Estrella del Zenit

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Kardia, un dragón y dos magos

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Una tarde otoño un caballero dorado llego al sudoeste de Escocia siendo recibido por una fría ráfaga de viento que soplaba a través de los altos arboles del bosque donde había caído, este frio habría comenzado a preocupar a cualquiera puesto que amenazaba con volverse un vendaval. No obstante, a nuestro caballero dorado el frio era lo que menos le preocupaba, lo que le tenía con pendiente era que no tenía ni idea de dos cosas: a donde iba realmente y qué estaba buscando.

Empezó a caminar unos metros bastante fastidiado y cansado por el largo viaje cargando la pesada caja de pandora, pasados unos minutos se detuvo lanzando un largo suspiro, sobando un poco su hombro izquierdo e intentando recobrar la compostura. Se detuvo a un lado del camino serpenteante que se internaba por en medio de un espeso bosque a pensar un poco; El Patriarca solo menciono brevemente que algo pasaba en una ciudad cercana a la ubicación donde acababa de llegar pero no sabía qué era o donde, es más ni siquiera le dio la oportunidad a su jefe de especular que podría estar pasando.

La culpa la tenía el mismo Kardia por salir con prisas del Santuario emocionado por la batalla que iba a sostener evitando lo que él llamaba "información inútil que se puede averiguar al momento" lo que le ocasionaba problemas después evidentemente.

—Creo que debí investigar un poco más y ahora ¿qué se supone que haga, ir de puerta en puerta preguntando si alguien ha visto algo raro? —pensó con sarcasmo pero era una posibilidad por absurdo que fuera. El problema era que estaba en medio de la nada con tan solo un bosque al rededor y no se sentía ninguna presencia ni maligna ni benigna en la periferia de su ubicación.

Siguió el camino que se internaba en el bosque ya que, anteriormente, se había encontrado con cosas interesantes en ese tipo de ubicaciones y, siendo honestos, no le molestaba andar en lugares así porque los arboles eran excelentes para subirse y ver ubicaciones cercanas además no se veían bosques con arboles así de altos en Grecia.

Mientras caminaba sentía mucho silencio y solo se oía el trinar de los pájaros o el ruido del aire entre las copas de los altos árboles, pero no se sentía presencia humana alguna en la cercanía. De pronto el joven sintió mucha soledad en esa área y eso le resulto igual de extraño así que sin perder más tiempo empezó a caminar más rápido deseando llegar a alguna aldea o esperando encontrarse con alguien a quien preguntar dónde estaba el poblado más cercano. Conforme Kardia se iba internando en el bosque más rara le resultaba la ausencia de personas en la zona así como el trinar de las aves el cual se quedó muy atrás y ahora solo reinaba el silencio; llego un punto en que se preguntó si no se habría equivocado de lugar o bien que algún dios maligno hubiera eliminado a la gente.

Dispuesto a despejar sus inquietudes subió de un salto a la copa del árbol más alto que tenia cerca y desde ahí diviso el alrededor: detrás de él se veía todo el frondoso y extenso bosque, por otro lado, al frente de él se veían los verdes campos que rodeaban un diminuto poblado que se divisaba hacia el noroeste. Kardia apenas si veía con dificultad los techos de las casitas. No sabiendo si ese era el sitio al que debía llegar decidió ir para allá y ver qué había. Se sintió más tranquilo al ver que si había un poblado cercano, solo quedaba corroborar si estaba habitado o si la gente habría huido a causa de alguna supuesta presencia maligna.

Camino con paso rápido para poder llegar lo antes posible y encontrar la presencia demoniaca que, un par de días atrás, el Patriarca le había pedido investigar cuanto antes.

—Necesito encargarte que visites la lejana Inglaterra en busca de suceso extraño que ocurre en esas tierras— le dijo muy serio una mañana en la Sala del Trono en el Templo Principal.

—¿Suceso extraño? —repitió el Santo dorado postrado ante Sage esperando a que continuara.

—Si, un viajero de Rodorio regreso de una ruta comercial diciendo que los pueblerinos hablaban de algo que los aterrorizaba desde hacía un tiempo. Es probable que se trate de un dios maligno que haya tomado esa región.

—¿El viajero aún está en la ciudad? —pregunto con poco interés.

—No, él ha tenido que retomar sus rutas mercantiles —respondió Sage con toda calma—. Aunque sea un rumor hay que ir a corroborar que todo esté bien.

