El Joven Lobo Rey del Norte

Capitulo tres:

Inminencia.


Robb subió por las escaleras despacio, con el corazón en un puño. Hedwig caminaba en silencio a su costado. En el exterior, la nieve se arremolinaba y se colaba por las puertas del castillo, en el patio todo era ruido y reinaba el caos, pero entre los gruesos muros de piedra hacía calor y reinaba el silencio.

Demasiado silencio, para el gusto de Robb.

Invernalia siempre había estado lleno por los murmullos alegres de sus hermanos. Y ahora… Todo estaba en silencio total.

Llegó al relleno, y se detuvo por unos segundos antes de abrir la puerta y entrar.

Su madre estaba junto a la cama. Llevaba allí veintidós días, veintidós desde que había pasado el accidente.

No se había alejado ni un momento de Bran. Le llevaban allí las comidas, y le habían puesto un orinal y un camastro, aunque apenas dormía. Era ella en persona quien lo alimentaba con la miel, el agua y la mezcla de hierbas que lo mantenían con vida. No había salido ni una vez de la habitación, ni siquiera cuando el padre de Robb y sus hermanas se habían ido hace siete días a la capital obligados por Robert Baratheon.

Robb se había encargado lo mejor que podía en los últimos siete días de atender sus obligaciones como señor sustituto de Invernalia con la ayuda del Maestre Luwin y Theon además de la de su hermano. No obstante era demasiada responsabilidad, sobre todo para un chico de catorce años de edad que nunca había sido lo suficientemente instruido en aquello, sin contar de que ni siquiera Jon (que era la pseudo madre de sus hermanos) podía calmar al pequeño Rickon que vivía llorando y pidiendo ver a su madre.

Se detuvo en la puerta un instante, sin atreverse a decir nada, sin atreverse a acercarse. No había ido ni una sola vez a visitar a su hermano en aquellas dos semanas. Se sentía culpable. Sabía que no era exactamente su culpa y que de estar ese día, quizá hubiera ocurrido, pero todavía se culpaba así mismo. Era el hermano mayor y su deber, por tanto, era cuidar de sus otros hermanos.

Ese día había ido con su padre, los caballerizos de Invernalia, y la familia real a una partida de caza celebrando la próxima marcha hacia la capital. Se suponía que debía estar en casa, pero se había dejado convencer por Jon.

''Eres el heredero de Invernalia, Robb. Si el culo de Jeoffrey va a la partida, se esperaría que tú, en calidad de anfitrión, fueses igualmente''.

La idea lo había convencido y cuando volvió, la noticia de que Bran se había caído de la Torre Rota le dio la bienvenida. Aquello le había sorprendido gravemente pero también lo hizo desconfiar.

Bran era un buen escalador, el mejor de todos en Invernalia. Y ya había escalado más de una vez la Torre Rota antes. Había hablado antes con Jon y Theon, los tres (pese a que el Snow y el Greyjoy no se soportaban) habían tenido una conversación bastante larga antes de que, hace unas horas, se le ocurriera una idea. Una que había que planteársela a sus padres.

''Ve y habla con nuestra madre. Sé que está dolida, pero ella es la que habla con Padre'' le había dicho su hermano ''Y de camino, ve a darle apoyo y ve a Bran. Deja tus tabúes, Stark. Todos, incluso Greyjoy, han ido a visitar a Mamá''.

''Pero piensa en las palabras exactas que vas a decirle'' había terciado Theon ''Ahora mismo está dolida, y quizá puede estar inconsciente por el dolor. No sueltes el tema de sopetón o solo vas a enojarla''.

Y ahí estaba.

Hedwig, a su lado, hizo ruido. Su madre miró en su dirección. Durante un momento pareció no reconocerlo, antes de que el brillo de la memoria llegase a ella.

-¿Robb?

Sintió que en la garganta se le hacía un nudo por unos segundos.

-Sí, Madre.

Su madre se levantó de su asiento para caminar hacia él. No dijo nada en lo absoluto, cuando ella lo estrechó entre sus brazos. El abrazo duró un minuto, aunque para ambos fue interminable.

Su madre lo miró.

El rostro de su madre estaba demacrado, con bolsas en los ojos. Tenía la larga cabellera castaña sucia y enredada. Parecía haber envejecido veinte años.

Se sintió aún más mal consigo mismo en ese instante pero se recompuso.

-Yo… he venido para ver a Bran, y a ti también, madre.

Lady Catelyn Stark asintió con la cabeza lentamente, como si ya lo estuviese esperando, antes de tomarlo de la mano y caminar hacia la cama. Luego se sentó al lado de la cama y le tomó nuevamente de la mano.

Aquél no era el Bran que Robb recordaba.

Había perdido mucho peso, tenía la piel tensa sobre unos huesos como palillos. Bajo la manta, las piernas estaban dobladas en ángulos que revolvieron el estómago a Jon. Los ojos del niño, abiertos sin ver, estaban hundidos en profundas cuencas negras. La caída parecía haberlo encogido. Parecía una hoja, como si un soplo de viento pudiera llevárselo a la tumba. Pero, bajo la frágil caja de costillas destrozadas, el pecho subía y bajaba cada vez que respiraba débilmente.

-Bran… -dijo- Siento no haber venido antes. Tenía miedo. Me culpo por haberte dejado solo. Se supone que tenía que protegerte y yo… yo…. -Su voz era entrecortada- No te mueras, Bran, por favor, no te mueras. Todos tenemos muchas ganas de que despiertes. Jom, y yo, y las chicas, todos...

Su madre le puso la mano libre en su hombro, dedicándole una mirada de compresión y cariño.

