[La Princesa & La Muerte: Pt. 1]

—Esto es raro —una voz femenina hizo eco, en medio del silencio, para los oídos de una princesa que yacía dormida, flotante en misteriosa agua que no mojaba. Aquellas palabras parecieron demasiado ruidosas para la mujer, así que separó sus párpados y ahí estaba: justo sobre su rostro le observaban sus propios ojos.

—¡Demonio! —gritó Sakuya antes de saltar hacia atrás en la profundidad de un agua oscura donde era posible respirar. La situación le resultó tan confusa que miró hacia su alrededor, dándose cuenta de que su cabello flotaba, pero ella no se sumergía ni se ahogaba en la densidad de esa sustancia. De repente sintió que caía en la dirección de sus pies, y salió del agua tan solo para volver a sentirla en sus plantas. No fue hasta ese momento que se percató de que estaba vestida con un yukata completamente negro, lo que parecía extraño, sin mencionar que no estaba mojada.

—En realidad, solo soy una representación de la muerte —una vez más, su réplica estaba de pie frente a la princesa, quien dio un respingo al sentir que recién había aparecido—. "Tu" muerte, para ser exactos. Es por eso que yo me presento en tu mismo aspecto, con el cuerpo desnudo, frente a ti. Esta es la única forma en que refleje cómo es que moriste.

—¿Mi muerte? —repitió, confundida, la chica. Fue entonces que sus ojos se abrieron de par en par al percatarse—. ¡Indra! ¿Dónde está Indra? —cuestionó, yéndose encima de aquella figura, para tomarla por los hombros—. ¿Indra está bien? ¿Él logró sobrevivir?

—¿Sobrevivir? —repitió la muerte—. Tú lo salvaste, ¿no recuerdas? —inmediatamente después de decir eso, la piel del clon comenzó a abrirse en su pecho, justo donde estaba su seno derecho, por lo que comenzó a sangrar—. Fue un tiro espléndido: atravesó las telas de un espeso kimono, se metió por la espalda entre dos costillas y perforó el corazón antes de chocar con una costilla al frente, también rasgó un pulmón y la punta se asomó al atravesar tu pecho —explicó, sintiendo la forma en que ella la soltaba—. Me sorprende bastante que hablaras con eso cruzando por tu cuerpo.

—Y-yo… la punta, ¿me atravesó? Entonces… Indra…

—Él no recibió ni un rasguño, en realidad —contestó, mientras la sangre continuaba brotando de la herida—. Cumplió con tu caprichito antes de que vinieras acá. Sin embargo, apareciste aquí, de todos los lugares… es decir, existe un limbo, pero esto es otra cosa.

—¿El limbo? —repitió, confundida—. ¿Estoy en el limbo?

—Por alguna razón tienes demasiada energía vital para el mundo de los muertos, eso suele suceder porque no asimilaste tu muerte —suspiró—. Es por eso que estoy aquí, Sakuya-hime: debo mostrarte, con tu propio cuerpo, que ya no perteneces a ese mundo.

—¿Qué pasó después de que morí?

—Tú de verdad eres obstinada —aquejó, La Muerte—. Está bien, te lo diré: Indra enloqueció, cobró venganza por tu muerte y después te dio un funeral bastante poético… hermoso, cursi y doloroso, todo al mismo tiempo, pero supongo que se lo buscaron al hablar tanto de eso. Ahora tendrá que hacer su vida, aunque no sé qué tan bien vaya a estar después de eso —dijo con demasiada ligereza y un poco de cinismo—. Como sea, no hay algo que tú puedas hacer al respecto.

—Pero se lo prometí —replicó, frunciendo un poco el entrecejo—. Le dije a Indra que, si él me besaba, entonces volvería siempre con un beso…

—Eso no es posible.

—¡Pero yo se lo prometí!

—A nadie le importa eso, princesa. Lo que realmente interesa es el motivo por el que llegaste a este punto y por el que yo vine aquí —dijo con frialdad, para entonces extender su mano abierta hacia Sakuya—. Hay algo que me pertenece y debes dármelo, inmediatamente.

—¿Algo? —cuestionó, confundida—. Yo no tengo nada…

—Si no estás dispuesta a entregarlo, entonces no lograrás el descanso eterno. Haré que te quedes en el limbo eternamente, como un castigo.

—He dicho que no sé de qué estás hablando. Como sea, debo volver con él o…

—¿No entiendes? Te dije que estás muerta, no hay forma en que tú vuelvas a la vida, solo eres una princesa caprichosa que se ha robado algo que es demasiado valioso y eso te llevará a sufrir por toda la eternidad —gruñó, para entonces tomarle con fuerza del brazo, en un gesto de apariencia violenta y firme—. Vendrás conmigo y recibirás lo que mereces.

—¡Yo no robé nada! —gritó y le arrancó la mano del agarre, lo que resultó en una expresión de confusión en el rostro de su contraparte.

