Los personajes de Hidekaz Himaruya no me pertenecen.

Rusia caminaba junto a su madre y sus dos hermanas, Rus de Kiev miraba con nerviosismo a todos lados como esperando a algo o alguien.

—¿Madre adonde vamos?—preguntaba Ucrania, la niña era un poco más alta que su hermano menor y Bielorrusia era apenas mayor que un bebé iba en un saco de piel colgado del cuello de su madre su cabecita rubia miraba a todos lados.

La mujer tenía el mismo color de pelo que Rusia y Ucrania su rostro era hermoso y llevaba un abrigo morado a juego con su vestido raído.

—A un lugar seguro cielo—Ivana estaba agotada, años atrás el imperio mongol empezó a invadir sus tierras pero ahora era peor solo esperaba poner a sus hijos a salvo mientras enfrentaba a esa mujer.

Enkhtuya a lomos de su caballo miró las huellas y sonrió, no había nada como una buena caza ya fueran de animales o naciones que intentaban escapar de ella, más divertido era cuando alcanzaba a sus presas y veía el terror en sus ojos sabiendo que no había escapatoria. Hace poco Batú kan le informó de que después de varios días sitiando El Gran Principado de Riazán, la ciudad fue destruida.

Se rió para sí misma como le hubiera gustado ir allí para verlo y participar pero le encargaron ir a por la personificación de Rus de Kiev y sus vástagos. Bufó no entendía por que alguien se arriesgaría de ese modo por otra persona aunque fueran sus propios hijos.

—Madre ¿ya falta poco?—el pequeño Ivan miraba con miedo el bosque nevado esperando que en cualquier momento aparezca esa aterradora mujer.

—No hijo—la mujer estaba en mal estado, las invasiones de la horda de oro y las ciudades destruidas habían sido un duro golpe para ella al igual que sus hijos.

La nación miró a sus pequeños preocupada, sabía que con sus nacimientos marcarían su fin pero no se arrepentía de tenerlos. Solo había esperado estar más tiempo con ellos pero la llegada de Enkhtuya lo cambió todo.

—¿Vas a alguna parte Ivana?—preguntó una fría voz.

Rusia soltó un gemido de terror cuando la vio allí, Mongolia la nación que lo atormentaba en sus pesadillas y cuando estaba despierto. Ucrania la miró con horror.

—¿Que quieres Mongolia?—dijo Rus de Kiev con una fuerza de la que carecía en realidad—¿No te bastaba con destruir las ciudades y ahora esto?—

La otra nación sé hecho a reír, su risa era como el eco en una pendiente rocosa haciendo estremecer a la familia y la pequeña Bielorrusia empezó a gimotear de miedo.

—No me hagas reír Ivana así es como actuamos las naciones deberías saberlo, nos invadimos los unos a los otros por nuestra gente, tú fuiste débil y no pudiste detenerlo pero tal vez tus hijos sean lo bastante fuertes como para estar bajo nuestro dominio—

Rus de Kiev negó enérgicamente con la cabeza no permitiría eso sabía lo que les sucedería a sus hijos sobre todo a Ivan.

—No lo permitiré—dijo con furia—Antes tendrás que pasar pro mi cadáver—

—Eso es lo que pretendo—respondió con voz fría.

Ivana le entregó a Ucrania su hermana menor.

—Escuchadme bien, pase lo que pase corred sin mirar atrás ¿me oís? Iros—

—Pero madre—Ivan miraba a su madre aterrado.

Ivana le acarició la mejilla—No te preocupes Vania siempre os cuidaré serás una gran nación estoy segura—

—¿Ya has dado tus últimas despedidas a tus hijos? No estoy para esperar todo el día—

Ucrania bajo instrucciones de su madre se llevó a rastras a un lloroso Rusia mientras cargaba a Bielorrusia que también lloraba como si supiera el destino que le deparaba a su madre.

Mongolia sacó su arco y flechas mientras Ivana un espada—La verdad no lo entiendo son tus hijos y territorios tuyos ¿pero dar así tu vida por ellos?—

Ivana miro con rabia a la otra mujer pero también con pena—Es obvio que no sabes nada del amor de un hijo o de tener padres te compadezco Enkhtuya—

Mongolia la miró con furia asesina y le lanzó unas flechas que Rus de Kiev paro excepto la última que le dio en el pecho, la mujer debilitada seriamente se desplomó en la nieve mientras su sangre la teñía.

—¿Que me compadeces? deberías mirarte a ti misma Ivana estás acabada y tus hijos tendrán vidas difíciles sin ti —sacó una daga para dar el golpe final.

—Pero nosotros al menos conocemos el amor de la familia no como tú—

Con un grito de rabia Mongolia pone fin a Rus de Kiev.

Mientras no muy lejos de allí los tres niños lo sienten lo perciben.

—Madre no—las lágrimas salen sin parar de los ojos de Yekaterina, en sus brazos Natalia lloraba sin parar.

Rusia está paralizado mira en dirección hacia donde estaba su madre y deja escapar un grito que asusta a las aves del lugar que vuelan asustadas. El grito rápidamente pasa a el llanto pero después Rusia empieza a reírse, una risa no muy sana Ucrania lo mira asustada y preocupada.

Ese fue el inicio de su locura.