Prefacio.

Ha pasado un tiempo. Espero que al igual que yo hice, hayan ido a ver otros trabajos, otros fandoms incluso, que hayan aumentado y mejorado las relaciones que tienen con otros autores y se hayan enamorado de otras historias.
Para mí, el haber publicado Gesta de la Hechicera y el Gaijin resultó ser una de las experiencias más gratificantes en lo que refiere a entretenimiento, y me hizo sentir que esta historia tenía potencial para más.
Inspirado en eso, dejé una pequeña ventana abierta hacia el final de aquella narrativa, que nos daría pie al trabajo que están a punto de comenzar a leer.
Al igual que sucede con ustedes, Card Captor Sakura ha sido una de mis obras favoritas, trascendente en cuanto al manejo de ciertos temas que, al menos para occidente eran difíciles de tratar en series orientadas a niños, como la muerte de los seres queridos, la diversidad y hasta las diferentes manifestaciones del amor, y aún cuando hubo un par de temas en el desarrollo original que ya en aquel entonces, hace más de veinte años, me resultaban difíciles de digerir o aceptar, sigo pensando que es una gran oportunidad de echar un vistazo a temas de actualidad debajo del velo mismo del entretenimiento.
En la aventura que comenzarán a transitar conmigo a partir de hoy, trataré de ir en pos al desarrollo y crecimiento de los personajes, de darles una historia interesante y entretenida, de generar una emoción en ustedes, y si lo logro, nada me haría más feliz a que me lo hicieran saber a través de una reseña.
También, ¿por qué no?, buscaré saciar mis propios impulsos culposos por el fanservice, que sé que muchos de ustedes también buscan, así que dejaré por aquí un poco de todo: romance, acción, dolor, sal, pimienta, y hasta unas gotitas de jugo de limón, si saben a qué me refiero.
Pero ya fue demasiado. Gracias de antemano por darme la oportunidad de llegar hasta ustedes, y los dejo con el inicio de este nuevo cuento.

Que comience la Odisea.


Odisea de los Amantes de Oriente.

Prólogo.

El piso ciento cincuenta y cuatro. Es un número enorme si hablamos de un edificio, y gana mayor peso cuando hablamos del edificio más alto del mundo, en la ciudad más adinerada del mundo. Burj Khalifa se erguía con orgullo, siendo el legado del avance de la humanidad alcanzado por su intelecto, un monumento al hambre de trascendencia de nuestra especie, y un escupitajo en la cara de quiénes creían que personas sin más dotes que su ingenio y perseverancia no podrían lograr grandes cosas… el testimonio desafiante de los no usuarios de magia hacia su contraparte mágica.
Aún siendo cerca de las dos de la madrugada, la ciudad de Dubái resplandecía desafiando a la noche estrellada, incapaz de dormir, donde todo el tiempo se fraguan las más increíbles cosas, donde sueños que personas comunes no pueden siquiera concebir, se cocinan en los enormes hornos que sólo el dinero puede comprar.
La oficina corporativa del citado piso ciento cincuenta y cuatro del Burj Khalifa era del tamaño de un pequeño almacén, y a su tamaño sólo podía compararse el lujo desmedido de sus instalaciones, con hermosos acabados en maderas finas e iluminación discreta que maximizaba las dimensiones del lugar.
El muro que comunicaba al exterior de la oficina era un ventanal gigantesco desde el cual se dominaba el panorama de la ciudad y el lago artificial del complejo de negocios, ahí Fátima observaba con una fascinación que no tenía nada de nueva, pero sí de intensa.
A sus espaldas estaba el enorme escritorio de cedro que a pesar de su elegancia y la calidad de los acabados, estaba repleto en su interior de gadgets y cableado, de tal suerte que en la parte superior del mismo se iluminaba en luz LED la leyenda "Alruwh", nombre de la compañía y apellido de la joven en la ventana.
Fátima Alruwh Al'asliu era la directora más joven en la historia de Alruwh, a sus veintitrés había destacado por su inteligencia y carisma, aún en una cultura tan conservadora en asuntos de igualdad de género como la musulmana, tanto así que a estas alturas se daba el lujo de no usar una burka, y le resultaba impensable utilizar un velo, cosa que agradecían en especial los varones, pues de otra forma se perderían de esos ciento setenta centímetros de piel color bronce y curvas suaves, y de sus encantadores ojos verdes.
El conglomerado árabe que había heredado había entrado prácticamente en cualquier actividad económica de Medio Oriente, y ahora incursionaba a los mercados mundiales a pasos agigantados, en especial su rama tecnológica, que había penetrado en el campo de la telefonía móvil y la computación, siguiendo cada vez más de cerca a los más grandes, y amenazando con sacarlos de la jugada en poco tiempo.
Y aunque sus teléfonos, tablets y laptops eran vanguardistas aún en sus versiones más austeras, el producto estrella era en realidad un software que cada vez ganaba más usuarios convencidos y felices, el asistente digital por excelencia, cuya inteligencia e intuición habían superado a los predecesores de la competencia con creces, y que ahora al menos uno de cada cinco habitantes de la Tierra conocía o era usuario: Asiria.
Las puertas de la enorme oficina se abrieron de pronto con un suave "click", dejando pasar a dos personas cuyos pasos eran totalmente silenciados por la costosa alfombra, y atravesaron el medio centenar de metros entre la puerta y el escritorio.
Al frente, con paso confiado y jovial, un hombre presumiblemente en la segunda mitad de sus veintes sonreía sin motivos, mientras su descuidada cabellera dorada a los hombros se mecía al ritmo de su andar, y miraba con ojos color topacio cargados de un sentimiento difícil de interpretar.
Un paso detrás de él venía una adolescente delgada con actitud recatada, de cabellera rubia clara hasta las caderas, y facciones que de lo finas la hacían parecer una muñeca de porcelana, cualquiera que los viera por la calle podría pensar que eran hermanos.
Fátima sonrió ampliamente al verlos llegar y rodeó el enorme escritorio para alcanzarlos, y una vez que lo hizo abrazó maternalmente a la chiquilla.

