Hello corazones de chocolate.
Hoy os traigo un nuevo fic. Este será un YuuYu omegaverse, m-preg. La idea es hacer algo sweet&cute sin tanto drama, aunque a veces los personajes se me salen de las manos y uff... espero poder lograrlo. Así que espero que lo disfrutéis y os guste.
Disclaimer: Yuri! On Ice © Production MAPPA, dirigido por Sayo Yamamoto y escrito por Mitsuro Kubo. Todo lo que diverge del canon es mío y está hecho sin fin lucro. ¡Di no al plagio!
Across the Universe
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by Miss. Breakable Butterfly
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Capítulo 1: Lazo.
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.X.
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Sounds of laughter shades of life
Are ringing through my opened ears
Inciting and inviting me.
Limitless undying love
Which shines around me like a million suns
It calls me on and on across the universe.
Fragmento de la canción " Across the universe" de
The Beatles.
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.X.
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La medalla de oro era un peso agradable contra su pecho. El grito de la multitud, apenas era percibido.
Lo había logrado, les había mostrado al viejo calvo y el cerdo que él, era mucho mejor.
No importaba que aun no se hubiese presentado su estado y que todos le consideraran un beta con suerte. El les había ganado a cada uno de esos alfas. Había hecho la diferencia.
Sus ojos verdes buscaron los de Víctor y Yuuri. La sonrisa apenas contenida, sin embargo, su buen humor se esfumó cuando entrenador y pupilo, entraron a la pista de hielo. La música suave y los movimientos coordinados revolviéndole el estómago ante la rutina melosa de pareja. No era justo... esta era su noche, este era el día en que mostraba al mundo que no importaba si se era beta, omega o alfa, el trabajo duro y el esfuerzo hacían la diferencia.
Chasqueó la lengua y caminó directo hacía Otabek. Él les mostraría.
— Necesito tu ayuda —fue lo que dijo solo encontrar a su amigo. Sus ojos resplandeciendo con determinación.
Otabek tragó saliva y con un suspiro cansado se preparó para la "solicitud" —que en realidad era más una orden— de su amigo.
Yuri tendía a hacer las cosas sin pensar realmente cuando se sentía subestimado.
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Si había algo que Yuri odiaba, era el sistema que regia el mundo.
Un sistema arcaico y estúpido en el que se valoraban más el instinto y la fuerza bruta. Un mundo donde el ser un alfa, significaba estar en la cima y ser un omega... bueno, no era tan bueno como la sociedad quería creer.
Pese a que el período de tiempo en el que los omegas eran maltratados y oprimidos ya había terminado, aun el sistema los catalogaba como seres débiles que necesitaban ser protegidos y aunque nadie lo decía a viva voz, que solo son buenos para procrear y en todo caso en trabajos que no exigieran demasiado. Un omega seria un buen profesor, siempre y cuando solo se enfocara en dar clases a niños y jóvenes no presentados, o en todo caso a betas y otros omegas.
Pero no se puede esperar que un omega sea un deportista o un político, la presión no es para ellos.
La población mundial se supone que está dividida en tres grupos. Alfas, omegas y betas. De estos, el diecisiete por ciento son alfas, el dieciséis por ciento son omega y el sesenta y
siete por ciento restantes eran betas. Sin embargo, pese a que los betas eran una mayoría, todos los puestos importantes eran ocupados por alfas y la mayoría de los omegas se conformaba y concentraba llegando a determinado tiempo con encontrar una pareja para reproducirse como conejos. Los betas solo eran un punto medio entre los alfas y omegas, poseían una resistencia y una constitución más fuerte que los omegas, pero carecían del aplomo e instinto de líder que los alfas poseían.
Y aunque Yura en un principio no se preocupaba por las clasificaciones que dominaban el mundo, todo cambio cuando a la edad de trece fue el único no presentado de su clase.
Hasta ahora todo había indicado que sería un alfa. La manera esplendorosa en que se desempeñaba en la pista de hielo y la facilidad con que podía aprender las cosas, parecían indicar lo que sería. Sin contar claro, la tendencia que tenía a liderar y manejar las cosas según lo que creía más conveniente. Dando como resultado, que fuera admirado, no solo como patinador y nueva promesa para los niveles profesionales, sino que, también como un alfa, un guerrero, un comandante listo para dominar, un niño con las capacidades necesarias para triunfar en un ámbito académico y laboral más allá de la profesión que parece ya a elegido.
Sin embargo, aunque al principio todos a su alrededor desestimaron el asunto, no era la primera vez que alguien no se presentaba en la primera ronda de exámenes, después de todo, era entre los trece y catorce que se presentaban los cambios de clase y si pasado ese tiempo no lo hacían... se les era asignado la clase beta.
