ADVERTENCIA: La trama de esta historia pertenece al género de vampiros y hombres lobo. Asimismo el fanfic contiene escenas de violencia y sexo explícito, por lo que si este contenido te desagrada o vulnera recomiendo no seguir leyendo.

Disclaimer: Todos los personajes de Inuyasha pertenecen a Rumiko Takahashi.

Paint it black

Por Kuruma Chidori

Capítulo 1. Luna de sangre

Hacía casi diez años desde que una luna de sangre no se alzaba imponente en el cielo. Aquel fenómeno en que la luna lucía rojiza, ya fuese por algún fenómeno cósmico, el calor intenso de ese verano o por causa sobrenatural, representaba uno de los eventos más esperados para dos especies enemigas milenarias, y es que después de todo, la luna de sangre era un evento en que el cielo parecía invitar a ambas especies a dar rienda suelta a sus instintos sin ningún titubeo

Era un festín en todo el sentido de la palabra.

Sin embargo, lo que representaba júbilo y agasaje para algunos, para otros pobres sólo significaba algo con seguridad: muerte, y no una rápida y piadosa.

Finalmente, la luna de sangre era una fiesta para vampiros y hombres lobo, y es bien sabido que en todas las fiestas debe haber diversión y comida…

Aquella noche, la primera luna de sangre en diez años se alzaba en el cielo oscuro y las llamas de un pueblo ardiendo era el escenario perfecto para aquella masacre perpetuada por una manada de hombres lobo.

Los recuerdos de una pequeña niña, habitante de dicho pueblo, se mantenían difusos… Su madre le había gritando "Escóndete" cuando el bullicio de aquellos demonios caninos se hicieron presentes al ingresar con violencia a su pequeño pueblo, creando un fuego incontrolable al momento en que las personas entraron en pánico y comenzaron a ser atacadas y devoradas una a una. Carcajadas sonoras, aullidos jubilosos y gruñidos animales iban acompañados de gritos de horror, llanto y gemidos humanos.

–¡Escóndete! – Gritó la mujer nuevamente a su hija al tiempo que la metía bajo la cama e intentaba tapar con algunas cestas y cajas cualquier orificio por donde la lograran visualizar. Sabía que tenía que proteger a su hija de algún modo pues su marido y su padre instantes atrás habían salido armados con espadas en mano y como era de esperarse, ya habían sido desarmados fácilmente.

Aún desde la habitación en donde se ocultaba con su hija había podido escuchar cómo eran presas para los hombres lobo que se les habían lanzado a la yugular, destrozándolos y quitándoles la vida casi de inmediato.

La mujer podía sentir su corazón latir con tanta fuerza que percibía la palpitación de sus venas en las sienes. Jamás había sentido tanto horror en su vida pero en ese momento la adrenalina y el instinto de proteger a su hija eran mayores.

El espacio bajo la cama era muy reducido por lo que únicamente la niña podía esconderse y sabía que eso significaba que tendría que sacrificarse por ella. La mujer de cabellos castaños tomó una espada de entre las muchas que su padre, quien había sido el herrero del pueblo, aún no terminaba de forjar del todo con tal de defenderse.

La certeza era absoluta: estaba acabada, pero no se llevarían a su hija con ella, definitivamente no lo harían.

Rin, quien apenas contaba con seis años en ese momento, observó por una pequeña rendija, que su madre no había logrado tapar, cómo un hombre de aspecto extraño y larga cabellera oscura entraba en ese instante a su choza.

–El olor a miedo es lo más exquisito que hay… –Aquella voz grave y profunda, y esas palabras, crearían una huella muy profunda en su corazón, y con horror, vislumbró cómo la sombra de aquella figura proyectada en la pared e iluminada por el fuego del pueblo, se abalanzaba sobre su madre quien gritaba con horror e intentaba defenderse infructuosamente de aquella bestia. Escuchó el ruido metálico de la espada que sostenía su madre caer al suelo, lejos de ella, para después percibir el sonido de unos colmillos desgarrando carne y un grito desgarrador.

Gotas de sangre salpicaron las cestas que se interponían entre aquel monstruo y Rin, manchando incluso sus propias mejillas, y tras unos instantes de agonizantes gritos de su madre, se hizo el silencio, salvo por los grotescos ruidos de lo que parecía un animal engullendo carne rápidamente, atragantándose, mascando hasta los huesos y sorbiendo la sangre de ellos.

