Epílogo

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Ichigo abrió los ojos, despacio, sintiendo como todo el cuerpo le dolía como nunca. Suspiro pesadamente, apenas saliendo de los oscuros rincones de la inconsciencia.

Cuando fue plenamente traído de vuelta a la realidad, se dio cuenta de que estaba en un lugar que si bien era terriblemente familiar y cálido, no era el lugar en el que había perdido la conciencia tras el cansancio de entregarse totalmente a la pasión de su mujer. Luces tenues se encargaban de darle un poco de claridad a la oscura habitación en la que se encontraba, la cual identificó como la propia antes de la tragedia que azotó a su familia, con el agregado de las velas estaban colocadas estratégicamente para no dejarlo en la oscuridad total pero para no perturbar su sueño.

Desconcertado, comenzó a recapitular lo que había pasado antes de perder la conciencia. No tuvo que indagar mucho, lo que había pasado en la parroquia no era algo que se pudiera olvidar así de fácil.

Mucho menos Rukia. No con sus ojos brillantes y su pecaminoso pero dulce cuerpo. El no verla a su lado hizo que la duda le invadiera.

¿Era siquiera Rukia real? ¿Su pequeña criatura etérea era acaso una fantasía?

—Has despertado— la escuchó, probando que no se había perdido en un sueño demasiado largo y que su realidad era exactamente como la recordaba. Asintió desconcertado, no podía verla—, creo que te dejé drenado. Prometo no volver a hacerlo.

Su risa inundo la habitación, rememorando las traviesas acciones de la noche anterior. Él casi se sintió perdido entre las melodías que producía con delicadeza.

— ¿En dónde estás?— cuando Rukia terminó de reír, Ichigo se atrevió preguntar a la penumbra, sentándose en el futon, sin abandonar del todo las mantas que le cubrían. Podía sentirla cerca, pero quería verla.

—Estoy aquí, Ichigo— eso ya lo sabía, podía sentirla entre la oscuridad, cómoda con su propio espacio, sin ser una entidad corpórea. Quizás esta era su verdadera forma, no había manera de estar seguro de ello.

— ¿Estás bien? ¿Te ha pasado algo durante el incendio?

—El fuego no me puede hacer daño. Pocas cosas pueden hacerlo, en realidad. No es algo de lo que te debes de preocupar.

— ¿Qué ha pasado con todos? ¿En dónde estámos?

—Temo no saber la respuesta a tu primera pregunta, suelo darle poca atención a otros mortales adultos— Ichigo no se sintió satisfecho con esa respuesta, era algo angustiante imaginar que ellos podrían estar muertos. Esperaba que el fuego no hubiera acabado con sus vidas—, respecto a dónde estamos, es en los dominios de mi hermana Hisana y su Único. Pronto los conocerás.

—¿Puedo verte?— sabía que no tenía mucho caso preguntar más allá de eso. Eso, y que en verdad deseaba verla y no sólo sentirla. Le estaba dando algo de escalofríos que ella no fuera tangible.

—Tu naturaleza humana de necesitar ver, de entender lo que pasa. Es tan tierna— del vértice en el que se unían las luces de dos velas surgió la mujer que la había arrebatado la fe y entregado su mundo. Tenía una apariencia diferente pero el mismo porte de siempre, descalzo, con su corto cabello elegantemente peinado y su piel cubierta por un kimono de colores vibrantes que la mujer del daimyō de su padre habría envidiado.

—Es triste no poder verte— se justificó torpemente, sin embargo, ella sonrió complacida ante sus palabras, sin detener su andar suave como el vuelo de un ave. Cuando estuvo frente a centímetros de él, le alivió al sentir sus manos acariciar sus cabellos naranja.

—Estoy contigo. Lo he estado desde el momento en que te encontré. Nunca ha sido necesario que me veas, porque yo estoy allí— besó su frente—. Siempre.

—Eso suena un poco escalofriante— bromea, pero Rukia puede leer la pequeña verdad en sus palabras.

— ¿Lo es?— preguntó algo contrariada, con sus cejas uniéndose mostrando su clara consternación. A veces genuinamente no entendía a los humanos.

—Un poco, pero no importa— esta vez la besó él, despacio, ya extrañando el sentir sus labios contra los suyos, aunque fuera solamente por unos segundos antes de volver a interrogarla—, ¿a qué te refieres con que me encontraste?

—Te busqué por casi cincuenta y dos años. Esta vez me la pusiste especialmente difícil.

— ¿Cincuenta y dos… años?— la naturalidad que existe entre ambos le absorbe y hace olvidar que ella podría ser todo menos un ser humano. Por un instante siente el temor de ser consciente de la brevedad y pequeñez de su vida como mortal.