Pero el tiempo transcurrió y cuando no hubo cambio alguno, tuvo que hacerse a la idea de que sería un beta. Aunque se negó a realizarse el segundo examen, no había sentido alguno cuando para él, era evidente que no había sufrido los cambios típicos de un omega o un alfa, no necesitaba confirmación de que era un simple beta. Lo cual en esencia no era malo hasta que, comenzó a ver el desdén con la que sus compañeros de pista y escuela lo trataban.
Los murmullos y las burlas se hicieron algo diario. Un beta jamás lograría llegar a las finales o realizar algo significativo, entre más rápido asumiera su rol, más fácil le sería adaptarse. No importaba cuánto se esforzara o lo intentara, ¿cómo podría lograrlo? Si los mejores alfas a nivel mundial competían en los niveles más altos.
Sin embargo, el desestimaba sus comentarios, se encogía de hombros y les demostraba que aun sin dar el cien por ciento de su esfuerzo era mejor que todos esos jóvenes alfa que lo subestimaban.
Y por supuesto, su confianza era mayor porque Víctor, un patinador al que muchos admiraban y un alfa, le había ofrecido ser su entrenador.
Claro que después tuvo que arruinarlo cuando fue en busca de ese maldito Katsudon debilucho, dejándole a merced de los comentarios burlescos que le decían que eso siempre se había visto venir, después de todo, ¿por qué Víctor entrenaría a un beta sin esperanza? No importaba que hubiera ganado hasta ahora cada una de sus competencias, la liga junior no se comparaba en nada a la senior.
Pero ya no importaba, porque era por él, un simple beta, que las personas gritaban eufóricas después de su gala, era por él y su talento. Finalmente lo habían visto, más allá de la clase a la que pertenecía. Él había hecho historia.
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Así que, después de tan abrumadora competencia, una fiesta era necesaria, no solo para celebrar a los ganadores, sino que, para elevar el espíritu de aquellos que habían perdido.
Yuuri sonrío a la cámara un poco incómodo, Chris había aprovechado para posar su mano en su trasero y apretarlo.
Después del flash, puso distancia entre el suizo y él.
Suspirando de alivio cuando la atención de Chris se centro en Mila.
— Vamos a bailar Yuuri —pronunció Víctor en un susurro demasiado cerca de su oído. Sus mejillas se sonrojaron y se alejó negado con la cabeza.
Víctor hizo un mohín—. Vamos Yuuri... no seas aburrido.
Insistió, sus ojos azules resplandecían.
— Y-yo... —Yuuri pasó saliva. Cuando Víctor se ponía en uno de sus estados de animo caprichosos era muy difícil decirle que no.
— Deja de molestarlo anciano —pronunció con dureza Yurio, los ojos verdes los miraban con exasperación.
— No tienes que ser cruel Yurio —se quejó Víctor con un mohín. Él aun era un joven hombre vigoroso.
— Aquí estas... —Chris abrazó a Víctor por la espalda, cortando la frase ofensiva que Yura estaba por soltarle—. ¡Tengamos un concurso de bebidas!
Exclamó el suizo, los ojos de Víctor brillaron y se dejó arrastrar por su amigo.
— No creo que... —comenzó Yuuri, solo para callar abruptamente y palidecer cuando Chris lo miró.
— ¿Quieres unirte? —preguntó sugestivo el suizo y Yuuri negó con la cabeza.
— Vamos Katsudon —Yuri lo cogió de la mano antes de que Chris lo arrastrara también a su absurdo concurso—. Viejos borrachos.
Murmuró en voz baja y Yuuri tuvo que contener una sonrisa. Yurio había fruncido la nariz en un gesto definitivamente adorable.
Cuando estuvieron lo suficiente alejados del caos que Chris y Víctor pronto harían, Yuri se desplomó con cansancio en una silla.
Yuuri le miró con cierta preocupación, hasta ahora se había percatado de las mejillas sonrojadas y la respiración pesada que Yurio tenía. Además, unas tenues ojeras adornaban el rededor de sus ojos.
— ¿Estás bien? —Preguntó con genuina preocupación. Su mano descendiendo hasta la frente de Yura. Estaba demasiado caliente para ser normal.
Yuri chasqueó la lengua y alejó la mano de Katsuki de un manotazo. Aflojó su corbata y abrió los dos primeros botones de su camisa.
— No es nada —mintió. Se había comenzado a sentir extraño después de la final el día anterior, había asumido que era la adrenalina y la felicidad del momento, pero, su malestar solo había empeorado durante la noche. Sin embargo, no podía dejar de asistir a la fiesta de cierra, él había ganado la medalla de oro después de todo. En su lugar centró su atención en Katsuki—. Mejor dime, ¿cómo es que un alfa se las arregla para ser tan patéticamente susceptible, voluble y tan... manipulable?
