Sí, otro OS acabo de diseñar para compartir con ustedes, quienes se toman la molestia de venir a leer. Justo estaba leyendo un breve artículo de la biografía de Beethoven cuando llegó a mí esta idea. A ver qué tal cala el intento.

Para Hima

El tiempo había transcurrido. Seis larguísimos años sin volver a verle, y para Sakurako había sido como un tour de un siglo o dos por el infierno mismo.

Seis años atrás, la familia Ohmuro había tomado la decisión de mudarse a Europa por razones laborales, y eso implicaba que Sakurako tendría que alejarse de todas las amigas que había hecho en Nanamori, pero por sobre todas ellas existía una amiga aún más antigua, y que le dolía todavía más la idea de no volver a verla.

Himawari Furutani. No podía comprender cómo es que había tardado tanto para darse cuenta de lo hermosa que era. La última vez que se vieron fue algo realmente digno para ser olvidado. Se pelearon como siempre, pero no terminaron bien. Sakurako intentaba decir adiós a su amiga de toda la vida, pero las palabras sencillamente no le salieron, y al final sólo le salió otro comentario ofensivo con respecto a sus pechos. Himawari también reaccionó de mala manera, y ambas se dieron la espalda durante un rato luego de una acalorada disputa verbal. Quizá si hubieran esperado un poco más hubieran podido decir algo más para poder redimirse, pero sus padres la urgieron a separarse de Himawari. El pecho le dolía por tener que separarse de Himawari de ese modo y en esos términos, y durante algunos días pensó que era consecuencia de las palabras de Himawari.

No pasaría ni un mes antes de darse cuenta de que esa despedida fue la peor que podría haberle dado, y en cuanto se da cuenta empezó a llorar.

Ella era su más grande apoyo, la persona con la que estaba más familiarizada, era su luz en un camino en el que se divertía tentando a su suerte con los ojos cerrados. Pero ahora que no estaba más a su lado, se vio forzada a caminar sola por una vereda que rápidamente la hace desesperar. La oscuridad la ahogaba como nunca antes lo había hecho, y en aquel nuevo hogar no pudo conseguir una mano que la guiase como lo hizo aquella mano. Estaba sola, y eso dolía horrores.

Seis años pasaron. Seis interminables años en los que debió encontrar la manera de surgir y convertirse en alguien autosuficiente para no ser aplastada por aquel cambio de aires.

Y esa manera consistió en aprender a tocar piano.

Nadeshiko y Hanako no se lo podían creer cuando Sakurako les manifestó su resolución. No creyeron posible que Sakurako pudiese madurar lo necesario para decidirse seriamente a ser pianista. En un principio lo tomaron como un infantil capricho de parte de la segunda de las Ohmuro, pero Sakurako no se deja desanimar por el escepticismo y muestra la tozudez necesaria para intentarlo varias veces. Sí, varias veces, pues en un comienzo sus intentos resultaron en un rotundo fracaso. Le era difícil concentrarse, y aprender a tocar piano era algo que le exigía concentración y estudio.

No podía evitar llorar cada vez que se acordaba de Himawari cuando lo intentaba y fracasaba. Su gran apoyo no estaba a su lado, y cada fallo acrecentaba el dolor en su pecho, pues eso le significaba un recordatorio de lo mucho que esa chica le era necesaria, y ella que era tan malagradecida. Nunca le agradeció adecuadamente por todo lo que hizo, y ahora que comprendía sus sentimientos hacia ella, cada recuerdo de su ingratitud la llenaba de amargura.

Al cumplir el primer año de su nueva vida en Europa, Sakurako consiguió ser admitida en la escuela de música a la que había aspirado. Había perdido la cuenta de las veces que había fracasado y llorado para nuevamente levantarse, pero finalmente lo hizo. Su cabeza dura finalmente lograba un mérito completamente propio y para sí misma, y lo siguiente sería seguir esforzándose para mejorar.

Partituras, historia, acordes, clasificación de los instrumentos, ritmo, e incluso vocalización fue lo que tuvo que aprender. Eran muchas cosas para lo que estaba acostumbrada, y eso sin dejar de lado sus clases regulares. Eso casi no dejaba nada de tiempo para divertirse y para socializar con las chicas que conoció en su nueva escuela. Eso normalmente sería ahogante para Sakurako, pero su deseo por lograrlo le hizo tomar el rumbo sin importar la dificultad.

La principal razón de su deseo: Quería emplear la música para que, cuando volviese a ver a Himawari, pudiera agradecerle correctamente. Quería demostrarle que fue capaz de crecer para hacerla sentir orgullosa por todo lo que hizo, aunque jamás manifestara aquello ante nadie, ni a sus hermanas.

