Título: El juicio de los sentidos

Autora: Shekb ma Shieraki anni

Géneros: Drama, romance

Advertencias: NSFW, lenguaje explicito, OC, AU.

Clasificación: +18

Resumen: Hay algunas cosas por las cuales vale la pena arriesgarse, y Sakura era una de ellas.

Disclaimer: El universo de Naruto, así como sus personajes no me pertenecen. Todo es obra y creación de Masashi Kishimoto.

El juicio de los sentidos

Capítulo 1

El cristal enmarcaba a la perfección el paisaje urbano de la ciudad: enormes edificios se erguían desde lo más bajo hasta acariciar el suelo, las vallas publicitarias decoraban las calles, a la par que un tumulto de gente deambulaba de un lado a otro tratando de sobrellevar el día a día.

Los fanales de la pelirosa admiraban en silencio la magnífica vista que le ofrecía el sitio en el que se encontraba. El Hospital General de Konohagakure era uno de los mejores dentro de la ciudad. Entre sus muros se llevaba a cabo la formación de distintos profesionales de la salud, los mejores en su campo, la reputación del sanatorio estaba estrechamente ligada a la exigencia y calidad que la directora en turno y sus precedentes se esforzaban en mantener.

Aquella mañana, Haruno Sakura comenzaba el último año de neurocirugía.

Desde que tenía memoria, la joven soñaba con convertirse en una cirujana de renombre. Si bien, el increíble historial familiar la respaldaba, Sakura pretendía forjar una carrera por cuenta propia, lejos de los estigmas y la falsa adoración que su apellido pudiese suscitar.

Tsunade la había citado una hora antes de iniciar su turno. Conocía a la directora del hospital desde hace mucho tiempo atrás, cuando ella era solo una niña y la rubia una residente a punto de graduarse. Si bien, su relación distaba de catalogarse como amistad, ambas mujeres despertaban admiración una en la otra. El respeto que Sakura sentía por su mentora era profundo, inclusive inspirador, ciertamente la influencia de la dama fue de vital importancia en el momento en que la pelirosa optó por dedicar su existencia a la medicina. Aunado a esto, la chica contemplaba a la mujer de mirada ambarina como una figura materna; ella le brindaba protección y consuelo cuando más lo necesitaba.

—No será difícil para ti sobrellevar este último año. Tu desempeño ha sido maravillo — habló la directora; la voz apacible.

Sakura devolvió la mirada al lugar donde su maestra se encontraba; rodeó el escritorio, pasando la punta de los dedos por el borde de madera. Caminó, sin ganas, sumida en sus propios pensamientos, hacia el asiento vacío frente al escritorio.

Echó un vistazo a la apariencia de Tsunade; llevaba un sobrio vestido negro con rayas de gis de silueta ajustada. Su melena, tan dorada como los mismos rayos del sol, iba atada en un sencillo, pero lindo chignon de hebras blondas. Poseía una juventud antinatural que cualquier mujer de su edad envidiaría. La expresión de su rostro era mortalmente seria, adusta: tenía los labios rosados contraídos en una delgada línea recta y la mirada castaña resguardada tras un par de lentes de pasta, funcionales para la lectura.

—Hable con la junta directiva y todos se mostraron de acuerdo a ofrecerte un puesto estable en el hospital después de tu graduación— notificó, apartando la mirada del documento que sostenía con la mano derecha.

La joven médico intentó hilvanar una sonrisa, pero su esfuerzo fue en vano. Una noticia de tal magnitud generaba conmoción en cualquiera, no obstante, Sakura experimentaba el efecto contrario. Sabía que las comparaciones eran inevitables, y que de cierta forma, la sombra de su madre tenía mucho que ver en cuanto a oportunidades de trabajo se refería.

—Gracias— respondió, dejando caer su cuerpo en el asiento vació, boicoteando la mirada inquisitiva de Tsunade.

—No tienes que hacerlo— simplifico la blonda, disponiendo los documentos en el pupitre de caoba—, has forjado una carrera por cuenta propia, tus logros han llegado a oídos de todos en el hospital.

