Capítulo 2
Belfegor
—¡Renuncio!―bramó mi súbdito. —Simplemente es un acto suicida.
—¡Claro que no!, ella es especial, ¡nada más!—objetó la única fémina allí presente, quién limaba sus uñas tranquilamente en el sillón.—al menos sucumbe fácilmente a mis… favores. —añade con sorna y colocando su añil mirada sobre mí, a sabiendas que su último comentario no me es beneplácito.
—Debe haber una forma.―musité.
—¿Cuál mi señor? lo he intentado todo y nada da frutos. Es inmune.―solicitó mi vasallo.
— ¡Yo tengo la solución! —interrumpió un despreciable demonio.
—¿Y a ti quién te pidió opinión?―refunfuñó la rubia.
—¿Me deshago de él, señor?— indagó mi más fiel y capacitado sirviente, quién tomaba de los cuernos al raquítico diablillo.
—No. No vale la pena siquiera aniquilarlo. Más bien, tómate el día y que algún otro te suplante.— manifesté.
—¡Como ordene, señor! — musita el alto demonio.
Coloco mis ojos en blanco puesto que sabe que odio que sea tan correcto al hablarme. —¿Qué haces acá?—le inquirí aquel nefasto ser.
El jorobado y maloliente demonio se escondió rápidamente detrás del cortinero. —Fui enviado por el amo. Desea que te presentes en sus aposentos inmediatamente.—acotó.
—Dile que estaré ahí en un minuto. Ahora, ¡desaparece! —sentencié dando como resultado que el pequeño se fuera por donde venía.
—No soporto a ese despreciable insecto.―bufó la platinada.
—Es solo un servil que busca a toda costa quedar bien con el jefe. —mascullé.
—El infeliz sueña con llegar a nuestro nivel. ¡Estúpido ingenuo!—interrumpió un tercero.
El recién llegado entró sin ser presentado ni invitado. Se recostó en una pared viendo el rededor con desgano, para él, todo y todos somos inferiores en comparación a su presencia. No es de inmiscuirse en los problemas ajenos por lo que algo de lo aquí presidido es de su sumo interés.
— ¡Cariño! ¿Dónde estabas? ¿Me extrañaste?—berreó la demonia cerca de mi oído.
—No.
—¿No? ¡Qué lástima! Y yo que estoy tan dispuesta a convidarte mis atenciones. —ronroneó la hermosa dama.
—Siempre lo estás, así que no viene al caso hacerte la ofendida si en cuanto chasqueo los dedos te estás abriendo de piernas.
—¿Sabes? Un día de estos me cansaré de ti y buscaré alguien mejor con quién satisfacer mis necesidades. Poseo los encantos suficientes para tener a cualquier mundano o etéreo a mis pies.—chilló la de mirada índigo con una pésima tonada de indignación.
Los aquí reunidos sabemos perfectamente que eso no sucederá, y que, bien lo dijo el de apariencia gótica, la mujer no se le resiste. Ni ella ni la rabiosa de cabellos locos son incapaces de no sucumbir a sus caprichos. Ambas han cruzado eones de tiempo bajo una línea de fuego sinsentido. Una absurda guerra campal para adueñarse del frío corazón del altivo sujeto. El duelo mantiene su mismo resultado. Un vergonzoso empate a ceros.
—Y cómo Mahoma no va a la montaña. —interrumpió el señor del averno.—¿Podrías parar de comer?— regañó al obeso pecado que estaba sentado en una esquina en mutismo absoluto y devorando una bandeja repleta de viandas. —¿Y los demás?
—La envidia está de misión en la tierra. La avaricia está haciendo un nuevo recuento de sus arcas y la ira pues está en su cápsula de entrenamiento. —enlistó el servil pigmeo.
—Lo que es igual a que está destruyendo sus aposentos y me tocará enviar a limpiar su desastre.—agregó el señor de las tinieblas. —¿Te mandé a llamar?―me preguntó.
—Sí. Iba de camino.
—¡Mentir no es lo tuyo!, me cae que no pude elegir mejor representante para tal vicio que tú. Eres un flojo sin remedio.
Rasqué la parte trasera de mi cuello para mitigar el sofoco que me provocó su comentario y quedar delatado ante el resto de mis colegas, quienes no ocultaron sus mofas, dos de ellos en realidad, el otro se mantuvo impasible como siempre.
—¿La chica sigue sin caer?―inquirió con sequedad.
Se me dificultó tragar saliva. —Envié a mi mejor soldado para incitarla, pero no dio resultado. Mi hombre usó toda artimaña, cada táctica que le enseñé, y conste que lo he visto en acción y no tengo duda de sus habilidades. Fue en vano. — sinceré.
El primer ángel caído, acarició su mentón analizando lo dicho por mi. —¿Qué tal ustedes, chicos?, ¿Han logrado persuadirla?
—Digamos que es muy amiga nuestra, ¿No es así, pride ?
El mentado se erigió con su habitual prepotencia. —No tuve problema para atraparla en mis redes. Resultó casi igual de arrogante a mí.—fanfarroneó.
—Lo mismo sucede conmigo. A Ella le gustan en demasía los placeres carnales. Sexo sin remordimientos ni distinción de género, ¡válgame que ha sido una de mis más fervientes seguidoras!
Oteo hacia la rubia. Asesinandola con los ojos. La muy descarada responde con una divertida sonrisa bailoteando en su boca.
—Dime, Belcebú. ¿Qué hay de ti?, responde rápido. Haber si con ello dejas de tragar un instante.―requirió Satanás.
