DISCLAIMER: Ni Kimetsu no Yaiba ni sus personajes me pertenecen, todos son propiedad de mi diosa Koyoharu Gotouge.


ENTRE LIBROS Y MARIPOSAS

1
PRELUDIO

-Bien, veo que obtuvo las mejores notas de su generación y que, además, egresó antes de tiempo—habló una mujer de cortos cabellos blancos, sostenidos en una media coleta—Antes que nada, le pido una disculpa si soy yo quien recibe sus papeles, pero nuestro director padece de una deficiencia de la vista desde hace algún tiempo…

Su voz era gentil, notó en ella un ligero deje de vergüenza por confesar aquello frente a él, un desconocido. Lo entendió, simplemente asintiendo con la cabeza.

-No tiene por qué disculparse—expresó con calma, sin atisbo de molestia, pero si con unos ojos azules casi inexpresivos, neutros.

-Entonces…-continuó la mujer, levantándose de su escritorio—Como veo que todos sus papeles están en regla y no tiene ningún inconveniente con la situación, pasará a la oficina del director para que lo conozca, si es que no tiene ninguna prisa.

-En absoluto—contestó, aunque un poco dudoso, habló en voz alta—Pero ¿no debería de considerarlo?

La mujer sólo sonrió.

-Él es quién se encargará de eso. Por el momento, ha pasado mi filtro, Tomioka-san.

Así pues, aquel joven de desaliñado cabello negro y ojos azules impasibles, siguió a la mujer albina, quién a unos cuantos metros de la habitación donde se encontraban, abrió una ancha puerta de madera de doble hoja, la cual daba claramente a la oficina del director y, probablemente, si todo salía bien, su futuro jefe. Al dar un par de pasos, escuchó como la mujer cerró la puerta detrás de él, era un asunto que debía afrontar solo. Después de todo, era una entrevista, no un encuentro con un capo de la mafia.

La figura sentada en aquel escritorio, frente a él, lo sorprendió, pues entró pensando que se trataría de un hombre cuya aura despidiera autoridad y poder. Sin embargo, la apariencia de aquel hombre, aunque no distaba de esa impresión, provocó cierto desconcierto, ya que el susodicho presentaba unas notables marcas en la parte superior de su cara, abarcando gran parte del contorno de sus ojos. Pensó que eran producto de su enfermedad antes mencionada.

-Buenas tardes, muchacho—la voz de aquel hombre lo sorprendió aún más, al ser tan relajada y serena, sin mencionar que era melodiosa—Acércate y toma asiento—dijo después de haber un ademán con su mano izquierda.

El aludido se colocó en una de las dos sillas frente al escritorio, debiendo admitir que, aunque no sintiera presión de ser juzgado tan mordazmente como se había mentalizado antes de llegar, el hecho de que aquellas personas le hubiesen recibido con excesiva cordialidad de ponía nervioso.

-Me presento, mi nombre es Kagaya Ubuyashiki, es un gusto poder conocerte—y el hombre de lacio cabello negro hasta el mentón inclinó su cabeza de manera educada.—Soy el director de esta institución.

-Giyuu Tomioka, señor—contestó el más joven, imitando el gesto, a pesar de saber que su interlocutor no podía verlo, creyó que debía mantenerse respetuoso.—El gusto es mío.

-Tengo entendido que te has postulado para presentar tus prácticas profesionales en esta escuela. Me imagino que Amane-san ha leído tus papeles y está de acuerdo con tu solicitud, pero antes, dime ¿por qué has elegido el área de la educación? Y más importante aún, ¿por qué te interesa esta institución?

-Los jóvenes necesitan seguir aprendiendo, incluso si creen que han empezado a madurar—respondió sin titubear—Como en los deportes, la disciplina es crucial no sólo para la el desarrollo de las capacidades físicas, sino también para la el carácter… Y creo que los chicos, en esta edad en la que se encuentran, necesitan empezar a formarlo, cada uno.

Esperó a que el silencio se rompiera, puesto que su entrevistador se quedó callado unos segundos, sopesando la respuesta que le había dado. Fuera de parecer un muchacho desobligado por su estoicismo y apariencia desarreglada, Giyuu Tomioka era una persona firme y con temple.

-Entiendo…-musitó Ubuyashiki, cerrando los ojos-¿Y no has considerado que los mayores podemos aprender también de los jóvenes?