Sakura se encogió de hombros, incomoda. Tenía la absoluta certeza de que detrás de esas palabras existía una verdad a medias. Por supuesto que todos en el dispensario sabían de ella, mas no por sus éxitos.

—Sé que no me llamaste para hablar de mi trayectoria académica o laboral— interrumpió la ojiverde, tratando de modular su tono de voz—, estas ocultando algo, divagar no es propio de ti— concluyó.

La mujer se despojó de los lentes; presionó con fuerza el puente de la nariz y lanzó un suspiro. Por un instante, la tranquilidad de Sakura transmutó en nerviosismo; desconocía el motivo por el cual Tsunade la había citado con urgencia, pero algo en su interior le decía que cualquier cosa que tuviese que decir no era buen augurio.

—Hiruzen Sarutobi ha optado por retirarse. Dejó el cargo directivo de neurocirugía hace tres días— confesó.

Sakura la atisbó de hito en hito, taladrándole el rostro con una mirada de genuino desconcierto; un nudo comenzaba a formarse en su garganta, al mismo tiempo que sus entrañas se revolvían. Tsunade debía estar bromeando, un acontecimiento tan importante no debía mantenerse en secreto, en especial cuando se trataba de un personaje de la envergadura del doctor Hiruzen.

—Es un chiste de mal gusto, ¿verdad? — ansiosa, inclinó su cuerpo hacia delante, colocando los antebrazos sobre el escritorio.

—El doctor Hiruzen presentó su petición hace un mes. Argumentó que necesitaba descansar, pasar tiempo con su familia y por fin disfrutar de aquella casa que poseía fuera de la ciudad.

Una risa nerviosa escapó de los labios de la pelirosa.

— ¿Quién tomara el puesto?— preguntó, reaccionando de repente. Pocos nombres aparecían en su mente, la lista de posibles candidatos para suplir a Sarutobi era limitada por no decir inexistente.

—El doctor Uchiha Itachi— dijo la mujer, reclinándose contra el respaldo de la silla giratoria.

—De verdad que has perdido la cabeza— bufó Sakura, poniéndose de pie.

Muchas cosas se decían respecto a Uchiha Itachi, la mayoría de los halagos eran hacia su intelecto y versada práctica quirúrgica, otros cuantos se enfocaban en su atractivo y la apariencia surreal que lo caracterizaba, no obstante, alrededor de su persona giraban una serie de leyendas urbanas, historias que relataban su mal genio y la forma de humillar a esos que tenían la desdicha de llamarlo mentor.

—Cuida tus palabras, Sakura, te recuerdo que aun soy tu superior— amonestó Tsunade, siguiendo su errático andar con la mirada.

— ¿Acaso has escuchado lo que dicen de él?— se detuvo, consiguiendo preguntar un susurro inestable— es un idiota engreído que disfruta el sufrimiento ajeno.

—Por supuesto que los he escuchado, no obstante, da la casualidad de que es un maldito genio y el candidato perfecto para suplir a Hiruzen e incluso superarlo— murmuró ella con frialdad.

Hace algunos segundos, Sakura se había visto tentada a guardar silencio y dejar pasar la noticia como un anuncio sinsentido. Sin embargo, cruzarse con Uchiha Itachi definitivamente cambiaba sus planes.

—Tan solo es un cretino con suerte—tranzó Sakura, tajante.

— ¿Sabes?, cuando hablas de esa manera, suenas asustada— replicó, haciéndose eco de la indignación de su estudiante.

—No estoy asustada— farfulló, al mismo tiempo que rodaba los ojos.

—Bien, entonces deja de quejarte. Desde ahora, Uchiha será tu jefe, espero que eso haya quedado claro.

—No trabajé tan duro para llegar a este punto y colocar mi carrera en las manos de un engreído— masculló, colocando las manos sobre sus caderas.

—No seas tan fatalista— pidió la rubia, presionando otra vez el punto debajo de su frente, tratando de apaciguar el incipiente dolor de cabeza—, toma esto como un reto, si logras sobrevivir y superar a Uchiha Itachi, estas preparada para afrontar cualquier situación.


