Y los Ricks se echaron a suertes al Morty Elegido, porque buscaban la iluminación de la manera más perversa.
- Mortilaciones 1:13

—made for lovin' you baby, you were made for lovin' me—

Kssht

/—42 a 0 con los Tzhi'tums a la cabeza. Están tomando—/

Kssht

/—se le vio por última vez huyendo del Clúster Pavo-21. Las autoridades advierten—/

Los dedos de Rick bailaban sobre los controles de radio, cambiando obstinadamente entre frecuencias como un adicto a las tragaperras mientras miraba a través del parabrisas roto. Con la rodilla controlando el volante y una mano todavía revoloteando sobre la radio, echó un vistazo a sus coordenadas. Bien. Iba mejor de tiempo de lo que esperaba. Tocó con un dedo la pistola de portales en su muslo, todavía caliente de su último escape, golpeando un ritmo inaudito.

–Vamos, vamos, vamos –murmuró.

Kssht

/—ghablagha? Gag'habla gablaga—/

Un planeta de remolinos naranjas y azules, lo suficientemente grande como para llenar toda la vista de su ventana lateral derecha, pasaba de largo mientras Rick se precipitaba por el espacio al límite de velocidad de su nave. El amasijo de piezas de chatarrería se agitaba bajo la tensión, sacudiendo a su piloto en el asiento, y las piezas de metal se frotaban en el espacio del motor sobrecalentado bajo los pies de Rick.

Rick sonrió con los labios apretados y pasó un pulgar sobre el cuero desgastado del volante.

–No te preocupes, nena. Casi estamos allí. P-podrás haARGce—hacerlo sin problema –Otro temblor, las bolsas que tenía a su lado tintinearon y se movieron hacia el borde del asiento–. Me has sacado de peores situaciones.

Kssht

/—otra derrota aplastante para los Clot'os Razors en su partido número 219 en casa—/

La voz del comentarista deportivo se escuchó con estática de fondo, una señal reveladora de que se estaba acercando rápidamente al borde de la Zona Protegida. En cuanto dejara atrás el Cinturón de Asteroides Gamor solo sería cuestión de saltar de dimensión a la Ciudadela de Ricks. Que ganas tenia de ver la cara de esos hijos de puta cuando apareciese Rick Sánchez de la Dimensión X-280.

Los pillaría por sorpresa.

Kssht

—just died in your arms tonight. It must've been some—

–Nah. Esto no es lo que busco –Mientras fruncía el ceño a la radio, se maldijo en silencio por dejar que un timador cualquiera le vendiera esta chatarra. Demonios, él mismo podría haber montado algo mejor incluso mientras dormía–. Cada estación en la galaxia, venga anda. Vamos. ¿En serio esto es todo lo que puedes dar?

Kssht

/—una pérdida de 45 billones de uzom. El presidente del banco le dijo a la policía—/

Kssht

—can't buy me love, love—

–No –murmuró.

Kssht

/—se considera que el sospechoso está armado y es peligroso—/

Kssht

—gonna give you up, never gonna let you down—

–No, no –Cambiaba impacientemente de estación, buscando la melodía correcta, algo que se ajustara a su estado de ánimo. Necesitaba tener energía, letras sólidas y un buen ritmo. La música estaba en el corazón de cualquier buena fiesta, y Rick tenía muchas razones para celebrar hoy.

Kssht

/—se recomienda vigilar a un Rick de clase C que abandona la Zona Protegida—/

Kssht

—another one bites the dust—

Kssht

/—las unidades salieron hace unas horas en persecución—/

–Eh! ¡Vuelve para atrás! –Rick giró el dial de nuevo al canal anterior, sus ojos se iluminaron–. ¡A eso me refería! –Se rio a carcajadas en la abarrotada cabina, aún más abarrotada por la montaña de bolsas de lona negras apiladas sobre el asiento del pasajero.

