Son demonios como bandidos

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Sinopsis: Hiei y Kurama deberán hacer frente a una banda de ladrones demoníacos en el mundo humano, sin caer en la tentación criminal.

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Detalles Importantes:

- En esta historia, notaran una combinación del léxico mexicano y un poco de japonés. Quiero variar mi estilo de escritura aplicando el dialecto mexicano, por lo que pueden haber errores de expresión u otros malentendidos, por los que me disculpo si los encuentran. Avísenme si la historia va por mal camino, es decir, si no la entienden y cambiare algunas palabras por si me equivoque. Déjenme su corrección, si lo hago bien o mal, en los comentarios.

- Se presentaran Personajes Originales de nombres japoneses (en realidad son alias) que también traduciré al español, para hacerlos fácil de entender. Tengan cuidado con estos cambios de nombres y estén atentos ante la mezcla mexicano/español.

- Hay lime entre los personajes de Hiei y Kurama, muy ligero. Si no te gusta, te pidió que te vayas. Si es lo contrario, aviso que te quedaras con las ganas.

- Espero que lo disfruten.

Gracias por leer hasta aquí.

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Era un día apacible. Un fin de semana de nubes tranquilas y el cielo celestino. Una mañana adecuada para salir donde fuera, con la estación ferroviaria repleta de gente de un lado a otro, esperando el siguiente tren. Como ellos dos, Kurama y Yukina, el kitsune y la korrine, que aguardaban tranquilamente la llegada de su transporte.

- ¿Falta mucho?- pregunto Yukina con una sonrisa de oreja a oreja, en un entusiasmo que rozaba la impaciencia.

- Unos minutos más, Yukina-chan- le contesto el pelirrojo, con un tono de voz que calmaba hasta al más arisco demonio del Makai y que habría funcionado con Yukina si no estuviera tan inmersa en su fantasía.

- Estoy emocionada. Nunca me había ido tan lejos.

- Creo que el camino del Reino de las Damas de Hielo al Ningenkai cuenta como "viaje largo".

Yukina se cohibió un poco.

- Lo sé, es que esto...jamás lo había hecho y no pensaba que pudiera.

- Tranquilízate, Yukina-chan. Veras que todo irá bien.

- Kurama-san, ¿No crees fue injusto no contarle de nuestro viaje a Kazuma?

Kurama suspiro. Para el, fue toda una deslealtad no contarle a Hiei.

- No, fuiste muy considerada al recordar que tiene exámenes. Te preocupas por su educación, él lo entenderá.

- Es que vi a Shizuru muy molesta con el cuándo nos encontró en la verdulería juntos, cuando se suponía que debía estudiar. Me siento responsable- Se apeno la joven de hielo.

Kurama la miro a discreción. En muchas ocasiones, Yukina demostraba ser totalmente opuesta a Hiei. Solía creer que lo único que tenían en común era la sangre, los ojos rojos y una cierta habilidad con el hielo.

- El estará feliz de saber que fuiste a disfrutar la feria y volveremos antes del anochecer, si no nos distraemos demasiado.

- Tendré que limitar mis emociones...- murmuro ella, poniendo ojos curiosos en todos lados, viendo a un ambulante en la estación- ¿Está sirviendo comida para los niños? ¡Oh, mira, Kurama-san! Otro lleva globos y juguetes.

- Yuk...

- ¿Qué es eso? ¡Es hermoso, ciudades en miniatura!

- Son maquetas, Yukina-chan.

Otra diferencia. Ella tenía una manera bastante efusiva de celebrar las novedades que descubría del Ningenkai, Hiei apenas una sonrisa dejaba ver, lo que si era cierto es que ambos tenían la curiosidad como factor genético.

Kurama noto el temblor emocionado de Yukina por levantarse de la banca e ir donde enseñaban alguna extravagancia (en realidad, artículos de venta que un humano veía todo el tiempo). En un mudo gesto, le indico que fuera a divertirse y ver cuánto se le antojase mientras no se alejara demasiado.

Encantada con el permiso, Yukina se puso de pie y dio rienda suelta a su curiosidad, eufórica.

El kitsune vio que daba para rato y vertió algunas monedas en una máquina de sodas para pasar el tiempo, cuando se percató de la presencia de un segundo guardaespaldas.

Con la espalda apoyada en el otro extremo de la dispensadora estaba Hiei, con manos tras su espalda y los ojos amargos.

- ¿Qué haces aquí con ella?- Interpelo de saludo, en un tono que no permitía vueltas y exigía respuestas rápidas.

- La llevare a una feria en otra ciudad. No es nada grave- agrego lo último para apaciguar el enfado desconfiado de su amigo.

- ¿Y el idiota?

- Kuwabara está estudiando. Yusuke está en una misión y Botan se encuentra en el Rekai, haciendo recados. Me ofrecí a llevarla yo porque no puede estar sola.

- Hn. ¿Te la llevaras lejos?

- Puedes venir con nosotros.