El pobre masticó con apremio. —¡De lo mejor, señor! la damita contribuye a mi causa sin traba alguna.—anunció mientras arrancaba la carne del hueso de una presa de cerdo con sus molares.
—¿Cómo así? La maldita tiene ese cuerpecito comiendo como vaca, ¿cómo le hace?―exigió la lujuria.
—¡Fácil, querida! Tu bien lo dijiste. Ella disfruta del sexo. Su gula no es de ingesta alimenticia sino coital.—señaló Lucifer.
Miles de cuchillos atravesaron aquel lugar donde una vez habitó el órgano vital encargado de la función sístole y diástole. Tuve que echar mano de mi inexpresivo rostro para no reflejar mi desánimo.
—¿Cómo les fue a los restantes?—requirió el amo de la oscuridad.
—¡Igual que a ellos, su magnificencia!―aulló el lambiscon demonio.
—La humana resultó un hueso duro de roer, ¿eh? —añadió con aquella mirada esquizofrénica tan conocida por los habitantes del infierno. La misma que coloca cada vez que algo se trae entre manos.— será un buen duelo de poder con mi viejo amigo. ¡Me gusta la idea!—Te encomiendo esta campaña―vociferó señalándome.
Me quedé estático. Los demás pecados capitales me miraron estupefactos, incluso en los ojos de la soberbia se reflejaba el impacto de lo pronunciado por Hades. —No sé si lo recuerdas, pero hace más de cien años fui vedado de subir a la tierra.―siseé.
—¡Lo recuerdo bien!, incluso el por qué, pero eso no nos atañe en este preciso momento. Lo importante aquí es que cumplas mi orden, te libero de tu condena. Irás a la tercera esfera desde el sol a tentar a tu objeto de perdición. Tú y solo tú, puedes lograr que sucumba o acaso… ¿te dá pereza?
Mascullé una maldición. Una parte de mi estaba henchida de júbilo. La volvería ver, estaría a su lado, respirando su mismo aire. La otra más discreta, me invita a la calma. Me sugiere considerar cada pro y contra. —¿Por qué quieres probarme? ¿no han sido suficientes mis esfuerzos? ¿te parecen pocos la cantidad de adeptos que he conseguido a lo largo de la historia?―exigí.
—No te estaré probando. Tú te probarás a ti mismo. —respondió con la sabiduría que solo los años y en su caso la eternidad puede brindar.— Todos tenemos un punto de quiebre incluso nosotros debemos lidiar con nuestro propios demonios. Desde el génesis ha sido así. La debilidad de Sansón fue su cabello. La del gran Aquiles, su talón.
—De Superman la kriptonita.—graznó el metiche demonio.
— ¿Quién?—preguntó el rey del caos.
—¡Nada, príncipe! —exclamó la rubia dándole un certero coscorrón al pequeño demonio. Acto que arrancó una carcajada tan escandalosa y tétrica de la garganta de Luzbel.
—¡Inepto! —rezongó el de ojos obsidianos.
—Asmodeo, Asmodeo, tan hermosa como perversa.— articuló el primer ángel caído.—Ella es el tuyo. Lo ha sido desde siglos atrás o ¿no fue por ella que renunciaste al reino de los cielos?—sentenció sesgando las burlas, retomando el tema y de paso crispando mi espinazo con sus palabras.— No irás solo. Alguno de tus camaradas te acompañará. Igualmente, sólo hasta que demuestres tus avances, te devolveré tu cuerpo mientras tanto conformate con tu actual apariencia.
Me fastidia complacer al ex ángel de la luz. Me molesta esta jodida jugarreta de este par de niños malcriados. Dios y el diablo. Bien y el mal. Una maldita disputa por las almas de los malagradecidos, arrogantes y egoístas humanos. Una guerra que existe desde la creación y que no vislumbra un fin venidero.—¡Haré lo que me pida, señor! ―balbuceé.
—¡Eso quería escucharte decir! No hay nada mejor que arrebatar un alma del cielo y tú serás el encargado de traerla a mí. ¿Entendiste? ¡Belfegor!—pronunció.
Inhalé con pesadez. Me sucede siempre que alguien me llama por mi antiguo nombre. Recordándome con ello lo que soy.
Un demonio.
¡Hola!
Aquí un segundo capítulo de esta historia, espero les guste.
Probablemente, cada capítulo será corto, algo así como pequeños fragmentos. No es una historia larga y quise aferrarme a la realidad en cuanto a los nombre que según estudié en diferentes sitios en internet se les denomina a los siete pecados capitales. «analicen bien cuál personaje de Naruto calza con la personalidad de cada demonio, así como, el de Dios y el Diablo.»obviamente, el personaje principal, sabemos quién es y a cuál pecado personifica.
Me marcho deseándoles buen inicio de semana, agradeciendo de antemano sus comentarios o el simple acto que se tomen su tiempo para leer mis relatos. Mención aparte para "Kari Kari", es decir, Karitnis- san, Anita Nara y Lirio Shikatema… gracias por sus consejos y crítica constructiva.
Recuerden: ¡Qué la luz de todo lo divino siempre guíe su camino! XD
(1) Belfegor es un demonio que ayuda a la gente a hacer descubrimientos. La seduce a través de inventos ingeniosos que supuestamente les proporcionarán riquezas. Se cree que tienta a la gente a través de la pereza. Principalmente, busca personas jóvenes y es muy inteligente para esconderse.
