Para las impacientes que me lo habéis estado pidiendo... ¡aquí está! La verdad es que me ha costado mucho escribir este capítulo. Tenía la idea, pero por algún motivo me ha costado mucho plasmarla. En fin, espero no decepcionaros.

Disfrutad! :-)


Dos semanas y media después – Viernes, 19:55 p.m.

Entre el sonido de maletas siendo arrastradas y masas de personas agolpándose para ser recibidas en la zona de espera, quería marcharse de aquel lugar lo antes posible. Para colmo, la llegada de la primavera había traido consigo un aumento de las temperaturas, lo que hacía el ambiente más agobiante aún. Nunca terminó de acostumbrarse a los aeropuertos.

Solo se relajó cuando lo vio a lo lejos, a punto de salir a la zona de espera. Su avión había llegado hacía ya un rato, por lo que a Shinichi le preocupaba que hubiese pasado algo. Supuso que simplemente se había tomado su tiempo. No pudo evitar reírse solo al contemplar de lejos esa cara de frustración tan familiar y propia de él, la cual, ahora que la veía, debía admitir que había echado en falta.

–¡Kudo! –Gritó el recién llegado todavía a unos metros de distancia, sonriendo a pesar del cansancio que mostraba su cara.– ¿Me has echado de menos?

–Que va, he estado muy tranquilo. –Le dijo en broma, quedándose con él.

Cuando por fin se alcanzaron el uno al otro, se fundieron en un abrazo, pateándose un poco la espalda como los chicos solían hacer. En su caso, cualquiera a su alrededor que se dignase a mirar la escenita afectiva que estaban montando podría haberlos confundido por pareja o hermanos. Ellos preferían la segunda opción, para ser sinceros.

–Bienvenido de nuevo a casa, Hattori. –Le recibió Shinichi, separándose de él para dar comienzo a los días que les esperaban juntos.

El detective de Tokyo se ofreció a llevar las maletas, pero Heiji lo rechazó y lo hizo él mismo, caminando en dirección al parking del edificio con energía de sobra.

–No puedo esperar más... Me muero por verla. –Pensó en voz alta con cara de emoción. Sus ojos brillaban, mirando al frente con la cabeza bien alta.

–¿De verdad que no quieres parar primero en mi casa y descansar? –Le volvió a preguntar Shinichi, mientras le guiaba hacia donde su coche estaba aparcado.

Habían tenido la misma conversación una y otra vez durante los últimos días, tanto por escrito como por teléfono. Intentó convencer a su amigo de que después de tantas horas de viaje desde América lo que debía hacer era ducharse, comer algo y dormir, pero el chico de Osaka no iba a cambiar sus planes. Sinceramente, Shinichi habría hecho lo mismo que él, pero estaba intentando ser un buen anfitrión. Entendía la impaciencia de Heiji por ver a su chica.

Obviamente no cedió a las recomendaciones de su amigo y entró en el coche con una sonrisa boba, mirando ilusionado por la ventana del copiloto. Ya tenía veintitrés años, pero Heiji a veces llegaba a ser el más infantil de todo el grupo.

–¿Estás seguro de que sabes dónde viven las chicas? –Preguntó impaciente.

–Sí, tranquilo. Hace unas semanas llevé a Ran a casa. –Contestó, dándose cuenta de que esa respuesta era muy reveladora.

Aquello obviamente llamó la atención del chico de piel morena, que encontraba un entretenimiento que calmase sus nervios durante el camino.

–¿Kudo? ¿¡Qué demonios no me has contado!?

–¡No, no...! ¡Hay una explicación! –Se apresuró a corregirse, ruborizándose un poco. Puso el doble de atención a la carretera para no acabar teniendo un accidente mientras pensaba en ella.

La distancia entre el aeropuerto y la zona de la ciudad a la que se dirigían no era corta, por lo que tuvo tiempo suficiente para explicar todo lo que había pasado últimamente. Shinichi y Heiji se mantían en contacto continuamente, pero la situación que había tenido lugar en las últimas semanas no era algo que quisiera tratar por teléfono. Le contó todo mientras conducía: desde el primer cruce de miradas en mitad de la carretera, pasando por el juicio, hasta los problemas de Ryoko.

Aunque intentó contárselo de la forma más objetiva posible, a Hattori no se le pasó por alto los sentimientos que su amigo estaba ocultando. Sin embargo, decidió no decir nada, algo poco común en él. Kudo se estaba dando cuenta por sí solo de los sentimientos que llevaba tanto tiempo negando, y además, no quería meterse en medio en un momento tan delicado para la actual novia de este. Heiji confiaba en que las cosas tomasen su curso y acabasen bien.