- ¿Que te hace pensar eso?- Hiei salió de las sombras para mirarlo fijo. En ese momento, el pelirrojo recordó que no lo había visto hacía dos semanas, sin embargo, estaba acostumbrado a sus inesperados regresos- No me interesa una reunión social entre ningen.

- ¿Porque estás aquí, entonces?

Hiei lo fulmino, pero Kurama se agacho a recoger una lata que la maquina escupió por un conducto. Al pelinegro también le causaba intriga el mecanismo, mas prefería ignorarlo con fingido desinterés.

- Puedes seguirnos con tu Jagan, podría ser productivo.

- ¿Productivo?- Arrastro las palabras sin ánimo.

- Conocer la cultura humana.

- Al diablo contigo- Hizo un gesto de desprecio con una mano, dándole la espalda. Estuvo suficiente tiempo hablando con Kurama para que miradas raras se fijaran en él, ya que andaba vestido de negro y capa en pleno verano- No le contagies tus boberías.

Kurama sonrió, viéndolo desaparecer. Sabía lo que quería decir entre insultos. Hiei jamás le advertiría que tuviera cuidado, que protegiera a Yukina con su vida, porque de lo contrario sabía que su Dragón Negro se lo devoraba crudo. Le gustaba eso, porque significaba que Hiei confiaba en él, tanto como para dejar la vida de su ingenua hermana en manos del zorro.

Poco después, la hermosa peliazul regreso a la banca con él, pregunto de todo y Kurama le respondió hasta llego el tren. Al parecer, la demanda por la feria era exitosa, dado que muchos pasajeros con boletos aparecían para la hora correcta e ingresaban precipitadamente al tren. Tenían razón en apurarse porque el próximo con el mismo destino se presentaba treinta minutos después. Igual que esa gente, Yukina y él se abrieron paso.

Particularmente, Kurama no sentía ni la mitad del entusiasmo de Yukina. Solo había visto un anuncio en el periódico, casualmente se lo comento a Yukina y de pronto se convirtió en el acompañante de la chica para un viaje inesperado. Le gustaba su compañía, Yukina era gentil y agradable pero sus constantes interrogantes y rebosante energía positiva lo hacían sentir un poco incómodo. Tal vez Kuwuabara tomara esta infantil inocencia de la korrine como una oportunidad, porque Yukina no dejaba de repetir lo que le había explicado Kuwuabara del mundo y sus simplezas.

- ¿Te gusta salir con Kuwuabara?

- Todos los sábados vamos al parque a dar de comer a los pájaros.

- ¿Todos los sábados?- Vaya, Kuwuabara había hecho grandes progresos.

- Para asegurarme de que día es, el me regalo un calendario, donde debo tachar cada día que pasa. ¿Así se usa, verdad?

- Sí que te enseño cosas prácticas.

Estaban sentados y de frente. Yukina solía ignorar al kitsune para admirar todos los rincones, señalando cada cosa con deseo de conocimiento de niña.

Tan pronto el tren comenzó a moverse y rugieron los motores, a Yukina le provoco gritar. Se alejaron de la estación bajo el estridente sonido de arranque y mensajes de aviso por la bocina. Yukina miraba alternativamente el techo (Del que oía un estruendo), el suelo (sabiendo que se movía) y la ventana a su lado, sonriente y feliz.

- Abre la ventanilla, Yukina- chan.

No necesito decírselo dos veces. Por poco el prendedor de su cabello se le escapó por la fuerza del viento que dejo entrar. Kurama le sugirió no sacar la cabeza, temeroso por el nivel de júbilo que envolvía a la chica.

Yukina era puro fervor.

Después de media hora, el tren cruzo el límite de la ciudad y entro en pasajes desolados. Al mismo tiempo, a la cima de un monte apareció un grupo de seres misteriosos, montando libélulas negras de lenguas afiladas. Eran cinco individuos, vestidos como asaltacaminos.

A la izquierda, verdes ojos lunáticos admiraban el camino de rieles por el que pasaba el tren, masticando ruidosamente con sus dientes sucios lo que parecía un caramelo negro. De mandíbula prominente, piel cadavérica y bolsillos llenos de gusanos; era el Loco Hen. A su costado, se encontraba un grandote moreno que en vez de manos tenia tenazas, intimidante y de mal genio, respondía al nombre "Koros, el Matador".

A la derecha estaban Crook (Apodo, "Timadora") e Isho (alias "Fanfarrón") este se veía como un niño de diez años, que tenía tapada la mitad de su cara por un pañuelo de seda rojo deshilado. La única chica en el grupo era de piel morena y melena dorada, con un aura de frió profesionalismo criminal, usando un cinturón negro que cargaba dos pistolas de especial armamento.

Al frente de los cuatro bandidos estaba su líder; "Booshi, el Sombrero" que era un vaquero con todas las de la ley. Sus mechones color marrón escondían una maliciosa expresión facial, antes sonreír de petulancia y decir: "A la carga".

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Hasta aquí, el primer capítulo.

Se reciben comentarios constructivos, gracias a quienes leyeron hasta aquí.

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