-No es tu culpa, Robb -dijo con suavidad ella- eso… no fue tu culpa… Bran… -miró el rostro del Bran y no pudo continuar.

Ambos quedaron en silencio por unos largos minutos. Cada uno parecía estar metido en profundos pensamientos, absorbidos en ideas. Robb suspiró antes de decidir que ya era tiempo para hablar con ella.

-¿Crees que fue un accidente, Madre?

La mujer le miró a la cara por unos segundos, analizando las palabras suyas por unos segundos antes de pensar en una respuesta adecuada.

-No es buena idea meter ideas vanas en el corazón de una madre loba herida, Robb.

Cualquiera hubiera entendido que estaba rechazando, u obligándose a rechazar, la idea de una trama más profunda pero Robb, que había aprendido un poco de la vida gracias a su madre, entendió otra cosa. Los corazones heridos eran en su mayoría irracionales y tomaban ideas bastante poco acertadas la mayor parte del tiempo.

En pocas palabras, su madre le estaba diciendo que si sus ideas tenían un fundamento coherente establecido o si simplemente estaba intentando darle un placebo del cual arrimarse.

-Ciertamente, madre, que no son ideas vanas -dijo él, siguiéndole el juego- o por lo menos eso creo. Solo me parece extraño que un lobo con sangre de ardilla en las venas se haya caído rodando del monte custodiado por leones y nadie sospeche.

Catelyn lo miró, de repente sorprendida pero luego de forma analítica.

-¿Qué te lleva a ese pensamiento?

Robb supo que era momento de actuar.

-Ser Jaime no fue a la cacería, y es extraño que el mejor escalador de Invernalia se haya caído.

Catelyn lo evaluó con la mirada, analizando las cosas por unos instantes que parecieron eternos.

-Recibí una carta hace un tiempo -dijo- de tu tía Lysa.

-¿Para avisarle sobre la muerte de Lord Arryn?- preguntó, a lo que ella negó.

-No. Fue un tema relacionado, pero no era lo mismo -Respondió Lady Catelyn- Decía que los leones habían matado al cuervo de la luna.

Robb abrió los ojos con sorpresa ante la respuesta pero se contuvo de decir cualquier palabra.

-Tu padre por eso decidió aceptar ser la mano del Rey, y se embarcó al Sur.

''Demonios'' se dijo.

Su madre le echó una mirada a su hijo.

-Todavía no podemos hacer acusaciones sin suficientes pruebas, pero -apretó suavemente su mano con la de Bran- si tienen algo que ver, vamos a enseñarle la furia completa del Norte.

Dirigió su mirada hacia él, y él pudo ver el brillo en su mirada. El brillo de una madre furiosa, que deseaba venganza, que deseaba descubrir la verdad. El brillo de una Stark.

Robb asintió, serio.

Iba a decir algo, cuando en ese entonces se escuchó claramente la voz de alguien gritar '' ¡FUEGO!''. Robb caminó hacia las ventanas donde vió la biblioteca de los Stark en llamas. Palideció gravemente.

-Quédate aquí, madre- dijo- Volveré en cuanto apaguemos el fuego.

Salió corriendo de la habitación, seguido de Hedwig, antes de gritar a los guardas que flanqueaban el pasillo que le acompañaran. Bajó las escaleras como un torbellino, saltando los escalones de dos en dos.

La Biblioteca de la familia Stark llevaba muchos siglos, más de nueve, intacta. Ahí se guardaban todos los conocimientos del Norte habidos y por haber de todas las áreas existentes. El hecho de que ardiera y mucho conocimiento importante se perdiera, era algo que le ponía de los pelos de punas.

Cuando bajó al patio, oía claramente los gritos de ''¡Fuego!'', los relinchos de caballos asustados y ladridos frenéticos de los perros del castillo. Rápidamente, su voz se alzó en el caos reinante.

-A apagar el fuego -ordenó en voz alta y cada hombre cogió cubetas de agua dirigiéndose a la biblioteca a pasos raudos.

En el camino se encontró un grupo de hombres liderados por Jon que ya estaban enfrentándose contra las llamas. Su medio hermano alzó la cabeza al verlo y fue a su encuentro.

Robb se dio cuenta de que tenía hollín en el rostro.

-¿Qué pasó?

-Alguien le ha pegado fuego a la biblioteca -Fue la respuesta de Jon, voz alta en aquel maremoto de pasos descontrolados- pero estamos controlándolo.

Robb asintió viendo como los hombres mermaban el fuego, con braveza, y por un momento se quedó pensando en el hecho de quien pudo haber cometido tal acción. Tal como lo había dicho Jon, se había tratado de una trampa. Pero ¿con cuál objetivo?

Pensó en los Lannister por un momento, pero dudaba de que lo hubiesen hecho ellos puesto que se habían marchado hacia siete días junto al rey y su sequito gigantesco. ¿Con qué objetivo…?

Se tensó pensando de repente en Bran y en su madre. Bran había presenciado algo y por tanto intentaron eliminarlo, pero seguía vivo. Entonces…

Maldijo su estupidez. Miró a Jon que de pronto entendió el significado de su mirada

-Bran… - dijeron ambos al mismo tiempo antes de ir corriendo de nuevo al castillo.


Al otro lado del patio, en la biblioteca, las llamaradas brotaban de las ventanas. Se quedó observando cómo la columna de humo se alzaba hacia el cielo y recordó con tristeza los libros que los Stark habían acumulado a lo largo de los siglos.

Sintió como le pesaba el alma ante tal perdida de aquellos libros que tanto la habían ayudado. Cerró los postigos.

Al darse la vuelta vio al hombre.

