Feliz año navidad.
FELIZ AÑO 2019.

Feliz reyes.

Como notarán he subido un capítulo de cada historia. No ha sido intencional desaparecer tanto tiempo; se me ha dañado el monitor de mi computadora, sigue dañado y no tengo dinero suficiente para comprarme uno nuevo, están aproximadamente en 40$, tal vez les parezca poco, pero la adquisición de dolares en mi país es casi una utopía. Mi mejor amigo me ha prestado el de el por tiempo definido; así que no sé realmente cuando suba los nuevos. Intentaré que sea pronto, aprovechando que tengo este monitor desde navidad.

HE INTENTADO DAR LO MEJOR DE MI EN CADA CAPÍTULO, ESPERO PUEDAN PERDONARME O AYUDARME A REALIZAR UNA RECAUDACIÓN DE DINERO PARA PODER COMPRAR UN MONITOR NUEVO (Lloró lágrimas de sangre). Ha sido agobiante para mí.

He leído sus mensajes tanto privados como reviews y tengan claro que no abandonaré ninguna historia; solo tengame infinita paciencia y ahora es LITERAL.

Espero verlos pronto.
¡A LEER!


Música recomendada = Ven - Ismael Serrano.


Es viernes y el cuerpo lo sabe…

- ¡Por favor! – Gritaban desgarradoramente desde el otro lado de la puerta. - ¡Juro que no era mi intención! – La solemnidad de sus palabras parecía inundada de honestidad, pero ella estaba molesta todavía, así que no podía ser condescendiente.

- ¡Vete! – Gritó la castaña con fastidio. Estaba firmando algunos documentos para enviar y el titulo optativo del proyecto con el rubio para tener que aguantar ese pequeño show.

- ¡No me voy a ir! – Gritó iracunda la misma voz. - ¡Llevó dos días sin verte! – ¿Y ese era motivo suficiente para dejarla entrar? - ¡Ya he sufrido bastante! – Gritó de nuevo con más fuerza que antes.

- Vaya garganta. – Susurró Hermione rodando los ojos. Llevaba más de veinte minutos gritando sin control, nadie podía sacarla de su puerta. Claire había llamado a seguridad y una buena amenaza estilo Molly Weasley fue suficiente para que los guardias no hicieran nada y dejarla allí, aduciendo que no era nada grave. Ni siquiera el ministro había podido quitarla del despacho de Hermione, optando por palabras de recapacitación, aún podía escuchar en su mente las palabras obscenas de la pelirroja: – Con mucho respeto, señor ministro, pero ándate a la mierda. – Despotrico sin reparo.

- ¡Hermione! – Gritó de nuevo. - ¡Por favor! – Pidió en un suplica. Se escuchaba como pataleaba contra la puerta, esperando de ese modo conseguir lo que necesitaba. La castaña estaba reclinada en su asiento, ni siquiera se daría el trabajo de firmar algo porque con ese escándalo sabía no lograría concentrarse. Menos mal había terminado la mayor parte de sus quehaceres.

- ¡Vete, te he dicho! – Exclamó con fuerza.

- ¡Por favor! – No se cansaba. Es que nadie era más testaruda que esa mujer, definitivamente.

- ¿Qué quieres? – Preguntó la castaña abriendo la puerta y mostrando un temple peor que el de la profesora de transformaciones y actual directora del colegio. Con ambos brazos sobre sus caderas y el ceño más fruncido que Snape cuando veía a Ron Weasley.

La pelirroja no dijo nada, solamente clavó su mirada en ella y se lanzó a su cuello, abrazándola con fuerza. Todos los curiosos que estaban esperando ver el desenlace de aquella historia de amor lésbico estaban encantados por los sucesos que sucedían.

- Te he extrañado tanto, las noches han sido horribles sin ti. – Dijo la pelirroja. Echándole más leña al fuego. La castaña estaba roja de la ira y vergüenza al ver como todos emitían sonidos de sorpresa y exclamaban que seguro era por eso que había terminado con Ronald, porque la hermana menor había usurpado a la señorita perfecta, otros decían que por eso es que la castaña era tan cerrada con su vida privada y solo se le veía andar con la pelirroja que ahora colgaba de su cuello, lo peor fue cuando escucho que había sido por culpa de ella que la pelirroja y el elegido se habían separado, siendo ella la responsable de inmiscuirse y formar un mal trío.

- ¿Qué haces, Ginny? – Preguntó con malhumor.

- Tú sabes que no puedo vivir sin ti. ¡Perdóname! – Gritó ella. Como le gustaba el drama y montar espectáculos a la pequeña diabla que tenía por amiga. Lo que no se espero fue la acción que hizo, de un solo movimiento tomo sus mejillas y beso sus labios. Ginny acababa de besarle los labios. No cerró los ojos pues la sorpresa la tenía aún anonadada, así que pudo ver la cara de pasmo de la mayoría, el libido creciente en los hombres y la negación fastidiada de su secretaria que sabía lo escandalosa que era la pelirroja.

- ¿Qué diablos te ocurre? – Espetó ella con asombro todavía.

- Perdóname. – Susurró con una sonrisa picarona, guiñándole el ojo a todos los espectadores y entrando sin permiso en la oficina de la castaña. Hermione negó con la cabeza y bufó hasta tranquilizarse, miró con suplica a Claire y ella eficaz como siempre asintió como respuesta, sabedora de la petición de su jefa… no molestar.

- Ahora todos piensan que soy lesbiana. – Dijo Hermione entrando en su despacho y bufando de nuevo al ver como Ginny estaba sentada en su silla. – No te he perdonado, Ginebra. – Recriminó la castaña con un mohín en su rostro. Pero la pelirroja estaba sonriente, había extrañado demasiado la calidez de su amiga y el rubor de sus mejillas.

- Que le den a todos por el culo. – Escupió groseramente. Jugar ese deporte la había hecho vulgar, sí, eso debía ser; o tal vez ser la menor de una pandilla de envases de testosterona, Hermione estaba intentando definir con una palabra decente a su amiga. – Te he extrañado.

- Pues ¿Por qué no has ido a visitar a Amira? - Preguntó venenosa.

- Eso de juntarte con serpientes te hace ser cruel, pensé ya lo habías olvidado. – Dijo con un puchero lastimoso que no enternecía para nada a la castaña.

- Fue hace dos días, no superó tan rápido las traiciones. – Escupió con el mismo veneno.

- Pensé que de ese modo le darías su merecido a Malfoy. – Balbuceó la pelirroja, no era tan valiente cuando se enfrentaba a la castaña. – Mostrándole que nada te afectaba, que él podía ser un cualquier y que lo habías superado.

- Se fue esa mañana de mi apartamento, no soy tú, Ginny. – Y la pelirroja bufó. Sabedora que no tenía justificación, como confesarle que había sido un plan. No mejor no lo hacía aún. Tenía un juego la semana próxima y quería estar viva para poder ir, no creía que aceptaran fantasmas a las canchas.

- Pero podías fingir. – Susurró como solución.

- Y lo intenté, pero estamos hablando de ser una farsante con el Dios de las farsas.

- Y de los orgasmos. – Susurró de nuevo la pelirroja.

- ¡No ayudas! – Gritó la castaña. Ginny tapo sus labios con ambas manos, indicándole que no hablaría más. – El muy cretino me interceptó en el baño. – Contó la castaña. Ginny abrió los ojos de par en par, iba a decir algo pero la mirada de advertencia que recibió de la castaña la instó a colocar de nuevo sus manos sobre su boca. – Me pregunto si quería que se fuera y dejara a la descerebrada sola, ¡Cabrón! – Exclamó ella. Se había sentado en un mueble de dos plazas que tenía en su despacho, mirando con reproche a la pelirroja; para ser honesta también la había extrañado. – Luego me besó; creo que le he golpeado más fuerte que en tercer curso. – Dijo abstraída admirando el fuego de la chimenea.

- ¡¿Qué?! – Exclamó Ginny, no podía aguantar más. - ¿Le has pegado?

- ¿Y qué pensabas? – Preguntó en un bufido. - ¿Qué me acostará con él frente al espejo del baño? – El brillo en los ojos de su mejor amiga la hicieron rodar los de ella. – Ni sé para qué pregunté.

- No pensé que estuviera tan desesperado. Blaise no dijo nada sobre eso. – Soltó la pelirroja.

- ¿Blaise? – Interrogó la castaña frunciendo el ceño. - ¿Desde cuándo eres amiga de él?

- No es mi amigo. – Explicó la pelirroja con la ceja levantada y el semblante tenso. – Estaba hablando frente al elevador con una mujer horrible, le dijo que su mejor amigo estaba desesperado por enamorar a Hermione Granger. – Las palabras tuvieron el efecto opuesto en la castaña. Ginny había esperado rubor, brillo y emoción, pero solo encontró un chistido acompañado por bufido y un cruce de brazos.

- Ayer escribió la carta para la gala de la semana próxima. – Contestó Hermione. – También sé que es su manera de pedir disculpas. Muy a su estilo. – Al ver la sonrisa en los labios de su amiga, continúo: - Primera gaveta. – La respuesta fue instantánea. Ginny abrió la gaveta y sacó rápidamente la carta del sobre y comenzó a leer. A veces Hermione escuchaba suspiros y algunas palabras como: ayyy, que lindo. No me lo puedo creer. Pobre. Malditos mortifagos. Ains, Draquito de mi corazón. Hermione solo podía rodar los ojos y frenar sus ganas de hechizarla para que no fuera tan desquiciante.

