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EL COSTO DE UN FAVOR

Una mañana cualquiera, con la consigna típica de revisar el uniforme de los estudiantes antes de entrar a la escuela, una latosa pero bien necesaria labor que le encomendó el director Ubuyashiki a Giyuu Tomioka, luego de nombrarlo consejero estudiantil, después de su contratación años atrás, al finalizar sus prácticas profesionales. Si bien no era la gran cosa, consideraba ser aún muy inexperto para tener en sus manos tantas obligaciones, sobre todo cuando el propio director le adulaba, diciendo lo bien disciplinado que era y que su trabajo había dado buenos frutos. Aunque las inconformidades por parte del comité de padres de familia dijera lo contrario. Creía más en que autoridad al mando tenía una fe ciega hacia gran parte de su personal, pero mientras él no decidiera retirarlo del cargo, seguiría ahí.

Con la espada de entrenamiento del equipo de kendo sobre su hombro, veía a los chicos y chicas entrar por la puerta principal de la Academia Kimetsu. Nunca hubo necesidad de usarla hasta el año anterior, cuando entraron a la escuela ciertos muchachos problemáticos a primer grado de preparatoria. Sin olvidar mencionar a ciertos chicos, ahora de tercero, se desataron en su rebeldía. Ese año era uno difícil, por lo que tuvo que recurrir a la amenaza como medida de coerción para mantener el orden. No llegaría a la violencia de no ser necesario…

-Etto… To-Tomioka-sensei…

Excepto por una persona.

-¿Qué pasa, Agatsuma?—preguntó, viendo de reojo a su ayudante, miembro del comité de moral, Zenitsu Agatsuma de segundo año.

Uno de los chicos problemáticos, según él, que había entrado el año pasado.

-Yo… quería hablar con usted de... – a aquel joven le temblaban las piernas, y tenía una expresión de querer vomitar, probablemente no había desayunado y por eso le hablaba, para dejarle sentarse un poco.

-Después de que te pintes el cabello, lo consideraré—expresó, con plena calma pero que sonaba a severidad.

-Pero ya le dije que es mi color natural—dijo Zenitsu a modo de berrinche, por no conseguir la atención de su espartano profesor.

-¡Te he dicho que no seas respondón!—gritó, y el puño de Tomioka azotó contra la cabeza de Zenitsu.

De apariencia débil, poca determinación, asustadizo a un nivel escandaloso, y cierto grado de perversión al ver a las chicas, sean del grado que fueran. Aunque notoriamente atraído por una en particular, también problemática, la hermana de su mejor amigo. Agatsuma pasaría de sus ojos de no ser porque se juntaba con Tanjiro Kamado, de segundo año también, amigos desde el comienzo, un chico cuya madre viuda se encargaba de una panadería cercana a su departamento, por la que siempre pasaba cada mañana, y cuya hermana menor estaba en tercero de secundaria, siempre comiendo en clases hasta el punto de ser muda y sólo abrir la boca para eso.

Y aunque en realidad fueran chicos muy amables, ciertamente eran muy problemáticos a la hora de la entrada.

-¡Buenos días, Zenitsu, Tomioka-sensei!—es escuchó a lo lejos, y el aludido tensó sus músculos.

-Tanjiro…—y el aura de tranquila de Tomioka, quien se había alterado por la contestación de Zenitsu, ahora se veía más perturbada por la llegada de los hermanos Kamado—¡Te he dicho cientos de veces que no vengas con esos aretes!

La shinai de Giyuu se movió como una ráfaga en sentido lateral, pero para bien o para mal, Tanjiro alcanzó a saltar, levantando ambas piernas esquivó el golpe de su profesor de educación física y corrió hacia adentro del edifico como alma que llevaba el viento, no sin antes disculparse con el de cabello negro, justificándose en que el uso de sus aretes hanafuda(*) era por tratarse del recuerdo de su difunto padre. Y aunque Tomioka ya lo sabía, él sólo hacía su trabajo con señalarle el uso inadecuado de tales accesorios, incluso le había propuesto quitárselos en la entrada y que el mismo Tanjiro los guardase en su mochila durante la escuela, pero el chico era tan terco que no aceptó. Y eso llevó la paciencia de Giyuu al punto de reprenderlo si no accedía.

