High School DxD no nos de nuestra propiedad, pertenecen a sus respectivos autores.

Este fic contiene/contendrá violencia, palabrotas, lemon mas o menos fuerte y demás cosas. Leedlo bajo vuestra responsabilidad, que yo ya lo he puesto en categoría M.

Hacemos esto por simple diversión, sin ánimo de lucro.

—comentarios normales

—"pensamientos"

—*comunicación por holograma, comunicador, etc.*

— [Ddraig, Albion, etc]


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Capítulo 1:

EL ARTISTA MARCIAL


Hyoudou Issei había nacido en una época complicada para su país. Japón, el país del sol naciente, se encontraba siendo influenciado por los países occidentales. El país nipón se había mantenido aislado del mundo durante muchos siglos, pero ahora las potencias de Europa y los . veían en aquel pequeño y montañoso país un lugar donde extender su influencia y obtener productos de gran interés para dichas potencias.

Japón, hasta mil ochocientos cincuenta y tres, había permanecido aislado del resto del mundo económica y políticamente, excepto para China y los Países Bajos. En esta fecha llega una escuadra de la Armada estadounidense que tenía como propósito exigir un tratado de comercio. Este hecho se conoce también como Kuro-fune raikō, o llegada de los barcos negros. Al no tener Japón una armada para hacerle frente tuvo que aceptar el tratado, evidenciando lo débil que era el país.

Lo sorprendente de esta revolución fue que la propia aristocracia inició el movimiento, pues vieron claro que las cosas debían cambiar: si no querían ser sometidos, tenían que acabar con su sistema feudal y modernizarse. Así comenzó un periodo de guerras que duró cuatro años, guerras que acabaron con el triunfo de aquellos que querían el cambio, eliminar el feudalismo, también llamado shogunate. Pero no nos centraremos en la historia de Japón durante dicho periodo, sino en un pequeño poblado del profundo Japón.

Dicho lugar se llamaba Kuoh, una ciudad sin nada importante, otro poblado más del país. No era cuna de grandes guerreros, ni de sitios de interés o estudio. No tenía nada que la hiciera especial, ni siquiera para hacer alguna pequeña visita. Entre todos los habitantes de la población nos centraremos en una familia de tres personas, un matrimonio y su hijo pequeño. Ésta familia tampoco tiene nada de especial. Ninguno es un gran guerrero, ni están considerados unos genios. Eran personas normales y corrientes, sencillamente unos ciudadanos más de la nación del sol naciente.

Pero es aquí donde comienza nuestra historia.

XXXXX

Era el once de noviembre en la época que llegaría a conocerse como Era Meiji. En el pequeño templo de la ciudad se estaba por llevar a cabo una ceremonia de boda entre dos jóvenes que no llegaban a los veinte años: Hyoudou Issei y Aika Kiryuu.

Aika Kiryuu era una muchacha de corta cabellera castaña y no demasiado alta, en la media de las mujeres japonesas, pero tenía un problema, y ese era su visión. Kiryuu no podía ver como el resto, y su familia no poseía dinero suficiente para pagarle unas gafas, así que la joven iba por la vida intentando distinguir las siluetas que observaba. Pero a pesar de aquello, la muchacha no perdió su particular sentido del humor, y eso era algo que alegraba el corazón a sus padres. Quizás llegara a quedar ciega en un futuro no muy lejano, pero sabían que eso no le impediría ser quien era.

En cuanto a Hyoudou Issei, el joven no destacaba. Era un muchacho normal, con el lívido un tanto más alto de lo normal, que disfrutaba de su vida, ayudando a su padre en su trabajo para algún día dedicarse a lo mismo y disfrutando de su tiempo libre con sus amigos, entre los cuales estaba la propia Kiryuu.

En verdad el matrimonio había sido arreglado para ambos desde que eran muy pequeños, así que fueron criados con esa idea. Eran muy buenos amigos y se tenían un gran cariño, pero ninguno de los dos estaba seguro de si realmente amaba al otro, pero las cosas no estaban como para rechazar nada, sobre todo con el cambio político que vivió el país hacía unos pocos años atrás.

Y al fin, después de tantos años, el día de su boda había llegado. Tal y como era tradición en las bodas sintoístas japonesas, Hyoudou Issei vestía un montsuki, que es un kimono de etiqueta negro decorado con el emblema de la familia, llamado kamon. El joven hijo del matrimonio Hyoudou no sabía qué sentir en aquel momento. ¿En verdad estaba bien casarse con alguien que no amaba? Le tenía un grandísimo cariño a Kiryuu, pero tanto como para dar aquel gran paso...

Su padre no se encontraba en casa, pues estaba terminando de prepararlo todo para el gran evento del pueblo, así que solo se encontraba su madre para ayudarle en todo lo que necesitara para aquel día tan especial.

—Ise, ven aquí —ordenó la mujer.

El joven adulto se acercó un tanto avergonzado a su progenitora. La mujer suspiró, causando un pequeño escalofrío en el joven, pero entonces sonrió como toda madre solía hacerlo mientras arreglaba sus ropajes de boda.

—Okaa-san, no hace falta. Otou-san ya lo arregló.

—Ahhh mi pequeño. Otou-san no lo ha hecho bien. ¿Ves? Esto no está bien, va así —Con una suave sonrisa, la matriarca Hyoudou arregló los ropajes de su único hijo—. ¿Qué es lo que te ocurre? —Le preguntó luego de contemplar su rostro.

—Yo…, verás..., no sé cómo explicarlo…

La mujer acarició el rostro de su hijo con preocupación. Pudo ver la duda en sus ojos y supo de inmediato el motivo del dudar de su único retoño. Sonriendo nuevamente, la mujer le abrazó con todo su amor y cariño, gesto correspondido por Issei.

—Mi pequeño. Te entiendo, créeme. Otou-san y yo nos casamos del mismo modo, pero hemos sido felices. Quizás la convivencia, el convertiros en esposo y esposa os haga avanzar hasta ese punto donde el amor surja. Es normal tener miedo, pero debes enfrentar dicho miedo y superarlo —Deshizo el abrazo y abarcó su rostro con ambas manos—. Y recuerda, siempre nos tendrás para lo que necesites.

Las lágrimas escaparon de los ojos del único hijo de los Hyoudou, lágrimas que fueron secadas por la mujer con sus propios dedos.

—Gracias okaa-san.

—No tienes que darlas, mi pequeño.

No mucho después llegó el patriarca de la familia para recogerlos. La familia Hyoudou fue directamente al templo, donde todo estaba ya listo para la boda. Cuando llegaron todos estaban expectantes. Issei caminó hasta el lugar donde debía estar para su ceremonia de bodas y allí, frente a él, estaba la novia, Aika Kiryuu, vistiendo un shiramuko; un kimono blanco con detalles rojos, colores que representan, para la cultura nipona, la pureza y la buena fortuna, que complementaba con un wataboshi, y un tsunokakushi, que es una especie de tocado.

Los primeros en entrar fueron los invitados y luego la pareja: la novia entrando de la mano de su madre y salió, ya casada, de la mano de su suegra. El novio, por el contrario, entró y salió acompañado de su padre.

La ceremonia fue sencilla y bastante rápida, como era normal, ya que no duró más de veinte minutos. En ella los novios cumplieron un ritual de purificación, se leyeron palabras de compromiso e hicieron ofrendas a los Kami, que son los Dioses Sintoístas. Pero el acto más importante de una boda japonesa tradicional es el San sankudo, que significa "tres veces tres a nueve", un rito que se da luego del intercambio de los anillos y los juzus, una especie de rosarios, a través del cual la pareja hizo una promesa de matrimonio ante Gohonzon, un objeto de devoción en el budismo japonés, que consistía en tomar tres vasos de sake, que representan al cielo, la tierra y el hombre, en tres sorbos. Este proceso primero lo hizo el novio y luego la novia, y se hizo de esa forma ya que el tres es un número sagrado que traería felicidad a la pareja y representaba la unión de la misma en cuerpo, mente y espíritu. Al terminar la ceremonia los invitados realizaron una procesión detrás de los novios.

Luego de la ceremonia, y ya en la recepción, los novios se cambiaron de vestimenta. Kiryuu cambió a un kimono rojo y blanco mientras Issei usaba un kimono gris.

Como era normal en las bodas japonesas, ésta estaba regida por ciertos patrones que se repetían: una magnífica entrada de los novios, luego ambos miembros del nuevo matrimonio presentaban en sociedad a su pareja, seguido esto de una enorme cena, discursos de algunos invitados, y finalmente un último discurso, esta vez de la pareja, donde agradecieron a todos por estar presentes.

Contrario a la ceremonia, en la que los invitados suelen ser las personas más cercanas a la pareja, las recepciones solían ser enormes, con varios cientos de invitados. Como era también tradición, el hombre era quien hablaba con todos los invitados mientras que la mujer se limitaba a seguirle, sonreír y asentir.

Hasta ahí todo iba bien. Ya sólo quedaba el final de la recepción, cuando la pareja daría a los invitados unos recuerdos llamados hikidemono que pueden contener de todo: elementos decorativos, dulces, vajillas, entre muchas otras opciones. Sin embargo aquello nunca llegó a pasar. ¿El motivo? La maldad de algunas criaturas vivientes, maldad y placer por la destrucción, la muerte y la sangre así como por el sufrimiento de sus víctimas y el olor del miedo.

¿Y por qué era eso el motivo por el cual la culminación de lo que debería haber sido el momento más feliz de sus vidas no pudo concretarse? Por ellos.

Seres extraños. No eran personas. No parecían animales. Simplemente, solo podía describírselos como… seres. Seres cuya mera y misma existencia parecía exudar una maldad tan espesa que era capaz de ser sentida por su sola presencia. No sabía que eran. No podía describirlos de forma exacta, pero tampoco hubiera podido de haberlos visto de antemano. Sintió su cuerpo congelarse, sus instintos gritarle, su cerebro paralizándose, más nada podía cambiar el hecho que ocurría frente a él.

Y ese era, que aquellas criaturas estaban masacrando a los invitados a la boda. Se lanzaban de frente, con garras tan afiladas como cualquier espada y dientes grandes y puntiagudos que atravesaban piel, músculo y hueso. Algunos eran tan fuertes que partían en dos a las personas con sus poderosas mandíbulas y su fuerza sobrehumana.