—Claro, iré enseguida —no lo dijo muy entusiasmado puesto que no se veía que fuera a haber alguna batalla interesante por esas tierras desconocidas para él.

—Vamos un momento a la biblioteca para explicarte en el mapa donde es y cómo llegar.

En la biblioteca del Templo, en medio de los cientos de libros y rollos que ahí habia, le mostro el mapa de Inglaterra y una ubicación más o menos cercana a la ruta que había visitado el comerciante de Rodorio. En el mapa Kardia vio el bosque donde debía encontrarse y ríos alrededor de este así como un muy pequeño poblado, cuyo nombre no podía recordar, supuestamente ubicado no muy lejos de ahí. En ese momento odio no haber memorizado todo y haberlo tomado tan a la ligera.

Siguió su camino rumbo al poblado que alcanzo a ver momentos atrás esperando encontrar algo alrededor que le fuera útil a su misión sin embargo algo lo hizo detenerse en seco, de pronto el aire que se filtraba por entre los arboles comenzó a ser mucho más rudo moviendo las copas de estos violentamente y agitadoras de un lado a otro; por un momento, Kardia creyó que estos caerían estrepitosamente y comenzó a correr buscando el origen del fuerte viento.

—Este viento no es normal, algo lo provoca —se dijo feliz de que apareciera un posible oponente.

En ese momento una oscuridad inundo todo a su alrededor, el viento seguía soplando muy fuerte y fue tanto que, durante un momento, el caballero dorado no pudo moverse teniendo que ocultarse tras unos arboles. El viento soplaba de tal modo que le impedía salir de su escondite para buscar al enemigo asi como la repentina oscuridad lo complicaba aun más, miro al cielo por unos segundos encontrándose con que había algo sobre los bosques que se movía en dirección opuesta a como él venia caminando e intento llegar a la copa del árbol para ver mejor puesto que no distinguía lo que estaba sobre los árboles. Era como si aquello tuviera escamas de un color café rojizo intenso.

—¡¿Qué demonios es esa cosa?!

Al llegar a la copa del árbol vio con sus propios ojos al animal que, con todo su esplendor, volaba sobre los bosques ocasionando el fuerte vendaval asi como la oscuridad: se trataba de un enorme dragon rojo que volaba bajo, desplegaba sus dos largas alas planeando sobre el territorio alzando el vuelo y describiendo una línea recta en su trayecto mientras proyectaba una enorme sombra por donde pasaba. Kardia lo miro con los ojos muy abiertos ya que era la primera vez que veía un animal asi. El esperaba cualquier tipo de enemigo con forma humana pero nunca un lagarto de esas dimensiones.

Su forma era la de un lagarto alado, con cuatro patas y una larga cola. Sus escamas eran totalmente rojas de un tono opaco que fácilmente podría pasar por un color café. Su cabeza era colosal con una enorme boca con varios colmillos por fuera y coronada por un par de cuernos de forma semicircular del mismo color que sus escamas. A simple vista pareciera que ese animal mediría unos 40 metros de largo desde la cabeza hasta la cola.

Kardia lo miraba fascinado y ansioso por enfrentarlo en combate, por lo que sin perder mas tiempo se puso la armadura haciendo señales desde la copa del árbol. Quería que el enorme animal lo viera pero tendría que esperarlo a que diera un giro en su recorrido. Ahora entendía porque no había personas alrededor ni viajeros ni otros animales. Seguramente el dragón era el horror del que todos estaban huyendo.

—¡VEN A PELEAR CONMIGO LAGARTIJA GIGANTE! —grito lo más alto que pudo para ser visto con el animal quien, de pronto, giro en su trayecto y detuvo su vuelo justo arriba de Kardia.

El caballero dorado se vio reflejado en los amarillos ojos de su oponente, los cuales eran de un color intenso y sin pupila que se abrieron mucho al ver al pequeño santo de Atena.

—¿Quién eres humano? —el dragón hablo con eco en su voz profunda sorprendiendo aun más a Kardia quien jamás había conocido a un animal que hablara—No pareces un hechicero.

—No soy un hechicero, soy un caballero del Santuario enviado para detenerte.

