Advertencias: YAOI

Universo: Normal (Sin poderes)

Pareja: KatsuDeku

Personajes: My Hero Academia de Kohei Horikoshi.

Lala Norisu: Gracias por comentar :)


VIDAS SEPARADAS

I

«El tiempo es la distancia más larga entre dos lugares».

Tennessee Williams.

M.I

Londres, Inglaterra.

7 años después del accidente…

Los continuos repiqueteos de las gotas de lluvia en la ventana relajan el tenso cuerpo de Izuku frente al espejo, tiene la cabeza cabizbaja mirando la reluciente cerámica blanquecina del lavamanos.

Se ha quedado observándolo por varios minutos desde que entró al baño, estático y pensativo, siendo nuevamente atrapado en sus vacíos recuerdos y en lo poco que le queda de razón.

El miedo y la soledad, eran una sensación común en sí mismo, además de ser ocasionadas por sus oscuros y tenebrosos sueños, donde sus pesadillas lo atormentaban día tras día. Izuku se sentía perdido por no encontrar un lugar donde sentirse a salvo, agonizando lentamente en la irreal y confusa vida que llevaba.

Un penoso suspiro sale de entre sus labios y se ve vacilante en el espejo.

Ante él hay un hombre de rostro cansino, con canas sobresaliendo de su revoltoso cabello verdoso y con un poco de barba en el mentón. Las únicas agraciadas son sus cuatro pequeñas pecas por debajo de sus enormes ojos esmeraldas que decoran la pálida piel de su demacrado rostro.

Para un hombre y padre de tan solo 28 años, su desgastada apariencia era muy temprana, pero quién podría entenderlo, si nadie sabía que había perdido seis años de su vida pasada.

Lo último que alberga su memoria antes de la pérdida, es hasta sus recién cumplidos quince años, subiéndose a un bus rumbo a algún lugar que lo haría feliz, y después de eso, todo se oscurece.

Tenía tan solo 21 años cuando todo cambió o despertó, aún le es difícil definir cuándo se siente que se ha nacido de nuevo.

Despertar en un cuarto de hospital, inmóvil y desorientado, junto a su madre que sostenía su mano, no pudiendo hablar ni mucho menos pensar, ver una gran cantidad de delgados tubos conectados a su cuerpo desde varios aparatos, eran un gran impacto para una persona que mentalmente creía tener aún 15 años.

Había dormido por seis largos meses y la única persona que conocía en esa sala, era a su madre quien lloraba desconsoladamente.

Solo fueron unos momentos de paz hasta que se dio cuenta de su estado y las preguntas vinieron como un tornado, ocasionándole un ataque de pánico.

Recordar ese día se sentía como una pesadilla, incrédulo, creyendo que todo se trataba de una broma o un mal sueño, pero los rostros de las personas que lo veían con sorpresa y tristeza lo desmentían.

Para él, más que un recuerdo lo llamaba tormento, porque fueron los días más horribles de lo que lleva aún en vida.

El golpe repentino en la puerta lo exalta y presuroso abre el grifo del lavamanos.

—Midoriya, el desayuno está listo, ¿cuánto demoraras?

—Ya salgo, Todoroki-kun.

Avisa, mientras sus manos se remojan en el agua.

—De acuerdo… –Hay silencio y un pequeño empujón en la puerta– No te demores, recuerda que debemos llegar temprano al cementerio. –Susurra y luego se oyen pasos.

Con un poco de agua en ambas manos, se lava el rostro tres veces hasta sentirse aliviado pasando las manos mojadas por su cabello, relajándose.

Se ve nuevamente en el espejo. Algo ha cambiado en su aspecto, todo su cabello está hacia atrás dejando al descubierto el contorno de su rostro y también, a la pequeña abertura que tiene en su cabello sobre su oreja izquierda, que con dos dedos lo descubre dejándolo completamente visible.

Hay una gruesa cicatriz en línea recta provocado por una fractura en el hueso temporal de su cráneo en el lado izquierdo. El golpe había sido tan grave que le ocasionó la mitad de la pérdida auditiva de ese lado. Pero no era algo que le preocupara, ni mucho menos las innumerables cicatrices que adornaban su cuerpo. Las cuales iban desde una quemadura que descendían desde su barbilla hasta la mitad de su hombro izquierdo, cicatrices y quemaduras en los brazos, hasta los innumerables cortes en las piernas.

No, su apariencia no era algo que le importara, sino la causa de su tragedia que era evidenciado en su cuerpo, y que fue originado por un accidente que no recordaba siendo el culpable de su desorientada vida.

Con pesada resignación, pasa sus dedos por la cicatriz y entrecierra levemente los ojos.

Es en ese momento que Izuku se pregunta ¿qué hizo para merecer esa vida?

