Hola chicos. Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen y esta pequeña historia surgió de mi imaginación. Espero les guste y la disfruten… Comencemos…

4 preguntas para un nuevo comienzo.

El gran salón en el cual me encontraba, había sido decorado para simular un maravilloso mundo invernal. Enormes hilos de luces blancas descendían del techo como si fueran picos de hielo que colgaban de él, telas blancas iban y venían por toda la cúpula reflejaban la luz azulada, y los centros de las mesas estaban decorados con preciosos arreglos de flores blancas y ramas desnudas de las cuales guindaban preciosos copos de nieve de cristal. Sí, todo era hermoso, pero lo que tenía capturada totalmente mi atención era el hombre que en este momento daba el discurso de bienvenida a la fiesta… y no era la única que lo observaba.

Todos estaban atentos a sus palabras y asentían de acuerdo con algunas cosas que decía sobre los avances que su empresa había dado este año, agradeciendo profundamente el apoyo de cada uno de los presentes porque sin ellos nada de eso hubiera sido posible. Shaoran siempre sabía qué decir y cómo decirlo, su convicción era palpable y también lo era su gratitud sincera. Por eso… no podía evitar suspirar y sentirme orgullosa de él.

Los aplausos sonaron al unísono al dar las gracias y descendió de la pequeña tarima con ese porte seguro que tanto lo caracterizaba. Era increíble… mi corazón todavía se aceleraba con tan sólo verlo y mis manos picaban por acariciar ese sedoso cabello que se había convertido en una obsesión para mí. Pero su sonrisa… esa preciosa y fresca sonrisa de hoyuelos seguía siendo mi parte favorita de él.

Varias personas se arremolinaron a su alrededor, frenando su avance hacia mí, y como solía pasar siempre, mostraba un pequeño gesto en su cara mientras alzaba delicadamente una de sus cejas… Esa era la señal de "quiero mandar todo el mundo a la mierda", pero obviamente no lo haría. Me reí de su "miseria" disimuladamente y me acerqué a una de las mesas de refrigerios para tomar uno dulce de chocolate que no dude en saborear, si algo valía la pena de las fiestas pomposas como esta, eso era la comida.

―¿Una copa, señorita? ―Al girarme, me topé con un amable mesero que llevaba una charola con copas… e instintivamente recordé a aquel episodio con un pingüino parecido. Enseguida negué con mi cabeza. Una vez había sido suficiente para aprender la lección.

Observé mis victimas sobre la mesa nuevamente y esta vez me decidí por una pequeña copita que contenía una marquesa de limón. ¡Este spot era el paraíso y nada me alejaría de aquí! Estaba por tomar otro dulce cuando sentí unas manos que rodeaban mi cintura delicadamente. Había hablado muy pronto…

―Al fin pude zafarme… ―Me deleité con ese efecto de estremecimiento que sólo su voz aterciopelada y profunda podía causar.

Ladeé un poco mi cabeza y sonreí cuando mis ojos hicieron contacto con aquellos cobrizos que derrochaban esa energía avasallante… Era extraordinario ser abrazada por esa pasión y ese fuego que emanaban de ellos.

―Ser el jefe que se rasca el ombligo tras su escritorio tiene sus desventajas, lobito.

―Un jefe sexy, con carácter de demonio y cara de ángel, querrás decir ―dijo, moviendo sus cejas.

―Nunca olvidaras eso, ¿cierto?

―Primero se extinguirá el sol, gatita.

―Y tampoco te cansaras de decirme así…

Shaoran alzó su ceja izquierda y me mostró esa sonrisa que para muchos podría resultar arrogante, pero en realidad se trataba de un gesto pícaro que reflejaba su chispeante personalidad. Yo mejor que nadie, lo sabía.

―Sabes la respuesta, gatita ―dijo, enfatizando mi apodo―. Además, te gusta que te llame así.

