*** La historia no es más que una adaptación al final, el nombre del autor y el nombre original de la historia ****

*******Los personajes son propiedad de Stephanie Meyer ****

**** escenas muy elevadas ***


Capitulo 15

Al día siguiente, Bella no podía ni trabajar.

Después de haber sido poseída por Edward, ella se quedó muda cuando lo vio vestirse y marcharse como si el diablo le pisara los talones.

¿En serio se iba?

Bella permaneció desnuda y fría.

Hacía un momento, acariciaba el pelo suave y moreno de Edward mientras él estaba apoyado en su hombro, disfrutando de las palpitaciones de su miembro en su interior; y un momento después, Edward se apartaba de ella y se vestía sin apenas mirarla.

—No quiero que juguemos a esto, Bella —le dijo Edward abriendo la puerta de la casa y agachándose para acariciar a Caballo con todo su cariño—. Yo ya te he dicho lo que siento y lo que quiero. Te quiero, nunca he dejado de hacerlo. Ni siquiera cuando te hacía el amor sabiendo que tú pensabas que era otro hombre. He dado mucho... —aseguró acongojado—. Y también me he equivocado mucho. No voy a mover más ficha, Bella. Si quieres algo de mí, ya sabes donde estoy. La pelota está en tu tejado. —Se levantó del suelo y la miró por última vez, con los ojos velados de amor y también de resignación—. Tú tienes la última palabra. Soy yo el que quiero volver. Tú dirás si me aceptas o no.

Bella quiso haberle dicho que no hacía falta que se fuera, que podría haber pasado la noche ahí, pero hacer eso era jugar al matrimonio que no eran, aunque ella deseaba volver a serlo.

Porque sí. Había decidido recuperar su relación. Solo que no quería precipitarse. Estaba tan asustada... Tan insegura...

Esa misma mañana, su secretaria le informó que Jake había pedido la cuenta, y que se acababa de despedir.

Al menos, no se había ido por las malas ni había forzado a que la empresa lo llevara a un juicio que él perdería con toda probabilidad.

Era inteligente, y sabía lo que era mejor para él. Menos mal.

No tardaría demasiado en recibir noticias de su madre y de su padre preguntando qué había pasado con Jake. Bella les diría la verdad, porque estaba harta de ocultarles cosas.

Mientras tanto, no hablaría con su ex delegado.

Solo el tiempo, si Dios quería, haría que ambos hablaran civilizadamente sobre lo sucedido.

En un futuro próximo, desde luego que no. Ya que todo era muy reciente y no estaba de más admitir que los hechos hablaban por sí solos.

Jake había cruzado una línea que se antojaba insalvable. Ya nunca podrían volver a tener la misma relación.

Rose y Alice se presentaron en su oficina para llevársela a desayunar. Bella había quedado con ellas previamente para poder hablarles de cómo había cambiado su vida en los últimos días. Necesitaba apoyo y buenos consejos. Ellas la querían y, seguramente, le aconsejarían lo mejor para ella.

Después de que sus dos amigas escucharan toda la historia, desde el encuentro en el cóctel hasta lo sucedido el día anterior, Alice ya había engullido dos magdalenas Milka y Rose se había tomado dos cafés.

Ninguna de ellas parpadeaba, incrédulas y sorprendidas por lo narrado.

—En serio, Bella —dijo Rose patidifusa—. Lo tuyo es de película.

—Y yo que pensaba que Jake era un buen tío — confesó Alice con pesar—. Vaya cagada.

—No es mal tío —intento defenderlo Isabella—. Es solo que no lleva demasiado bien que le digan que no.

—A mí Jake me da igual —aseguró Rose taquicárdica—. Vamos a ver, que Edward se ha despertado... Y se ha convertido en Follaman. Que ahora resulta que es un empotrador, ¿te das cuenta? Tienes un marido empotrador y no lo sabías —la miró como si fuera un extraterrestre.

—Sí lo sabía —afirmó Isabella comiendo un cachito de su magdalena antes de que Alice se la robara—. Es solo que... Hubo un momento en que lo dejamos de hacer. Nos olvidamos de que debíamos tratarnos bien y mimarnos.