Rin llevó sus manitas a la boca, sofocando sus sollozos y una arcada de vómito. Las lágrimas lavaban la sangre de su madre de sus mejillas.

–Oh, parece que hay alguien más aquí… - Aquella voz grave volvió a hablar y Rin se hizo lo más atrás que pudo, sintiendo su espalda chocar con la pared, presa del pánico.

–¡Señor! ¡Ya vienen! – Se escuchó a alguien gritar en el pueblo y Rin alcanzó a ver las piernas de aquel ser que había devorado a su madre salir rápidamente de su morada.

No había visto su rostro, pero sabía que se había salvado en ese momento. Quiso aguardar unos minutos antes de salir de debajo de la cama, pero el olor a humo comenzaba a ser asfixiante, sin ser consciente que el fuego ya había alcanzado su casa y comenzaba a quemarse rápidamente.

Rin salió de su escondite, empujando las cestas que obstruían su paso y pudo observar lo que quedaba de su madre: un bulto de carne deforme cubierto en sangre, prácticamente irreconocible. La niña miró a otro lado, sabía que si se ponía a llorar la encontrarían… tenía que salir de ahí pero aún se escuchaban gritos suplicantes y llenos de horror en el pueblo, por lo que sabía que salir de ahí tampoco era una buena opción. El olor a quemado volvió a advertirla y notó que al extremo de su casa las maderas que formaban los muros y techo estaban empezando a chirriar y quemarse.

Rin retrocedió un par de pasos… estaba atrapada.

–Ayuda… –Gimió, con un hilo de voz.

Hubo más gritos fuera de su casa y Rin se cubrió el rostro con las manos. No tenía a donde ir, nadie la podría ayudar. Olor a humo y sangre invadían sus sentidos. El crepitar de la madera que formaba su casa en contacto con el fuego amenazaba con que en cualquier momento algo se colapsaría.

–Mamá… papá… abuelito…–Sollozó. Estaba perdida. La pequeña se agachó y abrazó sus piernas con sus manos. El humo había comenzado a llenar la habitación y el calor de las brasas le hacía arder la piel. – Mamá… papá…

El techo comenzó a crujir aún más y a vencerse por el fuego. Rin levantó la mirada y se puso de pie para correr, pero un trozo de madera del techo alcanzó a caer sobre ella. La pequeña sintió que era golpeada con fuerza en la cabeza, doblando sus rodillas por el impacto y escuchó el ruido metálico de varias cosas cayendo, entonces su vista se nubló, cayendo al suelo mientras la choza era consumida en llamas, junto con lo que quedaba del cuerpo de su madre.

Sabía que tenía que levantarse, pero todo se estaba volviendo oscuro, su cabeza dolía, podía sentir que un líquido caliente resbalaba desde su frente y escurría por su rostro… ¿sangre? Apenas y podía respirar bien por el humo y el calor. Le ardía el pecho, había demasiado calor y lo que había caído sobre ella la oprimía demasiado. ¿Acaso iba a morir?

De pronto hubo silencio.

En un estado semi inconsciente, Rin pudo sentir que alguien apartaba lo que había caído sobre ella y la alzaban en brazos. Su cuerpo caliente por la adrenalina y el fuego comenzó a enfriarse rápidamente. Los brazos que la sujetaban eran fríos… demasiado fríos, tanto que tras el instantáneo alivio del calor comenzó a dolerle el cuerpo por la temperatura helada y luego no sintió nada.

Pasaba de un calor infernal a un frío gélido. ¿Así se sentía morir? Estaba demasiado afectada como para reaccionar. Era demasiado pequeña para entender.

Rin sintió cómo la sacaban de los restos de su casa al sentir una brisa tibia sobre su rostro que alivió ligeramente su temperatura y pudo vislumbrar de forma borrosa la luna llena roja en el cielo oscuro. El crepitar de las llamas quemando lo que quedaba de su pueblo era lo único que alcanzaba a escuchar ahora. Todo estaba silencioso, los gritos de los habitantes del pueblo ya no se escuchaban más.