Desvié la mirada porque era cierto… y no se debía únicamente al haberme acostumbrado. Ese apodo se había convertido en algo tan íntimo, tan nuestro… que me resultaba insulso que me llamara de otra forma. Y también me había dado cuenta que su voz grave y varonil siempre se suavizaba al pronunciar esas tres simples sílabas para que el mote desbordara cariño y dulzura, como un delicado ronroneo que me encantaba. Obviamente no estaba dispuesta a aceptarlo ante él, así que hice lo mejor que podía hacer en una situación como esta. ¡Fingir demencia y marcar distancia! Así que dando un par de pasos atrás me giré hacia el frente.

―Se lucieron con la decoración, ¿no crees?

―Eres una gatita muy cobarde, ¿lo sabías? ―Al mirarlo de reojo, noté que aún no había borrado su sonrisa traviesa.

―No sé de qué me habla, señor Li ―Volví a hacerme la loca y miré mis uñas pintadas de color rojo para darle mayor veracidad a mis palabras, pero esa risa de boca cerrada me indicó que… no me había creído nada.

―Está bien, seré benevolente y lo dejaré pasar… por ahora. ―Se acercó los dos pasos que yo me había alejado y volvió a colocar sus manos alrededor de mi cintura, susurrando los siguiente―. Lo sacaré a colación en algún momento donde no puedas negarte a responder mi pregunta.

Sentí como mis mejillas se calentaban, pero eso no evitó que mis labios se curvaran hacia arriba. Definitivamente, algunas cosas no cambiaban, este hombre siempre conseguía una forma de sacarme de quicio a propósito porque le encantaba verme molesta, pero otras sí que lo habían hecho… Dos años habían transcurrido en un abrir y cerrar de ojos, habíamos cumplido metas y trazado nuevas, personas aparecieron, otras se mantuvieron y algunas salieron de nuestras vidas… Pero lo más importante de todo era que Shaoran y yo nos habíamos esforzado para seguir creciendo y evolucionando, juntos e individualmente, construyendo paso a paso el camino hacia esa libertad tan ansiada por ambos.

Sus brazos me rodearon desde la espalda e instintivamente me recosté en su pecho, disfrutando de su calor corporal y de ese aroma mentolado que lo identificaba y me fascinaba.

―Aunque debo halagar ese vestido que te queda endemoniadamente sexy, estás un poco fría.

―Ya lo habías mencionado ―dije, riendo―. Pero si tanto te gusta el vestido deberías agradecerle a Tomoyo. A pesar de estar lejos, se aseguró de que lo recibiera y lo usara hoy.

―En realidad me encanta la modelo ―Shaoran dejó un beso en mi hombro descubierto que me hizo suspirar―. Pero si podríamos aprovechar de enviarle algo con Eriol. Me dijo la semana pasada que viajara a París para pasar el año nuevo con ella ―dejó

―Debe estar loco porque terminen sus pasantías.

―Algo así ―se burló―. Satoshi no pierde tiempo de joderlo.

―Y apuesto que tú tampoco, lobito.

―¿Cómo puedes pensar eso de mí, gatita?

Me giré y lo miré con una ceja alzada, esa carita inocente no iba a engañarme.

―Porque te conozco sé que debes ser el que más lo tortura.

Shaoran se rio y dejó un beso en mi mejilla para luego levantar su copa en dirección a una persona que lo saludaba de lejos.

―¿Qué te parece sí después de cumplir aquí… nos escapamos? ―dijo sin dejar de mirar al frente.

―¿Puede darse ese lujo, señor jefe todo poderoso?

―Puedo y quiero, gatita. ―Me guiñó un ojo y no perdió tiempo en guiarnos por el salón para… finalizar con el suplicio pronto. Sus palabras, no las mías.

Saludamos a varias personas que eran pares de Shaoran, representantes de otras empresas poderosas y algunos socios extranjeros que habían venido a la fiesta de navidad que GreenStone decidió dar para agasajar sus trabajadores. Las conversaciones que tenían sobre sus negocios no eran muy claras para mí, pero mi novio siempre intentaba explicarme cuando veía la duda reflejada en mi rostro y siempre sacaba algún tema de conversación en el cual yo pudiera intervenir y hasta divertirme al interactuar con sus socios.

