Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son obra de la fabulosa JK Rowling.

Advertencias: Lenguaje vulgar, probablemente algo de Ooc, (aunque se tratará de ser fiel a la personalidad de cada personaje), tensión sexual, drama y unas cuántas situaciones cómicas.

Aclaraciones:

En esta historia NO existe Voldemort; sin embargo, aún se mantienen los prejuicios a la sangre.

—Draco y Hermione NO son hermanos de sangre.

—Solo pido que sean abiertas de mente.


Summary: Cuando el elfo doméstico de la familia Malfoy advierte de unos extraños ruidos provenientes de una cesta abandonada en la entrada de la mansión, Lucius y Narcissa jamás se imaginaron que encontrarían a una pequeña bebé dentro.

Lucius sabe que debe hacer lo correcto y dejar que algún auror se haga cargo del asunto; sin embargo, no contaba con que su muy embarazada esposa decidiera quedarse con la niña.


Una hermana no deseada


Capítulo 1: Sorpresas


Mansión de Helen Hazel, Francia.

Hace 17 años.

La figura masculina veía casi con deleite la imponente mansión cubierta en llamas mientras jugueteaba con una varita entre sus dedos. Ya estaba hecho. Sonrió satisfecho y se giró para observar atentamente al recién llegado.

—¿Qué te parece mi obra de arte? —Preguntó con diversión, haciendo estremecer a su maltrecho acompañante. —Woah, ¿eso te hizo esa perra? Ven, acércate, muchacho. —El larguirucho adolescente se colocó a un lado del mago, esperando con cierto temor lo que fuera a decirle. Aquel hombre le ponía los pelos de punta. —Sí que te dio una paliza, menos mal que te reconoció a tiempo o no vivirías para contarlo.

—Sí… —Murmuró.

—Al menos ya no será un problema, tu padre se pondrá feliz con la noticia.

El joven mago titubeó por lo que iba a preguntarle.

—¿Qué pasará con el tío Sebastien? Él no se va a quedar de brazos cruzados cuando se entere de lo que pasó aquí. —Se detuvo un momento al recordar que debía respirar. —Si él descubre quién está detrás de todo no dudará en patearle el culo a mi padre.

—Oh, ya lo veremos.


Casa de verano de la Familia Lestrange, Edimburgo.

—Imagino que cumpliste con la sencilla tarea que te encargué, ¿no es así?

El chico asintió nervioso y se removió incómodo en su asiento frente a la elegante mesa en el despacho. Sin duda esa mansión tenía algo que la volvía espeluznante.

—Sí, señor. —El mayor alzó una ceja, esperando que continuara con la charla. —Ya no les será más un problema.

El hombre dibujó una sonrisa maliciosa.

—¿Atravesaste su corazón con un cuchillo como te lo sugerí? ¿O tal vez optaste por algo más tradicional?

Se escuchó la risa de una tercera persona.

—Mi hermano tiene un retorcido sentido del humor. —Dijo con burla el mago de cabello oscuro, sentado cerca a la chimenea mientras bebía Whiskey de fuego. —¿Un trago? —El menor negó cortésmente.

—Le lancé el hechizo y me aseguré de borrar toda evidencia.

—¿Te importaría si le echo un vistazo a tu varita? —Extendió su brazo, esperando que accediera obedientemente. Este tragó saliva y se la entregó. Sabía que quería corroborar si lo que decía era verdad y coincidía con su historia. Trató de ocultar su alivio cuando le hizo un gesto para que tomara de nuevo su varita. —Sí, utilizaste esa maldición. Buen trabajo.

—Entonces, ¿cumplirán su promesa? —Titubeó.

Los hermanos le lanzaron una mirada socarrona y uno de ellos contestó:

—Por supuesto, siempre cumplimos lo que prometemos. No vamos a hacerle nada a tu querida madre, puedes estar tranquilo.

El más joven dejó escapar el oxígeno contenido dentro de sus pulmones.

—G-gracias. —Se inclinó, haciendo una apresurada y torpe reverencia, listo para dejar la habitación.