—¿Cómo hiciste eso? —cuestionó con evidente sorpresa.

—Haz estado acusándome y diciéndome que no podré volver con mi amado para consolarlo, ¿cómo te atreves a decir que vas a castigarme por un crimen que yo no cometí? —aquejó, acariciando su propio brazo en la zona donde fue dañado—. No voy a dejar que me lleves a ninguna parte… cumpliré la promesa que le hice a Indra.

—Esa vitalidad que tienes no me permite imponerme, ¿eh? Tú sí que eres un dolor de cabeza.

—Lo soy —dijo, con orgullo—. Pero no soy una ladrona, así que no he tomado nada de nadie más y no hay forma de que devuelva algo que no está en mi poder. No aceptaré que se me siga acusando falsamente.

—Lo aceptaste —replicó su reflejo con un tono de angustia—. Te ofrecieron un regalo y decidiste tomarlo, aun cuando sabías perfectamente que estaba mal hacerlo. Lo sentiste desde el principio, ¿cierto? —entonces, parecía estarla regañando—. Aceptarlo era un error y, aun así, lo hiciste… ese hombre tomó algo que era mío y me he mantenido en agonía desde el día que lo arrebató de su hogar usando toda la violencia que pudo para asesinar a cada uno de mis queridos seguidores. Y tú, princesa caprichosa y tonta, ¿crees que no tienes nada que ver con esto?

[…]

[La Esposa & La Muerte]

—Me preguntaba cuánto tiempo tardarías en volver a mí, Sakura —dos pares de ojos verdes se encontraron, entonces, en medio de una oscuridad plena.

—¿Cuántas veces ha sucedido esto? —preguntó Sakura, mientras miraba sus propias manos, con confusión—. ¿Cuántas veces he usado un vestido negro? —suspiró y, después, alzó su mirada.

—Si tenemos suerte, esta será la última vez.

—Lo más probable es que vuelva a olvidar nuestra promesa —se quejó, para sí misma—. ¿Por qué solo puedo recordarlo cuando vuelvo a este lugar, Muerte? ¿Qué rayos pasa conmigo?

—Quisiera decir que yo tomo esa decisión, pero es algo que no está sujeto a mis caprichos. Todos tienen un momento, el de ustedes simplemente se volvió doloroso y llega antes —explicó.

—… ¿Cómo es que morí la última vez? No lo recuerdo… Lo último que viene a mi cabeza es ver a Sasuke-kun desmayarse en mis brazos —murmuró, mientras se llevaba una mano al pecho—. Por Dios… dime que no lo perdí por una idea tonta. Dime que no lo vi colapsar para morir sin poder despedirme, otra vez.

—No te preocupes por asuntos de otras vidas —Sakura alzó la mirada, para verle de nuevo—. En esta ocasión, es distinto… tuve que hacer un par de trampas, algunos tratos y favores cobrados. Creo que hice un par de cosas que no debía hacer, pero es la única forma de que esto se logre, supongo. Si un simple humano puede romper las reglas naturales, ¿por qué yo no? Como sea, ustedes nunca han logrado tener el destino que merecen o que estaba escrito, todo a causa de esa estúpida maldición.

—No entiendo, ¿de qué es estás hablando?

—Lo que digo, Sakura, es que te daré una oportunidad más.

[…]

[Los Señores Uchiha]

Cuando Sasuke abrió sus ojos, por la mañana, Sakura estaba ahí durmiendo. Su respiración era tan apacible que parecía no había dormido bien durante semanas. El sol estaba golpeando directamente sobre su rostro adulto, pero nada podía perturbarla. Una diminuta sonrisa se dibujó en sus labios al pensar que, como ninja, parte de ella siempre debía mantenerse alerta y, como madre, ella solía ser la primera en levantarse, pero hoy no era el caso. Después de encontrarse por accidente en las afueras de Konoha, él volvió con su mujer y pasaron un día más juntos, a la espera de que su hija viniera a casa para saludarla, lo que de hecho sorprendió al hokage, pero no se quejó. De vez en cuando estaba bien que ellos convivieran como una familia normal, y eso había sucedido la noche anterior, mientras su hija ayudaba a preparar la cena con gran entusiasmo. Ahora, viendo a su mujer descansar con tanta paz, se le ocurrió que ella realmente debía estar agotada del tipo de vida que llevaban, pero no dejaría de esforzarse. Pensó que era grandiosa, se inclinó hacia el frente y depositó un beso tierno en la frente blanca de la pelirrosa, quien se movió velozmente y se abrazó a él… Pasó al menos una hora inmovilizado por el cuerpo de Sakura, quien había hecho de su pecho una almohada. Como un esposo ausente, tomó la decisión de que podía recompensarla con un rato de compañía, así que mimó su espalda y cabellera con su mano para ayudarla a descansar mejor, aprovechando el tiempo para meditar sobre todo lo que había sucedido a lo largo de su vida y, bueno, concluyó que esa mujer y su mejor amigo eran unas cosas de las que simplemente no hay en cualquier parte.