Él jamás hizo daño o siquiera maldecido a alguien, o tal vez sí lo hizo… Quizás las respuestas estaban en sus memorias olvidadas, pero quien se las respondería si solo tenía a su madre quien era la única que lo conocía, y ella ya no estaba para ayudarlo, además, el tiempo corría imparable y él ya no estaba solo, su vida estaba unida a dos pequeñas partes suyas que amaba intensamente y que dependían de él.

—Midoriya.

Vuelve a ser llamado.

Algo frustrado se seca las manos y el rostro con una toalla y abre la puerta del baño, Todoroki está parado vestido aun en pijama llevando una canasta de panes.

—Lo siento —Se limita a decir.

—No te preocupes, ¿me ayudas con eso?

Le pide, indicando con la cabeza una jarra de jugo de naranja con cinco platos sobre una bandeja metálica, encima de una mesilla de madera en el pasillo.

Izuku asiente y lo recoge.

—¿Por qué demoraste tanto en salir?

—¿Ah? —La pregunta lo ha tomado por sorpresa, lo que le toma unos segundos en responder— Estaba… Estaba viendo la forma de cómo arreglar mi cabello para la visita al cementerio.

—¿En serio? Creí haberte escuchado hablar —Comenta, girando por el pasillo izquierdo que daba hacia la sala principal.

Para Midoriya, la aptitud de Todoroki le era molesta. Le incomodaba estar siempre vigilado e interrogado, y entendía que era su obligación como doctor, pero había dejado de ser su paciente desde el día que salió del hospital.

Y aunque a veces necesitaba de su ayuda, no era un niño, no tenía la edad de sus hijos y siempre se lo decía, pero a Todoroki parecía no importarle.

"Si algo te molesta, solo dímelo". Aún recuerda esas palabras el día que le dio de alta, y aunque hizo uso de ellas, nunca fueron tomadas en cuenta.

Con ese pensamiento Izuku ha mirado con el ceño fruncido a Shoto, e Inasa, quien ordenaba la mesa, lo ha visto.

—¿Sucede algo Midoriya? —Le pregunta.

Izuku no se ha percatado hasta ver el confundido rostro de Shoto mirándolo, haciéndolo sentir como si sus pensamientos hubieran sido descubiertos.

Lo niega sacudiendo la cabeza.

Ambos se dirigen a la enorme mesa de vidrio repleta de comida ubicada en la esquina derecha de la amplia sala, puede sentir el olor del pan recién horneado y la mermelada que lo instan a sentarse, pero la intensa lluvia en el patio lo distrae.

Una mañana de verano en Londres se derivaba entre la suerte de tener un día soleado y disfrutar de la hermosa vista que tenían en la mesa, mirando a través de las enormes paredes de vidrio el amplio patio verdoso cerca a la orilla de un enorme lago tras la casa, pero que lamentablemente estaban siendo opacadas por la humedad y las fuertes ventiscas que movían feroces los grandes árboles.

Para un día como hoy a finales de junio, la lluvia había decidido hacer su presencia reflejando su tristeza.

—Iré a ver si los niños han terminado. —Avisa Inasa dirigiéndose a la cocina— ¡No empiecen sin mí!

—Deberías ponerte una camiseta, enfermeras.

Regaña Todoroki a su pareja que solo lleva un pantalón azul de algodón, y quien ha desaparecido en los oscuros pasillos de la casa.

Inasa y Todoroki eran una pareja de esposos que llevaban conviviendo más de cinco años juntos.

Todoroki Shoto era un joven de 28 años, un médico especializado en neurocirugía. Había ayudado en la operación de la fractura en su cráneo y de hacerse cargo de su cuidado en el hospital todo el tiempo que estuvo en coma, además de llevar una buena relación con su madre como si se conocieran desde hace años, era japonés y residía en Inglaterra desde los 18 años. Conoció a Yoarashi Inasa en la misma universidad donde estudiaba, un hombre muy alto y corpulento, de cabeza rapada y oscuros ojos agudos. Sus personalidades y pensamientos eran opuestas, pero no fueron un impedimento para estar juntos.

Para Izuku su relación era pura y sincera, casi en ningún momento los había visto pelear, a excepciones de las veces en que Inasa le hacía perder la paciencia a Todoroki por sus recurrentes bromas, eran una relación divertida, sobre todo para sus hijos a quienes les agradaba pasar el tiempo con ellos, y más aún con Inasa quien tenía una personalidad extrovertida, siendo la compatibilidad perfecta para jugar con los niños.

Cuando Izuku vio a Todoroki sentado en la mesa solo, se percató del silencio que había en la casa y en su vida aquello era inexistente.

A poco de preguntar por sus hijos, fue interrumpido por vigorosas carcajadas.

—¡Salgan del camino que aquí va llegando el rey!

—¡Y la reina!

Dos pequeños niños que no medían más de un metro y veinte, caminaban sonrientes hacia la mesa cargando una bandeja de galletas sobre sus cabezas.

—¡Buen día, esclavo! —Saludo Dai entre risas socarronas al verlo.

