Queridxs Lectorxs!!! Gracias por sus comentarios! Me animan a seguir escribiendo! Espero les guste este nuevo capítulo. No es muy largo, pero no quería tardar mucho tiempo en subir algo así que subí este. Besos!

Capítulo 16

El descubriento de Granger

Hermione Granger amaba entender y tener el control de todo lo que ocurría y aun lo que podría llegar a ocurrir. Mientras estudiaba en Hogwsrts intentaba ayudar a su amigo Harry, y gracias a su intenso deseo por entender todo logró ser de gran utilidad. Pero con Pansy era diferente, ella ponía sus esfuerzos en comprenderla y analizarla pero todo era difícil con la pelinegra.

Luego de haberla acompañado a comer, Pansy le había pedido a la castaña que le llevase a algún sitio donde pudiesen estar tranquilas. Granger no conocía un sitio mas tranquilo que la biblioteca del colegio de Magia y Hechicería. El lugar estaba impecable, aunque las superficies de viejas, pero cuidadas, maderas estaban algo polvorientas.

La castaña llevó a Parkinson hasta una mesa cerca de una ventana. Tenía vista al patio y Pansy se detuvo a observar hacia afuera de inmediato. Hermione se percató de la fascinación que la morena proyectaba hacia los días lluviosos. Se había percatado desde la primera vez que estuvieron en el bar antes de encontrarse con Lupin.

-A veces me pregunto si la historia que Voldemort me contó sobre mis padres es cierta.- comentó Pansy sentándose y apoyando sus codos de la polvorienta mesa. Sus ojos seguían fijos en la ventana.

-Alguien debió haberlos conocido.- murmuró Hermione ubicándose delante de ella, imitó su posición apoyando los codos de la mesa y descansando su barbilla en las palmas de sus manos.

-He intentado por años descubrir la verdad...- susurró la ojiverde clavando sus ojos en los de la castaña.

Hermione pensó en acariciarle la mejilla, pero tras un momento de duda prefirió no hacerlo. La castaña no tenía la más mínima idea sobre como consolar a la pelinegra en esos instantes. Cuando la veía conversar con Draco deseaba tener la oportunidad de ser tan cercana a la ojiverde como el hurón.

La bruja mas brillante de toda su generación estaba sentada en una silla de biblioteca regañándose mentalmente porque encontraba que todas sus acciones con respecto a Parkinson eran torpes. Por suerte, Pansy, ajena a la lucha interna que la antigua leona llevaba, le sujetó una mano y comenzó a jugar con sus dedos. Las manos de Pansy eran como dos témpanos de hielo, además eran muy pálidas y delgadas. Tenía dedos largos y uñas perfectamente cortadas. Granger no podía creer que incluso sus manos fuesen tan bonitas.

-Gracias por estar aquí, Granger. Por hacerme compañía.- habló la ojiverde dedicándole una mirada cargada de agradecimiento a la castaña. Hermione se encontró sonriendo con timidez, sus mejillas un poco sonrojadas.

-Puedes contar conmigo siempre.- le aseguró la Gryffindor apretando la mano de Pansy de vuelta cuando la morena le sujetó.

Pansy sonrió y por un instante a Granger le pareció que su sonrisa era diferente. Era una sonrisa más real: una sonrisa que ponía en evidencia que Parkinson estaba comenzando a sanar por dentro. La ojiverde no habló ni abundó en su agradecimiento, sólo apoyó ambas manos del borde de la mesa y se inclinó hacia adelante para besar a la ojimiel.

Hermione recibió el dulce contacto con un suspiro. Sintió el inevitable deseo de tocar, pero lo empujó lejos decidida a disfrutar de aquel cálido e increíble beso. Los labios de Parkinson dedicándose a acariciar su labio inferior y luego del superior era uno de los placeres al cual la castaña deseaba entregarse por completo.