Al darle a otro interruptor, empezaron a vibrar los dos amplificadores instalados debajo del suelo, sumando a la vibración que ya sufría la nave. Rick disfrutó con el ritmo mientras reverberaba a través de él, y se dio una palmadita mental en la espalda. Sí, esta era la manera perfecta de terminar el día. ¿Considerando toda la mierda por la que había pasado? ¿Los meses de preparación? ¿El robo? ¿El recuento de muertes? Incluso había chamuscado su abrigo favorito con fuego cruzado. Sí. Se lo había ganado.

Al fin y al cabo, ninguna huida estaba completa sin una banda sonora brutal.

–And another one gone, and another one gone. Another one bites the dust! –Su voz áspera cantaba junto a la del alienígena que había hecho la cover, y gritaba la letra mientras la nave se inclinaba y se sacudía salvajemente, una peligrosa imitación de un baile en manos del científico loco. Mientras la nariz de la nave se hundía bruscamente, una de las bolsas de lona cayó al suelo. Su cremallera, ya dilatada por el contenido interior, finalmente cedió, y una lluvia de medallones uzom resonó sobre la superficie de metal.

–¡Ya voy, cabrones! –gritó por encima del bajo, ajustando las coordenadas de su pistola de portales hacia la Dimensión α-001, hacia la Ciudadela.

Hacia el comienzo de todo.

...

–¿Oigo 400?

En la oscuridad del abarrotado salón, un patrón levantó una tímida mano.

–400! 400 al CaballeRick de atrás –la voz del subastador resonó, cortando a través del zumbido de las conversaciones silenciosas y de las copas tintineantes. Se emitió un pitido desde su carpeta, haciendo destellar un perfil en su pantalla translúcida, y extrapoló la información necesaria con una mirada breve.

«Es nuevo. Sólo unas pocas apuestas. Aún no ha ganado nunca. Se limita a artículos de bajo nivel.»

–400 créditos de Rick E-998! ¿Alguien da 450? –Los ojos de Rick Subastador examinaron la masa de clientes—la habitual multitud heterogénea de Ricks de todas las dimensiones en la curva finita central—antes de inclinarse sobre el podio y empujar su mazo hacia el objeto de la oferta en el centro del escenario–. Mirad bien, chicos. Este Morty Sin Ojos está en muy buenas condiciones. Observad la suavidad de su cara. ¡Sé el primer Rick que se lo lleve a casa! –Se detuvo para hacer efecto, enmarcando un lado de su boca con una mano como para esconder el siguiente comentario del Morty que estaba a pocos metros de él–. ¡Sólo asegúrate de cogerle de la mano si no quieres que se te escape!

Badum-tss

Sentado detrás de un set de tambores, un Rick con una sonrisa tan grande como la del gato Cheshire mantenía sus baquetas en alto anticipando la próxima pulla.

Unas pocas risitas se propagaron entre el murmullo de conversaciones que había en la sala llena de humo. Algunos Ricks levantaron la vista brevemente de las bebidas que estaban tomando, mientras otros jugaban con una elegante tarjeta negra en sus manos, dando caladas largas a sus cigarrillos. Las puntas ardían como soles en miniatura en la oscuridad. Unas carcajadas repulsivas surgieron de un grupo de Ricks en una esquina del bar, actuando como si no les importara la subasta que se estaba llevando a cabo en la parte delantera de la sala.

Ocho niveles por debajo del vestíbulo principal de la Ciudadela de Ricks, Façade Lounge acogía a sus clientes con lujosas paredes carmesí y mesas de color negro, un marcado contraste con los espacios estériles y vidriosos de las áreas públicas de la estación espacial. Mientras sonaba jazz suave, la iluminación apagada hacía que los clientes del bar y los pujadores se quedaran en una constante neblina roja estando sentados o de pie entre medio de las mesas que irradiaban desde el escenario con telón, situado en la parte central delantera de la sala. Ubicado en el lado derecho de la sala, la iluminación de la barra del bar brillaba sobre el surtido de botellas de licor que se exhibían sobre los estantes de vidrio, haciendo que brillasen con todos los colores del arcoíris.