Rin intentó mirar el rostro de quien la cargaba, pero la sangre de su cabeza que ya escurría sobre sus pestañas únicamente le permitió percibir los ojos dorados de aquella persona, el brillo de unos cabellos plateados iluminados por el resplandor de las llamas y vagamente su propio reflejo partido en el filo de la hoja de una espada. ¿Un ángel? ¿estaba siendo salvada?

Rin gimió antes de caer inconsciente.


Kaede se levantó con premura al escuchar como alguien llamaba a la puerta de su choza con fuerza. Sabía bien que aquella noche había una luna de sangre y por tanto lo que significaba, sin embargo… ¿acaso habría una manada o un grupo de vampiros tan tonto como para querer alimentarse en un pueblo en donde había una sacerdotisa?

El festín de la luna de sangre sólo conocía un límite: las congregaciones humanas en donde una sacerdotisa residiera. Aquello era de conocimiento común, ya fuese por norma "diplomática" (un acuerdo entre especies que no debía ser roto) o por el mito de que una sacerdotisa podía matar fácilmente vampiros y hombres lobo, ellos respetaban todos los pueblos que contaran con esa protección divina.

La mujer de mediana edad se dirigió a su puerta y la abrió con cautela.

–Oh, eres tú. – Dijo, sin realmente mucha sorpresa al reconocer de quién se trataba. Sin embargo, la sorpresa se hizo presente al observar el bulto que llevaba en brazos. – ¿Qué estás…? ¿qué significa esto?

–Su pueblo fue destruido antes de que nosotros llegáramos. – Se explicó aquel ser de cabellos plateados. – Sabes que no me gustan los niños.

–Lo dices como si hubieran sido una especie de salvadores… – Lo miró con recelo – Lobos, vampiros… todos son lo mismo: unos asesinos. Imagino que ustedes terminaron por devorar lo poco que quedó.– La voz de Kaede sonaba seria y cargada de resentimiento. – Me sorprende que ese pueblo no contara con una sacerdotisa…

Aquel ser guardó silencio por unos segundos. Kaede le miró fijamente. No era el silencio cargado de indiferencia o apatía habitual en él, era el silencio de alguien que se cuestionaba lo mismo, sin embargo, decidió no indagar en el asunto. Nada bueno traía el inmiscuirse en asuntos de vampiros.

–No quedó prácticamente nada en ese pueblo. Nosotros no comemos las sobras. – Explicó él lacónicamente.

–Supongo que me la has traído para cuidarla. –Ignoró el comentario del sujeto para fijar su atención en la pequeña niña. No deseaba detalles, evidentemente– ¿Acaso esperarás a que crezca para devorarla? De otro modo no veo razón para que no la hayas dejado a su suerte… esa herida en la cabeza cobraría su vida si la hubieras dejado.

–La herida no la habría matado. – Inquirió él, haciendo alusión a que los hombres lobo lo habrían hecho, sin responder realmente a la pregunta de Kaede. De todos modos, él tenía sus razones para haber decidido tomar a esa niña en brazos y llevarla hasta ahí. –Tú sabrás qué hacer con ella. – El sujeto de cabellos plateados se la tendió y Kaede la tomó con cuidado entre sus brazos. Acto seguido, dio la media vuelta para marcharse.

–¿Eso es todo? – Inquirió la mujer – ¿Me dejas de pronto la responsabilidad de salvar y cuidar de esta huérfana como si nada?

Sesshomaru detuvo su caminar un momento, pero nuevamente no dijo más y se marchó hasta desaparecer entre la oscuridad.

Kaede observó su marcha sin expresión alguna y tras perderlo de vista cerró la puerta de su choza, llevándose a la pequeña consigo. Tenía que atender la herida de su cabeza o seguiría perdiendo sangre.

A simple vista la sacerdotisa supo que esa herida, las quemaduras en sus manos pequeñas y el cabello chamuscado sanarían, sin embargo, era claro que aquella pequeña niña acababa de salir de un infierno total y las huellas que eso dejaba en el alma y en la mente no sanarían tan fácilmente.

–Me pregunto si la muerte no habría sido más piadosa a todo el dolor que tu alma va a cargar de ahora en adelante.