Ahora, seis años después, y ya habiendo alcanzado la mayoría de edad algún tiempo atrás, Sakurako regresa a Japón, esperanzada con volver a verla. Había dejado accidentalmente su teléfono cuando se fue a Europa años antes, pero milagrosamente pudo conservar los números de sus amigas para mantener el contacto (aunque necesitó de la ayuda de Nadeshiko en un principio, debido a la dificultad que significaba el discado internacional). De vez en cuando llamaba a alguna, queriendo saber qué era de ellas en su ausencia, pero a ninguna de ellas le dijo que había pretendido convertirse en pianista, a fin de darles a todas una gran sorpresa cuando volviese.

Y había logrado su cometido, pues era ahora era una pianista hecha y derecha. Tal vez no fuera de las que abarcarían páginas enteras en las sonatas en los más importantes anfiteatros del mundo, o una compositora histórica y universal, pero gracias a su esfuerzo podía cumplir con las expectativas del público, palabras dichas por sus profesores cuando consiguió calificar en su última prueba. No era la mejor entre las mejores, pero podía encantar, sabía tocar el piano de una manera que seis años atrás hubiera sido inconcebible, y guardaba la esperanza de que ello fuera suficiente.


Casa Furutani

Ya estaba. No se valía echarse para atrás, pues eso significaría una sensación de fracaso que podría llegar a matarla de tristeza más adelante. Himawari posiblemente estaba ahí, así que va dando paso tras paso hasta estar frente a la puerta y toca el timbre, recibiendo una inmediata respuesta.

─ ¿Diga?

A Sakurako casi se le escapaba, pero ante ella se encontraba una bella niña de cabello azul y desarrollo físico prematuro para su edad. Al primer segundo creyó que se trataba de Himawari, pero su rostro era demasiado aniñado para haber transcurrido seis años. Sólo otra persona podía entonces estar ante ella.

─ ¿Kaede? ¿De verdad eres tú?

─ ¿Qu…? ¿De qué estás hablando? ¿Quién eres tú?

─ ¿No me recuerdas, Kaede? Soy Sakurako onee-chan. Así me solías decir cuando vivía en la casa de al lado ─ responde esperando no haberse equivocado.

─ ¿La amiga de la infancia de onee-chan? ¿Realmente has vuelto, Sakurako-san? ─ Kaede casi se tapa la boca por la sorpresa.

─ ¿Ehhh? ¿Sakurako-san? ¿Qué pasó con lo de "Sakurako onee-chan"? Haces que me sienta mal.

─ Jejeje, lo siento, pero es que ya no soy la misma niña pequeña, pero sí recuerdo un poco de cuando estabas aquí ─ Kaede abre paso para permitir el ingreso de Sakurako ─. Supongo que has venido por onee-chan, ¿no es así?

─ Sí ¿Ella no se encuentra?

─ La verdad es que no. Onee-chan se mudó hace un par de meses, así que ella ya no vive aquí.

Eso cayó para Sakurako como una enorme piedra contra su espalda. Deseaba ver Himawari, la extrañaba tanto que le quemaba desde adentro. Ese amor que deseaba haber manifestado antes la golpeaba sin misericordia alguna, como si tuviese la culpa de que Himawari decidiera irse de allí, aun cuando ella recién llegaba. Obligada a sentarse en silencio para no llorar por no ver de inmediato a Himawari, espera pacientemente a que Kaede regrese con una taza de té.

─ Estaba muy dolida todo este tiempo, Sakurako-san ─ empieza Kaede luego de dar el primer sorbo a su taza ─. En un principio pretendió hacerse la fuerte, fingió que no te necesitaba y que estaba mejor sin ti, pero pronto se quebró y esa sonrisa forzada desapareció ─ saber eso hacía que Sakurako se sintiera peor de lo que ya estaba ─. Dejaste tu teléfono aquí cuando te fuiste, y por eso onee-chan jamás consiguió contactarte, y tampoco tú la llamaste a ella. Eso la hizo sentirse muy triste y dolida. Creyó que la habías abandonado.

─ Lo sé, y me arrepiento por ello, Kaede ─ ya no podía contener las lágrimas, por lo que se conforma con limpiarlas apenas salen ─. Fui muy estúpida por no darme cuenta antes de que sentía precisamente eso. En Europa me sentí sola mucho tiempo, y más cuando me acordaba de ella y me decía que no la tenía cerca. Al menos me hubiera despedido adecuadamente, pero en ese momento fui demasiado cabeza hueca para darme cuenta de lo que estaba perdiendo.

─ Sakurako-san…

─ Es por eso que… lo que quiero… lo que quiero… ─ Sakurako deseaba terminar rápido lo que decía, pues sentía que el llanto le estaba ganando terreno ─ Quiero volver a verla, y decirle que la amo. He estado esperando demasiado, y necesito verla cuanto antes para decirle lo que realmente pienso y siento de ella.