Yuri casi sonrío cuando observó la manera en que los hombros de Katsuki se tensaron, un ceño posándose en sus características regularmente amables. Yuri se había dado cuenta que al Katsudon raramente le gustaba mencionar su clase. Le hacía sentir incomodo y lo ponía a la defensiva, era bastante divertido exasperarlo, sobre todo teniendo en cuenta su carácter horriblemente dulce y tolerante.
— Estas equivocando —pronunció, su tono más alto de lo normal—. Ser un alfa no solo se trata de ser dominante y posesivo. Claro que no espero que entiendas. Aun eres...
— ¿Por qué soy un beta? —Preguntó Yuri ofuscado. Cortando la explicación de Katsuki. Yuuri lo miró con los ojos amplios.
— N-no... eso no... —intentó negarlo, a veces olvidaba que Yurio era un beta, de hecho se había sorprendido tanto cuando lo había descubierto, sin embargo, no se trataba en absoluto de eso.
Yuri se puso de pie abruptamente.
— Sabés que... no me importa —le espetó. Estaba cansado de ser subestimado por algo que él no había podido controlar. El pararse tan rápido le causo un ligero mareo y tuvo que sostenerse de la silla. Su respiración se había vuelto aun más fuerte y todo parecía darle vueltas.
Yuuri se apresuró a estabilizarlo. La preocupación adornando cada uno de sus gestos.
— Deberías sentarte —murmuró. Olvidando por completo su incomoda conversación. Y sin ser consciente, había comenzado a producir un suave olor lleno de feromonas tranquilizantes. Yuri negó, respirando con fuerza, olía tan... agradable.
— M-me iré a mi habitación —pronunció, arreglándoselas para estabilizarse y caminar hacía la salida—. Has algo útil y avisa a Yakov o Lilia.
Espetó y se alejó tambaleante. Yuuri lo miró con nerviosismo dar cuatro pasos más antes de darle alcance. Realmente se veía mal. Le acompañaría hasta su habitación y luego regresaría a dar aviso. Asintió con determinación y lo cogió por la cintura, pasando uno de sus brazos a través de sus hombros.
— Vamos —pronunció antes de que Yurio protestará—. Así llegaremos más rápido.
Yuri se tragó la replica, realmente no se sentía bien, además, el Katsudon tenía un olor realmente agradable.
Discretamente se acercó más a él y olisqueó, ¿él siempre había olido así?
Intentó descifrar el olor sin embargo, su nariz pareció volverse ligeramente más sensible, pues ya no solo captaba el olor del Katsudon, otros olores comenzaron a mezclarse y aunque el olor de Katsuki predominaba, los otros también le abrumaban.
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Se tardaron solo cinco minutos en llegar a la habitación.
La fiebre solo parecía haber aumentado y Yuri había comenzado a divagar. Murmullos que Katsuki no alcanzaba a comprender y que solo le hacían sentirse más preocupado.
Cuando finalmente llegaron frente a la puerta. Yuuri enfrentó otro problema. No tenía la tarjeta de acceso a la mano y temía que Yuri cayera si aflojaba su agarre.
— ¿Dónde está la llave? —Preguntó, reajustando su agarre. Plisetsky parpadeó confundido, gimiendo cuando la mano de Katsuki rozó ligeramente la piel de su estómago.
— En el bolsillo interior de mi saco —murmuró, la cabeza comenzaba a darle vueltas y solo quería... quería...
— Listo —pronunció victorioso Yuuri. Había logrado abrir la puerta sin descuidar el agarre que mantenía en Plisetsky.
Había comenzado, a sentirse un poco extraño. Sin embargo, asumió que era la preocupación al ver tan enfermo a Yurio. Además, el olor suave y dulce que había comenzado a percibir, seguramente no tenía nada que ver con lo que estaba pasando ¿verdad?
Entró en la habitación, que no difería demasiado de la suya, la única diferencia era que, solo había una cama en lugar de dos.
Al parecer Yura no tenía que compartir la habitación con su entrenador.
Con un suspiro cansado —nadie imaginaria que Yurio era más pesado de lo que aparentaba—, dejó a Yuri sobre la cama.
Se aseguraría de dejarle cómodo antes de ir en busca de Yakov; lo dejaría acostado y con una compresa fría sobre la frente.
Asintiendo para si, acostó a Yuri sobre las mantas, le quitó los zapatos y luego se encaminó hacia el baño.
Intentó encontrar una toalla pequeña, sin embargo, solo había visto batas, cuando estaba a punto de rendirse y utilizar su corbata, encontró una lo suficientemente pequeña para lo que la necesitaba.
Sonriendo, la colocó bajo el grifo y la empapó. Después, exprimió el exceso de agua, la dobló y salió del cuarto de baño.
— Creo que esto será sufi... ¡Yuri! —Exclamó, las mejillas rojas, los ojos completamente abiertos y la toalla olvidada en el suelo cuando resbaló de sus manos.
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Se sentía caliente, no era algo que catalogaría como agradable. De hecho era bastante incómodo.
Era un calor interno que solo parecía aumentar mientras los segundos pasaban.