Habían pasado ya un par de semanas desde la última vez que Shinichi vio a Ran. Y aunque esta vez no cortaron el contacto de forma radical, sí que iba decreciendo conforme pasaban los días. Al principio podía usar a Ryoko como excusa para ponerse en contacto con ella, pero desde que el otro abogado se encargaba de todo, se le acababan los motivos para hablar con Ran.

Pero hoy volvería a encontrarse con ella.

Y Heiji, después de varios meses, por fin vería a Kazuha.


Viernes, 21:03 p.m.

El clima de primavera incitaba a salir por las noches, ya fuese a cenar o hacer algo con sus amigas. Ese era el plan que tenían en un principio, pero se había visto frustrado tan solo unas horas antes a causa de Sonoko. A Makoto le había surgido una oferta de trabajo fuera de la ciudad, y cómo no, Sonoko quería pasar su último fin de semana en Tokyo junto a él.

Tanto Ran como Kazuha la animaron a salir con él, Sonoko habría hecho lo mismo en su lugar. Pero comportarse como buenas amigas no significaba que no estuviesen desilusionadas. Habían esperado toda la semana para que llegase ese día, poder desconectar un poco y olvidarse de sus problemas personales.

Aún era temprano, se habían preparado algo rico para la cena que acababan de terminar hacía unos minutos, y estaban a punto de ducharse una tras otra y acomodarse para ver una peli. Con helado, mucho helado.

Aunque Ran debía admitir que las cosas iban algo mejor de lo que se imaginaba. Había estado evitando el contacto con Shinichi durante mucho tiempo para no volver a sufrir por él, sin embargo y contra todo pronóstico, ahora que se habían acercado se sentía en paz consigo misma. El sentimiento cálido que tuvo al bajarse de su coche negro de alta gama permaneció durante unos días, en los que había estado intercambiando llamadas con el detective. Pero las excusas para hablar con él se acababan. Kazehaya tomó las riendas de la situación y el contacto de la expareja se volvió más esporádico, aunque por suerte para ambos, no nulo.

Ran entendió que, quizás, solo estaban destinados a ser amigos. Quizás por fin estaba preparada para aceptarle de nuevo en su vida y por eso había vuelto. No era lo que su corazón le pedía, pero creía poder acostumbrarse a ello.

Por el contrario, el estado de ánimo de Kazuha había caído en picado a lo largo de la semana. El motivo también era su detective, pero era exactamente todo lo contrario a su amiga. Notaba a Heiji muy distante. Los mensajes eran cada día menos frecuentes, las llamadas más cortas y llevaba sin cogerle el teléfono desde el día anterior. Estaba tan asustada como enfadada.

No había parado de quejarse en todo el día, y Ran había tenido que escuchar sus teorías sobre que Heiji estaba saliendo con alguna chica americana. Ese era uno de los motivos principales por los que les habría venido bien salir esa noche a despejarse.

Pero el destino quiso arruinar sus planes a favor de los de otro par...

Ding dong. Ding dong.

Fue Ran la que acudió a abrir. Llevaba un rato tumbada en el sofá y tenía una pierna dormida, por lo que torpemente sorteó los muebles de la estancia y encendió la luz. Por el camino le dio una voz a Kazuha para avisar de que iría ella, ya que esta acababa de entrar al baño y probablemente ya estuviera desnuda.

Mientras se acercaba a la puerta preguntó un par de veces quien llamaba, pero no obtuvo respuesta. Abrió intrigada, no esperándose para nada ver alguno de aquellos dos rostros. Se quedó en shock un momento, por un montón de motivos distintos, pero pronto entendió por qué habían venido sin avisar. Estaba claro que alguien quería dar una sorpresa a otra persona.

–¿Qué ocurre, neechan? ¿Te has olvidado de mi cara?

–No puede ser... ¡Hattori! –Exclamó la chica, acercándose para darle un abrazo de bienvenida.

Que ella no fuese el motivo principal de aquella visita no cambiaba el hecho de que fuese un reencuentro emocionante. Ran también llevaba mucho sin ver a Heiji, mucho más que Kazuha incluso. Al romper con Shinichi ambos se habían distanciado, aunque el detective de tez morena seguía teniéndole el mismo afecto que siempre.

