El mundo lo sabrá.

Hitsugaya Toshiro suspiró frustrado, a un pelo de partir por completo la tiza entre sus dedos por el puro enojo de que cada vez que se daba la vuelta escuchaba a sus alumnos conversar cuando deberían estar prestando atención. Esos holgazanes.

Volteó lo más rápido que pudo para ver a su clase y tratar de pescar a los que estaban hablando, pero todo lo que vio fue la mirada de sus veinticinco alumnos fija en la pizarra y los ejercicios matemáticos en ella. O bueno, más bien la mirada de veinticuatro, porque había una alumna que, si bien no estaba conversando, estaba haciendo algo solo un poco peor que eso, dormir.

Bufó al ver que se trataba de Kurosaki Karin, que aparte de ser su alumna también era su vecina desde hace casi siete meses.

Tenía una buena idea de porque se había quedado dormida, pero eso no le impidió dejar lo que estaba haciendo y caminar hasta su pupitre, carraspeando para hacerla despertar. Ella no se movió ni un ápice y él rodó los ojos, procediendo a darle un suave golpe en la cabeza con el borrador.

Ella abrió los ojos de golpe y se incorporó mientras toda la clase se reía a su costa. Sus mejillas se tornaron rojas y le dedicó una mala mirada, odiándolo por la humillación pública que la había hecho pasar.

-Esta es la clase de matemática, Kurosaki, no la hora de dormir la siesta.- la regañó con indiferencia y los otros alumnos se burlaron más mientras la mirada de la chica aumentaba su odio al contemplarlo.

-Disculpe, Hitsugaya-sensei.- se disculpó totalmente a regañadientes sin duda sin sentirlo en lo absoluto.

Asintió secamente y volvió a retomar la clase, advirtiéndoles a sus alumnos que no quería escuchar ni un solo sonido o les mandaría tarea extra, eso bastaría para que mantuvieran la boca cerrada durante su explicación.

Llegó la hora del almuerzo y todos se retiraron, excepto por Kurosaki Karin, que una vez todos sus compañeros se fueron caminó furiosa hacia su escritorio, golpeando las palmas de sus manos furiosamente contra él.

-Eso que hiciste fue una total injusticia.- reclamó enojada.

-Sabes muy bien que no te dejaría dormirte en mi clase, ni siquiera a ti, Karin.- la llamó con familiaridad ahora que estaban solos.

Ella bufó y se cruzó de brazos, sentándose en su escritorio como si nada, haciéndolo luchar duro porque sus ojos permanecieran fijos en su rostro y no se desviaran al modo en el que su falda se había levantado levemente.

-Eso fue totalmente por tu culpa, descarado.- reclamó y con toda razón, pero eso no significaba que fuera a ceder y dejarla ganarle la batalla tan fácilmente.

-Tú fuiste la que me rogaba por más anoche. ¿O estoy mintiendo?- sonrió arrogantemente cuando el rostro de la pelinegra se volvió completamente escarlata.

-¡E-eres un pervertido!- le chilló mortificada, antes de retirarse con la barbilla muy en alto, el ceño fruncido y las mejillas ardiendo.

Rió entre dientes mientras la veía marchar.

Sí, Kurosaki Karin no era solo su alumna, también era su vecina, pero desde hace tres meses, ella también era la chica de la que estaba enamorado, con la cual mantenía una relación secretamente ilícita.

Tenía veintidós años y hace solo dos que ejercía como profesor en la escuela preparatoria de Seireitei. También, hace dos años se había mudado de la casa donde había vivido toda su vida con su abuela y su media hermana al complejo de departamentos de Ukitake Juushiro, que había accedido a disminuirle el precio de renta a cambio de que se encargara de los problemas técnicos que tuvieran los inquilinos, cosas como reparar televisores o muebles, destapar cañerías o un montón de cosas que un hombre de edad con problemas de salud como él no podía resolver.

Hace siete meses una chica de diecisiete años se había mudado a la habitación junto a la suya y por petición de Ukitake él la ayudó a desempacar. Y para su sorpresa al día siguiente la vio entre los alumnos de sus clases, viéndose tan incrédula como él se sentía.