—Está bien, Ichigo— le hace verla a los ojos—, está bien. Sé que es difícil de entender, pero te lo explicaré.

— ¿Qué eres?— no estaba del todo seguro de ser capaz de entender las circunstancias en las que se había visto involucrado, incluso si ella le explicaba absolutamente todo.

—No hay ninguna palabra humana que me describa, los bestiarios de la imaginación del colectivo humano no define totalmente a seres como mi hermana o yo— Rukia no parecía estar mintiendo, no tendría razón para hacerlo—. Podríamos ser demonios, podríamos ser deidades. Supongo que depende de qué quieres creer.

—Sólo sé que eres Rukia, pero ¿qué es lo que tu crees?— estaba genuinamente curioso de cuál sería su respuesta.

—Soy tu Rukia, y sé que tu eres mi Único.

—¿"Único"?

—Mi destinado, la persona por la que espero que se complete cada ciclo de reencarnación para poder volver a ver— dijo Rukia mientras acariciaba sus labios.

— ¿La reencarnación es real?— interrumpió la explicación y el beso que ella estaba a punto de darle, sorprendido de la revelación.

—Lo es— usualmente su Único no era tan curioso ni hacía tantas preguntas y solamente se dejaba llevar. Quizás era porque había adoptado una relación muy estrecha con una religión ajena, totalmente desconocida para ella pues se encontraba más allá de sus dominios—, ¿no lo sientes?

Pone su mano en su pecho, justo encima de donde estaría su corazón. Ichigo no sabe qué es ese sentimiento que le invade, uno similar al de la parroquia.

Plenitud.

Calidez.

Paz.

Amor.

— ¿Qué es esto?— pregunta, cerrando sus ojos, pegando su mejilla contra ella, escuchando su corazón, sintiendo como las finas ropa le estorbaban para llegar a ella, para sentirla al natural.

—Es tu alma reconociendo la mía— sonrío tiernamente, sosteniendo sus mejillas entre sus manos, había tanto por vivir en esta nueva vida—, una vez más.

—Te amo— Ichigo admitió genuinamente, siendo esas palabras arrancadas desde lo más profundo de su ser.

—Yo también te amo, Ichigo.

Habían encontrado su felicidad.


La vida no es más que un montón de coincidencias. Eso lo aprendió Rukia a lo largo de los siglos, quizás milenios; hacía mucho que había decidido que no valía la pena seguir analizando el paso del tiempo. Lo único que importaba son esta clase de pequeños momentos,, en dónde siente como su vientre abultado es acariciado con ternura por el hombre que se encuentra detrás de ella, ambos sentados contra un árbol quizás milenario.

Se deja llevar con tanta facilidad por las sensaciones que la embargan en este momento. Cuando tienes una existencia tan larga, como es la suya, necesitas aferrarte a estos pequeños momentos o sucumbes a la locura.

Rukia había visto a muchos caer, alejándose del propósito por el que habían nacido para únicamente involucrarse con los humanos para darles nuevos motivos para matarse los unos a los otros con un propósito meramente morboso.

Rukia había sido más fuerte que eso, o más bien, había tenido la suerte de encontrar fuerza en alguien más.

Su Único.

El tiempo podía pasar lento y tortuoso, pero sabía que valía la pena una vez le volviera a encontrar. Porque la vida era cruel, como suele ser para todos los seres vivos, incluso los inmortales, y por ello no se le permitía vivir la eternidad a su lado. Su condición siempre había sido su mayor enemigo. Verse atada a vivir en soledad hasta que el ciclo de reencarnación se cumpliera para encontrarle, vivir a su lado y perderle una vez más era su condena por un pecado que no recordaba haber cometido.

Pero eso no importaba justo ahora mientras podía sentir su firme cuerpo contra el suyo, con su tercer hijo creciendo fuerte dentro de ella, ¿sería un héroe o un villano? No lo sabía, ni le importaba. Ella e Ichigo le amarían de todas formas.

— ¿En qué piensas, Rukia?— su Único, Kurosaki Ichigo, le besó el hombro. Rukia soltó un quejido molesto cuando detuvo sus caricias inocentes, totalmente opuestas a las que suelen compartir en la intimidad de su habitación.

—Pensaba en cómo deberíamos llamarle. No falta mucho para que nazca.

—Mamoru— sugirió Ichigo, seguro de su propuesta.

—Siempre quieres llamar Mamoru a nuestros hijos, cada uno merece su propio nombre.

—Lo siento— a Ichigo, incluso aunque hubieran pasado años a su lado, le costaba entender y tomar en cuenta estos conceptos tan complejos—, supongo que está marcado en mi.

—Debe ser así, igual que tu terquedad.