- ¿Cuándo lo vas a perdonar? – Preguntó con real seriedad. Hermione levantó una ceja escéptica. ¿Esa mujer era Ginny?

- ¿Eres Ginny? – Preguntó lo que sus pensamientos no dejaban de gritar.

- Claro que lo soy. – Chistó. – La pregunta es en serio. Sé que estás enamorada y él también lo está, pero no lo sabe, no conoce lo que siente.

- Yo no soy niñera, necesito un hombre de verdad, no solo en la cama. Si él no sabe reconocer sus sentimientos, pues que confunda a otras con ellos. Además yo no estoy enamorada de él, simplemente tengo una confusión mental porque hacía bastante tiempo no estaba con alguien. – Quería zanjar el tema con ese pequeño discurso improvisado, pero lo que la castaña ignoraba es contra quién estaba discutiendo.

- He visto esa mirada antes y ahora viene sepultada con mucha más intensidad, ni siquiera por el idiota de mi hermano lloraste, temblaste o balbuceabas. Por el hurón te has vuelto una sentimentalera de primera calidad. Así que no me trates de engañar. – Replicó con fascinación al ver el desencaje en el rostro de la castaña.

- Si estuviera enamorada de Malfoy. – Pensó que remarcar su apellido sería suficiente para dejar claro el tema. – No saldría hoy a una cita con Oliver. – Afirmó.

- Oliver. – Repitió la pelirroja. – Había olvidado la cita con Oliver. Espero no hagas con Oliver lo que Malfoy hizo con Amira, Hermione. – Y esas palabras calaron hondo en la castaña que tuvo que morder su labio inferior para detener el temblor.

- Yo no me acostaré con él.

- Malfoy solo se acostó una vez con Amira y después no pudo hacerlo más. – Confesó la pelirroja.

- ¿Cómo lo sabes?

- El bocazas de Blaise lo dijo también. – La castaña se quedó mirando un largo rato a su mejor amiga. Dándose cuenta de ciertos matices que había ignorado hasta el momento. Era el momento del contraataque y por lo que veía, esa menuda bruja pelirroja no quería hablar del tema porque sus manos comenzaron a sobarse por debajo de la mesa, maña característica de cuando estaba nerviosa.

- ¿Desde cuándo Zabini se convirtió en Blaise, Ginny? – La primera pregunta fue directo al corazón. - ¿O desde cuándo ese hombre visita el ministerio y habla frente a ti sobre un tema como este? – Segunda arremetida. Ginny parpadeo repetidas veces. – Y para finalizar. ¿Cómo es posible que Blaise – dijo con toda la malicia del mundo el nombre del moreno – dijera que Malfoy se acostó una sola vez con la descerebrada? – El tercer disparo causo la muerte fulminante de la pelirroja.

- Me he liado con Blaise. – Confesó en un gritillo histérico la pelirroja. Hermione casi tuvo que sostener con ambas manos su mandíbula que caía al suelo sorprendida. Se levanto del mueble y camino con lentitud hasta colocarse frente al escritorio, viéndola inquisidoramente. – Ha sido en el baile de Hogwarts. – Balbuceó entre risas. – Nos besamos y metimos manos, no me acosté como otras por allí y luego abandone a mi acompañante. – Hermione se ruborizo, pero no dejo de mirarla anonadad. – Fue la noche siguiente que apareció en mi departamento y me cogió por la cintura sin esperar que le dijera hola y me hizo el amor contra la pared, al lado de mi puerta… que todavía estaba abierta. – La castaña abrió sus ojos más aún. – Cuando fuiste a mi casa, él se acababa de ir. – Dijo entre risas cargadas de nerviosismo. – Nadie lo sabe, ¿vale? – Dijo ella entre susurros. – No quiero que se arruine todo. – Con dedos temblorosos acariciaba su cabello lacio. - ¡Di algo! – Exclamo al ver todavía el rostro desencajado de su mejor amiga.

- No puedo. – Fue el turno de la castaña para balbucear. - ¿Y qué piensas hacer? – Preguntó luego de un rato prolongado de silencio incomodo para ella misma.

- Me gusta, ¿vale? – Su rostro pecoso era teñido por el rojo de la incomodidad. - ¡Que calor! – Quiso bromear entre risas, pero el momento era demasiado tenso ahora. – Creo que las serpientes superan las expectativas cuando de sexo se trata. Nunca me habían cogido mejor que él. – Hermione negó con la cabeza. Qué manera tan desfajada de hablar. Además de sentir un remolino en su bajo vientre y en el centro de su cabeza al escuchar esas palabras salir de los labios de Ginny: superan las expectativas. ¡Joder, que si lo hacían!

- ¿Habrán hecho un curso? – Preguntó con un mohín de fastidio.

- ¿Cómo volver locas a las Gryffindor? – Preguntó Ginny con gracia. Hermione carcajeo.

- Y yo pensando que de verdad me habías buscado como loca. – Dijo ceñuda. Recordando cómo le había reclamado la pelirroja en su apartamento el haberse ido sin ella y lo preocupada que había estado. – Preocupada tus tangas que se quedaron en tus caderas. – Escupió con falsa ofensa.

- Al principio fui a buscarte con buena intención, él buscó a Malfoy y una cosa llevo a la otra. – Sus dientes resplandecían mostrando aquella sonrisa adornando su rostro. Menuda bruja ninfómana. Pero Hermione la miró con detenimiento, sentándose frente a ella y mirándola con más intensidad, logrando que la pelirroja se removiera incomoda. - ¿Qué? – Preguntó.

- ¿Qué hacen esas serpientes para enamorarnos con un solo revolcón? – Preguntó ella y la respuesta fue un total rubor en las mejillas de su amiga, esa bruja que no se ruborizaba con nada, lo había hecho ya dos veces. Había calado hondo ese Blaise. - ¡Ginny! – Exclamó escandalizada Hermione. - ¿Te gusta en serio? – Preguntó. Ginny asintió avergonzada. - ¿Por qué no me habías dicho nada? – Reprocho.

- Temía que me dieras un sermón sobre lo irresponsable que soy. – Sus pucheros eran tan infantiles que tuvo que morder el interior de sus labios para no reír. – Además tú estabas triste por otra serpiente y no quería acrecentar esa desdicha contándote que la mía no era tan idiota y eso que yo pensaba que era un tarado. – Susurró ella la última parte más ruborizada que antes.

- La tarada eres tú al pensar que podría sentirme mal al saber que estás feliz. – Recriminó la castaña con el ceño fruncido. – Eres mi mejor amiga, solo quiero verte feliz, así sea con el amigo de Malfoy. – Dijo en un gruñido.

- Es que por eso digo que deben reconciliarse. – Zanjó como veredicto final al tema. Hermione mantuvo silencio, mirando de nuevo embelesada el fuego de su chimenea, no quería seguir por ese camino. Ginny lo captó. - ¿A qué hora viene Oliver por ti? – Preguntó Ginny entonces, desviando de forma no muy sutil la cuestión.

- Siete. – Dijo con una sonrisa fingida, muy bien fingida porque Ginny no lo notó. – Debó mandar dos cartas más y me iré a casa. – Afirmó. Con un gesto de sus manos instó a Ginny a que se parará de su asiento. Tenía que enviar una carta a Kingsley y otra al rubio que atormentaba sus noches con sueños indecorosos y sus días con recuerdos igual de indecorosos.

- ¿Te ayudo a arreglarte? – Preguntó con una sonrisita dulce. Muy dócil estaba la bruja todavía y Hermione aprovecharía ese hecho.

- Es lo menos que puedes hacer, ¿no? – Preguntó con malicia. Ginny asintió vehemente. – Nos vemos a las tres entonces. – Finalizó la mujer. – Ahora vete que ya nos hemos reconciliado con sexo en la oficina. – Un recuerdo que no tenía que escurrirse en su mente la hizo ruborizarse, pero un movimiento de cabeza lo esfumo con rapidez. La pelirroja carcajeo y con un semblante de gloria plasmado en su rostro la dejo sola en su despacho. Camino hasta su escritorio y saco una carta escondida a medio escribir. No quería que supiera le estaba escribiendo a Draco, así fuera por trabajo.

Tenía que continuar la carta, con pluma preparada finalizo lo que ya había empezado. Suspiró un par de veces y leyó con tranquilidad. Evaluando cada letra escrita por su mano diestra.

Señor Malfoy.

Feliz inició de fin de semana, esperó no importunarlo con papeleo del trabajo, distrayéndolo de cosas más importantes y divertidas, pero es mi deber avisarle que el informe final ha sido enviado en horas de la mañana al ministro de magia, esperaré su respuesta y aprobación el lunes. Me ha comentado por mensaje directo que requiere nuestra presencia en su oficina el lunes al mediodía, supongo que para finiquitar cualquier detalle o pormenor tanto del informe como de la gala donde se presentará nuestro proyecto oficial.

El titulo que he planteado no es decisivo, como le aseguré ayer, es algo de mutuo acuerdo, consideró que las decisiones tomadas arbitrariamente no son fructíferas ni placenteras para los equipos.

PROYECTO: SANGRE ROJA.

Tal vez sea infantil, poco creativo o ni siquiera llamativo, pero al leer minuciosamente su carta, he llegado a dos conclusiones.

