Dedicado a : FiraLili GcMoonPurple PuniTaisho123 JiMiLiLu ImSweetPoison Yan_skyblue
Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen sino a Rumiko Takahashi.
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. -indica cambio de escena.
—Indica el pasado. –
—indica tiempo actual-
—"Indica diálogo de bestia interna".-
"Indica pensamientos"
永遠の愛, Eien no ai (amor eterno)
Capítulo 5
Hasta ahora un día común, Kagome caminaba de un lado al otro esperando por la llegada de sus padres. Los minutos pasaban y se percató que no lo hacían. Ya habían tardado demasiado y ella se estaba preocupando, no sabía qué hacer si salir corriendo en su búsqueda o esperarlos ahí.
— ¡Oye! Niña tonta ¿Qué haces?-Alguien desde la puerta la acababa de sacar de sus pensamientos.
— Idiota ¿Qué haces aquí? –respondió enojada.
— Vengo por ti, se trata de tus padres. – informó.
Ella al instante se quedó paralizada
— ¿Qué pasa con mis padres? -inquirió aún preocupada.
— Lo tendrás que ver por ti misma. –respondió seriamente.
— Yo no voy a ningún lado.-rezongo cruzándose de brazos realizando un puchero con su labio inferior.
El platinado no dijo nada, se aproximó a ella y la cargó cual costal de papas sobre su hombro y se la llevó. A pesar de protestar, él hizo caso omiso a ello y continuó con su caminó ignorando los constantes insultos propiciados de su boca y los pequeños golpes que se repetían en su espalda una y otra vez.
No tardaron en llegar hasta dónde se encontraban los padres de Kagome. Se podían apreciar a ambos sobre el suelo... acostados sin moverse.
Ella se alarmó. Sesshomaru la deposito en el suelo y ella corrió hacia sus padres. Un grito salió de su boca, ninguno se movía ni respiraba... ambos se hallaban muertos sobre el suelo. Claramente las lágrimas no tardaron en aparecer en los ojos de la joven, las gotas caían como torrente hasta aterrizar sobre los cuerpos inertes de sus padres.
— ¿Q-Qué pasó Sesshomaru? –preguntó entrecortadamente aún llorando.
—Yo los encontré en un prado aún más lejos de aquí, estaban completamente llenos de sangre y a unos cuantos metros había una aldea en llamas -. Formó una pausa. —Pregunté a un aldeano sobreviviente y me dijo que el causante de eso era alguien con sed de venganza, alguien que no podía dejar de matar, alguien muy cruel. — Kagome lo miró absorta tratando de asimilar sus palabras. — No me quiso describir cómo era ese sujeto, pero lo que sí me dijo fue que después alguien con piel de mandril le llamó y se fue.
—Mis padres están muertos Sesshomaru. - concluyó colocándose de pie con los puños cerrados a los costados de su cuerpo.
Seguidamente, miró al joven de cabellos plateados que la miraba con una expresión de angustia y preocupación por ella y no pudo evitar arrojarse sobre sus brazos. Descargando todo el dolor y sufrimiento que sentía en aquel instante por perder a sus padres. Estaba sola ahora, sin nadie.
—Ya no llores yo estaré aquí. - sus palabras sonaron gentiles al tiempo que la rodeaba con sus brazos y acariciaba su cabellera azabache con delicadeza.
—Nunca me abandones -rogó ella.
—Nunca. –prometió él atrayéndola más a su cuerpo.
De esa manera las horas pasaron sin que ninguno de los dos se moviera...
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Una semana después del incidente, Sesshomaru se había mudado a la aldea con autorización de su padre. Ambos se habían convertido en grandes amigos, mucho más de lo que ya eran. La convivencia constante, las situaciones en común y las miradas lascivas entre ambos solo confirmaron lo que ya se habían dicho, ambos mantenían una distancia extraña al saber su extraña relación.