—¿Un caballero dices? —el animal lo observo por unos segundos de arriba a bajo suspendido en el aire—Tu armadura es brillante, tan brillante como el más fino oro —respondió el dragon—, la quiero para ponerla con mi tesoro. Entrégamela.

—¿Qué quieres mi armadura? —Kardia no entendió al momento esa solicitud pero le pareció de lo más absurda— ¡Estás loco, jamás te la daré! Vamos pelea conmigo y te mostraré de lo que soy capaz.

—¡Quiero tu armadura!

En ese momento el caballero dorado observo claramente como el largo cuello del dragon comenzaba a resplandecer, otra técnica que el jamás había visto pero se imaginaba que arrojaría el dragon por la boca.

—¡Demonios, debo salir de aquí o me asará como animal! —solo podía ir hacia abajo antes de que proyectara hacia fuera todo el fuego que había en su interior o bien podría ir hacia arriba.

De un salto Kardia llego a la cabeza del animal justo antes de que este lanzara una gran llamarada de su boca incendiando las copas de los arboles justo donde el santo de oro estaba parado, en ese momento este supo que si hubiera ido para abajo lo habría alcanzado el fuego.

—¿Dónde te escondiste humano?

—Estoy donde menos te lo imaginas —dijo Kardia triunfante—. Ahora verás lagartija crecida, ¡aguja escarlata! —lanzo su ataque más poderoso justo al cuello del dragon sin obtener resultados— ¿Qué fue lo que paso?

—Mis escamas son muy duras, si estás tratando de usar una espada para herirme no lo conseguirás.

—Demonios…

Kardia logro mas o menos sentarse sobre el animal y, efectivamente, las escamas de este eran muy duras casi tanto como lo era su armadura dorada. Al mismo tiempo el dragon rojo alzaba el vuelo con rapidez y brusquedad moviendo sus alas violentamente para tirar al caballero dorado. El joven trataba de no perder el equilibrio cosa que le estaba costando puesto que el cuerpo del animal se movía con violencia, como si fuera una serpiente, mientras hacia maniobras de vuelo impidiendo que Kardia lanzara otro ataque.

—¡Maldita lagartija, aguja escarlata katakeo!

Una vez más el ataque del santo escorpión desapareció en las escamas del animal como si nada hubiera pasado, el ataque simplemente se desvaneció cual polvo, pero no podía pensar como atacarlo con otra técnica ya que su mente estaba más ocupada viendo como intentaba sujetarse mientras el dragon volaba en picada volviendo a remontarse a los cielos en cuestión de segundos. El caballero ya iba bien agarrado de las escamas en la espalda del dragon e intento sentarse para tratar de ver sobre qué estaban volando y solo alcanzo a ver por unos momentos que iban sobre el espeso bosque; desde esa altura se veía a su izquierda la costa con sus furiosas olas y los verdes campos a su derecha, aunque no podía saber si iban al norte o al sur.

—Entrégame tu armadura humano y te dejare justo aquí —le dijo el dragón con ánimos de negociar el dejarlo sobre un alta colina.

—¡Estas loco animal, jamás te daría mi armadura! De hecho, no vivirás para ver eso — trato de llegar a la cabeza lo más rápido que pudo y nuevamente lanzo su técnica encendiendo al máximo su cosmos.

Su ataque se dejó ver cual roja estela en medio del cielo grisáceo siendo esta tan intensa que bien podría haber cegado a cualquiera que la viera. El dragon quedo cegado por el intenso brillo de la técnica de Kardia cerrando los ojos por unos segundos y girando bruscamente sobre su ala derecha tan rápido que perdió el equilibrio durante el vuelo en ese momento Kardia intento atacarlo nuevamente tratando de llegar a su cuello para cortárselo pero el animal giro la cabeza hacia atrás tan rápido y violento que golpeo al santo dorado en la frente perdiendo este el conocimiento de pronto. Asi, el caballero dorado cayo desde quien sabe cuantos pies de altura completamente inconsciente mientras el dragón seguía su vuelo tratando de recuperarse la ceguera momentánea.

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Dos hombres se hallaban charlando preocupadamente al frente de la puerta de una alta y estrecha cabaña justo detrás de ambos. Uno de ellos vestía una túnica azul y el otro una túnica color café, ambos llevaban sus cabellos largos y grises bajo amplios sombreros puntiagudos, así como un báculo en su mano derecha. Miraban con preocupación al infinito mientras hablaban sobre un problema a tratar.

