Disclaimer: Sailor Moon y sus personajes pertenecen a Naoko Takeuchi-sama, pero la historia es mía, mía y nada más que mía... nee?


"Roomies"

Por:

Kay CherryBlossom

(POV Serena)

.

1. Propuesta

.

.

Frunzo el ceño por enésima vez mientras hurgo dentro del refrigerador tratando de encontrar algo frío para beber. He estado muy malhumorada hoy, y ayer... y antier, y el día anterior a ése. Y la culpa la tiene ésa mujer, que ahora canturrea alegremente en la sala de estar de aquí para allá como la princesa Aurora en pleno bosque, esperando que los animalillos se le acerquen como público. Lo peor es que canta muy bien.

Maldita sea Mina Aino, pues si no fuera por ella, y por su felicidad, yo no estaría pasando por esto. Y maldita fuera yo también de paso, pues si no fuera tan débil y dependiente, tampoco pasaría por esto.

Suspiro arrepentida y además de elegir el jugo de naranja enlatado que suelo beber, tomo un refresco de dieta para ella y se lo llevo. No debería comportarme así, pero mierda, no puedo evitarlo.

Mina es mi compañera de piso desde la universidad, hace cuatro años. Y antes de éso, fuimos amigas desde la secundaria. Teníamos todas las clases juntas, pasábamos los recreos juntas, paseábamos los domingos juntas... con ella tuve mi primera noche de pijamas, mi primera borrachera, mi primer trabajo en los videojuegos. Fue la primera en enterarse de mi primera regla, mi primer amor, mi primera vez. Cuando elegimos carreras diferentes, (ella diseño de modas y yo periodismo) nos mudamos a la capital, y con ella he compartido muchas cosas. Buenas y malas. Es mi mejor amiga, la hermana que nunca tuve, y ahora... y ahora...

Se me empañan los ojos de lágrimas y trato de contenerme. No puedo hacer un numerito aquí, estando ella presente. Ya tuve mi chance de llorar contra la almohada bastantes días, y tendré muchas oportunidades cuando se vaya. No debo hacerla sentir mal. Es injusto, egoísta, y sobre todo, muy impropio de mi edad, una mujer de veintitrés años.

Mina advierte mi presencia y sonríe. Acaba de sellar una caja y garabatear algo que dice "libros" y yo le extiendo la mano para darle el refresco. Hemos estado toda la mañana empacando. Bueno, ella empacando y yo ayudándole.

—Ya es la última —me dice ella, cansada pero radiante. Claro, ¿quién no lo estaría? —. Muchas gracias, Sere. No sé qué haría sin ti.

La miro con cariño. Sólo haría algo así por ella, aunque hubiera preferido emplear mi fin de semana en lo que fuera y no empaquetando. ¿Cómo lo hace? Es una experta en atraer a la gente y deslumbrarla para que hagan lo que ella quiera. Incluso con ésos shorts cortos y viejos y su top simple sin mangas y el pelo hecho un molote está guapísima, aún cuando está sudorosa y agotada. Paso por alto la punzada de lástima que me inspira. Mina tenía muchísimas cosas, sobre todo ropa.

—No hay problema —mascullo forzada.

Ella me conoce muy bien, y se da cuenta del tono apagado de mi voz.

Hace un puchero y se acerca tomándome de las manos.

—Estaremos en contacto todos los días, lo prometo. No viviremos tan lejos, ¿sabes? Así que vamos a salir a tomar café, y ver las mismas películas ñoñas con helado de chocolate. Lo sabes, ¿verdad? —me jura apasionada.

Yo sonrío, pero me da la impresión que mi sonrisa es más falsa que la de un ventrílocuo de mala calidad.

—Claro, pero no será tan seguido...

Ella sonríe aún más, pero la sonrisa no le llega a los ojos. Es muy buena ocultando sus sentimientos, pues sé que a pesar de lo feliz que está, también lamenta irse.