Parkinson sonrió contra los labios de la castaña. Una sonrisa cargada de dobles intenciones que produjo un escalofrío en el cuerpo de la joven Gryffindor. Hermione levantó una de sus cejas y Pansy lanzó una mirada a los alrededores.

-Quiero probar algo ¿quieres?- preguntó Pansy dejando su varita sobre la mesa. La castaña frunció el ceño cuando la su se levantó, dió la vuelta a la mesa y se detuvo a du costado derecho.

-¿Que quieres hacer?- preguntó la ojimiel mirándole con curiosidad, una sonrisa muriendo por iluminar su rostro.

-¿Puedo tocarte?- cuestionó la pelinegra y Granger la sintió nerviosa. La ojimiel estaba preparada para ir despacio, para no tocar e ignorar los instintos de su cuerpo. Y ahora Pansy se colocaba a su lado, mirándola con sus profundos ojos color esmeralda y ofreciéndole aquello.

-¿Tocarme? No estoy entendiendo...- susurró una nerviosa Granger sintiendo las mejillas enrojecer. Si entendía, pero lo que entendía no podía ser porque la otra mujer no podía estar ofreciéndole lo que ella había deseado desde la noche en la cocina.

-quiero hacerte sentir bien. Solo tocarte por encima de la ropa. Pero no puedes tocar más allá de mi torso y yo tampoco lo haré. - explicó la pelinegra.

Hermione no quería parecer emocionada por la propuesta así que fingió meditarlo unos segundos antes de ceder. La ojiverde le lanzó una sonrisa y le acarició la mejilla derecha. Pansy arrastró su silla hasta colocarla delante de la ojimiel que había girado ligeramente la suya. Granger mordió nerviosamente su labio inferior ante el terreno desconocido en el cual estaban adentrándose.

-Entonces...- susurró Granger cerrando mas sus piernas, el solo pensamiento de lo que ocurriría la comenzaba a excitarse y maldijo su mojigatería en esos momentos.

Pansy le dedicó una sonrisa mientras se acomodaba en la silla. La ojiverde llevó sus manos al borde de su propia camisa, y los ojos color miel siguieron el mover de sus manos mientras estas subían la prenda. Nívea piel fue quedando expuesta y la antigua Gryffindor tuvo que morder su labio inferior ante la vista.

-¿Te parece si empezamos solo mirándonos?- cuestionó Pansy cuando tenía la camisa subida casi hasta el inicio de su sostén.

Hermione asintió apresuradamente, lamiendo sus labios resecos. La castaña no era virgen. Su último y casi único lío fue en un bar luego de la guerra. Había sido algo de una sola vez, con un tío al que apenas recordaba. Si recordaba estar muy tomada, enojada, triste y sola. Lo suficiente sola como para entregarle su cuerpo al primer idiota que le ofreció llevarle a casa.

Aun así, en esos momentos, sentada delante de Parkinson. Hermione se sentía tan nerviosa y patosa como una virgen. Las manos le estaban sudando de los nervios y no podía dejar de juntar sus piernas. Estaba excitada y apenas había visto algo de la piel nívea y perfecta de la otra mujer.

Pansy dejó caer la camisa al suelo y se detuvo, evaluando a la otra. Granger tomó una respiración profunda y mordió su labio inferior. Cuando sus miradas se encontraron, y la morena elevó una ceja, Hermione salió de su nube. Las manos de la chica más inteligente de su generación volaron a su camisa, desabotonándola de forma rápida y descuidada.

Pronto estaban ambas sin camisa. Pansy con un sujetador negro de encaje y Granger con uno color crema. La ojiverde recorría su piel con un brillo cargado de anhelo y deseo. Hermione estaba un poco nerviosa, nunca había estado muy a gusto con su físico, pero la otra no parecía sentir desagrado.

-¿Puedo...- susurró la castaña

-¿Qué?- preguntó Parkinson llevando las manos al broche de su sujetador.