—Ha vuelto aparecer —indico el hombre de la túnica azul—, uno de los mercaderes del pueblo dice que lo vieron sobrevolando la zona de Glasgow.

—Han pedido al Rey que mande apoyo pero no lo han conseguido. Creen que estamos mintiendo con respecto al dragón —respondió el otro también muy preocupado—. Creen que un animal como ese es tan fácil de matar como si fuera un oso o una manada de lobos, casi todos los pueblos de la costa están deshabitados desde que eso llego.

—Escuché que pidieron apoyo incluso a los poderosos magos de Edimburgo y Londres.

—Lo hicieron pero, como todo, no han venido. Te digo Gilman que creen que mentimos, que son alucinaciones de un par de viejos magos como nosotros.

—¡Hablas como si tuvieras más de 600 años viejo amigo! —respondió el mago de la túnica azul, llamado Gilman, en medio de risas—. Lo que es cierto es que estamos muy viejos para cazar dragones por nuestra cuenta pero creo que podríamos pedir apoyo directamente en Edimburgo.

—¿Te refieres a que vayamos hasta allá y hablemos con el Rey?

—Si, solo eso quedaría dado que no responden o no les importa. Iríamos a hacer que les importe, es importante que vayamos en breve y pedir una audiencia.

En ese momento las reflexiones de ambos se vieron interrumpidas por un estruendo que se oyó dentro de la casa, como si algo hubiera estallado de repente. Los dos hombres entraron con rapidez encontrándose conque en el interior había un enorme agujero que iba desde el techo hasta el sótano dejando pasar la poca luz que había al interior de la construcción.

—¿Que demonios le paso a tu casa Gilman? —el mago de la túnica café, un hombre regordete y de baja estatura abrió mucho sus enormes ojos azules impactado por el espectáculo mientras que Gilman, el hombre de la tunica azul y mucho más alto, estaba igual de sorprendido abriendo mucho sus ojos y revisando la destrucción de arriba hacia abajo.

—Algo cayo, algo muy pesado —tras ojear rápidamente miro con detenimiento el sótano desde donde estaba apenas paso la polvareda que se hizo.

Este se aproximo al hueco lo más que pudo tratando de encontrar lo que había caído y destruido su propiedad, y ahí en medio del sótano alcanzo a divisar una figura humana inmóvil que vestía una armadura tan amarilla como el oro.

—Es una persona… —dejo al báculo y el sombrero recargados en una columna que no se había destruido e intento llegar al sótano de un salto puesto que ya no había escaleras para bajar.

Kardia estaba en el suelo inconsciente por la caída y el golpe traía la armadura puesta pero le faltaba el casco. Gilman lo observo con calma tocando su frente sintiendo el ardiente calor que emanaba el caballero dorado; calor que venía desde su corazón y solía tenerlo en cama por varios días.

—Está ardiendo en fiebre.

—¿Tiene fiebre y qué harás con él?

—Vamos, baja y ayúdame a subirlo. Lo pondremos en el suelo, esperaremos a que despierte y después lo hare que reconstruya mi vivienda aunque… — no estaba seguro de esto ultimo ya que al mirar hacia el techo vio que las ramas del árbol que estaba justo arriba de su casa estaban todas quebradas.

El hombre de la armadura cayo en línea recta y caída libre desde alguna parte del cielo y de no haber estado la casa, con un sótano lleno de bultos, paja y otras cosas, al final de la trayectoria aquel sujeto se habría hecho pedazos al tocar el suelo. El mago lo observo con cuidado sin entender que tipo de armadura llevaba además intrigado por la fiebre que tenía y porque este no se hubiera matado.

—¿Dónde lo recostamos?

—En el suelo de la planta baja le haremos un lugar entre los escombros. Sospecho que este hombre no es de por aquí, se ve muy distinto a los caballeros del Rey.

—Su armadura se ve curiosa, como si estuviera hecha de oro y es de lo más resistente, pudo haber muerto con la caída.

—De oro… —Gilman pensó un poco, tenia una idea disparatada en la cabeza que no pudo aterrizar en ese momento ya que debían sacarlo del sótano y, como fuera, llevarlo arriba.