Inesperada fue su reacción, así como la pregunta que le fue lanzada. Aquella mañana se había llevado varias sorpresas con tan misterioso hombre. Por primera vez, en mucho tiempo, alguien había cuestionado las palabras de Giyuu Tomioka con tal tranquilidad. No le molestó, a pesar de haberse visto desprevenido. Recobró un poco la compostura cuando el hombre de la silla ancha continuó.

-El aprendizaje no es exclusivo de los más jóvenes o los menos experimentados. Tenlo en cuenta siempre, Giyuu ¿puedo llamarte así?—preguntó con una sonrisa el director.

-Sí.

-Además, tú también aún eres joven, por lo que no es recomendable limitarte a lo que ya sabes. Quién asegura que no puedas aprender algo con el centenar de alumnos de esta escuela, todos tan diferentes, pero que comparten una misma característica, la cual has mencionado antes: necesitan seguir aprendiendo para madurar. Individualmente, irán creciendo a su ritmo, de acuerdo a lo que experimenten, pero es deber de nosotros, sus maestros, intentar serles de guía, para que aquello que vivan por su cuenta lo hagan siendo conscientes de los pros y los contras. No es nuestro deber cuidarlos, sino darles las herramientas para que puedan afrontar el mundo. Y créeme cuando te digo que eso no sólo los hace crecer a ellos…

Una respuesta bastante sabia, proviniendo de un hombre no mayor a los treinta años, pensó Giyuu, observando más detenidamente la apariencia de Kagaya Ubuyashiki. Aun así, tenía razón, y se sintió avergonzado por su pretenciosa contestación de hace un momento. Se dijo a sí mismo que tal vez no lo aceptarían como practicante, aunque ya lo había contemplado, no estaba del todo confiado en que lo lograría.

-Es por ello que quiero que sigas aprendiendo, Giyuu—escuchó decir al hombre de cicatrices—Que aprendas a la vez que guías a estos muchachos.

-Eso quiere decir…

-Que estás dentro—y una amplia sonrisa se dibujó en aquella algo frágil figura masculina—Podrás empezar la próxima semana. Deja estos días para preparar tu plan de trabajo con los chicos sin presiones. He oído que estudiaste una carrera relacionada a los deportes…

-Cultura física, sí—contestó.

-Vaya, sí que eres una persona disciplinada—Kagaya expresó con alegría—Le pediré a Amane-san que te asigne a los grupos de primer año de preparatoria. ¿Estarás bien con eso?

-Sí, señor—más que un deportista disciplinado, Tomioka parecía un soldado.

-Supe por Urokodaki-san que también practicas Kendo. En ese caso, quedarás a cargo del club.

-¿Está seguro, señor?—preguntó, ya que eran bastantes responsabilidades para ir empezando.

-Totalmente—contestó Kagaya—Tengo mi confianza en ti, Giyuu, así que da tu mejor esfuerzo.

Ubuyashiki extendió su mano por encima del escritorio, y Tomioka la apretó agradecido, y aunque el director era incapaz de ver su atípica expresión, por el tacto de la mano de Giyuu, supo que el chico estaba contento. Ambos se levantaron de sus asientos y, como era de esperarse, Kagaya Ubuyashiki encaminó hacia la puerta al joven practicante, aunque a decir verdad, parecía más al contrario, ya que el más joven se sintió comprometido a ser el apoyo del hombre ciego.

Ya fuera de la oficina, Amane, la mujer peliblanca, cambió de lugar con Giyuu, le agradeció pero recriminando a Ubayashiki por moverse de más.

-Querido, ya te he dicho que no te excedas—habló ella—Pudiste haberme llamado por el teléfono y pedirme que encaminara a Tomioka-san.

¿Había escuchado bien? ¿Le dijo "querido" al director?

-Lo siento, Amane. Oh, Giyuu, ya conociste a mi esposa, Amane Ubuyashiki, es la subdirectora y prácticamente quien se encarga de todo en esta escuela desde que enfermé…

-No tienes por qué mentirle a Tomioka-sensei—interrumpió Amane—Tú aun haces muchas cosas por el instituto.

-Sensei…-musitó Giyuu, para diversión de la mujer, quien silenció una risita.

-Así es, desde ahora serás otro profesor más, mientras realices tus prácticas. Por lo pronto, tráeme en cuanto puedas tu plan de trabajo, yo me encargaré de acomodar tu horario. Te aseguraré también un lugar en la sala de maestros para que puedas trabajar y/o descansar en lo que estás con nosotros.