La mayoría de los clientes mantenían su atención en sus bebidas o hablaban en voz baja con otros Ricks en su mesa a medida que avanzaba la subasta. El Rick Camarero, ocupado limpiando copas, miró comprensivamente al Rick del escenario.

Había una línea de sudor en la frente de Rick Subastador, y él sabía que no era sólo del calor de las luces del escenario. «Jesús. Un público difícil» Miró con ira al Morty Sin Ojos como si fuese su culpa que las apuestas fueran tan bajas esta noche. El Consejo se estaba poniendo ansioso porque la cuota no se había cumplido el mes pasado, y Zeta Alpha Rick le había prometido personalmente—¿cómo lo había dicho?—¿que lo pagaría muy caro si metía la pata? Habían confiado en que esta Fiebre de Mortys se mantuviese al menos hasta finales de año, pero aún no había terminado el primer trimestre.

Claramente, habían sobreestimado la capacidad de atención de los Ricks, reflexionó el subastador antes de aclarar su garganta y continuar su acto.

–400 a la una... a las dos... –Golpeó el mazo, con un sonido satisfactorio–. Vendido a Rick E-998! FelicidAARGdes, hermano! –Tocó la pantalla con un dedo, vaciando los créditos de la cuenta del ganador, antes de pedirle al Rick, un tanto desconcertado, que se llevara a su Morty.

«El pobre desgraciado no parece que sepa lo que hace» Rick Subastador se mofó de él con desdén. Era un Rick de nivel relativamente bajo. No era de extrañar que hubiera ido a por un Sin Ojos. Nadie en su sano juicio querría un Sin Ojos cuando había mejores opciones disponibles. –Novato –murmuró en voz baja.

Rick E-998, tomando la mano del Morty en la suya cautelosamente, le dio a su última adquisición un repaso rápido con una mirada confusa antes de mirar alrededor del escenario, ahora vacío, como si estuviera esperando algo más. Sin embargo, antes de que pudiera protestar, un par de Ricks Guarda lo escoltaron rápidamente a través del grupo de Ricks que estaban alrededor del escenario y lo llevaron al ascensor privado que lo llevaría a los niveles más altos de la Ciudadela.

Una serie de Mortys exóticos siguieron en breve sucesión: Un Morty de Negocios enfurruñado, un Morty Conejo, un Morty Místico—¡Oh! ¡Ese se vendió por 850 créditos!—un Morty Telequinético y, finalmente, un Morty Motero se colocaron ante la muchedumbre no impresionada, cada uno subastado y arrastrado por su nuevo Rick con poca fanfarria.

«Gracias a Dios que se ha acabado» Mirando su brillante pantalla, Rick Subastador confirmó que había terminado la última subasta pública de la noche. «Ya era hora» Estas subastas públicas siempre eran aburridas. Francamente, pensaba que estaba por debajo de su nivel—un completo desperdicio de su talento. Si no fuera por el último artículo de la subasta disponible una vez a la semana, ni siquiera estaría haciendo esto. Una sonrisa maliciosa rizó sus labios mientras leía el nombre de la ficha que parpadeaba en la parte inferior de su pantalla.

Después de que el boom inicial de la Fiebre de Mortys se extinguiera, el Consejo había ideado la Subasta de Mortys simplemente para mantener vivo el interés, comercializándola como la nueva forma «de lujo» para conseguir sus Mortys. ¿Por qué andar por ahí corriendo a por ellos cuando podían ganárselo a otro Rick en una subasta? Sabían que ningún Rick rechazaría la oportunidad de regodearse frente a sus hermanos, y el ostentoso estilo del Façade ayudaba a dar la imagen de privilegio. Los Ricks cayeron en la trampa, prácticamente tirando su dinero al Consejo por la oportunidad de disfrutar de la gloria que ellos mismos se habían imaginado.

