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Hoy me levanté con ganas de Royai. D: Esta historia se ubica en canon luego de la finalización de la historia en el manga/anime. Espero les guste. NwN/


Disclaimer: FMA y sus personajes no me pertenecen. Pertenecen a Hiromu Arakawa.


Referencias De Lectura:

Narración.

«Pensamientos»

Diálogo.

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Capítulo Único

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Sobre Faldas y Sueños

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La oficina estaba calurosa y tal vez por eso surgió el tema.

Fuese como fuese, el tema estaba sobre la mesa.

¿Las minifaldas, eh...? ―Mustang soltó un suspiro―. Es verdad que dije que mandaría a acortar el largo de las faldas cuando escalase más puestos y que las haría de uso obligatorio para todas mis subordinadas, pero ese Mustang es diferente al de ahora ―declaró solemne y ante tal declaración, sus subordinados ―los nuevos y los viejos― dejaron muy en claro que no le creían nada de lo dicho con solo la expresión de sus rostros―. ¡Hey! ―los señaló indignado con la pluma en su mano―. ¿Acaso no me creen?

De seguro está esperando escalar un puesto más para acortar también las blusas ―dijo Breda y todos los demás asintieron.

Un pervertido sigue siendo un pervertido ―declaró Havoc―. Y los que son de la clase del General nunca dejan de lado sus sueños y metas, y eso lo sé porque si fuese de los que se rinden tan fácil, no estaríamos aquí y yo no estaría de pie.

¡Hey! No confundan mis sueños ni mis metas con esas otras cosas ―volvió a quejarse Mustang, hasta hacía un momento estaba concentrado en sus papeles, pero ahora se había hecho hacia atrás en la silla como si no tuviese que revisar cientos de planes y formularios más, el puesto que ahora tenía le brindaba más deberes que privilegios.

¿Las minifaldas obligatorias son más importantes que el plan de construcción de más escuelas de alquimia, General? O eso asumo ya que dejó de revisar el proyecto frente a usted para discutir sobre ellas ―la mujer que entraba a la oficina con más papeles en los brazos le miró con seriedad―. La verdad preferiría que cuando esté en este lugar se limitase a ejercer sus deberes para realizar la visión que tiene para esta nación y deje esas metas lujuriosas para su tiempo libre, General ―Mustang, en un gesto inusualmente infantil, infló un poco las mejillas mientras los demás se reían a sus costillas.

Nunca tengo tiempo libre, Teniente Hawkeye.

Quizá se deba a que en lugar de estar trabajando en la oficina, se la pasa imaginando cómo realizar las metas avenidas de sus deseos más bajos ―la mujer dejó los papeles sobre la mesa, los otros rieron de nuevo al ver la cara de su jefe, pero cuando la rubia los hizo objetivo de su mirada las risas se congelaron en sus gargantas―. Y eso va también para ustedes, creo recordar que deberían estar cumpliendo otras obligaciones y no aquí distrayendo al General ―los hombres bajaron la mirada avergonzados y ese fue el turno de Mustang de reír, a diferencia de ellos, él ―muy secretamente― disfrutaba de las regañinas de Hawkeye.

Para él eran como latigazos de cariño.

Ya oyeron a mi Teniente, no pierdan el tiempo en causas perdidas, no se hable más de acortar el largo de las faldas de mis subordinadas ―siempre disfrutaba usando ese "mi" camuflado―. Así que de pie, firmes, saluden, marchen y fuera ―en medio de suspiros todos sus subordinados acataron las ordenes ante la atenta mirada de la Teniente. Esa mirada de águila de la que todos sabían era la Reina del General, no solo era temida por la severidad que mostraba, sino también por lo peligrosa que era si se acompañaba con algún arma.

No por nada era la mano derecha del alquimista de fuego.

Y no por nada era la única persona que lo podía controlar.

No me sorprende que no haya hecho ni la mitad del trabajo que debería de ya estar listo a esta hora ―comenzó la mujer apenas la puerta de la oficina se cerró y quedaron a solas―, pero sí me sorprende su apatía ante el tema de las faldas y su largo.

Bueno, como les dije a los chicos ―Mustang tomó uno de los nuevos papeles, lo leyó y lo firmó―, el Mustang de ahora no es el mismo Mustang de antes.

Eso es verdad ―asintió la Teniente―, en algunos aspectos.

