Disclaimer: The story doesn't belong to us, the characters are property of S. Meyer and the plot belongs to LyricalKris. We just translate with her permission.

Disclaimer: La historia no nos pertenece, los personajes son de S. Meyer y la trama de LyricalKris, solo nos adjudicamos la traducción.


Do You Hear What I Hear

Autora: LyricalKris

Traductora: Flor Carrizo

Beta: Melina Aragón


Capítulo 1

Edward se pasó la mano por el pelo, frustrado. Con el ceño fruncido, tecleó otra respuesta en su teléfono celular. Era, lo sabía, un ejercicio inútil. Había tenido esta discusión con Rosalie durante el último año sin éxito.

Una pequeña forma que lo golpeó a la altura de la cintura lo distrajo de su teléfono. Su expresión dura se derritió en una sonrisa inevitable ante la cara que lo miraba. Hadley había vuelto. Su hija ladeó la cabeza y lo miró con preocupación grabada en su pequeño y beatífico rostro. Él la rodeó con el brazo, levantando la vista para observar a Jasper y Alice mientras se acercaban a un ritmo mucho más mesurado.

¿Qué pasa? —señalizó, entrecerró los ojos con preocupación y su pequeña boca se frunció—. ¿Por qué enojado?

Tenía que trabajar para mantener el ceño fruncido alejado de su rostro. Hacía todo lo posible por no dejar que su hija viera sus frecuentes peleas con su madre.

No enojado. —Intentó poner su sonrisa más brillante.

—insistió ella—. Tu cara. —Hadley torció sus rasgos, frunciendo el ceño profundamente y haciendo un puchero en su imitación de cómo era su rostro antes de que ella corriera hacia él.

Todos los adultos se rieron y Edward le pasó los dedos por la cara.

No enojado —volvió a hacer señas. Apuntó a su alrededor a las decoraciones brillantes alrededor del centro comercial—. Navidad. Feliz. —Levantó la vista hacia Alice y Jasper—. ¿Quién podría estar enojado en Navidad?

Su hermana le arqueó una ceja.

—Cualquiera que tuviera que hablar con Rosalie Hale. Esa es la cara que siempre haces cuando hablas con ella.

Edward hizo una mueca y miró a su hija que, por supuesto, no había reaccionado a las palabras de su tía. Aun así, a Edward no le gustaba que Alice hablara como si Hadley no estuviera allí solo porque no podía escuchar.

—Nada nuevo —dijo, manteniendo su tono uniforme y su rostro libre de su frustración e irritación.

Hadley tiró de su brazo y lo miró expectante.

¿Santa? —Sus ojos estaban muy abiertos por la emoción y su boca se convirtió en una sonrisa llena de dientes.

—Lo que mi princesa desee —dijo Edward, pero solo tenía suficientes señales para decir—: Sí. —Y le ofreció su mano. Aun así, fue igual de bueno para Hadley, ella agarró su mano, tirando de esa manera emocionada en que lo hacían los niños, y comenzó a arrastrarlo hacia Santa. Él la detuvo suavemente y señaló a Alice y Jasper—. Di adiós —le advirtió suavemente.

Hadley lo soltó y se arrojó primero a los brazos de su tío y luego a los de su tía. Recibieron grandes besos de despedida.

—Hazme un favor —dijo Jasper, extendiendo una mano para que Edward se despidiera.

—¿Qué? —Pero incluso mientras preguntaba, Edward sintió a su cuñado presionar algo en su mano. Hizo una mueca, sabiendo de inmediato que era un billete doblado—. Jasper.

—Obtén el paquete de fotos de lujo. Quiero una nueva foto para mi escritorio. —Le guiñó un ojo a Alice—. Todas las chicas de la oficina se detendrán para mirarla.

Edward apretó los labios, queriendo discutir. Pero sabía que el paquete de fotos de lujo venía con un calcetín que le encantaría a Hadley. Agachó la cabeza y asintió.

—Bueno.