—Papi, ¡buenos días! —Saludo Emi sonriente.

Los niños se dirigieron a la mesa y detrás de ellos venía Inasa llevando otra bandeja de galletas.

—¡Serán suficientes para jugar sin dormir por una semana!

—¡Siii!

Gritaron los pequeños entusiasmados junto a Inasa que parecía estar más emocionado que ellos.

Izuku con una tierna sonrisa, se acerca donde sus hijos estaban sentados, en el lado contrario a la pareja, dejando entre ambos una silla libre; una invitación cotidiana de dejarlo sentarse en medio de los dos.

Antes de comenzar a comer, agradecen dando inicio al desayuno, como es costumbre en la tradición japonesa.

Todo empieza tranquilo, Inasa y Todoroki conversan, los niños se dan miradas retadoras advirtiendo de una pronta competencia mañanera e Izuku trata de disfrutar su desayuno antes de que empiece el alboroto.

Pronto los niños comienzan con sus típicas peleas en las comidas, sobre todo si se trataba de dulces, donde ambos se ponían tediosos por ver quién comía más que el otro o por cuál galleta era mejor y cuantas podían retener en la boca.

Inasa los miraba entusiasmado, le encantaba ese juego, pero no podía unirse a ellos cuando Todoroki estaba, limitándose solo a apoyarlos internamente en sus pensamientos.

Izuku sabía que pararlos tomaría tiempo, además estaba Todoroki para ayudarlo, por lo que por un día prefirió terminar su desayuno completo y aprovechar ese corto tiempo en concentrarse en sus pensamientos.

Si algunas personas tenían un hobby que ponian sus cuerpos en movimiento, el de Izuku era hacer solo uso de su mente. Se desconectaba de su alrededor y pensaba, tratando de recordar algo de su vida pasada lo que lo hacía a veces tener dolores de cabeza al forzarse demasiado y dificultad de relacionarse con otras personas. Para cualquiera que intentara ser su amigo, era un problema al tratar de comunicarse con él porque tendía a ignorarlos inconscientemente, alejándolos de su lado.

—Últimamente se te ve muy cansado Midoriya, ¿en qué trabajas ahora? —Pregunta Inasa de repente, sacando a Izuku de sus pensamientos.

—La revista me pidió unas fotografías de los amaneceres en la ciudad, por lo que no he podido dormir bien estos días.

—Eso suena tedioso. —Dice fastidiado— ¡Pero si algo te apasiona, debes ir a por todo!

—¡Si, Plus Ultra!

Grita Dai emocionado parado en la silla, seguido por su hermana que no pudo ser escuchada al tener la boca llena de galletas.

Los niños tenían un pacto con Inasa de decir aquella frase característica de su personaje favorito All Might, de una animación japonesa, cuando alentaban a una persona, y luego reír como el héroe de fantasía e imitar su pose, poniendo ambas manos empuñadas sobre sus caderas.

—Dilo papá, ¡como All Might! —Lo alentó Emi.

Algo apenado Izuku los imitó, aunque se moría de ganas de decirlo con fervor, porque también le encantaba ese personaje, pero se contuvo apenado al ver el rostro sin emoción de Todoroki.

—Deberías pedir vacaciones —Le aconseja Shoto— Tienes líneas de expresión en la frente y unas ojeras muy notorias, no te esfuerces demasiado.

Izuku asiente dándole la razón. Y era cierto, había comenzado a trabajar desde hace dos años como fotógrafo en una pequeña revista de entretenimiento, encargado de las fotografías nocturnas, pero solía tener problemas con algunos encargos que excedían sus horas de trabajo y tener pocos días de descanso, además de no sentirse conforme con su puesto ya que su interés iba más a estar sentado y escribir artículos informativos sobre los sucesos que pasaban en la ciudad.

—Hazle caso o te harás viejo muy rápido, solo mira a Shoto, ya va por la mitad —Bromea, señalando la mitad blanca de su cabello.

Izuku y los niños ríen, a excepción del mencionado.

—Por cierto, ¿sabes algo de Melissa? —Pregunta Todoroki.

—Sí, me llamó avisando que su vuelo se retrasaría y que la veríamos en el cementerio.

—Ahhh —Queja Emi de repente— ahora que mamá vuelve, ¿volveremos a casa?

Izuku asiente.

—¡No quiero, no quiero! Quiero estar más tiempo aquí.

—No podemos, cariño, esta no es nuestra casa, además, Todoroki y Yoarashi se incomodarían.

—No tenemos ningún problema, pueden quedarse los días que quieran, ¿no Inasa?

El mencionado asiente.

—Gracias, Todoroki-kun, pero tenemos deberes en casa.

—No es justo, la escuela ya termino.

Reprocha Emi angustiada.