—Estarás bien. Mi teléfono estará encendido las veinticuatro horas del día —me asegura. Yo asiento, ¿qué puedo decir de todas formas? Luego, con cierta culpabilidad me suelta —. Yo... debo ir a bañarme, la mudanza llega en una hora.

—¿Una hora? —me horrorizo.

Creí que aún nos quedaba al menos ése fin de semana. Había comprado vino, haríamos nuestros macarrones especiales y charlaríamos de lo mismo de siempre hasta la madrugada. Claro, era una sorpresa, una especie de despedida... que ahora no se llevaría a cabo. Se marchaba tan pronto...

Mina se excusa diciendo que su novio es un controlador obsesivo que no quiere estar un día antes del gran día acomodando chucherías y necesita darse tiempo para aclimatarse a su nueva casa. Yo hago como que la oigo, pero en realidad no la oigo. Me dejo caer en el sofá y pienso en lo que realmente va a suceder. Mina se va. Se va a casar y luego se va a alguna playa a su luna de miel, después, a vivir con él. Y yo me quedo aquí, en este enorme departamento sola, que por cierto ni siquiera podré seguir pagando.

Mina y Yaten se conocieron una de tantas noches de karaoke en las que nos divertíamos horrores, bebíamos mojitos y cantábamos hasta quedar afónicas. Ella derramó su trago accidentalmente sobre su camisa y discutieron aclaroadamente unos segundos. Justo cuando parecía que iba a matarla, ella lanzó su embrujo y quedó encandilado con ella. Ambos siguieron saliendo y en solo cinco meses ya estaban comprometidos.

¿A quién le pasa eso? Eso no pasa, sólo ocurre en las películas y hasta en ésas se ve súper falso. Pues no fue su caso, obviamente, porque en una semana ya tendrían una vida juntos y estaban totalmente enamorados.

Mina decía que nada cambiaría. ¿Cómo no iba a cambiar? Estaría casada, seguramente después querría tener bebés. Y conociéndola por su trauma de hija única, no tendría uno... si no varios. Y sí, yo estaría ahí, a cada momento de su vida acompañándola, siendo la mejor amiga que debía ser. ¿Y qué había de mí? ¿Quién me cuidaría ahora?

Esas cosas no me pasan a mí. ¿A ustedes sí? Sólo tuve dos novios en toda mi vida. Un chico nerd en la secundaria llamado Kelvin que me perseguía con sus anteojos de fondo de botella para todos lados, y duramos únicamente dos semanas. Lo acepté porque me dio algo de pena... pero no pude aguantar mucho, tenía mucho acné y era fanático los juegos de lógica. No era divertido, ni interesante, ni nada. Sólo era un cerebrito, y yo era muy mala estudiante. Cuando intentó besarme una vez a la salida del instituto, yo sentí una arcada y huí. Ahí acabó nuestra relación. Y otro, con el que había cortado hace un año y meses y que parecía el príncipe salido de algún cuento. Todo lo contrario. Guapo hasta perder el aliento, alto y educado... inteligente, caballeroso, era más grande que yo y tenía muchos temas de conversación.

El tipo era un sueño, pues. Al final no lo fue. Fue un cabrón que me rompió el corazón, pero no quiero hablar de eso ahora.

Y desde entonces... nada. Sólo chicos que me hablaban en bares únicamente para poder acercarse a Mina (que era evidentemente mucho más guapa que yo), o en el trabajo para conseguir algún favor, o para preguntar como llegar a algún sitio o venderme algo. No sabía qué estaba mal conmigo, no lo lograba entender. La vida era muy jodida. Yo estaba muy jodida.

Miré el periódico que estaba ahí, arrugado, y solté un bufido recordando mi miseria.

Como era pésima administradora, no contaba con los suficientes ahorros para sostener el departamento más de otro mes, pues ambas pagábamos el alquiler. No fue culpa de Mina, ella me avisó hace tiempo... incluso se ofreció a prestarme dinero, pero no quería aceptarlo. Yo sería pobre, pero orgullosa. Tampoco es que Mina nadara en riquezas, así que preferí rechazarlo. Ella necesitaría muchas cosas en su nueva vida...

