El celular de Candy marcaba las 4:00 de la mañana, cuando su fastidiosa alarma comenzó a sonar. A pesar de tener casi un año despertando diariamente a la misma hora, todavía le costaba mucho trabajo levantarse al primer timbre.
Con mucha torpeza, la joven de ojos verdes y cabello rubio, buscó el celular entre el montón de cosas que estaban regadas en el buró, con toda la mala intención de posponer su alarma 10 minutos más. Al momento de cogerlo, miró de reojo la pantalla del aparato y observó que tenía una notificación nueva.
"3 mensajes nuevos"
Fue lo primero que pudo leer al desbloquear el teléfono y por un instante pensó que se trataba de algún recado de su madre, o tal vez, de algunas palabras lindas de Albert, su novio en turno.
Para salir de dudas, Candy entró a la aplicación de WhatsApp, solo para darse cuenta de que no tenía registrado el número del remitente y no pudo evitar preguntarse quién había sido la persona que había intentado comunicarse con ella, a las dos de la mañana.
Después de meditarlo algunos segundos, la joven abrió los mensajes para salir de dudas.
"Candy, sé que me pediste que no volviera a buscarte, pero la verdad es que no he podido olvidarte"
"No sé si todavía lo recuerdes, pero hoy se cumplió un año desde la última vez que nos vimos, lo sé, porque fue el mismo día que cumplió años mi madre"
"Este es mi nuevo número, el otro lo perdí, además de que me tenías bloqueado. Por favor, no me ignores, me gustaría mucho retomar el contacto y tal vez, con el tiempo, volver a verte"
Candy miró rápidamente la fecha en su teléfono - "17 de marzo" - Decía el artefacto, e instantáneamente, su mente voló hacia un año atrás.
Ella recordó la fiesta sorpresa que Anthony le había organizado a su madre, con motivo de su cumpleaños; también recordó que a la mitad del festejo, él la había llevado al patio trasero de la casa para platicar de algo "urgente".
- Bebé, por favor perdóname, te juro que solo ocurrió una vez y no significó nada para mí. Yo estaba demasiado borracho y no sabía lo que hacía – Suplicaba Anthony, con los ojos cargados de lágrimas.
La joven de ojos verdes, sabía que por mucho que se esforzara, nunca podría olvidar la traición, ni el engaño de su novio. Él, en una estúpida fiesta, se había acostado con una compañera de trabajo y no conforme con eso, la había embarazado, tirando a la basura dos años de hermosa relación.
- Sí, te perdono, pero eso no significa que voy a seguir contigo, así que por favor no vuelvas a buscarme – Le dijo la rubia, antes de darse la vuelta y caminar hacia la puerta, sin siquiera despedirse.
Candy lloró amargamente durante todo el trayecto a su departamento, ella no podía creer que el malnacido de su novio la hubiera engañado con otra, después de todo el amor que juraba tenerle. La decepcionada muchacha le marcó a Stear, su mejor amigo, para verlo esa misma tarde. Ella necesitaba desahogarse con alguien, así que sin pensarlo dos veces, pasó por él a su casa y después se fueron a un bar, donde se tomaron una botella entera de tequila entre los dos.
- ¡Que buena peda me puse ese día! - Se dijo a sí misma y casi al instante soltó una sonora carcajada, tan solo de recordar todas las estupideces que los dos habían hecho y dicho en ese lugar.
De repente, Candy se sobresaltó al escuchar que tocaban la puerta de su cuarto, pero se tranquilizó al pensar que se trataba de Stear, ella estaba segura de que su ataque de risa lo había despertado.
- Adelante – Gritó ella y pocos segundos después, una cabeza con cabellos negros, ojos color café claro y lentes tipo hípster, se asomó por la puerta.
- Güera, ¿todavía sigues aquí? Son las 5:00 de la mañana y tú ni siquiera te has cambiado de ropa. ¿Qué no piensas ir a trabajar? – Le preguntó el joven, con un semblante de genuina preocupación.
Después del rompimiento con Anthony, Candy se había mudado al departamento de su mejor amigo. Ellos se habían conocido pocos días después de que ella hubiera llegado a la ciudad y él se había ganado rápidamente su confianza y sobretodo su cariño, en cuestión de pocos meses. Ambos jóvenes se habían vuelto inseparables, debido a su forma de ser tan parecida. Stear era una persona muy alegre que vivía de manera despreocupada y que siempre estaba dispuesto a ayudar a quien más lo necesitara.
- Recibí un mensaje de Tony, quiere que nos veamos – Le soltó la rubia, fingiendo indiferencia - ¿Puedes creer que ha pasado un año desde que terminamos? Ya ni siquiera lo recordaba – Ella le pasó su celular a Stear para que leyera los mensajes.
Aunque lo negaba, Candy tampoco había podido olvidar a su ex, después de todo, ella nunca había amado a ningún hombre, como lo había amado a él. En más de una ocasión, el solo hecho de recordar su nombre, había hecho que su corazón se estremeciera completamente.
- ¿Y piensas hacer? ¿Vas a volver a verlo? – Indagó Stear - Por ahí me dijeron que hace poco nació su hijo, además, también escuché que se había separado de Eliza. Al parecer esos dos nunca pudieron llevarse bien... Bueno, ¿quién podría llevarse bien con esa mujer? – Ahora fue el joven quien soltó una ruidosa risa.
