© Kishimoto, Masashi.
Tren de las cinco
II.
Incluso si ya habían pasado tres horas desde que descendiéramos del tren, aún sentía fuertes palpitaciones en los oídos. ¿Cómo me había atrevido a hacer aquello? Nunca, en mis veintidós años, hice algo así.
Sin afán de alardear, jamás faltaron chicas que me siguieran, pero tampoco hubo alguna que llamara mi atención. Hasta el día de hoy.
¿Entendería ella la indirecta? ¿Pensaría que era un loco? Alguien en sus cinco, no va y agrega a sus amigos a un desconocido que ha visto una sola vez en el tren. Era estúpido pensar —y esperar— que así fuera.
Pero era tan bonita. Nunca había visto unos ojos así: verdes, grandes y tan profundos. Tampoco un cabello tan exótico como aquel, graciosamente desordenado sobre aquellos menudos hombros. Acepto que me resultó bastante interesante el detalle de verla leyendo aquel título de Dickens: hoy en día nadie lee clásicos, sólo títulos contemporáneos y, como el hijo de un editor en jefe que estudió Letras toda su vida, inevitablemente me había forjado una opinión sobre el tema.
Imaginé que, si llegáramos a conversar algún día, podría ser bastante enriquecedor y estimulante. Pensar en ello, me dio la idea estúpida de fraguar un modo en que aquello fuera posible. Y ahora, aquí estaba, dando infructuosas vueltas en mi habitación, revisando cada tres minutos la pantalla de mi teléfono, esperando que apareciera una alerta de notificación en la casilla de solicitud de amistad.
«Debo parecer idiota»
Dos golpes a la puerta de mi habitación me distrajeron de la consciencia sobre la pérdida de mi completa dignidad.
—Sasuke, mamá llama para cenar —asomó la cabeza mi hermano mayor. Al verme tirado en la cama, frunció el ceño— ¿Estás bien? ¿No se suponía que ibas a casa de Naruto?
—Fui, pero tuvo uno de sus impulsos y se fue comprar unos boletos al Tokyo Dome. Obvio yo no iba a ir hasta allá.
—¿Al final se decidió a renunciar a su especial de la BBC?
—¿Cómo sabes? —inquirí, extrañado.
—Me envió un mensaje preguntándome qué elegiría yo entre ambas cosas.
Naruto y yo éramos amigos desde la preparatoria y, pasaba tanto tiempo en mi casa y yo en la suya, que nuestras familias y conocidos nos tratábamos entre sí, naturalmente y como si nada. Itachi, llevándonos sólo seis años de diferencia, se unía a nosotros de vez en cuando en las partidas de videojuegos, salidas a conciertos o a alguna que otra fiesta.
—Pues así parece. Si lo hubiera decidido desde el principio, hubiera podido comprar los boletos en la preventa, no ahora, que lo más seguro es que estén agotados. Ya lo veo comprándolos con un revendedor. Idiota. Si sabe que está loco por su novia, debió saber que al final elegiría su regalo de cumpleaños.
—No lo sé, Sasuke. Yo me lo pensaría si ese especial fuera un exclusivo de The Cure. —se cruzó de brazos, en el marco de la puerta.
—¿Comprarías tu especial en lugar del regalo de cumpleaños de Izumi, con el riesgo de que ella te considere un mal novio? Quizá no te dejaría, pero se pasaría enojada por unas semanas.
Itachi pareció meditarlo otro tanto.
—Mejor dejemos que esa situación hipotética siga viviéndola Naruto y no yo. ¿De acuerdo? Izumi enojada es un mal augurio.
Sonreí por el gesto aterrado que le vi pintar. Mi hermano era un líder nato en todos los sentidos, pero cuando se trataba de su novia Izumi, se convertía en un gatito manso y dócil. Había comenzado a salir con ella en su tercer año de universidad, cuando se decidió a trabajar medio tiempo en una cafetería y allí la conoció. Izumi estudiaba Derecho y mi hermano Ingeniería. Desde entonces, llevaban cinco años saliendo y, mirando a Itachi, yo ya me hacía a la idea de que ella terminaría siendo mi cuñada de por vida.
—Por cierto, ¿ya encontraste algo para el aniversario? —me inquirió al bajar las escaleras.