Parecía que Alice estaba a punto de darle otra charla sobre no tener vergüenza de aceptar ayuda, particularmente de la familia. Edward levantó a Hadley, apoyándola en su cadera antes de que su hermana pudiera comenzar.

—Te veo en casa de mamá y papá este fin de semana. —Se volvió, alejándose y señalando un escaparate para la diversión de su hija.

Encontraron la fila para Santa con bastante facilidad. Edward bajó a Hadley cuando se pusieron en la fila. Observó al niño al frente de la línea correr hacia Santa y la animada conversación que siguió. Frunció el ceño preguntándose, no por primera vez, si esto era lo correcto.

Lo último que Edward quería era que Hadley se perdiera algo. Acababa de cumplir cuatro años. Este era el primer año que ella estaba realmente consciente de algunas tradiciones navideñas como Santa. Pero su princesa también era sorda. Esta experiencia no iba a ser igual para ella que para todos los demás en esa fila.

Pero Hadley no parecía preocupada. Estaba emocionada como cualquier otra niña, saltando en su lugar y hablando igual de animada, solo que más silenciosa. Edward trató de no pensar en la madre de Hadley, la razón más importante por la que sus conversaciones de señas eran tan rudas y rudimentarias. Muchas de las señas que usaban se inventaban en el acto, más un juego de charadas que un lenguaje real. Estaban limitados a lo que sea que Edward se había enseñado a sí mismo y luego a ella. Él trabajaba. Mucho. Aprender a hacer señas era difícil cuando se quedaba dormido frente a su computadora.

La ventaja de sus conversaciones lentas fue lo rápido que pasó el tiempo que pasaron en la fila, reflexionó Edward. Hadley preguntó dónde estaban los renos y le tomó un tiempo contarle una gran historia sobre juegos de renos usando solo las señas que ambos sabían y algunas inventadas en el medio. Cuando terminó, Hadley se estaba riendo y estaban al frente de la fila.

Edward envió una oración a quien estaba escuchando para que superaran esto con una mínima cantidad de incomodidad y que nadie fuera un imbécil con su hija.

—Jo, jo, jo. ¿A quién tenemos aquí? ¿Cómo te llamas, pequeña? —preguntó Santa mientras Hadley subía a su regazo.

Hadley no le hizo caso. Estaba acostumbrada al hecho de que las personas que podían escuchar no podían entenderla más de lo que ella podía entenderlas, e interactuaba con ellas solo mínimamente. Edward estaba casi divertido, dándose cuenta de que ella solo quería una foto. Miró al elfo con la cámara y saludó animadamente.

Santa miró a Edward con una pregunta en sus suaves ojos marrones. Era un tipo flaco para un Santa, pero eso apenas importaba.

—Hadley es sorda —explicó Edward.

—Oh. Ya veo. No hay problema. ¿Puede hacer señas? —preguntó Santa.

Las cejas de Edward se arquearon y tosió ante su sorpresa.

—Uh. Sí. Sí. Sí, un poco.

Santa tocó el hombro de Hadley para llamar su atención y le hizo señas. Los ojos de Edward picaron mientras observaba el rostro de su pequeña niña iluminarse.

Esto. ¿Por qué Rosalie no podía ver esto? Hadley estaba mucho más feliz cuando alguien le hablaba en su propio idioma. ¿Por qué no podía ver que la hacía sentir más normal poder decirle a Santa lo que quería para Navidad en sus propias palabras como cualquier otra niña allí?

Fue sacado de su momento cuando Hadley lo señaló. Santa miró y luego echó la cabeza hacia atrás, riendo bulliciosamente. Le hizo unas señas que Edward no captó a Hadley y, para su sorpresa, le hizo señas a una de las elfas ayudantes que estaba cerca: una mujer joven y bonita a la que Edward no pudo evitar notar, con el pelo largo y castaño y una hermosa sonrisa.

La elfa se puso roja, miró rápidamente a Edward y se alejó e hizo señas furiosamente a Santa. Edward tardó un momento en darse cuenta de que la elfa tenía un audífono. Él solo captó una palabra de las que ella le hizo a Santa: papá.

