—Me gustas... Adrien.
El susodicho quedo paralizado. Las palabras de Marinette lo habían sorprendido de sobre manera. Sus labios se movían nerviosos sin poder sonreír correctamente porque tenía que sonreír ¿Cierto?
Sus ojos la observaban y más mantenía sus ojos en ella, este se repetía: Esto no podía estar pasando.
Su cuerpo emitió un leve temblor.
—S-somos amigos —Su voz salió inconstante— ¿C-cuando tu...?
Ni siquiera pudo terminar la frase.
—Desde que me entregaste el paraguas.
Su voz salió baja producto de la timidez, pero Adrien pudo escuchar a la perfección.
Entonces sintió como en su interior rugía un trueno en señal de reconocimiento; sus ojos se expandieron, su boca se abrió. Sin embargo, no pudo hablar.
¿Que podía decir?
No quería esto. No deseaba haber escuchado esto.
No.
Cambiar.
No quería cambiar. Quería que todo siga igual. Pero, ¿Podía?
¿Cómo no se había dado cuenta?
Pero quizás si lo había hecho. Solo que...
Nunca quiso percatarse. No si eso incitaba al cambio.
Uno que no quería. Uno del cual no estaba preparado, ya que le tenía miedo. Tenía miedo al cambio. Miedo del después, de lo que pasaría.
¿Qué pasaría?
¿Su amistad seguiría? ¿Comenzarían a salir juntos?
Sin importar la respuesta. Nada sería lo mismo.
Y no quería eso.
Por eso no quería admitir la realidad de los sentimientos de Marinette.
Ella era una amiga. Una buena amiga. Su primer amiga.
No quería que cambie. Porque no sabría que hacer si las cosas cambiaran.
Como actuar, que decir.
Estaba bien como estaba -o tal vez, no tan bien- pero eso era mejor a que un inesperado cambio modifique las cosas. Le modifique lo que siente -o lo que dice- que siente por Marinette.
Porque es amistad. Porque no podía ser algo más.
No debía.
Debía resistir.
Resistencia al cambio. Eso él tenía. Eso desarrollo.
No quería innovar y que esos sentimientos hacia Marinette lo hagan actuar de manera diferente.
La rutina estaba bien.
Ser amigos estaba bien.
No obstante, el cambio no podía detenerse. El mundo constantemente estaba cambiando. Las personas a su alrededor estaban cambiando.
Incluso él.
Nunca sería el mismo que ayer. Pero, aun así...
No lo aceptaba.
Porque...
"Marinette es una buena amiga"
Pero, ¿Podía serlo para siempre?
"Me gustas... Adrien"
No estaba seguro.
No, no, no.
En este mundo cambiante. Siempre hay cambio.
Y él lo sabía, porque cuanto más la miraba, mas notaba sus mejillas sonrojadas. Lo que a su vez, ocasionaba que al más tiempo pasar, Adrien podía oír como su corazón latía mucho más rápido, su cuerpo se calentaba y sus mejillas tenían un rosado color.
"Es una buena amiga"
Se repetía, ya que no se sentía preparado para algo nuevo en su vida y sobretodo tener todas las condiciones como lo necesario para sobrellevarlo.
"Seremos amigos por siempre"
Formuló en su mente, pero sus ojos azules -que probablemente esperaban una respuesta- penetraban su piel y huesos, llegando a lo profundo posible de su corazón.
Lo hizo vacilar.
"Quizás eso ya no podía ser posible..."
