Las cenizas caían y el fuego se extendía, pero él seguía inerte.

Incapaz de moverse.

Logró su cometido, después de tantos años de entrenamiento y capacitación para este momento.

Sin embargo, las lágrimas caían y el dolor en su corazón se prolongaba y no era a causa de sus heridas, que dejaron de doler cuando clavó su espada en el pecho de su padre.

Issei sonreía.

No tenía nada mejor que hacer.

Frente a él se encontraba su hijo clavando a Ascalon en su abdomen, la sangre se acumulaba en su boca pero nunca cambió su expresión.

Él había provocado esto.

Se lo merecía por ser un mal padre.

No odiaba a su hijo, su amor seguía siendo el mismo hacia él.

Recuerda la primera vez que lo tomo en sus brazos y junto a Le Fay dijeron su nombre juntos.

Fue uno de los tantos días memorables.

—Mordred...—fue lo último en decir antes de caer sobre el suelo y morir.

El rubio de mechones castaños no respondió al instante.

Se arrodilló y comenzó a llorar en el cuerpo de su padre muerto.

Lloró y lloró hasta que ya no pudo.

Levantó el cuerpo de su padre y salió del lugar, sin dirección alguna.

Este fue el camino que eligió y lo seguiría hasta el fin.

Eso... Hubiera querido su padre.