-No teníais que estar aquí -murmuró con voz ronca- Aquí no tenía que haber nadie.

Era un hombrecillo menudo, sucio, con ropas marrones mugrientas y hedor a caballerizas. Catelyn conocía a todos los hombres que trabajaban en los establos y no era uno de ellos. Estaba flaco, tenía el pelo rubio y lacio, y los ojos claros muy hundidos en el rostro huesudo. Y llevaba una daga en la mano.

Lannister.

-No -dijo Catelyn mirando el cuchillo y a Bran. La palabra fue dicha sin el menor acto de miedo.

-Es un acto de misericordia -dijo- Ya está muerto.

-No -repitió Catelyn.

Corrió hacia la ventana, pero aquel hombre era más veloz de lo que supuso. Le tapó la boca con una mano, le echó la cabeza hacia atrás y le puso la daga en la garganta. El hedor que despedía era insoportable.

Catelyn agarró la hoja con las dos manos y tiró con todas sus fuerzas para apartársela de la garganta. Lo oyó maldecir junto a la oreja.

Tenía los dedos resbaladizos por la sangre, pero no soltó la daga.

La mano que le cubría la boca presionó con más fuerza, impidiéndole la respiración.

Ella giró lacabeza hacia un lado y sus dientes encontraron carne. Se los clavó con fuerza en la palma de la mano.

El hombre rugió de dolor. Catelyn le hincó aún más los dientes y dio un tirón desgarrador, y de pronto él la soltó. El sabor de la sangre le llenó la boca. Respiró una bocanada de aire y gritó, él la agarró del pelo y la empujó, Catelyn tropezó y cayó al suelo. Lo vio sobre ella, jadeante, tembloroso. Él todavía aferraba la daga con la mano derecha, llena de sangre.

-Aquí no tenía que haber nadie -repitió como un idiota.

-Pero la hay, bastardo- dijo ella viéndolo.

Catelyn vio la sombra que se deslizaba por la puerta abierta tras él. Se oyó un ruido insignificante que no llegaba a ser un gruñido, apenas un susurro amenazante, pero él también lo debió de oír porque empezó a darse la vuelta justo cuando la espada chocó contra su brazo derecho.

El hombre gritó de dolor antes de tambalearse, con el brazo hecho jirones, para luego intentar abalanzarse sobre la sombra. No obstante, la sombra lo lanzó al piso antes de inmovilizarlo.

Catelyn observó a la figura de cabellos rojos como la sangre, con espada en mano.

-¿Está bien, mi señora? -preguntó, con la voz tranquila de siempre, TheonGreyjoy.

Ella asintió, recomponiéndose. Él la ayudó a levantarse. Le dedicó una mirada de apreciación al pupilo de su marido.

-Gracias, Theon.

-Solo hice lo que debía hacer- fue la respuesta antes de echarle una mirada a Bran- supe que había gato encerrado cuando vi que la Biblioteca estaba en llamas. Una distracción.

Catelyn le observó con cuidado.

Había sido el alumno de Ned desde que tenía siete u ocho, desde que BalonGreyjoy había perdido, y debía admitir que su esposo había hecho un buen trabajo. Theon era uno de los mejores guerreros de Invernalia pese a su corta edad, y había sido el pseudo maestro de Robb durante un par de años, pero también era quizá uno de los más analíticos del castillo -uno incluso a la par de Jon-.

Era un hombre de hierro, hecho para la guerra, y también un experto en estrategia.

''Y nos salvó la vida a mí y a Bran'' se dijo Lady Catelyn.

De pronto, Robb, Jon, Luwin y Ser Rodrik irrumpieron con la mitad de los guardias de Invernalia con prisa. Gran fue su sorpresa verlos a ambos, a salvo, y a un hombre tirado en el suelo desangrándose.

-Ser Rodrik, aprese al hombre, curen sus heridas y enciérrenlo en las mazmorras, y quiero que le saquen toda la información posible -ordenó Robb, con una voz que denotaba autoridad cual señor que Catelyn nunca había escuchado antes- Jon, Theon, ayúdenme a llevar a mi señora Madre a sus aposentos. Maestre Luwin, acompáñenos. Hay que tratar sus heridas.

Procedieron abrigarla con mantas y llevarla al Gran Torreón, a sus habitaciones, entre Jon y Robb mientras Theon les seguía detrás en silencio. Nada más llegar, la Vieja Tata la desnudó, y la ayudó a entrar en la bañera llena de agua humeante y le limpió la sangre con un paño suave.

Después el maestre Luwin procedió a vendarle las heridas. Los cortes en los dedos eran profundos, llegaban casi hasta el hueso, y tenía el cuero cabelludo en carne viva en los puntos donde el hombre le había arrancado mechones enteros. El maestre le dijo que el dolor no había hecho más que empezar y le dio la leche de la amapola para ayudarla a dormir.

Por fin, Catelyn cerró los ojos.

Cuando volvió a abrirlos, se encontró con el rostro preocupado de su Jon que le dijo que había dormido durante cuatro días. Catelyn asintió y se incorporó en la cama. Todo lo sucedido tras la caída de Bran le parecía una pesadilla, un sueño espantoso de sangre y pena, pero el dolor en las manos le recordaba que era muy real. Se sentía un tanto débil y aturdida, pero también decidida, como si le hubieran quitado un gran peso de encima.

-Traedme un trozo de pan con miel -dijo a sus sirvientas- y avisad al maestre Luwin, tiene que cambiarme los vendajes.

La miraron sorprendidas y se apresuraron a cumplir sus órdenes.