Izuku suspira arrepentido. Mala idea aceptar quedarse en la casa de Todoroki por las dos últimas semanas que faltaban a la llegada de su esposa, pero no podía negarse, la casa estaba ubicada en un campo cerca de un lago, a sus hijos les encantaba el lugar por lo que serían dos semanas de diversión para ellos, además de celebrar sus cumpleaños, pero más que un día de relajación y espera, se incluía una ocasión especial.

Hoy se cumplían tres años de la muerte de su madre.

Al recordarla, Izuku se siente melancólico y su rostro lo refleja, dejando de comer al instante. Recordarla lo hace sentirse afligido, reviviendo momentos que con el pasar de los años se hacían lejanos y eso, quiebran sus emociones.

¿Cómo podía superar la partida de la única persona que conocía su pasado? Estaba perdido y solo, y eso nadie lo entendería.

—Papi, ¿estás bien?

Emi de repente tiene su rostro muy cerca al suyo, con su pequeña mano acariciando su mejilla derecha y eso lo reconforta.

—Estoy bien, cariño. —Agradece, agarrando su mano y dándole un beso junto con una pequeña sonrisa.

La pequeña sonríe y vuelve a sentarse. De pronto, es golpeado en la boca, sintiendo dolor y dulce entre los labios.

—Las galletas te hacen feliz, cómelas.

Le avisa Dai quien lo ha golpeado con una galleta.

—Gracias, pero a la próxima pídemelo, ¿sí?

—¿Las quieres o no? —Ofrece de mala gana con las mejillas sonrojadas y galletas en la mano.

Sin poder negarse y enternecido, las acepta, pero estando a poco de agarrarlas, Emi las hace a un lado.

—¡No, toma las mías!

Ofrece sonriente y Dai no se queda atrás.

—¡No, yo fui el primero en dárselas!

—No las quiere porque están feas y quemadas.

—¡No es cierto, las tuyas están peor, tonta!

Otra habitual discusión comienza, por dos pequeños niños de 7 años recién cumplidos, con Todoroki tratando de calmarlos e Inasa riendo, e Izuku soportando los gritos.

Sus hijos habían nacido el mismo día, 17 de junio. Eran mellizos o como ellos solían decirlo, gemellizos, porque eran casi idénticos con la diferencia de que uno era mujer y el otro hombre. Ambos tenían el mismo color de cabello rubio pálido y ojos verdes, y unas notables pecas sobre la nariz y mejilla.

Emi, era la mayor por 2 minutos de nacida. Tenía el cabello lacio hasta los hombros amarrada en una pequeña cola de caballo y el cual solía darle problemas al peinarlo por las mañanas, unas numerosas pecas por debajo de sus redondos ojos verdes la hacían ver como una niña buena y obediente, y lo era, pero con malas intenciones tras esa cara bonita.

Dai, era el hermano menor, pero él se creía el mayor y eso nadie se lo refutaba. Tenía el cabello alborotado como el de Izuku, unos ojos amenazantes y pequeñas pecas sobre la nariz, combinada a una personalidad muy problemática. Tendía a enfadarse muy rápido, a ponerle apodos a las personas y a pelearse con los niños de la escuela, lo que le dificultaba tener amigos. Pero sobre todo era cariñoso y aunque lo demostraba de forma agresiva porque le daba vergüenza hacerla notoria, nunca dudaba cuando se trataba de ayudar a quien lo necesitara.

Ambos estaban de vacaciones por dos largos meses, julio y agosto, lo que conllevaba a tenerlos todo el día en casa y eso era agradable hasta cierto punto.

Cuando Izuku ve que ambos están acercándose demasiado, siendo un indicio de que estaban prontos a golpearse, decide terminarlo.

—¡Basta! Cálmense y terminen de desayunar que debemos salir en unos minutos. —Dice tajante, tomando desprevenidos a los niños haciéndolos sentarse al instante.

—Come mis galletas —Ofrece de nuevo Dai.

—No, come las mías. —Replica Emi.

—De ninguno. —Sentencia agobiado— A todo esto, ¿de dónde han sacado tantas galletas?

—El tío Inasa nos ayudó a hacerlas, lo prometió por terminar la escuela.

Inasa bien orgulloso sonríe.

—¡Pero es un calvo inútil, por su culpa se quemaron las mías!

Regaña Dai indicándole con el dedo.

—Dai, cuida tu lenguaje —Amonesta Izuku— Y no señales.

—Al final el tío Shoto nos ayudó a hacerlas.

Izuku mira a la pareja, viendo a Inasa recostarse en el hombro de Todoroki ocultando su rostro.

—Me odian Shoto —Dice triste, mientras es consolado con suaves palmadas en la cabeza.

—Sé que está mal que coman dulces por la mañana, pero les hicimos una promesa.

—No te preocupes, está bien. —Responde restándole importancia. Conocía a sus hijos y si algo bien sabía era que incumplirles una promesa ocasionaría un sin fin de venganzas, y nadie quería lidiar con eso.