Me había dedicado a buscar algún lugar más o menos decente, pero no encontré nada más que un loft diminuto que quedaba en la transición a la zona "pesada" de Tokio. No me importaba que no fuese lujoso o encontrarme con una chica que vendía sus favores sexuales de vez en cuando, pero tampoco me encantaba la idea de que me apuñalaran para quitarme lo poco que que ganaba por ser correctora de estilo en un periódico de segunda.

El timbre suena y Mina grita desde la regadera algo que no entiendo pero supongo que tiene algo que ver con que vaya a abrir. Cuando lo hago, mi humor pasa de jodido a extra jodido.

—Hola, Bombón —me saluda con sus perfectos dientes blancos, y su mirada, aunque sé que estaba detrás de las gafas oscuras, sé que también se ríe de mí —. ¿Puedo pasar?

—No, ¿qué quieres? —espeto —. Y no me llames así —le recuerdo de mala gana. Siempre se lo decía, y siempre se hacía el idiota.

—Qué carácter —farfulla y sin pedirme permiso, se cuela en mi casa como si fuera suya —. ¿te está bajando la regla?

Yo me pongo roja de coraje, y me muerdo la lengua porque sé que discutir con éste subnormal es energía perdida. Este tipo, vestido con ropa sport de marca y que se cree un galán y es la persona más vulgar que he conocido, es Seiya Kou, el hermano mayor del novio de Mina. Tenemos una historia incómoda y lo odio con todas mis fuerzas. Lo conocí el mismo día del karaoke, pues iba con Yaten. Y aunque Yaten era de modos bruscos y frío como un témpano, no le llega a los talones a lo antipático que puede resultar Seiya.

Fue animadversión a primera vista.

Se burló de mi camiseta de Snoopy (¿qué tiene de malo Snoopy? ¿que el muy traumado no había tenido infancia?) del cóctel que estaba bebiendo (el tequila no es para chicas, ¿o sí?) de mi forma de bailar y de la música que me gustaba (todos nos sabemos al menos una canción de Justin Bieber, ¿o no?) de mi peinado de "bombones" (y de ahí el desagradable apodo que ahora tengo) y sobre todo, de mi idea del amor. Todo iba regular hasta que tocamos el tema de las relaciones personales. Que si tenía novio, que si tal... Mientras Mina y Yaten ya estaban teniendo sexo telepático y se conocían, yo no tuve de otra que quedarme con él, soportando su patética charla sobre coches y guitarras eléctricas, y lo popular que era con las mujeres... que patatín, que patatán.

Hasta que, en un arranque de quien sabe qué cosa, yo le dije que para mí eso no era gran vida y que no era mi tipo, e intentó besarme para demostrame lo irresistible que según él era. Estaba ebrio. Yo no alcancé a girar la cara y le di un empujón porque no tenía más fuerza que para eso, y me marché llorando.

Nunca se disculpó ni yo se lo pedí, y entonces a partir de ahí, toda nuestra convivencia había sido irritante y forzada.

Y no me importaba, de veras que no me importaba si existía o si tenía que verlo seguido por evidentes razones. Pero al sujeto le encantaba hacerme rabiar por puro placer, hacía comentarios sobre que me hacía la estrecha pero en realidad yo estaba enamorada de él en secreto y escribía su nombre en mi diario o cosas por el estilo. Estaba demente, a mí no me gustaba ni tantito, era egocéntrico y muy frívolo. Seguro que en su vida había tocado un libro de verdad y tenía cero tacto con las mujeres. Por eso sólo conseguía zorras de una noche, y yo no era una zorra de una noche.

Seiya se quita las gafas oscuras y me mira de arriba abajo, evaluándome como siempre. Yo aún traía puesta mi pijama. Un pantalón de lunares en color lila que me iba enorme y una camiseta grande y algo agujereada, sin contar con mis pantuflas de osito panda, mis favoritas. Se ahorra el comentario sarcástico seguramente cuando alza la vista y nota mi aura negra despidiendo por todas partes, y tuvo un poco de consideración. Raro en él.