―¡Vamos! ¡Será hermoso! ―escuché decir a una pareja que pasó a nuestro lado y cuando los seguí con la mirada, una sonrisa se plasmó en mi rostro al ver el hermoso stand de fotografías que habían colocado a un lado del enorme árbol de navidad de color blanco.

Las personas reían y posaban de distintas formas, algunos con sonrisas tímidas y los más jóvenes hacían muecas graciosas para crear un recuerdo divertido entre amigos que perduraría en el tiempo.

―¿Quieres ir? ―susurró Shaoran en mi oreja, provocándome cosquillas.

―Pues… sería lindo. Tenemos un montón de fotos juntos, pero ninguna de navidad ―dije en voz baja.

Él asintió con una diminuta sonrisa y después de unos minutos en los cuales buscó la forma más elegante de finalizar la conversación que sostenía con un grupo de posibles inversionistas, me tomó de la mano y caminamos hacia el stand.

―¿Está bien que lo dejes allí?

―Logré captar su interés lo suficiente para que solicitaran ellos mismos una reunión. Nunca se debe soltar toda la información en un primer encuentro, gatita. Las dosis adecuadas y los tendrás impacientes por saber.

―Vaya… eres muy bueno en lo que haces.

Shaoran se detuvo y me dio una sonrisa socarrona que me hizo sonrojar y reír al mismo tiempo. ¡Era terrible! Eso, definitivamente, no cambiaría nunca.

Como siempre hacía antes de tomarnos una foto, traté de peinar un poco el desordenado y suave cabello de Shaoran con mis dedos, haciéndolo reír porque era algo inútil. Por muy difícil que fuera de creer, era la primera vez que él y yo pasábamos la navidad juntos ya que la primera Shaoran la había pasado en Hong Kong. Obviamente él me había invitado a ir con él, pero después de todo lo que había pasado, sentí en aquel momento que era algo por lo cual debía atravesar sólo… porque sabía que iba a ser un momento íntimo impregnado de alegría, lágrimas y perdón, porque la familia Li constataría con sus propios ojos que Shaoran había decidido ser libre de su pasado. Y al verlo regresar feliz y en paz… supe que había sido lo correcto.

―¿Listos? ―Al escuchar a la fotógrafa, salí de mi ensimismamiento. Mi novio se colocó a mi espalda y pasó sus brazos por mi cintura―. ¡Sonrían! ―dijo con ánimo y no dudé en plasmar una sonrisa que reflejaba mi felicidad de estar juntos este día.

El flash destelló varias veces y en una de ellas, Shaoran aprovechó para dejar un beso en mi mejilla sorpresivamente.

―Pueden retirarlas por allá, pero les aseguro que la última será su favorita ―dijo la chica.

Le dimos las gracias y fuimos a la mesa que nos había indicado, tras un par de minutos, un chico nos entregó las fotografías y no pude evitar sonreír al verlas. En ningún momento Shaoran miró a la cámara porque sus ojos siempre estuvieron sobre mí, demostrando con esa mirada profunda y cariñosa lo que él sentía… lo que yo provocaba en él. Y como había dicho la fotógrafa, la más hermosa era la del beso.

―Esta lucirá muy bien en la repisa de mi sala ―dije, feliz.

―¿Y por qué no en la mía? ―preguntó, alzando una de sus cejas.

―Creo que tendremos que pedir copia porque no pienso cederla.

―Tengo otra solución, pero te la diré más tarde ―dijo, quitándome las fotos para guardarlas en el bolsillo de su saco.

―¿A qué te refieres con eso?

El idiota sexy no contestó, sólo se limitó a darme una sonrisa enigmática y me arrastró a la pista de baile, ¡dejándome con la duda! Pero de nada serviría alegar, este hombre era una tumba en cuanto a secretos… a diferencia de mí que no podía mantenerme callada por mucho tiempo.

Sus manos fuertes se posaron en mi cintura y las mías se cruzaron por detrás de su cuello en respuesta. Su mirada era poderosa y seductora, ¿cómo no perderse en ella? Nuestros cuerpos se acoplaron perfectamente y comenzamos a mecernos al ritmo delicado de la música, sumergiéndonos en nuestro propio mundo donde el tiempo dejaba de transcurrir.