—Oye— se quejó, pero no se apartó de ella. Rukia se sentía complacida. Su cacería le había dado el mejor de los resultados: Un amante dispuesto, un guerrero formidable, un padre excepcional para su descendencia.

Siempre él, sólo él, su único.

—Deberíamos llamarle Haru si es un niño, Mizuki si es niña— acabó sentenciando. A Ichigo no le molestó el nombre.

—Suenan lindos. Me gustan— pese a los casi seis años que llevaba a su lado, todavía había muchas preguntas rondando en su cabeza, aunque siendo sincero le daba vergüenza no ser como sus encarnaciones anteriores, en donde no cuestionaba absolutamente nada y solamente ofrecía su fe ciega... o tan siquiera ser como Byakuya, que acepta los designios de Hisana con tranquilidad absoluta.

Aunque a Ichigo le costaba imaginarse a sí mismo rodeado de ocho niños en tan poco tiempo como habían hecho Byakuya y Hisana. Ellos tenían la ventaja de que eran los dueños legítimos de una gran mansión y un amplio territorio gracias a la alta estirpe de su cuñado, se veía favorecido por la presencia de las hermanas, que mejoraban las cosechas y aumentaban la fertilidad del ganado. La vida era perfecta para ellos, ¿para que esperar?

Rukia en más de una ocasión le propuso la posibilidad de conseguir sus propios dominios, para que ambos tuvieran su propio espacio, pues quería muchos, muchos hijos, y no quería perder el tiempo. A Ichigo le tomó bastante convencerla de esperar un poco entre hijo e hijo. No obstante, le gustaba su nueva familia y que está fuera tan grande, sus hijos tendían muchos primos para jugar y entretenerse.

—Amaya, Kei— las cabecitas con mechones de cabello tan oscuro como el de su madre, muestra indiscutible de que algún día serían capaces de transformarse en las aves de bello plumaje pero con mala reputación según los humanos. Ichigo se preguntaba si ellos podrían traer abundancia y beneficios a los humanos.

—Mamá— su niña se recargó en la mejilla de Rukia, mientras el niño apoyaba su oreja contra el vientre de Rukia. La feliz madre sonrío ante las muestras de afecto—, ¿cuándo va a nacer mi hermanito?

—Se ha dejado de mover— dijo el niño haciendo puchero—, no me quiere.

—Eso no es cierto, mi bebé— Rukia le abrazó.

—Su madre tiene razón, al único que nadie quiere es a mi.

— ¡Papá!— Amaya le abrazó del cuello, usando sus pequeñas alas para poder alcanzarle, las plumas con ese brillo oscuro y los rizos oscuros, pero iguales a los de su madre, nublándole la visión—, ¡no digas eso!

— Que exagerado, Otou-san— le reprimió el pequeño. Ichigo besó la coronilla de su hija, para después revolver el cabello de Kei mientras Rukia se apretaba contra su pecho.

Esto era más que lo podía pedir.


Y pues acabé haciendo esto. Creo que acabó siendo mucho menos "oscuro" u.u y más lo que suelo escribir, así que si te gustaba más el capítulo anterior, has como que este no existe jajaja. Lamento la tardanza, la universidad cada vez me exige más y más, y también porque pues, jeje sigo sintiendo que algo falta, pero no sé que es. Creo que son ideas mías.

Muchísimas gracias a las personas que se tomaron su tiempo de dejar review, no tienen idea de la alegría que me da leer sus opiniones, que siempre me ayudan a crecer. Planeaba contestarles como nota, pero escribiendo me di cuenta de que iba a ser probablemente más largo el texto dando las gracias que el epílogo u.u así que les enviaré un PM a los usuarios registrados y aquellos que no lo haré acá.

Cass: Rukia es una Rukia (?) es algo ambiguo, incluso acá en el epílogo, pues siento que darle un nombre a los de su clase hace que pierda cierto encanto. Ichigo está completito y feliz jaja. Las otras monjas eran humanas, las únicas entidades sobrenaturales confirmadas en este fic son Rukia e Hisana (aunque ella no haya participado activamente en la historia).

IchiRuki ever: Gracias por tu honesta opinión. Desde el principio supe que no era algo convencional (y debí advertir del OoC, una disculpa). Respecto el cambio de nombres, para mi fue necesario pues en primer lugar eso hacían con los convertidos al cristianismo, y porque Ichigo estaba en una negación absoluta de su anterior nombre, lamento el inconveniente :c Agradezco profundamente que incluso si no te agradó el fic te tomarás el tiempo de explicarme que fue lo que te pareció y lo que no, que la crítica siempre es buena y absolutamente necesaria. La tomaré en cuenta para futuros trabajos.

Guest: ¡Gracias!

Kri: Ow gracias.