Cállate, bésame y ámame

En un mundo donde los Yokais y las sacerdotisas cohabitan pacíficamente y con un mismo propósito, Kagome Higurashi, una recién graduada sacerdotisa quien se niega a creer que el amor no existe en los tiempos donde solo hay guerra, venganza y ambición. Cuando conoce al demonio Sesshomaru Taisho, todos sus ideales cambian y el destino no parece tan sombrío como ella esperaba; pero una guerra está próxima a estallar y amenaza aquella paz que habita en la ciudad imperial; por lo que pasaran miles de eventos que pondrá a prueba que el amor entre un demonio y una sacerdotisa puede ser posible y trascender a ser una épica historia de amor.

Advertencia: Mas adelante en la historia, se presentaran situaciones de violencia física, verbal y sexual.

Disclaimer: El universo Inuyasha, ni ninguno de los personajes me pertenecen.

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Capítulo 1: iniciación

Desde que nací, mi destino fue escrito, ya que nací como sacerdotisa.

Vivo en un mundo donde las sacerdotisas, son seres supremos y dignos de títulos importantes, por lo que desde nuestro nacimiento somos elegidas como las compañeras de los Yokais. Ya que en el mundo, ambas especies, entre otras, conviven abiertamente y en paz…hasta ahora.

Siendo la más pequeña de tres hermanas, estaba más que claro que mi destino no importaba tanto como el de mis dos hermanas mayores. Kagura era la mayor, de cabellos negros y lacios, tez blanca y ojos color rubí, algo extraño en las sacerdotisas; su carácter era siempre frio y calculador. Kikyo por otra parte tenía el mismo color de cabello que Kagura, pero sus ojos eran de un color chocolate, su tez era bastante clara, era reservada y cautelosa. Mientras que yo, Kagome, tenía el cabello negro y con hondas, algo rebelde por así decirlo, mis ojos eran del color azul y mi tez era un poco más morena que el de mis hermanas; en cuanto a mi forma de ser me consideraba una persona amble y cariñosa, así que como podrán observar era totalmente diferente a mis hermanas.

Tenía más afinidad con Kikyo puesto que era tranquila y escuchaba todo lo que yo tenía que decirle, al igual que me deba unos excelentes consejos; mientras que con Kagura ni hablar podía, ya que siempre se encontraba arreglándose o practicando su danza con los abanicos; Las miradas que me dirigían eran petulantes y llenas de odio, por lo que evitaba a toda costa quedarme a solas con ella.

Los amigos de mis padres siempre realizaban comentarios acerca de que Kagura y yo habíamos nacido para ser enemigas, puesto que nuestros ojos eran representados, como la llamas y como el mar mismo; ambos elementos habían sido enemigos por bastantes años. Mis padres nunca respondían a esto, pero mi madre siempre mostraba tristeza en su mirada, como si supiera el destino que ya nos esperaba.

Los años pasaron, nuestra vida siempre se desarrolló en nuestra casa y en la academia para sacerdotisas, en la cual nuestra guía Kaede, nos instruían en las artes espirituales, la meditación, la ceremonia del té, la arquería, el manejo de armas, defensa personal, la música y la danza. Kagura era excelente en la danza, Kikyo en la arquería y yo era buena tocando instrumentos al igual que en los cantos ceremoniales. Todo era maravilloso, hasta que una a una nos fuimos graduando de la academia, cabe mencionar que todas nos llevamos 1 año de diferencia, por lo que cuando Kagura se graduó a los 14 años, Kikyo tenía 13 y yo 12 años. Mis padres comenzaron a preparar lo que próximamente seria nuestro destino, nosotros vivíamos fuera de la ciudad imperial, ya que para nuestra preparación necesitábamos estar fuera de todo ruido o tentación, teníamos que permanecer calmadas, dóciles y casi predecibles.

Hace apenas un mes que me gradué, ahora nos estamos mudando a la cuidad imperial, entonces descubrí por que llevábamos una vida de austeridad y monotonía en el campo, puesto que la casa que tenía frente a mí era enorme, bella y espaciosa, adornada de grandes árboles de cerezos, los cuales dejaban cascadas de flores. Mi padre había ahorrado lo suficiente como para tener una buena vida en la gran ciudad, Tenía solo 14 años y estaba a la espera de mi destino.

La ciudad imperial se encontraba de fiesta, sus calles decoradas con bellos estandartes imperiales en color dorado, llamando así a la abundancia; sus habitantes vestidos con sus mejores galas, puesto que ese día se realizaría una enorme celebración por la llegada de las sacerdotisas, las cuales estaban ya listas para ser elegidas como compañeras de los hijos de los Yokais más poderosos, que albergaba dicha metrópoli. No está demás decir que, en dicho grupo, había rangos, siendo los de menos rango artesanos y vendedores, seguidos por los comerciantes, los soldados y en la escala más alta los generales. La ciudad era habitada por Yokais, hanyus y humanos, todos vivían en paz ya que el emperador era humano, este gobernaba con sabiduría y justicia, él se había casado con una yokai de alto rango, los cuales tenían un hijo hanyu llamado Naraku de 17 años, siendo este el próximo heredero al trono.