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Kardia despertó hasta el dia siguiente cuando la luz del sol de la mañana le llego hasta el rostro, al abrir los ojos vio un techo destruido sobre su cabeza. En ese momento noto que estaba dormido en el suelo de una casa, una vivienda que tenía un enorme agujero en medio, tablas de piso botadas y partidas por la mitad asi como un primer piso también destrozado. Asi que aterrizo dentro de una cabaña en medio del bosque, no supo que paso al perder el conocimiento; solo que el dragon le golpeo la cabeza y eso fue todo. Lo demás fue oscuridad. Trato de incorporarse viendo la armadura montada justo frente a él deslizándose la manta que lo cubría y el paño aun húmedo que tenia en la frente.

Además de eso el cuerpo le dolía completamente desde su cabeza hasta los pies. ¿Desde cuanta altura habría caído? No lo podía calcular con exactitud pero agradecía infinitamente el no haber muerto.

—¿Hola, hay alguien? —llamo en voz alta esperando una respuesta puesto que la casa no se veía deshabitada aunque estuviera destruida.

—Hasta que al fin despertaste, joven amigo —de otra puerta salió un hombre mayor que observo a Kardia con preocupación.

El caballero dorado no sabia que decir puesto que no se esperaba un anfitrión como ese, se trataba de un hombre mayor con el cabello canoso y completamente blanco, sus ojos violeta resaltaban sobre su rostro pálido casi blanco con algunas arrugas además llevaba los cabellos largos y grises recogidos, se veía que era un hombre muy alto y delgado además de bien vestido a la usanza de la zona. Tenia una apariencia regia a pesar de su evidente avanzada edad.

—¿Quién eres? —pregunto con duda y miedo en la voz.

—Mi apellido es Carolan —indico con seriedad—, pero por aquí me conocen como Gilman. ¿Quién eres joven amigo y cómo es que caíste del cielo?

—Pues yo… —Kardia no entendía realmente donde estaba y aun no recobraba bien el sentido de la realidad— creo que no me siento muy bien.

—Tuviste una fiebre muy alta, batallamos para poderla bajar —indico el mago con calma sin dejar de observar al caballero dorado—. Me sorprende que puedas sentarte porque esa caída debió romperte los huesos, fuiste muy afortunado en que mi casa estuviera al final de tu trayecto.

—Ayer me encontré con un dragon rojo que quería mi armadura… —comenzó a decir frotándose la cabeza— Me enviaron a buscar algo que estuviera atemorizando esta zona y lo único que encontré fue a ese endemoniado animal. Trate de detenerlo montándome sobre él pero durante el combate me golpeo la cabeza y lo ultimo que recuerdo es que caí.

—¿Tu te montaste sobre el dragón?

—Si viejo es lo que acabo de decir —respondió molesto— luego esa bestia se echó a volar y yo iba en su espalda no sé como giro que perdí el equilibrio y termine en tu propiedad.

—¿No te pusiste a pensar que podrías morir si el animal se lanzaba a volar y caías?

—No pensé que fuera a caer, creí que lo mataría en segundos pero sus escamas eran muy duras e insistía en que le diera mi armadura, no sé por qué.

—A los dragones rojos les gusta el oro. Se llevan lo que sea de oro a sus mazmorras en las montañas y, ese en especial, ha causado varios estragos en los pueblos de la costa a pesar de que no se habían visto dragones en cientos de años por esa region.

—¿Por cierto, donde estoy?

—En el bosque de Galloway y el poblado más cercano es Dalry. ¿Dónde estabas antes de encontrar al dragon?

—No estoy muy seguro… cuando monté a la lagartija se veía el mar.

—Del otro lado del bosque, algo retirado de aquí —respondió pensativo encendiendo una pipa que llevaba en su mano derecha sacando una bocanada de humo aromático mientras permanecía delante de la ventana.

En ese momento se oyó que golpeaban la puerta y Kardia observo como su anfitrión le pedía lo esperara por unos minutos e iba a atender. Segundos después el hombre pequeño y regordete de la tunica café entro mirando al caballero dorado con sus grandes ojos azules. El joven observo al viejo mago con curiosidad porque sus ojos eran tan grandes como tazas de te y de un azul intenso como el mar.

—¡Vaya estas vivo jovencito, esa caída pudo haberte matado! —exclamo muy sorprendido— ¡¿Cómo es que no estás gravemente herido?! —pregunto aun más sorprendido.

—Solo estoy adolorido —comento Kardia aun sin entender—, muy adolorido.