Cuando Sarada tocó a la puerta Sakura se levantó inmediatamente para atender a su hija, dejando en el olvido la comodidad del cuerpo del moreno. Su pequeña había preparado no solo el desayuno, sino un almuerzo para su padre, quien oficialmente partiría este día. Por lo tanto, ambos salieron de la cama para comer con la menor, quien era bastante consciente de que ellos habían pasado demasiado tiempo a solas en la habitación, por motivos que le parecían bastante lógicos. Así, terminó de arreglarse tras limpiar, y se fue casi corriendo después de despedirse de su padre. Esos dos merecían pasar tiempo de calidad de pareja, ella podría resistir ya que papá estaba volviendo con frecuencia y, bueno, no era una niña tonta: Sasuke solo le daría un beso de despedida a su madre si no había alguien para verlo. Después de empacar, Sasuke salió de la habitación preparado para continuar con su viaje. Sus pasos le llevaron hasta la sala de estar, mientras ella salía de la cocina aseada. Ambos se miraron a los ojos en silencio por, al menos, quince eternos segundos y, luego, un suspiro unísono brotó de los labios de ambos en un acto tan coordinado que al final se rieron un poco. Él caminó hacia la entrada y Sakura lo alcanzó, verificando con la mirada que todo estuviera en orden y no le faltara nada, tomó su capa y le hizo gesto de que se girara hasta quedar de frente a él. Era un pequeño placer que iba a darse, extendiéndola ampliamente sobre su espalda y deslizando los dedos por el cuello hasta cerrar los botones al frente. Sin importar que había terminado, ella colocó sus manos sobre el pecho de su marido y un largo suspiro volvió a saltar a causa de sus pulmones.

—Querido…

—Volveré pronto —prometió, mientras bajaba su mirada a su rostro encantador. Él se había vuelto muy alto, así que Sakura sonrió al pensar en todos los años que habían pasado—. Prometo que los encontraré en cuanto me sea posible.

—No concentres tus esfuerzos en eso. Solo asegúrate de volver en buen estado.

—Lo haré —así, con un pequeñísimo esfuerzo, ella se puso en puntas y alcanzó con sus labios el beso de despedida de su esposo—, una y otra vez

[Dos noches antes…]

—Sakura, ¿acaso tú…?

—El broche de Sakuya-hime —interrumpió, la pelirrosa—. Querido, ¿acaso lo encontraste?

—… —de buenas a primeras, Sakura Uchiha se enfrentó al silencio del moreno, quien parecía necesitar analizar la situación. Sin embargo, ella se dio cuenta inmediatamente de que él estaba buscando un pretexto, y lo reflejó con una ceja levantándose poco a poco de forma graciosa, un poquito retadora. Así, Sasuke simplemente suspiró, percatándose de que ella ya sabía lo que estaba sucediendo—. ¿Cómo sabes de Sakuya-hime?

—La Muerte me lo mostró en una especie de sueño, aunque creo que en realidad se lo mostró a otra Sakura —contestó, certera y sin un solo gramo de dudas, así que él le devolvió la mirada—. ¿Hace cuánto que lo recuerdas, querido?

—Cuando me caí del sofá esta tarde, toda la información estaba en mi cabeza y las decisiones habían sido tomadas —un largo, profundo suspiro brotó de sus labios—. Conociéndole, seguramente tú lo recuerdas desde hace un tiempo, ¿cierto?

—Quizá una semana —respondió, tranquila—. Que volvieras a casa fue una sorpresa, pero ya que no mostrabas signo de recordar algo, decidí no decir una palabra al respecto —explicó—. La Muerte no dijo nada sobre el hecho de que tú fueras a volver aquí, también. Solo me dejó claro que haría lo necesario para que yo recordara nuestra promesa.

—Le obligué a hablarme al respecto.

—Bueno, resulta ser más bien la promesa de Sakuya-hime que mía, pero tengo la responsabilidad al ser su reencarnación —entonces, Sakura acercó su bolso a su esposo—. Querido, es mejor que tú te hagas cargo de esto… se supone que yo no debo tocarlo, así que he tenido el mayor de los cuidados.

—No entiendo por qué tú también fuiste víctima de la maldición si tú nunca recibiste el broche, en primer lugar —señaló, mientras tomaba el contenido con cuidado, aunque más bien estaba quejándose de lo sucedido—. Esto no tenía nada que ver contigo.

—El espíritu de Sakuya reside en mi interior de la misma forma en que el de Indra lo hace en el tuyo, Sasuke. Es ella quien tenía el broche, en primer lugar.

—Como sea, solucionemos esto de una vez y larguémonos —respondió, enfurruñado y obstinado, mientras se volvía hacia la piedra enorme donde figuraba el templo—. ¿Podrías encargarte del sello por ti misma?

