Si hay algo que siempre va a agradecerle a su profesor de pociones, al hombre que lo salvó del abuso de sus parientes y a quien irremediablemente empezó a querer desde el comienzo (a pesar de su apariencia, que realmente daba miedo, más a un niño de recién once años cumplidos), es que gracias a él, gracias a Severus Snape, Harry sabía lo que era tener un hogar seguro y cálido, lo que era tener a alguien que se preocupara por él y no lo golpeara por ser un fenómeno o un monstruo, como lo hacían sus tíos.

Cuando él había llegado al mundo mágico, al día siguiente de que se haya enterado de que él, Harry, era un mago, estaba totalmente seguro que no iba a durar ni una semana, cuando todos se dieran cuenta de que Harry sólo era eso, Harry. No era el salvador que todos estaban esperando, como le dijo Hagrid, ni tampoco era poderoso ni inteligente. De todas formas, él sólo sonreía y asentía a las personas que lo miraban y saludaban, sintiéndose mal en el fondo cuando todos descubrieran la verdad sobre él.

Harry, tal vez podría ser un mago, sí, pero no era ni poderoso, no era su salvador, no era nada especial. Sólo era Harry. ¿Cómo destruyó aparentemente al malvado mago? No tenía idea, no; pero estaba seguro que realmente no había sido él, de todas formas. Tal vez el malvado sólo había cometido un error. Nadie podía decir qué había pasado exactamente esa noche, porque (para dolor de Harry) él era el único sobreviviente, y no recordaba nada más que una risa, un grito y una luz verde.

Al llegar a Hogwarts, aún adolorido por la paliza de despedida que le dio el tío Vernon (en lugares específicos para que la ropa la ocultara), realmente deseó ser lo que todos querían que él fuera, para poder estar en ese asombroso castillo para siempre, pero sabía que no iban a ser así las cosas. El castillo-escuela era un lugar increíblemente maravilloso, y sintió un poco de melancolía prematura para cuando ya no lo pudiera ver más.

Ya en el sorteo, Harry vio a un hombre de apariencia oscura en la mesa de profesores mirándolo fijamente. Su rostro estaba totalmente neutro, sus labios en una línea recta demostrando un poco de tensión y sus ojos (que lo habían hecho recordar a su tío Vernon cuando estaba enojado con él) demostraban una rabia y hasta odio, aunque también, Harry se dio cuenta, había una pizca de diversión tras eso; y entonces Harry había entendido que, a pesar de todos los que se acercaban él y lo trataban amigablemente, había alguien (aparentemente el único) que se había dado cuenta que Harry no era lo que todos esperaban. Se había guardado un suspiro, pensando que si ese hombre, aparentemente un profesor, no le decía a nadie lo que se había enterado, tal vez podría quedarse un tiempo más en la escuela, lejos de su familia que no hacía más que odiarlo y golpearlo; pero luego se dijo a sí mismo que era lo mejor, así nadie gastaba demasiado tiempo en él que, al final del día, hubiera sido en vano.

En un momento sintió una puntada en su cicatriz, aunque no le había prestado demasiada atención porque, en el momento siguiente, fue llamado para su sorteo. Había escuchado al chico pelirrojo contar algo sobre las casas, y sólo entendió (por cómo dijo el pelirrojo, Ron se llamaba) que Gryffindor está bien; Ravenclaw son comelibros; Hufflepuff son tontos; y Slytherin es la maldad en una casa, y que de esa casa había salido el mago que asesinó a sus padres. Harry pensó entonces, mientras la profesora McGonagall le colocaba el viejo sombrero, que él quedaría en Hufflepuff, si realmente allí estaban los tontos.

Vaya, vaya. Veo a un superviviente aquí.

La voz del sombrero se escuchaba en su cabeza, por lo que Harry sólo respondía en ella.

—No soy un superviviente.

Oh, claro que lo es. Veo mucho coraje en usted, señor Potter, aunque también veo mucha curiosidad y lealtad; realmente quiere un amigo, ¿eh? Pero lo que resalta es la determinación. ¿Una mala infancia, señor Potter? Tiene la determinación de mantenerse con vida a pesar de que la vida misma no lo haya tratado muy bien, bastante sorprendente... Veo su facilidad con adaptarse al cambio, ya sea bueno o malo...