-¿Puedo...besarte?- preguntó Granger, sus ojos comenzaban a dilatarse. A Pansy le pareció que la ojimiel deseaba más que solo besos, pero no se atrevía a decirlo.

-Si...- susurró la morena y la antigua Gryffindor arrastró un poco más la silla hasta que sus rodillas se tocaron.

Inclinándose hacia adelante, la castaña atrapó la boca de Parkinson con infinita ternura. La morena respondió más apasionadamente, dejando entrever que también deseaba a la castaña tanto como esta le deseaba a ella. El beso no tardó en volverse muy húmedo, sus lenguas batallan por dominio.

Parkinson colocó sus manos sobre las caderas de la antigua Gryffindor con cuidado y Hermione gimió. La pelinegra suspiró cuando sus bocas se separaron, sentía los dedos de Granger acariciando muy suavemente su espalda: poniéndole los vellos de punta.

-No pases de la cintura.- susurró Pansy deslizando su boca hasta la mandíbula de Hermione y por su cuello. La castaña gimió, subiendo sus manos hasta el broche del sujetador y abriéndolo de inmediato.

La prenda se deslizó con facilidad cuando Parkinson cooperó. La pelinegra volvió a la boca de Granger mientras esta arrojaba al suelo el sostén negro. Nerviosa, la castaña deslizó sus manos por toda la espalda pálida, percatándose de que la pelinegra tenia la piel de gallina en esos momentos.

-Tienes frío...- susurró Hermione

-No...solo eres tu.- murmuró la ojiverde apoyando su frente de la de Granger.

-Voy a tocarte ahora ¿puedo?- preguntó tímidamente la ojimiel. Con el cuidado y la precaución de quien a aprendido su lección.

-Me estás tocando.- comentó la morena con una pícara sonrisa, la castaña comenzó a enrojecer com mucha rapidez.

-Sabes a lo que me refiero.- replicó Granger escondiendo su rostro en el cuello de Pansy. El cabello negro era tan suave, olía a almendras en ese momento y había crecido lo suficiente durante ese tiempo.

-Hazlo.- le instó la pelinegra.

Hermione se salió del hombro de Pansy, enderezándose para observar la bella imagen delante de ella. Parkinson no tenía un busto extremadamente dotado, pero tenía el tamaño justo para su delgado y pequeño cuerpo. Las manos de Granger se desplazaron por sus costados y con calma subieron hasta posarse sobre los pechos de la morena.

La piel se sentía cálida contra sus manos. Granger por un instante no supo que hacer. Pero luego, de forma curiosa, acarició el rosado pezón del seno derecho provocando que Parkinson cerrase los ojos. La antigua leona tenía conocimientos sobre defensas contra las artes oscuras, Tranformaciones, Pociones, el mundo muggle y muchas otras cosas, pero el tema del sexo era desconocido y retante.

-Estás pensando demasiado.- susurró Pansy colocando sus manos sobre las de Granger, instándola a apretar, no de forma ruda, pero si firme. Ejerciendo una presión que hizo a la morena morder su labio inferior.

-¿Puedo...

-Puedes.- la interrumpió Parkinson mordiendo su labio inferior, se veía muy concentrada y decidida a mantener sus ojos abiertos y observar a Granger. Como si en esa acción pudiese controlar el temor que, de forma involuntaria, las caricias le provocaban.

Hermione se inclinó hacia adelante, soltando un pecho, pero acariciando el otro. La morena siguió sus movimientos hasta que la castaña estaba atrapando el capullo desatendido en su cálida y húmeda boca. Granger chasqueó su lengua sobre el, amando como se iba enfureciendo en su boca.

Pansy mordió su labio inferior sin dejar de mirar a la ojimiel que había cerrado sus ojos y estaba entregada a su tarea. Hermione era aplicada y dedicada en todos los aspectos de su vida. Incluso, al chupar y lamer los pechos de la morena, se le veía disfrutar de aquella tarea. Sus caricias eran tan suaves y amorosas que los miedos y demonios que perseguían a Parkinson fueron quedando rezagados.