Kaede suspiró. Había sido la primera luna de sangre en una década, un suceso completamente inesperado por lo que las villas, aldeas y pueblos cercanos no habían tenido oportunidad de evacuar y refugiarse en los sitios que sí poseían una sacerdotisa.

La pequeña que ahora era lavada con sumo cuidado por ella era muy probablemente la única sobreviviente de esa noche, o al menos eso pensaba la anciana.


Sesshomaru había vuelto con cierta premura al pueblo recién destruido y apenas hubo puesto un pie en el, una criatura de baja estatura y de piel verdosa, con un ligero parecido al de un anfibio se le acercó, jalando las riendas de dos caballos, uno negro y otro café.

–Lord Sesshomaru – Pronunció, entregándole las riendas del caballo negro las cuales él tomó y después montó. – Todos lo están esperando camino al siguiente pueblo.

–Que esperen. Debo cerciorarme de algo. –La criatura de larga cabellera plateada, ataviado con ropas occidentales, tomó también las riendas del caballo café para que le siguiera.

El pequeño ser les siguió de cerca. Sus ojos amarillos, enormes y saltones brillaban con la luz de las llamas que aún quedaban consumiendo los restos del pueblo. Esos escenarios lo excitaban, después de todo, tras cada luna de sangre siempre quedaban cantidades enormes de cadáveres que él podría devorar. Finalmente, Jaken era una criatura carroñera.

Sesshomaru avanzó con calma por entre las veredas humeantes. No quedaba nada ya, ni hombres lobo ni vampiros, así como tampoco parecía haber ningún sobreviviente humano.

Él no terminaba de comprender lo que había sucedido. Aquel pueblo, si bien era muy pequeño, era conocido por tener una sacerdotisa muy poderosa… ¿acaso ella había viajado justamente esa noche? Vaya infortunio para ellos.

Sesshomaru apretó la empuñadura de su espada, Bakusaiga. Su presencia esa noche en ese pueblo únicamente había coincidido con el ataque de aquella manada de hombres lobo. Él y los demás vampiros que le acompañaban únicamente iban de paso puesto que Sesshomaru tenía un asunto pendiente, precisamente esa noche, con el herrero del pueblo. Su sorpresa había sido grande al haberse topado con que la sacerdotisa estaba ausente, y por tanto, habían sido el blanco perfecto de la luna de sangre. Sin embargo, había algo turbio ahí pues ese pueblo no era cercano a los bosques en donde los hombres lobo solían hacerse de territorios, por lo que por simple geografía, era más lógico que vampiros llegasen ahí antes que los lobos.

Sesshomaru no estaba seguro si aquello era una desastrosa coincidencia, o algo planeado detalladamente… ¿pero por qué?

Evidentemente, la llegada de él y de los suyos únicamente significó un inevitable enfrentamiento entre vampiros y lobos, como era usual cada que ambas especies coincidían en el mismo sitio, así como la competencia por las presas. Aún así, ellos se habían adentrado al pueblo en llamas cuando prácticamente todo ser humano ya había sido arrasado por los colmillos de aquellas bestias caninas.

Sesshomaru llegó hasta la puerta de lo que quedaba de la casa destrozada de la niña que recién había rescatado. Desmontó el caballo, dejando que Jaken tomara las riendas y nuevamente entró a la morada.

El fuego había cesado ahí, dejando únicamente cenizas. Observó el bulto de carne chamuscada que antes había sido el cuerpo de la hija del herrero, madre de la niña, y después las varias espadas tiradas en el suelo o mal acomodadas, cerca de los instrumentos cubiertos de cenizas y astillas.

Del cuerpo del herrero no había rastro alguno, sin duda alguna, habría sido completamente devorado, con su yerno corriendo la misma suerte.

Rebuscó con la mirada entre los escombros y finalmente la halló. Era casi como si la espada lo estuviera llamando.

El vampiro posó una rodilla en el suelo y tomó de entre varias espadas tiradas una en particular. Sacó un pañuelo de su bolsillo para limpiar la larga hoja de aquella katana.

–Tenseiga. – Susurró. Pudo sentir que la espada palpitaba cuando él pronunció su nombre.

Aquella espada había sido forjada a petición de su fallecido padre, Inu no Taisho; sin embargo, tras su muerte el herrero había cesado el proceso, por lo que años atrás Sesshomaru le había solicitado que la terminara de forjar.