El rumor corrió como la pólvora, y pronto atrajo a los Ricks más ricos e inteligentes del multiverso a la Ciudadela en busca de una oportunidad de pujar. Además de verter su fortuna en el tesoro de la Ciudadela, los Ricks considerados dignos de ocupar el escalón más exclusivo del Consejo fueron catalogados como Élite. A cambio de su lealtad y servicio, se les concedió una ventaja adicional, algo que sólo los súbditos más devotos del Consejo podían contemplar. Porque lo que pocos Ricks sabían era que en la Subasta había algo más que Mortys Sin Ojos o de Camisetas de colores.

Era un premio como ningún otro, algo que dejaba a cada Rick que lo experimentaba maravillado, cambiado para siempre. Los rumores circulaban desenfrenados por todas las galaxias, susurrados por los teléfonos móviles transdimensionales y en los sucios baños del metro.

«Ahora empieza lo bueno» Con su sonrisa característica que avergonzaría al Rick Vendedor, Rick Subastador se dirigió al público con las manos extendidas. No tenía necesidad de un micrófono ya que su voz nítida atravesaba la sala.

–¡Y así concluye la subasta pública de esta noche, amigos! ¡Todos conocéis las reglas! –Aplaudió dos veces, como un profesor llamando la atención de alumnos–. ¡Sólo se permiten miembros exclusivos a partir de ahora! Si no sois miembros… –Su voz bajó unos cuantos tonos mientras miraba despectivamente al salón–. Por favor, largaos de aquí.

Este era el momento que separaba a los hombres de los niños. O, en este caso, a la Élite de los Ricks comunes.

Un puñado de Ricks Guarda se desplegaron por la muchedumbre, moviéndose entre las mesas y echando a los que no llevaban la tarjeta negra que los marcaba como Élite. La mayoría de los no miembros sólo refunfuñaron a medias antes de salir hacia el vestíbulo, sin embargo, los que habían disfrutado de su estancia en el bar durante demasiado tiempo, levantaron las manos en fingida rendición y se rieron borrachos en la cara de sus escoltas. Con movimientos bien ensayados, el Rick batería guardó sus baquetas rápidamente y desapareció detrás del escenario.

En su camino hacia la salida, un borracho particularmente volátil se retorció repentinamente y se liberó de las garras de los Guardas, corriendo hacia el borde del escenario y agarrándose al dobladillo de la capa del subastador. Se aferró fuertemente incluso cuando un par de Guardas lo agarraron por la cintura.

–¿Qu-que tienes allá—hic!—allá arriba, eh? ¡¿Eh?! –La saliva voló de sus labios resecos mientras miraba con odio al subastador–. ¡Sé que tienes algo! ¡Todos lo sabemos!

Con una mirada de repulsión hacia el parásito, Rick Subastador liberó la tela. Alisó los planos de su capa, ignorando al Rick que gritaba mientras lo arrastraban sin contemplaciones de la habitación. Las grandes puertas acolchadas se cerraron silenciosamente a sus espaldas, engullendo su figura.

«Acabas de ganarte un billete de ida a la salida, Rick H-122» Rick Subastador le dio con fuerza a un icono en el perfil que aparecía en su pantalla, y una gran X apareció sobre la cara del Rick. El Consejo había delegado una considerable cantidad de control a Rick Subastador, y no tenía miedo de usarlo para poner a algunos pedazos de mierda en su sitio. El perfil, ahora gris, se desplazó a su lista negra con los otros a los que se les había prohibido permanentemente el acceso al ascensor privado que lleva directamente al Façade.

Ajustando sus hombros y crujiendo su cuello hacia los lados, Rick Subastador se preparó para el siguiente acto. Con la cabeza baja, levantó una sola mano y chasqueó los dedos una vez. Inmediatamente, las luces del escenario bajaron de su antiguo brillo cegador a una suave luz de ambiente, silenciando a los espectadores como si el aire mismo hubiera sido extraído de la sala. El jazz que sonaba desde los altavoces fue reemplazado por un bajo ritmo sintético, un bajo potente enviaba pulsaciones tentadoras a través de los Ricks que seguían observando con atención absoluta. La energía de la sala se transformó, las conversaciones se desvanecían en medio de las frases y cada par de ojos de la habitación se fijaban en la solitaria figura que se encontraba encima del escenario.

