelta a su mente, había dejado de escuchar a Dimitri y se concentraba en las posibilidades.

La chica se sintió mareada de repente.

¡Ay no! Esta vez si le faltaba el aire, y Dimitri se daría cuenta.

-¿Rose? ¿Qué pasa? Estás pálida.

-Pero si no estaba usando mis poderes, en serio. Solo estaba pensando y concentrándome para centrarme y buscar algo.

-Bueno, ya basta. Le diré a Sydney que necesitas descansar. Creo que ayer tuviste una especie de sobrecarga psíquica.

Rose se encogió de hombros como si no le importara. Y así era. Quería volver al tema de la ayuda de Sydney de recuperar a sus padres.

-Nada de descansos, ya no vamos a retrasar más esto, creo que lo que me hace falta es azúcar al cuerpo y arreglamos el problema.

-¿Tomaste las pastillas?

Asintió sin darle mayor importancia.

No obstante, en deferencia a la preocupación de Dimitri, intentó controlar sus pensamientos y evocar recuerdos y objetos que sus padres tocaran de forma habitual. Había demasiadas cosas, fotos y álbumes, pero nada que destacara especialmente.

Quería dar algo con lo que tuviera más probabilidades de rastrear el camino hasta sus padres. Y entonces se le ocurrió de la manera más natural. Era tan obvio que se reprendió por no haber caído antes.

-Ay, Dios mío –susurró-. ¡Claro!

-¿Qué? ¿Se te ha ocurrido algo?

-Mis cariñines.

La miró confundido.

-¿Tus cariñines?

Ella sonrió y volvió a evadirse al pensar en aquellos momentos vividos antaño. Aquel lugar sagrado que ocupaban sus cariñines, porque fue gracias a los peluches que sus padres descubrieron que tenía poderes. Aún los tenía, aunque cuando vivía en la casa familiar estaban en un lugar de honor en uno de los estantes del salón. Sus padres solían cogerlos y esbozar una sonrisa, sumidos en aquellos recuerdos de hacía tantos años.

-Eran mis peluches favoritos. Tenía nueve meses y ya era muy consciente de ellos. Me daban seguridad, aunque mi madre no me los dejaba en la cuna porque tenía miedo de que me ahogara. Al parecer no me hacía ninguna gracia y, ya de bebé, los hacía volar y me los metía en la cuna para cogerlos.

Dimitri sacudió la cabeza.

-Es increíble.

-Imagínate el susto que se llevaron mis padres. No tenía ni un año y tuvieron que aceptar que era distinta y, como tal, no podrían hacer vida normal, yo… yo de verdad haría lo que fuera. Eso no ha cambiado.

A él se le ensombreció el semblante y le apretó la mano con fuerza

-No vas a morir -le dijo y Rose vio un destello de vulnerabilidad en su mirada.

-No quiero morir -dijo suavemente para tranquilizarlo—. Tengo mucho por lo que vivir. Solo digo que si la situación llegara a ese extremo, y confío plenamente en que tanto tú como los del equipo evitaran que llegue a ese punto, la elección sería fácil. No tendría que convencerme a mí misma ni pensármelo dos veces.

-Mira, date cuenta de que ellos sienten lo mismo por ti. Imagina cómo se sentirían sabiendo que te has sacrificado para que ellos puedan vivir. ¿Crees que estarían agradecidos? ¿Crees que podrían vivir con eso en su conciencia? Una cosa así no se supera nunca, Rose. Los destrozaría.

Tras esa declaración tan apasionada, hizo una pausa larga y respiró profundamente un par de veces. Entonces la miró a los ojos.

-Y me destrozaría.

El corazón le dio un vuelco. Sentía que estallaría en muchos pedacitos. Rose le acarició el rostro y le sonrió. Por Dios este hombre le encantaba, tenía tantas ganas de decírselo, pero antes tenían una tarea que terminar, la más importante de su vida.

-Tenemos que ir a por los muñecos lo antes posible -dijo ella. Solo así tendría paz en todos los sentidos de su vida. -No quiero esperar ni un minuto más del necesario. Si Sydney quiere empezar ya y está preparada, no voy atrasarla más. Pregúntale si puede hacerlo en cuanto recuperemos los peluches.