Después de la pequeña discusión el desayuno transcurre con tranquilidad, los esposos son los primeros en levantarse llevando los platos sucios, los mellizos compiten por los últimos panes y galletas que quedan y que ni siquiera se las terminan de comer e Izuku come el último pan con mermelada que logra quitárselo a Dai cuando estuvo a punto de tirárselo a su hermana al perder.

Al terminar de limpiar la mesa y lavar todos los platos y vasos sucios con la ayuda de los niños, cada uno se dirige a cambiarse para ir al cementerio.

Izuku primero atiende a sus hijos, ayudandolos a bañarse y cambiarse, poniéndole a Dai un traje negro y dejándole en claro que si lo rompía o ensuciaba lo pagaría con sus propinas, y a Emi un vestido y pantis negros, dejándole a cargo su propio peinado.

Luego de bañarse y ponerse un traje negro y desistir de varios intentos en hacer un nudo aceptable con la corbata, se arregla el cabello en el espejo del retocador de su habitación, peleando para mantenerlo liso y plano, tratando de ocultar las canas que sobresalían inquietas para verse presentable, pero era inútil.

Tan enfocado estaba que no se había dado cuenta de la persona que desde hace minutos lo miraba recostado en el marco de la puerta.

—¿Estás listo?

Pregunta sorpresivamente Shoto, asustando a Izuku y haciéndolo girarse a verlo con reproche.

—¿Hace cuánto estás ahí?

—Lo suficiente como para advertirte que abusas del gel.

—Mi cabello no es algo fácil de arreglar —Se defiende, mientras pasa el peine repetidas veces.

Todoroki sonríe sutilmente, lleva puesto un traje negro con una corbata roja y el cabello peinado hacia atrás.

—Parece que tu corbata también —Dice mientras se acerca— date la vuelta para arreglártelo.

Izuku lo mira extrañado y Todoroki no parece estar bromeando.

Acepta un poco incomodo, rascándose la cabeza.

—Melissa suele hacerlo —Dice apenado.

—¿Y se te dificulta aprenderlo?

Lo mira inquisitivo e Izuku desvía la mirada.

Al terminar de arreglarlo, mete dentro del saco negro la corbata y pasa sus manos alisando las diminutas arrugas.

—Siempre has tenido esta manía. —Musita con la mirada perdida en la corbata.

—¿Siempre?

Le cuestiona Izuku y Todoroki se queda unos segundos en silencio.

—Claro, te he visto antes así.

Responde con una leve sonrisa mientras retrocede.

—Qué extraño, no recuerdo haber salido con el nudo mal hecho —Menciona pensativo.

—No importa —Dice sin interés caminando hacia la puerta— Los niños están listos, te esperaremos en el auto, no demores.

Izuku no responde y Todoroki ya se ha ido.

Viéndose en el espejo arreglando los últimos detalles de su traje negro, mira intrigado su corbata.

—Hoy es la primera vez que hago el nudo de una corbata, mamá y Melissa suelen hacerlo... otra mentira más.

•••

Midoriya Inko, era la madre de Izuku, quien había fallecido por un tumor cerebral a los 51 años, luego de luchar por años con la enfermedad y resistir un tiempo para ver a sus nietos crecer, dejó de respirar un 21 de junio.

Hoy como cada año hacían las visitas por las mañanas.

La lluvia había parado y el sol iluminaba débilmente la ciudad de Londres, las calles estaban mojadas y aunque había pocas personas con paraguas por precaución, el calor del verano se sentía y la mayoría iba a las playas a refrescarse, mientras que ellos se dirigían a visitar y rememorar a una persona querida.

En todo el camino en carro, han permanecido en silencio, cada uno en sus propios pensamientos, recordándola.

Solo hablaron cuando hicieron una parada en una florería a comprar flores para cada uno y luego seguir avanzando.

El cementerio se encontraba sobre una colina y la subida a la entrada era estrecha para los autos, por lo que se debía conducir con cuidado.

Izuku agradecía la lentitud con la que iba, así se preparaba mentalmente y de paso apreciaba a través de la ventana los frondosos árboles y las paredes de piedras enrejadas que limitaban el cementerio, con un iluminado día y donde al parecer la lluvia no había llegado.

Sus hijos respetaban el dolor en silencio, recostados a su lado con un semblante apenado.

La amaban, aunque solo estuviera con ellos por 4 años, la recordaban y más por las enseñanzas que les había dejado. Las tradiciones y cultura japonesas, sobre todo el idioma para comunicarse con ellos y siendo la razón de porque sus hijos amaban tanto Japón y porque ansiaban visitarlo.

Al llegar se estacionaron frente a la entrada, eran los únicos visitantes por lo que tendrían una visita tranquila.

Cada uno baja sin prisa, Inasa saca del maletero una mochila donde guardaban las herramientas necesarias para la limpieza del nicho y Shoto asegura el auto. Izuku se adelanta, sosteniendo la mano de sus hijos y dirigiéndose hacia la entrada buscando a su esposa, pero no la encuentran.