¿En algunos? ―Mustang dejó un papel de lado y la observó, Riza no podía evitar agradecer el que él recuperase su vista cada vez que la observaba de esa manera―. ¿En cuáles?

Por ejemplo, en que ahora termina el trabajo de una semana en dos ―permitió que una pequeña sonrisa resbalase en sus labios―, antes tomaba más de un mes. Eso es una muestra de que ahora es más determinado y aplicado.

Mustang no pudo evitar reír.

Si quería alguna respuesta más precisa de la Teniente se la tenía que hacer tan directa a como era su puntería.

Y aún no estaba seguro de querer hacer las preguntas que quería hacer.

O mejor dicho, no quería recibir las respuestas que estaba seguro que recibiría.

Y además ―continuó ella mientras revisaba una de las carpetas que su superior ya había finalizado de revisar y firmar―, parece que está madurando y se dio cuenta que el largo de las faldas de sus subordinadas no es un tema que deba ser discutido por respeto a ellas, y si puedo ser sincera, ese ha sido uno de sus mayores avances en estos años.

¿Ah, sí? ―alzó una ceja y dejó la pluma de lado―. ¿Por qué cree eso? ¿Sabe que una de las cosas que más lamenté al perder la vista fue mi incapacidad para deleitarme en las bellezas de la naturaleza y sus creaciones?

Y por eso digo que ha madurado, antes se lamentaba y ahora deja la oportunidad de las minifaldas pasar.

¿Acaso no quiere que vea las piernas de otras mujeres, Teniente? ―apuntó con tono pícaro, esperando el enojo de la teniente en cualquier comento.

Se veía tan bonita cuando le fruncía el ceño y se apenaba.

Espero atento su reacción esperada.

Exacto ―respondió ella, ni un ápice de su expresión cambió y eso lo descolocó.

¿Exacto?

Sí, exacto ―repitió ella estoica.

Pensé que... ―comenzó pero negó con la cabeza, no le iba a decir que esperaba otra reacción de ella porque eso sería admitir que estaba decepcionado―. Olvídelo.

Como ordene ―respondió formal y le colocó un folder en frente―. Le faltó una firma aquí.

Es verdad ―soltó un suspiro, de verdad que se sentía decepcionado de la falta de reacción de su teniente―. Creo que fue cuando empezamos a hablar de las minifaldas.

Y es por eso que le digo que dejar ese tema zanjado es uno de los mayores avances que ha tenido usted. Las minifaldas revoleteando por los cuarteles solo lo distraerían más ―Mustang le miró curioso.

¿Es por eso que dice que has dicho "exacto"?

Afirmativo ―contestó ella y él sonrió, tal vez dentro de todo si había un poco de celos en ella.

«¿De verdad habrán celos?» se preguntó a sí mismo y en ese momento una pequeña llama de travesura se prendió en él.

Teniente ―dijo, la mirada tranquila de ella hizo que la pequeña llama de travesura se transformase en un incendio, le encantaba causar que su teniente perdiera el control sobre su usual templado ser; después de todo, como buen alquimista de fuego, el preferiría el ardor de una llama a la estoicidad de una placa de hielo―, ¿quiere saber por qué deseché el tema de las minifaldas?

¿Tiene que ver con algún otro objetivo lleno de su perversión?

¡No! ―reclamó casi ofendido―. ¿¡Qué imagen tiene de mí!?

Insultar a un superior es una falta grave según el código de conducta así que no responderé esa pregunta, General ―lo dijo con seriedad pero Mustang la conocía mejor que nadie y no se le pasó por alto la diversión en el tono de voz de Hawkeye.

Y pensar que piensa tan mal de mí que decirlo lo considera digno de ser tomado como falta grave ―negó con la cabeza―. ¡Y yo que pensé que permanecía a mi lado por la imagen integra que tenía de mí! ―esa última frase apenas y la pudo terminar sin reír.

Ni él mismo se la creía.

Pero ―continuó con gesto indignado―, a pesar de ese insulto disfrazado de cortesía del que acabo de ser víctima, le diré la razón de mi decisión de no tratar más el tema de las minifaldas.

Como usted desee, General, pero primero revise esta carpeta.

El militar asintió y revisó, cuando por fin firmó, continuó.

La razón principal es que eso afectaría a todas mis subordinadas, usted incluida ―observó su expresión, pero ella no le reveló nada.

¿Así que lo ha hecho por consideración a mi persona?

No, más bien, consideración hacía mí mismo ―Hawkeye alzó una ceja esperando una mayor explicación―. Tener que verla a usted en minifalda todos los días es algo que preferiría evitar a toda costa ―dentro de la teniente algo se agitó con algo de malestar al escucharlo, ella sabía que no era muy llamativa como mujer, pero jamás pensó que a ese punto.

No pudo evitar la pregunta que brotó de ella.

¿Mi persona en minifalda le causaría alguna molestia?

Pero por supuesto que no ―ella le miró confusa.

¿Entonces a qué se refiere? ―una pequeña sensación de molestia escapó de su tono y Mustang casi no aguantó su sonrisa de diversión.

Me refiero, obviamente, a la distracción.

¿Qué distracción? ―la confusión en el rostro de ella era tanta que Mustang supo que era hora del jaque mate.

Quiero decir que en esta etapa de mi vida cualquier otra de mis subordinadas en minifalda no sería problema para mí, pero en cambio ―dejó de lado todo en el escritorio y la observó detenidamente de arriba abajo―, usted en mini falda no me dejaría concentrar en nada... solo imaginarla es suficiente para distraerme ―su sonrisa se torció con una especie de deleite travieso―. Y en especial en las noches frías.

La forma en que la cara de su teniente pasó de su color usual a un rojo más vivo que cualquiera de las llamas que él creaba, lo hizo sentirse el hombre más dichoso del continente de Amestris.

Us-usted... ―incapaz de crear una frase coherente debido a lo que sintió al escucharlo decir eso, la teniente de la cara roja le pegó con un folder en la cabeza.

¡Auch! ¿Está acaso usted atacando a su superior?

Cu-cuando... ―la mujer lo golpeó de nuevo y respiró hondo para calmarse―. Cuando un tonto habla dormido se le debe de despertar...

¿Y ahora me insulta? ―dijo aguantando la risa, por más que ella trataba de serenarse el color de sus mejillas seguía encendido.

Us-usted... ¡Solo trabaje! ―dejó caer con fuerza el folder en sus manos sobre el escritorio del General y se dio media vuelta para dirigirse a la puerta, necesitaba aire fresco y tiempo para convencerse de que el General Mustang solo le había dicho eso para desquitarse de su insulto camuflado.

¡De verdad debía controlar ese corazón que se le había acelerado!

Teniente Hawkeye ―la mujer trató de ignorar el llamado pero su estricta formación militar se lo impidió, así que se volteó luego de respirar hondo.

¿Se le ofrece alguna cosa, General? ―apretando los puños, preguntó.

Usted sabe que tengo muchos sueños y metas ahora ―ella asintió―, y desde que recuperé la vista decidí no dejar que algo me nublase el camino a ellos ―dijo, mirándola sorprendentemente serio―, y aunque el primordial de esos sueños abarca más que mi campo de visión, uno de los principales lo tengo en frente, justo como en el día en que recuperé la visión ―recordó el día en que la luz volvió a llenar su vida y lo primero que sus ojos curados vieron fue el rostro aliviado y alegre de su teniente y reina― aunque por muchos años estuviste a mis espaldas, protegiéndome, Riza...

Ni él supo de donde había sacado el valor para decir algo así.

Lo que sí supo fue que sintió una esperanza creciente cuando la teniente solo se retiró luego de una silenciosa reverencia con la cabeza.

Ella le había entendido.

Lo sabía por sus mejillas rojas, pero más por sus ojos conmovidos y un sentimiento de algo más.

Y además, había algo aún mejor que eso.

Ella no le había rechazado tajantemente, como él imaginó que pasaría.

...Sus sueños se materializarían, y esperaba que todo sucediese junto a ella...

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¿Reviews?

Sus reviews animan a continuar escribiendo a los fanfickers.

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Notas De Autora:

Estos dos son tan perfectos el uno para el otro, los adoro tanto. *w*)9 El General llamándola a ella Riza es una de mis cosas favoritas de imaginar entre ellos, y por supuesto, solo por ella el General dejaría de lado las minifaldas. xDDD Cualquier duda pueden dejarla en los comentarios. Espero les gustase. NwN/

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¡Mil gracias por leer!

¡Adieu!

NwN/

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