Miró a su hijo en silencio, evaluando su rostro, y de pronto entendió, con cierta vergüenza, de que los había abandonado totalmente. Los había dejado a ellos, a Robb y a Jon, y a Rickon solos para prestar su atención en su hijo herido, descuidando a Invernalia y a su familia.

-Disculpadme, -dijo en voz baja la mujer pero Jon negó con la cabeza, en silencio.

-No tienes por qué disculparte, Señora Madre, -dijo con aquel tono que le recordaba bastante a su Ned- protegiste a Bran con tu vida y tu corazón. Es normal que quisieses estar con él en estos momentos.

Ella le vió, sonriendo levemente, sintiendo como su corazón se llenaba de ternura ante la respuesta de su hijo.

Había descuidado sus deberes, y ni siquiera había ido a despedir a Ned y a sus hijas, pero ya no volvería a cometer los mismos errores. Demostraría la fuerza de una norteña.

Robb llegó antes que la comida que había pedido. Luego entraron Rodrik Cassel y Theon y por último HallisMollen, un guardia fornido de barba castaña cuadrada. Robb le dijo que era el nuevo capitán. Su hijo vestía ropas de cuero tratado y cota de mallas, y llevaba una espada a la cintura.

-¿Quién era? -preguntó, no con la voz de Catelyn sino con la de Lady Stark, cuando todos entraron en la habitación.

-Al parecer vino con el grupo del rey -dijo Mollen- con alguno de los Lannister. Debió dequedarse atrás cuando se fueron todos. Últimamente ha habido tanto forastero en Invernalia que no había manera de decir con quién estaba cada uno. No obstante, hemos sacado información de él gracias a Greyjoy.

-Se llama Dorren y es un bastardo de uno de los Lannister -Asintió Theon- Ha estado durmiendo en los establos. Le pagaron noventa venados de plata, los cuales los escondía en una bolsa de piel oculta en el establo. Al parecer, digamos que aparte de los noventa venados, le ofrecieron recibir el apellido familiar si cumplía una pequeña tarea. Prendió fuego a la biblioteca, pensando que usted, Lady Catelyn, iría a apagarlo y que los guardias le acompañarían. Eliminar a los clavos sueltos.

''Bran'' se dijo ella.

-¿Cómo pudo entrar a Invernalia? -Ahora quiso saber. ¿Cómo había sido posible que un hombre así pudiera haber entrado en Invernalia y sus hombres no se habían percatado?

-Entre los caballos que Lord Eddard se ha llevado al sur y los que enviamos al norte para la Guardia de la Noche -dijo HallisMollencon la vista baja, avergonzado- los establos están casi vacíos. Cualquiera podría esconderse de los mozos de cuadras con facilidad.

Ella y Robb se intercambiaron miradas.

''Habrá que mejorar la seguridad del Castillo'' parecían decirse

Antes de que pudiera responder, las sirvientas volvieron de la cocina con una bandeja de comida. Había mucho más de lo que había pedido: pan recién hecho, mantequilla, miel, mermelada de zarzamoras, beicon, un huevo pasado por agua, un trozo de queso y una jarra de té de menta. Y junto con la comida llegó el maestre Luwin. Catelyn descubrió de repente que ya no tenía apetito.

-¿Cómo se encuentra mi hijo, maestre? -preguntó. Quería saber si su Bran estaba bien.

-Sin cambios, mi señora -contestó el hombre con la vista baja.

Era la respuesta que esperaba, ni más ni menos. Sentía un dolor punzante en las manos, como si la hoja de la daga estuviera todavía cortando la carne. Hizo salir a las sirvientas y clavó la mirada en Robb.

-Hay que mantener a salvo a Bran -dijo Robb, viendo a Hallen- Hemos acabado con un asesino, pero puede que haya más.

-¿Cuántos guardias queréis que ponga, mi señor?- preguntó Hallen.

-Quiero un hombre dentro de la habitación, día y noche, otro en la puerta, y dos al pie de las escaleras -Robb se irguió un poco más- Nadie puede entrar a ver a Bran si mi madre o yo no damos antes permiso.

-A vuestras órdenes, mi señor.

-De inmediato -sugirió Catelyn -Y que su lobo esté con él en la habitación, siempre viene bien un protector de más.

-Lady Stark -dijo Ser Rodrik mientras el guardia salía de la habitación- ¿os fijasteis por casualidad en la daga que llevaba el asesino?

-Dadas las circunstancias no pude examinarla con detalle, pero te aseguro que estaba bien afilada -replicó ella con una sonrisa seca- ¿Por qué lo preguntas?

-Encontramos el cuchillo tirado en el suelo -habló Jon, por primera vez desde que empezó la reunión- Me pareció un arma de demasiado valor para un hombre así, de modo que la estudié a fondo. La hoja es de acero valyriano, y la empuñadura de huesodragón. Es imposible que le perteneciera. Se la tuvo que dar alguien.

-Cierra la puerta, Robb -dijo Catelyn después de asentir, pensativa.

El muchacho intercambió una mirada con Theon y Jon, como si los tres supieran que se avecinaba, antes de obedecer.

- Lo que voy a deciros no debe salir de esta habitación. Quiero que me lo juréis. Si mis sospechas son ciertas, aunque sea sólo en una mínima parte, Ned y mis hijas corren un peligro terrible, y la menor indiscreción que cometamos les podría costar la vida.

-Lord Eddard Stark ha sido un padre para mí, y me preocupa el bien de él y de los suyos -dijo Theon- Lo juro, mi señora.

-Tenéis mi palabra- Luwin.

-Y la mía, señora -dijo Ser Rodrik.

-¿Y ustedes, Robb, Jon? -preguntó mirando a sus hijos.

Ambos asintieron.