No había dado ni tres pasos cuando la voz del mago en el escritorio lo hizo frenar sus movimientos.

—Es necesario que sepas una cosa, —Pronunció de forma suave. —absolutamente nadie debe saber lo que hicimos. ¿He sido claro?

—Sí, señor, lo entiendo, mis labios están sellados.

—Es agradable ver que aún se respeten las lealtades, no obstante, tendrás que disculpar mi cinismo, pero no es que no te considere de fiar, tengo que proteger mis intereses.

Se volteó a tiempo para ver con horror la luz verde yendo directo a su corazón.

El otro mago vio el cadáver tendido en el frío suelo y negó lentamente en desaprobación a su hermano.

—Debiste al menos dejarme intentar que tomara su último vaso de Whiskey, Rabastan.


Mansión Malfoy, Wiltshire.

Narcissa Malfoy era una bruja que lo tenía todo, belleza, encanto, un respetable apellido, cuantiosas cantidades de dinero y un feliz matrimonio. La vida había sido bastante buena con ella.

Volvió a tararear una melodía mientras terminaba de arreglarse el cabello. Los elfos domésticos a su alrededor le mostraban la variedad de joyas que harían juego con su impecable túnica gris de maternidad.

—Creo que elegiré esos pendientes. —Señaló el bonito par que le regaló su marido cuando volvió de su viaje en Rumania.

Una elfina levantó un costoso frasco y la rubia hizo un gesto de aprobación. La pequeña criatura la roció con el perfume, sabía que su ama adoraba las fragancias dulces, aunque a veces a ellos les hiciera estornudar por las grandes cantidades que solía echarse.

Los elfos no tardaron en sacudir graciosamente sus narices al sentir la picazón.

La bruja se vio una vez más en el espejo de cuerpo entero, analizando minuciosamente si todo se encontraba en su lugar, sintiéndose finalmente a gusto con el resultado.

No pudo evitar pasar una mano por su abultado vientre, estaba ansiosa por traer al mundo a su niño, su principito.

Escuchó la aparición de un nuevo elfo.

—Mi señora, el desayuno está servido, el amo espera por usted en la mesa.

—Bajo en seguida.

Narcissa mandó a los demás elfos a que continuaran con sus demás tareas y se encaminó hasta el comedor. Se podía oír el repiqueteo de sus tacones.

Lucius aún no había comenzado el desayuno, era un hábito suyo -y cortés- esperar siempre por su esposa, simplemente no podía probar un bocado sin tenerla al lado, no importa cuánto tardara la mujer en arreglarse, siempre la esperaría, por eso no se sorprendió cuando ella lo vio distrayéndose con las noticias actuales de El Profeta y escuchándolo soltar algunos gruñidos.

—Bueno días, querido, ¿hay algo causando tu mal humor? —Bromeó.

—La misma basura de siempre, chismes, notas sobre ciertos funcionarios incompetentes y más chismes.

La mujer dejó escapar una risita.

—Dos de azúcar. —Le indicó al elfo que le servía el té esa mañana. —A veces desearía que algo interesante pasara en la comunidad mágica y no enterarme de las mismas cosas. —Suspiró. Su marido bajó el periódico y la observó con cierta curiosidad.

—¿No estarás esperando un asalto a Gringotts o algo de ese estilo, no?

—No exactamente, pero admito que le daría cierta emoción.

El hombre levantó una ceja.

—Cissy, querida, debes salir más.

La bruja rodó los ojos.

—El medimago de la familia sugirió que me tomara las cosas con calma y si salgo sé que voy a ser fastidiada por algún reportero o interceptada por alguna mujer odiosa. No quiero un disgusto para el bebé.

—Si tu yo de hace unos meses te oyera decir esto, estaría dándose cabezazos contra la pared.

Si las miradas mataran, Lucius estaría retorciéndose de dolor en la costosa alfombra.

—Muy gracioso, pero la maternidad te cambia, por ahora solo quiero dedicarme a llevar este embarazo con normalidad.

