N/A: ¡Hola! Hoy es el cumpleaños de una persona muy especial, así que como regalo de cumpleaños le (os) traigo este mini-fic Hansy que espero que os guste, tiene cinco capítulos (cerca de 12k palabras) y actualizaré cada cinco días.
Advertencias: AU, age gap (ligero), Lemon (mucho, bastante, a toneladas), algo OoC, mini-fic.
Dedicado a mi bellísima esposa Natasha (slyprincess07), por estar a un mensaje de distancia cuando estoy mal, por tu fanatismo por el Hansy y por tu vena putishipper tan compatible con la mía.
PROFESOR
Capítulo I: Consecuencias de una noche.
Harry jadeó cuando esos labios se separaron de los suyos y los ojos verdes de la chica se clavaron en él, ardientes y prometiendo uno de los mejores polvos de su vida. Apretó el agarre que tenía sobre los muslos de la chica, caminando a ciegas hasta apoyarla sobre una de las paredes del cubículo ese al que osaban llamar baño. Se deleitó con el gemido que abandonó los labios gruesos de la mujer cuando restregó su entrepierna contra la de ella, subiendo su falda con dedos ágiles para poder acceder al interior de sus muslos tersos y suaves.
Volvieron a besarse, intercambiando saliva, jadeos y sonidos obscenos que solo servían para calentarlos incluso más. Las manos de la chica —Pansy, había dicho que se llamaba—, bajaron hasta el cierre de su pantalón y con una agilidad envidiable consiguió desabrochar el botón y bajarle la cremallera, dejando que su mano se perdiese por debajo de sus bóxer y agarrase su miembro semi erecto.
—Joder —jadeó ella al tantear la longitud de su pene y sonrió orgulloso, plenamente consciente de eso.
La apretó contra la pared con más fuerza para poder relajar el agarre de sus manos y así poder quitarle la camiseta y subirle mejor la falda. Bajó sus labios por su cuello, dejando una notable marca rojiza y siguió descendiendo hasta llegar a sus pechos —desprovistos de sujetador porque al parecer la chica no era fan de ellos—. Succionó su pezón derecho mientras la oía gemir, aumentando la presión sobre su miembro que había empezado a estimular segundos atrás. Ambos sabían que tenían que ser rápidos porque en cualquier momento podría entrar alguien al baño y encontrarlos en plena faena, así que Harry se apresuró en bajar una de sus manos hasta de la chica, tanteándola con un dedo antes de dejarlo hundirse en su caliente interior.
—Tan jodidamente húmeda —murmuró con voz ronca, escuchándola jadear.
—C-cállate y date prisa, imbécil. —¿Era normal que sus insultos lo calentasen aún más? Posiblemente no.
Unió dos dedos más a la travesía, escuchándola maldecir por lo bajo antes de clavar sus dientes en su cuello, chupando para dejar una marca. Sintió los dedos de la chica trazar su longitud, jugando con la tela de su bóxer hasta bajarlo lo justo y necesario como para que su miembro fuera completamente liberado. Entendió eso como una indirecta bastante directa, así que sacó sus dedos del interior de la chica y la volvió a agarrar de los muslos, colocándola mejor.
—Bolsillo trasero derecho —dijo y fue todo lo que Pansy necesitó para entender a qué se refería.
La mano de la chica se hizo con el condón y en cuestión de segundos había abierto el paquetito con los dientes y se encontraba deslizando el látex por su miembro. Ambos jadearon ante el primer roce del pene de Harry contra las bragas de la chica, y cuando Harry las hizo a una lado —tal y como había hecho cuando empezó a jugar con sus dedos en su interior— y la penetró, vieron estrellas debajo de sus parpados apretados. El ritmo comenzó lento y algo inseguro; Harry era largo y grueso, bastante más de lo que había sido la última persona con la que Pansy había estado así que su cuerpo tardó en acostumbrarse más que las otras veces, pero cuando lo hizo todo mejoró de forma considerablemente.