La primera es que el concepto de sangre ha sido sobrevalorado en la sociedad mágica por demasiado tiempo, así como lo fue en la muggle cuando los estandartes de realeza significaban algo más que bodas preparadas y fiestas llenas de farándula. Cuando ser sangre azul significaba algo importante e instaba al incesto, así como usted mismo ha explicado ocurrió efectivamente en el mundo mágico. Enfermedades similares ocurrieron con los muggles. Hemofilias, mutaciones genéticas degenerativas y aberraciones psicológicas trascedentes.

El poder es algo que efectivamente llama la atención del ser humano, porte en su sangre la magia circulante o no.

La segunda es la esencia verdadera de la magia, el porqué se origina en ciertas personas y porque en otras no. Es importante el recalcar como familias sangre puras tuvieron descendencia squib y como muggles se encontraron con la sorpresa de una carta que invitaba a su peculiar hijo a un colegio de magia y hechicería, resolviendo de ese modo todas las particularidades que habían vivido con su infante y que nada médico podía responder.

Ambos hemos vivido el estereotipo de un bando, es importante enfatizarlo, hacerlo el verbo de nuestro proyecto. Porque la sangre definitivamente no es importante cuando de poder se trata y tampoco cuando hablamos de humanidad. Solo es importante cuando es roja y cumple su función vital y es la de mantener nuestro cuerpo en optimas condiciones, transportando nutrientes y en el caso de los magos, también magia.

Sin otro particular al cual referirme, espero su respuesta.

Se despide.

Hermione Granger.

Releyó por quinta vez la carta. No quería eliminar las frases venenosas que había instaurado en ella. Con un suspiró la cerro, selló y envió con su lechuza, no quería molestar a Claire.

La última carta fue escrita rápidamente. No era nada importante realmente, una confirmación de cena en Rumania para el mes próximo con los ministros de ambos países.

Vio su reloj y la aguja acababa de marcar las 2 de la tarde. Que fastidio tener que esperar una hora más, aburrida y leyendo manuscritos que no le interesaban en ese momento. Estaba nerviosa, hacía mucho tiempo no iba a una cita y tener una la sacaba de su preciada zona de confort.

Se levantó de su silla y camino al mueble, tal vez podría echarse una deliberada siesta. Nadie podría increparle nada, había llegado muy temprano para terminar el papeleo que tenía pendiente, además no había sido tanto.

No pasaron ni quince minutos cuanto un picoteo en su ventana la hizo espabilar, su lechuza había llegado con una carta en su pata. Tenía el emblema de la familia Malfoy y sus manos temblaron al agarrarla. ¿Por qué tenía que sentirse de ese modo? Camino de nuevo al mueble y se recostó en el, abriendo con lentitud los bordes del sobre y sacando con nerviosismo la carta de su interior.

Era una escueta respuesta que la hizo refunfuñar.

Nos vemos el lunes.

D.M.

Solo eso. No había ninguna otra palabra escrita, ni siquiera una posdata, tampoco por la parte de atrás. Se recriminó el sentimiento de decepción al ver que él ignoraba sus comentarios venenosos, así como también el titulo de su proyecto, claro estaba que daba a entender la aprobación del mismo, pero no había dicho nada. ¿Sería que estaba decepcionado porque ella no le había ido a buscar ayer después de haber leído su discurso? Pues que ni la esperara porque ella no haría algo así. Jamás.

- ¡Af! – Se recriminó una y otra vez. Debatiéndose en una pelea interna en donde su coherencia estaba perdiendo cada vez más el round.

No iba a pensar más en él. No lo haría. Con un resoplido de fastidio absoluto lanzó la pequeña cartilla impersonal a la chimenea y observo cómo se consumía por el inquebrantable fuego hasta desaparecer. Se obligó a cerrar los ojos y suspiró mil veces hasta lograr dormir, estaba segura que Ginny la despertaría de una manera efectiva.

oOo

- Te ves despampanante. – Dijo Ginny después de ver el vestido vinotinto que vestía Hermione y hacía realzar sus caderas y senos. Tenía un largo apropiado para una cita, encima de la rodilla y corte tubo. Además vestía unas sandalias doradas divinas con pedrería sutil. Y una cinturilla dorada muy coqueta que le pertenecía a Ginny. – Creo que podría ser lesbiana contigo. – Afirmó ella, asintiendo convencida de sus palabras. Hermione rodo los ojos y observó su reflejo en el espejo; realmente si estaba muy guapa. Lucía como toda una mujer.

- ¿Dejo el cabello suelto? – Preguntó la castaña. Experimentando si recogido se veía mejor.

- Déjalo suelto, te lo has alisado y te ves perfecta así. – Aseveró Ginny, muy segura de sus consejos de moda.

Un golpe en la puerta del apartamento de Hermione las hizo respingar a las dos.

- Disfruta. – Dijo la pelirroja mientras abrazaba a Hermione. Ella asintió e inspirando la mayor cantidad de aire posible se dirigió a la puerta. Hoy tendría una cita.

- Hola. – Saludó al ver a Oliver. Lucía realmente atractivo, vestido con una camisa manga larga azul marina y un blazer gris plomo, el pantalón negro le realzaba esas piernas de jugador profesional y sus ojos siempre amables y brillantes resaltaban aún más.

- Estás hermosa, Hermione. – Saludo de vuelta él. Sus mejillas se ruborizaban al mismo tiempo que dejaba salir las palabras de halago de sus labios; no podía disimular lo guapa que le resultaba esa antigua compañera de colegio.

- Tú también luces muy guapo hoy. – Susurró Hermione. Sonrojada por tener que decir algo así. Sonrió con ternura y bajo su mirada a los pies, que distinta se sentía.

- Vamos, la cena nos espera. – Dijo entre risas nerviosas. Sentía que estaba de nuevo en el colegio, invitando a alguna chica a Hogsmade y no un hombre que invita a una mujer realmente importante a una cita especial… se reprendía mentalmente por la actitud que estaba teniendo en ese momento, pero es que la femineidad de la castaña lo tenía embobado. Esos labios carmesí, sus ojos difuminados en una sutil sombra dorada que acrecentaba la profundidad de sus ojos castaños; sus mejillas sonrosadas y ¡Por Merlín! Ese vestido que entallaba su figura, en cualquier momento comenzaría a babearse por esas caderas realzadas que jamás había detallado con minuciosidad.

Hermione asintió con una sonrisa y tomo el brazo que él le ofrecía cortésmente. El viaje hacía el restaurante fue en un automóvil que él mismo manejo, muy al estilo muggle, se sentía cómoda; divirtiéndose de las hazañas que había tenido que superar en algunos juegos, relatos divertidos sobre situaciones absurdas que le habían sucedido con algunas chicas descontroladas por el deporte, frenéticas por enredarse entre las sabanas de algún jugador y como él terminaba balbuceando un lo siento para no herir sus sentimientos. Sus bochornos amorosos, declarándose un fracasado en el amor, porque siempre terminaba siendo un simplón, según dos de sus ex novias. Hermione no sabía cuando había sido la última vez que había reído tanto, sentía que pequeñas lagrimillas se aglomeraban en sus ojos, por la presión en su estomago producto de las carcajadas escandalosas que no se frenaba en emitir.

- Pero basta de mí. – Dijo él. Estaba arrimando la silla para que ella tomara asiento, como todo un galán. El restaurante era completamente hermoso; iluminado con luces navideñas, muy vintage y elegante, una combinación que a los ojos de Hermione era completamente perfecta. – Pensé que estarías casada con Ron Weasley. – Hermione carcajeó aún más.

- Ni loca. – Contestó con sinceridad. Fue el turno de Oliver de carcajear. – Gracias. – Afirmó al sentarse.

- ¿Por qué? – Preguntó con curiosidad. Llamando con un gesto de sus manos al mesonero. – Un vaso de whisky, para la señorita también. – Dijo con simpleza, de un modo encantador. Hermione parpadeo un par de veces y sonrió.

- Ronald es simplemente un buen amigo. – Contestó ella. Sonriéndole al mesonero que tomaba el pedido.

- Recuerdo haberlos visto besándose el día de la victoria y no precisamente como amigos. – Comentó él ruborizándose. Ella carcajeo y elevo los hombros para quitar importancia.

- Terminamos un año después, ni siquiera tuvimos un aniversario. – Contó burlona. Podía hablar del tema sin ningún tipo de problema, la verdad es que pensando con claridad en ese pasado, el dolor sobre la ruptura le duro más bien poco. Tal vez exageraba si decía que dos semanas.

- No puedo creer que te haya perdido. – Confesó Oliver. Los vasos de whisky llegaron en ese instante. Hermione miró su vaso con el ceño levemente fruncido. Whisky. Iba a tomar ese licor seco que corroía su garganta y que tenía un sabor amargo. Su alter ego estaba vomitando antes de tan siquiera probarlo. – Brindemos. – Propuso el castaño con una sonrisa radiante. Hermione tomó su vaso en alto y lo observo directamente a sus ojos. Eran muy cálidos, tiernos y mostraban una bondad que lo había caracterizado en el pasado y ahora se mantenía, cultivándose con el pasar de los años. – Porque nadie sea tan estúpido de perderte de nuevo. – Brindo él. Hermione sonrió, una sonrisa cargada de culpabilidad. ¿Por qué pensaba en otra persona cuando estaba con un hombre tan agraciado, amable y divertido? ¿Qué le pasaba a ella? Es que si ponía a ambos hombres en una jodida balanza, él se elevaría hasta la estratosfera y aún así… aún así ella solo estaba anhelando ver unos ojos grises y no unos marrones.