La forma en la que se desplazaba entre los pasillos del hospital solo podían desvelar el tiempo que llevaba inmersa en el lugar; conocía aquel recinto como la palma de su mano, sabía a qué área estaba asignado cada piso, hacia donde debía dirigirse para encontrar una zona de descanso o los atajos que conducían a los quirófanos.

Expulsó un suspiro de genuino alivio al subir el último peldaño de lo que parecía ser un camino de intrincadas e interminables escaleras. Tomó un segundo para recuperar el aliento, era absurdo que en su primer día arribara tarde a la presentación de los casos. Estresada, comprobó en el reloj de pulsera, que decoraba su muñeca, lo tarde que era.

Sin más remedio, recorrió el último tramo del trayecto armándose de valor para enfrentar a la bestia que aguardaba por ella al otro lado de la puerta. Confiada, ingresó a la habitación, atrayéndola mirada de los ahí presentes en el proceso. Se encogió de hombros, apenada. Escaneó pieza en busca de Itachi Uchiha, pero sus ojos se posaron sobre el pequeño cuerpo que yacía sobre la camilla, cubierto hasta el tronco. A lado de la niña se apreciaba a su madre, con el rostro desencajado por la preocupación y el cansancio trazado en cada rincón de su faz.

Pese a los desmedidos conocimientos de fisiología que poseía, Sakura era incapaz de precisar la reacción que sufrió su cuerpo cuando un par de penetrantes ojos color ónix la avizoraron con un profundo y esotérico interés, sus mejillas ardieron en un visible sonrojo, el corazón martilleaba con fuerza contra su pecho, a la par que una extraña y cálida corriente la recorrió de pies a cabeza. No necesitaba indagar demasiado para reconocer a aquel hombre como su mentor: Itachi Uchiha.

Las historias de las enfermeras y de algunas doctoras, en definitiva no le hacían justicia. Era un joven alto, con la figura de un adonis griego, arropado por una tersa y nívea tez que hacia contraste con la melena azabache que llevaba atada en una impoluta coloca de caballo. Si bien, la pelirosa realizó un juicio con anterioridad, reconocer la belleza de su mentor era como asestar una cuchillada a su orgullo. Le parecía el hombre más guapo que había contemplado en años.

—Doctor Akamine, presente el caso— dijo el pelinegro, con sus diáfanos ojos negros clavados en el expediente que llevaba en sus manos.

El timbre de su voz era varonil, imponente, tan fuerte como el hierro, pero al mismo tiempo apacible.

El aludido asintió con un gesto adusto y dio un paso al frente.

—La paciente femenina de diez años de nombre Arima Ena, presenta un mal funcionamiento del SD con reducción parcial o completa del flujo de líquido cefalorraquídeo a través del mismo. Cursa con clínica de hipertensión intracraneal secundaria a obstrucción o desconexión en algún punto del sistema. Los síntomas que manifiesta son cefalea, náuseas y vómitos.

El azabache apartó la mirada del expediente, pasando por alto el resumen otorgado por su estudiante, habló:

—Arima ingresó a urgencias y tras la revisión se derivó a neurocirugía— su voz era fuerte y sosegada. Su mera presencia imponía respeto. No era algo sencillo convertirse en la cabeza de uno de los departamentos más importantes del hospital a tan temprana edad. —, este tipo de fallas son comunes durante la infancia debido al crecimiento.

No obstante, a pesar del conocimiento de su galante superior, Sakura no demoró en percatarse que la causa del malestar se debía a una patología y no un problema relacionado con el desarrollo.

—Está cursando un cuadro de meningitis— habló, sin miedo a interrumpir la explicación.

De nueva cuenta, la mirada del interlocutor principal recayó sobre ella. Sakura no lo perdió de vista y volvió a ruborizarse. Ese hombre definitivamente sabia como ponerla nerviosa.

—Doctora Haruno— llamó; una mueca mortalmente seria decorándole el rostro—, de un paso al frente, por favor.