—Como dije fuiste muy afortunado muchacho—respondió Gilman mirando al joven caballero con severidad y luego miro a su colega—. Como puedes observar viejo mago nuestro invitado está entero porque su armadura lo protegió de la caída, si acaso le dolerá el cuerpo pero eso fue gracias a nuestras pócimas que lograron curar la mayor parte de sus heridas tras el desafortunado suceso. Por cierto, joven amigo no nos has dicho tu nombre ni de dónde vienes.

—Yo…

Kardia no podía dejar de mirarlos con curiosidad, casi olvidando el dolor en su cuerpo, como si los dos viejos hubieran salido de otro mundo. El hombre regordete llevaba un sombrero puntiagudo, tunica café aparentemente hecha de pieles y un largo báculo de madera en su mano derecha. El joven jamás había visto a alguien vestido así además se veía muy rupestre en comparación con su refinado y alto anfitrión.

—Mi nombre es Kardia, pertenezco a la orden de caballeros de la diosa Atena y vengo desde Grecia— indico muy serio—, nos avisaron que había algo malo por acá, un mercader escuchó de un horror que tiene atemorizadas a las personas de aquí y por eso vine.

—¡Eso está muy lejos y es increíble que haya venido desde allá para combatir al dragon!

—Creo que, literalmente, nos caíste del cielo —comenzó a decir Gilman tomando asiento en una silla polvosa que no se había roto con la destrucción de la casa— ya que te mandaron desde allá también nosotros queremos pedir tu ayuda. Como podrás ver estamos bastante viejos para pelear contra Giafnar, el dragon rojo que conociste, nadie ha querido apoyar a los lugareños ni siquiera los hombres del Rey. Como viste no hay personas en toda la zona de la costa porque el dragón los tiene atemorizados —decía Gilman muy serio mirando a Kardia fijamente.

—Estábamos pensando en ir hasta Edimburgo a pedir apoyo —indico el otro mago—pero solo somos un par de viejos magos.

—¿Magos… Ustedes hacen brujería y esas cosas? —pregunto Kardia con voz sorprendida pero un poco asustado.

—Es correcto y no hacemos magia negra si es lo que estás pensando —respondió Gilman sin perder la calma— pero nuestro poder ya no es suficiente para derrotar al dragón. Hace algunos siglos lo fue cuando éramos más jóvenes pero… han pasado bastantes años ya no somos agiles ni podemos correr muchas distancias o aguantar largos combates. Necesitamos el apoyo de alguien más joven y resistente como tu joven amigo, alguien capaz de sobrevivir una caída desde varios pies de altura.

—¿Ustedes no han lanzado algún hechizo sobre mi o algo? —pregunto Kardia con dudas en la voz tratando de ponerse de pie— Los brujos me dan desconfianza —afirmo mientras intentaba pararse derecho y mantenerse de pie sin dejar de mirarlos por el rabillo del ojo.

—En tu tierra hay oráculos y brujos también —respondió Gilman sonriente— aunque tal vez nunca has hablado con uno —el mago se levantó de su silla sin perder la cordialidad que ya lo caracterizaba.

—La verdad no… —ahí corroboro que su anfitrión era verdaderamente un hombre alto, más alto que él pero solo fue por unos segundos ya que, en cosa de segundos, Kardia se volvió a desplomar.

—No podrás levantarte hasta dentro de unos días, estás muy lastimado. Sugiero te calmes e intentes descansar por ahora. En tu estado no podrás ni siquiera salir de esta casa.

—No puedo quedarme a perder el tiempo debo cumplir con mi misión —nuevamente intento ponerse de pie y nuevamente volvió a caer sintiendo aun más dolor.

—Será mejor que te tranquilices jovencito —indico el mago regordete— con el cuerpo tan lastimado no podrás hacer mucho.

Kardia no pudo objetar más y volvió a tratar de sentarse en el suelo de madera observando el panorama a su alrededor. En ese momento pudo apreciar el desastre que había ocasionado, por lo general las destrucciones de ese tipo le tenían sin cuidado pero su anfitrión le infundía tanto respeto que no pudo más que sentirse apenado.

—No quise destruir tu casa Viejo, la reconstruiré cuando haya completado la misión. Creo que es lo mínimo que puedo hacer para retribuirte—dijo lo más amable que pudo.