-Mi hermana Lysa cree que los Lannister asesinaron a su esposo, Lord Arryn, la Mano del Rey -continuó Catelyn- Robb y yo hemos caído en la cuenta de que Jaime Lannister no participó en la cacería el día de la caída de Bran. Estuvo todo el tiempo aquí, en el castillo -Se hizo un silencio de muerte en la habitación- No creo que Bran se cayera de aquella torre.

La conmoción se reflejó en los rostros de Luwin y Cassel.

-La sola idea es monstruosa, mi señora -dijo Rodrik Cassel- Hasta el Matarreyes tendría escrúpulos a la hora de asesinar a un niño inocente.

-¿Lo crees? -dijo TheonGreyjoy-Su padre, Lord Tywyn mandó a ejecutar a los hijos de Rhaegar Targaryen, Rhaenys y Aegon, que apenas eran bebés. Si eso hizo el padre, ¿no podrá el hijo?

-Bran no se había resbalado jamás -señaló Jon- Conocía hasta la última piedra de Invernalia.

-Si lo que trata de decir es totalmente cierto, mi señora, puede que Invernalia necesite pronto de todas sus espadas- dijo Ser Rodrik

-Si llega la ocasión, señora -dijo Theon con la mano en la empuñadura de su arma-, recordad que mi Casa está en deuda con la vuestra.

-Lo único que tenemos son conjeturas -Catelyn dijo, calmándolos, aunque era obvio que estaban en lo cierto- Estamos hablando de acusar al amado hermano de la reina. A ella no le va a hacer gracia. En caso de que hagamos publicas nuestras intenciones, no se sorprendan si la reina decide responder con fuego. Necesitamos estar preparados.

Todos los hombres concentraron su mirada en ella, como si esperasen que la mujer continuase. Las palabras de Lady Stark daban vueltas por la mente de todos.

La guerra parecía inevitable, si hacían algo al respecto. Si intentaban tomar justicia o pedir que el agravio se cumpliera, habría definitivamente una guerra abierta en todo Poniente. Una guerra que haría sangrar los Siete Reinos.

El Norte era grande, y fácilmente podrían reunir unos setenta mil hombres para la batalla. Sabía bastante bien que su padre, Lord Hoster Tully podría reunir a todos sus abanderados también.

Podrían contar con unos ciento treinta mil hombres, más o menos.

Pero aún así, había que contar que solo eran dos reinos contra los otros cinco.

En caso de armarse una guerra, las Islas de Hierro aprovecharían el descontrol y se proclamarían como un reino independiente (Balon Greyjoy ya lo había hecho una vez, ¿por qué no volver a hacerlo?) mientras que Dorne observaría tranquilamente esperando un bando ganador. Los Tyrell tomarían partido de los Lanister, seguramente. Le hubiese gustado pensar que los Arryn apoyarían al Norte, pero no sabía la opinión de Lysa.

La posición de los Baratheon, la posición del Rey Robert, en el juego todavía no estaba clara para Catelyn en ese momento. Ella no era tonta, para nada. Sabía que Robert solo era una pieza decorativa, una pantalla, mientras alguien más controlaba el Reino.

Robert era un peón que podía ser intercambiado en algún momento por alguien más manejable.

Catelyn sabía que precipitarse no era una jodida opción.

Cualquier fallo, cualquier intento, podría significar un peligro para Ned y sus dos hijas. Si se armaba una guerra antes de que Ned y las niñas pudiesen salir, habría tres rehenes para sobornar al Norte. Habia sido muy estúpida al dejar que Sansa y Arya fuesen a Desembarco.

Cualquier señora sureña en una situación así hubiera decidido ir a investigar al Sur, y armar una oronda estupidez.

Pero Catelyn era un asunto aparte.

Era algo peligroso y con muchos imprevistos. Además, estaba el hecho de que cualquiera podía filtrar información falsa para que ella cayese en algún juego.

Cualquier cosa era posible en el Sur.

En el Norte se mantenían aparte, encerrados en sus tradiciones, pero en el Sur se jugaba al Juego. Y el Juego era peligro, Catelyn lo sabía muy bien.

Tendría que jugar al Juego, pero de manera que no saltase a la vista para que no se armase la gota gorda.

-Luwin -el mencionado la miró- traedme papel y tintero.

El Maestre asintió.

-¿Cuál será nuestro siguiente paso? -Jon la miró, inquisitivo.

Catelyn le miró.

-Necesito escribir un par de cartas -dijo ella- hay que prepararnos. Y, Luwin una cosa más.

-¿Qué sucede, mi señora?

-Quiero que mandes una carta a todos los señores del Norte para que vean al Lord Stark nominal. Se acerca el invierno.

-Se acerca el invierno, -dijeron lúgubres Robb y Jon.


Pentos.

Cuatro días antes de la boda, Khal Drogo convocó a todo su khalasar para que lo acompañara, y acudieron los cuarenta mil guerreros dothrakis junto con innumerables mujeres, niños y esclavos. Acamparon tras los muros de la ciudad con sus vastos rebaños, erigieron palacios de hierba trenzada, devoraron todo lo que encontraron y día a día hicieron crecer el nerviosismo entre los habitantes de Pentos.

Daenerys y Viserys, por su parte, se quedaron a vivir en la mansión del dothraki hasta que llegara el día del cumplimiento de la boda. Viserys se la pasaba berreando por los rincones, quejándose de la lentitud del tiempo, pero Daenerys aprovechó bastante bien el tiempo.

Había recorrido la mansión hasta conocerla de cabo a rabo, y terminó por descubrir la gran biblioteca del Khal.