Gimió, frustrado y dolorido.
¿Qué mierda pasaba? Jamás había experimentado una fiebre como aquella, un calor tan insoportable que parecía derretirlo de adentro hacía fuera.
Con el cuerpo tembloroso y la respiración pesada se incorporó.
Necesitaba deshacerse de su ropa, comenzaba a ser desagradable la ligera fricción de la tela contra su piel, además, tal vez eso ayudaría a someter ligeramente el calor.
Con manos temblorosas comenzó a deshacerse de su saco y de la camisa, arrancando un par de botones de esta última cuando la desesperación lo inundó.
Además, por si fuera poco, comenzaba a sentir la familiar sensación de presión en sus pantalones de cuando se encontraba excitado. Lo cual realmente no tenía sentido para él, teniendo en cuenta el horrible calor que parecía querer sofocarlo.
Sus manos descendieron casi por instinto y comenzó a frotarse sobre la ropa.
Dolía y era realmente desesperante. Era como si su cuerpo le pidiese algo, y él no tenía la más jodida idea del qué.
Las lágrimas brotaron de sus ojos y hundió una mano entre sus pantalones. El toque directo de la piel sensible de su pene contra la palma de su mano le sacaron un gemido, pero, no era suficiente.
Necesitaba... necesitaba...
— ¡Yuri! —Aun entre la bruma que se estaban volviendo sus pensamientos, logró reconocer el llamado de su nombre.
Sus ojos verdes buscaron con avidez al portador de aquella voz y gimió más fuerte cuando sus ojos encontraron unos castaños.
Olfateó el aire y al percibir el aroma fuerte entre roble y canela le hicieron estremecer.
Su mano se movió con mayor fuerza y el líquido lubricante resbaló entre sus muslos, mojando su ropa interior e inclusive sus pantalones.
El calor pareció aumentar y gimió aún más fuerte. Lo necesitaba, necesitaba ser consumido por el alfa que lo miraba, con la respiración cada vez más pesada y los dientes apretados.
Gruñó, podía oler el deseo en el alfa y sin embargo, no se movía y el dolor parecía ir creciendo.
Pateó como pudo sus pantalones y ropa interior. Y sin vacilación alguna hundió dos dedos en su entrada, sin embargo, no cambió nada en su situación. Se seguía sintiendo vacío y con un dolor cada vez más profundo.
— Alfa... —gimió con desesperación, ofreciendo su cuello en súplica y produciendo un mayor número de feromonas llamándolo, incitándolo—. Alfa.
Suplicó, sin dejar de mover los dedos en su entrada, intentando crear la mayor fricción disponible.
Finalmente, observó al alfa dar pasos renuentes en su dirección y cuando su mano descendió en una sutil caricia sobre su mejilla, sabía que todo iría bien.
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¡No!... no podía... no podía obedecer a sus instintos.
Yuuri observó, con creciente frustración y deseo la manera en que Yurio se retorcía en la cama, el saco y la camisa blanca de vestir que antes había portado yacían olvidados aun lado de la cama y los pantalones y ropa interior pronto se unirían a ella.
Tragó saliva y se aferró al pomo de la puerta del cuarto de baño.
El olor dulce, parecía volverse más intenso, incitándolo, llamándole a consumir al omega como una fruta fresca y madura.
— Necesito salir de aquí —pensó sin moverse un solo milímetro. El deseo espeso parecía haberse arraigado en él, extendiéndose lentamente y sin tregua por todo su cuerpo. Haciéndole temer de las consecuencias que podría tener, si se atrevía a moverse un solo paso, sabiendo que si lo hacía sería para cometer algo realmente imperdonable.
Mordió el interior de su mejilla hasta que el sabor acre de su sangre llenó sus papilas gustativas.
Intentó controlar su respiración y soltó lentamente el pomo de la puerta de baño.
Tenía que llamar a alguien, al parecer Yurio estaba experimentando su primer calor y...
Se las arregló para alejar la mirada de Yurio. Era peligroso continuar en esa habitación con él, su alfa interno había comenzado a removerse con mayor fuerza, deseoso de yacer junto al omega que se mostraba fuerte y listo para concebir.
Dio un paso tentativo para alejarse y casi suspiró de alivio cuando su cuerpo siguió su comando hasta que...
— Alfa... —el gemido ahogado y febril de la voz de Yurio llamando a la criatura feroz que se encontraba escondida en su interior, lo hicieron centrar su mirada en el joven ruso.
Ahí estaba, acostado en la cama, desnudo, con dos dedos enterrados profundamente en su interior, mirándole como si fuese lo más importante del mundo mientras ofrecía su cuello en súplica y sumisión—. Alfa...
Gimió con mayor fuerza, haciendo que sus feromonas fuesen más espesas.
Y que el alfa gruñera, cediendo a las súplicas del omega que pedía ser su compañero; sabiendo que no encontraría a otro omega tan compatible con él.