Cuando Inasa y Todoroki llegan, preguntan por ella.

—¿Seguro que era aquí donde la veríamos?

—Sí, me lo confirmó dos veces.

Izuku vuelve a llamarla, pero no contesta.

—Tal vez aun siga en el avión, en estos meses suelen haber retrasos en los viajes —Menciona Inasa, quien solía viajar a menudo por su trabajo.

—Espero sea eso.

Preocupado y dudoso, le envía un mensaje avisando de su llegada y guarda su teléfono.

Cuando se adentran en el cementerio, lo primero que impacta en ellos es el olor a tierra húmeda, aunque el pavimento estuviera seco. La brisa mueve las copas de los árboles haciendo caer pequeñas hojas sobre las lápidas.

El lugar era silencioso y escalofriante.

No van ni por la mitad y Emi pide que la carguen, Dai se hace el valiente sosteniendo fuerte la mano de su padre.

Aunque se tratase de un lugar de mucho pesar y escalofriante, era un ambiente muy verdoso. Había una gran cantidad de árboles que lo hacían ver como un bosque y extensos prados donde reposaban pequeñas lápidas blancas.

Luego de pasar por tenebrosos panteones y largos senderos de paredes blancas que daban la sensación de atravesar un enorme laberinto, llegaron a una pequeña colina al final del cementerio donde la tumba de Inko se encontraba.

Subirla era dificultoso por las escaleras desgastadas y caminos de tierra angostas sumada a tumbas de diferentes tamaños pegadas a los árboles.

Mientras suben, Izuku recuerda el día que fue a visitarla un mes después del entierro, incrédulo de que su madre estuviera muerta. Ese día llovía y los caminos eran de barro, y sin importarle siguió hasta llegar hasta la tumba de su madre y llorar desconsoladamente pidiendo la trajeran de vuelta. Todoroki lo encontró esa misma noche durmiendo recostado en la lápida y con la ropa mojada.

Fueron días donde prefería estar solo, sus hijos lloraban por verlo y él los alejaba, en ese tiempo estaba casado y agradecía que su esposa cuidara de ellos. Tal vez esa sea la razón de porque sus hijos están más cerca de él días antes a la visita.

Al pasar unos árboles que habían crecido en medio del camino, vieron a una esbelta mujer de largo cabello rubio ondulado cubierto con un sombrero negro, vistiendo un largo vestido negro por debajo de las rodillas y brazos descubiertos.

Los niños al verla corrieron a ella e Izuku suspiró aliviado.

—¡Mamá! —Gritaron los mellizos.

La mujer al verlos, extendió sus brazos recibiéndolos con un fuerte abrazo.

—¿¡Dónde estabas!? Creímos que no llegarías —Le reclamó Dai.

—Sí, papá estaba muy preocupado —Aviso Emi.

—¿En serio? ¿Y ustedes?

—Yo estuve a punto de llamar a la policía —Mencionó orgulloso el niño.

La mujer ríe y los vuelve abrazar.

—Los extrañe tanto mis amores.

—Melissa —Saludan Shoto e Inasa.

Al percatarse de su presencia, los mira con sorpresa.

—Hace tanto que nos los veo a ambos —Emocionada la mujer se acerca abrazarlos— ¿Cómo han estado?

—Nosotros bien, pero... —Shoto en silencio indica a su detrás.

Izuku se pone tenso al tener la mirada de su esposa sobre él y ralentiza su caminar, sin embargo, Melissa no lo espera y corre abrazarlo.

Los sentimientos se mezclan y la ausencia de la falta que se hicieron ambos, se desvanece.

—He vuelto. —Susurra en su oído.

—Bienvenida.

La mujer se aleja aún con los brazos entrelazados en el cuello de Izuku, están tan cerca que se quedan en silencio observándose, captando cada parte del rostro y acciones de ambos.

—Tu cabello ha crecido —Susurra feliz, acariciando suavemente su nuca— Me esperaste.

Están en silencio, Izuku duda si debería besarla, pero a poco de decirlo, son interrumpidos.

—¡Beso! —Grita Emi cerca de ellos.

Melissa ríe y tomándolo desprevenido, besa sus labios, en un suave toque.

—Asco —Queja Dai.

Los presentes ríen y se adentran en la tumba de Inko que esta perimetreada por delgadas rejas negras, cuidando la lápida empedrada blanca que era adornada por plantas caídas.

—Llegue temprano y estuve por avisarles, pero mi batería murió, así que me tome el tiempo de limpiar antes de que llegaran. —Dice apenada e Izuku agradece sosteniéndole la mano, haciéndola sonrojar ante el gesto.

—Solo nos faltaría decorarla y luego rezar —Menciona Shoto.

Los niños son encargados de vigilar el nicho, Inasa de sacar la hierba y reemplazar las plantas caídas, Shoto de repasar la tinta en las letras de la lápida e Izuku de cambiar el agua de los florales con la ayuda de Melissa. Para ello deben ir hacia una pequeña capilla al pie de la colina para limpiarlos.