—Vine por Mina para llevarla al nuevo apartamento con la mudanza. Yaten tuvo un imprevisto y me envió en su lugar —anuncia.

—Está en la ducha.

Él sonríe como si le hubiera dado la mejor noticia de su vida, y se echa en el sofá ante mi mirada atónita y furiosa.

—No pasa nada, la esperaré —dice y sube las piernas a la mesita. Yo paso a patearlo para quitárselas. ¿Qué se creía éste papanatas?

—¿Cómodo?

—Mucho —sonríe —. Estaría mejor si me ofrecieras algo de beber.

—¡Cómo si lo merecieras!

Él menea la cabeza como imitándome, y yo gruño.

—Espérala abajo, no quiero verte aquí —le digo de malas pulgas.

Seiya me ignora y cruza las piernas. Mira el periódico que estaba allí y lo curiosea.

—Así que te mudas...

—No es asunto tuyo.

—¿A dónde?

—Tampoco es asunto tuyo.

Antes de que pueda reaccionar para quitárselo y evitar que lo vea, Seiya sonríe socarrón y me gana, notando el anuncio que he remarcado con un plumón y que dice la fecha de la visita. Se ríe con ganas, y yo gruño desaforadamente, pero da la impresión que, ante él, sólo soy un perro chihuahua con mal genio. No le ningún inspiro respeto, mucho menos miedo.

—Esta colonia es de lo peor que hay.

Yo rechino los dientes.

—Qué gran descubrimiento, genio —le digo.

—No es necesaria la agresión, sólo es un comentario Bomboncito —murmura Seiya hojeando el periódico.

Yo me sonrojo. Bueno, sí estoy más filosa con él que de costumbre. ¡Pero debería entenderme! Cualquiera entendería lo que estoy pasando.

Suspiro.

—No encontré nada mejor, ¿feliz?

Él cambia su mirada a seria y se dirige a mí. ¿Qué me va a decir?

—Así que buscas donde quedarte... ¿y cuánto puedes pagar? —me pregunta de imprevisto.

¿A dónde va esto?

—Yo... poco, muy poco —admito con las mejillas encendidas. No es que Seiya fuera rico, pero no creo que le fuera tan mal con su... banda de rock o lo que fuera que tenía. Él roda los ojos y zarandea el pie, esperando una respuesta más concreta.

Yo le digo mi presupuesto, y para mi sorpresa, no se mofa de mí. Cuelga la cabeza mirando el techo, como si pensara. Yo arqueo una ceja. ¿Qué le pasa?

—Yo tengo una habitación extra —revela inesperadamente —. Si te interesa, podríamos compartir el apartamento.

Abro mis ojos de par en par. ¿De qué va éste zoquete ahora?

—¿Eh?

—Tengo una habitación extra —repite como si yo fuera retardada mental. Claro que lo oí, pero creo que es una broma. Este tipo nunca dice nada en serio.

—¿Bromeas? —repito mi pensamiento.

—Yo también necesito un compañero de piso —responde encogiéndose de hombros. Es cierto, él vivía con Yaten y en teoría, ahora está en las mismas circunstancias que yo, pero ¿por qué yo? No es como si no le llovieran opciones. Seguro tiene cientos de amigos con los que puede organizar sus orgías o mejor aún, una mujer de cascos ligeros con la que puede tener su propia orgía sin organizarla —. ¿Te interesa? —me ofrece otra vez.

Como sé que todo esto es un juego maquiavélico para él, decido inteligentemente no caer en la trampa como otras veces anteriores.

—No, gracias —rechazo, y le doy la espalda encaminándome hacia la cocina.

Él me sigue.

—¿Por qué no?

—Quiero vivir sola —miento.

