Gruñó sintiendo gotas saladas bajar desde su frente hasta sus labios. La pelinegra lanzó un puñetazo recto a la cara del payaso disfrazado, pero éste lo esquivó con facilidad. Videl volvió a maldecir, tomando impulso para intentar atinar una patada que fue eludida por su oponente. Ella continuó atacando con sus mejores movimientos, combinando puñetazos y patadas.
—¡Deja de moverte!—espetó furiosa jadeando para recuperar el aliento—. ¡Atácame! ¿o es que solo te dedicas a huir como cobarde?
—No soy cobarde, señorita Videl—se defendió el "héroe"—. Lo siento, pero se me hace tarde.
Con estas palabras, el Gran Saiyaman emprendió su huida dándole la espalda y preparándose para volar. Sin embargo, ella no lo dejaría escapar con semejante facilidad. Finalmente lo había acorralado en este pequeño callejón y necesitaba vencerlo para desenmascararlo.
Así que corrió hacia él, saltó sobre un contenedor de basura y se pescó de su capa roja cuando ya emprendía el vuelo. Él se retorció y, al no esperar el peso extra, cayó de espaldas chocando con ella hasta estrellarse ambos contra el piso de concreto.
Videl gimoteó momentáneamente de dolor hasta caer en cuenta que lo tenía justo donde quería, por lo que se apuró a moverse hasta quedar encima de él en una posición muy comprometedora. Ella lo miró por unos segundos, admirando el sonrojo que su casco apenas cubría.
La pelinegra sonrió maliciosamente, siendo consciente de la reacción que causó en el superhéroe. Aunque ella no usaba la manipulación como un arma, sabía lo que sus encantos femeninos eran capaces de hacer en un hombre. Además, este nuevo enfoque podría ayudarle para desenmascarar a este bufón.
—¿Qué pasa, saiya-tonto?— ronroneó mostrando una sonrisa gatuna—. Parece que te he vencido.
Él pasó saliva audiblemente y la sonrisa de Videl se agrandó. "Por fin te tengo".
Ella pasó su mano semi enguantada por la mejilla del héroe hasta llegar a su mandíbula donde una especie de broche lo mantenía unido a su cabeza. El Gran Saiyaman se estremeció, pero no hizo un solo movimiento para detenerla de hecho, parecía congelado. Acercó su rostro con lentitud hasta quedar a escasos centímetros de él.
Entonces ella desabrochó su casco y lo jaló con todas sus fuerzas, alejándose en el acto. Cuando se dio cuenta, el tan ansiado objeto yacía en sus manos.
—¡¿Gohan?!— exclamó antes de sonreír satisfactoriamente—. Siempre supe que eras tú.
El pelinegro quedó atónito y con una mirada de pánico decorando sus facciones.
—¡P-por favor, Videl!— suplicó—. ¡No le digas a nadie!
—Lo pensaré, pero tendrás que prometerme algo a cambio.
—¡Lo que sea!
—Enséñame a volar— susurró hasta acercar nuevamente su rostro para plantar un beso en su mejilla.
Sin saber de dónde provino semejante impulso, la chica se alejó con rapidez odiando cómo sus mejillas se encendieron.
—Bueno, ya sabes— dijo dándole la espalda—. Más vale que me enseñes a volar.
Y sin decir otra palabra le arrojó su casco y se marchó sin mirar atrás.