Chica del café

Fairy Tail © Hiro Mashima

Sinopsis: Jamás la había visto e incluso así ya tenía una historia con la chica del café.

Nota de autora: Historia originalmente concebida para mayo, pero que por un bloqueo para seguirla y por no convencerme su final, atrase. Todavía no determinó si serán dos o tres capítulos más, pero sepan que voy a actualizar cada dos semanas.

Sin más que decir, disfruten.


Capítulo 1

Había pocas cosas que Natsu Dragneel apreciaba desde el fondo de su corazón. La familia, los amigos y el café de la esquina tenían esos privilegios. Siendo este último un segundo hogar desde la primera vez que ingreso.

Escuchó del café cuando tenía doce años, durante su primer año de secundaria en Fairy Tail. Instituto nuevo y un ambiente con el cual no estaba familiarizado debido a que toda su educación había sido en casa. Fue por el nuevo trabajo de su padre que había terminado allí y lo detestaba.

No toleraba estar rodeado de personas tan superficiales y con malas intenciones. Compañeros y profesores solían ignorar su presencia, lo que conllevaba a que siempre estuviera aislado, pero a Natsu eso le importaba poco y nada. Gran parte de su infancia había permanecido solo junto a Igneel y su imaginación para distraerse, la secundaria no cambiaría eso. No realmente.

Sin embargo, el chico de ese entonces no contaba con que su olfato un día lo empujará al aroma de scones recién calentados y acabaría en las puertas de un local.

—¿Y este lugar?

Natsu había escrutado el frente, alcanzando a percibir con precipitación que se trataba de un café con una temática bastante original. Carecía de lujosa publicidad y no era del interés para los estudiantes porque pasaban sin mirar hacia el interior.

Café Fairy Tale: Donde la magia aguarda —mencionó en voz alta. Fue una sorpresa para Natsu que se llamará de manera parecida a su escuela. Magnolia poseían una alguna obsesión con las hadas—. Bueno, los scones huelen bien.

Sin mucho titubear, ingreso. La campana en la puerta advirtió a las personas del mostrador, que eran todas mujeres, provocando que una adulta de cabello rosado como Natsu y rostro amable se colocara en la caja. El chico le proporcionó una mirada inoportuna.

—Hola, pequeño. Bienvenido a Fairy Tale, ¿quieres que tome tu orden?

—¡Hola, soy Natsu Dragneel! —declaró él para consternación de la cajera—. Olí los scones y vine.

La señora mira con simpatía.

—Bueno, Natsu. ¿Entonces quieres un solo scon?

—Bueno...—titubeó. El pequeño recordó que no sabía cuánto dinero llevaba. Desesperado, revolvió sus bolsillos y arrojó todo sobre el mostrador—. Es que no sé cuánto dinero tengo... —entrecerró los ojos para leer el nombre en su etiqueta—, señorita Grandine…

—Entiendo. Contaré tu dinero y veré que puedes comprarte —Grandine dispersó los billetes y contó las monedas, sorprendida por la cantidad—. Bueno, tienes cien jewels, lo que serían muchos scones y un buen jugo de naranja o licuado. Sin embargo, no sé si tienes permitido gastar todo.

Dragneel se puso ambas manos tras su cabeza, meditando. Igneel le había dado dinero asumiendo que iba a almorzar en el comedor escolar, no obstante, el aspecto de lo que había hizo que perdiera el apetito. No comía nada desde la mañana, pero tampoco deseaba gastar mucho.

—Tres scones y el jugo de naranja entonces, por favor —concluyó. Grandine realizó la operación en la caja y le dio un comprobante a Natsu junto con el cambio—. ¿Puedo ir a sentarme en una mesa? —preguntó a la cajera.

—Por supuesto, escoge donde quieras.

Asintió y avanzó un poco. El café no estaba del todo vacío, notó a dos personas en la barra frente a la ventana lateral y una pareja en las mesas con asiento encuerado contra el pasillo principal. En un rincón apartado, junto a una pared, había una serie de pequeñas mesas con sillas de madera elegantes acopladas a un cuadro de un dragón escupiendo fuego al escudo de un caballero. Natsu escogió ese espacio sin dudar demasiado.

