Capítulo 8: Noticias


Takeru sabía que habían atrapado a un grupo de narcotraficantes que operaba en Odaiba, él y Hikari lo vieron en las noticias. Fue muy poco lo que dijeron sobre la relación de esos narcotraficantes con Yume y nada lo que dijeron de la joven, a pesar de que su muerte fue violenta, uno de los casos más extremos por su crueldad, había dejado de ser noticia varios días atrás.

—¿Crees que falte mucho para que seamos libres? —preguntó Takeru, su voz denotaba esperanza.

—Quiero creer que sí. Hay muchos motivos para creer que ellos fueron los culpables —Hikari quiso agregar que también había motivos para pensar que se trataba de algo más pero no lo hizo. Parte de ella le decía que decir esas palabras en voz alta se transformarían en una realidad.

Las noticias terminaron y ambos regresaron al invernadero. Lo primero que vieron fue a Hiro Takada cargando un saco de abono. Takeru sintió un escalofrío recorrerlo en el momento en que la mirada de su compañero de trabajo se posó sobre la suya. No recordaba haber hecho algo que pudiera hacerlo enojar y dudaba que hubiera descubierto su identidad, pues de haberlo hecho, nada le impedía llamar a la policía.

—Ryuugu, encárgate de envolver las rosas, Tokashiki, trae tres sacos de abono del almacén número tres.

Ambos agradecieron el que Sora les hubiera dejado algo preparado para el almuerzo, pues se sentían demasiado agotados para cocinar algo. Takeru sabía que no tenía motivos para sospechar de Hiro, no lo conocía y probablemente solo hacía su trabajo, pero en varias ocasiones había tenido la sospecha de que Takada les había puesto trabajo de más, especialmente cuando notaba la forma en que lo miraba, parecía molesto por algún motivo que no lograba comprender.

Cada vez que él o Hikari hacían una pausa para descansar, eran descubiertos por Hiro, quien les asignaba una tarea. No fue hasta la hora del almuerzo que pudieron hacer una pausa y ni siquiera en esa ocasión pudieron relajarse. Sora, Yamato, Taichi y Catherine, los estaban buscando. Ver a Catherine hizo que, por unos instantes, Takeru considerara que le llevaban buenas noticias, pensamiento que desapareció al ver las expresiones de sus amigos y de su hermano.

—¿Cuándo viniste? —le preguntó Hikari a su hermano.

—Ayer, logré un permiso para regresar antes. No podía quedarme sin hacer nada.

—Pero, tu trabajo…

—Eso no importa ahora —le dijo Taichi con una seriedad poco propia en él. Takeru sospechó que estar en ese lugar le causaría bastantes problemas a futuro —, tenemos poco tiempo para hablar.

—Yume no tenía deudas con los yakuza —les dijo Catherine —, ellos embargaron su casa poco después de que se fueron y no volvieron a venderle.

—Entonces, ¿cómo …?

—Debió ser quien la llevó a tu departamento —continuó Catherine —, de ese modo debió asegurarse que ella no se defendiera. Y ahora con el asesinato de Mimi, los oficiales sospechan más de ti.

—¿Qué pasó con Mimi? —preguntaron Hikari y Takeru al unísono.

Catherine les dedicó una mirada severa a Taichi, Sora y a Yamato, una que anunciaba una larga conversación en cuanto todo eso terminara —. Después de estar desaparecida por varios días fue encontrada en una de las fuentes del parque. A simple vista parecía una muñeca y nadie notó nada extraño en ella hasta que el olor la delató. La autopsia reveló que todos sus órganos fueron extirpados de un modo similar al que solían emplear los egipcios para momificar ¿Eso te suena familiar?

Takeru había sospechado que algo le había pasado a Mimi. El secretismo en Yamato y Sora lo habían hecho desconfiar, pero nunca llegó a creer que hubiera sido asesinada, menos de una manera tan terrible. Quería creer que se trataba de una mentira, que Catherine lo estaba poniendo a prueba o que se trataba de un error. Le costaba creer que su amiga hubiera muerto, que nunca la volvería a ver. La mirada severa de Catherine hacía difícil que se aferrara a esa pequeña esperanza.