Las embestidas fueron rápidas desde el primer momento en el que esa pequeña tensión desapareció. Las uñas de la chica se clavaron en su espalda, por debajo de su camiseta y las manos de él se encontraban apretando sus muslos con tanta fuerza que posiblemente sus dedos dejarían marcas. Unieron sus labios para opacar los gemidos que luchaban por escapar de sus bocas, enredaron sus lenguas de forma obscena y mordieron los labios del otro con lascivia, conectando el verde de sus ojos cuando el orgasmo comenzó a abrirse paso.
—Más fu-fuerte —jadeó ella, perdida en las sensaciones.
Harry no era nadie para negarle eso a la chica, así que se movió lo justo y necesario para poder aumentar la velocidad y la fuerza de sus embestidas, deleitándose con el sonido que hacían sus pieles húmedas al chocar y los gemidos que la chica trató de aguantarse al ocultar su cara en su hombro. El orgasmo estaba ahí, casi podían tocarlo con los dedos. Así que Harry no dudo en bajar una de sus manos hasta el clítoris de la chica para estimularlo y lanzarla al precipicio de placer en donde la quería ver.
Alcanzaron el clímax casi a la vez, con Pansy dejando su nombre escapar de entre sus hinchados labios y con él gruñendo contra la piel de su cuello, corriéndose en el condón. Sin duda era uno de los mejores polvos que ambos habían echado en toda su vida. De matrícula de honor. Harry salió de ella y dejó que apoyase las piernas en el suelo, aunque Pansy tuvo que sujetarse a sus hombros porque parecía a punto de desfallecer con los temblares post-orgásmicos. Se limpiaron con el poco papel que había en el cubículo, se arreglaron la ropa y se miraron mientras trataban de regularizar sus respiraciones.
—Ha sido un placer, Harry —comentó ella, sonriendo de esa forma tan atractiva que había cautivado al hombre apenas una hora atrás.
—Lo mismo digo, Pansy.
Se dieron un último y húmedo beso antes de salir del baño y que cada uno volviese con su grupo de amigos. Harry se fue poco después de la discoteca con su mejor amigo, Ronald, porque ambos tenían que estar pronto en la casa para descansar algo de que comenzasen las clases al día siguiente. Después de todo, nadie quiere dar un mal ejemplo como profesor el primer día de clases, ¿no?
Harry ingresó al aula con una sonrisa amable y fingiendo que no tenía todavía los restos de la resaca con la que se había despertado dos horas atrás. Nunca antes había agradecido tanto que su jornada laboral empezase durante la tercera hora de clases y no a primera. La aspirina ya le había hecho efecto, pero todavía se mantenía una punzada dolorosa en sus sienes producto del alcohol que había ingerido la noche anterior y que ya había supuesto que le causaría un dolor de cabeza nada más despertarse. Sin contar el hecho de que había tenido que ir a casa de su vecina para que le tapase los chupetones con maquillaje. Bendita fuese Lavender Brown y su colección de maquillaje.
Se colocó delante de la mesa del profesor, sentándose ligeramente en el escritorio y arqueó una ceja al ver las caras apagadas de sus alumnos. Posiblemente la mayoría de ellos también habían salido de fiesta la noche anterior para celebrar la última noche libre antes del comienzo de clase; como los comprendía, decidió que ese día no sería muy exigente. Después de todo, era la primera sesión con ellos y no quería ganarse su odio desde el principio.
—Buenos días, chicos —saludó y no tardó en presentarse, tratando de no alzar mucho el tono por si acaso algunos todavía se estaban muriendo por la resaca—. ¿Una noche agitada?
Escuchó murmullos de gente quejándose, risas ahogadas y algún «sí» susurrados por gargantas que suplicaban por agua. Sonrió, recordando esos días en los que él también salía de fiesta y luego empataba la discoteca con ir a clase nada más salir del club. Qué buenos tiempos.
—Si alguien necesita ir a por agua para relajarse un poco, les dejo cinco minutos antes de que comience la clase —comentó—. Y mejorar esas caras, gente, una resaca no va a terminar con ustedes.
Escuchó algunas risas y vio algunos alumnos levantarse para ir a comprarse agua a la cafetería. Tal y como había dicho, cinco minutos después comenzó a dar las clases, contento al ver que la clase estaba más animada y la gente parecía prestar atención a lo que estaba enseñando. Después de todo, Filosofía era una asignatura que bien dada, podía ser la más interesante del mundo.