No lo haré. A Inu no Taisho hasta cierto punto se le podía considerar un amigo. Para ser un vampiro, él siempre fue amable y generoso con los humanos… Sin embargo, tú que eres su hijo y con la reputación sanguinaria que te precede, no tengo intención alguna de terminar una espada de ese tipo para dártela a ti. – Si bien era evidente para el vampiro que ese hombre estaba muerto de miedo al pronunciar esas palabras, le daba el crédito a su valentía por no titubear al hablar ni doblegar su voluntad.

Sabes perfectamente que podría obligarte. – Dijo tranquilamente.

Lo sé bien, aún así, estoy seguro que respetas la voluntad de tu padre y que eres consciente que debo forjar una espada de ese tipo bajo mi propia voluntad y no bajo amenazas.

Mi padre deseaba esa espada con el fin de proteger a la humana madre de su bastardo. Sé que estás al tanto.

El hombre de cabellos grises, semi calvo y de barba, vestido con una yukata humilde, le miró inquisitivamente.

Tu padre necesitaba esa espada para curar humanos y matar hombres lobo y vampiros. Sólo por el hecho de que se sepa que estoy forjando un arma con esas cualidades, mi vida, la de mi familia y la de todo mi pueblo está en riesgo. Yo sé bien que tú únicamente la usarás para derramar sangre de lobos, y no para curar seres humanos o matar a tu propia especie. Tú eres diferente a tu padre.

Efectivamente-Le concedió Sesshomaru Yo busco la prevalencia de mi especie, no eliminar lo que en primera instancia mis padres crearon. Pero no te equivoques, anciano, no tengo la necesidad de matar a menos que me vea obligado a ello. Sin embargo, dado a que el material base de esa katana es un colmillo de mi padre, y dado al linaje tan particular con el que nació, esa katana únicamente funcionará en mis manos.

¿Qué caso tiene forjar algo que no será aprovechado en su totalidad? – Insistió Totosai. – Tú perfectamente eres capaz de asesinar hombres lobo sin ningún problema, no necesitas de una katana así y jamás la usarás para ayudar seres humanos.

Sesshomaru guardó silencio un momento. Era claro que la respuesta honesta "por poder" no convencería a Totosai. A Sesshomaru lo que más le interesaba era ser el más fuerte y tener mayor dominancia sobre la especie enemiga.

De pronto, alcanzó a visualizar que alguien los observaba con curiosidad desde el marco de la puerta de la casa del anciano.

Totosai se percató de esto y volvió la mirada hacia la entrada de su hogar.

Asuna – Dijo en voz alta y una joven mujer se asomó por la puerta con cara temerosa. Sesshomaru la observó. No era más que una humana de aspecto corriente, sosteniendo en brazos a un bebé envuelto en mantas. – Vuelve adentro y no salgas hasta que te lo pida.

¿Tu hija? – Preguntó Sesshomaru.

Y mi nieta – Corroboró el anciano. – Hace un par de meses que los dioses le concedieron la bendición a mi hija y su marido de ser padres.

Entonces Sesshomaru comprendió la clase de respuesta que convencería al anciano.

Totosai – Habló con firmeza. El viejo herrero, quien se hallaba con los brazos cruzados en la espalda le miró con sus ojos saltones – Termina de forjar esa espada para mi bajo la condición que desees.

El vampiro no decía esas palabras al azar. Sabía perfectamente lo que le pediría.

Si bien Totosai era un herrero con habilidades extraordinarias y que contaba con la ayuda de monjes y sacerdotisas para atribuir habilidades especiales a las armas que forjaba, no era alguien codicioso. Sus ropas y su vivienda lo decían claramente.

Para Totosai, lo único que importaba era su familia, y Sesshomaru era básicamente la única criatura que podía prometerle seguridad.

¿Lo que yo desee? – Repitió el viejo. Sesshomaru asintió con seriedad. El herrero suspiró.

Muy bien. Forjaré la espada de tu padre que terminará con tus enemigos…–Hizo una pausa– a cambio de la promesa de que tu especie jamás lastimará a mi familia ni a mi pueblo. – Totosai le miró fijamente, entornando los ojos.

Tienes mi palabra.