Las pocas personas armadas intentaban enfrentarse a aquellas aberraciones, pero nada podían hacer. Aquellas criaturas eran demasiado rápidas, y mucho más fuertes que cualquiera de los presentes. Los afilados filos que debía haber cortado a aquellos seres caían al suelo con las hojas limpias, o sucias por la sangre, la sangre de las personas que caían muertas por aquellos seres.

Para Issei, todo pasó a ser un frenesí indistinguible: gente luchando, seres atacando, invitados muriendo, el lugar colapsando. En un acto de reflejo acercó a Kiryuu hacia sí mismo, en lo que empezaba a buscar a los padres de ambos, separados entre medio de la confusión reinante.

Los gritos de los presentes se entremezclaban unos con otros: gritos de dolor con gritos de miedo, gritos de agonía con gritos de sufrimiento. Aquello se había convertido en una carnicería unilateral. Los cuerpos de los padres de la pareja yacían en el suelo, con las tripas arrancadas o a medio arrancar, con la sangre formando charcos bajo sus cuerpos. El resto de presentes, los invitados, no estaban en una mejor situación. Aquellos seres, aquellas criaturas malignas, reían y disfrutaban de asesinar a aquellos que intentaban huir, gritaban de placer mientras devoraban los cuerpos vivos y muertos, no parecían importarles el estado.

Issei alzó la cabeza al creer divisar a su suegra. La madre de Kiryuu se encontraba junto a su esposo, quien katana en mano intentaba matar a una de esas criaturas, la cual parecía disfrutar de los inútiles intentos del hombre por alcanzarle. Ésta criatura daba vueltas, lanzando algún que otro ataque que lograba alcanzar a alguno del matrimonio Aika. La sangre comenzó a manar de sus heridas, manchando sus ropajes.

— ¡Otou-san! —Chilló Issei intentando avisarle de un ataque por la espalda, pero fue inútil.

Kiryuu, al escuchar a Issei llamar a su padre, pues a pesar de su mala vista pudo discernir las figuras de sus padres, corrió hacia ellos aun a pesar de los gritos de su esposo. Con horror vio cómo una de esas criaturas partía a su madre en dos a la altura del estómago y cómo un instante después su padre perdía la cabeza por una mordida mortal de otra criatura. La muchacha detuvo su corrida, demasiado horrorizada para gritar o moverse. Las criaturas cayeron en su cuenta, sonriendo al ver un nuevo plato para comer. De sus bocas caía sangre y entre sus dientes había restos de las ropas y carne. Quizás fue el destino el que quiso que otras personas atacaran a las bestias y éstas olvidaran a la joven para ir a por aquellos que osaban atacarles.

Issei corrió en pos de su esposa luego de evitar morir, aunque su brazo sangraba. Cuando llegó hasta ésta, Kiryuu lloraba por tristeza, dolor y terror. A pesar de su mala vista había podido presenciar la muerte brutal de sus amados padres.

Issei no encontraba forma de consolarla, pero lo primordial era sacarla a ella y a él mismo de allí lo antes posible. Sin embargo, apenas alcanzó a pensar en un plan de escape para llegar a la salida cuando un fuerte sonido le llamó la atención. Solo logró desviar su mirada hacia arriba, hacia donde la estructura debilitada por llamas estaba, para observar los escombros caer hacia su persona.

Con un ruido sordo, todo se fue a negro.

XXXXX

El único hijo de los Hyoudou abrió los ojos con gran dificultad. Notaba su cuerpo increíblemente dolorido, y no era para menos. Los golpes de aquellos miserables demonios le habían roto varios huesos y para mejorarlo tenía restos del lugar justo encima suyo. Era un milagro que no hubiera muerto aplastado por los escombros, el fuego y humo, o por los mismos demonios.

Reuniendo sus escasas fuerzas, trató inútilmente de quitarse los restos de encima. Al fallar en eso, cambió su intento a deslizarse por entre los espacios que quedaban disponibles, quitándose de encima los huesos ajenos tratando de imaginarse que eran simplemente algunos escombros más. Cuando finalmente logró salir de la gran pila de escombros, se arrastró por algunos metros antes de sentarse, observando su alrededor. El paisaje lo sobrecogió.

Su esposa yacía muerta junto a sus padres, todos ellos en un estado tal que le provocó arcadas. Vació su estómago por primera vez esa mañana… Las criaturas no habían devorado a nadie del todo, siempre dejaban una parte de su víctima, y eso incluyó a la familia Aika. La segunda vez que vació su estómago ese día llegó cuando vio a sus padres. Un grito desgarrador surgió de su garganta, un grito que le provocó dolor, un grito que mostraba cuán grande era su sufrimiento en aquel momento.

Su rugido de dolor y lástima murió en sollozos y quejidos, con un cuerpo adolorido y entumecido ante las heridas y apenas capaz de reaccionar a su entorno. Se quedó allí, observando impotente lo que debió haber sido el día más feliz de su vida, ahora meras ruinas evidencia de una masacre cruel y sin sentido.

Algunas criaturas, quizás rezagados, aparecieron luego del grito de Issei. Al joven ya no le importaba morir, incluso si era de aquella manera tan horrible…, devorado vivo. Sus ojos vacíos y lacrimosos observaron sin observar a sus ejecutores. Estaba muy cansado y a punto de caer inconsciente cuando algo pasó.

De pronto un hombre extraño apareció blandiendo una katana. Con una rapidez inhumana y destreza sin igual cortó las cabezas de todos aquellos seres, quienes apenas y tuvieron tiempo para reaccionar, para defenderse de los ataques del recién llegado.

Issei solo pudo observar, dañado como estaba, la impresionante habilidad del recién llegado. Sus movimientos eran ágiles, a tal punto de apenas poder distinguirlos, y su espada apenas dejaba un rastro de sangre por su paso debido a lo rápido de su movimiento. Sin embargo, sus propias heridas le estaban pasando factura, por lo que cuando el desconocido estaba encargándose de los últimos seres malvados, Issei no pudo sino ver cómo toda su visión se iba a negro y sentía nuevamente el frío del suelo en su rostro.

XXXXX

Despertó en un lugar cálido: no lo suficiente como para que se sofocara, pero sí como para que incluso estar echado en un lugar duro fuera cómodo. Se sacudió ligeramente en lo que se sentaba, notando que estaba en un futón en el suelo de alguna casa. Se revisó, encontrándose tratado y vendado, aunque adolorido notoriamente. Notó también unas ropas dobladas a un costado suyo, un vaso con agua y una nota, indicando que dichas cosas eran para él. Agradeciendo en silencio, se bebió el agua, se vistió (no había notado que estaba semidesnudo) y salió al exterior, mucho menos tibio pero tolerable, en busca del dueño de casa o de alguien que pudiera decirle donde se encontraba.

Su mente empezó a divagar entre las cosas que había visto, tratando de buscarles algún sentido. No avanzaba mucho en eso, pero pese al dolor de cabeza y al nudo en la garganta que le provocaba, persistió en su tarea, ordenando sus pensamientos y buscando una respuesta a lo que había ocurrido enfrente suyo. Su línea de pensamiento se detuvo al alcanzar, en su cabeza, el momento final de su consciencia, donde aquella persona salía de la nada y eliminaba a las criaturas.

Aquel extraño hombre no parecía ser alguien extraordinario, pero en lo poco que recordaba entre el inicio del ataque y caer en la inconsciencia, ese sujeto aparecía. Había logrado eliminar a todas aquellas bestias con su katana de una manera que creía imposible. Se movió tan o más rápido que los propios demonios, y manejaba la espada con una magistral maestría.

Lo encontró, sorprendentemente, sentado en uno de los extremos del jardín interno de la casa. Estaba cuidando de la hoja de unas de sus espadas. Se acercó con curiosidad, deteniéndose ante la mirada del individuo. Recién notó que ya era de avanzada edad, seguramente acercándose a los seis decenios de vida.

—Entonces… —Empezó a hablar cuando lo vio. Issei solo le observó, expectante—, ¿Qué harás?

Issei le observó y apretó su puño, levantando su mirada determinadamente.

—Quiero aprender a defenderme.

— ¿Solo eso? —Inquirió el espadachín, impasible.

—N-no… no lo sé.

—Pero te ves como que quieres hacer algo.

—Pero no sé qué.

—Entonces… ¿te interesaría hacerte un Cazador?

— ¿Cazador? ¿Eso qué es?

—Es a lo que nos dedicamos algunos, chico. Has visto las criaturas que han atacado tu pueblo, ¿verdad? —Issei se mordió el labio al recordar aquel horror, todo lo que había perdido. Sus puños se cerraron con fuerza, tanta que sus nudillos se volvieron blancos—. Veo que sí. Esas criaturas, bestias, monstruos o como quieras llamarlas, son nuestro trabajo. Nosotros, los Cazadores, nos encargamos de eliminarlas para evitar que sigan haciendo daño. Pero me temo que esa vez no llegué a tiempo, y eso ha llevado a la matanza que has vivido. Lo siento por todo aquello que hayas perdido, muchacho.

Issei escuchó atentamente las palabras del anciano. Él mismo ya no tenía nada que perder, pero el pensamiento de que otras personas pudieran sufrir lo que él sufrió sumado al ligero deseo de venganza y de respuestas que tenía le hizo decir sin dudar:

—Vale. Acepto —El maestro de la espada le miró directamente a los ojos—. Seré un Cazador.

Aunque su determinación flaqueó ligeramente cuando su ahora instructor le miró con ojos peligrosos y dijo.

—Espero mantengas esa determinación…, ya que mi entrenamiento es de todo menos amigable.

Issei Hyoudou tragó saliva.

XXXXX

Un año había pasado y no había avance alguno. Por mucho que Issei lo intentara, o por mucho que su maestro se esforzara en enseñarle, era simplemente imposible. Hyoudou Issei no era apto para usar armas de filo. Su nivel era poco mejor que el de un aprendiz, y eso no era halago alguno, no en alguien que llevaba un año entrenando sin mejorar prácticamente nada.

—Déjalo Hyoudou. Tú no eres apto para luchar con una espada o con cualquier arma de filo —Gruñó su maestro mientras se rascaba la cabeza—. Podrás defenderte decentemente de quienes manejen una, pero en un combate serio acabarías muerto en el primer intercambio de golpes.

Issei solo atinó a golpear el suelo con su puño, su espada de madera a un lado en el suelo.