-Mmm...Der'mo (mierda)- maldijo la pelinegra cuando Granger cambió de pecho, sopló sobre la erguida punta y luego la atrapó en su boca succionándola.

-¿Demasiado?- preguntó Hermione deteniéndose para abrir sus ojos y mirar a la otra. Pansy negó con la cabeza, mordiendo su labio inferior cuando la ojimiel le dedicó una sonrisa.

-¿Segura?- insistió Granger.

-Estoy bien...sé que eres tu.- comentó Parkinson llevando las manos a las mejillas de Hermione. La castaña se estiró para besarla, un beso cargado de deseo, pero también de ese cariño que se había desarrollado entre ambas.

-Mmm...- susurró Granger con una pequeña sonrisa al sentir que su sujetador era desabrochado.

-Estabas muy cubierta.- explicó la pelinegra removiendo la prenda y llevando con rapidez sus manos a los pequeños pechos.

Hermione no se molestó en ocultar el gemido que rasgó su garganta cuando los pulgares de la morena acariciaron sus sensibles y excitados pezones. La pelinegra sonrió y colocando su cabello para un solo lado se inclinó hacia adelante y atrapó un pezón en su boca.

La ojiverde era mucho más rápida que Granger. Y su endiablada boca parecía haber sido diseñada para chupar y lamer audazmente aquel endurecido capullo. Hermione le acarició el hombro desnudo y luego se encontró con la mirada verde. Pansy estaba mirándole fijamente miertas succionaba su pezón provocando un sonrojo en la castaña.

El hecho de estar ambas sentadas en aquella biblioteca, semidesnudas, era suficiente para poner nerviosa a la antigua leona. Tener a Pansy mirándole con sus dilatados ojos verdes, tan profundos y llenos de palabras no dichas, clavados en ella mientras su boca, sensual y rosada, se esmeraba por atrapar mas de su pecho era un jodido estimulante.

-¿Quieres parar? Aún no puedo dejarte tocarme en otras partes.- comentó la ojiverde soltando el pezón con un ruido húmedo.

-¿Puedes tocarme más? Yo...me gustan tus caricias...- comentó la castaña y el sonrojo se expandió a sus orejas.

-¿Tengo permiso?- cuestionó Pansy elevando una de sus cejas y la castaña asintió un poco nerviosa.

Para sorpresa de Granger la pelinegra se puso de pie y le jaló de la mano para que la imitase. Cuando Hermione comprendió que ocurría, la morena ya le estaba empujando contra la mesa y ayudándole a recostarse sobre ella. La superficie de madera contra su espalda desnuda era un sentimiento extraño, pero no tuvo tiempo para pensar en ello porque Parkinson comenzó a besar su estómago.

-Si quieres parar solo dime.- le avisó Pansy lamiendo su bajo vientre y llevando sus manos al botón de los jeans de la ojimiel.

Hermione definitivamente no deseaba parar. Estaba nerviosa, pero también excitada, y las caricias suaves de Pansy solo ayudaban a encender el fuego entre sus piernas. Pansy bajó la cremallera del pantalón, pero no adentró su mano sino que tomó el sexo de la ojimiel por sobre la tela haciéndola soltar un gemido y empujar su cadera hacia la caricia.

-Tan receptiva...- murmuró Pansy haciendo círculos sobre la tela. Hermione la miraba, con el labio inferior entre sus diente y un terrible deseo por pedirle, de la forma mas cruda posible, que la follase sobre la mesa. Luego se arrepentiría por profanar su adorada biblioteca.

-Pansy...oh dios...- murmuró Hermione cuando la morena comenzó a acariciarle con mas firmeza. Espasmos comenzaron a recorrerla, corrientes que venían directamente desde su sexo. Todo en ella estaba en fuego en esos momentos y Pansy era la única capaz de apagar aquel incendio.

-¿Quieres más?- preguntó la ojiverde, sus ojos oscurecidos y su mano sin parar su caricia sobre el sexo de la leona.