–¿Cuándo has vuelto? ¿No estabas en América? –Preguntó entusiasmada. Miró al interior del apartamento, impaciente porque Kazuha saliese, pero no muy segura de cómo hacerlo para no fastidiar la sorpresa.

–Hace una hora, ¿verdad Kudo? –Respondió, introduciendo a su amigo en la conversación.

Shinichi había decidido quedarse atrás para no quitarle protagonimo a Heiji. Claro que Ran le había visto, pero debido a la emoción del momento todavía no había tenido tiempo a saludarle como era debido. Esperaba tener tiempo después del recibimiento para hablar con él un poco más.

Introduciéndose a la conversación, le contaron un poco a la chica cómo había surgido aquella vuelta tan inesperada, y esta por fin los invitó a pasar al interior del apartamento. Se disculpó por el desorden, aunque apenas había nada fuera de lugar. Shinichi se fijó en absolutamente todo lo que vio a su paso, y aunque reconocía muchos elementos de la decoración al gusto de Sonoko, también podía decir que aquel sitio emanaba la esencia de Ran.

Parados en mitad del salón, el cual daba acceso a todas las otras estancias, se quedaron en completo silencio cuando escucharon el pomo de la puerta del baño.

–Ran-chan, ¿qué es todo ese ruido? –Preguntó la inquilina, asomando la cabeza por el hueco de la puerta.

Llevaba un albornoz y el cabello a medio mojar todavía, pero al percatarse de quién era su visita le dio absolutamente igual salir así.

–No... –Susurró primero para sí misma, ojiplática mirando al chico que le sonreía de oreja a oreja.– ¿Heiji? ¿Estoy soñando?

Él se acercó a la puerta y después ella se encargó de terminar con la distancia que los separaba. Se abalanzó hacia él, hundiéndose en su pecho, y el detective la rodeó con sus brazos y besó su frente. Hacía un par de meses que no se veían, era uno de los períodos más largos que habían vivido el uno sin el otro. Daba igual cuántas veces se peleasen y decidieran dejarlo, la realidad era que no podían vivir separados.

Y después de tanto tiempo, por fin se habían dado cuenta de que todas esas discusiones eran secundarias. Kazuha estaba llorando, y Heiji había empezado a hacerlo también al notarla. Se aferraban el uno al otro, olvidándose del mundo, como si estuvieran solos.

Pero no lo estaban. Ran y Shinichi se encontraban contemplando la escena en silencio. Se miraron entre sí y se sonrieron, felices por sus amigos, y sin decirlo en voz alta, felices de que al menos a aquel par les hubiese ido bien. Al mirarlos se veían a sí mismos hacía mucho tiempo, y no podían evitar preguntarse... ¿serían ellos dos así si las cosas hubiesen sido de otra forma?

–Kudo, hola a ti también... –Dijo Kazuha, separándose de Heiji mientras se secaba las lágrimas.– Perdón por no haber saludado antes...

–No te disculpes, lo entiendo. –Respondió este con una sonrisa.

–Chicos, ¿habéis comido? –Preguntó Ran de pronto, robando la atención de todos.– Hay curry hecho, ¿queréis?

Obviamente, ninguno de los dos se negó. Kazuha se disculpó y fue a ponerse algo de ropa decente, mientras los dos detectives ayudaban a Ran a preparar la cena exclusiva para ellos, por mucho que esta insistiese en que se relajasen. Al cabo de unos minutos todos se encontraban sentados en los cómodos sofás de la sala de estar.

–Me quedo dos semanas. –Empezó a contar Heiji mientras comía, respondiendo a las preguntas de las chicas.– Estaré en casa de Kudo, después iré a Osaka a ver a mis padres.

–¿Ves como te estabas preocupando más de la cuenta, Kazuha? –Ran se dirigió a su amiga en tono de burla, causando que esta se enrojeciera.

–Es que... –Comenzó a explicarse al ver la cara de confusión de los chicos.– Heiji, no me respondías a los mensajes y yo...

No terminó la frase pero se entendía qué quería decir. Esto conmovió al joven, sentado a su lado, que dejó el plato en la mesa para pasar un brazo por los hombros de su chica y darle un rápido beso en los labios. También la había manchado con la salsa de la comida.

A pesar de la nube en la que se encontraba la pareja, ni Ran ni Shinichi se sintieron incómodos. Es más, se sentían más cómodos que de costumbre, al igual que aquel día en el coche. Era como si el tiempo no hubiese pasado y volviesen a tener la misma confianza que cuando tenían diecisiete. Para reforzar aquella sensación, los cuatro pronto se vieron rememorando momentos que todos habían vivido juntos, incluso hicieron mención a la etapa de Conan Edogawa sin que ninguno de ellos pusiera mala cara.