Esta siempre era la parte favorita de Rick Subastador.

–CaballeRicks. –Abrió bien los brazos, mirando con satisfacción como su público seguía de cerca sus movimientos–. Como miembros de la Élite, estáis en la gracia del Consejo y os habéis ganado el privilegio exclusivo de participar en la subasta del Façade de digamos…fuera de horario. –Los Ricks se agitaban visiblemente en sus asientos, algunos de los miembros más novatos agarrando sus cartas negras con un entusiasmo poco disimulado. Un trío de Ricks sentados en una mesa cerca del escenario resoplaron ante la flagrante muestra de optimismo ingenuo de sus compañeros.

–Sé que estáis ansiosos por empezar. Habéis pagado mucho dinero para estar aquí, y habéis sido lo suficientemente pacientes por esperar hasta ahora. Pero antes de empezar, estoy obligado a explicar las reglas—BUURP—básicas. –Esto provocó una ola de murmullos por la sala, y algunas de las voces se quejaron. Rick Subastador levantó su mano.

–Vamos, vamos. Se que la mayoría de vosotros probablemente las habréis oído antes, pero recordad que tenemos nuevos miembros entre nosotros. –Le guiñó un ojo al Rick altivo sentado en medio del trío. Estaba más gordo que sus vecinos, y lujosos diamantes brillaban en sus dedos cubiertos de oro–. Y, al fin y al cabo, no todos podemos ser como Rick ψ-531. Ha ganado la subasta más veces de las que puedo contar. Pero estoy seguro de que apreciamos la fórmula para obtener energía toroidal que se le ocurrió la última vez. –La mayor parte de la habitación se rio, y el Rick adinerado inclinó la cabeza en agradecimiento, con un collar dorado y grueso que le daba vueltas alrededor de su gordo cuello.

La sonrisa juguetona desapareció de la cara de Rick Subastador cuando comenzó a recitar su discurso de memoria:

–Regla número uno: El ganador de la subasta tendrá un máximo de cuatro horas para disfrutar de su premio en los aposentos designados. A los ganadores primerizos se les asigna sólo una hora. Esto es meramente una medida de prec—ARGH—aución.

–Regla número dos: No se permitirán efectos personales en la habitación. –Levantó las manos de nuevo para acallar el murmullo de preguntas del público–. Descubrimos por las malas que algunos ganadores se dejan llevar un poco. –Cuando el murmullo se calmó, continuó–. El Rick ganador tendrá libre uso de las herramientas suministradas por el Consejo. –En el momento indicado, un Rick Guarda sacó una carretilla de detrás del grueso telón, aparcándola al alcance de Rick Subastador antes de retirarse de nuevo entre bastidores. Rick Subastador se paseó alrededor del carro, recogiendo varios artículos de su superficie mientras continuaba.

–Las herramientas deben ser devueltas en estado funcional. –Se detuvo para mostrar una pistola taser al público fascinado, una descarga de electricidad chispeando en las puntas metálicas–. Y en las mismas condiciones en que se encontró originalmente...dentro de lo razonable. –Se saltó un conjunto de alfileres metálicos finos colocados sobre un paño de terciopelo como si fueran cubiertos de lujo, eligiendo en su lugar coger un gato de nueve colas–. Todos los dispositivos se esterilizan rutinariamente después de cada uso y se garantiza que son higiénicamente seguros.

–Regla número tres: No se permiten daños permanentes. Esto incluye cicatrices excesivas, quemaduras, desmembramiento… –Se detuvo a mirar a un Rick que estaba sentado en una de las cabinas, sus piernas abiertas lascivamente, mostrando la llamativa hebilla del cinturón justo encima de su entrepierna. Ignorando la mirada mordaz, el Rick sentado sólo puso los ojos en blanco como un adolescente petulante, moviendo un palillo de dientes desgastado entre sus dientes.