— ¿No hay nada que pueda hacer?

— ¿Además de rendirte? No creo que haya mucho más para tú en este trabajo…

Issei junto sus manos en puños, impotencia acumulándose en cada parte de su cuerpo ante las palabras de su maestro. Por mucho que quisiera negarlas, la realidad era otra: más allá de algunas cosas de conocimiento, apenas había logrado avanzar nada en su entrenamiento, tanto como Cazador como en las espadas. Sencillamente, no era lo suyo.

— ¿De verdad…, no hay nada?

Su maestro lo miró de reojo por algunos segundos, suspirando y recogiendo las armas de madera.

— ¿De verdad es esto lo que quieres? ¿Dedicar tu vida a un trabajo que la mayor parte del mundo ignora que existe y que puede que ni siquiera te den las gracias, sino que incluso te odien?

— ¿A qué se refiere?

—Es sencillo, Hyoudou. No todas las personas van a estar felices porque vayas a encargarte de asuntos sobrenaturales. Algunos te criticarán porque sientes que tenían que resolverlo ellos mismos. En otros casos será un ser querido que habrá muerto por tu mano, o llevado a la justicia en contra de su voluntad. En ocasiones verás gente a la que salvaste pero está tan impactada que apenas podrá reaccionar. Incluso tendrás que lidiar con gente que lo perdió todo, gente a la que no podrás ayudar más allá de encargarte del bicho sobrenatural que les quitó todo, y te odiarán por dejarlos allí a su suerte. Eso y más cosas son la parte fea del trabajo de Cazador, y la razón por la cual no son tan abundantes como deberían. Escucha, Hyoudou: el primer combate no es el único Gran Filtro del oficio de Cazador. En realidad, no es más que el primero, y determina quienes viven para seguir y quiénes no. El segundo Gran Filtro es lo que viene después de los primeros combates de un Cazador: el odio, el desdén, el inconformismo y la pérdida. No todos logran superarlo, y tantos potenciales Cazadores desaparecen por el primero como por el segundo. ¿De todas formas quieres seguir adelante?

Issei pesó las palabras de su maestro, aún agachado en el suelo. Todo lo que decía este le hacía sentido de una forma espeluznante. Si su maestro hubiera sido menos amable, él podría seguir allí tirado en lo que eran las ruinas de su hogar, en lugar de la casa de quien le enseñaba actualmente. Si hubiera estado menos herido, podría haber rogado por ayuda y le podría haber sido negada. Incluso, si no hubiera estado herido o su estado mental hubiera sido otro, su reacción podría haber sido criticarlo por no haber llegado a tiempo para salvarlos a todos. Intentó ponerse en aquel lugar, en aquella posición donde uno hacía todo lo posible, y aun así sé quedaba corto. ¿Lograría mantenerse cuerdo? ¿Podría mantener las expectativas de ese nuevo trabajo?

Su maestro esperaba a un costado, bebiendo tranquilamente una taza de té. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que comenzó a pensar, pero era un hecho que el sol no estaba tan bajo cuando cayó de rodillas. Se levantó y lo encaró, una nueva determinación sumándose y reforzando la que ya tenía y había recién visto flaquear.

— Seguiré adelante con esto. Me convertiré en un Cazador, cueste lo que cueste.

Su maestro simplemente lo miró, la mitad de su rostro escondido por la taza vertiendo líquido sobre sus labios, con una expresión neutra. Dejó el té a un lado y observó analíticamente a Issei.

—Bueno. Está bien. Veo que estás decidido a hacerlo. Puede que tu manejo de las armas con filo deje muchísimo que desear, pero quizás puedas usar tu propio cuerpo para pelear. Sólo conozco a un hombre que no usa katana para luchar, sino que usa su propio cuerpo. Viajó mucho por el país, así como por China y occidente. Quizás él pueda ayudarte.

XXXXX

El viaje fue largo y duro, pero la voluntad del único superviviente de la familia Hyoudou no le permitía detenerse ni mirar atrás. Puede que su ex maestro Matsubara se hubiera rendido con él porque no viera posible que el entrenamiento diera sus frutos, pero no perdía la esperanza. Obtendría el poder para su venganza y poder proteger a la gente.

Un día al fin logró llegar a su destino. Frente a él se erguía la ciudad de Kyoto, una de las ciudades más importantes de todo Japón. Conocía su nombre, conocía su historia…, y conocía la otra Kyoto, la oculta, donde habitaban los seres sobrenaturales, su ciudad. Bueno, más que conocerla era sabedor de su existencia y por donde llegar a ella, es decir, la entrada principal.

Pero, a pesar de todo ello, no era el caso por el cual había viajado hasta aquel lugar

Su ex maestro le había dado un nombre, Nagano Makoto, y ahora debía buscar a ese hombre en la antigua capital del país, pues ahora la capital era Edo, renombrada como Tokio. La única información que tenía, a parte de su nombre, era que tenía sesenta años, que no tenía aspecto de alguien debilucho y le gustaba mucho el sake. Con esa poca información lo mejor era buscar en las tabernas a un anciano con cuerpo fuerte y entrenado.

La época de los samuráis había pasado, pero seguramente habría varios ancianos con aquellas características. Suspiró con cansancio, pues al menos tenía el nombre.

Se internó en la ciudad, quedando embobado con su belleza. Kyoto era muy distinta de su ciudad natal, lo cual era normal, pues estaba comparando un pequeño pueblo cercano a las montañas con la antigua capital. Ardía en deseos de visitar con total tranquilidad aquella hermosa ciudad, pues contaba con numerosos lugares de interés como eran el Palacio Imperial, el Castillo Nijō, el Kinkaku-ji y el Ginkaku-ji, o el Santuario Heian y el Fushimi Inari-taisha, además de otros muchos.

Pero tuvo que chasquear la lengua al recordar el verdadero motivo de su llegada a aquel lugar, así que centró todos sus esfuerzos en su tarea. Buscó a conciencia el lugar que le habían indicado. Kyoto era inmensa, y estaba aterrado. Era un hombre de pueblo y allí estaba, en algo que jamás pensó contemplar.

Preguntó en muchos lugares, se recorrió la ciudad de arriba abajo, pasó la mañana, pasó la tarde y la noche ocupó su lugar. Al fin, luego de seguir preguntando, logró llegar a su destino. El lugar no parecía ser lujoso, sino un pequeño lugar donde comer, beber y descansar un rato.

El joven Hyoudou se adentró en el lugar, barriendo rápidamente con su mirada tanto la propia estructura como a todos los presentes. Fue así que creyó encontrar a aquel que estaba buscando durante todo el día en la ciudad. Clavó su mirada en un hombre anciano que debía rondar los sesenta años. Larga cabellera grisácea atada en una coleta cuyo rostro estaba adornado por una larga barba y un bigote bastante gracioso, ambos del mismo tono que su cabello. Y tal y como muchos otros ancianos que había visto en la ciudad, su cuerpo era bastante robusto. Había entrenado y luchado durante bastantes años. Bebía tranquilamente sake mientras observaba nada disimulado a las mujeres de aquella posada. Con gesto serio se acercó a ese hombre, colocándose frente a él.

—Disculpe, ¿es usted el maestro de artes marciales Nagano Makoto?

El anciano clavó su mirada en el joven Hyoudou, dejando su taza con sake a medio viaje entre la mesa y su boca.

— ¿Quién pregunta?

—Mi nombre es Hyoudou Issei y me envía el maestro Matsubara.

Ante la mención de aquel nombre, el anciano hizo una mueca de desagrado, pero no por el ex maestro de Issei, sino porque suponía el motivo de que lo hubiera enviado a él.

—Ese desgraciado —Gruñó con una sonrisa mientras hacía un gesto para que Issei se sentara—. Siéntate muchacho y cuéntame tu historia.

El maestro de artes marciales Nagano colocó una taza y echó en ella sake mientras Issei se sentaba frente a él. El joven nunca antes había tomado alcohol, pero no iba a rechazar un ofrecimiento, por lo que agradeció y tomó el líquido que rebosaba en aquella taza. Apretó los ojos mientras sentía el líquido caer por su garganta. Definitivamente no era algo de su agrado.

—Al menos no has tosido mientras lo bebías. ¡Buen aguante chico! —Celebró el anciano maestro—. La gran mayoría de los primerizos tosen y tiran el sake de su taza, un gran desperdicio. Ahora cuenta.

El Hyoudou asintió. Aquel anciano iba directo al grano, o al menos no se andaba con rodeos así de primeras. El más joven relató su historia desde el día de su boda, los eventos de la Matanza de Kuoh, como era conocido aquel día en la región. El maestro Nagato no interrumpió en ningún momento, ni siquiera cuando habló del otro maestro. No fue hasta que Issei finalizó su relato que volvió a hablar.

—Hum, ya veo. Un ataque de monstruos. Bueno, no es algo anormal en el mundo. ¿Pero por qué motivo quieres obtener las habilidades de un Cazador? Me hago una idea, pero prefiero que seas tú el que me cuente. Y más vale que me respondas con sinceridad, muchacho. Una de las cosas que más odio es a los mentirosos, así que te aconsejo no mentirme a la cara, ni siquiera intentarlo.

Issei respiró hondamente, teniendo clara su contestación. Su anterior maestro le había hecho aquella misma pregunta, y la respuesta no había cambiado en aquel año.

—No negaré que quiero venganza contra aquellos monstruos que asesinaron a mis padres, a mi esposa y a sus propios padres, pero si ésta es la situación en el mundo, entonces es mi deber no sólo obtener venganza, sino también proteger a todos los que pueda de aquellas mismas criaturas que hacen maldades.

— ¿Y qué diferencia a un ser sobrenatural que comete maldades de un humano que comete maldades? Después de todo, humanos y sobrenaturales no somos tan distintos como quieren creer. Somos bastante similares en muchísimos aspectos.

—Puede ser. No he tenido la ocasión de encontrarme con otro no humano aparte de aquellas viles criaturas, pero mi anterior maestro me dijo las mismas palabras que usted. De los humanos comunes y corrientes son las propias fuerzas del Estado las que deben aplicar la justicia, pero de aquellos con capacidades superiores a sus fuerzas, sería nuestro deber detener sus actos.

— ¿Y la justicia?

—No soy un justiciero.

El maestro Nagato curvó sus labios en una sonrisa divertida.