―¿Ya le había dicho que ese vestido se le ve muy… sensual, señorita Kinomoto? ―dijo en mi oreja.

―Unas diez veces, sí ―dije, riendo.

―¿Le pediste a Tomoyo que lo hiciera verde y ajustado a propósito?

―Puede ser que sí, puede ser que no. ¿Quién sabe? ―La masculina risa de Shaoran burbujeó desde su pecho, podía sentirla porque estábamos muy… muy cerca.

—Dejen de derrochar miel, par de tórtolos —escuché a un lado y enseguida sonreí. Esa voz podría reconocerla donde fuera.

Nuestros pasos se detuvieron y al girarnos nos encontramos con el rostro sonriente de Midori que se había acercado con su esposo. Se veía hermosa y radiante con ese vestido granate que resaltaba sus ojos verdes oliva.

—Te veo muy tranquila ―dijo Shaoran, burlón―. Seguramente ya atosigaste a tu pobre madre.

—La ha llamado unas quince veces y ya me dijo que nos vamos en cinco minutos —respondió el esposo de Midori, ganándose un ceño fruncido por parte de ella.

—Es la primera vez que salimos sin Ellie, ¡es normal que me preocupe! Además… está en una edad en la que todo le llama la atención.

—Sí, mi cabello es testigo de eso. —Me reí del comentario de Shaoran porque era cierto, pero él también se dejaba jalonear de la bebé.

—Tú eres un alcahuete, lobito —le hice saber y enseguida resopló diciendo que no era el único, lo cual también era verdad porque la pequeña Ellie se había convertido en la luz de los ojos de los tres amigos de Midori, sépase Eriol, Shaoran y el ogro de Satoshi que se convertía en un corderito cuando estaba con la niña.

—Quiero verlos a los cuatro cuando mi hermosa Ellie llegue a la adolescencia. Eso será… interesante.

—Pero que maquiavélica eres —dijo Shaoran, achicando sus ojos.

—Y así me adoran —dijo, guiñándonos un ojo—. Bueno, sólo queríamos despedirnos y desearles una feliz navidad a ambos.

―Avisen cuando estén en casa.

―Sí, sí, jefe.

La risueña Midori se acercó a mí y me dio un abrazo que no dude en corresponder.

―Me cuentas todo luego. ―susurró en mi oído y no me dio tiempo de preguntarle a qué se refería porque tiró de su esposo lejos de nosotros. ¿Pero qué pasaba a estos hoy que andaban tan misteriosos?

—¿Dónde nos habíamos quedado? —Shaoran se acercó a mí y volvió a colocar mis manos alrededor de su cuello, la sonrisa pícara había regresado a sus labios.

—Estábamos bailando, lobito. Y también dejaste en el aire un tema.

—Ah… eso ―Se rio y me atrajo hacia él para continuar bailando―. Bueno, tengo una proposición para ti.

―¿Cuál será? ―pregunté, emocionada.

―Tengo un contrabando de dulces esperando por nosotros en la terraza cubierta del hotel.

―Entonces sí que tenías planeada la escapada —dije, sonriendo de lado.

―A pesar de estar disfrutando de una fiesta de estas por primera vez en mi vida, me gustaría estar con mi novia... en privado.

―Eso podría interpretarlo como que tienes intenciones ocultas ―dije, alzando una ceja.

―Sé que nos entendemos muy bien en la cama, pero no todo se trata de sexo, gatita. ―dijo, riendo, haciéndome resoplar. No sabía por qué rayos seguía cayendo en sus comentarios doble sentido―. ¿Qué dices? Tú, yo, una enorme cantidad de dulces y una botella de champaña, acompañados por las luces de la ciudad… Podemos conversar de lo que sea y también… podemos recordar algunas cosas.

―¿Cómo que cosas? ―Shaoran guardó silencio, pero al ver que su sonrisa se ampliaba… supe que esa mente sagaz realmente tenía planificado algo―. Dímelo.

―Vamos a buscar la oportunidad para huir y luego te cuento mis planes.

―¡Oye! No puedes plantar una idea en mi cabeza y no decírmela. ¡Eso es crueldad! ¡Y lo has hecho varias veces hoy!