La ceremonia de presentación, se realizaría en el interior del palacio, por lo que toda la gente estaba invitada sin importar su rango, ya que dicho cortejo era uno de los más importantes, el cual era realizado cada 3 años.

— ¿Estas emocionada Kagome? —pregunto la madre de la chica, la cual se encontraba mirando hacia la ventana de su habitación.

— ¿Por qué tengo que compartir mi vida con un demonio? —pregunto la chica mirando a su madre.

—Eres una sacerdotisa Kagome—dijo sin más su madre.

—Lo sé, pero ¿y si no lo amo?

— ¿Amor? —Pregunto Kagura, quien se encontraba caminando por ahí—El amor es para niños, no es algo que necesitemos.

Kagome se maldijo así misma por mencionar la palabra amor, eso era algo que no entraba en juego en esos momentos, ya que una sacerdotisa no busca su beneficio personal, sino el de su futuro marido, por lo que ellas era consideradas como un medio o por así decirlo un instrumento para los demonios, luchando junto a ellos en guerras, purificando otros demonios enemigos y si todo funcionaba bien, la sacerdotisa daría a luz hijos semidemonios con poderes espirituales.

—Entiendo Kagura, pero no deseo casarme con alguien que no me agrade.

—No tienes elección, somos sacerdotisas y debemos honrar a nuestra familia.

—Y si yo no quiero.

En ese momento Kikyo entro a la habitación, atrayendo la mirada de sus hermanas y su madre.

—Eres joven Kagome, no entiendes aun el significado que tiene para nuestra familia que seas elegida como compañera de un yokai.

—Kikyo, he de entender que no todas las chicas pueden ser escogidas.

—Así es Kagome y hoy se hace la ceremonia de selección.

—Y si no soy seleccionada hermana, ¿Qué pasara? —Pregunto Kagome

—Es mejor que seas seleccionada —dijo Kikyo seria—Por tu bien y el de la familia.

Kagome se miró en el espejo, aún era una niña, miro el cuerpo de sus hermanas ya formado y más curvilíneo que el de ella, solo tenía 14 años, se preguntó si algún día sería igual de hermosa que ellas, se sentía fuera del lugar y como si su destino no fuera el que planeaban tanto sus padres como sus hermanas.

Cuando sus hermanas y su madre se fueron de su habitación recordó lo que Kaede les mencionada siempre, recordaba la importancia de las sacerdotisas en la vida, no solo eran esposas, sino que muchas hasta llegaron hacer excelentes compañeras de batalla, dando orgullo a su familia y a la de su esposo.

Por lo que, si una sacerdotisa no era seleccionada por una familia de Yokais, ella quedaba por siempre marcada, como una rechazada, la cual no era buena para nada, por lo que su familia era deshonrada. Kagome sabía muy bien que, si ella no era seleccionada, no solo sus hermanas la odiarían, sino que habría de defraudar todo el apoyo que sus padres habían puesto en ellas tres. La chica de mirada azulada suspiro y se miró de nuevo en el espejo, pensó que por el bien suyo y de su familia, lo mejor era actuar bien su papel y concentrarse, aunque la verdad era que ella había nacido en una familia que no compartía sus ideales. Ella solo quería ser libre, vivir su vida, no ocultar lo que sentía o pensaba, en pocas palabras una vida normal.

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La pareja Higurashi se encontraba arreglándose en su habitación, Hokuto, quien poseía unos ojos cafés miraba con admiración a su esposa Sonomi, quien se encontraba arreglando su larga cabellera azabache.

—Cariño puedes seguir mirando, pero ayúdame con el moño.

Hokuto se acercó a su mujer y le ayudo con el cabello, era tan suave, en ese momento agradeció de tener una hermosa y cariñosa esposa, ya que le había dado tres hermosas hijas, las cuales para bendición de ellos habían nacido con la marca de la piedra de shikon, lo que significaba que nacieron para ser sacerdotisas. El quien era un gran amigo del emperador, por haber sido en sus tiempos de juventud un gran consejero y mano derecha del mismo monarca, tenía que estar agradecido de que los dioses lo habían elegido como padres de tres sacerdotisas.

—Estoy nerviosa, Kagome me preocupa.

—Ella aun es joven, estaré feliz si tan siquiera pasa la selección, con eso me conformo.

—Pero cariño ¿y si no la elige ningún demonio?