—Eso sería estupendo joven amigo. Me hace falta esa ayuda porque esta totalmente destruida desde el techo hasta el sótano pero ya lo haremos después, ahora descansa.

—¿Cómo dices que se llama el dragón rojo?

—Su nombre es Giafnar, bueno así lo llamaron los pobladores de la costa.

—¿Ustedes saben dónde encontrarlo?

—En cuanto estés mejor podríamos ir hasta allá y buscar de alguna forma donde se esconde —decía Gilman pensativo lanzando otra bocanada de su pipa—, tengo una carreta en buen estado que puede llevarnos hasta allá aunque ese tipo de dragones suelen habitar en las montañas, supongo que vendrá del norte.

—Del norte…

—Por cierto, creo que andas con el estómago vacío, deja te acerco algo de comer —señalo una mesa que estaba arrinconada cerca de la pared donde había pan, queso y jamón así como un poco de fruta.

—Si, por favor —respondió Kardia quien no había comido nada desde su salida del Santuario.

Los dos magos salieron de la casa dejándolo comer. Mientras este trataba de recostarse nuevamente tras ingerir algo que lo hiciera sentir satisfecho, era la primera vez que salía tan lastimado de un combate y llego a la conclusión de que era más sencillo combatir personas que bestias. Le cortaría la cabeza al dragón apenas pudiera levantarse y esperaba que fuera lo más pronto posible.

—Bueno, no tendrás que forzarlo a reconstruir tu casa —comento el mago regordete apenas salieron.

—Obvio lo haré con magia en un momento más porque ese joven estará lastimado al menos el resto de la semana —dijo Gilman en voz baja.

—Es un tipo brusco aunque no me parece una mala persona, solo tiene malos modales y poco sentido común. Por cierto Gilman, él dijo que pertenecía a una orden. Podríamos pedirle que solicite apoyo con sus generales. Tres personas no podrán contra un dragón ni en mil años y menos si hay que irlo a buscar a la montaña.

—Me parece una buena idea que pudiéramos pedir apoyo aunque fuera un grupo reducido de personas con que fuéramos unos tres o cuatro más ya sería algo. Podríamos encarar a Giafnar fácilmente en su territorio; estoy seguro de que querrá esa armadura dorada ahora que la vio y eso podría ayudarnos a encontrar su escondite en las montañas.

—Si necesitamos un grupo de personas puedo preguntar entre los pueblerinos quien quisiera ayudarnos.

—No creo que quieran porque la gente que pedía ayuda era la de la costa. A las personas de Darly no les interesa irse a meter en un problema a menos que les afecte. No, mejor dejemos a los pueblerinos fuera e intentemos resolverlo nosotros, al menos mientras ese muchacho se recupera.

Ambos entraron nuevamente en la cabaña ya más resueltos mientras Gilman seguía fumando de su pipa.

—Escucha joven amigo estuvimos charlando y creemos que necesitaremos más apoyo para esta misión.

—Por supuesto que no viejo, yo puedo solo con esto solo es cuestión de que pueda recuperarme y moverme —replico Kardia molesto ante tal sugerencia—, no necesito apoyo de otros.

—Vamos, se razonable muchacho. En ese estado no podrás ni cruzar la puerta. Es mejor que pidas ayuda a alguien de tu confianza, al menos mientras te recuperas completamente.

Además del dolor de cuerpo, Kardia sintió que nuevamente su corazón le daría problemas de un momento a otro, ese órgano fastidioso no lo dejaba en paz. No tuvo más remedio que considerar mandar llamar a Degel, era una buena idea puesto que el caballero de los hielos no intervendría en la batalla si la misión no le correspondía pero si podría ayudarlo con su problema de salud al final de la batalla porque estaba decidido a no pedir ayuda para combatirlo.

—Hay alguien —comenzó a decir— otro caballero igual que yo que podría ayudarnos. Yo me pondré en contacto con él en cuanto pueda aunque no sé bien cuando podría estar aquí —mintió.

—¿Necesitas pergamino y tinta?

—No, yo tengo modo de comunicarme con él más rápido y espero esté aquí en breve. Con dos caballeros dorados en combate ese dragón no tendrá escapatoria.

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Continuará…

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*Notas: Este fic lo escribí por el día de San Jorge pero había olvidado subirlo. Gracias por leer, es un intento de fantasía caballeresca jaja.