Ambos caminan agarrados de las manos, sosteniendo con un brazo un frasco cada uno.

—Sé que debí llegar hace dos semanas, pero papá insistió en que me quedara para unos proyectos que salieron a último momento, lo siento. —Apenada, mece su brazo junto con el Izuku para aliviar su remordimiento— Me perdí el cumpleaño de los niños.

—No te preocupes, los niños y yo lo entendemos.

Ambos se sonríen.

Melissa Shield era su esposa y la enfermera que lo cuido cuando estaba en coma. Era una hermosa mujer de cabello rubio y ojos celestes, tenía 30 años. Luego de casarse, comenzó a trabajar con su padre quien residía en Estados Unidos, era un inventor y creador de grandes aparatos para mejorar la vida de las personas, sobre todo a los pacientes en los hospitales. Ella amaba lo que hacía y a sus hijos.

—¿Hablaste de tus sueños con Todoroki? —Izuku niega— Si no hablas pronto con él, tus pesadillas seguirán atormentándote.

—Lo sé, solo quiero un poco más de tiempo.

—De todos modos, sabes que siempre te ayudare en todo lo que necesites ¿no? —Izuku no responde, tiene la mirada perdida en los árboles. Melissa al darse cuenta, lo toca— He vuelto a romper tu burbuja aislada.

—Perdón.

Ella ríe.

—Cambiando de tema, mi padre me dio un regalo para los niños por su séptimo cumpleaños y para ti —Al ver que Izuku preguntaría, lo interrumpe— Pero no lo diré hasta mañana, es una sorpresa que les encantará a ambos.

—Mientras no sea un aparato que destruya el departamento, está bien.

—¡Oye!

Queja Melissa, dándole una suave palmada en el hombro.

—Por cierto… ¿Has pensado en lo último que hablamos?

Izuku asiente.

Su familia era feliz, solo eso bastaba para que él pronto lo sea, pero tenía que estar en paz consigo mismo para serlo.

—Lo intentaré por última vez, después de esto, nos iremos.

•••

Luego de una ajetreada limpieza y dejar reluciente la tumba. En silencio y con mucho respeto, rezan.

El tiempo pasa rápido y el sol brilla con intensidad. Son las 2 de la tarde y los niños tienen hambre. Inasa se ofrece a llevar a Melissa y a los mellizos a comer, mientras Todoroki e Izuku se quedan un rato más.

El aire fresco de la tarde golpea el cuerpo de ambos, pero el calor es insoportable lo que les hace quitarse los sacos y estar solo con camisa.

Todoroki está parado en la entrada del nicho fumando un cigarrillo mientras observa a Izuku sentado junto a la lápida de su madre en silencio. La idea de hablar sobre Midoriya Inko hace que se sienta angustiado, recordarla era rememorar sus mentiras y no lo quería.

Izuku por su lado, tarareaba una canción que su madre solía cantarle de pequeño y con la cual la despidió el día de su muerte.

—Te extraño —Dice angustiado.

La pérdida de un ser querido era un sentimiento insoportable. Saber que vivirías solo con sus recuerdos y que jamás los volverías a ver ni escuchar, era tan agobiante, y Todoroki lo comprendía.

—También la extraño. —Dice Todoroki mientras expulsa el humo por su boca— Era una buena persona, siempre estaba pendiente de ti y no dejaba de repetir lo mucho que te quería.

Izuku sonríe tristemente.

—Tú y ella tenían una buena relación —Shoto asiente— Como si se conocieran desde hace mucho tiempo.

—No tanto, la conocí en el hospital —El tema lo pone tenso, haciéndolo des aflojar el nudo de su corbata— Era una mujer desesperada que pedía ayuda y no sabía a quién más poder acudir, alguien debía notarla.

—Mamá era una persona con muchos secretos, nunca pude entender porque siempre se la veía triste.

—¿Porque lo dices?

—Porque fue extraño el día que se despidió —Manteniendo sus ojos en la lápida, se giró a verlo— En sus últimas palabras me pidió que la perdonara.

"Perdóname Izuku, he sido una mala madre..."

Cada vez que la recuerda, esas últimas palabras se repiten en su cabeza y lo dejan confundido.

—Tal vez te lo dijo porque no sintió que cuido de ti lo suficiente.

Ambos hombres están en silencio, pensativos, mientras una fuerte brisa mueve sus cabellos.

Quien más que Todoroki podía entender la ausencia y la falta que le hacia una madre a un hijo. Porque muy aparte del afecto y el amor que se desvanecían o fortalecían con el tiempo, la muerte era algo que cortaba en un instante aquella conexión.

—Desearía traerla de vuelta.

Es lo único que pide al cielo en un aliento tembloroso.

—Cuando dejas este mundo es para siempre, no hay retorno, solo recuerdos.

E Izuku asiente tristemente.