—Eso debería de ser delito —dijo Alice echándose el pelo hacia atrás—. Tengo los estrógenos por las nubes y necesito follar casi a cada momento. A mí mi marido no me puede dejar sin mi dosis —puso los ojos en blanco—. Bueno, y... eliminados a Draw y a Jake de la ecuación, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a darle otra oportunidad a Edward o das carpetazo?

—Yo se la daría —Rose levantó la mano—. Y lo tendría como un esclavo sexual.

—Tu mente está muy sucia —arguyó Bella con una sonrisa.

—Mira, si ya no le vas a hacer pagar por nada, al menos que se esmere en complacerte a partir de ahora —expuso la morena de ojos verdes—. Es lo justo, joder. Que te lo ha hecho pasar muy mal...

—Bueno, yo tampoco he sido una santa... Pude haber sido de otra manera y no cerrarme en banda. No es fácil actuar desde el despecho... ¿Qué haríais vosotras en mi situación?

Alice y Rose se miraron y después fijaron sus ojos llenos de apoyo y verdad en los de Isabella.

—Tú le quieres y él te quiere —explicó Alice—. Si sois capaces de dejar atrás vuestras afrentas y centraros en que el amor que os une es más fuerte que el dolor que os ha intentado separar, entonces no lo dudes, cariño —dijo su dulce amiga tomándola de la mano—. Con Edward has pasado todo lo que se puede pasar en una vida, y has conocido en él a dos hombres que te han enamorado de cabo a rabo. Si Edward asume que además de Clark Kent también puede ser Superman, vas a ser la mujer más envidiada del planeta. Puede que tú hayas tenido una paciencia que nosotras igual no habríamos tenido... —meneó la cabeza consternada—. Pero a lo mejor se trata de eso. De estar a las duras y a las maduras, ¿no crees? Si tenéis el valor de querer continuar juntos, es que es amor del de verdad. No lo dejéis escapar.

Rose se encogió de hombros.

—A mí no me miréis. Edward ahora me cae muy bien y es el primero de mi lista. La cuestión es que, después de todo, y de comprobar que nuestro radar detecta machos está totalmente atrofiado... Creemos que no hay un pichón mejor para ti, Bella. Así que: ¿Y tú qué harías por...?

¿Y qué haría ella por tener su vida de antes?

¿Qué haría ella por recuperar ese amor perdido? La noche pasada Edward le hizo el amor de un modo apasionado y entregado que Bella aún no sabía catalogar.

Eran un matrimonio que habían pasado por muchísimas dificultades, y aún así, después de echarse de menos, eran capaces de hacer el amor como la primera vez, de descubrirse de nuevo.

¿No era eso maravilloso? ¿Podrían empezar desde cero?

O mejor aún, ¿podían empezar sabiendo qué errores no volver a cometer? Su matrimonio había estado apunto de morir de sueño, pero ambos habían despertado. Si todavía quedaba amor, ¿por qué no intentarlo?

Aquella era la pregunta que se hacía cuando entró en su casa, y vio una imagen que le sobrecogió el corazón.

Caballo no había salido a saludarla ni a darle la bienvenida porque estaba tumbado de lado en el suelo, con la lengua ligeramente morada y respirando con mucha dificultad, hiperventilando.

Bella dejó caer al suelo el bolso y corrió a arrodillarse al lado de su perro.

—¡¿Precioso mío?! ¡¿Qué te pasa?! —le puso la mano sobre el torso, encima de la caja torácica que se expandía con dificultad—. ¡Caballo!

Su perro no tenía fuerzas ni para lloriquear. Bella lo intentó coger en brazos como pudo, pero pesaba mucho.

Así que, no lo dudó un segundo: la primera persona que se le pasó por la mente avisar para ayudarla a salvar a su perro era también la persona con la que quería volver.

Agarró el teléfono, controlando el pulso del hermoso dogo, y esperó a que descolgara.

—¿Bella?

—¡Edward!

—¿Bella? ¿Qué pasa? —preguntó asustado.

—Es Caballo. No... No está bien —empezó a llorar presa de la frustración y el desconocimiento.

—Voy para allá ahora mismo.

Lo habían ingresado.

Caballo estaba en el veterinario de Urgencias, y lo habían intervenido de inmediato.