Al parecer los dothrakis eran guerreros amantes de la violencia pero no eran tan ignorantes como se creía. Eran personas instruidas en la guerra y en las miles de estrategias posibles para derrotar a sus enemigos; ahí encontró las leyes y costumbres dothrakis así como perfeccionó un poco su habla en aquella lengua tan distinta a la suya.

También había encontrado libros acerca de la historia de Poniente y las casas de dicho continente, que no tardó en devorarse con bastante interés.

Ya para la noche antes de su boda, Daenerys estaba bastante versada en la cultura dothraki y en la de Poniente, por lo que dedicó sus últimas horas de soltera a descansar.

-Mis colegas magísteres han doblado la guardia en la ciudad –les comentaba Illyrio sobre los dothrakis durante la cena de aquella noche.

-Más vale que casemos pronto a la princesa Daenerys, antes de que la mitad de las riquezas de Pentos vayan a parar a los bolsillos de mercenarios y malhechores –bromeó Ser Jorah Mormont.

El exiliado había ofrecido su espada a Viserys el mismo día que fueron a la mansión del Khal. Su hermano la había aceptado de buena gana, por lo que Daenerys entendió que era un imbécil total.

Los Mormont, casa norteña, se habían opuesto al gobierno de los Targaryen durante la ultima guerra, colaborando activamente al gobierno de Robert Baratheon. Si lo habían exiliado, no fue por intentar ayudar a la Casa Real sino por ventas de esclavos.

No tenía lealtad hacia nadie y estaría dispuesto a traicionarlos a cambio de volver a Poniente.

El magíster dejó escapar una risita a través de la barba, pero Viserys ni siquiera sonrió.

-Por mí como si se la quiere llevar mañana –dijo, mirando a Daenerys, que le observó con ceja alzada- Mientras pague lo acordado, claro.

-Ya os lo he dicho mil veces, está todo arreglado –dijo Illyrio haciendo un gesto lánguido con la mano-Confiad en mí. Si el khal os ha prometido una corona, la tendréis.

-Sí, pero ¿cuándo?

-Cuando el khal lo diga –replicó Illyrio—. Primero se llevará a la chica, y una vez estén casados tendrá que ir con todo su cortejo por las llanuras para presentarla al doshkhaleen en Vaes Dothrak. Después de eso quizá llegue vuestro turno. Si los presagios son favorables a la guerra.

-Me meo en los presagios de los dothrakis –Viserys se moría de impaciencia- El Usurpador ocupa el trono de mi padre. ¿Hasta cuándo habré de esperar?

-Lleváis la mayor parte de vuestra vida esperando, oh, gran rey –contestó Illyrio encogiéndose de hombros- ¿Qué importan unos meses más, unos años más?

-Os aconsejo que tengáis paciencia, Alteza –dijo Ser Jorah con un gesto de asentimiento- Los dothrakis cumplen siempre su palabra, pero hacen las cosas cuando lo consideran oportuno. Un inferior puede suplicar un favor al khal, pero nadie puede imponerle nada.

-Cuidado con esa lengua, Mormont, si no quieres quedarte sin ella –Viserys estaba furioso- No soy inferior a nadie, soy el legítimo Señor de los Siete Reinos. El dragón no suplica.

-No eres el señor de nada todavía, querido hermano –respondió Daenerys, dando lugar a un intenso silencio.

Viserys la miró con odio, Mormont y Mopatis con tensa sorpresa. Los tres entendían que Daenerys era una niña cobarde y miedosa que no debía tener control sobre sí misma, así que solían dejarla al margen.

Daenerys había estado de acuerdo con el matrimonio con el Khal Drogo por sus propias razones, y era hora de empezar con ello.

-Yo soy el rey de los…

-No eres nada, Viserys Targaryen –replicó ella, viéndolo tranquilamente- No tienes ejercito ni nadie quien te apoye en realidad. Poniente está al otro lado del mar, y nosotros estamos bastante lejos. ¿Crees que simplemente porque digas que eres un dragón, identificándote con un simple blasón de una casa, ya te da el derecho de hablar mierda? ¿Tienes a un ejército que corrobore tus palabras, que le dé sentido? ¿Dónde está?

Viserys se le deformó aún más el rostro en ira, pero ella notó que Mormont la veía con interés extraño.

-Más vale que te calles o voy a enseñarte la ira del dragón…

-Y el dragón quedará estéril porque voy a cortarle sus bolas y a tirarlas a los cerdos –ella le sonrió- Visto en pocas palabras, solo eres un niño cobarde. Aun así tienes la oportunidad de conseguir cuarenta mil hombres más a tu ejercito ¿y lo vas a desperdiciar quejándote?

Un silencio hondo tomó posesión de la mesa por unos segundos. Todos parecían pensar las palabras de la joven Targaryen.

El silencio fue roto por Viserys:

-¿De qué lado estas?

Ella le sonrió, llevándose una copa de vino a los labios.

-¿No es obvio? Estoy del lado de nuestra querida familia.


Altojardín.

Tres semanas despues

Olenna Tyrell terminó de leer la carta, con gesto serio.

La verdad es que aquellas palabras escritas en dicha carta le sorprendían. Fue una gran sorpresa para la mujer cuando el maestre de la casa le entregó vino con un pergamino con el sello de la casa Stark.

Los norteños eran bastante alejados del Sur, tanto en creencias como en política. Era cierto que Lord Eddard de Invernalia y el Lord Tyrell nunca tuvieron relación alguna, pero si algo sabía Lady Olenna es que las grandes casas debían llevar relaciones cordiales.