—La escogerán, no por nada ella posee los ojos color azul.

Sonomi sabía muy bien que tanto los ojos azules como los rojos, no era muy común en las sacerdotisas, dos de sus hijas eran dueñas de los ojos más extraños y enigmáticos, por lo que como madre se enorgullecía, pero Kagome era muy diferente a sus hermanas, era demasiado inocente, no sabía que era la maldad, la codicia y el mundo. Ella vivía en un mundo de fantasía y de pureza absoluta. En cambio, Kagura y Kikyo era muy independientes y cautelosos, en cambio su hija menor, era espontánea y decía todo lo que sentía.

—Pero Kagome…

—Ella estará bien, ya verás que se será elegida.

—Eso espero Hokuto, sería muy malo para ti que alguna no fuera seleccionada.

Hokuto termino de arreglar el cabello de su mujer y salió de la habitación; en la puerta principal ya estaban sus tres hijas, el trio estaba vestida con su clásica vestimenta de sacerdotisa, solo que sus cabellos estaban distintamente arreglados, Kagura tenía una coleta alta, Kikyo en una coleta baja y atada con un listón blanco y Kagome con una media cola, haciendo que su cabello cayera en pequeñas ondas por su espalda. Todas eran hermosas ante sus ojos, sabía que a partir de este día, ellas tendrían muchas dificultades, pero estaba seguro que tanto su esposa como el, las había criado bien y ellas sabrían cómo resolver sus problemas, salir adelante y luchar por lo que en verdad creían.

— ¿Listas? —Pregunto Hokuto

—Listas padre—Respondió Kagura con una sonrisa.

—Hoy sé que ustedes serán las más elogiadas—Dijo Sonomi parándose al lado de su esposo—Las tres son hermosas y recuerden que pase lo que pase hoy, siempre estaremos para apoyarlas.

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En el palacio todo estaba listo para la ceremonia, tanto el banquete como el anfiteatro en donde se realizaría la ceremonia de las sacerdotisas.

—Padre esta la primera vez que participare en la ceremonia—Comento el príncipe Naraku, el cual estaba envuelto en traje dorado con adornos de flores y pájaros en rojo, su cabellera negra y ondulada caí suelta sobre sus hombros, y sus ojos color negro pardo demostraban impaciencia.

—Así es hijo mío, puesto que hace tres años te encontrabas con los Taisho alistándote para el ejército—Menciono el emperador Onigumo, quien se encontraba vestido en un amplio kimono dorado con detalles en plata y blanco, su cabello azabache poseía ya unas cuantas canas, las cuales lucían como destellos platinados, poseía un adorno en su cabeza, el cual caía a los lados y al moverse realizaban un sonido de cascabeles.

Naraku quien era un hanyu había cumplido los 17 años ya, alcanzando su madures, la cual se quedaría por toda su vida, sus facciones definidas y casi femeninas, lo hacían lucir sumamente apuesto; el emperador sabía muy bien que el cómo humano , no tenía mucho tiempo de vida, por lo que los últimos 17 años, había preparado a su hijo para que se forme como el futuro emperador; Naraku era excelente en las artes marciales, en el esgrima, en el manejo de la espada y defensa personal, pero aún le faltaba un poco de madures y responsabilidad o al menos eso era lo que consideraba su padre, y no solo el sino todo el consejo.

—Mi señor, no debería estar levantado, debe descansar para la ceremonia—comento la emperatriz.

La emperatriz era una demonio de las mejores familias, los Taisho, siendo la hermana del gran general perro de Inu no Taisho, uno de los mayores terratenientes y demonios de gran poder, al igual que era dueño de las tierras del Oeste; teniendo como herederos a dos grandes guerreros; Sesshomaru el mayor que tuvo con su primera esposa, pero al morir esta se casó con una princesa humana y nació su segundo hijo Inuyasha, ambos se llevaban 2 años de diferencia, mientras el mayor tenía 20 años el menor 16 años.

El emperador estaba más que encantado con su hermosa esposa, no por ser una sublime guerrera o por haber nacido en una familia tan importante, si no por su audacia y su belleza, sino también por su gran sentido del humor, siendo ella muy diferente a los rasgos de su familia; se sentía afortunado, no todos los monarcas tenían el privilegio de tener un excelente matrimonio o incluso de amar a la persona con la que se habían casado. Puesto que normalmente los matrimonios eran sin amor, pero en su caso, ambos se amaban, lo único que le preocupaba era que él, como humano que era, no podría estar toda la eternidad con ella.