Bella y Edward se sentaron el uno al lado del otro, con las extremidades en contacto.

Ella sorbía por la nariz y no podía dejar de llorar. Edward se mantenía en silencio, tenso.

Había cargado con Caballo, lo había metido en el Jeep, y había conducido tan rápido que era consciente de que le llegaría más de una multa a su casa. Pero nada de eso importaba. Lo único que trascendía era saber que su hermoso perro se recuperaba de la torsión gástrica que había sufrido.

Edward y Bella conocían la patología, y además también sabían que la sufrían perros grandes de caja torácica ancha. Pero nunca imaginaron que su perro sería uno de ellos.

Tenían la suerte de que lo habían cogido a tiempo y rápido, y eso posiblemente salvaría la vida de su animal.

Por la mente de la joven no dejaba de rondarle un pensamiento: si Edward hubiese estado en casa, habría advertido el comportamiento de Caballo y lo habría llevado al médico. Seguramente, no habría sufrido tanto y...

—Bella, se va a poner bien —la tranquilizó Edward.

—Eso espero —dijo con voz débil—. Porque si le pasa algo... Me muero, Edward.

—Caballo es un bestia —aseguró para autoconvencerse—. Es muy fuerte. Ese perro se ha tragado un calcetín y no le ha pasado nada.

El recuerdo hizo sonreír a Bella. Se acordaba de eso.

—Ese perro —continuó Edward pasándole una mano relajante por la espalda—. No tenía dos meses y ya machacaba piedras con la mandíbula. Y no le hacían nada.

—Sí —asintió Bella retirándose el pelo de la cara, intentando sobreponerse al miedo.

—Ese perro se comió mi alianza y la cagó entera —murmujeó Edward riendo—. ¿Te acuerdas de tu cara de «no me puedo creer que no se haya deshecho»? —increíblemente Bella dejó ir una pequeña carcajada—. Y lo que es peor —suspiró—. Caballo nos ha aguantado a los dos, Bella. Y hemos sido muy difíciles —le pasó una mano por el pelo rubio y fino que él adoraba—. Que se le gire el estómago es solo una minucia. Se le ha tenido que girar mil veces al ver lo gilipollas que hemos sido.

Bella levantó la cabeza y pestañeó para apartarse las lágrimas y encararlo.

Él era su marido. El hombre que había elegido para pasar el resto de su vida. Y se alegró al comprobar que todavía tenía el don de tranquilizarla y templar sus nervios. ¿Cómo no iba a tenerlo? Era Edward. Su Edward.

—Saldrá de esta, preciosa —le dijo con dulzura.

—Edward, yo...

En ese momento el veterinario interrumpió lo que fuera que iba a decir Bella.

Tenía buenas noticias para ellos.

La intervención había sido un éxito y, Caballo, tal y como vaticinó Edward había salido de aquel incómodo episodio con éxito. Que estaría dos días ingresado y que después se lo podrían llevar a casa.

El abrazo que se dieron fue impagable.


Bella leyó el whatsapp de Edward diciendo que Caballo estaba bien y que se había despertado.

De manera intransigente, la había mandado a su casa a descansar.

Ella llevaba todo el día en pie, no había ni comido ni se había quitado los tacones, y él le dijo que estuviera tranquila, que él se quedaría en el hospital para comprobar que estaba todo bien, y después se iría a dormir para al día siguiente, regresar a primera hora de la mañana y visitar de nuevo a su mascota.

Pero Bella no se podía relajar. Primero porque los nervios de ver a su perro así la habían destrozado, y segundo, porque no quería demorar más su decisión respecto a Edward.

No iba a poder dormir pensando en los dos seres que más quería, sabiendo que había estado a punto de perderlos a los dos.

Y no quería seguir con aquello. Quería dejar de sentir aquella sensación de pena y desesperación por extraviar lo que más quería.

Cuando Marco le dio su tarjeta en el cóctel, Bella nunca pensó que echaría mano de ello tan pronto. Pero lo había hecho sin pensárselo dos veces. Le pidió a Marco que le abriera la casa de Edward para que ella pudiera darle una sorpresa.

El mayordomo, predispuesto y servicial siempre para echar una mano, no le puso ninguna pega. Incluso quiso ayudarla a dejarlo todo listo, aunque, habían cosas que solo podía hacerlas una mujer.