Ya tenía un sueldo estable y podía permitirse pagar todo el precio de la renta, pero aun así continuaba ayudando a Ukitake pese a sus insistencias de que no era necesario reparando lo que sus vecinos necesitaran, simplemente porque quería ayudar al hombre que se volvió algo así como un padre para él aunque nunca lo admitiría en voz alta.

Kurosaki Karin en sus clases era una alumna común. Inteligente, pero no precisamente en el top diez de los más brillantes, se metía en problemas a veces, pero generalmente era bien portada. Él no le prestaba mucha atención o al menos eso quería creer.

Un día como cualquier otro llegó de trabajar y como tenía algo de tiempo libre pregunto a Ukitake si necesitaba que hiciera algún trabajo, a lo que este le informó que el televisor de su vecina de arriba se había descompuesto otra vez y sí no podía echarle un vistazo, el hombre hace mucho que se había cansado de repetirle que no era necesario y que podía llamar a un técnico porque él insistía en ayudarlo cada que tenía tiempo libre.

Cuando llegó a casa de su vecina Unohana, se sorprendió de ver allí a la chica Kurosaki, reparando el televisor ella misma mientras Unohana preparaba unas bebidas frías por el calor de ese día. La mujer mayor lo recibió con una sonrisa, diciéndole que por hoy no necesitaría de su ayuda porque la atenta jovencita se había ofrecido a reparar el aparato.

Hitsugaya normalmente apreciaría el tiempo libre, pero quiso asegurarse de que la adolescente supiera lo que estaba haciendo así que se quedó para supervisar su trabajo, no importa lo mucho que la chica se quejó diciéndole que se largara.

Ella sorprendentemente hizo un buen trabajo con el televisor, y volvieron juntos abajo después de no haber podido rehusarse a la invitación de la mujer mayor cuando los instó a quedarse a cenar.

Después de aquella vez, aparentemente Unohana corrió la voz, porque ahora varias personas optaban por llamar más a Karin que a él, claro que seguía siendo la primera opción de la mayoría, pero algunas veces estaba ocupado, así que entonces la llamaban a ella. La chica ponía buena voluntad en ayudar a los vecinos, y rápidamente todos la adoraron.

Él no estaba celoso ni nada, le gustaba que alguien más estuviera ayudando a Ukitake para que así no tuviera que pagarle a un técnico, lo único que le molestaba es que ahora veía a la chica en todas partes. Ella siempre estaba siendo jaloneada de aquí para allá por los vecinos y a veces como la primera vez tenía que verla ya trabajando en lo que le encargaban antes de que llegara primero.

En la escuela comenzó a estar distraída, sus notas bajaron y como buen profesor que es se preocupó por ella y como siempre parecía estar mirando a cualquier lugar que no fuera a él o a la pizarra.

Decidió que no tenía caso perder tiempo de clase para hablar con ella si podía verla luego y pensó que sería mejor hablarle cuando estuvieran en el complejo de departamentos.

Golpeó a la puerta de su casa medio cuestionándose sí es que eso era realmente una buena idea cuando ella le abrió la puerta vestida con unos cortísimos shorts y una blusa de tirantes extrañada por su presencia allí. Le contó que su motivo era tener una conversación pendiente respecto a la escuela y entonces accedió a dejarlo entrar a su departamento.

Él se dio cuenta de inmediato que vivía sola, y preguntó extrañado por su familia, ya que cuando se mudó solo la ayudó a meter las cajas en el departamento y pensó que tal vez algún familiar llegaría después cuando descubrió que aún era menor al verla en su clase.

Ella se encogió de hombros, tratando de sonar indiferente mientras le decía que solo tenía un hermano que vivía lejos y la mantenía pagándole una pensión para que pudiera vivir sola.

Hablaron y él le comentó su preocupación por el déficit de sus notas, ella pareció enojada porque le sermoneara y lo echó de su departamento diciéndole que no tenía por qué entrometerse en su vida.

Se enojó también con la chiquilla terca y decidió que desde ahora ya no le importaría un reverendo esparrago sobre ella.