─ Lo sé, y también sé que ella está igual que tú. Te daré la dirección de onee-chan, y rezaré por que las cosas entre ustedes se arreglen.


Nueva dirección

Un par de horas después de dejar aquella casa tan llena de nostálgicos recuerdos, Sakurako había emprendido rumbo de forma incansable hasta llegar a ese sitio indicado. El tiempo que llevaba fuera de Takaoka le hizo perder la poca sincronía que tenía con sus direcciones y calles, pero de alguna manera lo consigue. Ya era un poco tarde, así que esperaba que Himawari estuviese de vuelta en aquel apartamento en que, supuestamente, ahora vivía. Toca el timbre un par de veces, pues el pulso de Sakurako se sale de control ante la expectativa de verla ¿Cuánto de ella habrá cambiado en seis años? ¿Habría la oportunidad de que se reconcilien? Si así no fuese, Sakurako estaría lista para verse como un cuerpo carente de alma por el resto de su vida. La necesitaba. La deseaba. Y por eso había decidido madurar de verdad.

La puerta se abre lentamente, revelando la imagen de una escultural mujer joven, cuyo cabello azul había crecido hasta convertirse en una seductora cascada que llegaba a la altura de su perfecta cintura. Su rostro denotaba aburrimiento y desgano, pero sus facciones generales eran inconfundibles, y su belleza seguía siendo más que obvia. Sakurako incluso reconocía ese busto, pese a que había crecido todavía más en ese tiempo, y que con toda seguridad seguía siendo la envidia de todas. Era Himawari, podía apostar su vida a que era ella.

─ Hi… ma…

─ ¿Sakurako? ─ aquella belleza exótica también fue capaz de reconocerla al instante, y su rostro cambia a uno de sorpresa total ─ ¿Q-qué haces aquí?

Y de pronto, como si su independencia y madurez forzada en seis años hubieran desaparecido de un plumazo, Sakurako se lanza a Himawari y la abraza con todas sus fuerzas, y la represa de sus ojos cede completamente, empezando a llorar como no lo hacía desde niña.

Sakurako no había cambiado la gran cosa. Fuera de que había ganado estatura, toda ella era casi igual que antes, pues ese tiempo no le sirvió de mucho ni para el crecimiento de su pecho. Himawari en cambio sí había cambiado, y lo hizo para mejor. Era hermosa como nunca, como una flor que alcanza el cenit de su florecimiento, pero era imposible confundirla. Era ella, y nadie le podría quitar esa idea a Sakurako.

─ ¿C-cómo me encontraste, Sakurako?

─ F-fue… Kaede… ─ responde Sakurako con la voz cortada por el llanto ─ Quería verte… Hima… Te he extrañado demasiado…

─ Yo también… ─ Himawari de pronto se muerde el labio para no seguir lo que estaba diciendo ─ Eso no era lo que me diste a entender la última vez que nos vimos, Sakurako.

─ Lo sé… y por eso estoy demasiado arrepentida…

─ Eso no es suficiente ─ Himawari evidentemente estaba haciendo una fuerza considerable para mantener ese porte fuerte ─. Me lastimaste cuando te fuiste. Me dijiste cosas horribles y dijiste que no querías volver a verme ¿Por qué razón habrías cambiado de opinión?

─ Porque lo que dije entonces fue una reverenda estupidez, y no era lo que realmente quería decir. Todo cuanto te decía en ese entonces fue malo, y me arrepentí por ello ─ pese a que Himawari pretendía separarla y romper aquel abrazo, Sakurako se mantenía firme, decidida ─. No me daba cuenta de lo que estaba perdiendo, y aun durante los primeros días seguía sin comprenderlo, pero luego me di cuenta de lo mucho que te necesitaba. Fui demasiado ruda y desagradecida contigo, y por eso deseé hacer algo que sirviera para demostrarte lo que siento.

─ ¿Y qué es? ─ refunfuña Himawari con fingida frialdad, pues en el fondo sentía curiosidad.

─ Aprendí a tocar piano.

Himawari se queda con la boca abierta, pues no pensaba posible que Sakurako realmente hubiese conseguido aprender algo tan complejo y virtuoso como el arte del pianista. Seis años habían transcurrido, pero ese tiempo no había sido suficiente para que nadie pudiera creer semejante hazaña de parte de Sakurako.

─ ¿Piano? ¿Lo dices enserio?

─ Himawari, yo ya no soy la idiota mimada de entonces. Quiero demostrarte que he cambiado, y por eso quiero tocar para ti ─ Himawari se pone de un intenso rojo que parecía que la haría brillar en la oscuridad ─. Decidí que quería tocar piano porque pensaba en ti. Quería demostrarte a ti, a mis hermanas, y a mí misma, que sí soy capaz de hacer algo bien sin ayuda de nadie, pero fue demasiado difícil lograrlo, a pesar que practicaba hasta que me dolieron los dedos. Quería demostrarme que todo lo que hiciste por mí no era en vano, y que podía finalmente aprender, y quiero que tú lo veas.