—Ya lo estaba haciendo cuando me interrumpiste —dijo, casi tan cínica como él, antes de volverse hacia la entra del santuario y literalmente derribarla de un fuerte puñetazo.

Lo que desde el exterior tenía la apariencia de una estructura rocosa de unos cuatro o cinco metros de altura, en su interior eran los vestigios de un santuario tradicional que había sido destruido hace demasiado tiempo. No había luz, pero rápidamente fue solucionado al encontrar un canalillo de aceite montado en puntos estratégicos del lugar. Sakura lo encendió y todo se iluminó en un instante ya que, aparentemente, estaban todos conectados entre sí. Así es como se dieron cuenta de que se encontraban en medio de una obra de arte, abandonada a su suerte cuando fue atacada dejando atrás a todos sus monjes en el olvido con su muerte aislada del resto de la civilización. Se le ocurrió que aquello era extraño, ya que la época en la que sucedió no correspondía con el momento en el que nació el ninjutsu, así que debió haber sido sellado tiempo después, cuando las técnicas se terminaron de desarrollar completamente. La terrible imagen de la Parca se mostraba deteriorada en una pared, como el tercer y el cuarto hokage la hubiesen visto al invocarla, mientras ilustraciones algo más abstractas demostraban que en verdad esta debería de mimetizar a quien ha muerto, justo como la pareja lo habían visto. De cualquier forma, había más una sensación de misticismo que de un destino terrible e inevitable, y eso intrigó a la señora Uchiha mucho más de lo que pudo interesar a Sasuke, quien se dirigió rápidamente al punto de su mayor interés: una máscara de shinigami frente a la que yacía una estructura, como un pilar que tenía un manto rasgado y manchado con lo que parecía ser lo que quedaba de la sangre derramada de los monjes. Él decidió no perder el tiempo y colocó ahí todo: la caja destrozada, la seda blanca, lo que resultaba ser la mayor parte del broche encontrado por Sasuke en la casa de sus padres y los pedazos que se habían suelto, es decir, aquello que su esposa había conseguido traer consigo tras buscar en los almacenes abandonados donde la quinta guardaba cosas que encontraba sin importancia.

—Oh, realmente es hermoso incluso de esa forma, aunque era muchísimo más precioso cuando estaba completo —admiró, con sus orbes jade brillando de curiosidad—. Cualquiera podría ver porqué Sakuya-hime no lo rechazó aun cuando no tenía intenciones de casarse.

—Es un objeto maldito, Sakura. Si ella lo hubiese sabido, entonces ella jamás lo habría tocado.

—Supongo que la muerte no te dijo todo, Sasuke-kun —suspiró, Sakura—. Hay muchísimo más de lo que tú crees. No es tan simple como una maldición.

[…]

[La Princesa & La Muerte: Pt. 2]

—No tengo idea de qué estás hablando…

—¡El maldito broche! —exclamó, en un gesto de desesperación total—. ¡Él arrancó mi broche de las manos de mis fieles y los envió a mi lado cuando ellos merecían tener mucho más! ¡Él robó en mi casa y mató a mis queridos monjes! ¡Tomó el más sagrado de los obsequios que he recibido! Y tú, aun cuando tu instinto te decía que no lo hicieras, lo aceptaste…

—El regalo de compromiso…

—Ese era mi regalo de compromiso —contestó, enfurruñada, la muerte—. Existo tan solo porque existe la vida, y fue la vida quien me dio un obsequio para celebrar nuestro compromiso…

—… ¿ustedes…? —Sakuya estaba anonadada. No había forma en que ella respondiera a algo tan fuerte, algo que vio en su propio rostro. Ella se conocía lo suficiente para identificar los efectos del dolor en su misma cara, así que eso la llevó a emitir un largo suspiro, quedándose en silencio como una niña que fue regañada y sabía reconocer su error—. Te quitaron el símbolo de su unión.

—Lo único físico existente de mi relación amorosa con la vida —murmuró, de vuelta, antes de cruzarse de brazos—. Se te ha sido arrebatada la oportunidad de estar con el hombre que amas porque ese es el castigo para aquél que se llame el dueño del que es mi broche.

—Yo no lo sabía.

—Ahora lo sabes, así que devuélvelo —espetó, para entonces extender una mano y esperar que colocara el objeto ahí, otra vez.

—No lo entiendo —afirmó, la princesa—. Sigues pidiéndome que te lo de, pero yo no tengo ese broche conmigo. ¿Qué te hace creer que mi espíritu lo tendría en sus manos todavía? A-además, no estoy de acuerdo con la idea de que simplemente tenga que renunciar al amor de mi vida. Nada de eso es justo: yo no tomé el broche, yo no decidí que fuera mío, y mucho menos lo habría hecho si sabía que esto podía llegar a suceder.