—Ella solía decirme lo mismo. Las personas no morían si aún había quienes las recordaran, que realmente dejaban de existir cuando eran olvidadas… Tal vez por eso siempre trato de recordar.

—Mientras no te esfuerces demasiado y sean los recuerdos de tu vida actual, todo está bien.

Izuku lo mira con extrañez.

—A veces siento que tienes miedo a que recuerde.

Shoto tira la colilla restante del cigarro al suelo y lo pisa, para luego sentarse frente a Izuku.

—No es miedo Midoriya, solo quiero tu bienestar. No quiero que te pase lo mismo que a tu madre, ella era fuerte, pero se rehusaba a olvidar las memorias que tenia de ti por culpa de la enfermedad que se las estaba quitando. Además, no quiero que recaigas de nuevo, tus hijos ya se dan cuenta.

Izuku no responde, en silencio mira el rostro inexpresivo de Todoroki, es en ese momento que recuerda las palabras de Melissa y niega con la cabeza.

—¿Y si te digo que he recaído y no puedo dejar de intentarlo? ¿Que a veces siento que hay personas que he conocido y tenga la sensación de ser el único que las pueda recordar? Que tal vez...

Todoroki niega.

—Creo que es momento de irnos.

Se levanta, pero Izuku lo detiene.

—¿Alguna vez mi madre te hablo de alguien llamado Kacchan?

La pregunta lo hace girar abruptamente.

—¿Qué? ¿Dónde escuchaste ese nombre?

El ambiente de pronto se vuelve tenso, Todoroki tiene el ceño fruncido e Izuku está sorprendido por su aptitud.

—Si alguna vez mi madre te menciono a mi amigo de la infancia —El rostro de Todoroki era una expresión vacilante de confusión y enojo— pero veo que no.

—¿Amigo? —Soltó, con una falsa cuestión.

—Era mi amigo de la infancia y el hijo de su mejor amiga, solo jugué con él hasta los 5 años y después nos mudamos, la verdad que no se ni como era.

—¿Y porque me lo preguntas?

—Creí que quizás a ti debió contarte algo más que a mí no, parecía muy nerviosa cuando se lo pregunte.

—¿Lo recordaste?

—No lo se, comenzó a repetirse en mi cabeza de repente y creí que se trataba de alguien importante… —Izuku mira sus manos empuñadas de la contención de no poder decir lo que realmente desea preguntar— Pero resultó ser un recuerdo de la infancia, y es extraño porque siento que soy el único que lo recuerda.

Todoroki vuelve a sentarse y resopla fuertemente.

—Sé que quieres recordar, Midoriya, pero han pasado 7 años desde que despertaste y no has logrado recuperar tu memoria, debes desistir, no regresarán jamás.

Los ojos de Izuku miran el suelo con dolor.

—No quiero hacerlo.

—Midoriya.

—No lo entiendes —Dice exasperado mirándolo enojado— no puedo seguir viviendo con esta sensación que me abruma cada día —La amargura en su voz se refleja en su rostro golpeándose el pecho con fuerza— Pensar que he tenido una vida antes del accidente y haber conocido a muchas personas que me recuerden y yo no pueda hacerlo. No me dejan estar tranquilo.

Cabizbajo mira el suelo amargado, oye la voz de Todoroki llamándolo, pero lo ignora, no es hasta que ve su mano tocar la suya que lo mira.

—No hay nadie más que tú para contar tu historia, pero déjame recordarte algo. —Su rostro, inexpresivo, lo pone tenso— Naciste en Japón un 15 de julio, te mudaste a los 15 años a Estados Unidos para tener una mejor vida, pero solo te ha dado desgracias y aunque conociste a muchas personas nunca fueron tus amigos.

—Lo dices como si conocieras mi vida.

—No, tu madre si, lástima que ya no esté para decírtelo.

Las palabras habían sido dichas con tanta frialdad que lo dejaron perplejo.

—Ahora, tienes una esposa y dos hijos que dependen de ti, no arruines su felicidad por tu egoísmo. ¿De acuerdo?

Ambos mantienen la mirada un largo tiempo en silencio, hasta que el celular de Todoroki suena y se levanta.

—Te esperare en la entrada, no demores.

Avisa mientras se aleja, dejándolo perplejo y solo en la tumba de su madre.

Todoroki nunca lo entendería, estaba más que claro, solo le importaba mantenerlo con vida, jamás comprendería su incertidumbre, ni la agonía que lo hacían sentirse cada vez más hundido en un mar desconocido rodeado de extraños peces, y lo peor era que sufría solo.

Pero Izuku no era tonto, sabía desde hace mucho tiempo que entre Todoroki y su madre había un secreto que los tenía a ambos siempre alerta de sus pensamientos. Tal vez sus memorias nunca regresarían, pero eso no le impedía descubrir la verdad de su vida.

"Perdóname Izuku, he sido una mala madre… Te he mentido"