—Nada. No tengo idea. ¿Tú?
—Izumi me dio un par de opciones. Creo que cualquiera les gustará.
—Eso es injusto, tienes ventaja con alguien sensato aconsejándote. Yo tengo a Naruto que sirve para una… —me contuve el improperio—. Dame una pista.
—Lo siento hermanito, piensa por ti mismo. O mejor, ¿por qué no le preguntas a alguna de tus amigas? Dudo que alguna se niegue si la invitas a salir con ese pretexto. Sirve, además, que te sacan a pasear. —dijo, con plenas ganas de molestar con el tema.
En medio de mi «No tengo amigas», nos encontramos con mamá en el comedor.
—Rápido niños, siéntense. Se va a enfriar. —dijo, sonriendo y agitando su mano.
Para ella, podríamos tener cuarenta años y, seguramente, aún continuaría tratándonos como si tuviéramos cinco.
Al término de la cena, volví a mi habitación y pensé en llamar a Naruto para saber si había logrado conseguir los boletos. Al iluminarse la pantalla del teléfono, una notificación estaba allí:
«Sakura Haruno te envió una solicitud de amistad».
Un latido punzó en el centro de mi estómago. ¿Sería ella? ¿Lo de la nota había funcionado? ¿Y si no era?
Dudé en abrir la aplicación, mentalizándome de antemano para no concebir altas expectativas. Respiré hondo, desplegué la red social y…
El tono de alerta y el cambio del screen anunciaron una llamada entrante: era Naruto. Mi mejor amigo era inoportuno hasta cuando no estaba conmigo. Contesté:
—¿Qué?
—¿Cómo que qué? Teme, bastardo.
—¿Encontraste los boletos?
—Sí, pero en zona general. Seremos un punto muy, muy lejos del escenario.
—Eres un gran idiota.
La línea murió unos segundos, era obvio que no podía replicarme.
—¿Tu prospecto a novia ya llamó?
Aún.
—¿Qué?
—No te hagas estúpido. Vi cómo le dejaste el papel con tu número en el tren.
No había sido mi número, había sido mi nombre, pero igual resultaba irrelevante. ¿Se había dado cuenta?
—Estaba bromeando cuando dije que le pidieras ser tu novia, teme, no era para que te lo tomaras tan en serio. ¿Cuándo carajos me has hecho caso? —su voz sonaba cada vez más chillona a través del auricular, que tuve que despegarme el móvil de la oreja—. Además, ¿qué tal si ya tiene novio y tú ya fuiste e hiciste el ridículo?
Bufé, súbitamente irritado por sus tonterías.
No es que no lo hubiera pensado; sin embargo, aunque aceptaba que era bonita y me había provocado gran interés, no daba por hecho que, aunque no tuviera novio, quisiera pretenderla en serio. ¿Qué tal si resultaba una loca acosadora como las que llegaron a perseguirme en la Facultad? ¿Qué tal si mis observaciones eran erróneas y leía un clásico porque se lo dejaron en la escuela y en realidad, era más bien fan del alcohol y las fiestas? ¿Qué tal si en vez de un novio, tenía una novia? Era una posibilidad.
—Me cayó bien y ya, idiota. Deja de joder.
—Claro, Sasuke, te cayó bien y ya. Y yo soy…
Le colgué. Cuando se lo proponía, Naruto sabía cómo desbordarme la paciencia y el vaso estaba casi lleno.
En el screen, seguía brillando aquel punto rojo sobre la aplicación de Facebook.
La abrí sin reparo y revisé el apartado de solicitudes. No necesité más, el avatar de su perfil me lo dijo todo: cabellos rosáceos, piel apiñonada, ojazos verdes. Definitivamente, Sakura Haruno era la chica del tren.
«Aceptar. Rechazar.»
Y por supuesto que acepté.
.::.
Hey! Al final, me convencieron y esta aventura que comenzó como un SasuSaku/Naru, continuará. Una pequeña historia de amor que comienza en el tren y nos llevará... ¿dónde? Descubrámoslo juntos. Por si fuera poco, se me antojó dar algunos hints Izumi/Itachi, ¡los adoro también!
¿Qué les pareció? ¿Algún comentario? ¿Sugerencia o deseo? Me gustaría leerlos :3
Gracias por leer, pyong!
