Careta.

De pie, resignada frente al espejo, revisó con desgano una última vez su imagen. Como nunca, llevaba el cabello castaño trenzado, cayendo sobre el hombro derecho, los ojos pardos combinaban muy bien con el ahumado ligero que había conseguido por primera vez en la vida, unos labios rojos que habían logrado la humedad perfecta y aquel vestido blanco invierno, con espalda descubierta, lucía entallado; mejor que nunca.

Con la incomodidad acumulándose en el pecho, frunció el ceño, arregló su flequillo, tomó el bolso de mano, y salió rápido de la habitación, apagando la luz justo cuando su marido entraba en ella.

El hombre de traje negro, quedó de pie a oscuras, aguantando el reclamo por la actitud renuente de su esposa, pero si lo hacía; sabía, todos sus planes morirían esa noche.

En silencio la vio caminar a la sala, abrir la puerta; y sin mirar atrás, partir.

—Rin, los zapatos —avisó al verla salir descalza.

Ella no contestó, volvió, se calzó y rápidamente salió para subir al vehículo.

Kohaku inhaló profundo y tomando el tapado de Rin; la siguió, esperando que la experiencia cambiara su actitud.

Con cada bache del camino, su corazón saltaba de miedo, queriendo escapar de su pecho, el nerviosismo la estaba consumiendo, al punto de tener que llevar varias veces mano al corazón, con la intención de sosegarlo.

—Tranquila Rin…—Dijo Kohaku sin despegar los ojos del camino —vamos a una fiesta, no al matadero.

Sin ganas de replicar, Rin siguió mirando por la ventana, la ciudad cada vez más pequeña y distante, desaparecía ante la inmensidad del estrellado cielo del campo y su silencio, la natural oscuridad ganaban terreno en el horizonte, de la misma manera que se consumían sus esperanzas, no había vuelta atrás.

—Creo que exageras Rin —ante el silencio de la mujer, su marido intento crear conversación, también estaba nervioso, pero al contrario de su esposa, la curiosidad lo dominaba. — se que será divertido —y con una sonrisa, acarició la pierna de ella.

Y aquel gesto común, se volvió incómodo para la mujer, provocando así que cruzara las piernas hacia la puerta del auto, impidiendo que Kohaku pudiera tocarla tan fácilmente.

Él resopló ante la lejanía de su compañera y volvió a concentrarse en la conducción, ella se mantuvo girada hacia la ventana, transformando el viaje en una odisea eterna.

Las luces en un camino alterno a la carretera; llamaron la atención de Kohaku, según las instrucciones, esa era la salida que debían tomar.

Rin demoró en percibir las pequeñas luces que indicaban el rumbo, pero cuando lo notó, su corazón se aceleró con pánico. Al ver como el camino era trazado con antorchas, supo que habían llegado.

Con un suspiro inclinó un poco la cabeza exhalando sus miedos, intentó relajarse acariciando la punta de la trenza que caía sobre su hombro pero no resultó, el miedo la devoraba.

Más cuando el auto se detuvo.

—Mírame Rin —exigió Kohaku al colocar el freno de mano.

Ella lo miró a los ojos, con la intención de confiar en sus palabras.

— Te prometo que todo estará bien, esto es por nosotros, una, terapia de pareja.

—El resto de las parejas recurre a un consejero matrimonial Kohaku…

—No somos como ellos…—respondió de mala gana, cansado de la discusión.

—…—ante eso no quiso replicar… No lograría hacerlo entender.

Con resignación, Rin decidió abrir la puerta y bajar, dejando que sucediera lo que tuviera que suceder.

De reojo la observó, retocar por tercera vez sus labios, espero sentirse algo celoso, incómodo, o al menos atraído con la idea de la experiencia que viviría.

Nada de eso sucedió.

—Recuerda que no puedes ingresar tu celular, así que por esta noche, no existirán las llamadas urgentes…

Y ante ese comentario solo bufó, las llamadas urgentes eran las que la complacían en todos sus caprichos, incluyendo ese.

Al estacionar el auto, demoró un par de segundos en bajar, con paso seguro dio la vuelta al auto y abrió la puerta, ayudando a bajar a su esposa.

Kagura lucía despampanante y lo sabía, con su vestido de lentejuelas azules entallado, escote pronunciado y sonrisa coqueta, podía atraer a todas las miradas, dejando a su paso a un sequito de hombres y mujeres sin aliento.

Al bajar, la mujer soltó rápidamente la mano de su marido, ansiosa por ver quién mas se presentaría; decidió apurar su paso, había esperado esa noche mucho tiempo y la disfrutaría hasta el amanecer.

Sesshōmaru entregó las llaves al muchacho que aparcaría el vehículo y caminó un par de pasos tras su esposa, no deseaba entrar sin su celular.

Al dilatar su avance, notó que a pocos metros de él, una pareja discutía disimuladamente, su mínimo interés en el conflicto desapareció cuando su celular sonó, y cayó sobre él la intensa y penetrante mirada de Kagura, amenazando con ser la última llamada de la noche.