Su respiración se estabilizó, sus pasos se volvieron firmes y sin dudar un segundo más, finalmente se acercó al lloroso omega.
Acarició con suavidad su mejilla y cuando el omega cerró los ojos en muda entrega y evidente disfrute, unió sus labios en un suave beso que no tardo en volverse frenético y desesperado.
Se aseguraría de marcarlo como suyo y cargarlo con sus cachorros, no dejaría que nadie lo apartara de su lado.
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Cuando era niño, Yuuri, disfrutaba de los cuentos y leyendas que su madre le contaba antes de dormir.
Amaba imaginar ese montón de escenarios, donde feroces batallas y los más grandes y puros amores se desarrollaban.
Amaba imaginarse como uno de esos valientes caballeros que no temían enfrentarse a los peligros mortales más increíbles y despiadados por y en nombre de su amor.
A la tierna edad de seis años, había deseado ser como uno de esos caballeros de flamante armadura. Y cuando la sonrisa suave y alentadora de Yuko le fue otorgada por primera vez, ingenuamente creyó que tal vez, solo tal vez, su destino estaba siendo guiado a esos sueños de príncipes y princesas, de caballeros y dragones, de amor.
Claro que conforme el tiempo paso y las cosas cambiaron, se dio cuenta que las cosas no eran tan sencillas como tener un destino trazado o una pareja destinada, había cosas más preocupantes y apremiantes.
Y él, siendo tan voluble, tímido e inseguro, creyó que todo estaba aun más fuera de su alcance. No servía de nada haberse presentado como un alfa cuando carecía de las características de uno.
No había gran diferencia entre lo que era y lo que había sido, además, era realmente vergonzoso la manera en que sus compañeros de clase habían reaccionado cuando se habían enterado de su clase.
Pues no tenía sentido, no era en nada como el otro par de alfas de su grado.
Había veces que inclusive se preguntaba si no había sido un error, si sus exámenes no se habían mezclado con el de algún otro y había recibido su clasificación en su lugar.
Sin embargo, todo cambio cuando su primer calor se presentó.
Al igual que los omegas, los Alfas tenían temporadas de calor, mientras que la de los omegas duraban entre seis u ocho días, la de los alfas duraban entre tres o cuatro.
Durante sus temporadas de calor, un instinto destructivo le invadía, lo hacia comportarse como un león cuando su territorio es invadido, se volvía salvaje y raramente recordaba lo que sucedía durante ese tiempo.
Era una parte de él que le aterraba. Y que regularmente intentaba suprimir, encerrándolo hasta que los supresores dejaban de ser efectivos y se veía en la necesidad de ocultarse del mundo, temeroso de lo que él era.
Así que, esa mañana, cuando sus ojos se abrieron, se sintió totalmente desconcertado. Su cuerpo dolía y sentía un martilleo en su cabeza, todo parecía indicar que había pasado su temporada de calor y como ya era una constante, no recordaba gran cosa de lo sucedido.
Parpadeó aturdido, respirando profundamente intentando recordar donde estaba cuando el lugar se le hizo desconocido.
El olor dulce combinado con el suyo, fue lo que finalmente le despejó de la bruma y entumecimiento que hasta hora sentía.
Se incorporó con rapidez y apenas pudo contener el grito de horror que estaba por salir de sus labios al ver el bulto que yacía a su lado cubierto completamente con las mantas.
Con manos temblorosas alejó la manta, y el cabello rubio de su acompañante fue lo primero que quedó a su vista.
El horror se atenazó con más fuerza y cuando la marca de su unión quedo ante su vista, por un segundo pensó que se desmayaría.
¿Qué había hecho?
Se aferró con fuerza a las mantas y por un momento deseo ocultarse debajo de ellas, como cuando niño temía a lo que podría esconderse en la oscuridad y fingía que se volvían una fortaleza impenetrable.
El cuerpo a su lado se movió y se quedó estático.
— Mierda —murmuró Yurio, se sentía completamente adolorido de la parte baja de la cintura y las piernas.
¿Qué mierda había sucedido? No recordaba nada y parecía que un dolor de cabeza intenso estaba a punto de partir en dos su cráneo.
Sus ojos finalmente se acostumbraron a la luz y giró para ver la hora.
Sus ojos verdes se abrieron con incredulidad y sorpresa al ver a Yuuri Katsuki, semi-desnudo mirándole como si fuese un asesino o una bestia muy peligrosa apunto de atacar.
— ¡QUÉ MIERDA! —Gritó, prácticamente saliendo disparado de la cama y notando con pánico y vergüenza, que se encontraba desnudo y que algo pegajoso, parecía escurrir a través de sus temblorosos muslos desde su...