Rick Subastador continuó:

–Desfiguración, o discapacidad. Dejar marcas de cualquier tipo es generalmente desaconsejado, aunque permisible, siempre y cuando se haga con la intención de lograr los «resultados deseados». –Puso especial énfasis en las dos últimas palabras, compartiendo una mirada de conocimiento con los Ricks del público.

–Regla número cuatro: Toda la información sobre y relacionada con la subasta se considera confidencial, y ningún Rick participante puede revelar dicha información a terceros sin el permiso expreso del Consejo. –Rompió el guion para reírse–. Confiad en mí, chicos. Nunca lo conseguiréis, así que más vale que mantengáis las bocas cerradas si sabéis lo que os conviene.

Esto ayudó a romper la tensión que se había ido acumulando a lo largo de su discurso introductorio, con risitas incómodas que se filtraban a través de la sala. Los Ricks se sonreían unos a otros como si fueran vecinos amistosos en lugar de perros salvajes compitiendo por el mismo pedazo de carne.

–Por último, regla número cinco: Toda la propiedad intelectual obtenida durante la sesión designada es y será propiedad única y exclusiva del Consejo. Al Rick se le otorgará una licencia interdimensional indefinida de dicha propiedad intelectual y pagará al Consejo una tarifa de derechos de autor del 40% de todas las ganancias netas derivadas de la distribución, venta y uso de la licencia.

–Cualquier violación de las reglas mencionadas resultará en la suspensión inmediata del estatus Élite de Rick, la pérdida de toda la propiedad intelectual licenciada, y el destierro permanente de la Ciudadela.

Al terminar su discurso, se encogió de hombros, volviendo a su personaje de subastador gracioso. Juntando las manos, añadió:

–Si no hay más preguntas... –Hubo una pausa, y ni si quiera se oyó un eructo. Con el ambiente cargado, Rick Subastador bajó a un tono de voz sedoso, sabiendo que ya tenía todos los oídos en la sala pendientes de cada una de sus palabras.

–¿Queréis verle?

Girándose hacia atrás y dejando que su larga capa se abriera detrás de él, Rick Subastador extendió una mano hacia el telón y gritó:

–¡Tráelo!

Las poleas enroscaron el telón simulando una sonrisa creciente, y un Rick Guarda solitario salió, empujando una pequeña figura delante de él con suaves golpes de su mano enguantada.

Era un Morty, envuelto en un simple paño blanco que cubría su esbelta cintura, suelto sobre un hombro. Sus pies descalzos vacilaron durante la corta caminata por el escenario, y mantuvo la cabeza inclinada, parpadeando con suavidad, como si incluso las tenues luces fueran demasiado brillantes para sus sensibles ojos. Su cabello castaño cayó hasta la parte baja de su espalda, y a diferencia de la calidad de las rastas de un Morty Pacifico, el pelo de este Morty había sido meticulosamente peinado hasta brillar, arreglado en una trenza holgada y atada con un lazo blanco delicado. Un rubor rosado calentaba sus mejillas, y sus gruesos labios brillaban con una generosa aplicación de vaselina labial. Cuando llegó a su posición al lado de Rick Subastador, se balanceó sin levantar la vista de un punto en el suelo.

Una oleada de anhelos y suaves susurros surgió del salón, los Ricks más curiosos en la parte de atrás presionaban para tener una mejor vista.

–¿ÉI es el elegido?

–¿Es ése del que todos hablan?

–No lo entiendo. A mí no me parece tan especial.

–No sabes de—ERRP—qué estás hablando. Él es el elegido.

–El elegido.

El elegido. El Elegido.

Los Ricks más experimentados conocían al chico por la reputación que le precedía. Aunque este Morty nunca había puesto un pie fuera del Façade o de sus aposentos, parecía que todos los Mortys de la Ciudadela sabían de él, aunque nunca por su nombre. Rick Subastador había visto de primera mano cómo los Mortys se ponían rígidos alrededor de un Rick que había estado recientemente en la compañía del Elegido. Sus ojos tiernos se volvían vidriosos, sus labios murmuraban el apodo como si estuvieran cantando un mantra. «El Elegido. El Elegido. El Elegido» El efecto sólo duraba un momento, desapareciendo sin que el Morty supiera que había ocurrido. Cuando su Rick le insistía, el Morty se encogía de hombros y decía que había estado soñando despierto.