─ Sakurako…

─ ¿Hay algún sitio con un piano cerca de aquí?

Sin mediar palabra alguna, Himawari toma la mano de Sakurako y se la lleva a un lugar especial, uno que no esperaba volver a pisar junto con ella.


Secundaria Nanamori

─ ¿Ehhh? ¿El salón de música?

─ Es el único sitio cercano en el que sé que hay un piano ¿Acaso lo olvidaste, Sakurako?

─ Para serte sincera, dudo que alguna vez me haya dado cuenta de ese detalle cuando estudiaba aquí.

Himawari no evitó pensar en que todavía quedaba un retazo de la clásica Sakurako, aquella niña despistada que jamás se acordaba de nada y a la que era necesario motivar grandemente para que hiciera algo bien. Esos recuerdos le causaron una tremenda nostalgia, y más cuando Sakurako se dirige al piano y se sienta para empezar a mostrarle lo que había aprendido.

─ ¿Qué tienes en mente, Sakurako?

─ Quiero tocar la música que me permitió graduarme, pues me pareció bonita para tocarla ante ti ─ Sakurako mira fijamente ─ ¿Alguna vez has escuchado Para Elisa?

─ Sí. Ese tema es un clásico.

─ Rayos, y yo que pensaba que no te la sabías ─ refunfuña Sakurako ─. Bueno, mejor empiezo. Ya verás cuánto he cambiado por ti, Himawari.

Al momento en que los dedos empiezan a presionar las teclas de aquel piano, los acordes resultantes crean un ambiente que envuelve a ambas chicas en una atmósfera melódica. Era belleza auditiva lo que de esas cuerdas surgía, y Sakurako ponía su alma en cada acorde. Himawari estaba realmente sorprendida al escuchar el tema. Sakurako sí lo hizo. Retó sus propias limitaciones de concentración y consiguió algo por su propia cuenta, que era lo más importante de todo. Realmente ya no era la misma mimada e incapaz que alguna vez fue, pero eso hizo que Himawari sintiera una intensa nostalgia. Al final de esa muestra musical, Sakurako inspira y expira hondamente, y luego mira fijamente a Himawari, esperando su opinión.

─ ¿Y bien? ¿Qué te pareció?

─ No sé qué decir, Sakurako ─ Himawari suelta un suspiro y luego toma la mano e Sakurako ─. Ahora sí veo que has crecido, aunque me pone triste… me pone triste no haber estado ahí para haberte visto crecer.

─ Y a mí me pone triste no haber visto cómo te hacías tan hermosa, Himawari ─ la mencionada se sonroja ante aquel comentario ─. Te extrañé, Himawari, y no quiero volver a irme lejos si no es contigo. Yo… yo…

─ Te amo, Sakurako ─ las palabras de Himawari habían adelantado las intenciones de Sakurako ─. Cuando supe que te ibas, deseé decírtelo, pero después pasó todo aquello, y me sentí muy mal por todo, y más cuando dejaste tu teléfono ─ en ese momento saca su teléfono y se lo da a Sakurako ─ ¿Por qué fui yo la única a la que no llamaste? Por mucho tiempo pensé que dejé de importarte.

─ ¡Eso no es verdad! Si no te llamé fue porque me sentí avergonzada por lo que hice, y pensaba que estarías furiosa conmigo si intentaba llamarte.

─ Supongo que acertaste.

─ Y-yo también… te amo, Himawari. Cómo me gustaría que no hiciera falta esto para darme cuenta. Yo… yo…

Himawari no espero a que Sakurako dijera nada más y se le acerca para besarla. Había pasado mucho tiempo, y al descubrir sus sentimientos quiso manifestarlos con mayor fuerza a medida que pasaban los días y los años. Himawari estaba feliz de volver a ver a Sakurako y de ver que era capaz de algo por sí misma, y Sakurako estaba feliz por lograr lo que se había propuesto, y que todo su sufrimiento y esfuerzo al final dieran resultado. Nunca más querrían separarse, pues eran conscientes de lo mucho que se necesitaban, y Sakurako estaba segura que ahora sí sería verdaderamente capaz de perfeccionarse como pianista al lado de ella, de su Hima.

Fin


¿Creen que Sakurako me salió muy Ooc? Que conste que he procurado conectar bien, y en lo personal me agradó. Les dejo por ahora, y por cierto, ya casi tengo lista mi próxima actualización de La chica I, así que muy pronto procederé a subirlo.

Hasta otra