Hasta que sin darse cuenta, solo dos participaban en la conversación... Heiji y Kazuha habían acabado acurrucados y acariciando por turnos el cabello del otro, mientras Ran y Shinichi recordaban su viaje a New York cuando tan solo tenían quince. Shinichi estaba absorto, mientras que Ran fue la primera en darse cuenta de que la pareja ya no estaba prestando atención.

–Cambiando de tema, Shinichi, ¿me ayudas a recoger? –Ran se puso en pie, apilando los platos y llevándose al detective a la cocina.

Heiji y Kazuha ni siquiera se inmutaron. Solo tenían ojos para el otro.

–Quieres que los dejemos solos, ¿verdad? –Le preguntó Shinichi, dejando los vasos en el fregadero.

Ran asintió, sintiendo cómo las mejillas le ardían. Para dejar solo a aquel par, también tendrían que quedarse solos ellos dos. Aún no sabía si el destino le estaba sonriendo o solo jugando con ella, pero desde hacía días nada le apetecía más que pasar tiempo con aquel chico.

–¿Damos una vuelta? Quiero enseñarte la zona.

Tardaron poco en dejar el apartamento. Tomaron las escaleras hasta el exterior de la calle, donde la brisa fresca les golpeó en contraste con la calidez del interior. Ran había hecho bien en tomar su chaqueta antes de salir, aunque había sido más por ocultar la simplicidad de su outfit en contraste con el de Shinichi que por frío.

Ran, que le miraba de reojo, se preguntó en qué momento había empezado a vestir así. Seguía la estética que usaba de adolescente, pero ahora de forma más madura. Las camisas le abrazaban los músculos a la perfección, siempre con un botón abierto y los puños remangados. Los pantalones estilizaban su figura. Siempre zapatos caros o deportivas de marca, además de un cinturón a conjunto. Había heredado por completo el buen gusto de su madre.

Ella, en cambio, llevaba pantalones de deporte y una camiseta cualquiera. Normalmente usaba otro tipo de ropa, pero se había puesto cómoda nada más llegar del trabajo por la tarde. Estuvo a punto de pedirle a Shinichi que la esperara mientras se cambiaba, pero aquello le habría resultado muy revelador e incómodo. Se sentía un poco insegura en aquel momento, al lado de él.

Y Shinichi, capaz de leerla como un libro abierto, lo notó.

–¿Qué tal el trabajo? –Le preguntó, intentando sacar tema de conversación mientras andaban calle abajo. Él miraba a su alrededor, intentando averiguar cuál era el camino antes de que Ran lo desvelara.

–El trabajo... –Ran se alteró un poco, estaba tan absorta en sus pensamientos que no esperaba verle hablar primero, pero le alegró que lo hubiese hecho.– Bastante bien, estoy muy contenta aunque tan solo esté empezando. Quiero ver cómo progreso en los próximos meses, después me plantearé qué camino seguir.

–Tus padres deben estar muy orgullosos de ti. –Le sonrió el detective, reteniéndose de decirle que él también se sentía orgulloso de ella. De haber hecho eso el corazón se le habría salido del pecho esperando una respuesta.

Las mejillas de la chica se enrojecieron un poco al ver la sonrisa tan sincera y amplia de Shinichi. Se sentía más nerviosa a cada segundo que pasaba, a pesar de lo bien que habían estado los cuatro en su apartamento. Ahora estaban solos, y eso traía consigo pensamientos de mil tipos.

–Espero. –Respondió tímidamente. Llegaron al final de la calle y giraron a la izquierda, donde Shinichi pudo distinguir la entrada a un parque a pesar de la oscuridad. Ran quiso cambiar el foco de la conversación.– ¿Cómo van tus casos?

–Pues... está todo muy calmado, no he tenido ningún caso complicado en las últimas semanas. Me estoy empezando a aburrir.

Ran le miró de reojo sin que él se diese cuenta, con una sonrisa pícara. Vio la posibilidad de hacerle una broma, y aunque al principio dudó un poco, se animó a sí misma.

–¿Qué ocurre, tu radar de muertos se ha averiado?

Shinichi se paró en seco, mirándola un par de pasos por atrás con incredulidad. Aún así era obvio que en su mirada había diversión, con un deje de perversión, que hizo que en el estómago de Ran explotaran cientos de mariposas.