Muy bien. –Totosai carraspeó la garganta –Esto tomará bastante tiempo ya que no es una katana común y corriente. Tu padre sabía perfectamente que además del trabajo de forjarla, conseguir la ayuda de los monjes y sacerdotisas indicados tomaría tiempo y dedicación.

Di un lapso. – Lo cortó Seshomaru. Él era consciente de lo que Totosai explicaba, no era que él planeara tener la katana en un par de semanas.

Seis años. En esta misma fecha, ven aquí dentro de seis años y tendré lista a Tenseiga.

¿Tenseiga?

Es el nombre que tu padre deseaba para su espada.

Está bien. Entonces volveré en seis años. Tienes mi palabra, anciano.

Confío en ti, Sesshomaru.

El vampiro suspiró. Aquella luna de sangre desafortunadamente había coincidido con la fecha estipulada seis años atrás.

El destino había jugado en contra de Totosai y del propio Sesshomaru.

Precisamente seis años atrás, él mismo se había encargado de hallar a una sacerdotisa apropiada para ese pueblo, todo por la precaución de que si una luna de sangre inesperada se suscitaba, el pueblo pudiera sobrellevarla sin problema.

Sin embargo, apenas hubo llegado él, el pueblo ya se hallaba en llamas y con una manada de hombres lobos dándose un festín, por lo que una vez se adentró junto con el grupo de vampiros que le acompañaba –pues originalmente el plan de Sesshomaru era ir por Tenseiga y después en búsqueda de algún pueblo desprotegido en vista de la luna de sangre– se enfrentaron a los hombres lobos, quienes finalmente huyeron. Incluso esas bestias sabían que no valía la pena luchar a muerte en una noche que básicamente representaba una fiesta para ellos, mucho menos cuando ya habían devorado todo.

¿Dónde demonios se había metido la sacerdotisa? ¿por qué el pueblo había quedado completamente vulnerable precisamente esa noche? Algo le olía mal a Sesshomaru.

No tenía la necesidad ni de suponer que la sacerdotisa se hubiese acobardado y huido, pues básicamente lo único que debía hacer era permanecer en el pueblo. El "pacto" no firmado pero que todas las especies respetaban era jamás tocar ciudades, villas o pueblos regidos bajo una sacerdotisa. Ellos eran perfectamente capaces de percibir cuando un lugar estaba bajo la protección de alguien con esos poderes, sin embargo, ahí no había ninguna presencia de la mujer que había dejado a cargo del pueblo de Totosai.

Sesshomaru apretó la empuñadura de Tenseiga antes de colgarla a su cintura junto a Bakusaiga y volver a montar el caballo que le esperaba fuera. Cabalgó por las calles estrechas, seguido de Jaken y el otro caballo, mirando a los alrededores.

Había fallado a su promesa con Totosai. Una promesa que él planeaba cumplir hasta el final de sus días, si es que alguna vez llegaban. Aquello era ridículo y le incomodaba de sobremanera, había sido sobrepasado por hombres lobo y eso le resultaba completamente absurdo y realmente lo enfurecía.

Sesshomaru entrecerró los ojos, procurando calmar su ira. Por lo menos había rescatado a la nieta del herrero.

El Lord volvió a recordar la imagen de Asuna, la hija de Totosai, sosteniendo a su bebé y la sensación de incomodidad se apoderó más y más de él. Toda esa familia y el pueblo habían sido destrozados. Aquella niña era lo último que quedaba de su promesa de seis años atrás y sin duda alguna, dejarla a cargo de una sacerdotisa era lo mejor que podía haber hecho por ella.

Cumpliré con mi palabra, Totosai… – Se dijo a sí mismo, y nuevamente sintió que Tenseiga palpitaba.

Definitivamente aquella espada era bastante peculiar.

Sesshomaru siguió avanzando por el pueblo hasta que percibió el aroma de alguien que conocía muy bien.

–Jaken – Dijo y la criatura le miró.

–Dígame, amo.

–Ve a alimentarte. Tengo algo que hacer, cuando termines vuelve al palacio.

–Como usted diga, amo– El rostro serio de Jaken permutó de inmediato a una sonrisa sombría y desapareció de inmediato, como si se hubiese desvanecido en la nada.