-Muchas gracias.

-Al contrario, gracias a ti por contemplar esta academia—contestó Kagaya—No somos la más prestigiosa, pero mi familia ha trabajado para esta escuela durante generaciones, y que vinieras por sobre las otras opciones es algo que realmente aprecio, pues en mi condición ya no puedo hacer mucho por ella. Pero son mi equipo de trabajo los que la han sacado adelante, y confió que tu colaboración será de gran provecho, Giyuu.

-Así lo haré.

-Excelente. Bien, entonces nos veremos el próximo lunes, te presentarás en la reunión de consejo con el resto de los profesores.

-Entendido.

-Gracias nuevamente, y bienvenido a la Academia Kimetsu.

Salió de aquella oficina, con el corazón más tranquilo, debía de admitir que se sentía conforme con el resultado, pues había logrado ser aceptado como practicante, y quien sabe, puede que si tenía suerte, tendría la oportunidad de aspirar a un puesto en dicha escuela. Lo mínimo que esperaría con la responsabilidad de dar clases y ser tutor del club de Kendo sería una carta de recomendación al final. Pero tenía la certeza de que aquel panorama pintaba ser bueno.

En su camino por el pasillo, pudo notar el barullo que hacían algunos alumnos en sus salones, cómo trabajaban otros en sus clases, así como los profesores dando sus cátedras. Las butacas, los pizarrones, las ventanas de aquella escuela, todo le producía cierta nostalgia de aquellos días en los que él fue así también en su propia escuela, un chico de secundaria común y corriente. Y ahora debía mentalizarse que le dirían "sensei".

Sin embargo, un golpe abrupto lo hizo salir de su ensimismamiento, al sentir el choque de un cuerpo impactarse contra el suyo. Su fuerza y condición física le permitieron mantenerse de pie, pero no fue el caso para la otra persona, quien había salido corriendo por la esquina de la escalera, antes de caer al piso sobre sus posaderas. Era una chica, más exactamente una estudiante, la cual ahora se quejaba del golpe.

-¿Estás bien?—al ver que no tenía gran cosa, extendió su mano para ayudarla, mas por cortesía que por preocupación.

Pero ese gesto no fue correspondido con la jovencita.

-Estoy bien, no necesito tu ayuda—contestó molesta, haciendo caso omiso de la mano de Tomioka e incorporándose por su propia cuenta.

Y dando zancadas, mientras se acomodaba la falda a cuadros que se le había ensuciado, la chica de cabello negro, casi violáceo, con un distintivo de mariposa en su cabello agarrado, se alejó de aquel desconcertado Giyuu, quien había intentado enmendar una falta que, obviamente, no había sido suya.

Pensó en la insolencia de esa muchacha, al tratarlo de aquella forma grosera e indiferente, pensando en su ahora posición de profesor. Pero, siendo realista, debía admitir que, con su camisa a cuadros color azul, sus pantalones oscuros y su cabello enmarañado, no daba la imagen de un profesor. Por lo que lo dejaría pasar.

Sólo hasta que tenga que darle clases a esa chiquilla, pensó.

...

Un constante pitido lo trajo de regreso al mundo real, era la alarma que anunciaba el inicio de otro bendito día. De nuevo a la maldita escuela, pensó, al igual que cuando era un niño y su hermana mayor lo llevaba a la primaria. La única diferencia era que ahora tenía más obligación de ir, pues ya contaba con un sueldo y una renta que pagar. Se alistó calmadamente, pero siendo así de ágil, salió a tiempo de su casa, portando su conjunto deportivo en color azul, amarando su cabello negro en su típica coleta baja.

Tomioka tenía la buena costumbre de salir puntual de su casa, esto debido a que Ubayashiki le había asignado otra responsabilidad, la cual era vigilar la entrada del instituto, con el propósito de cerciorarse que los alumnos cumplieran con los estándares del uniforme escolar.

Llegaba incluso más temprano que algunos de los profesores, por lo que le daba tiempo de entrar a su estantería y sacar de ahí su silbato y la tabla con alguno que otro reporte en caso en de que los chicos o las chicas rompieran con el uniforme reglamentario. Y vaya que eran bastantes, por lo que había elegido un asistente desde el año pasado.

El cual ya estaba retrasado.