— Yuri... —la voz suave y tímida del Katsudon, le hicieron regresar de su estupor. Sus ojos verdes se encontraron con los cafés de Katsuki y se obligó a respirar con profundidad, el olor entre roble y canela, le hicieron relajarse ligeramente. Las mejillas de Yuuri estaban completamente rojas y sus manos temblaban—. Deberías cubrirte.
Murmuró, haciéndole consciente de su situación.
Se apresuró a cubrirse con una de las sábanas que cubrían el piso e intentando parecer más calmado y menos asustado de lo que se sentía, se preparó para cuestionar a Katsuki sobre lo que había sucedido porque él no recordaba nada.
— Y-yo...
Los dos dijeron al mismo tiempo y cuando sus miradas se cruzaron, desviaron la mirada completamente ruborizados.
Yuuri tragó con fuerza, él era el adulto aquí y el que se había aprovechado de un omega en su celo.
Cogiendo aire con fuerza, se obligó a tomar la responsabilidad que sus actos habían causado.
— Lo siento —pronunció en voz baja. Observó con culpabilidad la manera en que los hombros de Yurio se tensaron—. Lo que sucedió...
— No quiero tus disculpas, Katsudon —pronunció a la defensiva. El tono duro e inflexible. Él no sería la princesa delicada del cuento—. Ambos sabemos que esto fue un accidente.
Pronunció con más resolución de la que sentía. Y asumiendo lo que posiblemente había pasado durante la fiesta, seguramente el Katsudon había bebido como hace un año y bueno… él… él no tenia la más jodida idea que le había llevado a aceptar ser jodido por el Katsudon, pero seguramente tenía que ver con que no se había sentido de lo mejor durante la fiesta.
— No hay porque hacer un drama del asunto —siguió, sin permitir que Yuuri hablara. No sabía cuánto tiempo podía seguir fingiendo que todo estaba bien—. Nadie tiene porque saber que esto sucedió...
Yuuri lo miró con incredulidad y luego con preocupación. Al parecer Yurio no se había percatado de que su pequeño desliz era más que eso.
— Yurio... —pronunció con suavidad. Plisetsky lo miró como si lo hubiera ofendido y se encogió ligeramente ante el resplandor de su mirada—. Nosotros... estamos... mmm… enlazados...
Su voz se apagó y observó como la incredulidad y el miedo se adueñaban del rostro de Yurio.
El joven ruso elevó su mano hasta su cuello y sus manos palparon la marca que ahora portaba su cuello.
— ¿Cómo fue…? —la pregunta salió de sus labios antes de que incluso pudiese procesarla. No podía estar enlazado al depresivo cerdo, simplemente todo era un mal sueño del que seguramente todavía no despertaba.
— Al parecer comenzó… tu… tu calor… y… —comenzó Yuuri, solo para callar abruptamente cuando los ojos verdes de Yuri le fulminaron.
— Soy una beta! —Exclamó con los dientes apretados—. ¡SOY UN BETA!
Gritó con la respiración pesada, el miedo se volvió aun más espeso y el olor dulce y agradable de Yurio comenzó a ser ligeramente más ácido. Katsuki tuvo que contener sus ganas de abrazarlo, su alfa gruñendo posesivo y preocupado por el estado alterado de su omega.
— Los betas no sufren temporadas de calor —pronunció más para si, y Yuuri entendió el miedo de su compañero. La primera vez que él había experimentado su primer calor, también se encontró aterrorizado ante lo destructivo que podía llegar a ser esa parte de él. De hecho aun le asustaba, pero en el caso de Yurio, no solo se enfrentaba a esa parte primitiva de él, sino que, al desconocimiento que eso significaba teniendo en cuenta que ya se había asumido que el sería un beta por el resto de su vida. Regularmente los alfas y omegas, recibían educación especial que les ayudaba a comprender mejor esa parte instintiva, pero, Yurio, había entrado como un soldado desarmado y ahora no solo se enfrentaba al conocimiento de que era un omega, sino que, había sido marcado cuando su primer celo se había presentado.
— Mira… —intentó calmarlo, produciendo feromonas y respirando de alivio cuando parecieron funcionar—. Yo voy a asumir la responsabilidad, no es necesario que…
Se removió incomodo ante la mirada incrédula de Yurio.
— No… —volvió a ser interrumpido. Yurio le miraba como si fuera el más grande idiota que alguna vez se había topado—. No necesito que te responsabilices de nada. Además, ambos habíamos acordado de que esto, es un error, y estoy seguro que debe de haber una manera de romper los enlaces. Además no quiero ser acusado por intentar robar al prometido de Víctor, ¿sabes como me haría quedar eso?
Yuuri lo miró sin saber como empezar a replicar cada una de esas cosas que Yurio estaba diciendo o de molestarse siquiera en intentar explicar lo que enlazarse significaba.
— No estoy comprometido con Víctor —fue lo único que atino a decir. Observó a Yuri mirarlo con sospechosa incredulidad, listo para replicar.