-¡Ah, Nezuko-chan! ¡Buenos días!~—Tomioka volteó ante el llamado de Zenitsu, preparándose para interceptar a la segunda Kamado problemática. Nezuko de tercero de secundaria.

-¡No entres con comida!—intentó darle un ataque en dirección contraria a la que había movido la espada en un inicio, pero Nezuko lo evadió, saltando de modo grácil cual bailarina, con ambas piernas estiradas, una delante de la otra, cayendo con la misma gracia y corriendo con ambos brazos extendidos a sus costados.

Detrás de aquellos hermanos, venía el menor Takeo, también de secundaria, quien no sabía si sentirse avergonzado por la constante respuesta de sus hermanos mayores ante las represalias del profesor Tomioka… O por la actitud de este último de perseguirlos con la espada en mano, inútilmente, sin lograr alcanzándolos. Takeo se detuvo unos instantes para observar la irónica escena de cada mañana, sin embargo notó algo extraño en Zenitsu, el amigo de su hermano, quien parecía estar pálido y con nauseas.

-Zenitsu-san—le llamó el joven Kamado— ¿Estás bien?

-No pude…—musitó el aludido, a lo que Takeo le miró consternado, y luego se asustó por la repentina manera en la que Zenitsu se aferró a su ropa— ¡No pude decirle a Tomioka-sensei que quiero renunciar! ¡Ya estoy harto! ¡Sálvame, Takeo-kun!

El rubio comenzó a llorar a moco tendido, aferrándose al pobre chico, quien no podía zafarse del fuerte agarre del aparentemente débil Zenitsu. Muchos aprovecharon el momento para eludir la revisión, adentrándose rápidamente a la escuela, tras sonar el timbre. Mientras tanto, alguien había escuchado el lloriqueo de Zenitsu, y sonrió pícaramente una vez pasó por su lado, pensando en cómo sacar ventaja, quizá.

Llegó el merecido descanso del primer periodo de clases y, como era su costumbre el no llevar un desayuno decente, Giyuu Tomioka decidió comprar comida de la cafetería. Las nombradas Kunoichis que atendían ya no se sorprendían de verlo, comprando comida al igual que los alumnos, de hecho se habían adaptado a su extraña forma de comprar, cuando pedía un simple pan de melón y una caja de leche de la tiendita. Incluso les adulaba que él llegase a comprar lo que preparaban, luego de haber comentado que Hinatsuru tenía buena mano para la cocina, y que las otras dos eran amables al atender. Aquellos comentarios simples, a pesar de salir de su voz neutral, hicieron que tanto estudiantes como alumnos sintieran curiosidad por la comida de la cafetería, generando buenos ingresos para las tres chicas.

Dispuesto a degustar sus sagrados alimentos, el famoso espartano se sentó en una de las mesas más apartadas de la cafetería, ya que no le gustaba hablar mientras comía. Listo estaba para dar el primer bocado cuando se sintió observado. Giró su mirada y se encontró a Kamado, quien detrás de él tenía escondido, como era de esperarse, a Agatsuma. El chico castaño de cicatriz en la frente saludó en su ya conocida amabilidad, disculpándose a la vez por interrumpir a su profesor. En una mirada, Tomioka-sensei les pidió una respuesta a su llegada.

-¡Vas, Zenitsu!—musitó el castaño a su amigo, quien aún temblaba de nervios detrás de él.

-Pero… Tanjiro—chilló el aludido, siendo empujando por su mejor amigo para quedar frente al profesor, quien se había levantado de su asiento.

-¿Qué ocurre?—más que una pregunta, sonó a una demanda, y Zenitsu sintió que se le erizaban los pelos de la espalda.

-¡Yo…! ¡Tomika-sense! ¡Quiero dejar el comité!

Pero tan pronto como el joven soltó su solicitud, recibió de parte de Tomioka-sensei un puñetazo. Tanjiro, espantado, tomó de su amigo, quien cayó al suelo inconsciente, mientras todos los demás presentes en la cafetería se reunían alrededor de lo acontecido, mirando con terror a Tomioka, quien con su inalterable rostro miró al joven de aretes que seguido perseguía. Este sudó frío, pensando en que sería el siguiente en ser noqueado.