Sus ancestros eran de sangre noble, por lo que desde su nacimiento ya estaba establecido que el fuera emperador, puesto que todo gobernante tendría que ser siempre un humano y quien reinara junto a él sería un demonio; ambos procrearían un hijo hanyu, el cual gobernaría por un tiempo máximo de 100 años, él hijo hanyu, tendría que casarse con una princesa humana y este le daría un hijo humano quien heredaría el trono. Por lo que él, era hijo de un hanyu y una princesa humana, sus padres lo habían educado muy bien y esto se reflejó en su imperio, el cual se encontraba en su esplendor, pero como todo tenían enemigos, los cuales querían sus tierras, pero no lo permitiría, estaba seguro que esta vez, en la ceremonia, habrían sacerdotisas con poderes increíbles que con apoyo de sus aliados, los demonio terratenientes, formarían una excelente pareja de batalla.

—Falta poco para que dé inicio la ceremonia, mi querida reina—dijo el emperador.

—Lo sé mi señor, pero su salud.

— ¿Padre estas enfermo? —Pregunto Naraku.

—La semana pasada cabalgaba y por accidente me caí del caballo, nada de qué preocuparse.

—Mi madre tiene razón debes descansar.

—Falta unas cuantas horas, descansa yo me encargo de todo—dijo su querida esposa.

El emperador orgulloso de su hijo y de su amada esposa, acepto la oferta y se retiró a sus aposentos.

—Naraku, debo pedirte un favor—pidió la emperatriz con gran seriedad

— ¿Qué deseas madre?

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En unos de los aposentos del palacio imperial se encontraba el gran demonio perro Inu no Taisho, el cual se encontraba revisando un mapa de tácticas militares.

—Ni cuando estas de visita dejas de planear alguna estrategia de guerra.

Inu Taisho dejo los planos y puso toda su atención a su esposa, Izayoi, la cual estaba vestida con un kimono rojo y detalles en dorado, su larga melena azabache estaba sujeta en una media cola con un bello adorno de oro, demostrando su rango; su sonrisa estaba presente en su rostro y sus ojos estaban iluminador, por el simple hecho de ver a su marido.

—El emperador me ha pedido nuevas estrategias, además después de la ceremonia, nuestros hijos ya tendrán posibles candidatas para que sean sus esposas.

—Lo sé muy bien, Toga—dijo mientras se sentaba a su lado— pero descansa al menos, ellos están más tranquilos y menos preocupados que tú.

—Porque ellos desconocen lo que les espera una vez que se casen.

— ¿Qué quieres decir? — pregunto curiosa Izayoi, aun sabiendo a lo que se refería.

—No me refería a lo que piensas mujer—dijo Toga dándole un pequeño golpe en la cabeza—sino que una vez que estén casados, ellos entraran listos para la guerra.

—Eso ya lo sé, pero cuando elijan esposas, sabes que tendrán que esperar un año, ya que hay diferentes pruebas que las elegidas tendrán que pasar.

—Lo sé, pero conociendo a Sesshomaru, quien sabe si elija a alguien este año.

—Él quiere participar en la guerra, crees que esperara 3 años más o mejor dicho 4 para que pelee a tu lado.

—No.

—Entonces, el escogerá a alguna hoy, no tienes por qué preocuparte—dijo mientras se ponía de pie y se sobaba su cabeza.

—Eres muy buena en esto querida, sé que pedirán tu consejo— dijo el demonio poniéndose de pie junto a su esposa.

—De Inuyasha talvez, pero de Sesshomaru, no lo creo querido, creo que aún no…

—No digas tonterías, él sabe que te mereces respeto—dijo abrazando a su esposa por la espalda.

—Eso lo se querido, pero respeto su decisión, sé que nuca ocupare el lugar de su madre—dijo mientras sujetaba a su esposo— solo deseo lo mejor para ambos, ya que son mis hijos.

—Los dioses me han mandado a una compañera muy hermosa y audaz, solo espero que mis hijos tengan la misma suerte.

—Lo tendrán, estoy segura de ello.

Toga se separó rápidamente de su esposa, esta supuso el porqué.

—Sé que me prohibiste volver hacerlo, pero no me resistí.

—Sabes que eso consume tus energías.

—Lo sé, pero ello son mis hijos.

Izayoi, no solo era una princesa humana, si no que pertenecía al clan de la luna, el cual tenía una singular habilidad, leer el futuro mediante las diferentes fases de la luna, es decir, cuando la luna estuviera en todo su esplendor, en el lago con el mismo nombre, este revelaba el futuro de los seres queridos del clan, pero como toda magia, tenía un precio y este era que acortaba su tiempo de vida.

—Es solo la segunda vez que lo hago, además si no lo hubiera hecho la primera vez, no te habría conocido—Confeso ella sonrojada.

—Hace 17 años que nos conocemos, para mí es como un suspiro, pero para ti es más tiempo.