El corazón le golpeó las costillas al darse cuenta de lo que acababa de decir. Realizar un diagnóstico sin pruebas suficientes para respaldarlo era una acción arriesgada. Sentía que con tal suposición le estaba otorgando demasiado poder a Itachi para arremeter contra ella.

Con la cabeza en alto, se abrió paso entre sus compañeros hasta situarse cerca de la camilla. Desde esa distancia, era posible apreciar otros detalles que a simple vista pasaban desapercibidos.

— ¿Cómo llegó a esa conclusión sin siquiera realizar los estudios de líquido cefalorraquídeo pertinentes para determinar una meningitis?— cuestionó casual, casi indiferente.

Los fanales esmeraldas de la pelirosa viajaron del rostro de su mentor hacia la confundida madre de la paciente, quien parecía no comprender ni un ápice de lo que estaba sucediendo en la habitación. La tensión en el ambiente era palpable, el aire se respiraba frio y la afonía insoportable.

— ¿Me permite?— preguntó Sakura, solicitando el permiso para revisar a la pequeña. La madre asintió efusivamente.

—Es cierto que los signos de meningitis son imperceptibles, sin embargo, dudo que la falla de la válvula se deba a una disfunción ventricular. Me atrevo a decir que es una disfunción distal por infección y no a causa del crecimiento— determinó— un médico tan versado como usted debió darse cuenta de esto desde el inicio— le contestó su lengua de manera autónoma.

— ¿Tratamiento? — indagó, mostrando de nueva cuenta el mismo interés apreciado en el preciso momento que ingresó en la habitación. Había algo en él que la hacía crisparse de pies a cabeza.

—Para evitar recurrencias, sugeriría antibióticos intravenosos más la retirada de todo el shunt y sustituirlo por uno nuevo, colocar un drenaje ventricular externo, así como incluir antimicrobianos o catéteres impregnados con antibióticos.

La pelirosa no supo precisar si la sonrisa atisbada era real o una simple creación de su imaginación. No obstante, los minutos de silencio transcurrido se sentían como una tortura.

—Ha sido la primera en diagnosticar el caso en menos de quince minutos— repuso Itachi en tono seco— ingresaremos a la paciente a cirugía para remover y cambiar el shunt.

Sakura se permitió respirar hondo después de su acertada intervención. Agradeció a la madre y a la niña, y abandonó el cuarto detrás de sus compañeros, quienes creían que su participación era nada más suerte de principiante.


Las luces de la sala de juntas se encendieron de forma abrupta, suscitando murmullos entre los residentes ahí presentes. Tras pasar algunas horas analizando los casos presentados esa mañana, el nuevo jefe de neurocirugía abandonó su asiento cerca de la primera fila y encaminó su elegante andar al pódium.

Desde su asiento, Sakura siguió cada uno de sus movimientos con la mirada; comprendía el furor que generaba entre el personal, sobre todo en el estrato femenino. Itachi lucia más como un modelo de alta costura que como un neurocirujano de renombre. Sin embargo, también se había visto sorprendida al momento de presentar los expedientes de sus pacientes y ahondar en un terreno donde se le veía completamente seguro, comenzaba a comprender por qué Tsunade apostó por él en primer lugar y no por alguien de mayor edad.

Con perfecta caligrafía, el pelinegro trazó su nombre en la pizarra, aunque no era necesario, todos en el hospital lo conocían, y si no, al menos estaban conscientes de su existencia. Viró sobre sus tobillos y resguardó las manos en los bolsillos de la bata, con una sencilla mirada, los sentencio a todos a guardar silencio.

—Soy el Doctor Uchiha, jefe del Departamento de Neurocirugía de este hospital. Hace algunos años que finalice la residencia y ahora seré el médico a cargo de su formación final.

Cualquiera se sentiría afortunado de tener esa oportunidad, no todos los días se aprendía de un hombre con la inteligencia y capacidad de Itachi. No obstante, Sakura detestaba el aire egocentrista que desprendía, en definitiva, el último año como residente sería interesante.