–Te vas a arrepentir de haber dicho eso, verás como te pille...

Como una niña pequeña, la adrenalina la invadió tras la amenaza, y echó a correr inmediatamente hacia el interior del parque. Shinichi tardó menos de un segundo en perseguirla, pensando que caería al suelo en cualquier momento por estar más concentrado en la risa de Ran que en el camino.

Alcanzó a agarrar la tela de su chaqueta. Ella intentó zafarse de esta y seguir huyendo, pero no fue suficiente rápida: Shinichi ya había agarrado su cintura y había atraído su cuerpo hacia él. La soltó al instante, cuando ella misma se dio cuenta de que había perdido, mientras intentaban recuperar el aliento después de la carrera.

Cuando el joven levantó su cabeza, vio el lago que tenían al lado. Había farolas alrededor que se reflejaban en el agua, mientras al otro lado se extendía un amplio terreno de césped con mesas de picnic.

–A veces vengo a este parque a correr, o a tomar el aire. –Dijo Ran, aún apoyándose sobre sus propias rodillas mientras se recuperaba.– Es enorme, incluso conecta con el barrio vecino.

–Es precioso. –Respondió Shinichi, hipnotizado. Había estado en lugares mucho más bonitos, pero en aquel momento se sentía encantado de estar en aquel sitio. Quizás no se trataba del lugar, sino de la compañía.

Pasaron varios deportistas al lado de ellos y alguna que otra familia, por lo que decidieron caminar ellos también, en busca de un lugar tranquilo. Poco después acabaron al otro lado del mismo lago, sentados en un banco de piedra rodeado de sufientes plantas como para darles un poco de privacidad.

Aunque ambos sabían que no lo era, parecía una cita. Ran fácilmente fantaseaba con que realmente estaban en una, pero hizo un esfuerzo por mantener los pies en la Tierra. Shinichi estaba en una relación, jamás se perdonaría a sí misma meterse por medio de dos personas y aún menos cuando una de las partes le importaba tanto. Tampoco veía a Shinichi capaz de cometer un engaño así.

Sin embargo, aunque fuese incapaz... hubo una noche, en Estados Unidos, que pasó junto a una mujer. Aún a día de hoy Ran no acababa de entender cómo pudo pasar aquello, pues Shinichi no era el tipo de chico que la engañaría, menos aún después de todo lo que habían pasado para estar juntos.

Estar a solas con él despertaba demasiados pensamientos en la cabeza de la abogada. No quería arruinarlo, pero no tuvo otro remedio que hablar de quién menos le apetecía para dejar de hacerse ilusiones.

–¿Cómo está Ryoko?

A Shinichi tampoco le hizo ninguna gracia recibir aquella pregunta. Durante un rato casi se había olvidado de que ya tenía novia.

–Ha empezado a trabajar con su nueva mánager, de momento la veo contenta. –Respondió, intentando mostrar suficiente interés en su actual pareja.– Todavía tenemos el juicio pendiente.

–Ya veo. Me alegro de que esté mejorando la situación. –Dijo genuinamente.– Y de que os vaya bien.

¿Qué iba a decirle si no, que aún no le había superado? Ahora que había recuperado a su amigo de la infancia no quería perderle aún si tenía que soportar verle junto a otra chica. Hace cinco años, antes de que apareciese Conan, estaba dispuesta a apoyarle en cualquier relación, ¿por qué dejar de hacerlo ahora?

Ran no se percató de la sonrisa forzada de Shinichi. Él sabía que su relación con Ryoko funcionaba bastante bien... sin embargo, había estado sintiendo cosas que estaban muy fuera de lugar.

Shinichi se dio cuenta en aquel momento de que no tenía ni idea de qué había sido de la vida amorosa de Ran. Por su parte, su relación era pública y no había mes que no fuese mencionada en alguna revista. Pero, ¿qué había de su amiga de la infancia? ¿Salía con alguien? ¿Volvería a estar enamorada? Él había asumido que no, y que ella era la misma que cuando tenía diecisiete años. Pero lo cierto era que no tenía ninguna prueba que lo confirmase.

–Y tú... –Se decidió a preguntar, pero se sentía increíblemente nervioso, hasta el punto de que casi le temblaba la voz.– ¿Estás saliendo con alguien?

La sonrisa de la cara de Ran se evaporó, incluso se tensó un poco. Tardó un poco en responder, lo que Shinichi pensó que podía significar una afirmación. Sabía que escuchar un sí le dolería, por egoísta que aquello fuese por parte de alguien con novia.