—El broche del ciclo de la vida es mucho más que un simple objeto terrenal, tiene un poder espiritual capaz de afectar el equilibrio entre la vida y la muerte. Suficientes trucos hay ya para verme la cara, como para que se atrevan a jugar con el símbolo de nuestra relación, pero es por su fuerza espiritual que deberías ser capaz de materializarlo, incluso aquí.

—Pero ese no es el caso.

—¡Por favor! —se burló—. Tú moriste con el broche en tu pecho, lo puedo sentir porque estoy en tu carne reviviendo tu muerte —retó, mientras se llevaba una mano al sitio donde ella cargada el accesorio—, ¿acaso no estabas aferrada al broche cuando tu corazón se detuvo?

—Estaba aferrada a Indra —contestó, parsimoniosa—. No tengo idea de qué sucedió con tu broche, pero en ese momento no me importaba.

—Pero fue a ti a quien se lo entregaron —respondió, con gesto de confusión, la muerte—. Aun si alguien lo hubiese tomado de tu cuerpo, al ser un robo el castigo por arrebatarlo se transfiere, y yo lo sabría inmediatamente… el castigo sigue aferrado a ti. ¿Cómo es posible?

—Fue un obsequio —suspiró—. Yo lo acepté porque… mi padre me ordenó que lo hiciera, pero, además, era hermoso. Yo no se lo di a nadie más, y no lo tengo en mi poder.

—¿Quién se atrevería a tomar algo así y no reclamarlo como suyo?

—Indra debe haber estado muy enojado —murmuró, cayendo en cuenta la pelirrosa, para llevarse los dedos a los labios—. Oh, Indra… ¿qué habrá hecho con el broche? Yo… —su mente viajó velozmente y, como si la respuesta fuera muy obvia, lo decidió—, yo debo buscar a Indra antes de que pase algo… él no tiene interés en el broche, si lo tomó es porque era para mí, quizá lo tiene como un recuerdo de amor o… o de odio.

—Estás absolutamente loca si crees que vas a poder volver a la vida —decidió, la muerte, mientras levantaba una ceja—. ¿Qué parte de que estás muerta es la que no te ha quedado clara? ¿Cuántas veces tengo que repetirlo para que tu cabecita necia lo entienda?

—Dijiste que tenía demasiada energía vital para este mundo, así que…

—Aun si ese es el caso, te hace falta muchísima fuerza para volver por ti misma y yo pienso retenerte aquí. Nunca permitiré que vuelvas, no después de lo que sucedió —rezongó.

—Pero podríamos hacer un trato —concluyó, Sakuya-hime, para entonces acercarse a su copia y sostenerle por la mano—. Déjame volver y recuperaré el broche… estoy segura de que Indra no se desharía de eso, por más molesto que estuviera. Probablemente lo vaya a usar con algún propósito, pero puedo impedir que haga una tontería. Así que, si me das el empujón que necesito, prometo que lo encontraré y lo llevaré de vuelta al lugar al que pertenece.

—¿Al templo? —preguntó, con curiosidad, la muerte—. ¿Vas a llevarlo al sitio donde asesinaron a todos mis pequeños? Ese lugar fue oculto por ellos, es impo…

—¡Lo solucionaré! —afirmó, con entusiasmo—. Solo tienes que dejar que yo vaya y lo intente por mí misma… no voy a decepcionarte. Encontraré a Indra y haré que todo se solucione. Verás que sí.

—Aun si logras volver, tu cuerpo ya no es habitable —le explicó—. No es algo que suceda y ya, ni siquiera sé si lograrás llegar allá. Nunca ha sucedido, ¿lo entiendes? Es probable que tu alma termine perdida, en primer lugar.

—Dijiste que soy demasiado necia, ¿cierto? Solo intentémoslo.

—Sakuya…

—¡No puedo aceptar que esto siga así! Además, si lo consigo tendré una nueva vida, ¿no? Libre de la maldición, de ese castigo o como quieras que le llamemos… podré intentar ser feliz con Indra, no importa el cómo vuelva, yo siempre volveré a él —sus ojos verdes, grandes y brillantes le miraron intensamente, esperanzada—. Por favor, solo déjame intentarlo… prometo que no te fallaré. No nos fallaré, a ninguno de nosotros. Quizá no sea tu persona favorita, pero puedo asegurar que yo no rompo las promesas que hago.

—… —tras mirarla por un momento, la muerte suspiró—. Eres demasiado terca.

