Epílogo
Un garabato tras otro, ninguno parecía suficiente. Volvió a dibujar, el niño tomó el lápiz y se lo llevó a la boca. Se lo quitó una vez más y él lloró. Lo sostuvo en una rodilla meciéndolo mientras tarareaba una canción y dibujó con su otra mano algo más comprensible. Escribió unas ecuaciones a un lado y el niño se tranquilizó, lo miró de frente y le sonrió. El bebé se rio, se abrazó de su pecho. Estaba cansado y ella lo notó rápidamente. Se puso de pie y meció al niño entre sus brazos, y mientras deambulaba sin rumbo fijo por la habitación echó un vistazo por la ventana tras escuchar un quejido.
Vegeta estaba en el patio trasero en un encuentro de esgrima. Raditz los observaba desde de la comodidad de las bancas del jardín mientras fumaba un cigarrillo. Ella había pensado que desde que Vegeta le había vendido La Viuda Negra, él estaría más dedicado al negocio que a las amistades, pero contrariamente a lo que había creído, pasaba más tiempo que antes en la mansión. Bebía de su vaso sentado allí, casi recostado, con una pierna sobre la otra. Incluso ahora sí parecía un empresario, aunque se haya reusado a cortarse el cabello. Quizás el título de propiedad le había inflado el ego más de lo humanamente sano.
El contrincante de Vegeta cayó al suelo y se retiró la máscara. Raditz se rio del gesto de su hermano menor y Vegeta se giró a dejar su casco sobre la mesa. Ella no tenía idea de cuantas tardes pasaría Goku entrenando en diferentes disciplinas con Vegeta, ahora que era un noble podía participar en diferentes competencias y el muchacho quería estar preparado. Aunque eso le hacía preguntarse qué tan molesta estaría Milk por su ausencia en su propia casa.
Bulma caminó por la mansión y dejó a Trunks en su cuna. Tomó el libro que permanecía sobre su buró y se sentó en la silla mecedora que tenía a un rincón a retomar la lectura. Tights había publicado su novela hacía muy poco y el final de su historia había dejado en total evidencia que Vegeta y ella eran la pareja principal. Y aunque Vegeta había puesto el grito en el cielo al enterarse y que se negó rotundamente a leerlo, el resto del pueblo pareció notablemente más interesado en mantener una cordial relación con la pareja. Eso, sin mencionar el jugoso porcentaje que habían recibido ambos por las ventas del libro.
Para cuando terminó de leer escuchó a Nathalie llamando a la puerta, la cena familiar pronto estaría lista, como cada semana. Bulma se preparó y vio a Vegeta entrando casi a regañadientes a la ducha. Cuando ambos estuvieron listos y el niño se despertó de su siesta, bajaron al primer piso y pocos minutos después arribaron el Conde Tarble y la Condesa Gure. Finalmente, Trunks había nacido pocos días después del cumpleaños de su padre, por lo que él no había podido dar cumplimiento a la fastidiosa cláusula del testamento de su padre. Y ya que Nappa había sido enjuiciado por el intento de asesinato de Vegeta, no resultó elegible para el título nobiliario. Semanas después la Corona había enviado una misiva dirigida a Tarble y, aunque era el que menos deseaba la responsabilidad, terminó aceptando el título que le habían otorgado.
La famosa autora llegó poco después con su extraño editor y para sorpresa de Bulma, Raditz, Goku y Milk también habían llegado. Ella se giró extrañada a su esposo al verlos llegar.
—Perdí una apuesta —respondió fastidiado y ella se rio.
Todos se sentaron en torno a la mesa y adaptaron una pequeña silla para integrante más joven de la familia. Bulma, Tights y Milk allí junto al pequeño Gohan que no dejaba de llorar en el regazo de su madre. Gure y Tarble en la otra punta de la mesa y Goku y Raditz a la izquierda de Vegeta, con el en la cabecera.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste tantos nobles en tu casa, Vegeta? —se rio Raditz mientras bebía vino blanco.
Por supuesto, él ahora era un Duque. El título de Bulma no tardó mucho en llegar después de toda la tragedia que habían pasado. Vegeta miró a su Duquesa, alimentando a su joven hijo a su lado y bajo la mesa acarició su rodilla. La mano de Bulma no tardó en encontrar la suya para darle un cálido apretón.
La última vez que había tenido tantos nobles en su casa… Recordó.
El caso de Zamasu había quedado cerrado y aunque su cuerpo no pudo ser recuperado de aquel incendio que terminó durando un par de días, las autoridades lo dieron por muerto. Y aun muerto la Corona no podía permitirse tal bochorno y le removieron el título de Vizconde. La opinión pública no tardó en acusarlo de haber sido el autor de la muerte de Black. Había conspirado con Nappa para asesinar a un Conde, había secuestrado una joven Duquesa embarazada e intentado asesinarlo. Sin embargo, la presunta sodomía parecía el cargo más escandaloso de todos.
Todo había terminado bien, el escándalo del secuestro no hizo más que generar más atención a su familia y en consecuencia a la empresa que habían fundado. Bulma había cumplido. Todos se habían vuelto asquerosamente ricos.
Y aunque por momentos el fantasma de Zamasu lo perseguía, no había forma de que hubiera podido escapar de aquel horroroso incendio que él mismo había creado.
Intentando quitar esos recuerdos de su mente, Vegeta alzó su copa.
—Esta noche haremos un brindis —comenzó y los demás no tardaron en acompañarlo.
—¿Por nuestros cheques? —se rio Raditz.
—¡Por la comida! —dijo Goku.
—Ya no interrumpan —agregó Milk y el resto rieron.
Cuando las risas se disiparon, Vegeta se aclaró la garganta.
—Por Bulma, y por nuestro segundo hijo que está en camino.