Desgraciadamente el destino no le permitió no preocuparse por ella. Solo una semana después, la notó dormirse en medio de su clase y cuando fue a regañarla notó su rostro enrojecido y su respiración forzada. No pudo evitar preocuparse y colocó una mano en su frente, comprobando que efectivamente estaba volando en fiebre.

La llevó a la enfermería cargándola en brazos debido que estaba demasiado débil, maldiciéndola por haber ido a clase en ese estado.

La enfermera Kotetsu Isane le informó que estaba muy mal, y que necesitaba cuidados y supervisión, planeaba llamar a su familia pero él tuvo que decirle que su único pariente vivía muy lejos. La enfermera preguntó preocupada que deberían hacer entonces y él suspiró diciendo que podría llevarla a su casa ya que era su vecina.

Isane estaba aliviada porque sabía que él era de total confianza y le dio la autorización. Tuvo que dejarle el resto de la hora libre a su clase, que en realidad solo era media hora antes de que llegara el siguiente profesor así q no le dieron mucha importancia.

Llevó a Karin en su auto de vuelta al complejo. Pidió a Ukitake por su llave explicándole la situación a lo que se la dio sin poner peros. Cuidó de la chica todo ese día, poniéndole trapos húmedos en la frente y preparándole una sopa para cuando finalmente despertó.

Ella pareció increíblemente sorprendida de que la estuviera cuidando.

-Soy tu profesor.- comentó desinteresadamente colocando la bandeja con la sopa en su regazo. –Y yo me preocupó por mis alumnos, incluso si son tan groseros y maleducados como tú.-

Pareció profundamente ofendida por sus palabras, pero aun así comió sin decir ni una sola palabra.

Quiso irse a su casa apenas terminó su cena, pero entonces su fiebre empeoró y tuvo que quedarse a cuidarla toda la noche aunque la pequeña tonta insistía en que estaba bien.

Pero él no se fue. Había notado que esta niña no tenía a nadie más, no había hecho amigos en la escuela, no tenía suficiente confianza para dejarla con otros vecinos y Unohana y Ukitake trabajaban mucho como para ocuparse de ella, así que solo tenía que encargarse.

Apenas durmió y al día siguiente ella seguía muy mal y él tenía que ir a trabajar, así que no le quedó otra que llamar a una persona de su confianza que sabía que estaría desocupada.

Cuando llegó de su trabajo para ver cómo Matsumoto había cuidado a Karin, se encontró a las dos hablando animadamente pese a que se notaba que la adolescente seguía congestionada. Al verlo llegar, la Kurosaki le había agradecido por sus cuidados con una sonrisa y le insistió en que ya estaba lo suficientemente bien para cuidarse sola.

Le creyó sin problemas y Rangiku y él salieron del apartamento de la pelinegra, y entonces la pechugona dijo lo que ya había estado adivinando que diría desde que la llamó para que cuidara de su alumna.

-¡Tu novia es muy bonita!- arrulló completamente metida en su mundo de fantasía. –Aunque es ilegal, así que espera a que tenga dieciocho antes de embarazarla.- ok, eso último sí que no se lo había esperado.

-¡Largo, Matsumoto!- la echó a patadas sin siquiera darle las gracias, de todos modos ya sabía que ella lo conocía lo suficiente como para saber que aunque no lo dijera valoraba lo que hacía por él.

-¡No olvides mi consejo, no quiero que te arresten!- chilló mientras bajaba las escaleras para salir del complejo. Mujer loca.

Había pasado la noche tranquilamente, cuando algo en él simplemente no lo dejó en paz insistiéndole en que fuera a ver cómo estaba Kurosaki Karin, por lo que suspiró, tomó su abrigo y fue a tocar la puerta de la chica. Estuvo unos buenos diez minutos golpeando pero ella no contestaba, así que tuvo que volver a su apartamento, tomar la llave de repuesto de la habitación de la pelinegra que había olvidado devolver a Ukitake, y abrir la puerta por él mismo.