–No. –Respondió firmemente.– No he tenido esa suerte.

Ella intentaba dejar de lado los pensamientos de aquel tipo, pero no podía evitar preguntarse a veces cómo Shinichi había conseguido enamorarse de otra chica. A ella le encantaría poder hacer eso también, pero nadie igualaba al detective. Había momentos en los que incluso se arrepentía de haber cortado con él. Quizás hubiese sido mejor sufrir en silencio, a su lado, sin pedir explicaciones. Quizás podía vivir con la duda.

Pero solo habría salido ganando ella... él estaba feliz ahora, ¿verdad?

–Ten paciencia. –Le aconsejó él sin que ella se lo esperase.– No cualquiera te merece, Ran. Ni siquiera yo estuve a la altura...

Se había formado un nudo en la garganta de cada uno de ellos. Shinichi acababa de tocar una herida que todavía no había cicatrizado. Y esta estaba apunto de abrirse y desgarrarse de nuevo...

–Shinichi... no estoy enfadada contigo.

¿Cómo le explicaba que él sí se odiaba a sí mismo por dejarse engañar de aquella manera? Se aprovecharon de la debilidad que sentía por ella para sacarle información. Si ella hubiese sido consciente de eso en aquel momento, la habría vuelto a involucrar en el caso y hubiese vuelto a estar en peligro. Ya cometió ese fallo cuando recuperó su cuerpo, no estaba dispuesto a hacerlo una segunda.

Si tres años atrás hubiese querido conservar a su novia, solo tendría que haberle contado la verdad de lo que había ocurrido. Pero entre verla a salvo y verla a su lado, sin dudar eligió la primera.

A día de hoy era distinto. Había pasado mucho tiempo de su ruptura, se había esforzado para que esa gente pagase, y después de dos años podía estar completamente seguro de que la Organización que tanto daño le había hecho estaba pagando al completo por sus actos. Ahora nada le impedía contarle la verdad.

–Ran, yo... aquella noche...

El corazón se le salía del pecho. Notaba la camisa pegada por del sudor excesivo causado por los nervios. Se había preparado el discurso en su cabeza un montó de veces, pero nunca pensó que llegase el momento de soltarlo. De igual forma, ella había soñado muchas veces con oír la verdad, aunque fuese tarde y ya para nada les sirviera.

–No fue a propósito... –Las palabras se trababan al salir de su boca, y todo lo que había practicado le fue en vano. Se tomó un segundo para relajarse y hablar claro.– Sé que crees que te engañé, pero no fue así.

–Shinichi... –La chica tomó el turno de palabra, intrigada y asustada a la vez.– No tienes que hacerlo si no quieres, en serio. Te conozco, sé que no lo harías al menos que te obligasen o drogasen o...

–Nada de eso. –La cortó, impacientándose.– Fue voluntario. Me acosté con aquella mujer voluntariamente.

Ran quería llorar pero reunió fuerzas para no hacerlo. ¿Lo estaba admitiendo? ¿No se estaba contradiciendo a sí mismo? ¿De verdad llevaba tres años excusándolo y resultaba que de verdad era así de imbécil?

–Pero escúchame, por favor, por imposible que parezca. –La tomó por los hombros, obligándola a sostenerle la mirada.– Pensé que eras tú. Me engañaron. Fue un gran error por mi parte no darme cuenta de que alguien se estaba haciendo pasar por ti, pero esa es la verdad, Ran.

Tardó en asimilar lo que acababa de escuchar, parecía surrealista, pero así eran muchas cosas de las que había visto dentro de aquel mundo de detectives. Podía creérselo.

–¿Creías que era yo?

–Estaba muy emocionado porque habías ido a visitarme... y cometí aquel gravísimo error. Si hubiese sido cualquier otra chica, te aseguro que yo no...

Entonces, Ran estalló en lágrimas. Le daba vergüenza hacerlo frente a Shinichi, pero no pudo reprimirse más. Él no la había engañado y la voz que escuchaba en su cabeza repitiéndole que no estaba a la altura como novia se equivocaba. Estaba aliviada, sentía que se había quitado un gran peso de encima. Ya no pasaría más noches pensando en eso, ya no volvería a soñar que Shinichi la dejaba porque ser insuficiente.

Pero aquella reacción él la interpretó de otra forma, confundiéndole.

–No... yo... lloro porque estoy aliviada. –Le confesó, relajándose un poco y secándose las lágrimas con las mangas de su chaqueta.