- Brindo porque todo pase como debe pasar. – Y realmente deseaba aquello por lo que su vaso ahora se unía con otro. Deseaba dejar todo en las manos de un destino que jamás había jugado a favor de ella, tal vez era la forma de vengarse de ella que siempre lo había puesto en duda, aduciendo que el destino era indefinido y nadie podía predecirlo.

El líquido como ella esperaba le supo a demonios, era asqueroso. Realmente aborrecía los licores tan secos y más ese que él arbitrariamente había ordenado por ella, ni siquiera sabía porque no le había refutado.

- ¿Estarán a gustos con ordenar? – Preguntó el mesonero, acercándose con dos cartas. Ambos asintieron.

- ¿Quieres pasta? – Preguntó Oliver cortés. Hermione sintió que su ojo sufría un pequeño tic temporal. Inhalo profundamente y le miró por encima de la carta de su menú. – Yo pediré un filete de ternera término medio, con salsa agria. Creo que la señorita pedirá…

- Quiero. – Interrumpió la castaña inmediatamente, dándose cuenta como el mesonero le veía honrado y con una sonrisa de oreja a oreja. – Una rueda de atún al ajillo, con vegetales salteados y una porción de batatas agridulces. – Oliver carraspeo por lo bajo, avergonzado por lo que acababa de suceder. Él estaba intentando ser atento con ella, pero al parecer la cuestión estaba saliendo al revés.

- ¿Desean más whisky? – Preguntó el mesonero luego de anotar sus pedidos.

- Si, por favor.

- Una copa de tinto. – Corrigió Hermione. Mostraba su mejor sonrisa, demostrándole a Oliver que no estaba molesta, sino que simplemente ella sabía y podía tomar sus propias decisiones. Realmente aborrecía que pidieran por ella. Se sentía incapaz y toda persona que conocía brevemente a esa castaña sabía que esa no era una de sus debilidades.

El mesonero que se había presentado como Winston asintió con la misma sonrisa que había mostrado desde el inicio y se encamino a la cocina.

- Lo siento. – Dijo de pronto Oliver.

- ¿Por? – Preguntó ella confusa. Observando una pareja al fondo del restaurante que no dejaban de acariciarse y susurrarse palabras al oído. Se veían realmente enamorados.

- Ordenar por ti. A veces olvido que estoy en una cena contigo, confundo que eres una más, ahora me doy cuenta que no hay nadie como tú. – Aseveró él como algo contundente y verídico.

Hermione acaricio el dorso de su mano, regalándole una sonrisa y restándole importancia al asunto. No tenía caso molestarse por algo que él no sabía hasta el momento. El error había sido de ella que acepto aquel acto en silencio; suponiendo que él sabría exactamente lo que ella querría y ordenaría por obra de magia pura lo que ella anhelaba. La vida no era así y ella no podía tacharle o juzgarle por una simple acción sin importancia.

Iba a seguir disfrutando de su velada, concentrándose en la mirada amable que él le regalaba, en sus palabras dulces y los halagos que se empeñaba en darle de vez en cuando.

Asegurándole con palabras lo hermosa que era, confesándole que el día del torneo de los tres magos había quedado embobado por ella, que la noche del baile de navidad en quinto año fue una de las noches que más hermosa la vio, con ese vestido blanco que resaltaba ese encanto de veela que seguro poseía en su interior. Hermione no podía negar que se sentía halagada y encantada con sus palabras. Absorta en aquellas palabras que jamás imagino él albergaría en su interior por tanto tiempo.

Jamás hubiera pensado que ella, la comelibros de Hogwarts, le habría gustado a alguien como él, no en ese entonces cuando su cabello era una melena enredada o cuando sus dientes eran más grandes que su mandíbula. Lo creía y aceptaba ahora, que al ver su rostro y cuerpo en el espejo se sentía a gusto, pero en ese entonces, era toda una sorpresa.

Es más tal vez ni siquiera lo hubiera notado, nunca fue su prioridad salir con un chico. Su primera cita había sido Viktor, pero lo fue porque él se acercó a ella y le demostró que no era lo que todos pensaban; la encanto con sus facetas, que eran mucho más amplias que simplemente ser un hombre forzudo y tosco, estando con él, pudo darse cuenta que era divertido, coherente y muy inteligente. Un hombre que tenía el arte en sus palabras y la magnetizaba con letras de amor que transformaba en poesía.

Luego se fijo en Ron, porque su optimismo despejo el miedo que en esos tiempos oscuros sentía, esas acciones extrovertidas la hicieron pensar por un momento que él era el indicado en su vida, pero la emoción fue efímera así como la ilusión de pensar que sus caracteres polares podrían algún día compaginar.

Y ahora se enteraba de esto. ¿Sorprendida? Estaba completamente impactada por las palabras de Oliver y no podía evitar ruborizarse, agradecerle por notarla cuando ella ni siquiera lo hacía, por el simple hecho de no ser una prioridad del momento.

- ¿Nos vamos? – Preguntó él. La cena había sido fantástica, así como el haber compartido con él. No se arrepentía de haber tenido la grata compañía de sus palabras, de la calidez que irradiaba y la diversión que emitía con sus elocuentes anécdotas y gestos exagerados.

- Gracias.- Respondió ella. Asintiendo y levantándose de su asiento. Viéndolo con una sonrisa divertida. La había pasado muy bien. No dejaba de repetírselo en su mente.

oOo

- ¿Sería un fastidio si preguntara si podemos vernos mañana? – Preguntó él. Estaban frente a la entrada del edificio de Hermione.

- No sería un fastidio. – Contestó entre risas. – Pero tengo un compromiso mañana, lo siento. – Completó. Se enterneció al ver como los ojos de él se habían apagado levemente al escuchar aquellas palabras.

- Supongo nos veremos cuando estés desocupada. – Repuso él. - ¿Cuándo puedes?

- El martes estaré desocupada. – Contestó ella. – El domingo tengo un almuerzo en la madriguera. Debo ir obligatoriamente. – No pudo evitar rodar los ojos al recordar esa tregua que había hecho con Ginny con respecto a las reuniones en su antigua casa.

- Estaré desocupado nuevamente el viernes. – Dijo perezoso. Bufando por tener que esperar tanto para poder verla.

- ¿Irás a la gala? – Preguntó ella entonces. Él asintió. – Podemos ir juntos. – Sus mejillas se ruborizaron inmediatamente, había sido muy osada al decir aquellas palabras.

- Me encantaría. Sería un privilegio. – Contestó él. Su sonrisa era amplia y mostraba todos sus dientes, achinando sus ojos en el proceso. No podía disimular la felicidad que sentía en ese momento.

- Bueno, entonces ya sabemos cuándo será nuestro próximo encuentro. – Dijo. Se sentía aliviada de no haber tenido que disipar la tensión que pensó se formaría por sus palabras.

- Hermione. – Dijo de pronto él. Subiendo un escalón, aproximándose levemente a ella.

- Dime. – Instó.

- ¿Puedo besarte? – Preguntó. Hermione abrió los ojos de par en par y sintió una sensación extraña revolotear en la base de su estomago, sabía que no era la comida que había cenado, era algo más, de pronto recordó las mariposas que sintió algunas vez cuando beso a Viktor, esa tenue sensación de revoloteo que le causaba cosquillas y ansiedad.

- Si, puedes hacerlo. – Afirmó avergonzada. Sintiendo que las mariposas aleteaban con más fuerza conforme los labios de Oliver se acercaban a los suyos.

El impacto fue cálido y húmedo. Suave y terso. Sintió las manos de él acariciar su cintura y ella instintivamente acarició su nuca, elevando sus manos por sus mejillas, regalándole suaves caricias que a Oliver le parecieron lo más exquisito que había sentido en su vida.

- Buenas noches. – Dijo él. Separándose con renitencias de ella.

- Pasa una linda noche.- Susurró la castaña ruborizada. Él sonrió radiante. La castaña espero que él se desapareciera y Hermione se quedó allí, parada en el umbral de su casa, sintiéndose muy tranquila y contenta con la cita fructífera que había tenido.

Sabía que sus mejillas ardían y sus ojos debían estar brillando porque podía percibir el calor en todo su hemisferio superior aumentando, no pensó que la pasaría tan bien. Su mente había quedado atolondrada por un hombre que jamás había notado como alguien atractivo, pero que ahora veía realmente como un buen partido para su vida.

Pero su mirada captó como si se tratara de un embrujo una silueta que ahora podría reconocer a miles de kilometros de distancia, su mirada antes brillante ahora se oscurecía por la absorción de toda luz que contenía, causada por un agujero negro que funcionaban como pupila en el hombre que estaba en el otro extremo de la calle, viéndola de frente, vestido de negro y cubriendo su rostro en una túnica del mismo color, arropándose entre las sombras.

Ese porte, la altura, su gracia, esa aristocracia que marcaba cada uno de sus gestos así fuera mínimos, su manera de respirar, esa que ahora estaba acelerada. Su mirada que la taladraba y ella podía observar a pesar de la oscuridad y de las sombras que lo camuflajeaban de una manera eficiente. Su mirada mercurial que poseía los de ella de formas inimaginables. El fuego que ahora sentía llamear en su interior no tenía nada que ver con el cálido y placentero que había sentido antes, ahora era férreo, cansino y producía en ella una combustión tan inflamable que podía sentir el dolor lacerante azotar el centro de su pecho.