La gente a su alrededor lo miraba en silencio, mas Harry no veía a nadie ni prestaba atención a los susurros. Harry sólo quería que lo eligieran de una buena vez y poder buscar alguna forma de que el señor, su profesor, no le dijera a nadie que él no servía, aunque seguramente sería en vano. También tenía que fijarse qué podría darle al profesor, por si necesitaba algún soborno. ¿Los profesores aquí aceptan sobornos? Él tenía dinero en la cuenta de Gringotts, y por lo que entendió era bastante, así que aunque sea podría hacer algo.

Oh, sí sí. Ya lo sé, aunque tiene miedo, es la mejor decisión. Le irá muy bien, si confía en los adecuados, claro. Escuche a su cabeza y mantenga su corazón firme, señor Potter, y la gloria será suya.

¡Slytherin!

En ese momento Harry se había dado cuenta del silencio a su alrededor y el cómo muchos de los niños lo miraban sorprendidos. Cuando la profesora McGonagall le dio un pequeño empujoncito (que a él realmente casi lo tira de la silla), se dirigió a la mesa de su Casa, donde de un momento a otro empezaron a aplaudir, y luego el resto del comedor. Se sentó al lado del rubio platinado, con quien no había tenido un buen comienzo (Harry simplemente no toleraba a los que se creían mejores que otros por tener mucho más dinero, y el niño era exactamente eso), mirando con precaución su rostro asombrado, esperando algún golpe o insulto. Luego de un momento, lo relajó y dio un pequeño asentimiento dirigido a él, y Harry se lo devolvió. Aunque sea no lo iban a golpear ahora. Harry miró brevemente hacia la mesa de profesores, donde el Director (Albus Dumbledore, recuerda) y el señor de negro lo miraban fijamente. El Director tenía también una pequeña mirada asombrada, pero no veía nada malo detrás, mientras que el profesor ya no tenía sentimiento alguno en su rostro, y Harry no sabía si era mejor o peor.

Esa misma noche, Harry recuerda que el hombre de dura mirada y vestimentas totalmente negras era su Jefe de Casa y el profesor de Pociones, Severus Snape. Su voz sonaba increíblemente dura mientras repasaba las reglas de la Casa y miraba a todos y a cada uno de los niños recién ingresados: los horarios de ir a la cama, la alimentación, las tareas, los grupos de estudios, y hasta los horarios en los que él se encontraba disponible por si alguno tenía alguna duda. Había escuchado a algunos de los niños quejarse sobre la hora de dormir y los alimentos nutritivos que comerían, pero Harry no pudo estar más que complacido: al fin iba a poder comer tres comidas diarias y dormir en una cama. Si es que lograba convencer a su Jefe de Casa. Tal vez podría comentarle algunas cosas que él podía hacer si le permitía quedarse.

Las habitaciones se dividían en chicos y chicas, donde ambos tenían el acceso prohibido a las habitaciones del contrario. Una habitación era para dos niños, y Harry quedó con el niño de cabello plateado, Draco Malfoy.

—No eres como pensaba, ¿sabes?— Draco le había dicho, cuando habían terminado en silencio de guardar sus pertenencias (Harry se había avergonzado un poco cuando trató rápidamente de esconder su ropa muggle, que pertenecían a su más que grande primo Dudley).— Pensé que estarías por ahí defendiendo a todos y todo, y que ibas a ir a Gryffindor.

—No soy lo que todos creen.— Se encogió de hombros, sin mirarlo.— Sólo soy Harry.

Draco no había dicho nada más esa noche, y Harry se dio cuenta que en muy poco tiempo debería ya ser su hora de dormir, por lo que su plan esa noche no iba a funcionar. Se encogió de hombros mentalmente, mientras se metía a la cama. Tal vez mañana.

HPSS

Bueno, ¡hola! Esta es mi primer historia dedicada al mundo de Harry Potter, y la quise hacer un Severitus porque, por favor, el mundo realmente lo necesita. No soy muy buena en estas cosas, pero espero que la lectura sea de su agrado.Principalmente iba a ser un OS, pero tal vez tenga algunos capítulos.