Por eso, una carta como esa enviada justamente a ella le interesaba. ¿Cómo incluso sabían los lores Stark que ella era la verdadera líder dentro de la Casa Tyrell? Era cierto que todo el mundo pensaba en esa idea, pero todas las cartas iban a su hijo. Su hijo era la pantalla, y ella era la líder.

Su nieto, Willas, estaba frente a ella, observando cada reacción en el rostro de su abuela.

Willas no era un luchador por culpa de la lesión que tenía en su pierna que lo hacía sufrir de cojera, pero era un estratega más que decente gracias al entrenamiento de su amada abuela.

Y ahora mismo, su mente daba vueltas evaluando la situación frente a él.

La carta de Lady Catelyn Stark les había dejado demasiado intrigados.

El Norte era un amplio terreno, el más grande de Poniente. Todos los demás reinos podían caber en el Norte.

Era gigantesco y muy especial en minerales así como un monton de riquezas naturales, además de que era muy difícil intentar invadir al Norte tanto por vía terrestre como por vía marítima. Otro detalle es que durante los últimos quince años, el Norte había crecido a un ritmo exponencial.

Habían construido ciudades en lugares baldíos, así como gigantescos almacenes de cultivos para no pasar frío durante los inviernos, y estaban construyendo fortalezas de defensas por todo el territorio.

No obstante, sufrían del pequeño problema de que sus cultivos tardaban mucho y necesitaban viveres. Se las habían apañado bien durante ese tiempo, pero no podían vivir toda su vida sin alimentos.

Sin contar que los Tyrell estaban sufriendo una pequeña crisis económica y si la osa se agravaba tendrían que acudir a los Lanister.

El plan de su padre para resolver sus problemas era casar a Margaery y a Allarya con Joffrey y Tommen Baratheon.

Un plan que él no pensaba que era una buena idea. Aunque fue una buena suerte, o mala, el descubrir que Joffrey se casaría con Lady Sansa Stark.

Y justo ahora que los Tyrell estaban a punto de recurrir a los Lanister, aparecía una carta de Lady Catelyn.

Una carta en la que les daba la idea de un comercio futuro entre ambos, algo que podría ser bueno para ambos. Y para sentar aquello, sería comprometer al heredero de Invernalia con Margaery.

-Creo que es una excelente idea, abuela. Nos conviene aceptarla.

-No obstante, quizás tu Padre no lo apruebe -dijo Olenna frunciendo el ceño.

Willas también frunció el ceño.

Ah, su estúpido e ignorante padre. ¿Cómo alguien tan tonto podía gobernar Altojardín? Sino fuese por Lady Olenna, hace mucho que Altojardín hubiese caído en el estrepito y sus señores vasallos hubiesen hecho un golpe de estado.

-Nuestra Casa terminará por irse a la mierda si denegamos tal oferta, Mace debe dejar su estupidez. Los Stark son una de las casas más fuertes y antiguas. Además de que dicho acuerdo nos dejaría grandes beneficios, a ambas partes. Pero también pueden vernos como un objetivo a ser ignorado si tu padre deja pasar esta oferta. Y peor será si les ofende. El Norte nunca olvida

Los Stark podían ser honorables, pero también eran una fuerza a ser tenida en cuenta. Y la idea le aterraba bastante.

-¿Qué haremos entonces? –

Lady Olenna suspiró.

-Margaery podrá adaptarse bastante bien al Norte.

Margaery era una mujer inteligente y de gran astucia política, pese a tener quince años de edad.

Su sonrisa era afable y tímida pero pesar de sus aires inocentes, Margaery era una joven perspicaz y con una gran habilidad. Una mujer como ella podría ir bastante bien al Norte y destacarse, y estaba segura de que sería una gran señora. Si el hijo de Lady Stark era fuerte, Margaery lo respetaría y seguramente serían felices… y si era débil, entonces el joven Robb se convertiría en una especie de Mace Tyrell y ella en una segunda Lady Olenna.

Ambas ideas eran buenas.

-Yo me encargaré- dijo la mujer, levantándose de su asiento- Voy a responder la carta de Lady Stark. Y si eres amable, mi querido Willas, ve y avisa a Margaery. Creo que nuestra rosa va a interesarse mucho.

El joven le sonrió antes de irse, moviéndose con su silla de ruedas fuera de la habitación. Definitivamente aquello iba a ser muy divertido.


Islas del Hierro.

Balon observó a su hija, con la mirada seria. Estaban de pie en la sala de reuniones, al lado de ambos estaban Victarion y Aeron.

-¿Estas seguro, padre?

Asha realmente creía que aquello debía ser una broma. Una jodida broma a decir verdad. Los Norteños habían dado una paliza a los hombres de hierro unos años atrás, cuando Balon se proclamó rey.

Sabía que su padre estaba molesto con Eddard Stark y Robert Baratheon, muy molesto. Así que esperaba que su padre esperase el momento digno para una revancha.

Pero en vez de eso, su padre tenía un pergamino en manos.

-El Kraken es el amo en los mares y océanos, nuestra fortaleza es el mar, en este somos indomables pero cuando tocamos tierra, al igual que el Kraken cuando queda atrapado en las playas su gran cuerpo lo aplasta, no tiene huesos. No tenemos un ejército, y ya vivimos esto una vez. En caso de guerra, todos los reinos vendrán. Se puede cazar a un Kraken. Solo se necesitan suficientes naves para ello, todas las flotas de los siete reinos superaran a la nuestra y con el primer soldado que pise nuestras playas, seremos derrotados –Habló Aeron.

Balon gruñó por lo bajo, apretando sus dientes en silencio.

-Pensaba que íbamos a esperar el momento oportuno para vovler a ser independientes…

-Pensabamos eso también, pero a veces un gobernante debe tomar decisiones molestas –gruñó Lord Greyjoy.

