Disclaimer: The story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the plot belongs to Payton79. I just translate with her permission.
Disclaimer: La historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la trama de Payton79, solo me adjudico la traducción.
Este capítulo lo betearon Yani y Meli, betas de Élite Fanfiction ( www facebook com / groups / elite . fanfiction / )
Capítulo 1
Hoy era el primer día de mi nueva vida. Iba camino a empezar un nuevo trabajo en una nueva ciudad y no podía esperar para instalarme.
Nacido y criado en Seattle, estudié medicina en U-Dub y después completé mi residencia en el Hospital de Niños de Seattle. Después de cuatro años como médico pediatra asistente, estaba listo para decirle adiós a los turnos de noche y a trabajar los fines de semana.
Mi última relación seria terminó en primavera cuando Jane, mi novia durante cuatro años, decidió mudarse a la costa este para promover su carrera como periodista. A pesar de que hice algunas consultas de trabajo en un hospital allá, no era tan serio como sobre ir con ella, y ella tampoco me pidió que lo hiciera. Nos separamos amigablemente y nos fuimos por caminos diferentes.
Así que, alrededor de un mes después, cuando mi tío Carlisle me llamó con una oferta de trabajo, tomé la oportunidad sin pensarlo dos veces. Él vivía cerca de un pequeño pueblo llamado Forks en la Peninsula Olympic y trabajaba como ginecólogo en el Olympic Medical Center de Port Angeles.
El doctor Gerandy, un viejo amigo suyo, estaba buscando un compañero joven que eventualmente se quedara con su consultorio pediátrico. Después de solo una hora de charla y algunas negociaciones menores, cerramos el trato. Tom era exactamente el tipo de doctor en el que quería convertirme: atento, minucioso y muy querido por sus pequeños pacientes. Aparentemente, vio algo en mí que lo hizo cancelar todas las otras entrevistas y, en su lugar, insistirme para que comenzara tan pronto como firmara los papeles y cancelara mi contrato en Seattle.
Nunca había estado tan ansioso por comenzar algo diferente en mi vida. Incluso la idea de dejar la gran ciudad para mudarme a un pequeño pueblo me entusiasmaba más que arrepentirme en ese momento. Claro, estaba dejando amigos y familiares, pero solo estarían a un par de horas en coche y podría visitarlos en cualquier momento. Siempre había estado cerca de Carlisle, su esposa, Esme, y su hijo, Emmett, por lo que no me importaría vivir más cerca de ellos. Por ahora, me estaba quedando en su gran casa a una hora de Port Angeles pero esa tarde, después de mi primer día de trabajo, tenía una cita con una agente de bienes raíces para ver las propiedades disponibles. Sin embargo, no tenía prisa por comprar y estaba completamente bien con viajar todas las mañanas hasta encontrar la casa perfecta para mí.
En una de mis visitas previas al consultorio, había visto una cafetería pintoresca justo a la vuelta. Como todavía era temprano y solía llevar mi propio café al trabajo, hice un pequeño desvío en lugar de ir directo a la oficina.
A las ocho de la mañana, la tienda estaba concurrida, pero no demasiado llena. Había varias mesas ocupadas por clientes leyendo el periódico o jugando con sus teléfonos. Distinto a las largas filas a las que estaba acostumbrado en Seattle, solo había una mujer frente al mostrador esperando que su orden estuviese lista.
Como no tenía nada mejor que hacer, eché un vistazo más de cerca. Me estaba dando la espalda, tenía unas ondas largas y oscuras que llegaban unas pulgadas por debajo de sus hombros. Ella era bastante baja, probablemente entre un metro cincuenta o sesenta, con la cantidad perfecta de curvas, acentuadas por unos jeans azules ajustados.
Aunque ella no estaba hablando, era obvio que estaba al teléfono, con su brazo derecho doblado y por como asentía con la cabeza.
—Sí, seguro. Podríamos hacer eso.
Su voz era un poco más gruesa de lo que esperaba y sentía curiosidad por ver algo de su rostro. Asintiendo otra vez, su mano izquierda se movió así ella podría ver su reloj.