-Si, si, oh por Merlín si.- gimió Granger, no creyendo lo rápido que había pasado de estar controlada a estar excitada en extremo.

Pansy sonrió y metió su mano dentro de los pantalones y la ropa interior. Se encontró con el sexo húmedo de Granger. Con rapidez encontró su clitoris, porque la castaña gritó cuando lo tocó. Parkinson le dedicó una sonrisa y centró sus movimientos sobre aquel botoncito tan placentero.

Hermione estaba temblando y retorciéndose luego de unos minutos. La pelinegra le acariciaba suave a veces y en otras ocasiones con firmeza. Granger sentía que era una jodida holla de presión. A veces parecía que estaba cerca de llegar al climax, pero se le escapaba de las manos.

-Mas rápido, por favor.- suplicó Hermione cuando sintió que Pansy disminuía el ritmo de la caricia.

La pelinegra le miró a los ojos y asintió. No volvió a disminuir el ritmo en ningún momento, solo se inclinó a atrapar un pezón en su boca mientras la seguía estimulando. Para cuando la castaña alcanzó el orgasmo, tardó dos minutos en pensar que la ojiverde no le había penetrado en ningún momento.

-¿Por que no...entraste?- le preguntó Hermione con la respiración todavía acelerada.

-No me lo pediste.- replicó Pansy removiendo su mano y llevándose los dedos a su boca. El movimiento hubiese parecido inocente si sus dedos no estuviesen impregnados de la excitación de Hermione.

-Pensé que...

-Podemos repetir, entonces te penetraré.- ofreció la morena con una sonrisa y Hermione enrojeció.

-Tu no has...- comenzó a decir la castaña, pero se detuvo al recordar que la otra aún no estaba lista para dejarle tocar esas zonas y hacerla sentir el mismo placer que ella había experimentado.

-Estoy bien, Granger. Me gustó hacerte sentir bien.- le aseguró la pelinegra al ver su inseguridad y dudas. La ojimiel sonrió llevando una mano hasta la pálida mejilla.

-Ahora mismo tengo remordimiento por haber hecho esto en la biblioteca.- susurró Hermione y Pansy dejó salir una risa, era una risa cargada de vida y alegría. Granger amó esa risa.

(...)

En la noche, cuando volvieron a reunirse con el grupo luego de haber pasado toda la tarde juntas notaron la tensión en el ambiente. La mayoría de los presentes no dejaban de murmurar sobre Harry. El niño que vivió se encontraba sentado junto a Ronald y Ginny. Se le veía incómodo, seguramente porque todos en aquel lugar esperaban de él más de lo que estaba dispuesto a dar.

Hermione quiso permanecer junto a Parkinson, pero Draco se unió y ella decidió dejarles solos para no hacer mal tercio. Se unió a sus amigos, quienes estaban conversando sobre los últimos meses. Al parecer, Harry había estado todos ese tiempo escondido con Luna Lovegood. Aquella noticia no gustó mucho a Ginevra, se le notó en el el rostro, pero no salieron palabras de sus labios.

La castaña miró de Gin a Harry con curiosidad. Antes, el moreno miraba a la pelirroja con adoración; le había pedido que fuese su novia y había sufrido al separarse. Pero en esos momentos, en la verde mirada de su mejor amigo, no estaba el antiguo brillo que dejaba en evidencia que se hallaba enamorado. En su lugar, Granger identificó culpa y temor.

El tema de Luna Lovegood quedó a un lado cuando Potter dijo que no podía revelar donde se ocultaba la rubia. Ninguno insistió al respecto. Lovegood había perdido mucho en la guerra, y era de entenderse que desease hacerse a un lado en esos momentos. Harry quería disimularlo, pero al mencionar a la rubia, sus ojos se iluminaron y Granger temió que fuese muy tarde para que el ojiverde y Gin retomasen su historia donde la habían dejado. Ginevra, obstinadamente, había colocado en pause a la relación, convencida de que, cuando Harry apareciera, podrían solo continuar con su amor.