—Si alguien cree que no tiene la capacidad para continuar con el programa, por favor, retírese— continuó. Sus miradas volvieron a cruzarse por tercera ocasión en ese día. La pelirosa no comprendía si el mensaje iba dirigido a ella o al grupo en general, pero si de algo estaba segura era de que aquella indirecta se sentía personal.

El mutismo inundó la sala. Todos debían ser muy valientes, soberbios o muy tontos para continuar. Cada uno de ellos había trabajado duro para llegar hasta ese lugar.

—Bien—prosigue—, encontraran la programación de sus guardias en el tablero de la entrada. Espero que para este punto sus habilidades clínicas incluyan diagnósticos precisos y concisos, técnicas quirúrgicas competentes y madurez personal. De no ser así, cualquier error que cometan lo pagarán muy caro.

Sakura tragó saliva. Durante su formación había conocido a profesores estrictos, pero ninguno se asemejaba a Itachi. Debía ser cuidadosa y no permitir que la presión ejercida la llevara a cometer un error irreparable.

Con un gesto adusto, el pelinegro dio por finalizada la reunión; poco a poco, todos fueron poniéndose de pe y dirigiendo su andar hacia la salida. La pelirosa emuló la acción, estaba dispuesta a continuar con sus labores cuando él la llamó:

—Doctora Haruno, ¿tiene un minuto?— preguntó, contemplándola directamente.

Abrió la boca para decir algo, pero las palabras nunca salieron de su boca. La atmosfera se tornó incomoda. Nunca se había sentido tan incómoda en toda su existencia, ni siquiera cuando le propusieron matrimonio. Ciertamente, aquel hombre lograba atemorizarla y encantarla al mismo tiempo.

—Por supuesto— accedió, no por gusto, sino porque no tenía más remedio.

Portaba una máscara de inexpresivo profesionalismo; apretó un poco los labios y posó la mirada opaca en ella.

—Debo reconocer que hizo un buen trabajo en la consulta, fue bastante acertada.

La intranquilidad comenzaba a diluirse en un sentimiento de incertidumbre. El cumplido la había tomado por sorpresa e Itachi se había percatado de eso.

—Gracias— masculló, llevando un mechón de cabello detrás de la oreja.

—Sin embargó— agregó, sin apartar sus ojos de ella—, también fue demasiado osado responderme de esa forma, es uno de mis deberes recordarle su lugar, yo soy su jefe y usted mi subordinada— paladeó con lo que parecía ser un atisbo de desprecio— si vuelve hablarme de esa manera, me asegurare de vetarla del quirófano durante un mes.

Un silencio premonitorio secundo el ultimátum de Itachi. Si Sakura no lo detestaba del todo, esa amenaza había conseguido que ahora lo hiciera.

Pensó en rebatir, pero detuvo su lengua. Itachi no estaba molesto por su intervención, sino por la forma en la que se refirió a él luego de emitir el diagnostico, poniendo en duda no solo sus habilidades, sino también su autoridad. No serviría de nada discutir. Ya estaba arruinado.

— ¿Va a comenzar con su trabajo o piensa quedarse ahí de pie todo el día?— indagó, deteniéndose bajo el umbral de la puerta.

Ella se giró con un semblante implacable. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no decir algo imprudente. Soltó un ligero suspiro y esbozó una sonrisa fingida. Encaminó sus pasos hacia la salida; él se hizo a un lado para permitirle el paso.

—Maldito cretino— espetó en un susurro. El pelinegro esbozó una ligera sonrisa. Definitivamente había escuchado sus palabras.

Continuara

Soy un asco de persona al tener algunas historias inconclusas y publicar otra, lo sé. Sin embargo no podía sacarme esta idea de la cabeza y decidí plasmarla, llevo tiempo tratando de darle forma, pero fue hoy que tome el valor necesario para publicarla.

Espero que sea de su agrado. Sin nada más que añadir, mil gracias por leer.

¡Hasta la próxima!

Shekb ma Shieraki anni