—Supongo que estaré en casa en veinte minutos. Mándame un mail y te haré saber lo que pienso.
Con un asentimiento más grande, aceptó su café para llevar de la mujer que estaba detrás del mostrador, le entregó el billete y luego se dio la vuelta para irse. Finalmente, pude mirar su cara y no pude apartar la vista. Su piel era casi translúcida por su palidez, sus mejillas teñidas por un ligero rubor, pero su característica más prominente era el par más grande de ojos marrón oscuro que había visto nunca. Ella era una maravilla. No del tipo demasiado arreglada, pero sí del tipo de chica ideal de al lado.
No pude apartar mis ojos mientras se acercaba a mí, su teléfono todavía contra su oreja. Por un breve momento su mirada se encontró con la mía y sentí como si el tiempo se hubiera detenido. Ella me lanzó una rápida y pequeña sonrisa mientras caminaba a mi lado. Había estado esperando a una distancia respetable, pero cuando ella pasó, un aroma de fresas y fresias golpeó mis fosas nasales, haciendo que mi boca se humedeciera y mis ojos se cerraran para saborearla y guardar el recuerdo.
—Buenos días, señor, ¿cómo puedo ayudarlo? —llamó mi atención la barista, rompiendo mi trance.
Sacudiéndome del hechizo bajo el cual estaba, di un paso adelante.
—Hola, me gustaría un café negro para llevar, por favor.
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Pasé el día organizando mi nueva oficina, llamando a seguros y autoridades y revisando los detalles de la oficina con las enfermeras y la secretaria, así como con Tom. Aunque solo había trabajado en un hospital, tenía una idea clara de cómo quería que funcionara mi consultorio y contaba con el apoyo total de Tom.
De vez en cuando, mi mente volvía a la belleza de la cafetería, preguntándome quién era ella o si alguna vez la volvería a ver. No estaba buscando una aventura y no era el mejor momento para iniciar una relación, pero al verla esa mañana se produjo algo en mí que no había sentido antes. Sin embargo, ella era una extraña, tal vez ni siquiera de la ciudad, y yo haría todo lo posible por olvidarla.
Como no iba a comenzar a ver pacientes hasta la próxima semana, salí de la oficina a las cuatro para reunirme con mi agente de bienes raíces. Hablamos por teléfono unas cuantas veces y resultó que Heidi Simmons era una rubia tetona, que rezumaba confianza y atractivo sexual, pero sus selecciones para mostrarme dejaban mucho que desear. Después de un pequeño condominio, un loft y un pequeño bungalow, detuve las visitas para ser más específico sobre lo que estaba buscando en una casa.
—Heidi, gracias por tu esfuerzo, pero no creo que estemos llegando a ninguna parte aquí. Lo que me estás mostrando son variaciones de lugares de soltero. Sin embargo, lo que quiero es una casa en un vecindario agradable. Una casa, tal vez dos o tres habitaciones con un patio y un lugar para poner una parrilla para hacer barbacoas.
Heidi se puso una mano en la cadera y adelantó la del otro lado, sonriéndome con satisfacción.
—Una casa de familia entonces. Bien, doctor Cullen, estoy segura de que las damas están detrás de usted, pero ¿no quiere jugar un poco primero? Creo que usted es demasiado joven y demasiado atractivo para ya establecerse.
Me habían llamado atractivo en el pasado, pero a los treinta y dos años estaba muy lejos de ser demasiado joven para establecerme. No necesariamente estaba buscando una esposa, pero mi futuro estaba aquí, en Port Angeles, así que ¿por qué no comprar una casa que funcionaría para mí a largo plazo? Gracias a mis abuelos, que habían dejado un patrimonio bastante sustancial a todos sus nietos en partes iguales, no tenía un presupuesto ajustado.
El coqueteo de la agente inmobiliaria me irritó los nervios y no quería nada más que irme y comenzar el viaje de regreso hacia Forks. Heidi era una mujer hermosa, pero, con su obviedad no era mi tipo. Sin embargo, ella era amigable y había sido altamente recomendada, así que le repetí lo que estaba buscando, luego estreché su mano y me fui.