-¿Pero vas a ayudarnos, verdad, Harry?- interrogó Ronald entre bocados de comida. Tan educado como de costumbre.

-No voy a enfrentarme a Riddle...pero...puedo ayudar en lo que pueda.- replicó Potter, se veía completamente convencido de sus palabras; como si no existiese la forma de cambiar su opinión.

Granger estaba concentrada en sus alimentos y la plática cuando sus ojos se desviaron a la cicatriz de Potter. Ella la había observado muchas veces con anterioridad, pero en esos momentos, al contemplarla, fue consciente de nuevo de cuan similar era a la que Pansy escondía en su cuello.

Recordó entonces a la pelinegra diciendo que deseaba saber la verdad sobre sus padres. Recordó los sorprendidos comentarios de Molly cuando descubrió que los Parkinson habían tenido una hija. Habían tantas piezas sueltas en la historia. Granher miró a Pansy, sonriendo ante algún chiste de Draco y luego a Harry, sonriendo por un comentario de Ronald.

Y al observarlos se encontró descubriendo que eran parecidos en más de una forma. Tanto como dos mellizos...pero eso no era posible. Frunciendo el ceño, de percató de que la descabellada idea comenzaba a tener algo de lógica. Aunque, si fuesen hermanos... ¿por qué Voldemort tomaría a uno y dejaría al otro? ¿Por qué inventarle una familia a la pelinegra? ¿Por qué cuidarla todo ese tiempo?

Hermione se puso de pie de forma torpe, excusándose con dus amigos y dirigiéndose a la puerta. Con una muy sencilla prueba muggle ella podría confirmar sus sospechas. Aunque, no podría explicar como había ocurrido todo. ¿Cómo acabaron separados? ¿Por qué Lily y James nunca dijeron que esperaban mellizos? Y si lo contaron ¿por qué Sirius no lo mencionó nunca?

Las mazmorras estaban vacías en su mayoría. La castaña se sentó con una libreta de apuntes y comenzó a escribir sus teorías. Eran muchas hipótesis y nada de pruebas. Hizo un pequeño dibujo de la cicatriz de Harry, planeando hacer uno de Pansy luego de tener una mirada más cercana de la misma.

-Señorita Granger.- la voz de Minerva le tomó por sorpresa. Cerró de golpe la libreta mientras la profesora se sentaba a su lado.

-¿Necesita algo, profesora?- preguntó la ojimiel intentando relajarse.

-Haz llegado a la misma conclusión que yo ¿cierto?- preguntó Mcgonagall.

-¿De qué habla?- interroguó la más joven.

-De Parkinson y Harry. De que podrían ser hermanos.- replicó con total tranquilidad la antigua profesora.

-¿Siempre lo supo?- preguntó Heanger frunciendo el ceño.

-Cuando ella apareció lo dude. Porque...todos creímos que la otra hija de los Potter había muerto la misma noche que Harry logró vivir.- explicó la profesora.

Y sus ojos se veían lejanos...como si recordase lo que ocurrió en aquel tiempo.

-¿Ellos tuvieron dos hijos? ¿Por que nunca dijeron nada? ¿Por que Harry lo desconoce?- cuestionó la ojimiel confundida.

-Nadie lo sabía en un principio. Lo supimos gracias a Snape, Sirius solo nos lo confirmó. Aquella noche...cuando logramos rescatar a Harry, ella no estaba. Nadie se sorprendió porque no sabiamos de su nacimiento. Pero luego Snape nos comentó, diciéndonos que seguramente el que no debe ser nombrado le había asesinado.- explicó la profesora.

-Pero entonces...si Pansy es una Potter, y ella estaba con Harry aquella noche...ella podría ser...

-Sí, señorita Granger, podría ser un horrocrux.- la interrumpió Minerva.

Continuará...

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