No me gusta la idea de vivir sola. Soy muy miedosa e insegura. Era Mina quien me hacía sentir protegida y en familia desde que me independicé. Ella siempre mataba los bichos, cambiaba los focos, me consolaba si algo me ocurría en el trabajo, y me daba consejos cuando un tipo me trataba mal. ¿Qué iba a hacer yo sola? Peor, ¿qué haría yo con Seiya Kou? No, ni muerta.

—Pero esa zona te queda muy lejos de donde trabajas, harías mucho más tiempo —comenta casualmente ¿como lo sabe? —. Y aunque sea más barato que aquí, apuesto que al final terminarías pagando de más en transportes, comidas, todo eso.

—Prefiero eso que vivir contigo.

Se ve que Seiya es el tipo de hombre que no le gusta perder, y lo demuestra otra vez.

—Oye, no soy un psicópata, pregúntale a Yaten. Sé mantener las cosas en orden y respetar la privacidad de los demás. Es un trato de negocios, que a mí también me conviene. ¿Por qué eres tan pesada?

¡Yo pesada!

—¡Tú sabes por qué! —le digo escandalizada. ¿Es que no tiene ni mínimos escrúpulos? ¿Todavía me lo reprocha?

Él se cruza de brazos y se recarga en el frigorífico. No puedo evitar echarle un vistazo a sus brazos fuertes y abdomen, que se notan marcados debajo de la camiseta de Led Zappelin que tiene puesta. Yo desvío los ojos a otro lado, fingiendo acomodar unos platos. Estoy muy enojada de que no le importe lo que me hizo, así que decido echárselo en cara con todas sus letras, procurando parecer indignada y no dolida. Mina se va hoy, y estoy echa un mar de sensibilidad. Sería humillante terminar llorando enfrente suyo.

Cuando le digo lo mucho que me cabreó que me besara a la fuerza y todas sus actitudes del después, él se queda muy serio. Es la primera vez que lo veo así, y dos veces en el mismo día. Uau... algo extraño debe estar pasando como para que parezca un adulto. Ja.

Yo me mantengo firme en mi postura, y le miro con desdén. Seiya se acerca un poco, guardando un prudente metro de distancia entre nosotros.

—Yo... lo siento, ése día estaba tan borracho que no recuerdo nada.

Saco una carcajada escandalosa.

—¿Me tomas el pelo?

—Es verdad, me sacaron de ahí a rastras —insiste abochornado —. No quise intentar hacerte daño, ¿me disculpas?

Yo paso saliva con fuerza, cuando lo veo mirarme con cara de corderito degollado. ¿Qué demonios...? ¡Es Seiya Kou, no debe causarme compasión ni nada! Sin embargo, no parece mentir. Tengo buen ojo para los mentirosos después de haber lidiado con un profesional, y concluyo que no está mintiendo.

Luego de una pausa larga, suspiro y relajo los hombros.

—Está bien... no importa. Pasó hace mucho.

—Pero fui un imbécil, no debí tratarte así —admite —. Y lo demás... pues...yo soy así y...

Yo corto el rollo porque ya no le veo caso, y porque aunque me cuesta aceptarlo, Seiya Kou es capaz de convencer a quien sea de que es un buen chico con ésa carita de niño pillo y no quiero que lo haga. Me enfada un poco la idea de que no sea el monstruo que yo pensaba. Sigue siendo un cretino, pero algo menos odioso.

Escucho a Mina con sus tarareos que sale del baño. No quiero que me encuentre en una conversación íntima con él. La conozco, y no me dejará vivir en paz sobre que hay algo entre nosotros y todo eso. Lo ha hecho reiteradamente, alegando que esa polaridad en realidad es "química" y no incompatibilidad. Obviamente es lo segundo, estoy segura de eso.

—Ya está, olvídalo. De todas formas no voy a mudarme contigo —declino su oferta del modo más cortés que logro —. Pero... nos veremos en la boda, ¿correcto?

Porque para el colmo de mis males, yo soy la madrina... y él, el padrino del novio. Genial. Estaremos todo el tiempo juntos. En la ceremonia, en la misma mesa... todo eso.