Vio entonces a Shinichi sonreír. Este le apartó el cabello de la cara y se lo acomodó hacia un lado, para dejar su rostro despejado y secarle las lágrimas con sus propios dedos. El tacto del detective era delicado, y le recordaba a sus primeras semanas como novios, cuando acababa de recuperar su cuerpo y se sentían en una nube por poder estar juntos.

–Eres una llorona. –Le dijo dulcemente, imitándose a sí mismo cuando estaban en la guardería y ella odiaba esa palabra.

Se puso en pie y le ofreció una mano para que ella se levantara también. Después la atrajo hacia su pecho, y se abrazaron. La cabeza de Ran ocupaba el hueco del cuello de Shinichi, a pesar de que hacía unos años le llegaba un poco más arriba. O en otras palabras, él había crecido. Tampoco recordaba que tuviese un cuerpo tan trabajado, y eso que Shinichi siempre había estado bien físicamente... solo que ahora lo estaba más.

–¿Me perdonas entonces? –Le preguntó, besándole la frente.

Ran tenía ganas de llorar aún más ante aquel gesto tan dulce, pero se contuvo. Aquel chico de ojos azules solía ser algo frío y nada cariñoso, pero con el paso de los años había cambiado también en ese aspecto. El corazón de la joven acabaría por derretirse con esos gestos.

Para evitar malentendidos, se mantuvo cerca de él durante el tiempo justo y necesario. Dio un par de pasos hacia atrás, guardando una distancia prudencial. Asintió, pues en su corazón ya le había perdonado hace algún tiempo y toda duda se había despejado tras las confesiones que Shinichi acababa de hacer.

–Supongo que volvemos a ser amigos... ¿cierto? –Fue su turno de preguntar ahora. Su voz sonó insegura, como si no lo tuviese suficientemente claro todavía.

–Ran, nos conocemos desde que teníamos cuatro años... ¿cómo no voy a quererte en mi vida?

Sus miradas azul e índigo se encontraron, sonriéndose mutuamente. Otra vez esa sensación cálida. Habían resuelto el mayor malentendido de todos, ya no había dudas ni miedos que los distanciaran. Echando un vistazo al pasado, los últimos tres años habían sido largos y difíciles al estar separados.

Era simple: Shinichi y Ran estaban destinados a formar parte de la vida del otro. No importaba cuantas veces discutiesen, ni cuantas cosas saliesen mal entre ellos... siempre volverían a cruzarse.


Unos días más tardes – Martes, 13:57 p.m.

En las últimas semanas Kazuha, Sonoko y Ran se habían dado cuenta de lo poco frecuente que era que las tres comiesen en casa juntas. Cada una tenía un horario diferente que abarcaba tramos distintos del día, por lo que era complicado que coincidiesen periódicamente un día y hora determinados. El único hueco que encontraban, siempre y cuando Sonoko no estuviese fuera filmando, solía ser la noche de viernes, la cual aprovechaban para salir a cenar fuera, tomar alguna copa o cualquier otro plan que se les ocurriera.

El plan que habían hecho el viernes de la semana anterior se canceló a causa de Sonoko, dando lugar a una noche llena de emociones que ni Ran ni Kazuha se imaginaban.

Los días de Heiji Hattori en Tokyo se acababan, y se los pasaba metiendo las narices en los casos de su amigo en cuya mansión se alojaba, y planeando citas con Kazuha, para acabar llevándosela a la mansión de su amigo también. Pasada una semana allí tenía planeado pasar otra en Osaka antes de volverse a New York. Su novia, que pretendía disfrutar de él al máximo, aprovecharía sus dos días libres para visitar también y junto a él su ciudad natal.

Por su parte la actriz, que había ganado muchísima fama en apenas unas semanas, había despedido a su prometido en el aeropuerto hacía tan solo un par de días. Makoto se había marchado a participar como entrenador a un torneo de kárate, poniendo a Sonoko en una situación similar a cuando eran adolescentes. Por suerte, ella había madurado algo, y era capaz de esperarle pacientemente entre rodajes de películas y cenas con la corporación Suzuki.

Y después estaba Ran, saturada a causa de los juicios a los que tenía que enfrentarse, forjándose poco a poco una reputación similar a la de su madre. Trabajar la distraía de pensar en otros asuntos, como el que llevaba por nombre Shinichi Kudo. Apenas habían vuelto a hablar después de la conversación del parque, pero sí habían acordado verse una vez Hattori se marchase, ya que Shinichi tendría más tiempo libre para entonces. No era una cita, tan solo eran dos amigos intentando ponerse al día de la vida del otro tras mucho tiempo.