-Oh, buenos días, Tomioka-sensei—o eso pensó, al escuchar la voz del joven al que acababa de invocar con el pensamiento.

-Agatsuma, llegas tarde—aunque de todos modos se lo hizo saber.

-Fue sólo por un minuto o dos—musitó entre dientes aquel chico de cabellos rubios, recibiendo en el acto una filosa mirada de parte del su profesor.-¡Quiero decir, lo siento!—repuso de inmediato.

-Andando, ya casi es hora—y el maestro le extendió al chico otra tabla de notas, mientras él portaba la shinai(*) del club del kendo.

Zenitsu Agatsuma, era el nombre del muchacho de cabello rubio que ahora acompañaba al profesor Tomioka en su labor de llamar la atención de aquellos estudiantes que incumplieran con el uso apropiado del uniforme. Y aunque el chico estuviera en una posición "privilegiada" para algunos, él detestaba con todo su ser formar parte el comité de moral y tener que ayudar al profesor más estricto con una encomienda en la que lo único que obtenía era las malas caras y el desprecio de todos en la entrada de la escuela. Así como de las constantes exigencias del profesor por que se tiñera el pelo de negro, a pesar de ser su color natural.

Aun así, Zenitsu trataba de verle el lado positivo a las cosas y sacar provecho de su situación, sobre todo cuando de ver a las chicas se trataba. Había una que otra que se molestaba por la mirada tonta y perdida de aquel chico de segundo año, pero en general las muchachas no ponían resistencia, de hecho había quienes preferían pasar por la mirada boba de Zenitsu que por los fríos y afilados ojos de Tomioka-sensei.

-Buenos días, Zenitsu-kun—una melodiosa voz despertó el radar del joven mencionado, y con la cara enrojecida por el saludo, vio a la senpai que iba acercándose a la entrada para ser inspeccionada.

-¡B-Buenos d-d-días, Shi-Shinobu-senpai!—respondió el kohai a la chica de tercero.

-Buenos días, Tomioka-sensei—pero la muchacha no obtuvo contestación.

El profesor sólo la miró de reojo y volvió su vista al frente, hacia los demás estudiantes que iban ingresando por la puerta de la escuela. No sin antes decirle:

-Sabes que el maquillaje está prohibido, Kochou.

-Ara ara… Pero si sólo es un poco de labial. Este es más discreto que el de la última vez ¿no lo cree, sensei?—fingiendo demencia, la joven de violáceos cabellos oscuros y ojos grandes claramente lo estaba provocando.—Además, últimamente se han resecado mucho mis labios ¿no dice usted que debemos cuidar nuestra salud? No he incumplido con el uniforme ¿me detendrá sólo por eso?

Sin decir ni una sola palabra, sólo con voltear a verla por su costado, le indicó que se fuera, cosa que no había notado Zenitsu por estar embobado viéndola y al resto de las chicas. Volvió sus ojos a la entrada, pero inevitablemente miró la espalda de aquella chica entrando en el edificio.

Allá iba Shinobu Kochou, ahora de tercer año, una alumna destacada, inteligente y perspicaz, representante del club de farmacéutica y hermana menor de su compañera de trabajo, Kanae Kochou, la profesora de biología.

Allá iba una de sus alumnas y, probablemente, la que más problemas le había traído desde que llegó siendo un simple practicante.

La chica de adorno de mariposa que dos años atrás le había rechazado su ayuda tras chocar con él.


(*)Shinai: La espada que usan durante los entrenamientos de kendo.

-Bueno bandita, he aquí un nuevo proyecto que espero no dejar olvidado como todo en mi vida últimamente. Hace ya bastante tiempo que un anime no me motivaba a escribir fanfics y que un ship me llenaba tanto a pesar de no ser canon. Me gustaría aclarar que esta no será una historia taaan larga ni contará con un narrativa estrictamente cronológica, sólo en algunos casos, pero en general serán capítulos alternados que narren la relación de Giyuu y Shinobu dentro del ambiente de Kimetsu Gakuen ¿Por qué? Porque quiero y espero poder.

Hikari: ahí vas de nuevo a meterte al pozo, ya habíamos salido desde hace unos años...

-Nunca es demasiado tarde para volver a la toxicidad de este mundo. Pido también que no esperen de mí mucho con otras parejas de Kimetsu, pero aún así me esforzaré por darles algo. Espero nos sigamos leyendo. Cuídense. Ay'la vemos.