—Pero quieres asesinar a las criaturas no humanas que cometan actos que nosotros consideramos viles y malvados. Hablas de arrebatar vidas, aunque no sean humanas. Eso es aplicar un castigo según tu propio juicio. ¿Acaso tu deber como Cazador no sería capturarlo y entregarlo a la justicia?

— ¿Humanos normales y corrientes juzgando a un ser sobrenatural? Nadie creería que se trataría de algo así. Sólo imagínese el caos que se crearía si se presentara a un ser sobrenatural a la ciudadanía. ¡El desastre!

—Eso es cierto. Entonces, ¿por qué no llevarlo a la justicia de la especie a la que pertenezca?

El más joven frunció el ceño, disgustado con aquella idea.

—Nadie nos asegura que los ideales sobre justicia sean iguales a los nuestros. Quizás los crímenes que haya cometido no sean siquiera crímenes para otras especies, no humanas hablo.

—Supongamos que tienes razón. Pongamos una situación hipotética: atrapas a un ser que ha asesinado a varias personas, lo llevas ante los líderes de su especie y estos determinan que no ha hecho nada malo. ¿Qué harías entonces, muchacho? No puedes llevarlo a las autoridades humanas porque, como bien has dicho, no tienen conocimientos sobre el mundo no humano, al menos aquellos que no estén en las más altas esferas. ¿Qué harías entonces?

Issei intentó responder a aquella cuestión expuesta por aquel anciano maestro, pero su boca quedó abierta sin emitir sonido alguno. Era cierto, ¿Qué debía hacer en un caso así? Ya había afirmado que no era un justiciero… Él no era juez, jurado y verdugo… ¿Entonces qué hacer en casos semejantes a ese? El anciano sonrió satisfecho al contemplar la indecisión de aquel que quería convertirse en su discípulo. La cuestión que le había planteado era fundamental para su futuro como Cazador. Sabía que no era una cuestión sencilla de responder, por lo que no sería raudo con él. Incluso aquella cuestión podría ser su primera prueba cuando fuera un Cazador…, si llegaba a serlo.

—Tranquilo, sería insensato dar una respuesta ahora, pues necesitas mucha meditación para llegar a la respuesta adecuada. Ahora quiero que me informes. ¿Por cuánto tiempo estuviste entrenando con el maestro Matsubara?

—Un año.

—Un año, bien. ¿Y qué tanto avanzaste en ese año?

—… —Nagato enarcó una ceja al observar al joven frente a sí desviar la mirada mientras se rascaba la mejilla—. Bueno…, digamos que…, es un tanto…, vergonzoso…

—Venga niño, dilo ya. No puede ser para tanto. En un año debiste haber aprendido…

—Nada.

El silencio inundó la conversación. Nagato creía haber oído mal. Le resultaba imposible que una persona no aprendiera nada de nada sobre cómo manejar una espada en un año, sobre todo teniendo de maestro a su conocido. Sus ojos escrutaron los del Hyoudou, buscando que sus palabras fueran mentira, pero el joven desvió la mirada, rojo por la vergüenza.

—Imposible… Un año… —Murmuró a punto de estallar de risa, incrédulo—. ¿Un año y ni un sólo avance importante? —De pronto estalló en carcajadas, llamando la atención de todos los presentes—. Muchacho, lo tuyo es pura negación para blandir un arma.

— ¡Me esforcé mucho! —Exclamó ofendido.

Era bien cierto que le avergonzaba no haber hecho ningún progreso aceptable con la espada en un año, sobre todo siendo su maestro un Cazador y experto en el manejo de la katana, y odiaba que se lo recordaran… ¡pero odiaba más aún que aquel anciano se estuviera riendo de él, en su cara!

—No estoy diciendo que no lo hicieras —Bufó divertido mientras bebía más sake—, sino que por mucho que entrenes no obtendrás resultados satisfactorios. A eso me refiero.

—Lo sé —Admitió desanimado el joven—. Por mucho que lo intentaba no había manera. Día y noche entrenaba, pero no hubo manera. Agradezco a mi anterior sensei por haber aguantado tanto conmigo a pesar de no mostrar resultados en todo ese tiempo.

—Mucha paciencia tuvo contigo para aguantar tanto tiempo, muchacho —Levantó su jarra de sake, haciendo gestos a la moza de aquel lugar para que llevara otra botella—. En verdad debiste de caerle bien para aquello, pues sé que ha tenido discípulos con los que se rindió en un par de meses.

Issei quedó un poco incómodo al ver la mirada escrupulosa del anciano, como si intentara averiguar algo, aquello que había mencionado que le hacía tan "especial" como para que el maestro Matsubara le hubiera aguantado todo un año.

Issei se sintió incómodo por la profundidad y seriedad de aquella visión, pero mantuvo la mirada. Su anterior maestro le había hecho aquello mismo incontables veces, un pequeño entrenamiento para que, en ciertos momentos, sus ojos no revelaran aquello que no debía revelar. Una debilidad que había eliminado hasta casi anularla…, casi.

—Hum, bien, bien. Veo que tus ojos no dicen demasiado, pero aún dicen más de la cuenta —Asintió Nagato con la cabeza, satisfecho—. Pero yo terminaré de eliminar esa debilidad, al igual que todas las que tienes.

De pronto una mujer realmente hermosa a los ojos del Hyoudou se acercó a la mesa con una jarra de sake. La dejó con gran elegancia, recogiendo la otra ya vacía. Nagato observó de reojo al joven, quien parecía embelesado con la belleza de aquella mujer. Entonces, mientras la moza se retiraba, tocó su espalda, justo encima del trasero, mientras sonreía colmilludamente.

— ¡Kya!

Para sorpresa de Issei, de aquella mujer surgieron un par de orejas de zorro y tres colas, todo aquello del mismo tono de color de su cabellera. La mujer se dio la vuelta, mirando asesinamente al anciano, quien sonreía inocentemente, mientras escondía rápidamente sus características no humanas.

—Vuelve a hacer eso, maldito viejo, y te arrancaré la mano de un mordisco.

— ¡Jojojojo! No pongas esa cara tan fea, o le saldrán arrugas a tu hermoso rostro —Dijo levantando las manos en señal de paz.

Con un gruñido animal la mujer se dio la vuelta, siguiendo su camino. Nagato volvió la vista al Hyoudou mientras se servía más sake. Una sonrisa burlona surgió en su rostro, pues los ojos del muchacho seguían mostrando que tan embelesado estaba de la belleza de la mujer, tanto su belleza humana como su belleza de kitsune.

—Se te cae la baba, muchacho —Comentó burlón el maestro.

Issei parpadeó un par de veces, sonrojándose furiosamente mientras limpiaba la baba que caía por la comisura de su boca.

—Yo…, lo lamento… —Se disculpó aún sonrojado, intentando recobrar la compostura ante el anciano maestro.

— ¡Jajaja! No tienes que disculparte, mocoso. Es una mujer muy hermosa, y sus características no humanas no la afean en lo más mínimo. Es más, incluso me atrevo a decir que realzan su belleza —Dio un largo trago, soltando un largo suspiro de placer—. Son numerosos los Cazadores que odian a los sobrenaturales y afirman que lo que tú acabas de ver sólo muestran la monstruosidad de los no humanos. ¡Bah, panda de idiotas! ¡No hay mujeres feas, todas las mujeres son guapas, incluidas las no humanas! Aunque siempre hay excepciones jajajaja.

—Pensaba que los Cazadores no debían odiar a los no humanos —Comentó Issei luego de asentir a las palabras del anciano, pues pensaba igual.

— ¡Ja! Eres un pobre iluso, muchacho. Aun eres joven. Por supuesto que hay Cazadores que odian a los no humanos, siendo ésta su principal razón para volverse uno, pero saben que por encima de todo están las leyes, reglas, normas o como quieras llamarlas, y quebrantarlas sólo los volverán objetivos. No hay nada peor para un Cazador que volverse un objetivo. No solo tendrías una diana en tu nuca a la cual dispararían los no humanos, sino que incluso los humanos tirarían a matar. Creo que Matsubara te enseñó sobre las leyes, ¿verdad?

—Sí, fue una de las primeras cosas que me enseñó —Dijo mientras recordaba una de sus primeras charlas importantes—. Por cierto, he podido darme cuenta de la gran presencia de seres sobrenaturales que hay en torno a este lugar. Son muchos más numerosos que en otras partes de la ciudad, con alguna excepción.

—Es normal, después de todo estamos en un punto delgado que separa la Kyoto humana de la oculta.

— ¿Qué?

—Te lo explicaré luego. Ahora he de irme —El anciano se puso en pie e Issei le imitó—. Nos veremos mañana en el camino del norte justo cuando amanezca. En caso de no estar a esa hora ya puedes olvidarte de entrenar conmigo.

Aquello alarmó a Issei, pero asintió mientras hacía una reverencia.

— ¡Gracias por esta oportunidad, Nagano—sensei! ¡Prometo no fallarle!

—Eso espero muchacho, porque yo no pienso esperar un año para ver algún resultado positivo —Dicho esto comenzó a caminar hacia la salida, pero justo después de abrir la puerta miró con burla a Issei. El joven dejó de sonreír entusiasmado, teniendo un escalofrío—. Oh, paga la cuenta por mí, ¿de acuerdo? ¡Ese es el deber de un seito!

Y dicho esto cerró la puerta. El resto de clientes observaron a Issei con lástima, aunque la moza del lugar se mantenía de brazos cruzados, molesta porque el anciano se hubiera ido sin pagar. Pero le restó importancia mientras su dura mirada se clavaba en el joven. No sentía lástima por él, ni la más mínima.

—" ¡Hijo de la grandísima puta!"

XXXXX

El sol aún no asomaba pero el amanecer estaba ya cercano. Un cansado, hambriento y ojeroso Hyoudou Issei caminaba en dirección a donde ese maldito hijo de puta que tenía como nuevo maestro le había dicho que se reuniera con él a esa misma hora. Aún recordaba el sonido de su dinero desapareciendo por completo de su bolsa, la cara de burla de aquella kitsune, los rostros de lástima del resto de clientes… No había comido porque no tenía dinero…, había dormido en la calle porque no podía alquilar una habitación y nadie le hospedaría gratis…, estaba asqueado con la vida en aquel momento.