—¿Qué tal el desarrollo del nuevo software? —Preguntó la directora al hombre sin dejar de mimar a la jovencita.
—Viento en popa. A lo más un par de actualizaciones y podremos exhibirlo a nuestros clientes, incluso podríamos lanzar la actualización de forma masiva… al final, queremos que el mundo vea esto, ¿no?
—Sí, eso queremos, pero no quiero que las personas se asusten. No es una buena idea cambiar un paradigma de realidad de un día para otro, las personas dependen tanto de su estilo de vida que lo defenderán incluso de forma violenta, por eso hay que conseguir clientes responsables antes de dar el primer paso. Los cambios deben ser sutiles, casi invisibles.
—Entendido… siendo así, creo que volveré a mi taller para continuar trabajando.
—En realidad, quisiera que te relajaras un poco, con lo que te pagamos podrías vagar por la ciudad sin desenfreno cada noche, o podrías simplemente dormir.
—Soy un hombre sencillo, no necesito de tanta opulencia. Además, si vamos a las horas de sueño que aprovecha cada uno, usted tampoco tiene mucho que criticar.
—Sabes como es mi padre, es difícil rendir cuentas a alguien que nunca se equivoca, y más aún cuando es su legado el que tratas de hacer trascender.
—Ni hablar… —El hombre puso las manos en la nuca, estirándose— pediré algo de café y galletas y seguiré unas horas más, no deje de llamar al taller si necesita algo.
—De acuerdo.

La mujer despidió con dulzura a la chica que nuevamente se fue caminando detrás de su acompañante original, que con la misma actitud despreocupada regresó al único acceso.

—Cuida bien de Chii, valida bien cada dato, no quiero ningún código corrupto.
—Por supuesto, señora, ella es también mi proyecto más importante.
—Bien dicho. Cuando terminemos, tu nombre estará entre los de los primeros visionarios en el nuevo mundo, el honor de tu apellido se elevará hasta el firmamento.
—Algo por lo que la casa Flowright le estará eternamente agradecida. —Respondió Fye sin darse la vuelta, agitando la derecha sobre su cabeza mientras la puerta automática cerraba tras él.


Eriol miró por la ventanilla del avión. El oriente quedaba de frente al fuselaje del aparato, y un sol aún sin atreverse a aparecer lanzaba destellos de claridad sobre el océano y los litorales de la península coreana. Estaba muy cómodo dentro de lo que cabía al ir en una espaciosa butaca de primera clase y recién haber tomado un trago de whiskey.

—Al menos nos dejaron venir solos a Japón, eso debería bajar un poco tu nivel de stress, ¿no Eriol?

El hechicero inglés colocó momentáneamente una toalla tibia en su frente y dedicó una mirada conciliadora, aunque agotada a Nakuru, la joven mujer a su lado.

—Sí… eso de estar cargando con un Auror todo el tiempo es agotador. No soy un soldado, ni un policía… no soy siquiera burócrata, nunca apliqué para el Ministerio de Magia justamente por eso. —Reclamó repentinamente exaltado.
—Detesto ser quien corra la venda de tus ojos, pero no te has librado de la burocracia aun, te recuerdo que un Mahonokeisatsu te estará esperando en Narita cuando lleguemos. —Intervino Spinel desde el maletín que descansaba en las piernas de su dueño, con sus felinas facciones que eternamente iban de la tranquilidad a la indiferencia (1).