-Tanjiro—llamó el profesor, a lo que el mencionado dio un leve brinco, estando de rodillas, auxiliando a su amigo—Llévate a Agatsuma a la enfermería, por favor.

-¡S-Si!—ni lento ni perezoso, el mayor de los hermanos Kamado levantó a Zenitsu de su costado y se lo llevó arrastrando a la enfermería.

-Sigan en lo suyo—espetó el profesor, a lo que todos los demás alumnos, incluyendo las encargadas de la cafetería, sintieron un escalofrió. Todos regresaron a sus mesas y a hacer lo que estaban haciendo minutos antes de aquel percance.

Suspiró, volviendo a tomar asiento, para finalmente meterse algo de comida buena a la boca. Tomioka tenía el hábito de cerrar sus ojos mientras comía, así se concentraba en el sabor de las cosas. Este pequeño descuido le costó el no darse cuenta de que alguien se había sentado junto a él en la misma mesa.

-Ara ara, qué rudo, Tomioka-sensei~—canturreó burlona aquella voz, la conocía bien, pero por haberlo tomado desprevenido, casi se atraganta.

-Kochou ¿qué es lo que quieres?—preguntó, ligeramente a la defensiva, el mayor.

-Nada, nada, sólo me daba curiosidad verle comer—sonrió la joven de tercero, en su faceta de niña inocente—Quería ver si hacía de nuevo esa perturbadora sonrisa suya~.

-Yo no sonrió mientras cómo—expresó, tratando de no mostrar su naciente incomodad por la presencia de Shinobu—Además, no deberías decir esas cosas, podría mal interpretarse.

-¿Eh? ¿Acaso le preocupa que piensen que salió a comer con una de sus alumnas?—la chica le estaba provocando, él le miró con los ojos entrecerrados.

-Este día coincidimos, nada más.

-Sí, es cierto. Nadie querría salir con usted y menos con esa cara tan fea al sonreír—comentó sarcástica la joven de broche de mariposa, dándole en el orgullo a su profesor, quien había dejado de comer.

-Yo no…

-Antes de que diga que no es feo mientras sonríe,—interrumpió Shinobu, de manera descarada—Déjeme probárselo yendo a comer a donde Kanzaki-san de nuevo, pero ahora con un espejo.

-No—respondió él en seco.

-Bien, ha perdido la oportunidad de comer gratis. Yo iba a pagar—dijo sin darle mucha cuerda al asunto, en vista de que Tomioka no aceptaría, por más tentado que estuviera de comer su platillo favorito.

Decidió dejarlo comer tranquilo, pero permaneció ahí sentada, mirándolo. Luego volteó alrededor, viendo que todo el mundo estaba en su almuerzo, además de cuidarse las espaldas de no llamar mucho la atención ahí junto a su profesor, quien saboreaba su sopa caliente. Este la miró de reojo, notó que no llevaba nada de comida, y por mera curiosidad, Giyuu Tomioka pregunto.

-¿Y tú almuerzo?

-Ah, ya comí, gracias—contestó amablemente Kochou, recargando sus codos sobre la mesa para estar más cómoda—Dime, Tomioka-sensei—el aludido siguió masticando, pero ella sabía que le estaba prestando atención—¿Por qué no permites que Zenitsu-kun deje el comité si sabes que no le gustaba la idea en primer lugar? ¿Es que acaso estás tan ciego?

La voz de Shinobu sonó ciertamente un poco menos burlona, parecía, hasta cierto punto, preocupada no sólo por Zenitsu Agatsuma, sino también por la intransigencia de su profesor de obligar a un chico a hacer algo que claramente no quería desde hace un año. Creía en que Tomioka no lo haría sin alguna razón de por medio, pero por las constantes agresiones que el pobre rubio sufría, se lamentaba no sólo por eso, sino por tener que ver ese lado algo cruel de quien, desde hace algún tiempo, era la persona que le gustaba.

-Lo necesita—fue la única respuesta que dio Giyuu, dejando todavía más confundida a la joven de ojos violetas.