—Sesshōmaru, lo prometiste…—Kagura se giró hacia él con intención de quitarle el aparato.

—Prometí que una vez adentro lo apagaría, no me presiones —advirtió —esta no es "mi noche"

Ella dio la media vuelta y siguió avanzando, él dio media vuelta también, y contestó.

Al bajar del auto, Rin aspiró profundo la refrescante brisa que la envolvió, dando un par de pasos sobre la húmeda hierba, se sintió encantada por el estrellado cielo que la rodeaba, sonrió como una niña, sonrió ante la belleza de las noches en el campo, como cuando era pequeña.

—Esta fría la noche —Kohaku llegó a su lado y le cubrió los hombros con su propia chaqueta.

Ella observó el gesto en silencio y luego desvió la mirada.

—Rin, por favor…—pidió Kahaku conciliador, —Te prometo que será algo divertido y excitante.

—Estás consciente que puedo tener sexo con otro hombre…

Kohaku la miró en silencio, con su disposición, tendrían suerte si los dejaban entrar. —Yo creo que…

El sonido de un nuevo vehículo llegando, hizo que Rin se girara hacia la casona disimulando la situación, Kohaku hizo una mueca con la boca y decidió darle unos minutos antes de insistir.

Buscando una distracción, la pareja observó la estructura frente a ellos, una construcción típica japonesa, con peldaños hacia la gran entrada principal y cercada a los lados con arbustos de corte ovalado.

«No me presiones…» escuchó Rin, y una mueca triste apareció en sus labios, no era la única incomoda… Aunque eso no la hizo feliz.

—…Los plazos no son… —Sesshōmaru sintió la presencia de una persona tras él, de inmediato cortó la llamada, guardó el celular en su bolsillo y se giró para saber quien lo interrumpía.

Las palabras con Byakuya; el anfitrión del evento, estaban de más, el sonriente hombre extendió la mano y Sesshōmaru no pudo negarse. Con un bufido casi imperceptible, Sesshōmaru entregó un celular y dando una última mirada a la pareja que Byakuya vigilaba, caminó hacia donde su esposa lo esperaba.

—Esta vez, no lo necesitará…—Susurró el anfitrión, cuando el invitado paso por su lado, dejando en Sesshōmaru la desagradable sensación de saber algo que él desconocía.

Ella Inhaló profundamente, se quitó la chaqueta y decidida lo vio de frente.

—Kohaku… yo…

—Prometo que esta noche yo seré tu hombre…—prefirió interrumpirla, sabía lo que diría.

Con ambas manos, afirmó suavemente el rostro de su mujer y se agachó levemente para hablarle mirándola a los ojos— Rin, entraremos a un intercambio de parejas, ahí te encontraré, fingiremos ser dos desconocidos, tendremos sexo como nunca y algún día nos reiremos de esto…

Un rápido vistazo de Kohaku le indicó que no estaban solos…

Rin quiso replicar, pero un hombre sonriente con cola de caballo, llegó de sorpresa a su encuentro.

— ¿Todo está bien? —Preguntó colocando su mano en el hombro de la joven mujer.

— Si, todo bien señor Byakuya —respondió Kohaku dándole una mirada rápida a su mujer.

—Que bueno—dijo ensanchando la sonrisa—, porque todos aquí entran en parejas y por voluntad de placer y… —se detuvo un minuto al sentir el perfume a lavanda de Rin—…distracción. —Dijo mirando a la mujer a los ojos, ella desvió la penetrante mirada evitando esa socarrona sonrisa.

—Todo está bien—dijo ella finalmente.

— ¡Perfecto! —gritó con alegría el anfitrión— Entonces no perdamos tiempo, la noche es joven —con una curiosa sonrisa, ofreció a Rin, una rosa blanca que hizo aparecer con un ágil movimiento —es una alegría para mi contar con personas tan bellas como ustedes esta noche —y colocándose entre el matrimonio, los tomó a ambos de los brazos y guió hacia la casona.

De pie en el primer escalón, Rin, sin mirar a su marido, olió suavemente la bella flor obsequiada, la acomodó en su cabello, y subió los peldaños sin mirar atrás.

Llegando a la cima y conociendo su destino, escuchó la voz de Byakuya desde el inicio de la escalinata.

— ¡La noche es joven! —exclamó con entusiasmo — pero como saben, todo tiene su final y ese es el amanecer.

Rin hizo un movimiento con la cabeza y se enfrentó a la puerta.

—Entremos juntos… —ofreció Kohaku extendiendo su mano.

—Desde ahora seremos dos desconocidos…— y dejando a su marido perplejo, cruzó la gran puerta decidida al fin.

Al entrar, parpadeó un par de veces algo desconcertada, la luz tenue del recibidor incomodaba la vista, el espacio era amplio y vacío, no tenía nada fuera de lo común, un cuadrado pulcro con 3 puertas en sus lados. Quitándose los zapatos, se volteó para encontrarse con la mirada confusa de su marido, este, al ver el desconcierto de la mujer, quiso tomarla de la mano, era el momento de darle seguridad y arreglar la situación, pero antes de poder hablar, dos puertas se abrieron y dos mujeres salieron a su encuentro, tomando a cada unos de las manos, y guiándolos por caminos opuestas.