Y ahí estaba ella. En la casa de «soltero» de su marido, preparada para enfrentarse a él y para recuperarlo.

En un acto de bizarría y firmeza estaba dispuesta a apostarlo todo.

Ambos se merecían aquello. Ambos se merecían el uno al otro, con sus defectos y sus virtudes.

El sonido del whatsapp la alertó.

Era Marco, que le decía que el Señor Edward acababa de entrar en la portería.

Bella tragó saliva más nerviosa que nunca, y le dio al play del altavoz que había por toda la casa.

Edward abrió la puerta de su apartamento. Cansado como estaba, no alertó ni la luz titilante que resplandecía del salón ni tampoco la melodía que flotaba en el ambiente.

Había llorado de alivio como un crío al ver que su adorado perro estaba bien y que, después de larguísimas horas dormido, por fin había abierto los ojos. Edward le llenó el morro de besos, mientras el gran danés lo miraba como si le diera las gracias por estar ahí, por haberlo salvado.

Ahora, después de la adrenalina, estaba hecho un flan, abatido.

Y lo único en lo que podía pensar era en los brazos de Bella rodeándolo y dándole consuelo, porque estaba convencido de que ella también lo necesitaría.

Y de repente... Escuchó la música, y al darse la vuelta y dirigirse al salón, sus pies andaron solos hacia la luz, como una polilla.

Open up your eyes

And feel your heart beat...

As we lay with your body press against mine...

Abre tus ojos,

y siente cómo bate tu corazón

Mientras yacemos con tu cuerpo presionado contra el mío...

Allí, desnuda por completo, vestida solo con su alianza de casada, unas gotas de aquel caro perfume y los ojos emocionados, se encontraba Bella, algo temblorosa, mirándolo de frente.

Edward creyó estar viviendo un sueño cuando la vio así, tan bella, como una aparición divina.

Su pelo rubio y suelto dibujaba ondas doradas sobre su prístina piel. Sus ojos grandes y rasgados eran su verdadero hogar y le encantaba verse reflejado en ellos; verse en aquel espejo azul era como más se gustaba; estando con ella, a su lado.

Aquella hermosa boca que tanto quería besar se fruncía en un mohín que lo abatía con su ternura. Y aquella canción que tanto significaba para ellos, la canción de su boda, lo enmudeció convirtiéndolo en un amasijo de humildad y debilidad hacia ella.

—¿Bella? —fue lo único que su ronca voz pudo pronunciar.

Ella levantó la mano exigiendo silencio como la reina que era. Reina de su casa y de su corazón.

—No digas nada, por favor... —le pidió con voz temblorosa—. Antes de nada, no te enfades con Marco. Él me ha ayudado a preparar esto —señaló su alrededor.

Pero Edward no atendió ni a las velas, ni a la cena romántica ni a nada que no fuera la beldad que tenía como esposa y que, por su propia ignorancia, había estado a punto de perder. Qué capullo había sido...

Edward negó con la cabeza. No iba a reñir a Marco bajo ningún concepto.

—Estoy aquí, así, porque... Quiero decirte muchas cosas —Bella se había preparado un discurso, pero los nervios la aturdían—. Tantas que no sé ni por dónde empezar... —meneó la cabeza nerviosa—. Pero, supongo que te diré las dos más importantes: la primera es que... lo siento. Lo siento mucho, Edward —y entonces empezó a llorar, arrepentida y sinceramente, pero no detuvo su discurso—. Siento haberte presionado con lo de tu libro, y siento haberte incomodado al echarte en cara tantas veces que era yo quien traía el dinero a casa... Porque, de haber sido al revés, no sé si tú hubieras sido como yo. Estoy segura de que no...

—Bella.