—Y lo estás haciendo bien, estoy orgulloso. —Tomó su mano y le dio un dulce apretón. —Aunque a veces piense que tus hormonas son unas hijas de perra.

—¡Ese lenguaje, por Merlín! ¡Como mi hijo repita esas cosas voy a lavarles la boca a ambos con jabón! —Exclamó y luego cogió un bollito.

Lucius sabía que por su bien sería mejor evitar reírse cuando su esposa se alteraba, podía resultar muy intimidante.

—¿Planeaste una fecha para presentar a nuestro hijo a la sociedad? —Cambió el tema, era mejor ir por lo seguro.

Tamborileó con sus largas y perfectas uñas pintadas sobre el mantel de la mesa y lo meditó un poco.

—Quiero que al menos Draco tenga unos cuántos meses más hasta organizar la fiesta en la mansión.

—Suena bien. —Le sonrió y volvió a leer la sección de negocios.

La rubia terminaba de comer un panecillo relleno de chocolate cuando escuchó el grito de uno de sus elfos. Lucius arrojó el periódico del susto.

—¡Amooos! ¡Amooos!

—¿Qué demonios es todo ese escándalo? —Preguntó el señor Malfoy.

Narcissa bufó.

—¡Cálmate, Dorley! —El elfo no dejaba de temblar. —Ahora, explícanos qué está sucediendo.

La criatura vio con sus ojos saltones a ambos magos.

—Estaba cortando el césped c-cuando… —Se empezó a jalar de las orejas y caminar en círculos. —vi algo en la entrada.

—¿Qué fue lo que viste? ¡Habla de una vez! —Alzó la voz el hombre, molesto.

—Algo dentro de una cesta, ¡h-hacía ruidos raros y no dejaba de moverse!

La bruja arrugó la frente y se levantó, iría a ver cuál era el asunto que tan alarmado tenía al elfo. Lucius inmediatamente la siguió, no quería que fuera lo que sea esa cosa estuviera cerca de su esposa y su hijo.

Los dos llegaron al sitio que les indicó Dorley y, en efecto, se hallaba una cesta abandonada en la entrada. Abrieron las rejas y Narcissa trató de acercarse cuando la mano de su marido le impidió hacerlo.

Lucius empujó despacio con su bastón la cesta e inmediatamente se alejó cuando la cosa dentro de ella empezó a removerse entre unas mantas.

La rubia se mofó.

—Cuidado, Lucius, no vaya a ser un Basilisco. —El mago frunció el ceño.

—No me presiones, mujer.

La bruja rodó los ojos.

—Hazte a un lado. —Lo empujó y se agachó cuidadosamente hasta descorrer las mantas.

Se llevó una gran sorpresa cuando vio a un bebé, que movía frenéticamente sus diminutos brazos para que la sacaran de ahí. Narcissa tomó a la niña en brazos y se volteó hacia su marido. El mago aún no salía de su asombro.

—¿Qué hace un bebé en la entrada? —Lucius veía en ambas direcciones para ver si la desnaturalizada madre de la niña aparecía por algún lado. Algo que nunca sucedió.

—Toma la cesta.

—¿Qué? —Preguntó confundido, sin esperar una respuesta al ver a su mujer recorrer el camino devuelta a la mansión. —¿Cómo se puede mover tan rápido estando encinta? —Resopló y se apresuró tras ella.

Lucius escuchó desde el hall cómo su esposa empezaba a llamar a sus elfos y darles órdenes. Todos desaparecían y aparecían cargando cosas, incluso creyó haber visto un biberón.

—¿Qué crees que haces, Cissy? —La bruja mecía al bebé, mientras le intentaba dar de comer.

—¿No es obvio? Ella tiene hambre. —Le habló como si su esposo fuera estúpido. —Cielos, cuánto tiempo has estado ahí afuera, pequeñita. —Le dijo dulcemente, ignorando la presencia de él.

El rubio arrugó la frente.

—No estoy ciego, pero no es nuestro problema.

Ahora fue el turno de ella de fruncir el ceño.