NdeA1: En este contexto, sería el equivalente japonés a un auror, podría traducirse como "policía mágico".

—Dices que lo detestas, pero pareces muy feliz de mencionarlo y hacerme enojar. —A su reproche lo siguió el pensar en el agente que lo esperaría en Japón. Si bien el Ministerio de Magia Inglés podía ser pesado, el Estado Imperial Japonés de Asuntos Mágicos podía ser una verdadera pesadilla.

Hizo una inspiración profunda tratando de recobrar la calma, concentrándose nuevamente en el exterior. Entre las muchas cosas que lo molestaban de toda esa situación era llegar nuevamente a la presencia de todos aquellos niños de Tomoeda como portador de problemas, y no los problemas de antaño que él mismo provocaba y de los cuales tenía una solución creativa y divertida (al menos para él), sino que ahora traía a cuestas algo que olía a conflicto mágico internacional, donde muchas personas estarían involucradas, y seguramente todos tenían mucho que perder; una crisis tan grande como la del levantamiento del Señor Tenebroso a finales del siglo pasado, o quizás peor, de hecho, en sus dos vidas no había visto tal movilización de fuerzas mágicas y no mágicas trabajando juntas, en el debido secretismo que ese tipo de situaciones siempre ameritaba.
Pero por otro lado…
Sentía una profunda curiosidad de ver qué había hecho ese par de años en sus amigos. Él mismo había "dado el estirón", no tenía ya el aspecto de niño mimado y relamido de antaño.
Siendo justos, no era especial en lo que corresponde a lo físico: era alto para su ascendencia, su padre era japonés de segunda generación, mientras que su madre era irlandesa, así que el llegar al metro con setenta ya era una ganancia, era delgado y a diferencia de Xiao-Lang o Sakura él no era precisamente del tipo atlético, no por incapacidad, sino por comodidad, confiaba demasiado en sus poderes como para dar mayor atención a su fuerza física.
Y dejando de lado la nostalgia por la niñez y la curiosidad por personas tan particulares dejadas en el pasado, había una por la que sentía especial interés en reconocer: Tomoyo Daidoji.
Pasada la primera semana luego de abandonar Japón fue que habló con ella por primera vez sin que fuera Sakura el tema de conversación. Se encontró entonces a una jovencita madura e interesante, de una inteligencia y cultura que superó por mucho las expectativas del inglés, y descubrió un sinnúmero de diferencias entre ellos. Y distinto a lo que pudiera pensar cualquiera, eran precisamente esas diferencias las que los hacían tan consonantes entre ellos, incluso complementarios. Pensaba que tendría al menos unas horas para charlar con ella de forma presencial, y por primera vez en muchos años se sintió nervioso.
Ese era Eriol por primera vez arriba de Clow como dueño de su cuerpo, en el mismo proceso por medio del cual los recuerdos y personalidad del antiguo mago iban difuminándose inevitablemente. Tal vez Kaho siempre tuvo razón: era el tiempo de Eriol.
Echó un nuevo vistazo a la tarjeta que la agente británica le había dado cuando fue a dejarlo al aeropuerto, junto con la advertencia de que no se dejara llevar por la apariencia o los modos del Mahonokeisatsu que iría por él a Narita, y que podía ser de gran ayuda.
Eriol sabía mejor que nadie que las apariencias podían ser engañosas, dos de los hechiceros más poderosos que hubiera tenido en suerte a conocer aparentaban no ser más que unos chiquillos, así que se preparó mentalmente para confrontar a aquel mago anónimo y la forma en que podría participar, y esperaba que al ser una figura de autoridad no intimidara a Sakura… y era por ella la preocupación, pues sabía que la familia Li se paseaba entre los dos mundos de forma regular, así que el lobo seguramente estaría habituado a ellos.
Un rato después, luego de las formas comunes y el filtro final del aeropuerto, Eriol y Nakuru tomaban de una banda automática su parco equipaje entre las muchas personas que arribaban a Narita, en las cercanías de Tokio.
Se encontraron con una sala de arribos repleta de gente donde Eriol buscó con la mirada a su anfitrión en la brevísima visita que tendría en el país del sol naciente.

—¡Señor Hiiragizawa! —Se escuchó prácticamente en un grito.

Eriol buscó el origen de aquella voz femenina casi infantil, y al encontrar a la dueña no pudo evitar arquear una ceja.
Ya pensaría después en eso, era hora de ir a buscar a los Card Captors.

Prólogo.

Fin.


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