Al fin llegó al lugar indicado justo cuando las primeras luces del astro rey comenzaban a iluminarle el rostro. Sus ojos se achicaron y estaba que echaba fuego por la boca porque frente a él, fresco como una lechuga, con un rostro que demostraba que había descansado más que mejor y había desayunado de forma abundante, estaba su maestro Nagato.

— ¡Tú, viejo desgraciado! ¡Gasté todo lo que me quedaba! —Exclamó furioso, apuntando con su dedo al anciano—. ¡Maldito viejo borracho! ¡No me queda nada! ¡No he podido comer y he dormido en la calle!

—Jojojojo. Lo lamento niño. Pero que sepas que tengo una mejor opinión de ti ahora —Se disculpó con una gran sonrisa.

— ¡No me fastidies!

—Le das demasiada importancia al sueño y al comer.

—… ¿Cómo tienes la conciencia tan tranquila para decirme eso?

—Muchacho, son numerosas las veces que he dormido en el duro suelo y he estado hasta tres días sin probar bocado. Te quejas por nada y menos.

— ¡Llevo una semana durmiendo en el suelo y comiendo lo que podía cazar o recolectar! ¡Quería dormir en una buena cama y comer caliente! ¡Tampoco pedía mucho!

—Sí, sí, lo que tú digas —restó importancia aquel anciano maestro mientras agitaba su mano.

Issei se llevó las manos a la cabeza, estirándose del pelo hasta llegar casi al punto de arrancarse mechones. Maldecía el momento en que su anterior maestro le había dicho aquel nombre, y maldecía también haberlo encontrado. A la mierda que él fuera su maestro, se habría buscado uno que fuera menos desgraciado y cara dura que él.

—Bueno, has llegado puntual, y eso me gusta. He estado consultando con la almohada y no me echo para atrás —Issei entrecerró los ojos al no entender—. A partir de hoy te entrenaré, muchacho, te convertirás en mi seito. ¡Pero no pienses que seré blando contigo! ¡Tú, Hyoudou Issei, vas a conocer el verdadero infierno!

Issei tragó saliva, asustado por el aura que emanaba su nuevo maestro, una muy distinta a la que había mostrado hasta ahora. Pero apretó los puños. No iba a dar marcha atrás.

—Pero antes de comenzar como se debe… —el joven Hyoudou tuvo un escalofrío al ver cómo de pronto aquel anciano sacaba una afilada katana, avanzando hacia él a una velocidad endemoniada—. ¡Defiéndete!

Issei no esperaba un ataque con un arma, por lo que apenas y pudo evadir el tajo, aunque sus ropas sufrieron daños por el afilado filo de la hoja. Pero los siguientes ataques sí pudo evadirlos con más velocidad y facilidad, por lo menos al principio.

Varias veces usó técnicas enseñadas por su anterior maestro para desarmar al contrincante, pero su actual maestro lograba evitar que las aplicara correctamente.

Aquel anciano no parecía que tuviera sesenta años, pues se movía de una manera más que magistral, y podía jurar que cada vez iba más y más rápido, tanto que llegó el punto en el cual le fue imposible continuar evadiendo.

—Ahhh… Ahhh…

El Hyoudou respiraba de forma errática mientras que el anciano respiraba con normalidad, quizás un poco acelerado por la intensidad de los ataques. La hoja de la katana apuntaba directamente al cuello de Issei, a apenas unos milímetros de la piel.

—Bien, esto me satisface —Sonrió el anciano mientras apartaba el arma de su discípulo, enfundándola—. Al menos ese año te ha servido para aprender a evadir armas de filo. No sabrás usarlas, pero parece que sabes cómo enfrentarlas. Si no hubiera aumentado mi velocidad más de una vez me hubieras desarmado. Es más que aceptable teniendo en cuenta tu nivel. Te felicito por ello.

Dicho esto se dio la vuelta, caminando según lo marcaba el camino hacia un destino incierto para el joven Hyoudou. Éste enarcó una ceja al no comprender las palabras de su maestro. Caminó a grandes pasos hasta colocarse al lado del anciano, quien mantenía la funda de la espada a su espalda, oculta para cualquier persona que llegara de frente.

— ¿Mi nivel? —Preguntó el Hyoudou sin entender—. ¿A qué se refiere, sensei?

—Me refiero a que tus capacidades físicas están a un gran nivel, pero lejos de todo su potencial humano, y aún más lejos del potencial cúspide que puede desarrollar.

— ¿Potencial cúspide?

—Obviamente me refiero al nivel para enfrentar a seres sobrenaturales.

—Ah, entiendo.

El silencio se hizo entre ambos, siendo el único sonido el de sus pisadas en aquel camino de tierra. Todo estaba bastante silencioso ya lejos de la ciudad. No había viento, pero el sol no calentaba tanto como para pedir una fresca brisa. Issei tenía varias preguntas en su mente, pero al creer que era mejor que su maestro hablara primero decidió mantenerlas guardadas en su mente al menos hasta que tuviera un poco más de confianza con él.

— ¿Y qué parte te gusta más, muchacho?

El peli castaño miró al anciano de cabellera grisácea con la cabeza ladeada. ¿Qué parte le gustaba más? No entendía la pregunta. ¿Cuántas cosas le había preguntado aquel anciano que no entendiera? Ya iban varias.

— ¿A qué se refiere sensei?

Nagato torció su rostro para observarlo con el gesto fruncido.

— ¿Qué clase de pregunta estúpida es esa muchacho? Pues obviamente me refiero a qué parte te gusta más.

—Con todo respeto sensei, pero sigo sin entender. Hay muchas cosas que me gustan. ¿No puede ser más específico? —Gruñó con obvia molestia.

Con todo lo que le había pasado por culpa de aquel vejestorio, no pensaba guardarse su humor, aunque pudiera ser una falta de respeto.

—Pues al cuerpo de la mujer, obviamente. ¿A qué otra cosa podría referirme? —Issei quedó impactado. Nunca antes, salvo con sus fallecidos amigos, había hablado de ese tema—. Yo soy un amante de los pies. Me gustan los pies pequeños. Sí, tengo un fetiche con los pies, y no me avergüenza reconocerlo —Se defendió con una sonrisa de orgullo al contemplar la mirada de su nuevo aprendiz—. Así que ahora respóndeme muchacho. ¿Qué parte te gusta más?

Issei enrojeció ante la mirada sugerente de su maestro. Aquel tipo era un pervertido que no tenía reparos en mostrarlo, como ya había podido ver en aquella taberna.

—Yo…, pues…

— Venga niño, dilo. No tienes que avergonzarte —Animaba el anciano maestro con bastante interés.

—Yo…, me gustan…, los pechos… —Admitió en un susurro.

—Ohhh, buena elección. ¿Y cómo te gustan?

—Grandes. Que puedan cubrir mis manos —Respondió más animado por el apoyo del venerable Cazador.

—Sí, tienes razón. Un buen par de pechos que puedan abarcar toda la mano cuando los agarras, o unos que rebosen. ¡Buena elección muchacho!

— ¡Si! ¡Lo es, ¿verdad?! ¡Son lo más importante de la vida, mi razón de existir! ¡Quiero pasar una vida rodeado de grandes pechos! ¡!

Al darse cuenta de lo que estaba gritando su rostro se volvió rojo como un tomate al tiempo que miraba a todos lados, alarmado de que alguien ajeno le hubiera escuchado mientras Nagato se reía a carcajadas.

— ¡Lo sabía! ¡Sabía que eras un pervertido!

— ¡N-no lo soy!

—Ohhh, sí que lo eres muchacho. ¿Crees que acaso no vi como tus ojos eran atraídos por los generosos senos de la camarera youkai? ¡Pero no tienes de qué avergonzarte! Somos hombres y es normal que pongamos el cuerpo de la mujer en un altar. No hay nada más importante ni valioso para un hombre que una mujer, y obviamente me refiero a toda ella, tanto la parte física como la parte emocional y espiritual. ¡Alabarla es lo que debemos hacer, ya sea humana o sobrenatural!

Issei, quien aún tenía baja la cabeza por la vergüenza, asintió a las palabras del anciano. Tenía razón. Para un hombre no había nada más valioso que una mujer. La mujer era la madre del mundo, y como tal debía ser venerada, protegida y cuidada.

—Una madre es el mejor ejemplo. ¿Qué hombre, en su sano juicio, haría daño a su madre? Nadie, solo aquellos que merezcan el peor de los infiernos. Pero te has marcado un reto difícil, Hyoudou.

— ¿Sensei?

—Por si no lo sabes, en este país, la grandísima mayoría de las mujeres son de senos pequeños, senos que no alcanzan a cubrir una mano, un seno por mano obviamente. Son pocas las mujeres que poseen pechos tan generosos como los que te gusta. Si quieres vivir una vida rodeada de hermosas mujeres de grandes tetas tendrás que viajar a la fría Rusia, los países escandinavos o algunos países de América.

— ¿Cómo sabe usted eso, sensei?

—Porque he viajado mucho, muchacho. Salvo por las islas del pacífico y parte del continente africano, he tenido la suerte de visitar gran parte del mundo. Mis palabras son según mi juicio. Claro que ir a dichos países no te asegura que las mujeres vayan a estar interesadas en ti. Al igual que allí las mujeres tienen los pechos más grandes que las de aquí, los hombres también tienen su virilidad más grande que los de aquí, hablando de forma general. Así que ya puedes tener una buena herramienta, estar bien dotado, para interesarles un poco más.

Issei asintió. Entendía las palabras de su maestro, y entendía también su razonar. ¿Tenía él un miembro dotado en comparación con los varones del extranjero? A saber. Quizás su maestro…

—Si cuando tienes al soldado firme te mide XXX o más, entonces puedes estar tranquilo fuera de nuestro país.

El Hyoudou abrió sus ojos impactado. Ahora tenía claro que tendría que medírsela en cuanto tuviera tiempo…, y estuviera solo.

—Hazme el favor y haz eso cuando yo no esté, y tampoco se te ocurra hacerlo en mi casa —Sonrió divertido el anciano, aunque con un claro tono de advertencia.

Issei tragó saliva luego de que su maestro adivinara sus futuras intenciones.

—No pensaba hacerlo…

—Ya. Por cierto, deberías catar a una mujer antes de trabajar como Cazador.

— ¡¿?!

—Eres virgen, muchacho, eso no me lo puedes negar. Te lo digo porque son numerosos los jóvenes Cazadores que mueren en su primer año. No sé lo que te depara el destino, pero sería mejor que disfrutaras de algunas cosas antes de comenzar a trabajar, por si acaso.