—No creí que fueras tan insensible.

Lucius se pasó las manos por su cabello, desesperado por hacerle entender su punto.

—No sabemos cómo llegó a parar aquí, debemos reportar esto.

La bruja le tendió el biberón casi vacío a uno de sus sirvientes. Sonrió e hizo carantoñas a la bebé mientras se sentaba en uno de los muebles.

—Ajá.

—Hablo en serio, Narcissa… ¿puedes dejar de hacer eso? —Empezaba a enfadarse ante la falta de atención por parte de su esposa.

—¿Hacer qué, querido?

Lucius apretó los dientes, esa conversación no estaba yendo a ninguna parte, tenía que ponerse firme.

—Voy a llamar a un auror para que venga por él.

—No, no lo harás… y es 'ella'.

—Lo que sea, y sí lo haré.

—No, no lo harás. —Repitió, se veía tranquila.

—¿Y se puede saber por qué no habría de hacerlo? —Sintió pequeñas punzadas arremeter contra su cráneo. Genial, iba a padecer un infernal dolor de cabeza.

—Porque soy tu esposa y harás lo que yo te diga.

Esa fue la gota que derramó el vaso, no iba a permitir ser tratado de esa forma por su mujer, ¿qué pensarían sus ancestros? Lucius Malfoy, el blandengue que se deja manipular por su embarazada bruja.

Tenía que ser respetado en su propia casa.

—Me parece que no estás entendiendo, esa niña-…

—Hermione.

—¿Disculpa? —Preguntó.

—Así se llama. —Le mostró el bonito brazalete dorado que traía la menor, quien jugaba con un mechón de cabello de la rubia con su otra mano.

Lucius estaba a punto de acabar con sus reservas de paciencia y explotar en cualquier instante.

—Me importa un maldito knut cómo se llame.

—Entonces te importará poco cuando te mande a dormir al cuarto de invitados y obligue a los elfos a no acatar órdenes tuyas. —Eso había sido un golpe bajo.

—No serías capaz…

—Pruébame. —Sonrió con maldad.

—Es que esto está mal en más de un sentido… ¿Qué se supone que harás con ella? ¿Dejarla en la mansión? —Estaba entrando en pánico cuando vislumbró un brillo en los ojos de su esposa. —No, debes estar bromeando. Estás embarazada y… las hormonas te hacen decir cosas que en verdad no sientes.

Hermione tomó el collar de Narcissa entre sus deditos, tratando de descifrar lo que era mientras que ambos adultos se enfrascaban en una acalorada discusión.

—Deja de culpar a mis hormonas por todo. —Su tono se elevó unos cuántos niveles.

—¡Lo haría si no te hicieran decir cada chorrada!

Segundos después se arrepintió de lo que dijo al ver la aterradora expresión en el rostro de la bruja.

La rubia alzó el mentón, desafiante y Lucius esperó el primer ataque de lo que saldría de esa afilada lengua.

—Agradece que tengo a la niña en brazos, porque de lo contrario estaría lanzándote el largo repertorio de maldiciones de la familia Black.

El mago tragó saliva, los Black eran famosos por practicar artes oscuras y no quería ser la diana de su esposa. Se aclaró la garganta, no se iba a disculpar por lo que había dicho, un Malfoy nunca lo hacía, pero al menos le haría entender que no tenía que estar a la defensiva con él. Se sentó al otro extremo del mueble y pensó en la mejor forma de convencer a su esposa de entregar a la criatura. Sería un escándalo colosal si la gente se enteraba, no quería tener que estar envuelto en un circo mediático. Ya podía ver a los jodidos editores de El Profeta colocándolos en primera plana y con los títulos más repulsivos, algo como: 'Familia Malfoy, secuestradores de bebés' o 'Lucius Malfoy y su falta de soldaditos lo obliga a recoger niños de la calle'.

Asquerosas portadas.

Resopló.

—¿Cuál dices que es su nombre? —Preguntó el hombre. Narcissa, más calmada, leyó las letras grabadas en la pulsera que estaba en el bracito de la bebé.