Capítulo Cincuenta: Eternamente

Sakura Uchiha había pasado semanas esperando por el regreso de su marido, tan solo para recordar que, anteriormente, ya había pasado una década antes de que se reencontraran. Se caracterizaba no solo por su terquedad, sino por su absoluta paciencia. Sasuke Uchiha, quien en un principio había dejado a su familia con el objetivo de protegerles, actualmente se encontraba en una misión de la que se tomaba un día o dos para buscar algo más, algo que los mantenía intrigados. Él, como un buen esposo, había prometido a la mujer de la cabellera rosa que volvería el mismo día que tuviera la información, con el propósito de que continuaran su vida tranquilamente. Ellos sabían que tarde o temprano se olvidarían de lo acontecido, pero no estaban conformes con la idea de que fuera de tal forma. Así mismo, los dos habían sido testigos de una historia de amor más larga que la suya misma, la cual nació en tres ocasiones. El ente al que se habían enfrentado era el más poderoso que uno podría imaginar y, aun así, no era absoluto cuando había amor de por medio. Probablemente eso fuera el producto de ser una víctima de semejante emoción, porque si hasta ellos podían sentirse de ese modo, ¿qué los mantenía lejos de la locura? El clan Uchiha había sido el ejemplo en vida de lo delgada que resultaba la línea entre una cosa y la otra.

En varias ocasiones he escuchado que la vida y la muerte se aman.

Una noche, los ojos verdes de quien en otra vida fue una princesa se estremecieron en una sensación de soledad de la que se arrepintió inmediatamente. Ella tenía a una hija hermosa que trabajaba muy duro para los exámenes chunnin, una niña lista que se había ido en una misión otra vez, así que por ahora su madre estaba sola en casa. Por otra parte, también tenía amigos y padres a los cuales recurrir, pero por algún motivo la oscuridad de su hogar no le parecía tan incómoda. Sentirse solo era doloroso, eso era cierto. Sin embargo, no era correcto que se dominara por esa idea. Ella siempre estaba acompañada y el amor de su vida solía volver a ella cuando más lo necesitaba. Entonces, cuando pensaba en la muerte que debía mantenerse enamorada y eternamente sola se le ocurrió que ese era el motivo por el que existía un objeto físico como única muestra de amor. Las gemas nunca perecerían en el mundo terrenal, serían la evidencia eterna de que existe un afecto descomunal desgarrando su pecho, y de ese modo la vida seguiría enviando los obsequios que tuviera para ella sin temor a que la muerte se olvidara de su sentimiento. Ya existía una prueba perdurable, algo que hasta para ellos resultaba difícil de conseguir, algo que todos debían envidiar por ser una muestra de amor verdadero.

¿Qué haríamos si no pudiéramos estar juntos?

Mientras Sakura le explicaba a Sasuke la historia de amor de la muerte, ambos concluyeron que era una situación que los superaba y, aun así, ellos no habían descuidado sus realidades. Existía una culpa que se mantenía por ahora, pues podían recordar lo que la desesperación de perder a su mujer le había ocasionado y cómo él mismo había actuado de forma tan equivocada. Sasuke y Sakura eran los únicos conscientes de que, en el futuro, ella moriría por una enfermedad y él enloquecería ante su pérdida… o eso es lo que se suponía que sucediera en esta vida debido a su maldición. Ahora que ellos habían llevado a su sitio el objeto maldito, no había motivos para que la historia se repitiera, pero algo les quedaba claro: poco a poco estaban olvidando lo que sucedió. Su cuarta vida, completa, comenzaba a desvanecerse en sus memorias, seguramente como un efecto secundario de la alteración temporal que representó volver para corregir los errores de vidas pasadas. No sabían cómo es que la muerte lo había conseguido, pero ambos tuvieron la oportunidad de regresar años antes del fallecimiento de Sakura, en un tiempo en el que todavía no pasaba nada importante y, lo sabían, estaban olvidando lo que sucedería después, así como olvidaban lo que había sucedido en aquella vida donde todo era tan distinto.

No quiero que solo exista un objeto como recuerdo.

Así, después de realizar la limpieza de la cocina y dejar todo en orden, Sakura apagó las luces a su paso, dejando el departamento a oscuras, y luego entró a su habitación. Solo una luz junto a la cama iluminaba todo de forma tenue, justo como lo mantenía antes de dormir. No había dado las buenas noches a nadie y, a decir verdad, se sentía incorrecto irse a dormir de ese modo, aunque ya lo había hecho antes. En lugar de eso caminó hacia el ventanal de la habitación y lo abrió para asomarse al balcón. Se apoyó en la baranda, alzó la mirada a la luna y suspiró profundo, largo. En algún punto, Sasuke le dijo que pensó que todo era parte de algún tipo de Tsukuyomi, pero eso no tenía sentido a menos de que siguieran inmersos en él. Tarde o temprano tendrían que despertar, y eso resultaba improbable. Además, ¿porqué los haría pasar por tantas dificultades si la ilusión era creada para hacerlos felices y postergar su muerte? Una risita se le escapó mientras sus ojos se mantenían clavados en la brillante Selene, preguntándose si él, al igual que ella, la veía. Era cursi, ¿no? Se sentía mejor imaginando que él estaba en alguna parte, con una fogata y mirando hacia el cielo… la idea la hizo suspirar, sin retirar sus ojos de ahí cuando, de repente, una silueta apareció. Sakura se separó de la baranda, alerta, pero la figura había desaparecido tan rápido como se mostró, lo que no tenía sentido, y luego notó cómo se escuchaba a la distancia el sonido de un cristal romperse.