Sin embargo, ese fue el momento exacto en que la puerta de la habitación se abrió, dejando a la vista el rostro cansado de Nikolai, quien ingresaba con una bandeja llena de comida y agua a la habitación.
Yurio enrojeció hasta la raíz del pelo, cubriéndose aun más con la manta y Yuuri deseo poder ocultarse debajo de la cama.
— A-abuelo… —el suave murmullo de Yurio fue lo que sacó a Nikolai de su estupor sorprendido.
— ¡Oh! Así que finalmente termino —murmuró el viejo hombre para si, intentando no ver a los dos jóvenes que parecían ansiosos de fundirse con las sábanas. Depositó la bandeja en una mesa de noche y finalmente observó a su nieto. Era la viva imagen de su hija, a excepción por los ojos, los ojos los había sacado a su padre. Luego miró al joven japonés y le ofreció una sonrisa tentativa, observando con ligera diversión la manera en que sus mejillas se coloreaban de un profundo carmín y le hacia una pronunciada reverencia—. Deberíais vestiros y comer, después os diré lo que ha pasado.
Ambos jóvenes asintieron y Nikolai salió con el corazón un poco más ligero. Tal vez esta vez las cosas irían bien.
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Nikolai preparaba pirozhki de Katsudon cuando el teléfono sonó. Desde que su nieto le había hablado del extranjero alimento, se había hecho la firme convicción de prepararle el más exquisito pirozhki de Katsudon que alguna vez podría existir y aunque ya había dado a su nieto la prueba de unos, estos, superarían con creces a los primeros. Después de todo su nieto se lo merecía, se había esforzado tanto durante esos meses, entrenando sin descanso para ganar el Grand Prix, dando día con día lo mejor, sin rendirse un solo segundo. Intentando demostrarle al mundo que no importaba que fuera un beta el era un grande en su propio derecho. Y había ganado, había visto la felicidad que irradiaba su muchacho a través de la pantalla, tan lleno de dicha de ver sus esfuerzo recompensados.
Tarareando una canción, observó la hora, eran apenas las diez de la mañana y se suponía que Yura llegaría en el vuelo de la una, no esperaba que el vuelo se hubiera adelantado, así que tal vez la llamada era de su nieto para avisarle que llegaría más tarde.
— Alo —contestó, frunciendo el ceño cuando escuchó un suspiro pesado del otro lado de la línea.
— Hola Nikolai —era la voz de Yakov, portaba una ligera tensión en el tono que en automático encendieron las alarmas en la mente de Nikolai.
— ¿Yura esta bien? —Preguntó antes de que Yakov pudiese continuar, un nudo formándose en su estómago.
— Si… —se apresuró a informar Yakov, sin embargo, la tensión a un estaba en su tono y Nikolai no pudo tranquilizarse—. Bueno la verdad es que no es del todo cierto. Se ha presentado un… asunto.
Le dijo y aun a través de la línea pudo escuchar su incomodidad.
— ¿Qué clase de asunto? —Preguntó cuando el silencio de Yakov se extendió por demasiado tiempo.
— Bueno… Yuri… él… —comenzó solo para callar otra vez. Nikolai estaba seguro de que le había escuchado murmurar algo como, no puedo creer que haya pasado esto, y luego le escuchó respirar profundamente—. Él se presentó como Omega y esta teniendo su temporada de calor… pero…
— ¿Qué? —Cuestionó con incredulidad, su nieto no era un omega, de hecho en los exámenes no había presentado ninguna de las características típicas de ese grupo, en todo caso era más probable o factible que creyera que era un alfa. Y sin embargo, había una voz en su cabeza que le decía que nunca había visto los resultados del segundo examen de su nieto, no lo vio necesario, no cuando Yura se había encogido de hombros y le había asegurado que el resultado había sido el mismo que el primero, además nunca le había mencionado que pudiese oler a otros omegas o alfas y su personalidad no había cambiado en lo más mínimo—. Pero él es un beta.
Pronunció casi por instinto y escuchó a Yakov suspirar.
— Créeme yo también desearía que lo fuera pero al parecer Yurio es parte del dos por ciento de la población mundial que presenta ligero retraso en ese aspecto y… —la voz pareció apagarse de nuevo y casi pudo imaginarlo masajeando sus sienes—… él entró en celo pero eso no es el problema… él se encontraba con otro patinador cuando ocurrió y…
Nikolai palideció de golpe, podía imaginarse el resto, sobre todo teniendo en cuenta que su nieto era el único beta en las finales.
— ¿Yura esta bien? —Preguntó, odiando el tiempo que le tomo a Yakov contestar.
— Eso parece… —respondió inseguro.
— Eso no es un confirmación —gruñó Nikolai.
— Bueno, el chico con el que esta es un buen muchacho. Además cuando intentamos acércanos pensaba que intentábamos alejarlo de Yuri y se ponía como una fiera protegiéndole con su cuerpo, Así que… Yuri esta bien.