—No me detengas ahora. Necesito decírtelo —no dejó que él se acercara a ella sin antes haberla escuchado—. Me encantaría haber hecho las cosas de otra manera, pero no nos han enseñado a lidiar con estas situaciones y sé que yo no lo llevé bien —carraspeó para suavizar el nudo que sentía en la garganta—. Sé que yo también fui dura contigo. Me sentía tan frustrada, Edward... Odiaba que no estuvieras por mí, y me fastidiaba verte encerrado. Pero me arrepiento de ello porque..., me fastidiaba porque... no tomé tu vocación en serio. No creí en ti. No confié en ti. Y te he fallado en eso. Pero... —se relamió los labios resecos y parpadeó para vaciar sus ojos acuosos—. Tu libro es increíble. Es excelente. Ya sé que no significa nada que yo te lo diga —se encogió de hombros resignada—, porque tienes que oírlo decir por todas partes, pero...

—Sí, significa —dijo él emocionado dando un paso hacia ella.

—Has hecho un trabajo maravilloso.

—Gracias, Bella—contestó con sinceridad—. Ninguna felicitación me llena más que la tuya.

—Estoy aquí porque quiero decirte que... Que te quiero, Edward —alzó la barbilla—. Te quería incluso cuando te odiaba. Estoy aquí para decirte que no quiero perderte. Que tu jugada de Draw ha sido dura, y un golpe bajo, pero necesaria para que recuerde por qué me enamoré de ti. Tú eres Draw. Draw es Edward. Sois indivisibles. Pero, Edward... Estoy aquí también para empezar de nuevo, para reñirte y decirte que no puedes volver a encerrarte en ti mismo. No puedes volver a actuar de esa manera, ¿comprendes? —se llevó la mano al pecho desnudo—. Porque yo te quiero, te quiero mucho, demasiado, incluso. Y dos desengaños son brutales de digerir, pero un tercero... Acabaría conmigo. Y, si me quieres de verdad, si me quieres... Tienes que prometerme que me vas a cuidar y que no te vas a olvidar de mí. Solo te pido eso. Que te acuerdes de mí y me ames por encima de todo y de todos.

Edward se detuvo delante de ella. El silencio se hizo tenso y duró varios segundos hasta que él cayó de rodillas, rodeó la cintura de Bella con los brazos y se abrazó a ella para hundir su rostro surcado de lágrimas en su vientre.

—Oh, Edward... —le acarició el pelo moreno, apretándolo contra ella.

—Bella, me moría al pensar que te había perdido. He cometido tantos errores... Y todos son imperdonables porque los he cometido contigo, que eres la única persona imprescindible para mí. Lamento no haber hecho las cosas de otro modo. Siento haberte desenamorado y haber sido tan ciego de no ver que te apagabas a mi lado... Es algo de lo que siempre me arrepentiré. Y también me deploro por haber tenido que hacerme pasar por Draw para acercarme a ti, porque lo había hecho tan mal que sabía que con Edward no querrías tener nada que ver. Pero de algo estoy seguro...

—¿De qué? —preguntó ella desmoronándose.

—De que, a pesar de todos mis errores —tomó su mano y acarició su alianza con ternura—. Sigues siendo tú la mujer de mi vida —sus ojos profundos y negros la atravesaron—. La que yo escogí. Y me volvería a casar contigo, Bella. Una y mil veces más... Quiero volver a estar contigo.

—Sí. Sí...

Ella se dejó caer de rodillas para abrazarse a su marido y decirse a besos lo mucho que se habían echado de menos, y lo mucho que aún tenían que arreglar.

Ahora habían aprendido que solo con amar y con la promesa de unos votos no bastaba. El matrimonio era un ejercicio diario que ponía a prueba a las personas y su capacidad para amar y perdonar; para ser transigentes y aceptarse. Y para quererse a uno mismo.

Y Edward y Bella estaban decididos a esforzarse una y otra vez, porque mientras hubiera amor como el que ellos se profesaban, no podían tirar la toalla; porque nada podía terminar.

FIN


Libros: Y tu que harías si

y tu que harías por

Autor original: Lena Valenti

Hola que les parecio la adaptacion perdon por no haber actualizado pero con a finalizacion de semestre bueno me tome un descanso pero subi todo los capitulos faltantes ahora y ya tengo la siguiente adaptacion que se llamara "pacto de hermanos" hoy en el grupo de elite Fanfiction en martes de adelnos estara la sinopsis de lo quesera al igual de la que subire en el blog.

Bueno chicas muchas garcias a todas por sus comentarios por estar pendiente de la adpatcion y por seguirme nos vemos en la proxima adaptacion que subire pronto .