—¿Estás sola, Sakura? —aun a la defensiva, ella se volvió en su eje para encontrar junto a la puerta del dormitorio la figura alta de su marido. La pobre mujer parpadeó, aturdida, al reconocerlo.

—¿Querido?

—Lo lamento, intercambié sitio con un vaso y dejé que se rompiera —explicó, algo apenado por su comportamiento que mostraba gran urgencia, pero al final suspiró—. Ha sido un viaje largo y simplemente quería estar en casa lo más pronto posible, así que…

—¡Oh, Sasuke-kun! —antes de que pudiera terminar de hablar, ella literalmente había entrado en un santiamén para saltarle encima, colgándose de sus hombros como una mocosa y haciéndolo perder el equilibrio a tal punto que él tuvo que mover su pie para sostener a ambos tras semejante tacleada. Su abrazo fue tan fuerte y aprehensivo que, bueno, él no iba a molestarse. Simplemente llevó su mano a la espalda de su mujer, acariciándola para darle tranquilidad.

—Estoy en casa, Sakura.

—Bienvenido —murmuró, alzando su rostro enrojecido de contener unas lágrimas infantiles que, bueno, a él le hicieron sonreír un poco, pues ella era la misma de siempre, la que no se resistía y le devolvía la sonrisa, aunque tuviera sus ojitos jade cristalizados en lágrimas atrapadas por orgullo, para después ponerse en puntitas y alcanzarle los labios en un ínfimo beso.

—No sé porqué te emocionas tanto, te dije que volvería lo más pronto posible.

—Estaba pensando en ti —afirmó, soltándole con cuidado antes de llevar sus manos a su cuello para soltar su capa—. Fue como si te hubiese llamado con mis pensamientos, así que me puse muy feliz.

—No lo descartemos —concordó, permitiendo que ella le ayudara a ponerse cómodo—. Sarada no está en casa, ¿cierto? No puedo sentirla… es como si tuviera cierta precisión para escoger venir los días que ella no se encuentra.

—Está en una misión —respondió, antes de comenzar a desabotonar su chaleco—. Ya que la casa es solo nuestra, no puedes simplemente aparecer e irte. Al menos duerme a mi lado.

—Planeaba que fuera de esa forma —contestó, dejando a un lado su katana—. No te preocupes por la cena, comí algo antes de venir aquí… lo que realmente es importante es que pude encontrarlos, Sakura.

—¡¿En serio?! —exclamó, impresionada y deteniendo sus actos. Él simplemente asintió—. Oh, ¿qué esperas para contármelo, querido? —dijo, para luego arrastrarlo hasta la cama, donde le obligó a sentarse a su lado—. ¿De verdad existe? ¿Dónde están? ¿Cómo fue? ¿Es acaso que…?

—Si no te detienes, no voy a poder contarte, Sakura —interrumpió de forma muy tranquila, así que ella se quedó en silencio, apenada.

—Oh… lo lamento, creo que me emocioné un poco.

—Entiendo —afirmó, para entonces mirarle a los ojos—. Ellos sí existen… como imaginamos, se trata de una dimensión distinta a la nuestra —explicó, entonces—. Sin embargo, tal parece que todos ellos se olvidaron de esta vida y ajustaron sus memorias en el momento en el que nosotros volvimos a nuestra propia realidad.

—Entonces, ¿eso significa que…?

—Ellos están juntos, Sakura —dijo, antes de lanzar una mirada hacia la fotografía de su familia, junto a la cama—. Son una versión nuestra inocente en un mundo donde las luchas no son así, donde tienen todo y pueden amarse. Tienen un futuro brillante y las cosas continúan su curso desde el punto en que nosotros lo dejamos —un suspiro de emoción se escuchó en los labios de su esposa.

—¿Están comprometidos?

—Escuché que esperarán a que Sasuke termine sus estudios y comience a trabajar con un grupo de abogados —comentó, tranquilo—. Además, tal parece que Naruto y Hinata también se comprometieron. Siguen siendo jóvenes para llegar a eso en sus vidas, aunque para nosotros fuera más natural casarnos a esa edad. Pareciera que todo irá bien para ellos y, si tienen suerte, tendrán una hija propia a la que llamarán Sarada —concluyó, mientras bajaba su mirada al suelo.

—… Una niña que conocerá a tu familia —murmuró, entonces, Sakura. En ese momento, al moreno le pareció que ella había leído su mente—. ¿Te hace sentir celoso, querido?