—Fue la segunda muerte en el borrador de mi libro —comentó Takeru en un susurro apagado —, el asesino creyó que era hermosa y quiso inmortalizar su belleza.

—Yo estuve con Takeru todo el tiempo, es imposible que lo hiciera.

—Esa coartada solo sirve para el segundo asesinato, y aun así es fácil de romper. Necesito que los dos me digan todo lo que sepan sobre el manuscrito de Takeru, la clave puede estar en quienes tuvieron acceso al mismo.

Hikari y Takeru intercambiaron miradas, inseguros de tener algo que agregar. Takeru solía ser cuidadoso con sus escritos, solo Hikari, al ser su beta, podía leerlos antes de que fueran entregados a la editorial, lo habían hecho durante varios años y en ninguna ocasión los borradores cayeron en manos de terceros.

—¿Tenías una versión en línea? —volvió a preguntar Catherine.

—Sí, motivos de seguridad ¿Por qué preguntas?

—Tachikawa y Yagami no tenían nada en común, y por lo general los asesinos en serie buscan conexiones entre sus víctimas, dudo que ser mujer fuera esa similitud y es allí donde entra mi teoría. Pensaría que es uno de esos casos en los que un fan basa sus crímenes en una obra de ficción, sin embargo, el que fuera un borrador descarta ese punto… y es allí donde entra el correo, Yume Yagami regresó porque Takeru la llamó, o eso es lo que ella pensaba. Me resulta extraño el que no intentara llamarlo cuando no lo encontró en el aeropuerto, lo que me hace pensar que no lo consideró necesario.

"Como eso ocurrió antes de nuestro encuentro no puedo comprobar el que Takeru no se presentara al aeropuerto, incluso en caso de hacerlo, pudo darle instrucciones para el encuentro, pero le daré un voto de confianza porque… —Catherine hizo una pausa y desvió la mirada notablemente incómoda, un sonrojo apareció en las mejillas de Takeru al entender el motivo —, intuición de detective. Yagami no se defendió en ningún momento, probablemente por el efecto de las drogas o porque confiaba en su atanque, como se consideró en un principio. Sumado a los falsos reportes que hemos recibido sobre el paradero de Takeru, tengo fuertes sospechas de que estamos lidiando con un caso bastante extremo de robo de identidad".

—¿Algún plan para atrapar al impostor?

—No, primero tendría que saber el grado de obsesión. De momento el plan es poner a Takeru y a Hikari en un lugar seguro. En unas horas regresaré con la policía y fingirán que es la primera vez que me ven.

—¿Qué pasara con Sora? ¿La acusaran por complicidad?

—El que los tenga trabajando para ella la involucra directamente, pero Ken y yo podemos encargarnos de sacarla de los expedientes, nada complicado, en especial si probamos que no se pidió currículo vitae —Catherine le restó importancia a sus palabras con un gesto de mano.

Taichi y Yamato fueron los que mostraron mayor apoyo al plan, convencidos de que sus hermanos, principalmente Takeru, corrían peligro. En lo único que se opusieron fue cuando la detective les dijo que no debían intervenir hasta que fueran comunicados, algo poco probable si Hikari y Takeru ingresaban al sistema de protección de testigos.

….

Hikari y Takeru no regresaron al trabajo después de que Sora, Taichi, Yamato y Catherine se marcharan. Había mucho trabajo en el invernadero. Tampoco hablaron, después de todo lo conversado tenían mucho que asimilar, especialmente la muerte de Mimi. Ella los había ayudado tanto y no volverían a verla.

Takeru encendió el televisor y buscó un canal de noticias. Pasaron varios minutos antes de que hablaran sobre el caso de Mimi. Mostraron varias fotografías, debido al estado del cuerpo de Mimi la censura no fue necesaria, nadie hubiera creído que estaba muerta sino lo hubieran dicho, no obstante, Hikari y Takeru pensaron que esas fotografías eran de mal gusto.