**** ITaV ****
Después de una noche inquieta, llegué a la ciudad un poco antes que el día anterior, aproveché el tiempo caminando hasta la cafetería. Sabía que estaba siendo tonto, pero tenía la débil esperanza de encontrarme con mi belleza morena por segunda vez.
Había dos personas esperando en el mostrador, pero para mi decepción, ella no era una de ellas. Rascando la parte posterior de mi cuello y resoplando por mi ridiculez, miré a mi alrededor, notando que la mayoría de los clientes eran los mismos que ayer.
Di un paso adelante cuando la línea se movió y, cuando sonó la campanilla de la puerta, alguien se colocó detrás de mí. El hombre de mediana edad frente a mí se volvió, sonriendo a quienquiera que entrara.
—Hola, Bella. No te he visto a ti ni a tu papá desde hace un tiempo. ¿Cómo está?
Aburrido, estaba a punto de sacar mi teléfono y leer mi correo electrónico, cuando la voz melódica, que había resonado en mis sueños la noche anterior, me hizo detenerme y mirar hacia arriba.
—Hola, señor Marks. Charlie está bien. Está haciendo todo lo posible para reducir la tasa de criminalidad de Forks de cero punto uno a inexistente.
Bella, como parecía que se llamaba mi belleza, se rió. Eché un vistazo por encima de mi hombro para mirar su cara en forma de corazón, enmarcada por sus rizos oscuros que colgaban sueltos alrededor de sus hombros. Estaba vestida con pantalones vaqueros, zapatillas blancas y un polo azul que le quedaba perfectamente a su piel pálida.
Ella debió haber notado que la miraba, porque sus grandes ojos marrones se movieron hacia los míos por un segundo, su boca se curvó en una rápida sonrisa y luego se concentró en el señor Marks.
—El buen jefe. Tal vez debería llamarle y organizar un viaje de pesca —dijo, aceptando su café y moviéndose para pararse junto a Bella.
Hice mi pedido de un café negro y traté de no ser demasiado obvio en mi observación frecuente. Demasiado pronto, la barista me entregó mi vaso de papel y, después de pagar, me di la vuelta para irme, sonriendo y asintiendo a Bella al pasar. Podría haberlo imaginado, pero sentí sus ojos en mí hasta que la puerta se cerró detrás de mí.
****ITaV****
El resto del día fue como el anterior hasta que salí de la oficina para reunirme con Heidi. Las casas que tenía para mostrarme eran mucho mejores que las que habíamos visto el día anterior, pero las dos primeras no tenían la sensación correcta. Aunque no fue así para la tercera.
Cuando entré en la tranquila calle residencial, vi a niños paseando, perros, hombres cortando el césped y mujeres paradas, charlando y riendo. Sin siquiera saber qué casa me mostraría Heidi, instantáneamente supe que esto era lo que había estado buscando. Su BMW rojo se detuvo frente a una casa modesta pero no demasiado pequeña, blanca, de dos pisos. El jardín delantero estaba limitado por una valla verde, el garaje adjunto a la casa tenía espacio para dos autos y en el porche delantero colgaba un columpio en el que al menos dos personas se sentaban cómodamente.
Heidi balbuceaba sobre el espacio del terreno, el área cubierta y los años de construcción y remodelaciones mientras me guiaba hacia adentro, pero todo lo que veía era un hogar. Jane se había llevado la mayor parte de nuestros muebles y lo que ella no tomó, lo vendí. Sin embargo, podía imaginarme los colores que quería en las paredes, el sofá en el que vería fútbol y, algún día, los niños correteando, persiguiéndose unos a otros.
La casa tenía cuatro habitaciones medianas, dos baños y medio, una oficina y una habitación familiar de buen tamaño, e incluso antes de que ella me dijera el precio, ya había decidido hacer una oferta. Heidi me hizo saber que los propietarios estaban buscando una venta rápida y, como sabía que quería mudarme más pronto que tarde, ella prometió hacer algo para acelerar las cosas.
Una hora más tarde, con un saltito en mi paso, caminé hacia mi auto y regresé a Forks.