—No creas, para mí también ha sido un suspiro, era una niña cuando te conocí, y creo que aún me comporto como una, pero al realizar el ritual te vi en mi futuro, al fin tuve algo por lo cual vivir, es por eso que realice lo mismo, pero ahora por mis hijos.

—Y bueno que viste…

Izayoi se quedó quieta en su lugar no sabía si contarle o no a su esposo lo que había visto o al menos, lo que alcanzo a ver, ya que un poder, había intervenido justo en lo más interesante de la visión. Tal vez el mismo destino no quería que fuera revelado o por lo contrario, el presagio era negativo.

— ¿Por qué estás tan seria, hay algo malo?

—No— sonrió— es solo que me lo quiero guardar para mí, además ya se está haciendo tarde, tienes que cambiarte—dijo mientras salía a toda prisa de la habitación.

El gran general perro, observo como su esposa se iba, cierta preocupación ocupo su mente, pero estaba seguro que si ocurría algo malo, ella se lo comunicaría, porque tenían confianza entre ellos, o al menos es lo que quería pensar de su joven esposa. Se olvidó por un rato de las estrategias militares, esta noche era de celebración, estaba seguro que todo saldría bien y que sus hijos encontrarían una pareja digna de ellos, además estaba más interesado en lo que servirían de comer y de beber, tal vez, se emborracharía y tendría una noche de pasión con su encantadora esposa, mientras que sus hijos estarían embelesados con alguna sacerdotisa, si ese día sería muy interesante y productivo, al menos eso es lo que pensaba nuestro terrateniente.

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Sus nervios estaban a flor de piel, este era el día más esperado, por el que se había preparado toda su vida, sus padres, sus hermanas y la academia, esperaba los mejor de ella. En esos momentos se cuestionó el porqué de su origen, no es que estuviera avergonzada de lo que era, pero la vida de una sacerdotisa, en comparación de otros era muy mala, se casaban con demonios, los cuales muchas veces y como todo hombre, solo las usaban para procrear y como compañeras de batalla, pero nunca existía amor entre ellos. Sus amigas en la academia le decían que era una ilusa, por pensar en el amor, ella por un momento comenzó a creer que el amor estaba en peligro de extinción, que por muchos años había sido usado, maltratado e incluso violado, por lo que ahora ya no existía, ni en las personas, ni en las cosas, ni mucho menos en una vida de casado, incluso sus padres, entre ellos eran fríos, pero al ver una noche que ellos se besaran, tuvo esperanza. Desde ese día creyó fielmente que el amor existía y ella lo quería, solo para ella.

Las puertas del gran palacio imperial permanecían aún cerradas, el sol estaba ya por ocultarse, solo unos segundos más para que su destino al fin fuera revelado, entonces una pregunta salto a su mente, ¿Qué pasaría si no era elegida? ¿Sería bueno o sería malo? Pensó en las dos posibilidades. Si era elegida, sus padres estarían felices, sus maestros también, su futuro esposo y su familia también, tendría una boda hermosa, tendría una noche de bodas llena de carisias y de deseo, por que lógicamente su futuro marido le atraería demasiado, por una noche se sentiría amada, pero al día siguiente no solo habría de perder su inocencia, sino que se relevaría la cruda verdad. La soledad estaría presente en su vida, solo hasta que después de unas cuantas noches, quedaría embarazada, tendría una niña a lo que la familia de su esposo odiara, por el simple hecho de ser niña y de que se pareciera a ella y no a su marido. Con el tiempo el dejaría de visitarla, hasta el punto de que su hija seria su única compañía, cuando su hija tenga 2 años, su esposo ya habrá tenido como cinco amantes y ya habrá embarazado a una, la cual tendría a un niño, su familia la adorara, dejando a su hija a un lado. Entonces el orgullo de su marido se impondrá y mandara lejos a la amante con su bastardo, ella en cambio será entrenada de nuevo para el campo de batalla y él dormirá a su lado una vez más. A los pocos meses de nuevo quedara embarazada, su marido vería de nuevo a su amante y cuando ella diera a luz a un barón con el parecido de su padre, su familia política estaría feliz y orgullosa de ella al fin. Solo entonces ella sentiría que todo habría valido la pena, su hija estaría a su lado, mientras que su hijo seria entrenado para el campo de batalla, cuando estuviera vieja y no sirviera más se retiraría al campo y ahí con su hija viviría hasta el día que muera.