-¿Qué le dejes hinchada la cara todos los días porque te contesta o no se ha teñido el cabello?—contra atacó con un pinchazo en su hombro la joven mariposa.

-Agatsuma carece de asertividad, necesita tener más carácter—habló finalmente el profesor, deteniendo los piquetes de Shinobu—No lo hago con el afán de molestarlo, sólo quiero que se sienta orgulloso de tener un rol en la escuela. Quiero que deje de tener miedo, sino no será capaz de sobrevivir allá afuera…

-Vaya, de verdad suenas más como un soldado que como un profesor—decía la joven, mientras se peinaba un mechón detrás de su oreja—¿Y de verdad crees que eso cambie en él? Yo lo veo igual de asustadizo que desde que entró.

El pelinegro terminó su comida, justo a tiempo antes de que sonara el timbre, dejó la bandeja en la mesa de la losa sucia y se encaminó fuera de la cafetería para ir a su siguiente clase, con la joven Kochou detrás de él, siguiéndole el paso.

-Neh, Tomioka-sensei—le picó de nuevo la chica, mientras andaban por el pasillo—Hagamos un trato. Yo te ayudo con Zenitsu-kun y a cambio me invitas un tazón de fideos del restaurante de los Kanzaki.

-¿Por qué haría eso?—preguntó indignado ante la propuesta de su alumna.

-Porque de lo contrario ya no tendrías quién te apoye en las revisiones matutinas—espetó la chica, ladeando su cabeza, logrando que su profesor se detuviera para voltearse en su dirección—Pero, si no consigo convencerlo, yo te pago un daikon de salmón ¿qué dices?

No tenía nada que perder, al fin y al cabo, ella sólo buscaba el pretexto para salir con él, a veces podría llegar a ser inocente, pero no era tonto. Aunque no por sospechar de las intenciones de Shinobu Kochou iba a caer fácil, él sabía lo que implicaban ciertas actitudes y el tipo de convivencia, era arriesgar su propio trabajo.

Pero nunca se negaría un tazón de salmón con rábano cocido al vapor.

-Con una condición—aclaró el de ojos azules—Nada de espejos.

Shinobu sonrió complacida, esta vez sin forzar su cara, se veía contenta, tanto que un ligero sonrojo se asomó por sus mejillas. Ella estiró su mano derecha hacia su profesor y levantó su dedo meñique. Este la miró extrañado.

-Es un trato—habló, para que el petardo de Tomioka pudiese entender su mensaje.

-Ah, trato hecho—y torpemente, Giyuu dejó atrapar su meñique por el pequeño dedo de Shinobu en aquel acto infantil.

-Bien, nos veremos esta tarde en el restaurante de los Kanzaki. Hasta entonces.

Y lo dejó ahí, parado y confundido, hasta que recapacitó en ese momento, una vez que Kochou ya iba lo suficientemente lejos por el pasillo. ¿Acaso le dijo esa misma tarde? ¿Hoy? ¿Ella creía poder convencer a Zenitsu ese mismo día? Debía de admitir que era bastante confiada, él no lo hubiera imaginado.

Pero ya esperaría hasta la tarde para ver el resultado. Ya podía oler el salmón cocido.

Había estado buscando a Tanjiro y a Zenitsu desde que salió de la escuela, pero no los encontró por ningún lado. Incluso había preguntado con Inosuke y Nezuko, pero ninguno de ellos supo decirle. Una porque tenía comida en la boca y el otro porque no sabía dar indicaciones. Recurrió al plan alterno, preguntarle a Kanao y a Aoi. Kanao iba en la misma clase que Tanjiro y compañía, así que ella sabría qué fue de ellos, pero la joven de coleta de medio lado no sabía del paradero de ninguno, si quiera de Tanjiro, de quien estaba más al pendiente. Llamó a Aoi por teléfono, quien se encontraba ya en su casa, justamente atendiendo el restaurante donde iría con su profesor en unos minutos más, una vez que terminó sus actividades del club.

-¿Qué? Ah, sí, aquí están… ¿Vienes? De acuerdo, hasta luego—y la joven de dos coletas le terminó de cobrar a la chica de pelo rosa que seguido iba a comer al restaurante de su familia –Gracias, vuelva pronto.