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El día siguiente era sábado y aunque el consultorio no estaba abierto el fin de semana, tenía varias cosas que hacer para prepararme para ver a mis primeros pacientes el lunes. Habiendo compartido un buen desayuno con Carlisle y Esme, me dirigí un poco más tarde a mi cafetería. Como era fin de semana, sentí que las posibilidades de encontrarme con mi belleza de ojos marrones eran bajas. Por lo tanto, me sorprendió encontrar a nada menos que a Bella esperando en el mostrador frente a mí.
Sus labios se curvaron en una sonrisa cuando me vio caminar hacia ella.
—Me estás acosando o eres nuevo en Port Angeles y tu agenda se alinea milagrosamente con la mía.
Sus palabras eran burlonas, pero era obvio que ella tenía curiosidad.
—Bueno, acabo de mudarme aquí, pero acosarte es una idea muy interesante, Bella —dije su nombre en un tono diferente y pareció tener un efecto en ella.
Ella entrecerró los ojos y luego se encogió de hombros.
—Me tienes en desventaja aquí. Aparentemente, sabes mi nombre, aunque no tengo idea de cómo llamarte.
Sonriendo, extendí mi mano y tomé su suave palma en la mía.
—Hola, Bella, soy Edward. Es un placer conocerte.
Tuve que obligarme a dejarla ir, ya que tocarla, aunque solo fuera inocentemente, se sentía perfecto. Luego, cuando levantó su mano izquierda para deslizar un mechón de cabello detrás de su oreja, fui recompensado con el descubrimiento de un dedo anular desnudo. Cuando choqué los cinco mentalmente, Bella fue llamada por la barista y tomó dos grandes cafés con leche de ella, murmurando un gracias.
Antes de dirigirme a la mujer que estaba detrás del mostrador, señalé los dos vasos.
—Tienes mucha sed esta mañana, lo entiendo.
Una risita encantadora escapó de sus labios.
—A pesar de que fácilmente podría beber ambos, estoy tomando un café con una amiga. —Señaló a una mujer de cabello oscuro con gafas a la moda, sentada en una mesa en un rincón, y luego se volvió hacia mí—. Que tengas un buen fin de semana, Edward. Supongo que te veré el lunes.
Con otra sonrisa brillante, se dirigió hacia su amiga y yo ordené lo mismo de siempre. Al salir un par de minutos más tarde, miré a Bella y su amiga, pero parecían estar muy concentradas en su conversación.
El lunes no podía llegar lo suficientemente rápido.
****ITaV****
Una vez en la oficina, tuve dificultades para sacar a Bella y nuestro breve intercambio de ideas de mi cabeza. Por algunas horas, me preparé para mi comienzo real el lunes, pero no pude concentrarme completamente. Mi mente seguía volviendo a la forma en que sus ojos brillaban cuando se reía, lo dulce que sonaban sus risitas y lo suave que se sentía su mano en la mía.
Poco después del mediodía, sonó mi teléfono y Heidi me felicitó porque aceptaron mi oferta para la casa, empaqué mis cosas y me dirigí a mi hogar temporal. Durante el viaje, llamé a mi primo Emmett para preguntarle si quería ir a tomar una cerveza para celebrar conmigo.
Cuando era más joven, solía pasar la mayor parte de mis vacaciones escolares con Carlisle y Esme, y Emmett era mi mejor amigo. Teníamos la misma edad, trepábamos a los árboles, salíamos a pescar en el arroyo cerca de su casa y, más tarde, jugábamos videojuegos durante muchas noches. A medida que crecimos, permanecimos cerca, pero mis visitas se volvieron menos frecuentes una vez que comencé la escuela secundaria.
Emmett se unió a mí para la universidad en Seattle, pero después de graduarse, se mudó a casa para comenzar su propio negocio como contratista. Se reconectó con su ex novia de la escuela secundaria y hacía cinco años se habían casado. Ahora, eran padres de una niña de cuatro años y un bebé que aún no tenía su primer aniversario de vida.