Asha frunció el ceño.

Si bien era considerada, y se consideraba a sí misma, como la sucesora de su padre, sabía muy bien que era Theon (el hermano que hace años no veía) que heredaría el cargo. Aún así estaba molesta.

Nunca pensó que llegaría el día en que se tuviera que casar por una alianza, como si fuera una mujer continental.

Ella era una Greyjoy, su orgullo y su dignidad le impedían ser vendida como una yegua y el solo hecho de ver a su padre de acuerdo le hacía enojarse aún más.

¿Cómo su padre, su buen aguerrido padre, iba a hacerle caso a una carta con el sello de la Casa Stark?

-Yo digo que ataquemos el Norte cuando sea el momento, hemos sido sus enemigos por generaciones, incluso antes de la conquista.

-¿Alguna vez has estado en el norte, sobrina? -Victarion habló con voz fuerte, clara y autoritaria tanto que Asha se ruborizó un poco al darse cuenta de su arrebato.

-No -admitió.

-No, no has estado, el norte es el reino más grande de todos. Es complicado pelear contra el norte. Conquistar sus costas es fácil el problema será mantenerlas, no hay oro, plata o riqueza alguna en ellas, pero si encontraremos lanzas, hachas y espadas afiladas para cortarnos la garganta.

-No he olvidado que Eddard Stark luchó por Baratheon, no he olvidado a mis hijos, tus hermanos, Asha, pero si alguien me pregunta que si prefiero hacer un trato con el Norte donde la única sangre que debemos derramar es la de tu virginidad yo diré que aceptemos.

-Me niego.

Victarion colocó una mano en el hombro de Asha.

-Asha, querida sobrina, los hombres de Hierro han intentado gobernar el Norte desde la época de los héroes. A través de ti, los Greyjoy dominarán a los norteños.

Asha observó a su padre. Balon Greyjoy estaba callado, taciturno, con la mirada fija en ella. Notó que el hombre parecía cavilar algo. Algo muy interesante a ojos de Asha.

De repente una idea cruzó la cabeza de ella.

El Norte era un territorio antiguo. Muy antiguo. Y gobernado por los Stark desde largos siglos. El Norte era el ''país'' más grande de lo siete reinos. Y uno de los mayores sitios de crecimiento.

A eso se debía el hecho de que la corona imponía pesados tributos al Norte y según se escuchaba, el Norte se encontraba un tanto disconforme. Un par de años más podrían significar el hecho de que el Norte se rebelase, si es que Ned no estaba en el poder, y se proclamase un territorio independiente.

Si Asha estaba casada con un Stark… aunque el Stark no sería de Invernalia.

-¿Por qué el hermano legitimizado? Podías exigir al heredero de Invernalia- quiso sin saber.

Balon alzó una ceja.

-Lady Stark –dijo el hombre, aunque en su tono no le agradaba el hecho de aceptar un trato de una mujer (aunque tenía que admitir que Lady Catelyn era famosa no por pelear, sino por ser buena estratega a tal punto de que fue la que ideó la estrategia para vencer a los krakens)- Nos ofreció un trato muy interesante. Foso Cailin y Costapedragosa.

Asha abrió los ojos sorprendida.

-¿Costapedragosa?

-La Casa Tallhart tiene tres años que se extinguieron. Lord Tallhart murió sin hijos, excepto su hija Eddara, de catorce años. Es la actual Señora de Costapedragosa, y está dispuesta a casarse con Theon.

Costapedragosa y Foso Cailin.

Ambos eran dos puntos estratégicos. Si aquellos sitios formaban a estar relacionados con la casa Greyjoy, aun si no eran los gobernadores supremos del Norte, ambos podrían permitir la entrada de hombres del hierro a grandes flujos.

Y de esa manera, si las cosas se ponían tensas, en cualquier momento podrían crear un puente entre las Islas del Hierro y el continente.

Aquella idea le divirtió.

-¿Cuándo parto?

Balon le sonrió.

-En unas horas. Quiero que visites al Norte y tomes nota de cada cosa que sea a nuestro favor.

Ella asintió, antes de marcharse de la sala de juntas. Debía prepararse para su viaje. No podía esperar a conocer a su entrada al Norte. Ademas de ver el rostro de su hermano mayor que, según ella, les había ayudado a dar aquel golpe futuro a sus enemigos.

Poco sabía ella lo que le esperaba.


Se que el capitulo puede parecer un poco desconcertante, con escenas y el tiempo dando largos saltos pero les aseguro que fue intencional.

He tardado mucho en publicar este capítulo puesto que ha habido demasiadas ideas que he tenido que eliminar y otras que dejar para el siguiente capitulo, que será mas explicativo. Así mismo se va a explicar lo que pasó unas semanas antes de que los Greyjoy y los Tyrell recibieran las cartas de Lady Catelyn.

Así mismo vamos a tocar el punto de vista de Ned y Sansa, que va a estar muy cambiada, y el de otro personaje que nos gusta a todos.

¿Qué opinan del compromiso futuro de Robb y Margaery? ¿Y el de Jon y Asha? ¿Cómo Catelyn planea descubrir la maraña política? Porque a diferencia del canon, ella no va a armar las tonterías que hizo.

¿Los planes de Daenerys?

¿Qué opinan de Theon?

Por cierto, ¿Qué pareja debería estar con Sansa?

-Domeric Bolton

-Stannis Baratheon

-Harrold Hardyng

Bueno, sin más, los dejo, prometiendo que el siguiente capitulo tendrá más de diez mil palabras uvu.

Hasta la vista, AndyRiddleMalfoy se despide de ustedes