―Recuerda que la curiosidad mató al gato, cariño. Específicamente al gato de Schrödinger, ¿recuerdas? ―Me guiñó un ojo y me jaló fuera de la pista de baile, ¡dejándome con la duda otra vez!... Pero en vez de molestarme, lo que hice fue reírme y me dejé guiar. Después de todo, había prometido decirme de qué iba todo esto y era emocionante.

Tras unas cuantas conversaciones y presentaciones, logramos fugarnos del salón como si fuéramos un par de adolescentes. Corrimos entre risas por el lobby del hotel hasta los ascensores y al ingresar, Shaoran no perdió tiempo en presionar el botón que nos llevaría hacia la terraza que, según él, había reservado exclusivamente para nosotros.

―Se van a dar cuenta que no estás.

―No me extrañaran. Además, ―Shaoran me acorraló contra la pared metálica del ascensor y, posando sus dedos en mi mentón, me hizo alzar la mirada para él―, tengo asuntos más importantes que atender con usted, señorita Kinomoto.

―¿Me dirás que clase de… asuntos? ―susurré sobre sus labios.

Shaoran posó su otra mano en mi cintura y difuminó la distancia entre nosotros, permitiéndome deleitarme con su tibieza y sabor al brindarme un beso suave y delicado que era travieso a su vez. ¿Cuántas veces había ansiado sus labios esta noche? Incontables… especialmente cuando lo pillaba recorriéndome con esos ojos ardientes de deseo, pero ahora que estábamos solos podría satisfacer un poquito ese anhelado contacto. Su pulgar le brindaba movimientos circulares a mi costado causándome pequeñas cosquillas que me hacían sonreír sobre su boca, pero él no estaba dispuesto a soltarme hasta que las puertas se abrieran… y yo más que encantada de cumplir esa pequeña travesura.

El beso y las caricias comenzaron a escalar en intensidad y profundidad, haciéndome liberar suspiros que él disfrutaba y absorbía, pero yo no estaba dispuesta a quedarme atrás y no perdí tiempo en sumergir mis dedos en sus suaves hebras de cabello, maravillándome con su textura y el aroma mentolado que emanaba de él.

Sus besos siempre sabían a gloria y se convertían en una promesa, un preludio de algo más intenso… pero lamentablemente la campanita del ascensor sonó… y nos vimos obligados a romper el beso. Aun así, nuestras frentes permanecieron juntas y nuestros ojos cerrados, permitiéndonos un par de segundos para recuperar el aliento perdido y disfrutar de la cercanía. Cuando las puertas se abrieron al fin… abrimos los parpados y sonreímos cómplices. Él me había contagiado parte de su picardía.

Cuando salimos me llevé una hermosa sorpresa. Shaoran no había mentido al decir que la hermosa terraza cubierta sería sólo para nosotros, ni siquiera había algún mesonero rondando por allí. La preciosa vista panorámica me atrapó inmediatamente, maravillándome con las preciosas luces que podía ver a la distancia, era como tener la ciudad completamente a mis pies.

―Le prometí un contrabando de dulces y una botella de champaña, señorita Kinomoto ―dijo en mi oreja, inconscientemente incliné mi cabeza hacia ese lado―. ¿Me acompañas?

Asentí y me dejé guiar hacia la mesa que estaba preparada para nosotros. Shaoran abrió la botella de champaña emitiendo ese ruido tan característico que hacía el corcho al salir y sirvió las copas con el líquido espumante.

―¿Te parece un brindis?

―Estoy de acuerdo ―dije, recibiendo mi copa―. Brindemos por… nuestra primera navidad juntos.

―Y que sea la primera de muchas más ―dijo y chocó su copa con la mía.

Estando aquí, compartiendo un momento tan especial e íntimo, debí darle la razón a Shaoran… como solía pasar. La fiesta en verdad había sido estupenda, pero esto… la privacidad, ser nosotros mismos y reír como se nos diera la gana… no tenía punto de comparación. Hablábamos de todo un poco, de mi trabajo en el hospital de Tokio, de los avances de GreenStone, de nuestras familias y hasta compartimos viejas anécdotas que no habían sido contadas antes. Incluso mi primera confesión de amor que resultó ser un completo desastre…

―Creo que mi vida ha estado llena de vergüenzas.