Sesshomaru sabía perfectamente que el mejor modo de deshacerse de la compañía de Jaken era permitirle comer.

Jaken era un Gul, una clase de demonio que se alimentaba de cadáveres, por lo que en noches como esa, o simplemente cuando Sesshomaru se alimentaba y se propasaba y terminaba matando a su presa, Jaken podía agasajarse. Él era una criatura con un apetito voraz, podía pasar días o semanas devorando cadáveres, y la cantidad de muertos y restos que habían quedado en ese pueblo eran suficientes para mantener a Jaken ocupado varios días.

Sesshomaru no tenía ningún remordimiento en dejar que él se comiera los cuerpos. Finalmente su promesa consistía en resguardar a esas personas con vida, y él no era creyente ni profesaba ninguna religión occidental u oriental que le causara remordimiento alguno respecto a profanar cementerios o cuerpos recién fallecidos.

Para él los humanos eran una fuente de alimento, y muy de vez en cuando, un entretenimiento.

Una vez Sesshomaru llegara a las afueras del pueblo, bajó del caballo y ató a ambos en una valla cercana y caminó hasta donde el bosque comenzaba a hacerse presente.

El vampiro no tardó en dar pronto con una escena que él consideraría por años como patética.

–Inuyasha. –Pronunció con molestia al observar a su medio hermano postrado en la hierba, sosteniendo un cuerpo ensangrentado. El rostro de Inuyasha se hallaba oculto sobre el pecho de ese cuerpo aparentemente femenino. El olor a sangre y sal en el ambiente dejaba en evidencia que la mujer había muerto desangrada, y su hermano había llorado sobre ella.

–Sesshomar –Musitó, levantando el rostro de golpe al verse descubierto. El vampiro entonces se percató que los usualmente ojos dorados de su hermano menor, ahora lucían rojos y con las pupilas azules.

Sesshomaru suspiró con tedio.

–Otra vez perdiste el control…. – Puntualizó, al reconocer el aspecto de cuando su hermano no era capaz de controlar sus instintos debido a su condición de híbrido, pero poco a poco comenzaba a regresar a la compostura. Sesshomaru miró alrededor – ¿Dónde han ido los demás? – Preguntó, restando importancia a la escena y al dolor de Inuyasha e interesándose más por el grupo de vampiros que inicialmente habían viajado con ellos.

–Se fueron… – Murmuró abatido. No podía dar muchas explicaciones. Lo que menos quería en ese momento era entablar una conversación, mucho menos con Sesshomaru. –Kagura estaba hambrienta.

Sesshomaru torció los labios con cierta molestia.

–Por supuesto. – Murmuró – Inuyasha, vámonos.

El híbrido no respondió.

–Inuyasha

–Déjame aquí. Quiero estar solo.

Sesshomaru frunció el ceño. No estaba de humor esa noche.

Se dirigió a zancadas a su hermano y tiró de su brazo para levantarlo, lográndolo sin esfuerzo alguno debido a que Inuyasha no oponía resistencia. Era peso muerto.

El cuerpo ensangrentado de la mujer se resbaló de las manos de Inuyasha y cayó sobre la hierba, húmeda por la misma sangre de la joven, entonces Sesshomaru la reconoció y soltó a Inuyasha, quien cayó al suelo.

–Kikyo… – Susurró el Lord. Observó que la piel de la sacerdotisa se hallaba más pálida de lo usual, habían bebido de ella hasta prácticamente drenarla, sin embargo una profunda herida en su pecho no pasaba desapercibida para él. –¿Quién fue? – cuestionó, con voz profunda.

Inuyasha hizo una pausa para ponerse de pie, no podía mirar a su hermano a los ojos.

–Fui yo.

Sesshomaru arrugó más el ceño e intentó guardar la compostura, pero el hecho de que sabía que la muerte de esa sacerdotisa era la causa por la que el pueblo había sido destruido y él hubiera fracasado en cumplir su promesa, lo sobrepasó y le propinó un puñetazo en el rostro a Inuyasha, haciendo que este cayera nuevamente en la hierba.

–Imbécil. – Soltó por lo bajo. – Vámonos ya. – El vampiro dio media vuelta y se dirigió a los caballos. – Tenemos que alcanzar a los demás.