- Draco. – Susurró ella con temblor. Sus labios apenas pudieron pronunciar las palabras. Él la miraba inamovible, estático en el mismo lugar y sin tregua. Solo la observaba, la absorbía y destruía con su mirada glaseada de hielo seco que a pesar de su composición lograba quemarla, consumirla como un pedazo de piel de cerdo.

Él no contestó a su llamado, su mirada bajo de sus ojos castaños a sus labios que ahora estaba levemente húmedos. Lo vio ladear sus labios en una sonrisa y sin esperar absolutamente nada más, desapareció.

La había visto besarse con Oliver. La había visto.

Sintió el desfallecimiento de sus piernas y como impactaron sin permiso contra el piso. La realidad la golpeaba, el momento fugaz que había sentido por Oliver desaparecía como si nunca hubiera existido y ahora su mente volvía a llenarse con los recuerdos de un hombre rubio platinado de ojos grises, ojos que ahora la habían mirado de una forma demoledora.

- Maldición. – Pensó mil veces antes de tener la fuerza suficiente para ponerse de pie y entrar al edificio donde estaba su apartamento. Lo peor del asunto no era ese, era que recordaba claramente a quién había invitado a la gala del viernes siguiente, la gala que se hacía en honor al proyecto de ella y… - Maldición. – Tenía ganas de vomitar.

Apenas entro por la puerta de su apartamento se dirigió directamente al baño para vaciar todo el contenido de su estomago en el váter. Estaba mareada, asfixiada y jodidamente confundida.

No por lo que sentía sino por las acciones que debía tomar ahora.

¿Tendría que hablar con él? Ella no quería dar su brazo a torcer, pero sería desconsiderado lastimar a Oliver. Viendo a Draco frente a ella la hizo caer en la pasmosa realidad que la cubría. Oliver era un excelente hombre que no merecía ser la segunda opción de ella ni de nadie. Debía ser honesta consigo misma, aunque haberlo besado le había causado una fantástica sensación, no había existido plenitud, tampoco las águilas que despedazaron su interior cuando fue besada por Draco.

Tenía que aceptar que en el restaurante pensó más veces de las consideradas correctas en el rubio, añorando ver ojos grises en vez de castaños.

Debía ser valiente y afrontar la crudeza de la realidad en la que estaba sumergida, aunque no pudiera aceptarlo en voz alta, sabía perfectamente el porqué no podía estar con nadie más, ella estaba enamorada… enamorada de Draco Malfoy.

Y no era por haberse acostado con él en un aula de pociones producto de una euforia descontrolada, no, había algo más. Era la fundición inexplicable que ocurría con su alma cuando miraba sus ojos, el calor enardecente que su piel sufría cuando las caricias de Draco llegaban a su cuerpo, desde su cabello hasta el centro palpitante de su feminidad. Era él, su esencia, esa energía magnética que la atraía sin licencia.

oOo

- Luces horrible. – Escuchó decir la castaña desde el borde de la chimenea. Su cabeza palpito amenazante. Esa voz estruendosa sonaba con un millar de pájaros.

- Ginny es demasiado temprano para que grites de esa forma tan histérica. – Protestó la castaña cubriéndose con una manta. Como cosa rutinaria había dormido en el sofá. Su mente traidora no pudo ni siquiera recostarse en la cama después de haber visto a Draco frente a su edificio. Una serie de fotogramas transcurrieron en su despiadada consciencia impidiéndole dormir allí.

- ¿Estás borracha? – Preguntó la pelirroja. Caminando en su dirección. Hermione sobó con vehemencia su cabeza y asintió con fastidio. Se había tomado unas cuantas copas. - ¿Cuántas copas de tinto tomaste? – Preguntó. – Varias, supongo. – Se respondió ella misma al ver que Hermione hacía un mohín con sus labios. - ¿Tan mal estuvo la cita? – Acaso es un interrogatorio. Cuestionó mentalmente la castaña rodando los ojos y tapándoselos con las manos. La luz la cacheteaba de formas despiadadas.

- La cita estuvo fantástica. – Replicó Hermione.

- Entonces… - Instó Ginny. Le entrego un vaso con agua y bicarbonato a la castaña y está recia lo tomo de un solo tirón. La escucho toser un poco y hacerle una seña para que se sentara a su lado, así lo hizo, Hermione la cubrió entonces con la manta que la cubría.

- Oliver me besó. – Soltó ella.

- ¿Besa horrible? – Preguntó Ginny. - ¿Se babea? ¿Hace sonidos extraños mientras besa? ¿No uso la lengua adecuadamente? – Hermione la miró con el ceño fruncido y pellizco su pierna. Estando ambas arropadas por la misma manta le fue fácil y satisfactorio hacerlo.

- ¿Quieres callarte? – Preguntó ceñuda. –Tu voz parece la de Lavander. – Dijo. Ginny abrió la boca ofendida.

- No te pases. – Contestó con un puchero y refunfuñando. Hermione sonrió y abrazo con fastidio, para que se calmara pero advirtiéndole que si no se callaba no contaría más nada.

- Me besó y lo disfrute. – Aclaró ella. Prosiguiendo con la historia. – Pero luego que se desapareció vi que en el otro lado de la calle estaba Draco mirándome, vio como él y yo nos besamos. – Dijo por fin en un gritillo dramático. Ginny abrió aún más los ojos.

- ¡Por Morgana y Merlín! – Exclamo escandalizada. - ¡No puede ser! – Siguió diciendo con el mismo tono de estupefacción. - ¿Qué hacía Draco aquí?

- No lo sé.- Replicó histérica la castaña. – Eso es lo que me está carcomiendo.

- Envíale una carta. – Propuso Ginny. - ¡Agh! – Exclamo molesta. – No puedo creer que te hayas besado en la primera cita con Oliver. – Regaño. Hermione la miró con una ceja levantada.

- ¿Disculpa? – Preguntó. Colocándose de pie y mirándola acusadoramente. – Me lo vas a decir tú que no solo te besas sino que te acuestas. – Acusó con un grito. – Además, él fue muy educado al pedirme un beso. – Concluyó ruborizándose levemente.

- ¡Merlín, Hermione! Que no eres una niña. Ahora tal vez Draco piense otra cosa, tal vez venía a pedirte disculpas. – Empezó a decir ella.

- Pues yo no tengo por qué estar esperando por sus acciones, la vida sigue este o no esté listo. Tú tienes que estar a mi favor, no en el de él. – Culpó con un grito, señalándola con su dedo índice.

- Por estar a tu favor es que sé que actuaste como una idiota. – Dijo ella. – Te advertí que no hicieras con Oliver lo que él había hecho con Amira, ¡y mira que me hiciste caso! – Espetó en un bufido. Caminando con paso firme hacía la cocina y buscando en el gavetín de enceres una botella de alguna bebida alcohólica. - ¿Dónde está el alcohol de esta casa? – Gritó. Hermione dio un respingo asustada. Se había quedado parada frente al mueble, pensando en las palabras taladrantes de Ginny. Tenía razón a pesar de todo, ella había actuado impulsivamente y de un modo menos activo había usado a Oliver como un clavo lo suficientemente afilado para sacar a Malfoy de su vida. Bufó al darse cuenta de su fallo.

- ¿Qué crees que vino a hacer aquí? – Preguntó en voz baja, acercándose al mesón que daba hacía su cocina. – Segunda gaveta a la derecha. – Dijo señalando el lugar donde quedaba la última botella de vino. Ginny la saco y bebió directamente del pico.

- Evidentemente no vino a verte besándote con otro hombre, eso está claro. – Otra puñalada fue clavada en su corazón. – Envíale una carta. – Propuso Ginny de inmediato. – Dile que necesitan hablar.

- Hoy voy a ir a casa de mis padres, no puedo decirle algo así. Mañana es el almuerzo con tu familia. – Comentó resignada. – Mejor lo veo el lunes en la oficina.

- Esto es algo personal, no un problema de trabajo.

- ¡Joder, Ginny! – Exclamó. – Déjame manejar esto como mejor me parezca, tampoco es que haya hecho algo malo, él mismo se revolcó con otra mujer el mismo día que se fue de mi casa, yo simplemente acepte darme un beso con otro hombre que déjame decirte, es encantador.

- Pero no es él. – La estocada fue más profunda esta vez, escuchar decir en voz alta lo que su mente había gritado toda la noche era demoledor.

- Debo salir a comprar una botella de vino para esta noche. – Dijo de pronto. – Te has bebido la que llevaría para el cumpleaños de mi padre. – Ginny sonrió abochornada. Llevaba media botella. - ¿Qué hora es? – Preguntó de pronto.

- Las cinco. – Hermione balbuceo una grosería no apta para menores y salió corriendo a su habitación. – Como siempre salvando la vida de las demás personas. – Se autofelicito Ginny. – ¡Salud! – Gritó antes de dar un gran sorbo del líquido tinto que paso feliz hacia su garganta. – Me voy a ir a casa. – Dijo de pronto. – Tengo ganas de acostarme repetidas veces con Blaise. – Gritó más fuerte, colocándose en la puerta del baño; escuchando como el agua de la regadera impactaba contra el cuerpo de su mejor amiga.