―Tu torpeza y tus arranques de locura son parte de tu encanto, gatita ―dijo, riendo―. Recuerda que gracias a eso nos conocimos.

―Al loco proyecto de Clow querrás decir ―dije, riendo, mientras recordaba aquél proyecto de veintiuna preguntas que nos hizo unirnos de tal forma que… simplemente no pudimos separarnos de nuevo.

―Pensando en eso… ―Shaoran rascó su barbilla, dejando que su sonrisa pícara hiciera acto de aparición―. Deberíamos intentarlo.

―¿A qué te refieres?

―Un mini proyecto, dos preguntas cada uno y ambos tendremos que contestar. ¿Qué te parece? Podemos divertirnos un rato… y también recordar viejos tiempo.

Lo pensé un poco y no me pareció mala idea, era una forma entretenida de descubrir nuevas cosas y hasta me causaba ilusión. Asentí y pedí ser la primera, varias preguntas se me cruzaban por la cabeza y todas eran igual de buenas, incluso varias ya las había usado con algunos de mis pacientes para conocerlos un poco… pero había una en específico que ganó la batalla. Sonreí y disparé.

―Bien, primera pregunta. Si pudieras vivir eternamente, ¿lo harías?

―¿Has estado leyendo historias de vampiros otra vez? ―preguntó, alzando su ceja.

―Tú solo limítate a responder la pregunta y no critiques ―dije, achicando mis ojos.

Shaoran sonrió y adoptó esa pose tranquila y relajada que me trasladó inmediatamente dos años atrás cuando le hacía aquellas entrevistas.

―Según mi opinión, la idea de la eternidad viene del miedo que tenemos los humanos hacia lo desconocido. ―Soltó un suspiro y continuó―. Aunque las religiones digan que hay algo que nos espera después de la muerte, nadie sabe con exactitud qué es eso que nos aguarda. ¿Descanso eterno? ¿Entrenamiento? ¿Otra vida?... ¿La nada? Cómo no tenemos una respuesta surge ese sueño de poder quedarnos en este mundo por siempre, permanecer en lo que conocemos.

―Te doy la razón en ese aspecto, pero no has respondido mi pregunta ―presioné y él sonrió.

―Si me dieran la oportunidad de vivir eternamente… me negaría.

―¿Por qué?

―Simple, estaría condenado a ver morir a mis seres queridos… una y otra vez. Es una maldición, así lo veo yo ―Sonreí porque internamente, esperaba una respuesta así―. ¿Y tú, gatita? ¿Vivirías eternamente?

―Aunque vivir eternamente tendría sus ventajas… tampoco lo haría ―dije―. Tengo miedo a la muerte, pero ser eterno le quitaría esa "diversión" a vivir. Cuando sientes que el tiempo transcurre, sientes más ganas de disfrutar cada segundo para luego no arrepentirte.

―Buena respuesta ―dijo y bebió un sorbo de su copa―. Ahora me toca a mí, veamos… ¿Eres la protagonista de tu vida o te sigues viendo como un personaje secundario?

―¿Realmente es necesario que responda? ―dije, sonriendo de lado y él asintió sin dudarlo―. De acuerdo. Hace un par de años un hombre me mostró un hermoso dibujo de mí misma, uno que plasmaba todo lo que él veía en mí y cuando lo vi yo… me quedé sin palabras. "No puedo ser yo" fue lo primero que pensé al verlo, pero ese fastidioso se esmeró en hacerme conocer esa mujer maravillosa que estaba oculta dentro de mí… Así que, tras descubrirme y conocerme, comencé a ser la protagonista de mi propia historia y me gusta.

―¿Incluso las partes negativas o difíciles?

―Todas son experiencias, ¿recuerdas? ―Shaoran sonrió―. Está en nosotros decidir qué hacer con esas experiencias adquiridas. ―Cogí uno de los dulces que estaban en la bandeja y lo miré―. Te toca responder.