El amor de pareja nunca estaría en su vida, moriría sin haberlo conocido. En cambio si no era elegida, seria repudiada y odiada por sus hermanas, su madre le ofrecería que se quedara en la casa de campo, eventualmente la irían a visitar ya sean sus padres, sus hermanas, sus sobrinos. Tal vez conozca a un joven estudiante, tendría una noche de pasión y unos cuantos días más, ella al fin conocería el amor, pero cuando el joven de familia adinerada, la presentara a sus padres, estos le dirían a su hijo que ella era una sacerdotisa repudiada y que no sería bien visto en la sociedad con una esposa así. El joven embelesado por su belleza y ojos azules peleara con sus padres y se iría a vivir con ella, pero eventualmente les faltaría dinero y él la dejaría por su prometida adinerada. Después de esa aventura, no conocería a un hombre, sus sobrinos crecerían y su familia dejaría de ir a visitarla, sus padres morirían y con ello toda visita. Se quedaría completamente sola hasta ser una mujer mayor, moriría sola, sin nadie, recordando al joven estudiante y su amor pasajero, y estaría por siempre arrepentida de no haber tenido un hijo en su juventud y al final, cuando sus ojos comiencen a cerrarse ella no se sentirá feliz y el miedo la embargaría.

Ambas opciones era malas, ambas no formaban parte de la vida que se imaginaba, pero al menos en la primera opción tendría hijos y no viviría sola, al menos conocería lo que era la atracción y el amor efímero, al menos tendría un descendiente y algo por lo cual seguir viviendo día a día. En definitivo no quería morir sola, amargada y sin nadie a su lado; tenía que ser elegida ese día, al menos así tendría una oportunidad de tan siquiera, por poco tiempo, experimentar el amor, un amor efímero y apasionado, aunque no estaba muy segura de cómo era tal amor.

Abandono sus pensamientos y se concentró en la puerta, este día tendría que dar lo mejor de ella, tenía las capacidades y estaba segura de que alguien la escogería, fea no era, tenía un cuerpo aun por desarrollar, tenía todo para sobresalir y aquel delineado que su hermana Kikyo le había hecho hacia que sus ojos resaltaran; por lo que definitivamente destacaría. Miro con determinación la puerta, tenía que ser elegida, por quien sea, pero ella no se quedaría sola, amargada y sin amor.

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Odiaba usar trajes ostentosos, pero sobre todo odiaba no tener su armadura, se sentía desprotegido por así decirlo, tantos año con ella que era parte de él; de igual manera su estola blanca estaba incluida, se miró de nuevo en gran espejo de jade, su kimono rojo relucía, cumpliendo fielmente con su función, ser símbolo de alta sociedad. Todo aquel que vestía de rojo por completo era símbolo de que era de la alta sociedad o bien algún descendiente directo o político del linaje imperial. Miro por la ventana de nuevo el sol estaba por ocultarse, la hora había llegado, hoy escogería a una compañera, alguien que no solo fuera una excelente guerrera sino lo suficientemente fuerte como para darle un heredero, asegurando así su linaje. Claro que en su vocabulario no existía el amor, eso era parte de los cuentos infantiles y el como hijo del demonio más importante de todo Japón, no podía darse el lujo de caer en aquella trampa. Estaba consiente que al elegir a una humana como esposa, estaba obligado a cuidar de ella, pero él sabía que una sacerdotisa, es diferente a cualquier humano que hubiera conocido.

Las sacerdotisas eran seres muy astutos casi como los zorros, ellas analizaban la situación y te envolvían con su gracia y belleza, toda mujer que nacía con el aquel don, portaba una marca en forma de esfera, la cual representaba a la perla de shikon, la cual gracias al poder de una gran sacerdotisa, creo la tierra como se conoce. Era imposible saber cómo es que un humano, podría desarrollar o nacer con dones excepcionales, con dones que era llamados sensitivos y con un gran poder de purificación que podía exterminar a cualquier demonio o ente que derrochara energía maligna. Desde que recordaba, sus maestros le habían enseñado que él se casaría con una sacerdotisa, la cual sería ante la sociedad su única y verdadera esposa, si ella no llegara a satisfacerle, puesto que solo serviría para lucha y engendrar cachorros con poderes excepcionales, él podía buscar una amante, no importaba el rango o la clase podría tener a la mujer que quisiera y nada ni nadie le podría decir nada; a pesar de que aún era joven ya había experimentado de aquellas relaciones, sin duda alguna aquellas mujeres lo habían calmado en su tiempo, a su ser demoniaco que vivía en él; su padre siempre lo regañaba, pero eso jamás le importó, él solo quería disfrutar de la compañía de las mujeres de poder desechar toda la furia y el peso que conllevaba el ser el futuro terrateniente de las tierras del oeste, ya que su padre pronto se retiraría, puesto que quería disfrutar de la compañía de su esposa, pues siendo humana ella tendría muy poco tiempo de vida con él.