- ¡Merlín! – Escuchó exclamar Ginny a Hermione a sus palabras. – Eres una golfa.

- No si lo hago solo con él. Aunque él puede llamarme puta cuantas veces quiera en la cama. – Comentó divertida, imaginándose la cara de pasmo que estaría poniendo Hermione mientras se bañaba al escucharla hablar de ese modo. – Adiós. – Dijo.

Hermione susurró un pequeño Adiós también y siguió permitiendo que el agua fría impactara con su cuerpo y limpiara toda la suciedad, culpa y calentura que sentía fraguar de su interior. Una intensa ansiedad se apoderaba de su pecho, quería hablar con él… necesitaba hacerlo. De solo rememorar su mirada clavada en ella, sus piernas temblaban y la hacían sentir un vació tremendo en el centro de su corporeidad.

oOo

- Seis con cincuenta. – Dijo Hermione viendo el reloj que adornaba su muñeca izquierda. Tomó la botella que había comprado y guardo en su bolso una caja pequeña de regalos. Le llevaba a su padre una colección de pipas brasileras, hechas con la mejor madera del país. Su padre no fumaba, pero le encantaba coleccionar cosas del continente americano, las había visto por internet y le parecieron algo realmente bonitos y con acabados espectaculares; realizados por tribus indígenas que vivían en base al turismo.

Camino hasta la puerta de su apartamento y tomo el picaporte, no sin antes echarse una mirada al espejo que tenía en la calma de su cuarto. Se había colocado un jean ceñido con una blusa sin mangas negra bordada que llegaba por encima de su cadera, dejando levemente a la vista su tersa piel del abdomen, unas sandalias negras sin tacón y el cabello recogido en un medio moño que dejaba libre sus rizos.

- ¡Dios! – Gritó. Casi dejaba caer al suelo la botella de vino. Jamás, ni siquiera en un sueño se hubiera imaginado que al abrir la puerta se iba a encontrar con la mirada que le estaba causando problemas serios para dormir… y para vivir. – Hola. – Susurró con vergüenza. Sus mejillas se coloraban, no podía creerlo, realmente no podía hacerlo. Draco estaba parado frente a ella con un semblante tan oscuro y distante que casi le recordó al antiguo él. Vestía de negro y sus ojos que siempre brillaban de forma burlona ahora estaban opacos y llenos de oscuridad. Apagados ante cualquier estimulo de vida. - ¿Qué haces aquí? – Preguntó. Él no decía nada. Se notaba que había estado a punto de tocar su puerta cuando ella la había abierto.

- ¿Podemos hablar? – Preguntó él con la voz ronca. Ella miro sus ojos, que no dejaban de taladrarla.

- Voy saliendo, ¿Podría ser mañana? – Preguntó ella con una sonrisa. No podía cancelarle a su padre, ni siquiera por Draco.

- No será mucho. – Dijo él. Intentando por todos los medios detenerla. Hermione suspiró, pero aclaro su mente con rapidez. Iba con justo de tiempo y no le daría el capricho al rubio. Ella también quería hablar con él, pero su padre era una prioridad en esos momentos, así que lo lamentaba mucho por él, pero tendría que esperar. Draco cayó en cuenta en ese momento sobre la botella que Hermione llevaba en la mano y en lo hermosa que se veía, claramente ato ciertas cuerdas. Con su mejor sonrisa sarcástica la miró de frente. – No te preocupes, disfruta tu cita. – Draco no le dio tiempo a Hermione de responder su absurda acusación. Con largas zancadas se fue del pasillo y se desapareció, ella estaba segura que ni siquiera había llegado al lobby del edificio cuando su estela había hecho puf, para dejar solamente un aroma a perfume costoso y que adormecía la coherencia de la castaña.

- Es el cumpleaños de mi padre. – Dijo mentalmente. Esperando que él le escuchara de alguna forma astral. Pero sabía que no pasaría. Algo andaba mal, un destello en la mirada del rubio la había hecho casi concederle el capricho y aceptar hablar con él, pero su orgullo detuvo las palabras condescendientes que su boca estaba preparada para dar. Hablaría con él el lunes. Ya lo había decidido.

oOo

- Me agrada el título, Hermione. – La voz de Kingsley la sacó de su ensoñación. Había pasado un domingo de perros, pensando solamente en un par de diamantes mercuriales que taladraban sus avellanos ojos. Ni siquiera la jocosidad de Ginny había mermado la creciente preocupación que tenía. Aún podía recordar el estado refunfuñante de su mejor amiga al decirle que no había podido tener una larga sesión de sexo de fin de semana porque Blaise no había aparecido por ningún lado. Solamente le había mandado una pequeña nota avisándole que estaría de viaje por cuestiones personales, que luego hablarían. Nada más, una nota escueta.

- ¿No deberíamos esperar a Malfoy? – Preguntó ella.

- ¿No te avisó? – Preguntó como respuesta el ministro con claro desconcierto tatuado en su rostro. Hermione le miró confusa, respondiendo claramente con su expresión que no sabía nada. – No se va a presentar a esta reunión, me envió una carta el viernes por la noche, avisándome que tendría unos compromisos que atender y que volvería para la gala del viernes. – Hermione sintió un vuelco en su corazón de pronto. – No me explicó ningún detalle, pero afirmó que estaría de acuerdo con cualquier decisión que tomarás. – Hermione asintió sin exigir ningún tipo de explicación más. Su ágil mente estaba intentando encontrar alguna explicación con respecto a la actitud extraña de Draco. ¿Algo habría pasado? No entendía que se le escapaba. Le había avisado a Kingsley que no iría a la reunión del lunes el viernes por la noche, misma noche que la había visto con Oliver, luego, el sábado va a su apartamento con un claro comportamiento extraño y ella en vez de hablar con él, se excusa por tener que ir al cumpleaños de su padre.

No entendía, sinceramente no entendía absolutamente nada.

Pero ahora, si unía también la desaparición de Blaise Zabini, podía atar ciertos cabos más; si algo le había sucedido a Draco, él, su mejor amigo se ausentaría para ayudarlo. La cuestión era… ¿Qué había pasado?

- Me alegro que te guste todo. – Dijo ella. – Creo que es suficiente lo que tenemos para poder presentar el proyecto el viernes, ¿verdad?

- Presentarlo y comenzarlo. – Agregó Kingsley orgulloso de su asistente personal y futuro relevo. Además no podía sentirse más satisfecho al saber que ese joven descendiente de la alta alcurnia ahora trabajaba en pro de un mundo libre de oscuridad, aclarando las neblinas que una vez instauraron en su propio camino. Estaba absorto en la dicha. – Nos vemos el viernes, Hermione. – Ella asintió. – El primer discurso lo dará Draco, será el discurso de apertura. – Aclaró él. Hermione de nuevo asintió. – Tú darás el cierre. – Hermione trago grueso, no sabía que habría doble discurso, suficiente con él. Ella no era muy buena hablando ante una multitud de gente que la veía directamente a los ojos, ella era buena para contestar preguntas no para elaborar un discurso plagado de palabras de aliento. Con una sonrisa nerviosa asintió nuevamente. Un nuevo reto que tendría que cumplir.

- Nos vemos el viernes entonces. – Dijo ella resoplando. – Tengo que preparar un discurso. – Y Kingsley carcajeo porque le fue imposible disimular el enfado que sentía al respecto.

- Hasta el viernes.

oOo

Lucía tal cual lo recordaba; atractivo, serio, con ese porte aristocrático que embobaba a cualquier mortal que lo observara por más tiempo del debidamente correcto.

Ella estaba allí, absorbida por sus palabras; en el medio de Oliver y Harry que la había ido a abrazar con fuerza y cariño. Ahora sentía que estaba sola entre la multitud, viéndolo solo a él y él viéndola directamente a ella. Nadie existía, ni siquiera los murmullos de las mujeres a las que se les escapaba la baba, tampoco las palabras llenas de veneno de Ron que no superaba a su rival del colegio, al rubio que siempre lo menosprecio y supero en todos los aspectos; ella no escuchaba nada de eso, solo lo escuchaba a él y su discurso perfectamente elaborado. Ese que ella ya había leído y él osado como siempre si había leído al pie de la letra; dejando a todos con la boca abierta cuando dijo las siguientes palabras: - Hoy puedo asegurarles que la mujer de las que le hablo no estaba equivocada, ella en cambio a su servidor que ha perdido una y otra vez algo importante en su vida por ser un completo inepto, siempre lucho por ideales claros e impuestos por ella misma y su ferviente creencia de defender a capa y varita todas las vidas del mundo. Dándole el valor que cada ser vivo merece, brindándoles un ecosistema digno, un trato respetable… una vida. – él había carraspeado en ese momento; ella sabía que había agregado unas palabras que antes no estaban en el pergamino, palabras que de nuevo taladraban profundo en su ser, esperando llegar rápidamente a su alma inquieta. – Fue hace menos de un año que pude aceptar abiertamente para mí personas la radiante luz que emitía esa mujer; una luz que me cegó tanto que tuve miedo de ir por ella y retenerla a mi lado, como les he dicho, me he caracterizado por ser muchas veces un idiota; supongo al ver sus caras de pasmo que saben perfectamente de quién hablo. Este proyecto a pesar de llevar también mi nombre, es enteramente de esa mujer vestida de negro, esa mujer que encapsula privilegio tras privilegio; la mujer que está todos ustedes y mi mirada, la mujer más inteligente y hermosa que he conocido… Hermione Jane Granger. – ella no sabía si alguien podría escuchar cuando la tonelada de cemento que tenía como saliva pasara por su garganta. El gran comedor estaba sumido en un silencio sepulcral.

