—¿Quieres mi autógrafo? —los ojos de Chat Noir brillaban de emoción.
—Bien, dámelo—espetó Ladybug—. ¿Traes papel? —preguntó como si ella fuera la que se lo dé.
—No—denegó rápidamente.
—¿Y lapicera?
—No—respondió, nuevamente—. Pero, no te preocupes —agregó rápidamente ante la mirada de su Lady—. Se cómo solucionarlo —sonrió de forma traviesa y en instantes, arregló el problema.
Chat Noir se encontraba firmando el autógrafo. ¿Cómo? Sus labios eran la tinta y Ladybug era el papel.
Una mano puesta en su omoplatos y la otra en su mejilla, sus ojos cerrados y sus labios moviéndose de tal forma que pueda escribir su nombre y grabárselo en los labios de ella, de una forma que no lo olvidara jamás y mucho menos él, que viene olvidándolo. Al terminar, se separó mirando lo que hizo.
Ladybug, quien le había autografiado los labios, estaba sorprendida por lo hecho, para nada, se lo esperaba.
—¿Lo firme bien? —repuso—. No quisiera una fan desilusionada... —añadió—. Creo que me salió un poco torcido —mirando de distinto ángulos lo hecho— No debí cerrar los ojos —exclamó— ¿Lo hago de nuevo?
La cara blanca de Ladybug, se volvió un papel de color rojo.