—Buenas noches, acompáñeme por aquí por favor—escuchó Kohaku a una asistente, que tomó la mano de Rin y se la llevó rauda.

Un bufido de desanimo fue la respuesta de Kohaku, al ser llevado en sentido contrario.

— ¡Te encontraré! —gritó con fuerza el hombre, esperando ser escuchado.

« ¡Te encontraré! »

Rin escuchó el grito a lo lejos, y cerró los ojos poco convencida.

Siguió a la joven asistente por un pasillo y en un pequeño cuarto vestidor, le indicó donde dejar su ropa y que debía ponerse para la reunión.

—Todos son iguales en la fiesta, sin nombres, sin historia, solo personas que buscan placer y nada mas…—dijo la asistente haciendo una pequeña reverencia,

Y cerrando la puerta tras ella, Rin quedo sola en un cubículo con gavetas.

Se sentó en el banquillo, observando el antifaz blanco y la prenda colgada frente a ella, un vestido blanco de fina seda con corte griego, simplemente adornado con un cinto y detalles en los tirantes.

Sus hombros cayeron sin poder creer aun en el lugar que se encontraba, ella, una mujer siempre recatada y tranquila, jamás imaginó estar en esa posición…

—Por favor, la están esperando —se escuchó al otro lado de la delicada puerta.

No había vuelta atrás.

De pie, resignada frente al espejo, revisó con desgano una última vez su imagen. Su cabello castaño, sus ojos pardos, sus labios rojos, todo seguía igual a la última vez que se vio. Suspiró nuevamente resignada, al verse luciendo el vestido, un vestido holgado que a la vez realzaba su delgadez, aspirando profundo, arregló su flequillo, dejó la rosa reposando sobre sus ropas, se colocó la máscara, y sin esperar un segundo llamado, salió presurosa del vestidor.

«…Un bello vestido para una trágica noche…»

La muchacha que la acompañaba no dudo en guiarla en silencio por un pasillo largo, llevándola así directo a un salón lleno de mujeres vestidas igual que ella, también el mismo antifaz.

«Todos son iguales en la fiesta, sin nombres, sin historia, solo personas que buscan placer y nada más…»

La luz tenue del salón, seguía incomodando su vista, al entrar, se encontró con quizás, 10 mujeres exactamente vestidas igual a ella, ninguna hablaba con la otra, solo miradas disimuladas, tanto de placer como de envidia, decidió mantenerse a distancia, sin notarlo, muchos ojos la estaban examinando.

—Bienvenidas bellas damas… —sobre una plataforma, Byakuya, el anfitrión del evento, daba el inicio a la noche. —No deseo quitarles su tiempo, seré breve y conciso.

Las damas presentes comenzaron a juntarse frente al escenario, cuando tuvo la atención de la mayoría, el versátil mago comenzó.

—Lo primero que deben saber es, que lo que sucede ahí dentro siempre es de mutuo acuerdo, si algún buen caballero decide omitir ese pequeño detalle, estaremos a un toque de ustedes… —colocándose el antifaz, les mostró un pequeño botón en el extremo izquierdo— si nos necesitan ahí estaremos…—y retirándose el antifaz prosiguió —las habitaciones alrededor del jardín serán sus nidos de deseo, si la puerta está abierta son de libre acceso, este quien este, si la puerta esta cerradas, damas por favor, respeten la intimidad del resto.

Rin observó que a su alrededor, las mujeres presentes comenzaban a formar una fila hacia el escenario.

—Tienen hasta el amanecer para hacer sus fantasías realidad. —y dando un paso al lado, una gran puerta se abrió tras él y las damas presentes, subían al escenario para cruzar la misma.

Byakuya se mantenía sonriente y con el brazo extendido, dando inicio a la celebración.

Por más que Rin intentó ser la última de la fila, no lo consiguió, siendo arrastrada por la pequeña masa ansiosa. Con angustia, sus pasos cada vez se hacían más rápidos y la puerta más cercana, de pronto, su alrededor comenzó a dar vueltas y las risas coquetas de las mujeres, comenzaron a ensordecerla, se sintió desfallecer, hasta que una mano firme le brindo equilibrio.

—Mucha fortuna esta noche… —dijo Byakuya sosteniendo su mano y guiándola suavemente hasta la puerta — esta noche, es tu noche…— depositando un beso en el dorso de su mano, y decorando su cabello nuevamente con una rosa blanca, con un pequeño empujón, la impulsó a seguir su camino — estoy seguro, no se arrepentirá…

Ella agradeció con un movimiento de cabeza y dio el primer paso por el pasillo de madera.


Hola! ojala les guste esta trama. Esperaba participar en el reto de elixir plateado pero no alcance en el plazo.

Importante! la imagen no es mía, pero si me inspiró, así que muchas gracias a la o él dibujante.

Si se les ocurre otro titulo para el fic, cualquier idea es bien recibida, el que tiene no me convence del todo.

Besos, yuki.