Cada uno sorprendido por motivos diferentes, ella embelesada por sus palabras, que habían superado las expectativas más que en la carta que ya había leído. Astuta serpiente rastrera que sabía cómo engullirla.

- ¿Ese es Malfoy? – Preguntó Harry en un susurró. Toda la sala había comenzado a aplaudir el magnífico discurso que él les había propiciado. El mejor discurso para aperturar un proyecto diferente y el corazón ansioso de ella.

En toda la semana había intentado comunicarse con él. El martes había caído presa de la desesperación y le había enviado una carta, con la excusa de saber si le parecía más apropiado otro título, pero él no contesto.

Ginny y ella el miércoles tuvieron que dormir juntas porque ninguna de las dos entendía el porqué de la desaparición de ambos hombres.

- Te ha halagado mucho. – Dijo Oliver con una sonrisa en sus labios. Hermione alzó su vista a su bondadosa mirada y encontró temor en ellos. Él sabía que algo escondían esas palabras llenas de energía demandante, él no era tonto para confundir un discurso de apertura y una declaración de algo más intenso que el amor. Además era imposible pasar desapercibida la mirada inquietante que el rubio había lanzado directamente a la castaña durante sus palabras; habría que ser un idiota para ignorar ese hecho y él claramente, no lo era.

- Ven Hermione. – Kingsley había llegado a su lado y la había jalado sin mucha delicadeza. La ministra de magia de Francia estaba conversando con Draco. – Jehanne, te presentó a mi futuro reemplazo. – Dijo orgulloso el ministro. La ministra era una mujer completamente hermosa, una pelirroja con piel lechosa y ojos verdes más expresivos que los de Luna. Ella le sonrió con dulzura y estrecho su mano.

- No habría mejor reemplazo que una mujer como usted, aunque déjeme decirle que solo la conozco por la boca de Draco. – Su voz era armoniosa; le recordó a Fleur cuando pronunciaba las r, pero ella lo hacía de forma más agraciada y refinada.

- Muchas gracias.- Contestó Hermione con una sonrisa. – Draco ha menospreciado su nivel, sin él no podría hacer absolutamente nada. – Lo dijo mirando directamente sus ojos, había extrañado aquellas esferas plateadas. Se veía tan elitista que pensaba se trataba de alguna aparición divina; enfundado en un negro brillante que realzaba no solo su cabello platinado sino sus ojos grises que la invitaban a navegar en un mar profundo repleto de secretos.

- Me alegra que estén trabajando juntos. – Añadió entonces Jehanne. Dándole un beso en la mejilla al rubio. – He visto al ministro de Alemania por allá. – Comentó ella. Kingsley tomo su mano con educación y se encaminaron al centro del salón, donde ya se había formado diferentes grupos que charlaban, otros chismeaban y otros no muy discretos los miraban con recelo.

- Hola. – Dijo ella de pronto. Se sentía realmente incomoda al sentir todas las miradas sobre ella, sobretodo de mujeres.

- Hola. – Contestó él con voz grave y firme. – Te dejó con tu cita. – Afirmó de inmediato. Hermione quiso decir algo, pero una mano en su espalda evitó que fuera tras Draco a explicarle un montón de cosas.

- ¿Vamos a la mesa? – Preguntó Oliver con educación. Había ido hasta el lugar donde ella estaba para evitar que Draco siguiera hablando con Hermione, él no era celoso, pero una sensación de desasosiego se apoderó de él cuando observo detalladamente las mejillas de su cita ruborizarse con tanta intensidad. Eso no ocurría cuando estaba con él, eso no ocurría porque ella no sentía nada por él. Lo dedujo cuando al saludarle esa misma noche en la puerta de su edificio, ella había volteado ligeramente su rostro para que sus labios impactaran sobre su mejilla y no sobre sus labios pintados con un leve brillo.

- Te ves hermosa. – Dijo Ginny picarona. - ¿Quieres un beso? – Preguntó.

- No, gracias. – Respondió con un bufido la castaña, negando fervientemente con su cabeza. Sabía que esa endemoniada mujer sería capaz de besarla frente a todos. - ¿Y tú cita? – Preguntó en un susurró.

- Esta en su mesa. – Respondió con un mohín Ginny. Hermione la miró dudosa. – Piensa que vine con Harry. – Contestó ante la mirada inquieta de Hermione, está asintió entendiendo perfectamente los motivos por los cuales el moreno se mantenía apartado de Ginny.

- Tienes que aclararle que no es así. – Dijo en un susurro.

- Pensé nos tocaría otra mesa. – La voz chirriante de Lavander casi hizo que los tímpanos de Hermione colapsaran y explotaran en mil pedazos, dejándola allí, muerta. – Bueno, Ro-Ro, no nos queda de otra. – Ron miró a Hermione con una sonrisa empapada de incomodidad, parecía pedir auxilio con la mirada a cualquier persona que se le atravesaba, ahogado en una relación sin escapatoria. – Te ves muy bien, Hermione. – Dijo ella. – Ha sido un discurso encantador el que dio Draco Malfoy. Ahora es todo un caballero, que ha olvidado los viejos rencores de colegio. Todos deberían aprender de él. – Hermione apretó su vestido por debajo de la mesa y no fue la mano de Ginny encima de una de las de ellas la que logró que se calmara. Esa mujer era la definición de insoportable. - ¿Ginny has venido con Harry? – Preguntó venenosa. – Es tiempo que formalices algo, el tiempo pasa rápidamente y todos sabemos que después de un par de años si no encuentras a nadie apto para ti, te quedarás solo para siempre, ¿verdad Hermione?

Hermione estaba analizando la posibilidad de asesinarla y de todas formas evadir Askaban, tal vez si daba una serie de justificaciones bien enfundadas, la dejaban libre o le otorgaban el rango máximo como heroína del mundo mágico. Todo era cuestión de arriesgarse.

- Creo que es peor conformarse con alguien mediocre a quedarte solo y solo tener sexo desenfrenado con algún hombre que satisfaga las noches de soledad. ¿Verdad Ginny? – Justo en la falsa moral de Lavander, que boqueo unas cuentas veces y carraspeó para evitar contestar aquellas palabras altaneras.

- No he venido con Harry. – Agregó la pelirroja. Harry la miró desencantado. Había llegado la tarde anterior y había ido directamente al apartamento de Ginny para explicarle como se había dado cuenta del amor real que sentía por ella y todo lo que anhelaba cumplir ahora junto a ella. Ginny sintió una extraña sensación de melancolía. ¿Cuánto tiempo espero para que él le dijera palabras como esas? Muchas noches de lágrimas tuvo que pasar para entender que ella no llenaba ni pegaba los fragmentos del corazón roto de Harry y ahora que él venía a decirle que estaba listo para tener una historia de amor con ella. Era ella la que no estaba lista, o tal vez si lo estaba, pero no con él.

De forma inmediata sus ojos se clavaron en el rostro de un moreno que carcajeaba sin parar y que la tenía completamente perdida. Él la miro, su risa se esfumo y sin esperar un gesto por parte de Ginny volteó su rostro, dándole la espalda y continuando su amena conversación con personas que estaban divirtiéndose con él.

- Terminarán ustedes como novias. – Dijo Lavander entonces. Ron comía lo que más podía para no tener que intervenir. Quería paz y tranquilidad, sensaciones que venía extrañando desde que termino con la mujer que tenía frente a él y que ahora se mostraba mucho más segura y hermosa que en el pasado. Estaba recriminándose lo idiota que había sido, haber cambiado a Hermione por Lavander ahora le parecía un craso error y más cuando la veía junto a un hombre que era un buen partido como Oliver.

- Nadie podría rechazar que sería una visión de ensueño. – Comentó Ginny picara y pasando su brazo por el cuello de Hermione, estampándole un beso en su mejilla. - ¿Verdad, chicos? – Harry, Ron y Oliver carraspearon al mismo tiempo, haciendo que la pelirroja estallará en carcajadas y consiguiendo exactamente lo que pretendía la ira de Lavander.

- ¿Tú no darás un discurso, Hermione? – Interrumpió Harry a Lavander, que estaba preparando su acometida contra ellas.

- Si, pero será el de cierre. – Afirmó nerviosa.

- Lo harás genial, cariño. – Dijo Ginny con firmeza, dejándole otro beso en la mejilla a Hermione.

- Diría algo así. – Bromeó Oliver por haber sido eclipsado nuevamente por esa sensual pelirroja que no tenía ni una pizca de introvertida.

- Supongo debe ser mejor que el de Draco, porque a pesar de todo lo que al pobre le ha pasado en esta semana, ha dado lo mejor de sí. – Ginny y Hermione se miraron inmediatamente a los ojos, apoyándose mutuamente en tener que por primera vez escuchar plácidamente el chisme que esa insufrible mujer tenía que contar. Ella tenía las respuestas a sus incógnitas.

- ¿Y qué le ha pasado? – Hermione agradeció que hubiera sido el mismo Harry quién preguntara algo así. La curiosidad tenía sus beneficios.