Dijo amablemente, aunque deseaba en el fondo que aquella chica de trenzas no volviera al día siguiente, puesto que se terminaba casi toda la comida para la venta de un solo sentón. Afortunadamente, ese día no fue así, ya que al parecer la mencionada, cuyo nombre desconocía pero la ubicaba por ser una vieja alumna de la Academia Kimetsu, había llegado acompañada de un chico un poco más bajo de estatura, de cabello negro, lacio, ojos bicolor y cubre bocas, bastante más retraído que ella, tan vivaz y de buen apetito. Sin embargo, Aoi Kanzaki supuso que si esa tarde su cliente habitual no arrasó con la comida fue porque se cohibió al ir en compañía de un futuro prospecto, el cual pagó por ambos.

Después de limpiar la mesa en donde la peli rosa se sentó, fue hacia donde Tanjiro y Zenitsu, para retirarles a cada uno su copa de helado. Tenían una mala cara, como señal de haber comido algo que les hizo mal, y esperaba que eso no fuera el helado. Peor aún, que no fueran a vomitar en cualquier momento porque, de ser así, su padre la pondría a limpiar el desastre.

-¿Están bien?—preguntó Aoi, al ver a ambos chicos recostando su cabeza sobre la mesa.

-No te preocupes, Aoi-san—sonrió con dificultad Tanjiro, sin perder su característica amabilidad—Estamos bien.

-¡¿Bromeas?!—se levantó de golpe Zenitsu, en un grito de indignación que aturdió a Aoi—¡Tuvimos que comer arroz quemado! ¡¿Y todavía te atreves a decir que estamos bien, enano frentudo?! ¡Y para colmo, no pude renunciar hoy, de nuevo, al comité sin que ese maldito me golpeara!

El rubio se soltó a llorar, mientras Tanjiro intentaba calmarlo. A Aoi, por su parte, sólo se corrió una gota de sudor al enterarse lo que les había pasado. Se compadeció por un momento de la mala suerte de Zenitsu, cuando la campañita de la entrada sonó, señal de que había entrado alguien. Por pura inercia, para ver quién era el nuevo cliente por atender, volteó. Ahí estaba Shinobu.

-Senpai—le llamó Aoí, sorprendida de su llegada—Creí que estarías en el club.

-Decidí terminar temprano hoy—sonrió, desempeñando pulcramente su papel, miró a los chicos en la mesa y se acercó—Veo que se reunieron hoy pero sin mucho ánimo ¿qué ocurre?

-Ah, Shinobu-san—saludó amigablemente el joven castaño—Bueno, Zenitsu está un poco deprimido. Quiso renunciar al comité de moral, pero cuando quiso hablar con Tomioka-sensei al respecto, este lo golpeó. Ya sabes cómo es él—a Tanjiro se le soltó una risita nerviosa—Le pedimos consejo a Rengoku-sensei, pero al final terminamos ayudándole a que practicara cocinar algo para Senjurou… Aunque no fue una buena experiencia, que digamos. Venimos por un poco de helado para quitarnos el mal sabor de boca.

-Ara ara, eso suena muy mal—Shinobu llevó una mano a su mejilla, lamentándose por la historia del joven Kamado—Pero, Zenitsu-kun ¿estás seguro de querer dejar el comité? Ya llevas un año en eso.

-¡No puedo! ¡Ya no quiero! ¡YA NO!—chilló escandalosamente el aludido—¡Estoy cansado de que todos me miren feo cuando les digo qué deberían arreglar de su uniforme! ¡Incluso Inosuke me golpea si le digo que se abotone la camisa! ¡Y lo peor es que Tomioka-sensei es consciente de eso y no me deja retirarme! ¡No tiene compasión de mí!

Ante los alaridos de su kohai, Shinobu hizo lo que debía de hacer. Tomó de las manos de Zenitsu, para sorpresa de Tanjiro y Aoi, las apretó con las suyas, con la mejor sonrisa que pudo darle al escandaloso chico, a quien se le subieron los colores a la cara.

-Tomioka-sensei tiene altas expectativas contigo, Zenitsu-kun. – una mirada dulce, un tono gentil, y el calor de unas manos femeninas fueron el motor de arranque del corazón de Zenitsu—Confío en que podrás hacerlo. ¡Te apoyo más que nadie!