Entonces recordó que el matrimonio con la humana no tardaría, sería algo corto y lo más importante, después de que su esposa humana y sacerdotisa muera, él tenía todo el derecho de desposarse con un demonio o con la que quisiera, siempre y cuando tenga descendencia con su primera esposa, eso era lo más conveniente, se divertiría mucho con la humana, esto le comenzaba a gustar, no odiaba a los humanos pero tampoco eran de su agrado, ya que eran unos seres muy complicados, que solo daban problemas por la fragilidad no solo de sus cuerpos sino también de sus almas, los cuales eran seres fáciles de manipular, a lo que espíritus malignos aprovechaban esta situación, ya sea para manipularlos o bien, para poseer sus cuerpos y realizar actos atroces.

—Esto será pan comido—menciono mientras se iba de la habitación.

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En la gran pista se encontraba todas las sacerdotisas, eran alrededor de 100, todas vestidas con su traje típico, blanco en la parte de arriba y rojo en la parte de abajo, sus cabellos no estaban peinados en un solo estilo, siendo este su único símbolo de distinción, estaban agrupadas en cinco grupos, cada uno con 20 integrantes, el equipo número uno y el que más era del interés de los demonio, era el de aquellas sacerdotisas que demostrarían su talento en el tiro con arco, después estaba el segundo equipo, el cual era el de las especialistas en las espadas, uno de los cuales más admiradores demonios tenían, seguido por el tercer equipo, el cual era el de las sacerdotisas de la danza, un arte muy excitante para los demonios, el cuarto y quinto equipo era el especialista en el canto y los instrumentos tradicionales.

Ellas se encontraban rodeadas por un grupo inmenso de demonios, los cuales para evitar cualquier tipo de acercamiento a los poderes purificantes de aquellas mujeres permanecían protegidos por un campo de magia, el cual había sido realizado por el sacerdote imperial, como una medida de precaución, se podía escuchar el susurro de los demonios, los cuales desde sus lugares apreciaban y comentaban sobre las jóvenes sacerdotisas que estaban ante ellos. Cualquiera pudiera pensar que era como un banquete para ellos, puesto que ellas como presa estaban en medio de todos ellos, indefensas y a la espera.

Todo aquello se detuvo cuando se anunció la llegada de la familia imperial, todos los demonios y las sacerdotisas se arrodillaron ante su soberano, este con un gran porte caminaba al lado de su bella esposa, todos los demonios miraban atentamente aquel acto, detrás de ellos estaba su único hijo y futuro gobernante, una vez que la familia se colocó en sus respectivos lugares el emperador procedió a hablar.

—Amigos, estamos reunidos aquí para la selección de sacerdotisas—dijo con un voz fuerte y serena—Una guerra está próxima, así como las de antaño y en las cuales hemos triunfado, así que como una de nuestras traiciónese, hoy se celebrara la selección número100—hizo una pausa y miro detenidamente a todas las candidatas—por lo que les deseo suerte a todas y que comience el evento.

Todos los presentes aplaudieron con vigor, se podía sentir en el ambiente que todos estaban emocionados y ansiosos por ver a las hermosas doncellas revelar sus dones, estaban seguros que este evento seria único. Naraku por su parte observaba a las candidatas, sin duda todas eran bellas, agraciadas y muy educadas. Perfectas, pensó el hanyu, entonces le vino a la mente las palabras de su madre, él tendría que elegir a una sacerdotisa, pero si bien era sabido que en el palacio imperial, no estaba permitido que ninguna sacerdotisa se quedara, entonces, ¿Por qué su madre quería que fuera lo contrario? De nuevo enfoco su vista en las mujeres, una de ellas sobresalía por su estatura, cabello negro y ojos cafés, con rasgos finos, pertenecía al grupo de las de tiro con arco, definitivamente la elegirían primero y estaba claro que su elección seria para el final, por lo que ella estaba descartada, siguió mirando, hasta topar con uno ojos de color rubí, llenos de fuego y pasión, ahora que lo pensaba era muy parecida a la otra chica, tal vez eran hermanas, está por su parte pertenecía al grupo de las de danza, será excitante mirar su desempeño, pensó el joven y aún más con esa mirada. Siguió la mirada al último grupo, en su mayoría era delgadas y jóvenes, más que las anteriores, una de ella parecía mirar al piso, talvez demasiado distraída para su gusto, observo como la chica seguía mirando abajo, el primer grupo se movía haciendo que él perdiera la atención de la chica distraída.

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Sesshomaru miraba con determinación a los cinco grupos, la mayoría eran muy delgadas y jóvenes, sin experiencia alguna, no había alguna que llamara su atención, hasta que la voz de Izayoi lo distrajo de su tarea.

—Sin duda tienen que estar ahí—dijo Izayoi

— ¿Quién cariño? — pregunto Taisho

—Las hijas de Hokuto Higurashi.

Sesshomaru miro a su padre y este asintió en señal de que conocían a la familia.