Bueno, eso de todos modos fue interesante.

Sacudiendo la cabeza, la joven elfa le ofreció la mano a Hadley, ayudándola a bajar. Todavía se sonrojó furiosamente mientras se acercaba a Edward. Ella comenzó a señalizar en una ráfaga.

—Whoa. Lo siento. —Edward suspiró y señalizó—: No bueno. Solo aprendiendo.

Los labios de la mujer se fruncieron en una O. Ella asintió y sonrió.

—Su hija tiene un corazón amable —dijo, sus palabras un poco tensas de la misma manera que eran a menudo en las personas sordas. Ella señalizó mientras hablaba—. Puedes recoger tus fotos allí.

Sus ojos se encontraron e, inexplicablemente, el aliento de Edward se atascó. Él parpadeó. Ella le devolvió la mirada.

Hadley tiró de su mano, rompiendo el extraño hechizo que lo había invadido. Edward inhaló y miró a su hija.

—Bien. Lo siento. —Se acercó al mostrador.

Efectivamente, Hadley dio unas palmaditas por el paquete que incluía un calcetín de Navidad de colores brillantes llena de bastones de caramelo y un pequeño oso de peluche. Edward estaba, a regañadientes, contento de que Jasper le hubiera dado lo suficiente para obtener el paquete. Las fotos eran geniales. La cara entera de Hadley estaba iluminada, su boca abierta de risa mientras miraba a Santa.

—¿No puedes ver lo feliz que está? —le preguntó a Rosalie cuando se encontraron en el estacionamiento del centro comercial aproximadamente una hora después.

—¿Tenemos que tener esta discusión cada minuto de cada día? —Rosalie frunció el ceño a Edward, pero cuando se inclinó para besar a su hija, ella sonrió. Se arrodilló a su nivel y tomó la cara de la niña entre sus manos—. Hola, hermosa niña —dijo con cuidado y lentamente, dejando que se acostumbrara a la forma de sus labios mientras hablaba.

Hadley abrazó a su madre y luego agitó el calcetín hacia ella, claramente feliz y emocionada. Comenzó a señalizar, tratando de contarle a su madre sobre su día, pero, como siempre, Rosalie la tomó de las manos.

—No hagas eso, Had.

—Así es como ella habla —dijo Edward por millonésima vez.

—No siempre será así. Ella está trabajando con el terapeuta del habla.

—Pero ella nunca va a hablar de la manera que quieres, Rosalie. Este es su idioma. Enséñale a hablar. Eso está bien, pero no le quites su idioma.

Rosalie frunció el ceño mientras se enderezaba, cruzando los brazos.

—¿Con quién diablos va a hablar? Encontraste dos personas al azar. ¿Crees que alguien más en ese centro comercial habla con sus manos? —Ella levantó la mano, deteniendo lo que él estaba a punto de decir—. Cállate, Edward. Mira, sé que te gusta hacer que parezca que soy la bruja malvada del oeste. Quiero que sea normal. Eso es todo.

—Ella es normal. No hay nada malo en ella. Pero nunca será como la mayoría de las personas en ese centro comercial.

—Ella puede. Puede hablar normalmente si trabaja duro. Puede aprender a leer los labios. Ella... —Rosalie puso los ojos en blanco—. Lo que sea. Me llevo a mi hija a casa.

Edward se quedó, no por primera vez, furioso y frustrado en el estacionamiento. Se quedó quieto por un minuto, preguntándose si estaba demasiado enojado para conducir.

—Sí —murmuró para sí mismo. Y con eso, se dio la vuelta, regresando al centro comercial para calmarse.


¡Hola!

Bienvenidas a nuestra pequeña traducción navideña.

Es una historia muy corta, de cuatro capítulos, y con final feliz. Esperamos que la disfruten y que pasen una feliz Navidad.

¿Nos cuentan qué les pareció el inicio?

¡Hasta el próximo capítulo!