Sin embargo, su respuesta no hizo nada para calmar a Nikolai, solo lo hizo sentir más tenso.
— Entonces… ¿esto solo era para avisarme de la situación? —Preguntó a la defensiva. Yakov volvió a suspirar.
— Si y no —respondió finalmente Yakov con más paciencia de la que sentía—. Necesitamos que vengas, teniendo en cuenta que Katsuki no dejara que nadie entre en "su" territorio, y no sabemos cuanto les lleve salir de ahí, necesitamos hacerles llegar los alimentos y Katsuki puede estar más receptivo a recibirlos de un familiar. Sin embargo, los padres del niño no llegaran hasta mañana por la noche.
Nikolai asintió. Pero luego recordó que Yakov no podía verle y contestó:
— Bien iré en el primer vuelo disponible, te llamare cuando llegué al lugar.
Con eso terminó la llamada y comenzó la travesía para llegar a su nieto
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Después de bañarse, cambiarse y comer lo que Nikolai había llevado para ellos. Yurio y Yuuri se encontraron incapaces de salir de la habitación.
Había un nudo en sus estómagos que apenas les había dejado probar bocado. Y no sabían como demonios enfrentar las consecuencias de lo que la inconveniente e inesperada situación les había arrojado encima.
— Deberíamos salir —comenzó Yuuri, intentando parecer más seguro de lo que se sentía. Había sido aterrador enfrentar la mirada evaluadora del abuelo de Yurio y no estaba listo para hablar con el anciano hombre.
Yurio se sobresaltó y miró a Katsuki con miedo mal enmascarado.
Finalmente era visible para Yuuri el niño que Yurio era, porque aunque siempre había sabido que el era un niño pese a la actitud rebelde y segura que el joven ruso mostraba, tendía a olvidarlo cuando observaba la entereza y la entrega con la que asumía los retos y sus consecuencias.
— Yo… no estoy listo —pronunció Plisetsky con vergüenza. No quería ver la decepción en el rostro de su abuelo. Alguna vez el había dicho que no sería como su madre y ahí estaba, atrapado en un situación similar. Quería llorar y esconderse entre las mantas, envolverse en el suave confort que el olor de Yuuri y el suyo combinados le proporcionaba; quería gritar y tirar de su cabello por ser un idiota y no tomar el segundo examen de clasificación; quería gritarle a Yuuri por mirarlo de la manera en la que lo hacía y quería… quería…
Yuuri sostuvo su mano con delicadeza, los ojos suaves llenos de comprensión y ternura.
— Todo va estar bien —pronunció. La firmeza con que las palabras fueron dichas le sacaron un vergonzoso suspiro de alivio—. Yo voy a estar contigo.
Yuri quiso desestimar sus palabras como lo había hecho antes y burlarse del Katsudon por sonar tan serio y tan en control, sin embargo, solo podía asentir y apretar con mayor fuerza la mano que Yuuri le había ofrecido.
Rindiéndose a esa parte nueva de si que le decía que confiara en el alfa que había elegido como compañero, porque si él decía que todo iría bien era por que así sería.
Entonces, miró a Yuuri, la postura resuelta, la mirada desafiante y segura, en un reflejo muy similar a cuando interpretaba su Eros y su corazón latió con fuerza, sus mejillas se ruborizaron ligeramente y solo pudo pensar que tenía suerte. Todo aquello pudo pasarle con el idiota de JJ o Víctor y posiblemente eso si hubiera sido una tragedia en más de un sentido pues los habría asesinado. Pero Yuuri era amable y totalmente contradictorio a los alfas que había conocido hasta ahora.
Casi se rió cuando lo observó removerse con nerviosismo ante la intensidad de su mirada, mandando al demonio su postura de hasta hace unos instantes.
Retiró el flequillo de su rostro y miró los ojos amables que le devolvían la mirada.
— ¿Lo prometes? —Finalmente le preguntó, un revoltijo lleno de una emoción distinta hasta la que ahora había estado sintiendo. Esperando ansioso la respuesta que sabía lo cambiaría todo.
Yuuri también pareció darse cuenta de ello porque recupero la semblante serio y resuelto.
— Lo prometo —pronunció sabiendo que daría su vida por cumplir esa promesa.
Yurio sonrió entonces, similar a cuando le había dado el pirozhki de katsudon pero con un resplandor aun mayor.
— Entonces sella tu promesa —pronunció Yurio, y Katsuki lo miró sin comprender. Yurio suspiró dramáticamente antes de tirar a Yuuri en un beso.
El sabor dulce de sus labios casi le hicieron gemir y cuando Yurio abrió los labios sin resistencia se hundió por completo en la cálida sensación que parecía envolverlo.
La marca de Yurio palpitó y un calor agradable pareció envolverlo.
Finalmente el lazo estaba completo.