—Debo admitir que poder volver a ver a mis padres y a mi hermano fue algo sin comparación. Es terrible saber que no se repetirá, que nunca había tenido la oportunidad de tratar a mi hermano y que nunca la tendré ahora —así, él volvió a levantar sus ojos ónix hacia ella—. Sin embargo, estoy agradecido de haber podido hacerlo. Sé que la muerte nos advirtió que todo se borraría de nuestras memorias, pero no puedo imaginar que esta sensación desaparezca. Nos hice pasar por muchas cosas, lo único de lo que me alegro es de haber podido convivir con ellos… con todos ellos.

—Eso es maravilloso, querido —afirmó, Sakura, mientras llevaba su mano a la espalda de su esposo, acariciando suavemente para tranquilizarlo—. Además, nos tienes a nosotros, tu clan… y ambos sabemos que Naruto está incluido en eso.

—Ah, Naruto —se quejó, para bajar la cabeza, un poco frustrado.

—Él no lo recuerda —aseguró Sakura, inclinándose para verle el rostro—. Lo verifiqué, Sasuke-kun. Los únicos que podemos recordarlo somos nosotros dos, y estamos empezando a olvidarlo. Ahora al menos podremos dejar esos recuerdos y quedarnos tranquilos a vivir la vida que se supone que vivamos, ¿no crees?

—Aunque digas eso, sigo preguntándome si al final no reviviremos todo.

—No será así —tras decir eso, su mano fue y acomodó el cabello azabache de Sasuke, sonriéndole para atraer su atención—. Dijo que la maldición desaparecería, dijo que yo había muerto de esta forma por el castigo y, es probable, también te haya afectado el juicio a causa de ello —se encogió de hombros—. A partir de ahora tendremos que vivir olvidándolo poco a poco, pero todo va a estar bien, mientras estemos juntos.

—Aunque digas eso, temo que en el momento en que olvide por completo lo que sucedió, yo volveré a irme sin mirar atrás.

—Tú siempre estás mirando hacia casa —susurró, apoyándose en su hombro izquierdo—. Incluso cuando yo estaba a tu lado en ese viaje, tú siempre mirabas hacia nuestro hogar, querido. Nunca te fuiste de forma distante, siempre quisiste volver y el único motivo por el que mantienes distancia es porque quieres protegernos a todos, no solo a tu familia sino a quienes viven en tu aldea, a tu mejor amigo y a todos los que te aman, como yo.

—Sakura…

—Lo único que temo es que ya hemos resuelto todos nuestros asuntos —ella suspiró, sintiendo cómo él se giraba para que su mano alcanzara su mejilla en una caricia suave—. Indra debe poder descansar tranquilamente ahora que tú y Naruto cerraron el ciclo entre él y Ashura. Además, con el odio de Indra disipado y el hecho de que se rompió la maldición, él y Sakuya-hime deben haberse encontrado con la muerte, donde ella les permitirá ir juntos a un descanso pacífico, han pasado por demasiadas cosas y lo merecen. La muerte lo sabía, definitivamente los ayudará —sus ojos, brillantes, se alzaron hacia los de él, mirándole directamente—. Estoy feliz de poder estar contigo, Sasuke-kun. Simplemente creo resulta un poco triste darse cuenta de que esta es la última ocasión que nos encontraremos, ¿no lo crees?

—No es tan sencillo, Sakura... dos almas predestinadas están obligadas a encontrarse —explicó, pacientemente, mientras la atraía a unir sus frentes—. Lo harán, así sea como vientos opuestos o como polvo de estrellas, hay un único resultado: chocarán y crearán algo poderoso, enorme e incontenible. Es por eso que tú y yo estábamos destinados a atarnos, Sakura... eternamente.

Iban a olvidarlo, claro. Regresarían a las vidas que llevaban mucho antes de que Sakura muriera, volverían a épocas tranquilas y continuarían con la vida que habían llevado hasta ese momento, con la distancia y las responsabilidades que cada uno había asumido, con el futuro que había sido interrumpido por una maldición y que ahora tomaba su rumbo natural. Ni siquiera sus labios iban a poder resucitar las memorias—como sugería Sakuya— de una aventura que vivieron en otro universo. Sin embargo, el amor engrandecido por todos los errores cometidos y las adversidades superadas era, sin cuestionamientos, algo que se iba a quedar en sus corazones y se multiplicaría con el tiempo, hasta que las cenizas volvieran a las cenizas y el polvo volviera al polvo, como se suponía que sucediera con todo. Así, la muerte permanecía en otro plano atesorando el objeto que le pertenecía tanto a ella como a la vida y, como Afrodita hiciera en la boda de Eros, festejaba bailando el reencuentro de quienes probaron su inocencia y eliminaron la maldición con la ayuda de sus descendientes, esperando al día en que esos dos entes resultantes en la tierra se cruzaran de nuevo para poder juntarlos una vez más pero, en esta ocasión, en verdad sería eternamente.

[FIN]