- ¿No lo saben? – Preguntó en actitud conspirativa. Ginny y Hermione negaron como niñas que estaban a punto de enterarse de un gran secreto supremo.

- Tampoco es tan importante. – Interrumpió Ron con fastidio. ¡Él lo sabía! Dedujo Hermione. Un gesto con la mano de Ginny y una mirada furibunda fue suficiente para que guardara silencio.

- El viernes pasado, al mediodía… - comenzó a decir la mujer en apenas unos susurros. – asesinaron a su padre en Askaban. – Hermione tuvo que tomar con fuerza la mano de Ginny para no caer desplomada en ese momento. Ahora todo tenía sentido y ella había sido una maldita estúpida.

Por eso le había contestado de ese modo a su carta el viernes por la tarde.

Por eso estaba tan distante cuando me vio besándome con Oliver, no solo había sido por el beso, era porque se había enterado de aquella muerte.

Por eso el sábado había ido a su casa y le había pedido hablar y ella… ¡maldición, ella…!

La ausencia del lunes en la reunión con el ministro.

La ausencia de toda la fatídica semana.

Ahora todo tenía sentido.

- Le pidió personalmente al ministro que no dijera absolutamente nada, todo lo manejo con discreción. – Siguió Lavander. Ignorando el estado emocional de la castaña frente a ella que ahora no escuchaba absolutamente nada más que: asesinaron a su padre. ¡Por Merlín, habían asesinado a su padre! – Además, el funeral ha sido privado, solo fue su madre, Nott, Zabini y él. Nadie más. Han cremado el cuerpo y lo esparcieron en el antiguo mausoleo de los Malfoy en Francia. – Hermione sintió como las lágrimas amenazaban con escaparse de sus ojos en cualquier momento.

No dejaba de recriminarse una y otra vez su comportamiento. Las ideas infantiles que había pensado como respuesta a la carencia de respuestas del rubio, a su ausencia y a su oscura mirada.

- ¿Cómo lo sabes? – Preguntó entonces Ginny.

- Es mi deber como periodista certificada. – Respondió ofendida Lavander por poner en duda su gran primicia. – No sé cómo fue capaz de venir a la gala esta noche. Le debe importar mucho ese proyecto. – Y esa fue la gota que colmo el vaso. Hermione sintió un nudo en su garganta que amenazaba con asfixiarla.

- Permiso. – Dijo sin esperar respuesta. Levantándose de su asiento y caminando lejos del bullicio de gente. Él no estaba allí, mientras escuchaba las palabras de Lavander había buscado incansablemente con su mirada su presencia, pero no estaba. Él no estaba.

Había ido a la gala para cumplir con sus palabras a pesar del dolor que seguramente estaba sintiendo, había cumplido con todo a pesar de la perdida reciente de su padre. Todos sabían que ella no sentía ningún tipo de afecto por ese hombre, pero era el padre de Draco y él debía estar pasándola mal.

Ni siquiera pensó en Oliver al dejarlo allí, tampoco en la pregunta que estaba haciendo Ginny a Lavander cuando se levantó, ni a Harry que le preguntaba para donde iba; ella solo tenía una sola cosa resonando sin cesar en su mente… ¿dónde estaba Draco?

Caminó por todos los pasillos del castillo, por los visibles y los secretos, esos que solo un estudiante prodigio o curioso conocía. Comenzó en las mazmorras, en el aula de pociones que no hizo más que erizarle la piel al rememorar lo que había hecho en ese lugar hacía unas tres semanas atrás. Todo ahora parecía tan inverosímil, todo había ocurrido tan rápido que no lo creía.

Subió al primer piso, paso con rapidez por la enfermería, por algunas aulas donde había visto clases en primer curso; subió al segundo piso, pensó que estaría en el baño de Myrtle, pero algo instinto le dijo que continuara. Sabía dónde estaba, así que subió con toda la rapidez que esos tacones incómodos le permitían y ese vestido que se enredaba entre sus piernas la dejaba.

No aguanto llegar al quinto piso cuando en un arranque de histeria se saco los tacones y corrió con todas sus fuerzas al lugar que vislumbraba como aposento de Draco en esos momentos. Lo sabía, sabía que estaría allí. Tenía que estar.

Con paso decidido, pero lleno de nerviosismo se encamino a escalera enroscada que conduciría hasta el lugar donde ella presentía se encontraba él. Así fue.

Lo observó mirando el horizonte oscuro plagado de estrellas, apoyado en sus codos en la baranda. Solo y pensativo; nadando en recuerdos que seguramente tenían de protagonista a su padre.

De pronto se sintió realmente nerviosa al estar a sus espaldas, aún sostenía la manivela que utilizo para abrir la puerta con el mayor sigilo que pudo; no quería alarmarlo, tampoco sabía muy bien que decirle. Él había intentado hablar con ella en más de una ocasión y ella había sido una retrograda. Es que no había sido suficiente el regaño que ella misma se había propiciado desde que escucho a Lavander, ahora que lo veía en ese lugar tan solitario y frio solamente quería hacer una cosa y tal vez se equivocaría o la acusarían de loca, pero era lo que su cuerpo bullía por hacer y lo haría.

- Deberías estar abajo. – Su voz sonó más lúgubre que nunca. Hermione dio un paso hacia atrás al escucharlo hablar de esa forma tan ronca y profunda, pero su cuerpo ya había decidido algo que su mente no podría impedir.

Con paso firme y dejando caer los zapatos en el suelo camino hasta colocarse justo detrás de su espalda, absorbiendo el aroma que irradiaba su traje y su piel; admirando la tersura de la piel de su cuello, inhalando el aroma de su cabello lacio y rubio. Rezó a todos los Dioses porque él no actuara de la manera en que podría hacerlo y que lastimaría su endeble corazón. Levanto ambos brazos y los paso por su torso cubierto por la túnica de gala, afianzando su agarre en su abdomen; sintiendo como el cuerpo de él se tensaba y aferraba con más fuerza a las barandas, exhalando un aire que le costaba mantener en su interior ahora que sentía el cuerpo de ella pegado al suyo. Colocó con sutileza su cabeza en los omoplatos de él, acariciando imperceptiblemente a la vista su camisa oscura; él podía sentir el suave toque que ella hacía, también podía sentir las lágrimas de ella traspasar su túnica y humedecer su espalda.

- Deberías irte al comedor. – Dijo de nuevo él. – Tienes una cita esperando por ti. – No había ironía en sus palabras, tampoco rencor; solo había soledad. Hermione inconscientemente se aferró más a él. Draco bajo la vista hacía las manos de ellas, entrelazadas en un mortal amarre del cual no podía ni quería salir.

- No paso nada. – Confesó ella en un susurró que sabía él escucharía. – Solo fue un beso. – Siguió diciendo a pesar de sentir como él se tensaba aún más.

- El sábado también fue solo un beso… - Esta vez las palabras si estuvieron cargadas de ironía. Hermione sonrió con pesar; sintiéndose halagada por esos celos absurdos e irreales que él había plasmado en su mente, así como ella había plasmado mil escenarios diferentes para poder entender el porqué él había desaparecido esa semana.

- El sábado era el cumpleaños de mi padre y me tocaba llevar el vino. – Confesó. Las palabras parecieron relajar gradualmente al rubio que se quedo inamovible en su lugar. Ambos seguían realmente inalterados, hablando en susurros que solo debían escuchar el otro. – Lo lamento. – Dijo ella al fin. Luego de esperar un rato, después de sentir el corazón acompasado de Draco impactar contra sus manos que seguían en un fierro pero sutil agarre en su abdomen. Le dolía el pecho de tan solo pensar en los sentimientos que embargaban al rubio en ese momento.

- Yo también lo lamento. – Y Hermione pudo descifrar ese lamento claramente; no solo le estaba diciendo que lamentaba lo de su padre, sino todo lo demás y ella no necesitaba aceptar esas disculpas, porque sin saberlo, ya lo había disculpado.

- ¿Puedes voltearte? – Preguntó con cautela. Separando sus manos del abdomen de él y esperando que él la mirase. No espero ver los ojos de Draco hinchados y rojos, no espero ver esa sonrisa ladeada llena de dolor y tampoco ver su mirada más apagada que nunca. Él no lloraba ya, pero las evidencias hablaban por si solas y le mostraban a la leona que había llorado bastante, es más, podía arriesgarse a decir que no había hecho mucho más que eso. – Hola. – Susurró nuevamente, esta vez acercándose a él hasta quedar frente a frente, caminando de puntillas para poder llegar a su rostro; sin preguntarle si tenía permiso de hacer lo que iba a hacer paso ambas manos por detrás de su cuello y acaricio su cabello; inundándose del aroma que emitía toda su presencia y le gritaban que eso era lo que ella necesitaba, lo necesitaba a él.

Su torso estaba pegado al de él y mirando sus ojos hinchados, más que los de ella, se inclino hasta sus labios, besándolos como había añorado hacer desde hacía más de una semana; como solo él podía besarla sin proponérselo. Porque no eran esos labios, era su sonrisa y la forma en que se fundía con ella lo que la tenían sumergida en la adicción de su presencia; tampoco eran sus manos largas y frías que sentía estrechaban ahora su cintura lo que la enloquecía, sino sus caricias perfectas que la trataban como el lienzo perfecto que debía ser esculpido por los Dioses.

No era su cuerpo físico… era todo él.

~ Continuara ~