—Espero que no te moleste que cambie de canal —le dijo Hikari mientras presionaba el botón de cambio de canal, no le prestaba atención a lo que la pantalla mostraba.

—Estaba por pedirte que lo hicieras.

Para ambos resultó extraño ver a Hiro Takada ingresar a la habitación. Al principio creyeron que los buscaba para reclamarles por ausentarse del trabajo, la pistola que cargaba les hizo saber que ese no era el motivo por el que los había buscado. La forma en que los veía denotaba claras intenciones de asesinato.

—¿Por qué lo haces? —le preguntó Takada.

Ni Hikari ni Takeru respondieron. Ninguno de ellos sabía a quien le hablaba o el motivo del enojo. El tener una pistola apuntándolos no hacía que la situación mejorara. Ambos sabían que una palabra equivocada, haría que el hombre frente a ellos se enojara y actuara de manera violenta.

—Átala —sin dejar de apuntar, Hiro le lanzó a Takeru unas cuerdas.

Takeru no quería atar a Hikari, pero sabía que no tenía opción. Ambos estaban demasiado lejos como para intentar desarmar a Hiro y sabían que el hombre que los amenazaba podría disparar ante la menor provocación. Con una mirada le pidió perdón a su amiga por lo que estaba por hacer, y de la misma forma, ella le dijo que lo entendía.

—Asegúrate de que quede firme. Todavía tengo planes para ti.

—¿Qué planes?

—¿No te parece obvio? Limpiaras mi nombre. Admitirás que tomaste mi nombre y eres responsable de la muerte de Yagami Yume y de Tachikawa Mimi.

—Yo…

—Fue por tu culpa, si no hubieras tomado mi identidad, no las habría elegido para cometer los crímenes de mi libro. Admitirás ser un hater que robó mi manuscrito para manchar mi reputación. Incluso Yume, mi novia, creyó que yo era el chofer y cuando estuvimos en mi departamento intentó delatarme. Un poco de droga bastó para que se calmara, pero ella debía pagar, antes de darme cuenta había roto su cuello.

Takeru recordó cuando Mimi comentó haberlo confundido con alguien más. No tenía forma de estar seguro de que se trataran de la misma persona, pero dudaba que fuera una casualidad. Hiro Takada, si ese era su verdadero nombre, se veía mentalmente inestable, totalmente convencido de que era Takeru y era él quien había robado su identidad.

—Ahora ¿Qué debería hacer contigo? —pese a las palabras de Hiro, resultaba evidente que él tenía un plan.

Takeru no supo cuánto tiempo pasó Hiro observándolo a él y a Hikari, pudieron ser minutos u horas, pero a él le pareció eterno. Intentó pensar en formas de escapar, ninguna de sus ideas lograba convencerlo. Quitarle el arma no era algo posible, aunque les ayudaría a salir de esa ocasión, estaban demasiado lejos como para intentar hacer algo sin que Takada los observara.

Por un instante se preguntó si estaba dispuesto a disparar y la respuesta fue afirmativa. Sabía que dudar podría costarle la vida a Hikari y a él, pero una parte de él también deseaba que ese hombre pagara, que sintiera, aunque fuera un poco del dolor que le había causado a Yume y a Mimi.

Lo odiaba. No era una sensación a la que estuviera acostumbrado, pero le era imposible no sentirla al recordar el cuerpo mutilado de Yume. Sus brazos y piernas clavados, su cabeza sin vida colgando de un cuello roto y su cuerpo cubierto de sangre, imagen frecuente en sus pesadillas clamaba por venganza, exigía justicia. Aunque no había visto el cuerpo sin vida de Mimi el solo saber que la convirtió en una muñeca, era motivo suficiente para odiarlo. La crueldad de sus asesinatos hacía que lo viera como a un monstruo.

—Quítate la ropa —le ordenó Hiro Takada sin dejar de apuntar con la pistola —, puedes dejarte la ropa interior.