-Bueno, bueno. –dijo él al tiempo que levantaba la mano.- ¿Recuperemos? En esta ecuación no estamos solo nosotros, hay que incluir a Iván, Celeste, Eddie, y a otros miembros de la MSS.

Ella frunció el ceño.

-Crees que sea buena idea que vayan tantos.

-Por supuesto Rose, solo así puedes ir.

-De acuerdo.

Él suspiró.

-¿Dónde están? ¿Están en la casa comprometida? Porque evidentemente la tendrán vigilada por si somos lo bastante tontos, y parece que lo somos, de volver al lugar del que casi te secuestran.

Ella sonrió.

-No están allí. Mi padre no se queda dos veces en la misma casa más de unos meses, así que las cosas que son importantes las llevo siempre conmigo. Tengo un apartamento, propiedad de mi padre, que no está a mi nombre. No se le puede relacionar con él tampoco porque está registrado a nombre de una empresa que no existe, aunque hay mucha documentación que confirma que es una compañía la mar de próspera. Dudo de que sepan nada de este piso y, en caso de que lo supieran, tendrían que haberme estado siguiendo durante mucho tiempo, porque nunca voy del trabajo a casa directamente. Sé bien cómo despistarlos y lo tengo tan inculcado por costumbre, gracias a mi padre, que nunca me desvío del plan.

Dimitri movió la cabeza y murmuró, pero no parecía sorprendido por las meticulosas medidas de seguridad que había ideado su padre.

-Bueno, ¿cuándo nos vamos? -preguntó ella con impaciencia.

Él suspiró y se pasó una mano por la cara en señal de frustración.

-En cuanto avise a los demás del cambio de planes, lo que con llevará un nivel de protección distinto porque no teníamos previsto que vinieras con nosotros. Me hubiera sentido mucho mejor si Sydney y tú se quedaran aquí para poder cerciorarnos de que estuvieran bien.

-De eso nada. –canturreó entusiasmada. –No voy a tener tarde de chicas cuando se está realizando una operación de rescate.

La cogió por los hombros y la miró fijamente: una tormenta de emoción se fraguaba en sus ojos.

-No lo entiendes. Mira, si fueras un cliente normal, no me afectaría la presión y sí, nuestro lema es cambiar, adaptarnos y superarnos a toda costa. Pero tú no eres un cliente cualquiera y ahí está el problema, porque si te pasara algo, no sería responsable de mis actos. Porque armaría la de Dios para recuperarte. Y si ocurriera lo impensable y te perdiera… -Se quedó callado un momento como si le hubiera embargado la emoción; era algo casi tangible que se alojaba en su garganta y le impedía articular esas ideas turbulentas y el pensamiento de que era posible que la perdiera. -No sabría lo que haría Rose, ¿lo entiendes?. Rompería al fin todas las reglas, todas.

Ella se le quedó mirando, estupefacta.

Dimitri de milagro no intentó ocultarle esos sentimientos. La tensión y la sinceridad emanaban a raudales como en oleadas que ella podía notar y hasta tocar. Le rozaban los oídos y le penetraban hasta el alma.

Sentía su afecto y eso era mucho más importante. Las palabras sin actos no tenían ningún sentido. Y todos sus actos, sus gestos y su lenguaje corporal no eran los de un hombre al que le llamara la atención una mujer sin más. Para él no era una mujer a quien considerara un ligue pasajero; o una simple clienta como había creído en un principio. Su corazón, su mente y su alma apostaban por ella.

Dimitri la correspondía. Era una emoción fuerte y no había lugar a dudas. Eran dos mitades de un todo incompleto, vacías y sin rumbo, que buscaban a esa otra parte con la que encajar a la perfección; dos mitades que por fin se fundían, sin fisuras ni costuras, ella lo notaba y lo creía, pero no hacía falta que lo dijera.

-Lo entiendo. –respondió Rose al fin, se acercó y le beso con tanto sentimiento. – Debemos rescatar a mis cariñines y luego podemos seguir resolviendo el resto. Un paso a la vez.


N/A

Hasta la próxima semana.

Saludos a todos!