Cuando entró, agradeció no haberle devuelto la llave al dueño del complejo. Karin se encontraba prácticamente desmayada, con el rostro muy rojo y la respiración totalmente descontrolada, temblando.

Se apresuró a tocar su frente y se horrorizó por lo alto de su fiebre. Sin pensarlo dos veces, la destapó, le quitó toda la ropa a excepción de la interior por supuesto, y la metió a la ducha para que recibiera el chorro de agua que se aseguró estuviera tibia.

Afortunadamente, ella despertó al poco tiempo y le dijo que esperara mientras llamaba a Unohana, quien era una doctora. Lamentó despertar a la trabajadora mujer, pero aparentemente lo vio tan preocupado que no se quejó en lo absoluto y fue a auxiliar a la joven.

Él permaneció en el sofá de la sala, esperando ansioso mientras la doctora la revisaba, sin saber por qué estaba tan preocupado, pero lo estaba, así que cuando la doctora salió y le dio la noticia de que ya le había bajado la fiebre, se sintió inmensamente aliviado.

Le dio las mil y un gracias a Unohana, que solo rió suavemente y no tan suavemente le pidió que ya la dejara volver a dormir.

Después de haber pasado el susto con la doctora, regresó con Karin que ya estaba dormida y se quedó a su lado, dispuesto a velarla toda la noche por temor a que la fiebre empeorara de nuevo.

Ella entreabrió uno de sus bonitos ojos oscuros y él tocó su frente. Aún tenía fiebre pero ya no era nada grave.

-Hitsugaya-sensei…- susurró y él por un momento casi se quedó idiotizado por su voz. ¿Siempre sonaba tan dulce y angelical cuando estaba enferma? –Gracias…- agradeció en voz apenas audible, justo un segundo antes de caer dormida.

Él apartó unos mechones de cabello de su rostro con dulzura sin poder evitarlo, admirándola intensamente. ¿Siempre había sido tan bonita, tan hermosa? ¿Por qué no lo había notado antes?

Se durmió al borde de su cama, sobre su regazo, pero afortunadamente se despertó antes que ella ahorrándose la situación incómoda.

Como tenía que trabajar, le hizo el desayuno y le dejó una nota diciéndole-ordenándole que no fuera a la escuela y se quedara a descansar así podría recuperarse por completo.

Al día siguiente ella volvió a la escuela con mejor semblante, y pasó las clases con normalidad. Fue al otro día que se sorprendió de verla llegar temprano, siendo la primera de sus alumnos en ingresar al aula cuando eso nunca había pasado antes, y dejarle una caja de bento bien preparada antes de irse directamente a su asiento.

Se sorprendió y en su hora de almuerzo comió eso en vez de comprar algo como siempre lo hacía. Y aunque estaba un poco pasado de sal para su gusto, notó el esfuerzo que ella había hecho con eso y sin poder evitarlo sintió aún más simpatía hacia la chica.

Al salir del trabajo compró algo de comida china y al anochecer golpeó a la puerta de su vecina de diecisiete años, enseñándole la comida extranjera e invitándola a cenar con la excusa de que era para compensar lo del almuerzo.

No pasó mucho para que se volviera una especie de tradición. Ella le preparaba el almuerzo y se lo daba a escondidas de sus otros alumnos y casi todos los días cenaban juntos.

Tuvo que admitir que estaba fascinado con su alumna, y la idea lo horrorizo porque profesionalmente era una vergüenza, éticamente una monstruosidad, y legalmente incorrecto… Pero no pudo evitarlo.

Trató de alejarse de ella apenas tuvo conocimiento de lo que estaba empezando a sentir, trató pero no pudo, el destino no lo dejó.

Duró solo una semana ignorándola, teniendo que soportar ver el dolor y confusión en sus ojos cuando rechazaba su compañía, cuando vio como un chico de su clase comenzaba a acercarse a Karin.

El chico la molestaba, tomaba su mano y la besaba, ella trataba de apartarlo pero el payaso hijo de puta insistía.