―Gracias a un extraño proyecto en el cual fui involucrado obligatoriamente…

―¡Oye!

―No puedes negarlo, gatita. ―Shaoran alzó su ceja sin borrar su sonrisa―. Te sentaste en mi mesa y me impusiste participar… ―Resoplé al escucharlo reír―. Bien, como decía, gracias a ese loco y maravilloso proyecto, aprendí muchísimas cosas de mí mismo que desconocía… Dejé de ser una carcasa vacía que simulaba vivir para realmente… hacerlo. Así que sí, soy el protagonista de mi vida y me encanta lo que he vivido… especialmente los últimos dos años.

Me sonrojé y sonreí, sintiéndome inmensamente feliz. Realmente era maravilloso recordar nuestras viejas entrevistas y todo lo que compartimos en aquel entonces cuando apenas comenzábamos a conocernos, también lo era evidenciar directamente nuestros cambios y avances… y eso me dio la siguiente pregunta.

―Sigo yo. ―Lo miré directamente a los ojos y lancé mi pregunta―. ¿Qué es para ti el amor? ―Shaoran emitió un pequeño silbido y comió uno de los dulces de chocolate.

―Pregunta difícil y bien pensada. Te felicito, gatita.

―En esta ocasión no vale el contrato, lobito. Podría preguntar del clima y tendrías que responder sin chistar.

―Ese contrato valió mierda después de la pregunta tres ―dijo, riendo.

―Responde.

―Bien… ¿Qué opino del amor?

Shaoran se levantó de su silla y rodeó la mesa hasta llegar a mi lado, entonces se arrodilló y me miró con esos ojos seductores y pasionales que me hacían estremecer. No habló y en ningún momento rompió la conexión entre nuestras miradas, sólo se limitó a tomar mi mano y a dejar un beso prolongado en el dorso. Entonces… me dio su respuesta.

―No existe una respuesta para ello, gatita. Pero te diré lo que yo siento cuando estoy contigo ―dijo sin perder esa calma y serenidad―. Sé que puedo confiar y apoyarme en ti cuando te necesite. Sé que te anhelo cuando no estás a mi lado, me gusta compartir contigo mis comidas y hasta que me regañes cuando me las salto. ―Ambos reímos por eso, porque los hábitos alimenticios de Shaoran seguían siendo un desastre―. Puedo ser un maldito romántico contigo porque eres tú, porque sé que te gustan los detalles… Sé que el amor es un sentimiento que no tiene límites y puede llegar a ser muy destructivo, yo mejor que nadie… lo sé, pero también sé lo maravilloso que puedes sentirte si estás con la persona correcta.

―¿Cómo saber que estás con… la persona correcta? ―pregunté casi en un hilo de voz… sintiendo como las emociones comenzaban a desbordarse.

Shaoran sonrió y sin dejar de verme, dio otro beso a mi mano.

―Solamente… lo sabes. Te dan ganas de luchar por ella y de dar todo por el todo para estar a su lado. Se siente correcto, no quieres esconderlo. Esas son las señales claras de que… estás con quien debes estar... Ahora responde tú.

Madre mía, mi corazón latía tan rápido y fuerte que lo escuchaba retumbar en mis oídos, y mi rostro seguramente estaba más rojo que una fresa, pero ¿cómo no sonreír como idiota? ¡Era imposible no hacerlo! La felicidad era tan grande que no podía esconder la enorme sonrisa que tenía plantada en mi boca.

―No vas a escaparte, gatita. Responde tu propia pregunta.

―Bueno… intentaré igualar tu respuesta ―dije y tomando aire, contesté―. Tienes razón al decir que el amor no tiene una definición como tal, pero todos sabemos que es un sentimiento intenso… En mi caso, puedo decir que sé que te amo porque siento tu alegría como mía, tus logros son mis logros… y no puedo parar de decirle al mundo cuán orgullosa estoy de ti. El amor nos unió, más no nos mantiene atados. Somos libres estando juntos. Somos amigos… como una vez dijiste, compañeros, cómplices… y amantes. Un perfecto dúo que, a pesar de los problemas que puedan aparecer, se mantendrá unido… o es lo que espero.