Observó cómo su hermano intentaba levantar el cuerpo de Kikyo y Sesshomaru sintió repugnancia.

–Déjala. Por lo menos servirá de alimento para Jaken. – Puntualizó mientras se subía al caballo.

Inuyasha apretó los puños con fuerza, haciéndose daño y controlando las ganas de gritar.

–Sesshomaru… – Vociferó, intentando apaciguar el deseo de lanzarse sobre su hermano.

–Ni lo intentes, sabes que no lo lograrás. –El vampiro se mostraba inexpresivo, viéndolo desde su caballo negro –Muévete. Tenemos que llegar al palacio antes del amanecer.

Inuyasha tomó en brazos el cuerpo inerte de Kikyo y se puso de pie. Sesshomaru entonces observó que en el pecho y mangas de la ropa de Inuyasha había sangre, así como algunos restos en las comisuras de sus labios.

–Hmph… –Exclamó por lo bajo –No puedo creer que te alimentaras de ella. Al parecer el monstruo aquí no soy yo. –Hizo una pausa. Comprendía lo que Inuyasha deseaba hacer ahora– Ve a enterrarla si es lo que deseas, yo iré por mi cuenta.

El híbrido no respondió y observó cómo Sesshomaru comenzaba a alejarse rápidamente hasta perderse en la oscuridad de la noche.

Kikyo…Susurró. ¿Qué había hecho? ¿cómo era posible?

De sus pulmones estalló un grito, el cual incluso había llegado a los oídos de Sesshomaru quien ya iba varios metros lejos de él.

–Patético… –Murmuró para sí mismo el Lord.

Sesshomaru de pronto miró de reojo al bosque, notando que alguien se ocultaba entre la espesura de los árboles y parecía correr rápidamente entre ellos, como si huyera de algo o alguien.

¿Un humano?

El vampiro retomó su atención en el camino. Aquella persona no poseía el olor de los habitantes de ese pueblo, por lo que no era de su incumbencia. No perdería el tiempo cazando si ni siquiera se hallaba hambriento, su interés era dar alcance a su séquito de vampiros y volver a su palacio.

Lo que el Lord no sabía, es que esa noche de luna de sangre, era sólo el comienzo de todos sus problemas.

Continuará…

N/A

¡Hola a todos! Aquí estoy empezando con un nuevo proyecto que hace literalmente años vengo preparando (al menos en estructura) y hace unos meses que decidí empezar a escribir. Siempre me llamó la atención hacer un fanfic de Inuyasha con la temática de vampiros y hombres lobos, pero temía hacerlo por la evidente idea de que se relacionaría con algo tipo Crepúsculo y no quería que fuera el caso, de hecho, haré todo lo posible por mantenerme muy lejos de todo lo que refiere esos libros, no porque necesariamente me parezcan malos, si no porque quiero darle un giro a la idea hasta donde tenga la oportunidad. Siempre consideré que el universo de Inuyasha se podía prestar perfectamente para esto, de entrada, Koga ya es un hombre lobo por ejemplo, así que por fin me atreví a publicar el primer capítulo de este fanfic en el que llevo trabajando mucho, espero que realmente les guste este primer capítulo y quieran seguir leyendo más. El título del fanfic viene de la canción de los Rolling Stones.

Este fanfic será Sesshomaru/Rin como ya dice en las descripciones, y así como lo puse al inicio, habrá contenido explícito sexual y de violencia, por lo que si eres muy sensible es mejor que no leas los siguientes capítulos. Sobre lo que respecta a Rin, sí, va a ser adulta, pero todo a su momento, el terreno tiene que estar bien planteado antes de lanzarme a intentar un romance, así que por favor sean pacientes, mientras tanto todo se irá hilando en la trama.

También quiero hacer una pequeña aclaración sobre lo que mencioné de Jaken. Sé que hay un anime llamado Tokyo Ghoul y honestamente no lo he visto ni sé mucho de qué va, pero cuando escribía esto busqué una criatura con la que Jaken se pudiera identificar y llegué al "Gul", el cual es un demonio necrófago en el folklore árabe, pueden buscar más información de esto si les da curiosidad, es bastante interesante.

Sin más que decir me despido, espero contar con sus opiniones y su apoyo para el siguiente capítulo, ¡nos vemos!

Kuruma Chidori