Eran la típica familia norteamericana y últimamente había empezado a envidiarle a Emmett su vida predecible. Estaba feliz con todo lo que tenía y disfrutaba pasar tiempo con su esposa y sus hijos. Sin embargo, nunca me rechazó cuando le pregunté para salir por un vaso de cerveza o un partido de golf.
—Entonces, ¿cómo te trata la vida en un pueblo pequeño, Ed? ¿Estás listo para regresar a la gran ciudad? —Emmett se rió entre dientes, más tarde esa noche, después de tintinear su cerveza con la mía.
—Ahora ni siquiera vivo en un pueblo pequeño, sino en el bosque con tus padres. —Tomé mi primer sorbo y dejé que el líquido amargo corriera por mi garganta.
Emmett rió a carcajadas.
—¿Mamá te puso en tu antigua habitación con los carteles de Star Wars y la colcha de Yoda? Maldición, supongo que estás ansioso por salir de allí.
Le lancé una mirada entrecerrada.
—Ella la remodeló hace unos meses. Pero no me quedaré allí por mucho tiempo. Hice una oferta por una casa y hoy fue aceptada. Pronto seré su dueño. —No podía dejar de sonreír, imaginándome viviendo en mi nueva casa.
—Mierda, Ed, felicitaciones. Ahora, solo necesitas encontrar a la chica adecuada para comenzar a criar a pequeños Cullen, como yo.
Algo en mi cara hizo que dejara de reírse.
—¡Escupe!
—¿Escupir qué? —contesté, haciéndome el tonto.
—Conociste a alguien, ¿verdad? Nunca te habías visto así cuando hablamos de la Dura Jane.
Emmett y Jane se toleraron en el mejor de los casos, pero nunca se llevaron bien. Esa fue la mitad de la razón por la que Em y yo nos separamos en los últimos años. Aunque estaba decidido a cambiar eso. Él era el único, además de mi amigo Jasper, en Seattle a quien consideraría contarle sobre Bella.
—Lo hice. Ella es perfecta.
—Oh, Eddie, parece que estás perdido por esta chica. Dime, ¿quién es ella? ¿Dónde la conociste? ¿Tal vez la conozco? —Emmett sonaba como una niña pequeña.
Decidí darle algo, pero considerando que era pronto y tal vez no iría a ninguna parte, no le conté toda la historia.
Tomando un gran trago de mi cerveza, le conté.
—La encontré en la cafetería cercana al consultorio. Es hermosa, ingeniosa y dulce. Solo hablé con ella una vez, pero la veré de nuevo el lunes por la mañana. Si las cosas continúan bien, la invitaré a salir pronto.
Emmett escuchó en silencio, su sonrisa se ensanchó con cada una de mis palabras.
—¿Cuál es su nombre?
Suspiré. Todavía no estaba dispuesto a divulgar esa información. Port Angeles era un pueblo pequeño y Emmett hacía muchos trabajos por allí, así que probablemente conocería a Bella. Por el momento, quería dejar que las cosas progresaran naturalmente sin ninguna interferencia externa.
—Ese es mi secreto, por ahora. Lo descubrirás pronto, espero.
Em no estaba feliz, pero lo dejó pasar y, durante el resto de la noche, bebimos, compartimos historias de nuestra juventud y hablamos sobre Rose, los niños y mi nueva casa. Era como en los viejos tiempos y, como ahora vivía tan cerca, planeaba tener muchas más noches como esa.
A medianoche nos despedimos. Emmett fue a su casa para darle al bebé su biberón nocturno y yo me fui a mi cama temporal, soñando con ojos de color chocolate y cabello caoba.
¡Hola!
Y sí, acá está la nueva traducción. Esta historia me gusta muchísimo, así que espero que ustedes también la disfruten tanto como yo.
¿Me cuentan qué les pareció este primer capítulo en los comentarios? ¿Por dónde creen que irá esta historia?
Muchas gracias a Meli y a Yani por corregir el capítulo y apoyarme siempre en todo. ¡Las quiero!
¡Gracias a Payton79 por permitirme traducir su historia!
¡Hasta el próximo capítulo!