Shaoran sonrió y me guiñó un ojo, luego caminó hacia el carrito de dulces y destapó una bandeja… revelando un cuaderno de caratula verde que me entregó.

―¿Qué es… esto?

―Ábrelo y léelo.

―Pero no hemos terminado… aún falta una pregunta…

―Al final está mi última pregunta, pero debes leer lo anterior.

Extrañada, abrí el cuaderno y entonces leí el título "21 preguntas para enamorarse". ¿Qué… era esto? Llena de dudas fui a la siguiente página y entonces me encontré con… lo que Shaoran había pensado en aquel momento… cuando mi proyecto estaba en marcha… ¡Oh por dios! ¡Aquí estaba todo! Sus respuestas… sus anhelos, mis respuestas… lo que pensaba de mí… ¿Duchas frías? ¡Y el beso de aquella noche! Llevé mi mano hasta mi boca al leer desde su perspectiva lo que había pasado y lo que él había sentido. Ah… que vergüenza… era como si lo estuviera viviendo de nuevo. Y después vino la decepción y todo lo que él sintió ante mi estúpida negativa, pero no se rindió, se esforzó por mostrarme que estaba bien que estuviéramos juntos, que podíamos ser un gran equipo… y como siempre… no sé había equivocado. Mis lágrimas se deslizaron por mis mejillas, estaba tan emocionada que era inútil contenerlas…

―Te dije que te mostraría las pruebas de mi propio proyecto ―le escuché decir―. Lamento haber tardado tanto.

―Yo… jamás creí que… Esto es… No tengo palabras.

―Busca la última página ahora.

Limpié las lágrimas y obedecí. Allí, con su pulcra caligrafía estaba escrita una pregunta que me hizo retener el aliento y entonces lo miré… la hermosa sonrisa que tanto amaba iluminaba su rostro completo. No había dudas, no había vacilaciones… sólo un anhelo.

―¿Es-esto sí puedo interpretarlo literal? ¿No hay un doble sentido oculto?

Shaoran se acercó a mí y sacó de su bolsillo una pequeña caja de terciopelo verde, sonreí como nunca al ver lo que en su interior había celosamente guardado. Un anillo dorado con un pequeño brillante rosado en forma de una flor de cerezo.

―Es literal ―dijo y colocó el anillo en mi dedo anular―. Por la sonrisa… asumo que no te molestará usarlo, pero me gustaría que respondieras a mi pregunta. Un sí resolvería quien se queda con la foto de navidad.

Me levanté y me aseguré de transmitirle esa respuesta que tanto ansiaba… a través de un beso. No era un beso sutil, pero tampoco era uno impetuoso, era una caricia única, nuestra, y que ahora… podríamos compartir por siempre.

―Me gusta esa forma de decir sí.

—Lo aprendí del mejor…

—Feliz navidad, gatita.

―La mejor navidad de todas, zorrito astuto.

"21 preguntas para enamorarse" fueron los cimientos de nuestra relación y en estos dos años nos habíamos dedicado a fortalecerlos, pero ahora, gracias a cuatro preguntas más… tendríamos un nuevo comienzo, y estaba emocionada por emprender ese camino al lado de mi querido compañero. Un nuevo proyecto de vida, iniciaba.

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Pregunta número cuatro:

"¿Amanecerías todos los días de nuestras vidas a mi lado?" La respuesta era… un rotundo sí.

Y ahora sí ¡Feliz navidad, chicos!

Aquí les dejo este pequeño regalo, cumpliendo con el evento decembrino que les propuse. Les agradezco mucho la participación y espero haber cumplido la expectativa de la persona que propuso esta idea que fue nuestra amiga Beca :D La verdad fue un reto retomar estos personajes otra vez, los que han leído todas mis historias saben que a pesar de tomar los nombres de CCS, mis personajes tienen personalidades propias que intento no repetir xD Especialmente este Shaoran picaron haha.

¿Les gustó? Espero que sí y que este shot les brinde calidez a su corazón ;)

Espero que el niño Dios les traiga millones de bendiciones y disfruten con sus seres queridos.

Los quiero un montón,

CherryLeeUp