Takeru no tenía ningún deseo de obedecer la orden, pero sabía que, de no hacerlo, la vida de Hikari y la suya corrían un grave peligro. Cada vez que una de sus manos temblaba, notaba que las intenciones de su captor eran serias, a pesar de que no llegó a dispararle. En cuanto terminó le indicó que le lanzara sus ropas. Si Takeru no hubiera estado en una situación tan peligrosa, habría sospechado del motivo por el que su captor deseaba sus ropas o recordado las palabras de Catherine antes de marcharse.

A su lado notó que Hikari temblaba. Quizás por el dolor que le provocaban las cuerdas o por el temor de estar en una situación como esa, o quizás ambas. Quiso decirle que todo estaría bien, que en cualquier momento llegaría una ayuda y ese momento solo se convertiría en una traumática experiencia, pero no pudo decir nada, era inútil tratar de confortar a alguien cuando ni siquiera podía calmarse a sí mismo.

—Ahora, date la vuelta, ponte de rodillas y colócate de espaldas.

Takeru no necesitaba voltearse para saber que Takada se pondría su ropa. Consideró voltearse e intentar tomar la pistola del asesino, pero sabía que era inútil. Antes de siquiera poder voltearse, Hiro tendría la oportunidad de dispararle. La situación de Hikari no era diferente. Aunque el asesino tuviera sus manos ocupadas, podía recuperar el arma en cuanto viera a Hikari arrastrarse.

El sonido de un disparo hizo que su cuerpo se paralizara.

Sabía que no le habían herido pues, su cuerpo no tenía ninguna herida, el único dolor que sentía era el que le provocaba esa posición. Sabía que fue cerca de él, el volumen del sonido lo delataba. Lo que no sabía en qué lugar había dado la bala, y esperaba que Hikari no hubiera sido lastimada.

—Lo siento, Hikari, pero era la única forma.

Takada no le había dado permiso de moverse, no le importó. En cuanto se volteó, lo primero que vio fue el cuerpo de Hikari tirado en el suelo, en medio de un charco de sangre cada vez mayor. Desde su posición era imposible saber si seguía con vida, revisó su pulso, no encontró nada.

Vio a Hiro Takada golpearse y supo que era el momento. No le interesaban cuáles fueran los motivos para que el criminal actuara de ese modo ni le interesaban. Estaba cegado por el odio, quería que pagara por el daño que le había causado a Yume, a Mimi y a Hikari, sin importarle que pudiera morir en el proceso. El que robara su identidad podía dejarlo pasar, pero el que asesinara a sus seres queridos, eso era algo que no podía perdonar. Todo lo que Takeru veía era rojo.

La pistola no disparó.

Era real, podía sentirlo con solo tocarla. Hiro Takada la había usado para dispararle a Hikari. Pero se había quedado sin balas.

—Eres tan predecible, maldito impostor —le dijo el falso Takeru mientras se limpiaba un hilo de sangre que colgaba de su boca. En su puño podían verse la punta de las balas que había retirado de la pistola.

Takeru no entendió el significado de esas palabras hasta que la puerta fue destruida. Del otro lado apareció Ken, apuntándolos con una pistola. Dejó caer la suya sabiendo que nada podía hacer con ella, que nuevamente las evidencias lo incriminaban a él.

—¡Qué bueno que llegaron! —lloró el falso Takeru —, asesinó a Hikari y estaba por hacer lo mismo conmigo.

Ken intercambió un par de miradas con Catherine antes de dirigirse al falso Takeru y esposarlo. No fue sencillo, al principio el impostor trató de resistirse, usó toda su fuerza en tratar se escapar, por lo que Ken tuvo que usar su pistola taser para controlarlo y poder llevarlo hasta la patrulla policial. A pesar del cambio de ropas, ambos habían reconocido a Takeru y los dos notaron las inconsistencias en los golpes.

Catherine se dirigió hasta Hikari y al igual que Takeru buscó su pulso y revisó su respiración, encontrando que esta última, aunque casi inexistente, estaba presente. Pidió una ambulancia y ayuda a Ken. Takeru se apresuró en ofrecer su ayuda, colocó a Hikari sobre sus hombros y la llevó hasta el vehículo de Ken, no se separó de ella en ningún momento, ni siquiera cuando lograron alcanzar a la ambulancia.