Issei quedó en silencio, pensando en las palabras de su maestro. En verdad había muchas cosas que quería hacer antes de morir, y yacer con una mujer era uno de ellos.

Avanzaron por el camino largas horas, tantas que el sol del verano comenzaba a asar sus cuerpos, hasta que ya, habiendo llegado la tarde, llegaron a su destino, una casa cercana a un rio y al pie de las montañas, a no mucha distancia del frondoso bosque que crecía en aquella zona geográfica. Nagato caminó hasta sentarse en una pequeña banca a la sombra del ardiente sol veraniego. Issei se quedó frente a él esperando instrucciones.

—Con el maestro Matsubara te enfocaste en aprender a usar la espada, pero no en desarrollar tus capacidades físicas hasta el nivel cúspide. No diré si eso está bien o mal, pues depende de cada maestro. En mi caso primero desarrollaremos tus capacidades físicas hasta el nivel cúspide y luego te enseñaré mis conocimientos de combate.

— ¿Qué es lo que desea que haga, sensei?

—Vamos a realizar ejercicios varios para comprobar tu capacidad física. Una vez sepa cuál es tu punto máximo, entonces plantearé un entrenamiento adecuado para lograr alcanzar la cúspide. ¿Tienes prisa en finalizar tu entrenamiento?

—No sensei. Las prisas nunca son buenas consejeras.

—Buena respuesta. El entrenamiento llevará varios años, pues romper la barrera límite de la biología humana no es sencillo, y hacerlo con prisas sólo será negativo para tu cuerpo, envejeciéndolo antes de tiempo. ¿Estás de acuerdo conmigo o prefieres hacerlo de forma rápida?

—La que usted crea que sea más adecuada, sensei.

—Bien, pues empecemos. Calienta tu cuerpo y daremos comienzo.

Issei asintió, dando el primer paso en lo que sería un duro entrenamiento no solo para alcanzar la cúspide de sus capacidades físicas, cruzando el límite biológico humano, sino también para adquirir conocimientos de varias artes marciales y otras habilidades que le serían muy útiles en su futuro trabajo como Cazador.

XXXXX

Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. El caluroso verano dio paso a la estación de las lluvias y ésta al frío invierno para luego dar paso a la primavera. En todo aquel tiempo Nagato se centró en llevar la capacidad física de su joven aprendiz a su máximo posible como humano. Hyoudou Issei había ganado buena musculatura y ya era capaz de aguantar el duro entrenamiento a nivel humano que su anciano maestro le exigía, lo cual suponía un gran logro para el joven.

Pero ahí no había acabado todo. Conforme su cuerpo ganaba fuerza Nagato fue enseñándole las bases de distintas artes marciales: karate, aikido, jiu-jitsu, judo y una con la cual podría enfrentar a enemigos armados con diversas armas blancas. Haberse centrado solo en el entrenamiento físico hubiera sido un desperdicio de tiempo, un tiempo precioso que no volvía atrás una vez ha pasado. Aquello supuso una gran presión al cuerpo de Hyoudou, llevándolo al extremo, pero el joven no se daba por vencido, lo cual contentaba a su maestro. Era en esos momentos que entendía el motivo por el cual Matsubara había aguantado tanto tiempo con él. La diferencia más significativa era que esta vez Issei si mostraba los frutos de su entrenamiento. No era un chico que poseyera talento, pero si espíritu y voluntad para seguir avanzando y no detenerse.

Fue así que pasó el primer año y las bases ya estaban asentadas. Nagato observó a su joven discípulo limpiarse la suciedad del cuerpo en el rio que había al lado de la casa. Cuerpo sano y mente sana, eso es lo que se le venía a la cabeza cuando le observaba. Tenía algunas pequeñas cicatrices producto del duro entrenamiento tanto físico como marcial, pero estaba más que claro que nuevas cicatrices, más grandes y feas, llenarían aquel cuerpo.

— ¿Te has aseado ya? —Preguntó Nagato mientras se sentaba en la banca con una taza y una jarra llena de sake.

—Sí sensei. El calor es agobiante estos días.

El más joven se puso en pie sin secar el agua que caía por su cabellera, mojando hasta su cintura y perdiéndose en sus pantalones. Debido al calor era normal para él entrenar vestido solo de cintura para abajo así como no secarse cuando se aseaba, a menos que fuera de noche.

—Me alegra escucharlo. Ven, siéntate conmigo. Bebamos un poco.

Issei asintió, procediendo a sentarse junto a su maestro. Nunca había sido de beber, pero le había cogido gusto al alcohol luego de estar un año con él. No era un alcohólico, pero nunca más rechazaría una taza.

—Has progresado adecuadamente, Hyoudou —Comenzó a hablar el anciano mientras le servía un poco de sake—. Te ha llevado un poco más del tiempo que esperaba, pero has superado el primer escalón de tu entrenamiento, llevar tu cuerpo a su límite humano. Además, has logrado aprender las bases de las artes marciales que te he enseñado. Bien, eso está muy bien. Pero es ahora cuando el verdadero entrenamiento comienza.

Issei entrecerró los ojos, entendiendo a qué se refería.

—Llegar a mi cúspide y aprender debidamente cada una de las artes marciales.

—Exacto, pero no sólo serán ambas cosas. No quería revelarlo hasta que viera frutos, y no ha sido hasta ahora que los he visto —Una sonrisa divertida surgió en su rostro al contemplar la mirada de extrañeza de su discípulo—. Yo no solo soy fuerte por haber alcanzado la cúspide ni conocer diversas artes marciales, muchacho. Te he enseñado sobre la energía vital, la energía de todos los seres vivos, de la Madre Tierra, pero no te he enseñado a usarla, a aprovechar la misma energía de la Tierra, ni a manejar su nivel más esplendoroso.

— ¿Me enseñará a manipular el ki?

—Efectivamente. Primero haré que superes tu límite humano para llegar a la cúspide mientras sigues aprendiendo más sobre las artes marciales que has aprendido. Lo segundo será aprender sobre el Flujo de Energía Vital y aprender a manejarlo. Debería de resultarte más sencillo una vez finalices el primer punto ya que su entrenamiento más básico consiste en concentrarse en la energía de uno mismo y luego en la del entorno. Una vez lo domines podrás ser capaz de hacer cosas como ésta.

Ante la mirada fija de Issei, Nagato colocó la mano en el suelo y una especie de aura envolvió dicha mano y para sorpresa del Hyoudou, una pequeña planta surgió de la tierra.

— ¿Cómo lo ha…?

—Como he dicho, todo a su tiempo. Descansaremos por hoy y mañana. Pasado mañana daremos comienzo a tu nuevo entrenamiento —Un brillo maquiavélico surgió de pronto en los ojos del anciano—. Si lo de hasta ahora te ha parecido un infierno…, espera a ver lo que te encontrarás.

Issei tragó saliva aterrado. Su entrenamiento hasta ahora había sido un puto infierno. No imaginaba un entrenamiento peor que el que él mismo había realizado en aquel último año. ¿Y ahora le decía que iba a ser peor? Solo pudo rezar a sus ancestros para salir con vida de aquel nuevo infierno llamado entrenamiento.

XXXXX

Ciertamente aquel nuevo entrenamiento era mil veces peor que el anterior. Durante su anterior entrenamiento se había lesionado incontables veces: algunos huesos rotos, heridas al punto de ser casi mortales, articulaciones torcidas hacia donde no debían…, pues aquel entrenamiento era aún peor. Lo único bueno es que la capacidad de su maestro para manipular el ki le permitía curar más rápido.

Ésta vez pasaron dos años hasta que el entrenamiento hubo finalizado adecuadamente. Su cuerpo no había ganado volumen, pero sentía sus músculos, piel y huesos más fuertes que antes hasta un punto que jamás imaginó poder llegar. Podía igualar e incluso superar a su maestro en las diversas pruebas físicas que le imponía de vez en cuando para comprobar el progreso del entrenamiento, pero también era de esperarse por la avanzada edad de Nagato. Seguía teniendo más de sesenta años después de todo, pero la diferencia de experiencia seguía colocando la balanza a favor del maestro, como también era de esperarse.

Una vez hubo finalizado el entrenamiento físico, cuando hubo alcanzado la cúspide, y sus conocimientos en las artes marciales aprendidas eran lo suficientemente aptos, Nagato decidió pasar a la última parte del entrenamiento que había estructurado para el joven Hyoudou.

—Bien, voy a transmitirte ahora los conocimientos básicos sobre el Flujo de Energía Vital —Dijo de pronto Nagato.

El anciano maestro tenía sus manos tras su espalda y observaba con ojo crítico a su joven alumno, el cual estaba colocado en la posición de flor de loto encima de la espesa hierba, posición en la cual el anciano le había ordenado estar un minuto antes.

— ¿Puedo preguntar el motivo de que me hayas ordenado estar un minuto entero así, sin decirme o explicarme nada? Normalmente no haces esto.

—En verdad solo te he ordenado estar en esa posición mientras me decidía si hoy empezaba su instrucción sobre la energía vital o lo dejaba para otro momento.

—…

El joven discípulo entrecerró los ojos, soltando un largo suspiro. Estaba tan acostumbrado a que le hiciera esas jugarretas que ya solo podía resignarse.

—Pues menos mal que al final va a enseñarme —gruñó fastidiado.

—Bien, vamos a comenzar. El método más básico para aprender Senjutsu es a través de la meditación, concentrándose en tu estado mental y liberando silenciosamente tu propio ki, así como sintiendo el ki natural de tu entorno. También es la mejor manera de desarrollar la habilidad de uno en Senjutsu.

—Entonces meditación…, concentrarse en el ki y liberarlo… —Murmuró Issei creando los ojos, dejando su mente en blanco.

Tal y como dijo su maestro, su capacidad de concentración y meditación se había incrementado exponencialmente luego de su entrenamiento físico y en artes marciales, pero aquello no quería decir que fuera sencillo sentir en ki, aunque fuera el propio.

—Es difícil, ¿Verdad? —Preguntó Nagato al ver cómo el ceño de su discípulo se fruncía cada vez más y más.

—Mucho más de lo que esperaba.

—Pues más difícil hubiera sido sin tu anterior entrenamiento, te lo aseguro.

— ¿Más aún? —Cuestionó impactado.