- Para serte sincera, no creo aceptar la invitación de Anthony. Hace un año él tomó su camino y yo hice lo mismo, e independientemente de eso, sabes bien que estoy saliendo con Albert – Respondió Candy, mientras terminaba de vestirse para ir al trabajo.
- Es lo mejor – Le contestó el pelinegro y después le regresó su celular.
Una vez que Candy estuvo lista, salió del departamento, no sin antes darle un beso tronado al cachete de su mejor amigo. La joven corrió hasta la parada de autobús y por un momento pensó que no alcanzaría el transporte de personal, el cual pasaba diariamente a las 5:30 de la mañana. Ella se sintió aliviada al ver a sus compañeros del hotel, quienes también estaban esperando el camión, sentados en una banca.
La rubia solía dormirse durante todo el recorrido que el transporte hacía para llegar hasta el hotel. Pero ese día, su mente estaba mucho más despierta que de costumbre, tal pareciera que todos los recuerdos de Anthony habían decidido regresar al mismo tiempo a su cabeza.
Ella recordó el día en que lo conoció, había sido cuatro años atrás, cuando ella, una joven recién egresada de la carrera de gastronomía, acababa de llegar a Nueva York en busca de una oportunidad de trabajo. A sus 22 años, Candy estaba llena de sueños e ilusiones y tenía una sola meta en la vida, convertirse en una chef exitosa y reconocida.
Los recuerdos de su primer día de empleo se hicieron presentes en su mente.
- Señores, buenas tardes, les presentó a Candy, a partir de hoy ella va a trabajar con nosotros, así que les pido de favor que sean amables con ella – Les dijo el encargado de cocina, al resto de los cocineros.
Candy les sonrió a todos y al momento de observar a sus compañeros, se dio cuenta era la única mujer en esa cocina; Anthony, un muchacho bastante guapo, de ojos azules, cabello dorado y piel apiñonada, no dudó en acercarse, los ojos verdes de la bella cocinera, lo habían cautivado. Cerca de un año después, ellos ya eran novios y pasaban la mayor parte de su tiempo juntos, ambos se entendían tan bien en todos los aspectos, que parecía que habían nacido el uno para el otro.
- Si tan solo hubiera sabido cómo iba a terminar todo – murmuró Candy, para sus adentros.
La voz del chofer, avisándole que tenía que bajar, la hizo reaccionar y fue entonces que ella se dio cuenta de que se había quedado completamente absorta en sus pensamientos
- Vamos Candy, hoy será un excelente día – Se dijo a sí misma, mientras trataba de animarse un poco.
En un par de semanas más, Candy cumpliría un año trabajando en el hotel "Plaza". Ella había renunciado a su último trabajo para no tener que encontrarse con Anthony diariamente, ya que estaba consciente de que eso sería algo muy doloroso para los dos, además de que quería evitarse los chismes y las habladurías de sus compañeros.
La joven se había refugiado en su nuevo trabajo y durante el tiempo que llevaba laborando ahí, ella había recibido un ascenso y también el reconocimiento del "empleado del mes" del departamento de alimentos y bebidas.
La rubia era muy querida y admirada por sus compañeros, porque aunque las cosas anduvieran mal, ella siempre era amable con ellos y siempre tenía alguna palabra de aliento o una gran sonrisa en su rostro para ofrecerles.
- Srita. White, que bueno que llega, venga conmigo por favor – Le dijo el chef ejecutivo, cuando se topó con ella en el pasillo de la enorme cocina.
Ella rápidamente lo siguió y una vez que entraron a la oficina del chef, los dos se sentaron frente a frente.
– He observado su desempeño durante estos últimos meses y me he dado cuenta de que usted es una persona trabajadora, amable y muy responsable. Me tomé el atrevimiento de hablar con su encargado y los dos coincidimos en que ya está lista para un reto mayor en tu carrera.
Candy lo miró ansiosa.
- Srita. White, ¿le gustaría ser la encargada del restaurante en el turno de la noche? Estoy absolutamente seguro de que será capaz de hacer un buen trabajo – El chef, quien hasta ese momento había mantenido sus ojos fijos en ella, desvió la mirada hacia la única ventana de la oficina - No le voy a mentir, había pensado en otra persona para el puesto, su nombre es Terrence Grandchester, no sé si lo conozca, él es el cocinero principal de la noche. Terry es muy bueno en lo que hace, pero suele ser voluble y altanero, a veces hasta un poco grosero, no solo con sus compañeros, sino también con sus superiores, y la verdad es que no queremos arriesgarnos con él.
- Terry Grandchester, creo que si lo recuerdo - Pensó Candy.
La rubia se había topado con él hace tiempo, en la cámara de refrigeración. En esa ocasión, ella le había pedido que le ayudara a bajar una pesada caja de verduras que se encontraba en la parte superior del estante y él se había negado, argumentando que ella, como cocinera mujer, debía ser capaz de realizar las mismas actividades que un hombre.
Candy se dio cuenta de que él estaba borracho, lo cual no le sorprendió en absoluto, ya que el susodicho tenía fama de beber en el trabajo, además, también tenía fama de ser un mujeriego de lo peor. Y como si eso no fuera suficiente, se rumoraba que el mentado cocinero salía de fiesta casi todos los días y se acostaba con una mujer diferente cada noche. Si bien era cierto que Terry era sumamente guapo, Candy no lo consideraba atractivo en absoluto.
Después de meditarlo por unos segundos, Candy formuló su respuesta - Si, acepto el puesto - Contestó ella, ignorando que con esas simples palabras, su vida estaba a punto de cambiar drásticamente.