Estando tan cerca del Elegido, Rick Subastador sintió un cosquilleo en su cerebro, que hizo que los pelos de su cuero cabelludo se le pusieran de punta como si se electrocutaran. Le picaba la nariz, y parpadeó para quitarse la repentina humedad que le irritaba los ojos. Agitó la cabeza, tratando de liberarse de la extraña sensación que siempre le invadía cuando estaba cerca del chico. Expiró para deshacerse del cosquilleo antes de empezar la siguiente fase de la subasta.

Se giró y asintió bruscamente al Rick Guarda, quien rápidamente le dio una patada al Morty en la parte de atrás de las piernas, tirándolo al suelo. El niño gritó de dolor mientras sus rodillas golpeaban con fuerza contra el suelo del escenario.

Instantáneamente, los Ricks sentados cerca del escenario, levantaron la cabeza, sus fosas nasales abiertas, como si hubieran captado el olor de algún plato delicioso. Un puñado de Ricks corrió a por las servilletas de su mesa y comenzó a escribir furiosamente anotaciones sobre la elegante letra F roja en un momento de inspiración. Aquellos que estaban familiarizados con la escena sólo miraban lascivamente, lamiéndose los labios y soltando un bajo:

–Sí, pequeño. Eso es.

Apenas había terminado el efecto eufórico, cuando otra oleada los golpeó en el momento en el que el Guarda puso un pie en el hombro del Morty y lo inmovilizó sin piedad contra el suelo. Su siguiente grito estrangulado llamó la atención de todos los Ricks de la sala, algunos se levantaron de sus asientos para tambalearse con asombro hacia el escenario, atraídos como imanes hacia la fuente de su repentino ataque de claridad y perspicacia.

Para cualquier otra persona, la conmoción habría parecido extraña, pero Rick Subastador estaba acostumbrado a ella. Como testigo de innumerables subastas, ya sabía muy bien el efecto que este Morty tenía en los Ricks. Parte de él simpatizaba con la repentina pérdida de control del público, e incluso la echaba de menos. Los inhibidores obligatorios que tomaba, sin embargo, bloqueaban todo el efecto del Morty en él. Hizo un gesto de impaciencia al Guarda, haciéndole señas para que se alejase del Elegido y lo levantase, antes de girarse para dirigirse a la totalidad de la audiencia.

–Que os ha parecido esa pequeña degustación? Consideradlo una cortesía de la casa. Pero si queréis la experiencia completa, preparaos para abrir las carteras. –Se frotó las manos apreciativamente–. ¿Comenzamos la puja con 100.000?

La cacofonía de voces que surgió del público ahogó el final de su discurso, mientras los participantes se arrimaban ansiosos al escenario, cada uno de ellos tratando de ser escuchado en la discordia. Las cartas negras que agitaban ferozmente en sus manos hacían que sus apuestas fueran directamente a la tablet de Rick Subastador, ahorrándole la necesidad de pedir más apuestas mientras se apilaban una encima de la otra en una pelea feroz. 100.000 se convirtieron en 225.000 en pocos momentos, y luego en 300.000. Una fila de Ricks Guarda colocados delante del escenario mantenía a raya a los pujadores más entusiastas, y sus rifles eran un eficaz elemento disuasorio. No dispuestos a retroceder completamente, varios Ricks se conformaron con moverse en un pequeño trecho como animales enjaulados, sin dejar de mirar el premio en el escenario.

460,000. 500,000.

Rick Subastador mantuvo los ojos en su pantalla mientras los dígitos subían rápidamente. El perfil de los Rick pujadores aparecía y desaparecía igual de rápido que la cifra, cada importe mayor empujaba al nuevo perdedor a la parte inferior de la lista. La multitud reflejaba lo mismo, mientras los Ricks más dominantes les quitaban las tarjetas negras de las manos a sus competidores o los obligaban a bajar con golpes sucios a las tripas y patadas bien dadas. Pronto toda la habitación estuvo al borde de una pelea desenfrenada.