Kagome vivía sola en su cabaña junto a su hermano menor él cual ignoraba lo que había sucedido con sus padres. Ante su corta edad no deseaba crear un mal recuerdo que lo invadiera. Sería un impacto muy fuerte para el pequeño, que ella intentaba retrasar. Esperaría el momento adecuado para decirle la verdad al respecto a sus padres.
— ¡Kagome! - clamó una voz desde afuera de la cabaña.
— Pasa Sesshomaru. -dijo ella con una sonrisa en su rostro.
En el instante en que ingresó a su casa, Kagome se percató de los constantes jalones que le realizaba su hermano pequeño hacia el moko moko del joven de ojos dorados.
— Dile a este niño que deje de tocarme.- exigió disgustado al tiempo que bajaba al pequeño de sus hombros.
Ella no pudo contener la risa ante la actitud infantil del muchacho.
— No te burles mujer. –reclamó enfadado al tiempo en que se cruzaba de brazos.
— Lo siento. - se disculpó mientras quitaba su hermano del moko moko de Sesshomaru. — ¿Cuántas veces te he dicho que el moko moko de Sesshomaru no se toca? -le regañó.
El pequeño realizó un puchero de disgustó, pero después de un momento bajó la mirada entristecido ante el regaño, más cuando Kagome le sonrió volvió a animarse.
— Kagome, mi padre quiere que vayas al "Castillo de la Luna" tiene asuntos importantes que hablar contigo -Informó el ambarino yendo directamente al grano.
— ¿El amo Tōuga quiere verme? - inquirió sorprendida.
— ¿Qué es lo que acabo de decir? –contestó sarcásticamente con otra pregunta un poco molesto.
— Perdón. –respondió ella en el mismo tonó despectivo.
— Vamos tenemos que llegar antes de que anochezca –ordenó.
— No seas tan apresurado, solo acomodo mis cosas y nos vamos. Gruñón.
— Hump - contestó él de forma altanera.
Diez minutos después Kagome andaba sobre la enorme cabeza peluda de Sesshomaru, ya era costumbre que viajara así en distancias largas. Ella disfrutaba ir rodeada de todo ese pelaje blanquecino donde podía deleitarse más cerca de su olor a pino y bosque; le encantaba, no lo podía negar.
A Sesshomaru le complacía de estar en aquella forma con ella, eran pocas las cosas que él disfrutaba, pero su proximidad era una de ellas. Esos momentos los añoraba al caer la noche. Sentir su tacto sobre su pelaje, solo lo tentaba a desear algo más pero tendría que esperar, aún recordaba aquel día en que Kagome había dicho que le quería como un hermano. Eso aun le hacía sentir inseguro pero no lo negaba. Él la amaba y se lo haría saber a su forma.
Media hora después llegaron a una aldea, o lo que quedaba de ella. Estaba quemada ¿Quién era el causante? Nadie lo sabía, no parecía haber ningún sobreviviente. Los jóvenes miraron los alrededores pero no encontraban nada hasta que un llanto se escuchó y ambos se alarmaron. Intercambiaron miradas y lo siguiente que hicieron fue correr en búsqueda del culpable de aquel ruido. La tierra aun chamuscada y ardiente yacía bajo sus pies, pero no les importo. Su interés era el mismo, encontrar al sobreviviente de aquel incendio.
Bajo un enorme árbol verde se encontraron a un pequeño bebé rodeado por dos cuerpos calcinados. Dedujeron que aquellas personas seguramente eran sus padres. El pequeño al verlos dejo de llorar y extendió sus manos hacia Kagome para que lo alzara, ella sonrío.
—Kagome deja a ese niño ahí. –ordenó Sesshomaru de mala gana al notar que la chica lo cargaba entre sus brazos.
—No ¿Qué no ves que se ha quedado huérfano? –argumento ella con amargura en la voz al recordar como ella también lo era.
—Vamos Kagome, no sabemos nada de él ni su nombre. –se defendió él intranquilo.
—Pues aquí tiene bordado "Shippo". - notando la ligera escritura en hilo dorado sobre la tela de la camisa del pequeño. —Yo digo que ese es su nombre.
— Hump, Anda mujer debemos irnos. –él ya no dijo nada con respecto.