Unos golpes en la puerta interrumpió su explicación acerca de la etimología de la palabra «filosofía» y una cabeza pelinegra asomándose lo dejó completamente en blanco.
—Siento la tardanza, ¿puedo pasar?
Harry asintió de forma ausente, demasiado afectado con su descubrimiento. La mandíbula no se le había desencajado de milagro ante la impresión de lo que sus ojos estaban presenciando. Allí delante de él, estaba la chica con la que se había acostado anoche en los baños del pub y parecía no darse cuenta de quién era él. O al menos no lo hizo hasta que sus ojos verdes se clavaron en él y pudo ver la forma en la que su boca se abrió formando una perfecta «o» y un jadeo escapaba de sus labios.
—Bueno, como iba diciendo, la palabra filosofía es una composición por parte de dos palabras: «phileo» que significa «amor» y «sophia», que significa «sabiduría». Por lo tanto filosofía viene a significa algo así como «amor por la sabiduría» —retomó la clase como pudo, agradeciendo que sus alumnos se entretuviesen hablando entre ellos cuando la chica hizo acto de presencia, interrumpiendo la lección.
Los cuarenta minutos restantes pasaron con una rapidez asombrosa. La gente tomó los apuntes que fueron necesarios, solo tuvo que llamar la atención de un par de personas y su cuerpo no entró en una crisis nerviosa a pesar de tener los ojos de Pansy clavados en él durante toda la hora, sonriendo al notarlo tan alterado.
—Profesor, ¿puedo hablar contigo?
Harry tragó saliva y miró a Pansy con un rictus en los labios. La chica se había recogido el pelo en una coleta y sonreía de forma descarada, divertida con toda la situación a pesar de que a él no le hacía ni pizca de gracia. Asintió con sequedad y Pansy lo interpretó como un permiso para sentarse sobre su mesa de manera coqueta.
—¿Tiene alguna duda de clase, señorita…? —Buscó su nombre en la lista—. Señorita Parkinson.
—¿Ahora nos tratamos de usted, Harry? —inquirió ella, burlona—. Pensé que después de lo de anoche podríamos ahorrarnos esos formalismos. —Harry maldijo internamente el descaro de la chica.
—No sé de qué me está hablando, señorita Parkinson —replicó con su mejor tono profesional—. Si no tiene ninguna duda acerca de la asignatura, entonces puede irse al receso. Tengo cosas que hacer.
—Oh, vamos., ¿en serio? —La chica se echó a reír—. No se preocupe, profesor. Nadie lo va a mirar mal porque me llame por mi nombre, no tiene que fingir que no nos acostamos.
—Cállate —gruñó y decidió que fingir no le iba a servir de nada—. ¿No te has dado cuenta de donde estamos? —replicó, cabreado—. Cualquiera podría oírte, y no creo que sea del agrado de nadie enterarse que el nuevo profesor de filosofía se…
—¿Se qué? ¿Se tiró a su alumna? —dijo ella, riéndose—. Relájate, profe. Nadie se va a enterar.
—Parkinson —murmuró entre dientes, pero ella ya se había bajado de la mesa y se iba a paso ligero hasta la puerta.
—Estoy deseando que llegue nuestra siguiente clase, profesor —dijo—. Estoy segura de que aprenderé muchísimas cosas que nunca antes me habían enseñado… o hecho.
Un beso volado fue lo último que captaron los ojos verdes de Harry antes de que la chica cerrase la puerta tras ella. Se dejó caer, agotado, en la silla del escritorio; suspiró con pesadumbre y cerró los ojos con fuerza. Quizá, si se mantenía mucho tiempo así, cuando abriese los ojos estaría en su cama, escuchando la alarma que le avisaba de que tenía que prepararse para ir a dar clases en un instituto donde Pansy Parkinson no era su alumna y no se había acostado con ella.
Cuando abrió los ojos comprobó que, efectivamente, no tenía esa suerte.
Mierda.
N/A: ¡Y ya está! ¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? Espero que sí.
Recordad dejar vuestras impresiones en los comentarios, que son la gasolina del ficker :)
Besos y abrazos,
Ali~