Colorado a más no poder, el chico se levantó de su asiento, casi tirando la mesa, de no ser porque Tanjiro la sostuvo con ambas manos. Estaba entusiasmado, mientras que una divertida Shinobu daba leves aplausos, contenta de animar a Zenitsu. Mejor que eso, de haber ganado el desafío. Sabía lo influenciable que era Zenitsu, por lo que podía solucionar en un día lo que Tomioka no pudo en un año.

-Es la décimo tercera persona a la que le dice eso…—dijo Aoi en un susurro, entornando los ojos de manera reprobatoria las jugarretas de su senpai.

Sin embargo, Zenitsu no la escuchó, aunque Tanjiro sí, y este miró con preocupación al ingenuo de su mejor amigo.

-¡Teñiré mi cabello de negro y continuaré con en el comité para cumplir con las expectativas de Tomioka-sensei! ¡Se lo diré mañana! ¡Vámonos, Tanjiro!—exclamó sintiéndose triunfante, para así salir disparado del local, con un Tanjiro detrás de su polvo, quien además pagó en su nombre pues todavía no les llevaban la cuenta.

-Vaya, qué animados se ven ahora ¿no lo crees, Aoi-chan?—sonrió Shinobu, viendo a la amiga de su hermana menor encogerse en hombros.

-Si tú lo dices—contestó la de ojos azules, mientras recogía finamente las copas de helado vacías-¿Te sentarás en esta mesa, senpai? Enseguida la limpiaré.

-Ara ara, no te molestes, no está sucia siquiera—alegó despreocupadamente la joven mariposa, sentándose en donde antes había estado Tanjiro.

-¿Quieres que te traiga la carta?—preguntó Aoi, ignorando la sugerencia de Shinobu, limpiando la mesa de todos modos, todavía sosteniendo hábilmente las copas.

-No, estoy bien. Espero a alguien. De hecho ya debe llegar.

Ante aquello, Aoi dudó, sabía que su senpai era atractiva y que tenía cierto número de seguidores, a pesar de su aura ligeramente tenebrosa detrás de su angelical sonrisa plástica. Pero no se la imaginaba saliendo con alguien de la escuela. Quizá esperaba a alguna de sus hermanas, pensó. Así que, sin más que ofrecerle, se retiró a la cocina para dejar los trastes usados. Una vez adentro, escuchó de nuevo la campanita de la entrada, sólo que esta vez no se volteó a ver de inmediato quien había ingresado al negocio. Fue hasta que, de vuelta, miró una silueta darle la espalda, sentada en la misma mesa con Shinobu. Una cabellera negra abundante que le resultó extrañamente familiar. Sin pensarlo mucho, tomó las cartas y las extendió sin darse cuenta, a ambos.

-Bienveni…—dejó inconclusa la frase cuando notó quién era la persona que esperaba Shinobu.

-Gracias—Tomioka-sensei, vistiendo ropa más casual a su uniforme deportivo, tomó la carta y, sin prestarle mucha atención a la expresión tensa de Aoi, comenzó a leerla. Shinobu rió discretamente.

-Aoi-chan—le llamó la chica del club de farmacéutica- ¿Podrías traerme un tazón de fideos udon? Grande.

-A mí lo de siempre, por favor—expresó tranquilamente Tomioka, a lo que Shinobu negó con su dedo índice, confundiendo tanto a Aoi como a Giyuu.

-Nah~ah. Tomioka-sensei no va a comer daikon esta vez porque perdió la apuesta.

-¿A qué te refieres?—preguntó incrédulo el joven profesor, mientras que Kanzaki seguía sin entender qué se traían esos dos.

-Eso, que perdiste—sonrió triunfante Shinobu—El trato era que si yo convencía a Zenitsu-kun de seguir en el comité, me invitarías un tazón de fideos de Kanzaki-san, pero si yo perdía, la que invitaría la comida sería yo. Y, dadas las circunstancias, tú invitas esta vez, eso significa que no hay daikon para ti.

-¿Cómo fue…?—la expresión de los ojos abiertos de Giyuu valía oro, el pobre se había quedado con las ganas de comer su platillo favorito.

