Aquí traigo el segundo capítulo de esta historia corta, espero que os guste tanto como la primera y que lo disfrutéis. Agradezco a todas aquellas personas que lo pusieron en favoritos, que la siguieron y a las que comentaron.

Me gustaría también saber si desearíais ver como se dio la situación desde el punto de vista de Marinette.

Disfrutad, ¡un saludo!


Adrien nunca se había considerado un cobarde, a pesar de haber sentido que se perdía en la más absoluta oscuridad siempre había logrado escapar de ella sin tener un ápice de miedo. Pero ahora las cosas parecían completamente diferentes, y es que los últimos meses habían sido un caos de sentimientos en la vida del muchacho. Durante aquel tiempo había comenzado a visitar de forma constante a Marinette. Cada noche que había podido escapar la había pasado charlando con ella y admirando las tranquilas calles de Paris desde su terraza. Le había contado muchas cosas sobre el yo real que tanto escondía a su lado, había sido capaz de observar su verdadera sonrisa y había consolado sus lágrimas al recordar el daño que él mismo le había provocado.

Los primeros días, quizá semanas, había despertado completamente sudado en su cama, tras una horrible pesadilla en la que su pequeña Marinette se veía envuelta en el odio y el dolor, dejándose rodear por un akuma. Con el corazón en un puño había tenido que correr a su encuentro, asegurándose de que se encontraba bien.

Las atenciones que ofrecía a la joven civil no evitaban que Chat continuase también sus coqueteos hacia Ladybug quien también parecía, por momentos, perdida en sus propios pensamientos. Todos tenían problemas, y se dio cuenta de que algo había cambiado cuando su preocupación no iba más allá que la de buen amigo. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Y por qué su pecho ardía cada vez que ponía sus pies sobre aquella terraza? A pesar de las sonrisas que le dedicaba a la joven no era capaz de comprenderlo del todo, pero una parte de sí mismo tampoco deseaba hacerlo.

Cuando Chat Noir estaba junto a Marinette sentía que cualquier problema desaparecía. Todo lo que deseaba al terminar con un akuma era correr a su lado; ver su sonrisa; escuchar su voz... Aquella necesidad no había aparecido de repente, y había sido tan progresiva que ni siquiera él se había dado cuenta de lo que le ocurría.

Había algo que lo atormentaba y era que para Marinette, Adrien y Chat eran dos personas distintas. El primero había sido su amor, la persona que había dañado su corazón y lo había roto en mil pedazos. Y Chat, por el contrario, era la persona que se había tomado el tiempo necesario para reunir aquellos pequeños pedazos y los había ido pegando poco a poco. Únicamente deseaba cuidarla y remediar todo el dolor que le había hecho. Y es que, a pesar de todo el dolor que le había causado como Adrien, el muchacho no era capaz de comprender como podía hablar de él con tanto amor, sin rencor. En más de una ocasión, él mismo había culpado a su alter civil por el dolor que era capaz de vislumbrar en los ojos de la jovencita, sin embargo ella siempre había detenido sus insultos y la rabia concentrada sobre sí mismo, explicándole pacientemente que nadie podía mandar sobre un corazón.

La fortaleza que había visto en los ojos de la bella muchacha de cabellos oscuros había ido encandilando lentamente el corazón del gatito. Entre ellos había existido un acercamiento que, paulatinamente, los había llevado a un primer beso que Chat había saboreado con ansia y algo de inquietud. No había necesitado mucho tiempo para darse cuenta de que aquella bella y valiente muchacha se había vuelto una parte indispensable para él. De alguna forma, el tiempo había logrado apartar a la heroína de su mente y había ido acercando a aquella jovencita en su lugar.

La extraña relación que había comenzado con Marinette llenaba la vida del héroe de alegría, sin embargo había todavía reservas por su parte ya que el miedo impedía que fuera totalmente sincero con ella. No había podido decirle quien era en realidad, tenía miedo de ver la decepción y la amargura en los bellos y expresivos ojos azules de su amada. ¿Realmente estaba enamorado de ella? Siendo Adrien ni siquiera era capaz de mirarla a los ojos debido a que los primeros días, cuando había intentado acercarse a ella para disculparse, únicamente había recibido una mirada fulminante por parte de Alya y aquella sonrisa triste de Marinette quien solo le respondía que no debía preocuparse. Pero él sabía que sí, pues cada una de las noches ella había llorado en brazos de Chat por él.

El tiempo, y la ayuda de cierto chico gato, había permitido que la joven volviera a sonreír y hablaba tímidamente con Alya. Tenía muy claro de que estaban hablando, o más bien sobre quién. Y era Adrien quien, sentado en su pupitre, tenía una sensación muy desagradable en el pecho. Dejó de escucharlas cuando vio entrar a Nino con un periódico en su mano. Se acercó a ellos y saludó a Adrien antes de lanzarles un periódico a las chicas. Alya se lo enseñaba a Marinette casi pegándoselo a la cara, mientras que la otra jovencita se sonrojaba intensamente. Alya comenzó a molestarla, preguntándole si le gustaba Chat, y él no lo soportó más. Simplemente se levantó y salió de clase. Era un comportamiento extraño en él, y cualquiera que lo viera pensaría que estaba loco. Diablos, estaba celoso de sí mismo. Pero fuera como fuese, estaba molesto de que su pequeña princesa sintiera algo por el gato.

Aquella misma noche, la pobre Marinette parecía mucho más nerviosa que de costumbre. Había ido a visitarla y deseaba disculparse por el comportamiento que había tenido durante la mañana; pero sabía que era imposible. Él no era Adrien. Pero ella parecía haber reservado una sorpresa para él. Estaba sentada en la misma cama que la primera noche que la había visto llorando por él, su cola se erizó de rabia al recordar, pero aquella adorable expresión y el pequeño beso en su mejilla fueron suficientes para relajarle.

Chat... hay algo que necesito decirte —murmuró sin querer mirarle. Ella parecía mucho más temerosa y nerviosa, evitaba su mirada y aquella situación mantenía alerta al gato. La jovencita parecía intentar armarse de valor, y cuando él tomó su mano ella cerró los ojos—... yo... yo soy Ladybug.

La risa del chico no tardó en escucharse en todo el lugar. Haciendo que la pequeña Marinette intentara silenciarle. Se subió sobre su cuerpo, tendiéndolo sobre la cama y cubriendo su boca con ambas manos. Cuando ella se dio cuenta de la situación, con las manos del chico sobre su cintura de forma coqueta, se sonrojó intensamente—. ¿Por qué te ríes? No grites... mis padres están aquí...

Asintió suavemente mientras seguía sonriendo, con lágrimas en los ojos. Era demasiado adorable ver aquella expresión enfurruñada de la joven—. Para mí era obvio, My lady —aceptó suavemente antes de tenderla a ella a su lado, entre sus brazos. Quizá no lo hubiera sido antes, por que no se había tomado la molestia de conocer en profundidad a Marinette, pero entonces... todo había aparecido y las piezas habían encajado—. Tu aroma, tus movimientos, tu forma de ser... ambas son exactamente igual de perfectas, princesa —dijo ronroneando la última palabra. Sin embargo ambos aceptaron que lo más seguro era mantener la identidad de Chat en secreto. Y él estaba de acuerdo... el miedo todavía evitaba su completa sinceridad.