A salvo detrás del podio, Rick Subastador observaba la exhibición de salvajismo como un soberano mirando hacia abajo a sus campesinos desde lo alto. Aunque sabía que él también era un mero engranaje del sistema, no podía evitar sentir una sensación de poder en su cargo. A diferencia de la tediosidad de las subastas públicas, aquí era donde él realmente brillaba. Estaba completamente en su elemento, el puto maestro de ceremonias, y se deleitaba con la energía del escenario.

La única verdad amarga era que no toda la atención estaba dirigida a él.

Dejando que los Guardas se encargaran del control de la multitud, miró al objeto del loco deseo de todos: el inocente niño en su pequeña sábana. «Pobre desgraciado rico en Ricks», se mofó Rick Subastador.

El Morty parecía no haber sido afectado por la tormenta de caos que lo rodeaba. En marcado contraste con la enorme masa de cuerpos que tenía ante sí, se quedó inmóvil como una estatua, totalmente inconsciente o indiferente ante el hecho de que era la principal causa del alboroto. Los sedantes que le habían administrado antes le humedecían los ojos, y sus manos colgaban sueltas a los costados. Ni siquiera se movió cuando la tela sobre su hombro se deslizó descuidadamente para revelar una piel pálida marcada por moretones de hace una semana.

600,000.

Más de la mitad de los Ricks ya se habían retirado de la guerra de ofertas, dirigiendo su atención al bar o intercambiando palabras de consuelo con sus compañeros perdedores, prometiendo que algún día ahorrarían lo suficiente para ganar. Otros ya estaban debatiendo cómo podían reunir sus ahorros y repartirse los beneficios, pero ¿a quién creían que engañaban? Los Ricks sabían que no podían confiar en los Ricks.

630,000. 650,000.

La avalancha de pujas se había estancado a medida que más Ricks alcanzaban los límites de sus fondos. Aquellos que habían sido superados cruzaron sus brazos sobre el pecho de mal humor o se distrajeron con una copa fuerte. Aunque algunos intentaron estirar su presupuesto, las ofertas flagrantes fueron rechazadas rápidamente ya que el sistema las cotejó con los fondos que figuraban en su perfil, dejando sólo un pequeño puñado de postores, e incluso ese número se redujo rápidamente. ψ-531 seguía sentado cómodamente en su mesa, mostrando perezosamente su tarjeta para aplastar cualquier intento débil de pujar más que él. Si Rick Subastador recordaba correctamente, esta era su primera visita en varias semanas. Estaba ansioso por tener otra Epifanía para rellenar su billetera, sin duda.

Dos Ricks más abandonaron la carrera, y cuando la cifra final, 675.000, se mantuvo durante unos segundos ininterrumpidos, Rick Subastador levantó su mazo para anunciar el final de la subasta. Como cortesía a la tradición, comenzó la cuenta atrás.

–675 a la una. A las dos...

Justo cuando empezaba su golpe hacia abajo, una voz interrumpió su discurso.

–¡Espera! ¡Abrid paso! M-muévete, amigo. –Una fisura se creó entre la multitud cuando un Rick se abrió paso desde atrás. Arrastrando un par de bolsas negras iguales por el suelo con una mano, se dirigió al espacio que había delante del escenario, pisando unos cuantos dedos de los pies y ganándose silbidos rabiosos y maldiciones desde el pasillo de Ricks que lo rodeaba.

–Sí, sí. Siento llegar tarde. ¿Seguimos haciendo esto de las pujas o qué? –Apoyó las manos en las caderas y arrugó la nariz mientras entrecerraba los ojos ante el Morty en el escenario iluminado. Una sonrisa críptica cruzó sus labios antes de asentir, miró a Rick Subastador y volvió a asentir.

–Muy bien, hermano. Cuenta conmigo.