-Ah, fue hace rato, aquí mismo de hecho—y Shinobu miró a la pequeña mesera con una sonrisa, la chica tragó saliva pesadamente—¿No es cierto, Aoi-chan?

-Eh, pues sí, lo convenció pero…

-¿Lo ves? Aoi-chan nunca miente—interrumpió a propósito la mariposa—Así que pide otra cosa.

Cabizbajo, Giyuu miró el menú, en busca de algo que pudiera convencerle, pero aún le entristecía por dentro no poder saborear el salmón cocido. Aoi sintió pena por aquel hombre, y extrañamente horror por la crueldad de su senpai, quien parecía estar disfrutando la agonía interna de su profesor.

-Ara ara~ Es un chiste. Pide lo que quieras. Sólo paga tú al final—rompió la tensión, sacudiendo una mano para aligerar el ambiente.

Aoi se marchó, retomando la primera orden de Giyuu, aunque un poco consternada por el plan macabro de Shinobu-senpai por torturar de esa manera a su profesor. Pero lo que más le desconcertó, fue la cara del maestro, quien parecía todavía más serio de lo normal, hasta podía jurar que vio al tipo entristecerse, y eso era muy raro, puesto que nunca mostraba más que seriedad o enfado. Después de llevarles los tazones, Aoi Kanzaki regresó a la cocina, preguntándose qué clase de relación tenían esos dos para llegar al nivel de hacer una apuesta y salir a comer. Pero verlos le dio cierta tranquilidad, así que sólo los dejó ser.

-Supongo que debo agradecerte—dijo Giyuu, tomando los palillos para así atrapar el primer trozo de su comida.

-Con esto es más que suficiente—sonrió ella, viendo que en la cara de su sensei se empezaba a dibujar aquella extraña mueca—Sólo no me mires ¿de acuerdo?

-No te estoy mirando—expresó él, masticando con gusto el salón en su paladar.

-Tomioka-sensei, es de mala educación comer con la boca llena—alegó Kochou, pensando para sí misma que cuando Giyuu Tomioka comía lo que más le gustaba, se volvía un niño feliz y despreocupado.

"No necesito más, sólo esa sonrisa tuya tan brillante mientras comes" pensó, mirando de reojo mientras sorbía contenta sus fideos.

Cuando uno come contento, la comida sabe mejor. Y más con buena compañía.

-¡Tomioka-sensei! ¡Le prometo que teñiré mi cabello de negro y cumpliré con sus expectativas, señor!—exclamó Zenitsu cual cabo militar, en posición de firmes, a la mañana siguiente, durante la revisión del uniforme.

Sin embargo, aquello no lo libró de recibir su primer puñetazo matutino.

-¡Hazlo en lugar de venir a decírmelo!

Algunas cosas no iban a cambiar mucho.


(*)Hanafuda: Baraja de cartas que se inventó en el siglo XVI en Japón.

-Y pues aquí andamos ¿ya leyeron el nuevo capítulo del manga? Léanlo para conmoverse con Yorichi bebé que es un hermoso ser de luz que se merece toda la felicidad del mundo.

Hikari: Nee-san, no des spoilers

-Lo siento, quería desviar la atención de tan extraño capítulo. Me surgió la idea con la novela de Kimetsu Gakuen, espero que les haya entretenido, quise hacer algo levemente cómico en contraste con el último capítulo en donde me dejé llevar por mi drama queen interna. Agregué a Takeo también ya que, según veo, porque no he leído el data book, él parece llevar uniforme de secundaria. Además, quise regalarles un poquito de ObaMitsu.

Hikari: Esperamos que les haya gustado. Nee-san anda más motivada desde que salió de la escuela hace dos semanas, incluso ayer se puso a tallar su escultura de hace un año y ya casi termina la cabeza de Inosuke. Se durmió a las 4 de la madrugada y no tenía sueño.

-Ojalá tenga esa misma energía para cuando consiga trabajo. En fin, recen por que el proximo año siga escribiendo a la par de mi titulación y posible desempleo. Nos leemos chicuelos. Lavenselo con jabón neutro. Mil besos, mil besitos.