Hitsugaya trató de morderse la lengua, él no quería hacerle nada al muchacho, en serio, tenía toda la intensión de tragarse sus infantiles celos. Pero entonces vio al patán acorralándola contra un árbol en el receso, y simplemente no pudo evitar meterse.

Empujó al bastardo lejos de SU chica de milagro conteniéndose de golpearlo y lo mandó a la oficina del director con la más amenazante de sus miradas, a lo que el chiquillo obedeció sin chistar por el miedo.

-¿Estás bien?- preguntó preocupado a Karin.

-¿Qué le importa, Hitsugaya-sensei?- fue su venenosa contestación antes de irse con la barbilla en alto ignorándolo por completo sin siquiera darle las gracias.

-Kurosaki.- la llamó sintiendo la ira bullir en él. –Esa no es forma de hablarle a tu profesor. Te quedas una hora después de clase.- gruñó castigándola, arrepintiéndose al segundo siguiente pero sin atreverse a retirar el castigo.

-Veté a la mierda.- gruñó ella y él crujió los dientes.

-¡Dos horas!-

-¡No me importa!-

Después de aquella disputa, se dio cuenta de que lo del castigo no fue precisamente una buena idea. Tenerla solita para él los dos en la escuela no era la más inteligente de las estrategias para olvidar a la chica.

¿Cómo fue que pasó? Aún no estaba del todo seguro.

Primero habían estado en un incómodo silencio, luego ella dijo un comentario acido, luego empezaron a discutir, y después… simplemente la tuvo recostada encima de su escritorio con él sobre su pequeño cuerpo besándola desesperadamente.

Irónicamente, fue el consejo de Matsumoto que él había considerado estúpido lo único que le impidió hacerla suya allí mismo, en la escuela, en su aula, sobre su escritorio y con el peligro de los conserjes dando vueltas por ahí.

Después de que dejó de besarla ella con su rostro adorablemente rojo le confesó que le gustaba. Se contuvo de volver a besarla y ofreció llevarla a su casa, o sea, al complejo de departamentos donde los dos vivían.

No resistió mucho y apenas paró el auto frente al complejo volvió a besarla dejándola sin aliento. Subieron al departamento de él apenas disimulando sus ganas de lanzarse sobre el otro y una vez la puerta se cerró volvieron a dar rienda suelta a sus sentimientos.

Pero por más que esperar lo estaba matando, nunca pasaron de besos y caricias.

Eso ocasionó un par de peleas entre ellos desde que empezaron su relación, pero se mantuvo firme y nunca dejaba que las cosas fueran demasiado lejos.

El besarse no era todo en su relación, ella volvió a prepararle sus almuerzos secretos y volvieron a cenar juntos, a veces, incluso se animaban a nadar en la piscina del complejo juntos a altas horas de la noche. Aunque verla en bikini no lo ayudaba a controlarse, sinceramente…

Fue hace tan solo una semana, cuando ella cumplió dieciocho, que no tuvo la fuerza suficiente como para seguir resistiéndose y terminó rindiéndose a la tentación.

Justo el día de su cumpleaños dieciocho la hizo oficialmente mujer, su mujer.

Ese día, luego del acto, ella confesó en su oído que lo amaba antes de quedarse dormida, por lo que no tuvo tiempo de decirle cuánto correspondía sus sentimientos también.

A la mañana siguiente no hubo tiempo para hablar, directamente volvieron a hacer el amor y luego estuvieron a las corridas para no llegar tarde a la escuela.

Aún no había tenido la ocasión para confesarle que la amaba, pero ya pronto lo haría. Porque no pensaba dejar ir a su amada alumna, y apenas terminara el año escolar y ambos se libraran de las ataduras de la escuela, se lo haría saber al mundo.

Fin.

Holaaa!

Esto se lo había escrito como regalo de cumpleaños a mi senpai aresuri-cham hace como dos años creo xD Lo hubiera subido antes pero como q me olvide y como ya lo tenia publicado en face no le di mucha importancia a publicarlo aqui tambien :v

En fin, aqui está para quien no lo haya leido o quiera releerlo! Espero les haya gustado :3 Los personajes de Tite!

COMENTEN! *o*

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaa!