En la mansión Agreste reinaba un ambiente tenso, lleno de expectación. Gabriel Agreste nunca había salido a dar una rueda de prensa y mucho menos había permitido a los periodistas entrar en su fastuosa casa. Por eso Adrien había decidido que se les habilitaría el comedor, de manera que la enorme mesa desaparecería para dar paso a tres filas de sillas y una pequeña plataforma con un atril.
Adrien llevaba semanas preparando el anuncio que cambiaría el transcurso de su vida. Marinette había estado a su lado en todo momento e, incluso, le había ayudado a organizar su discurso. Y dado que Nathalie seguía convaleciente tras la lucha (de la que nadie sabía nada), Alya se había encargado de concertar el alquiler de las sillas para los periodistas y las cámaras, así como un servicio de catering y el alquiler del resto de los materiales.
Durante todo ese tiempo, Gabriel Agreste había estado confinado en su habitación. En las pocas ocasiones en las que Adrien le visitó, lo hizo acompañado del abogado familiar, que ahora se encontraba en una situación un tanto difícil. Gabriel Agreste había accedido a cederle a su hijo la mayor parte de su poder para que estableciese los términos que él quisiera. Algunos estaban relacionados con su madre y con su economía; otros, con la empresa y su herencia. Había muchos asuntos que resolver, pero los pilares estaban bien cimentados para que no hubiera problemas.
Aun así, Adrien no podía dejar de moverse mientras Marinette le ajustaba la chaqueta del traje que había decidido ponerse aquel día. Con paciencia, ella le pedía cada dos por tres que se estuviera quieto.
―Adrien, por favor―dijo Marinette cuando apenas le quedaban unos pocos retoques―, estoy a punto de terminar.
―Lo siento―repitió Adrien por enésima vez aquel día, estrujándose los dedos con fuerza―. ¿Es normal que solo tenga ganas de vomitar y echar a correr?
―Mientras primero vomites y luego corras…―intervino Plagg, flotando junto a él― Sería bastante asqueroso que corrieras mientras devolvieras el desayuno.
―No he desayunado―confesó Adrien, a quien se le había formado un nudo en la boca del estómago.
Marinette le lanzó una mirada de reproche. Llevaba días obligándole a comer.
―Adrien…
―En cuanto pase este día, te prometo que mantendré una dieta sana y equilibrada―le aseguró, al tiempo que Marinette se ponía en pie y negaba con la cabeza.
―Relájate, ¿vale? Todo va a salir bien.
Tikki apareció entonces al lado de su dueña y le guiñó un ojo.
―Estamos contigo, Adrien.
Él no dijo nada. Trató de tragar saliva, pero ni eso pasó por su garganta. En ese momento, Nino apareció en la habitación con una carpeta en la mano.
―Chicos, dos minutos―anunció, poniendo a Adrien más histérico si era posible.
Marinette le lanzó una mirada envenenada a Nino, que salió por patas de la habitación. Tikki y Plagg se retiraron en silencio para dejar a Marinette y Adrien a solas. Adrien dejó caer los hombros, pero Marinette se apresuró a cogerle de los brazos y obligarle a enderezarse, mirándole con la determinación brillando en sus ojos azules. Adrien creyó que estaba viendo a un ángel.
―Puedes hacer esto, Adrien―declaró Marinette, sonando más convencida que nunca―. Es el mejor camino para que la empresa de tu padre no quiebre. Llevas meses trabajando en esto con el abogado, yo he estado contigo revisándolo todo. ¡Hasta mi padre te ha echado una mano! Todo saldrá bien.
―¿Y si fracaso? ―murmuró Adrien, dejando salir por primera vez lo que llevaba rondándole la cabeza desde hacía semanas― ¿Y si lo que creo que estará bien, no lo está? ¿Y si fallo?
―Nadie nace sabiendo―respondió Marinette con dulzura, entendiéndole mejor de lo que él creía―. No te diré que todo será un camino de rosas, pero sí que yo estaré a tu lado, ayudándote a sortear las espinas. Todos te apoyaremos y te ayudaremos, Adrien. Deberías confiar más en ti mismo, tienes la capacidad de destruir el mundo entero.
Adrien rodó los ojos, pero sonrió.
―Eso débeselo a Plagg.
―No hablo del poder de los prodigios―repuso Marinette, guiñándole un ojo―. Vamos, gatito. Enséñales las garras.
Adrien alzó una ceja.
―Si me llamas así, no me siento nada amenazante, ¿sabes?
Marinette soltó una carcajada que ayudó a aliviar la tensión del propio Adrien. Tras un corto pero ardiente beso, ambos salieron de la habitación y bajaron la enorme escalinata central cogidos de la mano. El murmullo incesante de los periodistas se oía desde la planta de arriba, pero tener a Marinette junto a él, apretándole la mano, era suficiente para no sentir las piernas como si fuese gelatina.
En cuanto entró en el comedor, los periodistas guardaron silencio y las cámaras de vídeo y de fotografía capturaron al joven Agreste junto a su novia, quien ya había salido en alguna que otra foto exclusiva de varias revistas del corazón. Marinette y Adrien recorrieron el pasillo lateral que se les había habilitado y llegaron a la pequeña plataforma, donde Marinette soltó a Adrien y dejó que él tomara la delantera. Sin embargo, ella no se movió del lateral del escenario y él se lo agradeció con una mirada cómplice.
Adrien carraspeó. Nunca le había dado miedo hablar en público, pero era la primera vez que lo haría ante unos periodistas ansiosos por saber de qué iba aquella rueda de prensa extraordinaria.
―Buenos días―comenzó diciendo Adrien y su voz sonó más segura y firme de lo que él se sentía―. En primer lugar, quisiera agradecer a los medios de comunicación su asistencia y su paciencia―Adrien hizo una pausa, tal y como le había recomendado su asistente oral.
»Cuando mi padre creó la marca Agreste, supo que se enfrentaba a un gran reto. Vivimos en un mundo, en un país, en una ciudad donde los diseñadores están a la orden del día. Entrar en su mercado es realmente complicado, pero mi padre, Gabriel Agreste, lo consiguió. Durante años, ha afianzado su marca en París y Francia y, gracias a su esfuerzo, ahora tenemos reconocimiento en las mejores pasarelas del mundo.
»Por eso, una de las cosas que preocupaba a mi padre era cómo continuaría su legado cuando él no estuviera o no fuera capaz de llevarlo a cabo personalmente―Adrien hizo una nueva pausa y respiró hondo; estaba a punto de soltar la bomba que lo cambiaría todo por completo―. Gracias a él, he tenido una educación ejemplar. Me ha enseñado cómo funciona la empresa, cómo mantener y mejorar todo lo que él creó. Y por eso, hoy y dado que mi padre, Gabriel Agreste, no se encuentra en disposición de continuar dando lo mejor de sí para la empresa, yo, Adrien Agreste, su hijo, le sustituyo en el mando de la firma Agreste y de todo lo que esta representa.
La sala estalló en comentarios a viva voz. Adrien echó un vistazo a Marinette, que le alzaba los pulgares y le animaba a continuar. Ella tenía razón, él no había terminado de hablar.
―Ruego que me disculpen de nuevo, por favor―alzó la voz Adrien, sujetándose al atril como si no estuviese a punto de desplomarse.
Los periodistas necesitaron un par de minutos para asentarse de nuevo, pero ya bullían la emoción y las preguntas en sus asientos.
―Dado que mi anuncio implica una serie de responsabilidades―continuó diciendo Adrien, inspirando con fuerza―, quisiera hacerles una petición. Esto no se trata de mí o de la compañía Agreste, se trata de la persona a la que habéis estado siguiendo durante todo el verano. Ella―Adrien señaló a Marinette, que se pegó a la pared como si así pudiera desaparecer―, es Marinette Dupain-Cheng. Ante el interés que tenéis por ella, solo quiero que sepáis que sí, estoy enamorado de ella y sí, estamos juntos. Por lo demás, estoy dispuesto a emprender medidas legales contra cualquier persona o medio de comunicación que se atreva a acercarse a ella, a fotografiarla o a grabarla sin su consentimiento.
Los murmullos cesaron de nuevo. Los periodistas se habían quedado mudos.
―Y para concluir, me gustaría agradecerles a todas las personas que han confiado en mi padre y en mí para dar este paso. Sé que muchos de nuestros socios y compañeros de profesión estarán atentos a nuestras novedades y yo estoy impaciente por demostrarles que Agreste seguirá siendo un referente de la moda parisina. No dejaré que el esfuerzo de mi padre sea en vano.
»¿Alguna pregunta?
...
¡LLEGÓ EL FINAL! Bueno, si es que se puede llamar final porque... ¡HABRÁ SEGUNDA PARTE! Es algo que no tenía planeado, pero eso es lo bueno, ¿no? Dejar que los personajes fluyan y dominen la historia.
Espero poder empezar a publicar pronto la segunda parte. Mientras tanto, disfrutad de esta primera que (por fin) he terminado.
Muchísimas gracias por todos vuestros comentarios. Me habéis animado a continuar y a mejorar. Espero leeros de nuevo en la segunda entrega.
Hasta entonces... ¡nos leemos!