—Te lo aseguro. Si quieres mi consejo, ve a lo profundo del bosque, donde más fuerte es la energía natural.

Issei se puso en pie, asintiendo.

—Volveré cuando pueda manipular el ki.

—Yo te aconsejaría que lo hicieras una vez hayas obtenido la Vista Vital.

— ¿Vista Vital?

—Así es. Es la capacidad de ver y sentir sin tus ojos, solo hacerlo usando el Flujo.

—Se escucha complicado.

—Lo es. Pero es el último paso del entrenamiento. Una vez lo hayas logrado ya no tendré más que enseñarte. La experiencia será tu siguiente maestro.

Issei bajó la cabeza, pensativo. Debía llegar a la última fase para volver con su maestro, debía obtener la Vista Vital… ¡Bien, no volvería hasta haberla obtenido! Una sonrisa surgió en el rostro del más joven.

—Pues procedo a marcharme. Nos volveremos a ver cuándo la haya obtenido, sensei.

Dicho esto se dio la vuelta, encaminándose al bosque.

Nagato observó a su joven alumno. Ya no tenía nada más que decirle. Le había enseñado la última lección, y ahora era cosa suya lograr obtener la capacidad del Senjutsu. Se mantuvo en su sitio, totalmente quiero e impasible, mientras la figura de aquel hombre joven se alejaba cada vez más y más de su casa. Parecía que tres años no eran mucho tiempo, pero en su caso no era así. Aquel joven llegó en su busca con diecinueve años y ahora, con veintidós, comenzaba la última parte de su entrenamiento. Le había visto pasar de adolescente a hombre, aunque aún le faltaba tiempo de desarrollo. Un sentimiento de orgullo nació en él. Tanto si completaba el entrenamiento como si no, aquello no le haría dejar de sentir aquel sentimiento por ese chico.

XXXXX

No fue sencillo, para nada. Es más, podía asegurar a ciencia cierta que aquel entrenamiento era y sería el más complicado que hubiera realizado en toda su vida. Una cosa era entrenar su cuerpo, otra entrenar las artes marciales…, pero aprender a manejar el ki era algo a un nivel increíblemente alto y exageradamente difícil de lograr. Aun a pesar de haber obtenido grandes capacidades de meditación y concentración por las artes marciales, aquello no era suficiente para poder obtener la consciencia suficiente para manipular el ki. Podía sentirlo, pero nada más. O al menos así fue durante casi medio año.

Llevaba casi dos años en medio de aquel bosque, rodeado de vida natural, pero se sentía mal consigo mismo. A pesar de manipular su propio ki y el de la naturaleza, hasta cierto punto, aún no había obtenido la Vista Vital, su objetivo, y eso le enojaba y entristecía.

—Agh… Me estoy cabreando —Gruñó mientras rompía su postura.

Llevaba desde el amanecer entrenando y otra vez no había obtenido resultado alguno a pesar de estar ya atardeciendo. Llevaba seis meses sin obtener mejora alguna, por lo que las ganas de darse por vencido aumentaban, pero su voluntad seguía insistiéndole en continuar a aunque pasaran diez años.

Por eso mismo gruñó y volvió a tomar postura cerrando nuevamente los ojos. Al principio nada pasó, pero entonces respiró profundamente y se concentró en la energía vital de todo ser vivo, como de costumbre. El tiempo pasaba rápido aunque él no lo notara. El astro rey se escondió en el lejano horizonte dando paso a la noche. Se concentró en su propio ki, como era normal para él, envolviéndose en una fina capa. Podía sentir la energía vital circular por su cuerpo y poco a poco extendió su concentración hacia afuera sin dejar de sentir la propia. Pero, para su frustración, seguía sin poder "ver". Podía sentir, pero no lograba "ver" la energía vital de su alrededor.

— ¡Maldición! —Exclamó abriendo los ojos, enojado—. ¡¿Qué estoy haciendo mal?!

Se tumbó en el suelo, clavando su mirada en la cúpula oscura iluminada por las innumerables estrellas del firmamento. Su respiración se relajó hasta el punto de parecer que estaba dormido, pero sus ojos estaban abiertos y atentos.

En todo el tiempo que estaba allí, aquella era la primera vez que verdaderamente contemplaba con total atención el cielo nocturno. Aquello era una hermosura que nunca, hasta aquel momento, había visto cómo debía. El tiempo siguió su curso y en algún momento la mente de Issei dejó su cuerpo, sumergiéndose en la inmensa oscuridad celestial.

Fue entonces que algo pasó. Sus ojos se cerraron solos y sus sentidos despertaron de un modo muy distinto a como lo habían hecho hasta ahora.

Sentía la energía vital recorrer su cuerpo…, pero ahora lo sentía de un modo más profundo. Entonces, probando algo nuevo, dejó de centrarse en su propio ki, pasando a su entorno. Conforme pasaban los segundos y minutos, la captación de la energía vital llegaba a él con más fuerza.

Fue entonces cuando poco a poco algo surgió frente a él. Era una silueta borrosa, pero conforme pasaban los segundos aquella silueta cobró forma, la forma de un frondoso árbol, y no era el único.

Más y más siluetas surgieron frente a él, siluetas de árboles, tanto grandes como chicos. Pero aquello no era suficiente, así que siguió concentrándose mientras su cuerpo se incorporaba hasta quedar sentado. Poco a poco las siluetas comenzaban a ser menos borrosas, ampliando su margen a los demás seres vivos, no sólo los grandes árboles. Las figuras difusas de los árboles más pequeños, así como arbustos, se hicieron tan nítidos como los grandes árboles, pero aquello no era suficiente. Necesitaba más.

De las plantas pasó a los animales grandes y luego a los más chicos hasta ser capaz de ver las hormigas sobre la tierra…, pero tenía que ir más profundo. Buscó bajo tierra, observando las figuras de todo ser vivo que allí habitaba. Pudo incluso ver las "venas" de la propia tierra.

Entonces abrió los ojos y con una gran sonrisa observó a su alrededor. Apenas y podía distinguir mucho debido a la poca luz, por lo que volvió a cerrar los ojos para asegurarse, carcajeándose al contemplar nuevamente aquellas formas.

Al fin lo tenía frente a él, la Vista Vital. Todo ser vivo estaba frente a él, sus brillantes siluetas. Incluso era capaz de vislumbrar las raíces mismas de las plantas bajo el suelo así como las venas de la Energía Vital que había por toda la tierra, un suelo tan rico en vida que estaba seguro podía correr sin temer no vislumbrar algún obstáculo natural, como si pudiera verlo a la perfección con la luz del día.

Las carcajadas dieron paso a una sonrisa. Aquello era un pilar fundamental en su entrenamiento, pues significaba que había logrado entender y manipular la energía vital hasta tal punto, y no era precisamente poco. Ahora tocaba el punto clave de aquel momento…, superar la prueba que su maestro le había puesto.

No le había visto en dos años, pero si le había sentido. Estaba totalmente seguro de que había puesto numerosas trampas para cuando finalizara su entrenamiento. Sería muy propio de aquel vejestorio. Inspiró profundamente y saltó hacia adelante. Había trampas situadas en todo el recorrido, y debía superarlas para llegar a donde se encontraba su maestro, su casa.

Se sentía con energía y ardía en deseos de volver y contarle a ese viejo verde su gran logro. Guiándose por el recuerdo del sol, Issei comenzó a correr en dirección a la casa. Tal y como pensaba, podía correr por el bosque como si fuera mediodía y no hubiera nube alguna.

Esquivaba raíces y ramas así como a los animales del suelo o que pudieran entorpecerle. Fue entonces que vislumbró la primera trampa. Un lugar, un agujero, que no tenía rastro de energía vital. Se detuvo en seco, abriendo los ojos. Con cuidado examinó aquel pozo, descubriendo que ciertamente era una trampa, una trampa que de haber caído le hubiera provocado heridas no mortales, pero sí de gran gravedad, pues había estacas en el fondo. Por eso no vio ni sintió energía vital, porque ya no tenía, eran partes muertas de un árbol.

Frunciendo el ceño volvió a cerrar los ojos. No volvería a usar sus ojos hasta llegar a la casa, usaría la Vista Vital. Fue así como descendió por las montañas, atravesando el bosque, logrando esquivar la mayoría de las trampas, aunque no todas.

—Tsk.

Apretó los dientes al sentir la herida en su abdomen. Una trampa atada con cuerda, una trampa bien escondida. No la detectó a tiempo porque se camuflaba increíblemente bien con el ambiente. Su maestro lo había hecho a posta, para herirle o advertirle. No debía confiarse a pesar de haber obtenido aquella visión.

XXXXX

La mañana había llegado y Nagato observaba el bosque, más exactamente el camino que su discípulo había recorrido hacía dos años para comenzar la última parte de su entrenamiento. Tenía el presentimiento de que aquel día volvería, por lo que se centró en sentir su presencia. Una sonrisa surgió en su rostro cuando sintió cómo se acercaba a su casa.

No corría, caminaba a buen paso, aunque sí parecía estar herido. ¿De gravedad? Pronto lo sabría. Preparó el desayuno mientras su discípulo terminaba su recorrido, apareciendo por entre los árboles. Ciertamente Issei estaba herido, pero a simple vista no parecía haber nada grave, y su ki no le avisaba del peligro de muerte.

—Bienvenido de vuelta, Ise. Dos años han pasado. Te has tomado tu tiempo. Fíjate, hasta te ha crecido la barba.

Issei sonrió contento mientras se rascaba la barba desarreglada que le había crecido en aquellos dos años, haciendo una mueca por la herida de su abdomen, la peor de todas ellas.

—Ven, come algo, luego curaremos tus heridas.

El Hyoudou asintió, sentándose junto al anciano. Disfrutó de su almuerzo, comiendo tranquilamente a pesar del hambre que tenía. Una vez finalizado el almuerzo ambos hombres trataron las heridas, tanto las más leves como las más graves, del más joven del dúo una vez se hubo lavado. Luego Nagato le ordenó arreglar su aspecto, es decir, cortar su cabello y barba.

Durante la estancia con su maestro se había cuidado los pocos pelos que le iban saliendo para no dar mala imagen, pero durante aquellos dos años en la montaña, aprendiendo sobre el Flujo de Energía Vital, los pocos pelos se habían convertido en una abundante barba.

—Sí, así está mejor. Ya no pareces un sucio vagabundo.