No le agradaba que ella llevara en brazos a la criatura. Un bebé de quien sabe quién y no fuera de él.
¿Qué rayos le pasaba? ¿En que estaba pensando? sacudió su cabeza y se deshizo de esos pensamientos al tiempo en que comenzó a caminar más de prisa.
Contempló el cielo notando que pronto anochecería y tenía que encontrar una cueva cerca para descansar.
—Qué lindo bebé. –elogió ella al momento de alzarlo un poco más en el aire de forma juguetona.
—Ma...ma... mamá. –dijo el bebé con una enorme sonrisa en su rostro.
—Shippo, cariño –sonrió ella con sus ojos inundados de lágrimas. ¿Cómo es posible que él pequeño la crea su madre? Kagome no pudo evitar compadecerse ante la desgracia que había sufrido la criatura entre sus manos. La abrazó más contra sí.
—Kagome. – habló Sesshomaru -. Vamos a acampar en esa cueva.- señaló hacia su lado derecho. —Iré por madera para la fogata y unos cuantos peces. Ustedes esperen aquí. –salió corriendo sin esperar a que la azabache dijera algo.
Ella entró a la cueva detallando un poco el lugar, un par de minutos después encontró una superficie plana sin demasiada piedra donde se sentó en postura india. Ya estando allí, comenzó a jugar con el pequeño que acababa de integrarse a su familia, a partir de ese momento ella sería su madre. Lo había decidido.
Al mirar al pequeño entre sus brazos su mente no pudo evitar imaginar cómo sería el platinado con el papel de padre. Una expresión adornó su rostro al tiempo que sus mejillas se tiñeron de rosado, su sonrisa continuó haciéndose más y más grande conforme más pensaba en ese tema.
El joven de ojos dorados regresó a la cueva con la leña y el alimento que había ido a buscar. Se colocó de rodillas en un punto de la cueva con intenciones de encender la fogata. Miró de reojo a la joven al realizar la tarea, la encontró extraña ya que parecía que aun no notaba su presencia.
—Kagome. - llamó el chico al encender la fogata. —Kagome. –llamó una vez más para no obtener respuesta alguna de parte de la azabache. — ¡Kagome! - gritó pero aun así ella no le hacía caso.
Lo peor era que ella sonreía sin razón aparente. ¿Qué se estaría imaginando? Se preguntó con interés.
— ¡Kagome! - llamó por última vez pero ahora la meneó un poco.
—Oh, Sesshomaru has regresado. –dijo ella sonriéndole cálidamente como si no hubiera estado absorta hacia unos instantes.
—Tonta ¿Qué pensabas? - indagó con curiosidad ante la manera tan extraña de actuar de la chica.
—Nada –contestó ella de forma cortante. Al tiempo que viraba su atención al bebe entre sus brazos.
— ¿Nada? Si tenías una sonrisa de boba ¿Qué pensabas? O mejor dicho ¿En quién pensabas?- aquel comentario sonó un tanto brusco, pero no pudo evitarlo. Cuando él sentía celos solía perder el control de sus palabras.
—No te diré, no es algo que te interese. - respondió ante su actitud molesta.
— ¡Hump! Haz lo que quieras, pero te recuerdo que estamos comprometidos. – y allí mencionó un grave error.
—No me importa si estamos comprometidos. -Mintió disgustada. —Yo... —titubeo un instante—, solo te quiero como a un hermano ¿recuerdas? – aquel comentario había sido hiriente con toda intención pero es que la había sacado de sus casillas con su actitud.
Eso le dolió mucho, tanto que un nudo se le formo en la garganta evitando que hablara bien. A él en cambio solo le trajo aquellos recuerdos que no podía olvidar... la primera vez que le dijo esas palabras hace algunos meses atrás.
Sin duda esa noche fue demasiado triste para ambos, cada uno durmió por su lado, lejos ella con su bebé en brazos y una enorme sonrisa en sus carnosos labios mientras que él prefirió quedarse cercas a la entrada, alerta.
¡Tada!
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Sayonara
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