—Padre ¿están hablando sobre el hombre que fue la mano derecha del emperador? —Pregunto el demonio.

—Así es, él fue una pieza clave para ganar una de las batallas más importantes, tiene tres hijas y las tres son sacerdotisas.

—Su esposa, Sonomi, fue mi única amiga, antes de que conociera a tu padre, fue muy amable conmigo y me motivo a seguir adelante, ya que en ese entonces mi padre me había dado en matrimonio a un demonio, el cual yo no conocía, con el que termine casándome—dijo con una enorme sonrisa mientras miraba a su marido—ella es sumamente bella, de seguro sus hijas son idénticas.

— ¿Ya las encontraste? —pregunto Sesshomaru.

—Hasta ahora solo a una, ves a las del primer grupo la más alta, es la viva imagen de su madre—dijo Izayoi apuntando—las otras dos aun no las encuentro.

Sesshomaru busco entre la multitud a las chicas más parecidas a la que indico Izayoi, entonces sus orbes doradas, chocaron con unos ojos azules, por un momento dejo de respirar y todo el sonido a su alrededor se detuvo. No es que jamás hubiera visto unos ojos de ese color, tampoco eran muy comunes, pero aquellos ojos demostraban una paz inmensa, como si al solo mirarlos pudieras encontrar la solución a todos los problemas que te estuvieran agobiando. La chica al percatarse de tal vínculo rompió rápidamente la conexión y bajo la mirada estrepitosamente, Sesshomaru instintivamente giro hacia otro lado.

—Ella debe ser la segunda hermana—dijo Izayoi

El demonio miro hacia la dirección que Izayoi apuntaba, encontrándose con unos orbes color rubí, llenos de pasión y determinación, inconscientemente, espero sentir una conexión con ella, como lo tuvo con la chica de los ojos azules; pero nada ocurrió, solo fue una simple impresión por sus orbes rubí, los cuales no era muy comunes.

—Tiene unos ojos muy extraños esa chica— menciono su padre—Aunque en su mirada se ve la determinación, en la primera se ve la seguridad, ¿Dónde se encontrara la tercera?

—Cariño sé que me estoy adelantando pero deberíamos escoger a las hermanas Higurashi, serían una buena pareja para nuestros hijos.

—Lo sé, por sus venas corre la sangre de la mano derecha del emperador, pero dijiste que son tres y solo tenemos dos hijos mujer.

—Eso ya lo sé, espera y busco a la tercera.

Sesshomaru volvió su mirada al grupo de sacerdotisas, preguntándose quien sería la tercera hija de la familia Higurashi, coincidía con la esposa de su padre, las hijas de la mano derecha del emperador, serían las mejores opciones; pero estaba seguro que si su padre sabría del tema, los demás demonios estaban enterados. Sin duda alguna ellas serían muy codiciadas por los demonios y los más poderosos clanes, pero estaba seguro que por estar emparentados directamente con la familia real, los Taisho serían uno de los primeros en elegir. Su concentración fue rota cuando un aroma muy familiar llego hacia donde estaban ellos.

—Ya va a comenzar—Dijo el recién llegado—madre guarda silencio.

— ¡Hijo que bueno que llegas!—Menciono Izayoi emocionada, puesto que sus planes de casamentera comenzaban a ser formulados en su mente.

—Más vale tarde que nunca —dijo el Inu mayor con cierto enojo.

—Discúlpame padre —se defendió el Inu menor con una reverencia—tenía unos asuntos que arreglar con el lobo pulgoso.

— ¡Inuyasha, no te dirijas de eso modo al comandante koga, es uno de los miembros más importante del clan de los lobos! — dijo su madre muy enojada.

Sesshomaru miro con fastidio a su medio hermano y la madre de este, la cual por su expresión supuso que comenzaban un nuevo capítulo de la novela más melosa en su subconsciente.

Inuyasha Taisho, era el hijo menor del gran general perro, extremadamente diferente a su hermano mayor, su padre nunca lo aceptaría, pero sabía muy en el fondo de que todo eso lo había heredado de su madre, a la cual amaba mucho. Era muy humano, berrinchudo, confiado, un poco perezoso, entre otras cuestiones; pero sin duda si se proponía algo lo lograba, el claro ejemplo era que había sobresalido considerablemente en los entrenamientos, como Sesshomaru lo hizo en sus épocas de antaño.

El gran general estaba orgulloso de sus dos hijos, los cuales eran muy diferentes, puesto que uno era un demonio y el otro un hanyu. A ambos amaba por igual, pero tenía que reconocer que mientras uno era tan humano, el otro era todo un témpano de hielo. Ambos carecían de equilibrio, pero estaba seguro que dentro de ese grupo de sacerdotisas, encontraría a las dos mujeres que le darían el tan anhelado final feliz que quería para sus hijos.