—Hermione Granger. 19-09-79. —Sonrió.

Lucius se sobó la sien, señal de que su maldita jaqueca empeoraba.

—Cissy, no podemos conservarla... lo que debemos hacer es dejar que un auror venga a llevársela, ellos sabrán qué hacer con la niña.

—¿Qué? ¡No! —Protestó una vez más.

—No sabemos si tiene familia, sus padres podrían incluso estar buscándola.

La rubia empezó a gimotear.

«Oh, no, Merlín me libre del chantaje emocional al que voy a ser sometido». Pensó el señor Malfoy.

—¿Sus padres dices? Si eso fuera cierto no la habrían abandonado en la entrada como si fuera algo de lo que puedan deshacerse así nada más.

—¡Seremos la comidilla de la sociedad mágica, mujer! ¡Ya veo a las demás familias sangre pura haciendo burla de esto!

—No tiene porqué ser así, podemos criarla como una señorita de clase alta, ¿te lo imaginas? —Le preguntó. —Hermosa, elegante y educada como una princesa... además, sabes que siempre quise una niña. —Vio cómo su esposa acariciaba amorosamente su vientre hinchando. —Y a Draco no le vendría mal una hermana.

Lucius la observó incrédulo.

—¡Ni siquiera sabemos si tiene magia en las venas, podría ser una mestiza o, en el peor de los casos, una sangresu-...

—¡No te atrevas a terminar esa frase, Lucius Abraxas Malfoy! —Narcissa acunó contra su pecho a Hermione, quien empezó a sollozar por los gritos. —Ella se queda y es mi última palabra.

El mago maldijo entre dientes, sería una pésima idea ir en contra de una bruja con más de ocho meses de embarazo y las hormonas a mil. Los disgustos no le harían bien al bebé.

—Maldición, puede quedarse, —Bufó. —pero tendrás que inventarte algo lo suficientemente creíble para que todos sepan que ahora tenemos dos niños en casa. —Narcissa le dedicó una sonrisa arrogante al sentirse victoriosa. Esto solo hizo que el rubio frunciera más el ceño.

—Confía en mí. —Y le tendió a la bebé. —Lo tengo todo bajo control.

El hombre sostuvo a la niña y acercó su rostro a ella, esta dejó de hipar y lo vio con sus grandes ojos marrones. —Ugh, no sabes cómo te estoy odiando en estos momentos. —La pequeña alzó sus manitas para tocarlo y comenzó a reír, sin imaginar que un acto tan tierno como ese podría llegar a derretir lentamente el corazón del siempre frío Lucius Malfoy.


Presente

Hermione observó la carta entre sus manos. La lechuza había llegado hace diez minutos y aún no se atrevía a leer lo que había dentro.

Se mordió el labio nerviosa al ver el sello. Respiró hondo y se dio ánimos para abrirla.

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA Y HECHICERÍA

Querida señorita Malfoy,

Me es grato darle la buena nueva e informarle que estaríamos más que encantados de aceptar su transferencia para el nuevo año escolar.

La carta de recomendación de Madame Maxime me ha complacido. No dudo que en Hogwarts podrá seguir explotando sus habilidades mágicas.

Las clases empiezan el 1 de septiembre; sin embargo, me gustaría concretar una cita previa con usted antes del 31 de julio.

Por favor, confírmeme la fecha de asistencia.

Muy cordialmente,

Albus Dumbledore,

Director.

No pudo evitar sonreír, quería dar un grito de alegría. ¡La habían aceptado!

Ahora solo faltaba decirle a sus padres sus planes, no dudaría en que la apoyarían en la decisión que había tomado. Finalmente podría pasar más tiempo con su hermano.

Y con eso último en mente, se dirigió al comedor a encontrarse con sus amigas, las echaría de menos e iba a aprovechar cada minuto junto a ellas antes de partir de vuelta a Inglaterra. A casa.


¡Espero que les haya gustado el primer capítulo!

¿Me regalan un review? :)