—Este sitio huele como nuestra antigua casa —murmuró tocando la pared donde el cuadro del dragón estaba enmarcado. La superficie era de un tapizado verde con detalles rojos—. Woah, qué suave…

Levantó su vista y echó un vistazo que no solo estaban un dragón y un caballero. Hadas, gigantes, diosas y demonios adornaban toda la pared en lo que acompañaba a un cuadro completo rindiendo homenaje a las criaturas mágicas de la época medieval. Natsu estaba maravillado.

Cada detalle estaba muy cuidado, en el trabajo se sentía en la viveza y realismo que transmitía la obra. Era perfecta.

—A Igneel le gustaría ver esto —declaró, pensando en el enorme dragón rojo que aparentaba ser su padre cuando jugaban.

Antes de que Natsu vagara más en sus pensamientos, Grandine apareció con su orden y él le agradeció. Estaba por comenzar a comer cuando noto que la mujer lo continuaba observando con una mirada similar a las que Igneel frecuentaba mandarle: era la preocupación de un padre.

Grandine pareció entender que su sentimiento había sido percibido porque habló.

—Me sorprende ver a alguien de tu edad y de Fairy Tail por este lugar —Natsu bajó los ojos al escudo del instituto en su uniforme. Era obvio que no intentó disimular de dónde venía—. No es que tengamos algún problema, pero este sitio contrasta mucho con su forma de ser y eso me hizo preguntarme si realmente eres de ahí o solo estabas perdido.

¿Realmente era de Fairy Tail?

La pregunta sonaba tonta, pero Natsu titubeó un poco. No se sentía en sintonía con su nueva escuela, aunque esta siempre era definida como un lugar optimista y familiar, seguía añorando la vida junto a la naturaleza, los juegos con Igneel y la libertad que la ciudad parecía haberle arrebatado.

Estaba en una disyuntiva enorme.

—Solo quiero estar en casa —respondió, escuetamente. Grandine soltó una tenue carcajada que le produjo mirarla con curiosidad—. ¿Qué?

La mujer seguía carcajeando para su consternación, se acercó y revolvió sus cabellos con afecto. El arrumaco le causó cierta sorpresa, pero su tacto suave le provocó pensar en su padre. Tenía un toque muy cariñoso.

—Solamente me hiciste reír, pequeño dragón —confesó. Continuo con el gesto cuando Natsu devoró uno de los scones, echando la vista encima con atención—. Extrañas tu casa, ¿no es así? —el chico afirmó—. Bueno, siempre que desees puedes considerar este sitio como tu hogar. Esto es Fairy Tale, la magia aguarda.

Dragneel detuvo su comida para mirar a Grandine con curiosidad. Ella solo le sonría.

—Bueno…—manifestó, todavía procesando lo que la mujer había dicho.

El resto de su comida la pasó en paz y aprovechó el silencio del café para resolver algunos problemas de matemáticas. Cuando el reloj marcó las cinco de la tarde, Natsu organizó sus cosas y salió, no sin antes asegurar que volvería en alguna ocasión. El sitio no era un restaurante de lujo, pero tenía buena comida, un ambiente atractivo y todavía tenía que resolver lo que la camarera le había dicho.

«Esto es Fairy Tale, la magia aguarda».

—Remitir a mi hogar… —dijo en voz alta.

El viento sopló con suma fuerza, removiendo las hojas caídas por el otoño aproximándose, pero eso no fue lo que originó que Natsu levantara su mirada.

—¿Eh?

Una pequeña luz, era Dragneel lo que juraría siempre que vio, se había alzado sobre él. Esta se movió a los compas del viento y se escondió detrás del Fairy Tale.

Eso y la frase de Grandine resonando en su cabeza le hizo entender una cosa.

Ese café no sería un lugar pasajero en su vida.