Seiya asiente, aunque se ve algo decepcionado. ¿A él qué más le da? Seguro en cuanto corra la voz de su "cuarto disponible" tendrá cola para ocuparlo. Es la mejor compañía masculina que un amigo puede tener. Es fiestero, derrochador, soltero...y conoce muchas mujeres. Según Mina, Seiya es súper divertido y "está como quiere". Ha intentado sugerir cosas varias veces que le coquetee o algo así, pero se rindió hace mucho. En primera, porque no sé coquetear con nadie, y en segunda, porque no hay forma posible de que yo pueda fijarme en él.

Al día siguiente, la vida me puso los pies en la Tierra.

No soy una persona soberbia, pero si hay algo que detesto, es tener que tragarme mis palabras. Estoy parada afuera del edificio más horrendo que ha presenciado la humanidad desde el ataque nuclear a Hiroshima, en una calle lúgubre donde las farolas están rotas, hay un vagabundo por ahí intoxicado, perros sucios deambulando y gente muy rara. Lógicamente el ascensor no funciona, así que subo las escaleras destartaladas temiendo que en cualquier momento un terremoto lo colapse o un policía tumbe la puerta de un vendedor de cocaína y lo arreste. Oigo unos críos chillones detrás de las puertas y una mujer que los reprende de modo aterrador, mientras sigo hasta el quinto piso al sujeto calvo y gordo que se supone que será mi casero, con la peor de las expectativas...

El exterior es un paraíso comparado con el interior. La alfombra parece haber sido testigo de las cosas más repulsivas que mi mente es capaz de imaginar, las llaves de los baños están corroídas y sacan agua marrón, y tengo de vista una preciosa fábrica de producción dudosa y que saca humo negro y despide un insoportable olor. Hay cadáveres de cucarachas y polillas por todas partes y al lado, una pareja vecina está follando escandalosamente. Incluso el cuadro chueco que cuelga de la pared, se oscila continuamente.

Me quiero dar un tiro.

Esto una pesadilla, estoy a punto de echarme a llorar. ¿Qué voy a hacer? Revisé bien y no me alcanza para nada mejor. No quiero volver a casa de mis padres en modo fracasado, y teniendo que dejar el único trabajo que he logrado conseguir después de graduarme. No quiero estar lejos de los pocos contactos que he hecho... no quiero...

Me tomo un minuto para auto compadecerme mientras miro por la ventana. El tipo vagabundo se acerca sigilosamente hasta una muchacha y ella sale corriendo. No puedo vivir aquí. Respiro hondo y acepto que la única alternativa que tengo, es aceptar la propuesta de Seiya Kou. Será temporal, unos meses cuando mucho, en lo que renuncio a ése trabajo de mierda y busco algo mejor. O en lo que me gano la lotería. En lo que un millonario se enamora de mí y me saca de pobre. En lo que... lo que sea. No duraré mucho, pero vale la pena intentarlo. Tal vez Seiya no sea tan insoportable como parece, tal vez hasta termine cayéndome bien... tal vez sobreviva a la convivencia y hasta nos hagamos amigos...

Tal vez.

.

.


Notas:

Y bue...sí, volví xD. ¿Saben? Estoy participando con este fic versus otros escritores bastante conocidos del fandom, en un reto del grupo "Eternamente la luna y la estrella". Para quienes compaginen con el SxS (imagino que sí o no estarían leyendo esto) les invito a unirse, hay cosas divertidas.

Respecto al primer capítulo... ¿qué les parece? Es un reto personal que me puse porque está escrito en primera persona (tenía años que no lo hacía) y además tiempo presente. Quiero experimentar con las variantes de la literatura y meterme bien en la psique de Serena. (pobrecita, ya se jodió XD). Probablemente suba el capítulo 2 por ahí de la siguiente semana. Veremos.

Si les gustó, o no les gustó, escríbelo en la casilla de abajo. Wink wink ;)

Besos de cereza,

Kay