Issei observó su reflejo en el agua. Su larga cabellera volvía a ser corta y su desarreglada barba había tomado un aspecto más aceptable. No se la había rasurado del todo ya que le había cogido cariño.

—Me alegra decirte que ya casi has terminado tu entrenamiento —Le dijo Nagato mientras se sentaba en la banca—. Sí es verdad que has obtenido la Vista Vital.

—La he obtenido, sensei. Cuando quieras se lo puedo demostrar —Retó Issei con una gran sonrisa.

—Por supuesto que lo harás, pero no hoy. Descansa hasta haberte recuperado por completo de las heridas. Ahora mismo solo deseo a leer tranquilamente y revisar tus conocimientos, y obviamente no hablo de tus conocimientos en artes marciales.

— ¿Sensei?

—Veamos, veamos… Oh, ya se. Dime, ¿conoces a las Cinco Grandes Familias? —Issei enarcó una ceja, negando con su cabeza—. Son cinco clanes que han estado purgando espíritus y criaturas malignas desde hace muchos siglos aquí en Japón. Son clanes poderosos de místicos sintoístas que han mantenido una conexión divina con los Dioses sintoístas y los han servido por generaciones. Desde la antigüedad, la mayoría de los miembros de los Cinco Clanes han sido bendecidos por los Dioses con el poder espiritual de manipular la perspectiva de los Cinco Elementos de su clan debido a su ferviente fe y estricta adoración en el sintoísmo. Los miembros que no han sido bendecidos con tal poder son despreciados como marginados y exiliados de la familia, y los miembros que violan su sistema de leyes religiosas también son ejecutados. Además del poder espiritual de los Cinco Elementos y el Sistema Shinto de la Magia Oriental, cada uno de los cinco clanes gobierna sobre las Cuatro Bestias Sagradas y el Dragón Amarillo, cada uno con los miembros más fuertes de los cinco clanes para heredarlos y sus nombres.

—Con todo respeto sensei, ¿pero qué tienen que ver esos cinco clanes con el entrenamiento? —Preguntó con sinceridad el joven discípulo.

Nagato quedó impactado. Se había centrado mucho en su entrenamiento, pero estaba seguro de haberle instruido en otras cosas durante los tres primeros años. ¿Acaso su mente le comenzaba a fallar?

— ¿Cómo puedes tú preguntarme eso? —Le increpó Nagato con mal genio—. Dices querer ser un Cazador, ¡pero no tienes conocimientos básicos que no tengan que ver con la lucha! Un Cazador no es simplemente un cazador, no es músculo sin cerebro. Tus conocimientos no deben quedarse en los diversos tipos de criaturas que existen, sus fortalezas y debilidades. Debes conocer otras cosas, como el caso de las Cinco Grandes Familias. Puede que llegues a trabajar con ellos, o que se metan en tu camino. Debes aprender cómo enfrentarlos, sólo en casos extremos.

— ¿Pueden ser enemigos?

Issei estaba impactado por las palabras de su maestro. Entendía que había humanos con malas intenciones y que tendría que encargarse también de ellos, pero no esperaba que pudiera llegar a tener de enemigos a seres, personas o clanes que supuestamente deberían ser amigos.

— ¿Recuerdas cuando te hice la pregunta sobre los crímenes y la justicia? Las Cinco Grandes Familias no están exentas en esa cuestión. Tienen sus propias reglas, sus propias normas y juicios. Es más que probable que en algunas ocasiones no penséis igual, y eso podría llevar a algún enfrentamiento, lo cual espero que no te llegue.

— ¿Cómo podría ser eso, sensei?

—Hum..., veamos…, un buen ejemplo… ¡Oh, ya se! La guerra de hace unos años. Conocerás su historia, ¿verdad? Tú debiste vivirla cuando eras niño.

—Sí, la conozco.

—Pues es un gran ejemplo. Los líderes de las familias, los líderes actuales, tienen normas que muchos calificarían como anticuadas, de tiempos anteriores a la actual era, arraigados en sus raíces desde su fundación. Si alguien con ideologías más modernas comienza una discusión, es más que probable que dicha conversación no acabe nada bien. Tú, Hyoudou, no tienes arraigadas las ideologías anteriores a la guerra. Eres demasiado joven, tú has vivido el cambio, los últimos momentos de la era de los samuráis y el comienzo de los nuevos tiempos. Eso te podría llevar a crear roces con gente como esa.

—Ya veo.

—Te pondré un ejemplo. Había un miembro del Clan Himejima que tuvo una relación con un ángel caído y fruto de esa relación nació una niña, una híbrida, una nephilim. La mujer fue asesinada por miembros de su propia familia y su hija a punto estuvo, pero acabó siendo reencarnada por una Casa demoníaca. Solo es para que comprendas hasta qué punto son fieles a sus ideales antiguos.

—Entiendo…

Issei estaba más que asombrado. Matar a alguien de tu propia familia…, era algo que él no podía ni imaginarse. Durante varios días ambos estuvieron repasando los conocimientos del Hyoudou sobre el mundo sobrenatural, ampliando en las partes en las cuales Nagato opinaba que le faltaba.

No fue hasta el cuarto día de su regreso cuando el anciano maestro decidió que era el momento adecuado para comprobar si el entrenamiento se daba por finalizado. Aquel día se levantaron temprano, cuando ni siquiera las primeras luces del alba asomaban.

—Muy bien Ise, hoy es tu prueba final. Espero que estés listo. Bien, veamos si es verdad que has logrado obtener la Vista Vital.

Nagato colocó una venda sobre los ojos de Issei. El Hyoudou no se extrañó. Si bien era de noche, una preciosa noche sin luna, con aquel trapo cubriendo sus ojos definitivamente su vista se volvía nula. Quería ver si era verdad que había obtenido la Vista Vital. Una leve sonrisa de orgullo surgió el rostro del más joven mientras activaba aquella visión.

— ¿Listo?

El joven discípulo asintió mientras tomaba postura. Su anciano maestro cerró los ojos e inspiró profundamente. Entonces, en un visto y no visto, Ise se vio evadiendo con gran dificultad un poderoso puñetazo de su maestro. No tuvo tiempo de pensar ni siquiera en qué había pasado, pues tuvo que esquivar una patada. Ambos ataques, a pesar de no tocarle, si le causaron dos cortes en ambas mejillas, por los cuales comenzaron a salir pequeños hilillos de sangre. El maestro Nagato atacó un total de ocho veces más. El Hyoudou apenas y pudo evadir o bloquear los ataques, pues su maestro era increíblemente rápido y fuerte. Jamás, en aquellos cinco años, había visto nada semejante de él.

—Buen trabajo.

Para sorpresa del joven Hyoudou, su maestro detuvo su ataque con una leve sonrisa.

— ¿Sensei? —Cuestionó quitándose la venda de los ojos, asomándose.

Su maestro estaba recubierto por una fina pero densa capa de Touki, una que llegaba a aterrar.

—Mis felicitaciones, has finalizado tu entrenamiento de forma satisfactoria —Felicitó el anciano mientras deshacía aquella capa.

—… disculpe sensei, pero no le entiendo.

— ¿Qué no entiendes? Has logrado evadir mis ataques mortales. Oh vamos, no me mires así. Obviamente iba con toda mi fuerza e intención de matar. ¡Borra ese rostro de espanto! ¡Tampoco es para tanto! —Increpó ofendido.

— ¡¿Qué no es para tanto?! ¡Ha intentado matarme!

—Nada que no haya intentado durante tu entrenamiento.

— ¡Pero esto es diferente!

—No, no lo es. Escúchame bien, Hyoudou —Issei supo que su maestro iba a dejar a un lado su tono bromista para usar el serio—. Mi poder puede catalogarse en Clase Suprema, eso ya lo sabes. Tú has logrado evitar diez ataques asesinos míos. ¿Sabes qué quiere decir eso? Tienes el poder para enfrentar y derrotar a seres que ostentan entre la Clase Baja y la Clase Alta en categoría de poder, y poseen el suficiente para escapar de alguien cuyo poder ostente el Clase Suprema, aunque con el tiempo podrás enfrentarlos también. Con ese nivel puedes ser un Cazador con todas las de la ley.

—… ¿En serio?

— ¡Por supuesto! Es más, como miembro de los Cazadores que soy yo te nombro a ti, Hyoudou Issei, Cazador.

— ¡!

—Sí, así es. Como ya he dicho, has pasado tu última prueba. No tengo nada más que enseñarte, pues todo lo que tienes que aprender es la experiencia la que te lo enseña. Ahora lárgate de mi casa.

—… ¿En serio? ¿Ahora mismo?

—Exactamente. Ale, ale, largo de aquí. No pienso darte nada para almorzar.

Issei comenzó a boquear como un, pero al final sonrió levemente mientras negaba con la cabeza, dándose la vuelta para marcharse de aquel lugar, levantando su mano para despedirse de aquel hombre que había llamado maestro durante cinco años.

— ¡Ah, una última cosa! —Exclamó el anciano desde la lejanía—. ¡Saborea el cuerpo de una mujer antes de comenzar a trabajar! ¡Podrías morir en tu primera misión!

Issei tropezó luego de escuchar el grito anda que el viejo verde. Menos mal que no había nadie en las cercanías para escucharle. Con una sonrisa levantó la mano, despidiéndose nuevamente del maestro Nagato.

Cinco años habían pasado desde que Hyoudou Issei comenzara su entrenamiento, su nuevo entrenamiento. Cinco años en los cuales había aprendido numerosas artes marciales tanto japonesas como chinas e incluso algunas occidentales, logrando dominar algo que le ayudaría a enfrentar poderosos enemigos. Ahora estaba totalmente preparado para comenzar con su nuevo cometido…, ser un Cazador.

—Bien, ahora a yacer con una mujer antes de empezar a trabajar.


erendir: bueno, aquí un nuevo proyecto en colaboración. Una idea que tuve hace tiempo y que estoy realizando con mi colega RedSS, una historia en la cual no existen las Sacred Gears, así que abstenerse de preguntar o pedir por ellas. Fuera de eso esperamos que os agrade esta nueva historia.

RedSS: Pos hola, aquí RedSS con un nuevo proyecto colaborativo. No me hago responsable de que tanto se atrasen los actuales (no es como si alguien fuera a pensar lo contrario). Espero les guste y nos leemos en otra ocasión.