Aunque no podía sacárselo de la cabeza, tenía muy clara la situación. Habían hablado las cosas, pero en ningún momento él le había dado pie a pensar que quería volver con ella. Shinichi estaba saliendo con Ryoko y se querían, Ran sabía que debía parar de hacerse ilusiones lo antes posible. Aquello se lo repitió mil veces a sí misma como un mantra.

Ran no se habría esperado jamás lo que pasó esa tarde, igual que no se esperaba que encontrarse con sus dos compañeras de piso ese medio día. Era una de esas veces inusuales que las tres coincidían.

–¿Qué hace esto aquí? –Alzó la voz desde la cocina, esperando que alguna de las otras la escuchase desde alguna parte del apartamento.

–¡Son dos números de revistas que salen mañana! –Gritó de vuelta la periodista, asomando la cabeza por la puerta de la cocina para hablar a un volumen normal.– Sé que Sonoko los lee, así que los he conseguido antes de que salgan.

Se sentó en uno de los bancos de la isleta de la cocina, estaba esperando a que las otras dos terminasen de acomodarse y acudieran a comer también. Mientras esperaba, le echó una ojeada a la primera revista, hasta que encontró un titular en su interior que le llamó demasiado la atención como para seguir pasando páginas.

Terminan su relación la modelo e influecer Ryoko Akagi y el famoso detective del Este, Shinichi Kudo.

Era una noticia que sin duda alguna causaría controversia. No había forma de que pasase desapercibida y menos aún para la gente de su círculo, como lo eran Hattori o las chicas. Todo el mundo se preguntaría cual sería el motivo de aquella ruptura con lo bien que se les veía juntos, y Ran, sin leer el resto de la noticia ni saber qué era lo que realmente había pasado, podía hacerse una idea.

Ya tenía el rostro empapado en lágrimas cuando Sonoko entró por la puerta. Su amiga la miró preocupada por si le había pasado algo malo, sin imaginarse que el motivo era un trozo de papel.

–Es por mi culpa. –Dijo Ran, levantando la revista en sus manos.– ¡Han roto por mi culpa!

Sonoko corrió a su lado, entendiéndolo todo cuando vio la noticia escrita.

–Ran, tranquila, ¡tranquila! –Le rogó Sonoko, entrando en pánico al ver el descontrol que se había formado en un momento.

Kazuha, escuchando las voces que daban, tardó apenas unos segundos en llegar y ponerse al tanto de la situación.

–Tengo que... que llamar a Shinichi. ¡Voy a disculparme!

Pero nada más sacar su teléfono de su bolsillo este le fue arrebatado.

–¡Ni se te ocurra! ¿Por qué vas a disculparte? –Kazuha se alejó de ella con el móvil en la mano, impidiendo que lo cogiese, mientras Sonoko la abrazaba y retenía.

Estaba más alterada de lo que ninguna de las dos recordaba haberla visto.

–¡Porque ha sido mi culpa! Por acercarme demasiado...

–Deja de decir tonterías. –Continuó diciéndole la que le había quitado el móvil.– Habrán roto porque les irá mal, ya está. Ni se te ocurra decirle que lo sabes, la exclusiva ni siquiera ha salido a la luz todavía.

–Además, pensaría que estás desesperada y todo este tiempo has estado esperando a que lo dejaran. –Tomó la palabra Sonoko.– ¿Eso quieres?

Entre las dos consiguieron hacer entrar en razón a su amiga. Ran se relajó poco a poco, dándose cuenta de lo ridículo y sin sentido que habían sido sus impulsos. Después de varias semanas, y más aún después de esto, era complicado no acabar explotando como lo había hecho.

Por mucho que sus amigas estuviesen en lo cierto le era imposible no pensar que en el fondo ella tenía parte de la culpa.

Quería preguntarle. Pero al mismo tiempo, quería que saliera de él contárselo. Aquella mezcla de dolor y esperanza no era para nada agradable.


Espero que os guste el drama porque esto es solo el principio... jeje

Como siempre quiero daros las gracias por seguir la historia, y tened paciencia conmigo porque a pesar de ser vacaciones tengo poco tiempo libre... no obstante, estoy esforzándome por acabar la historia antes de septiembre.

¡Nos vemos en el próximo capítulo o oneshot!